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MISAS DE DIFUNTOS

Primeras lecturas del Antiguo Testamento

Con el pensamiento puesto en la resurrección


Lectura del segundo libro de los Macabeos     12,
43-46

En aquellos días, Judas Macabeo, jefe de Israel, hizo


una colecta y recogió dos mil dracmas de plata, que
envió a Jerusalén para que se ofrecieran un sacrificio
de expiación por el pecado de los que habían muerto
en la batalla. El realizó este hermoso y noble gesto con
el pensamiento puesto en la resurrección, porque si no
hubiera esperado que los caídos en la batalla iban a
resucitar, habría sido inútil y superfluo orar por los
difuntos.
Además, él tenía presente la magnífica recompensa
que está reservada a los que mueren piadosamente, y
este es un pensamiento santo y piadoso. Por eso,
mandó ofrecer el sacrificio de expiación por los
muertos, para que fueran librados de sus pecados.

Palabra de Dios.
Yo sé que mi Redentor vive
Lectura del libro de Job     19, 1. 23-27a

En aquello días, Job tomo la palabra y dijo: “Ojalá


que mis palabras se escribieran;
ojalá que se grabaran en láminas de bronce o con
punzón de hierro se esculpieran en la roca para
siempre.

Yo sé bien que mi defensor está vivo y que al final se


levantará a favor del humillado;
de nuevo me revestiré de mi piel
y con mi carne veré a mi Dios;
yo mismo lo veré y no otro mis
propios ojos lo contemplaran.
Ésta es la firme esperanza que tengo.
Palabra de Dios

Los aceptó como un holocausto


Lectura del libro de la Sabiduría     3, 1-9

Las almas de los justos están en las manos de Dios y


no los alcanzará ningún tormento. Los insensatos
pensaban que los justos habían muerto, que su salida
de este mundo era una desgracia y su salida de entre
nosotros, una completa destrucción. Pero los justos
están en paz. La gente pensaba que sus sufrimientos
eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente
la inmortalidad. Después de breves sufrimientos
recibirá una abundante recompensa, pues Dios los
puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como
oro en el crisol y los aceptó como un holocausto
agradable. Los que confían en el Señor comprenderán
la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán
a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de
ellos.
Palabra de Dios.

La edad madura, una vida intachable


Lectura del libro de la Sabiduría     4, 7-15

El justo, aunque muera prematuramente, hallará


descanso; porque la edad venerable no consiste en
tener larga vida ni se mide por el número de años. Las
verdaderas canas del hombre son la prudencia y la
edad avanzada se mide por una vida intachable.
Cumplió la voluntad de Dios, y Dios lo amó. Vivía entre
pecadores, y dios se lo llevó; se lo llevó para que la
malicia no pervirtiera su conciencia, para que no se
dejara seducir por el engaño, pues la fascinación del
mal oscurece el bien y el vértigo de las pasiones
pervierte a las almas inocentes. Llego a la perfección
en poco tiempo y con eso alcanzó la plenitud de una
larga vida. Su vida le fue agradable a Dios, por lo cual
el Señor se apresuró a sacarlo de entre la maldad. La
gente ve, pero no comprende ni se da cuenta de que
Dios ama a los justos y se compadece de sus
elegidos.
Palabra de Dios.

El Señor destruirá la muerte para siempre


Lectura del libro del profeta Isaías     25, 6a. 7-9

En aquel día, el Señor del universo


preparará sobre este monte
un festín con platillos suculentos
para todos los pueblos;
un banquete con vinos exquisitos
y manjares sustanciosos.

Destruirá la muerte para siempre;


El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los
rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su
pueblo. Así lo ha dicho el Señor.
En aquel día se dirá:
“Aquí esta nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara.
Alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae,
porque la mano del Señor reposará en este monte”.
Palabra de Dios.
Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones     3, 17-26

Me han arrancado la paz


y ya no me acuerdo de la dicha.
Pienso que se me acabaron ya las fuerzas
y la esperanza en el Señor.
Fíjate, Señor, en mi pesar,
en esta amarga hiel que me envenena.
Apenas pienso en ello,
me invade el abatimiento.
Pero, apenas me acuerdo de ti,
me lleno de esperanza.

La misericordia del Señor nunca termina


y nunca se acaba su compasión;
al contrario, cada mañana se renuevan.
¡Qué grande es el Señor!

Yo me digo: “El Señor es la parte que me ha tocado en


herencia”
y en el Señor pongo mi esperanza.
El Señor es bueno con aquellos que en él esperan,
con aquellos que los buscan.
Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios.
Los que duermen en el suelo polvoriento de
despertarán
Lectura de la profecía de Daniel     12, 1-3

En aquellos días, yo, Daniel, lloraba y oí esta palabra


del Señor:
En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe,
que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un
tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde
que existe una nación hasta el tiempo presente. En
aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se
encuentre inscrito en el Libro.
Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento
se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para
la ignominia, para el horror eterno.
Los hombres prudentes resplandecerán como el
resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado
a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los
siglos de los siglos.

Palabra de Dios.

Primeras lecturas del Nuevo Testamento


durante el tiempo pascual

El fue constituido por Dios juez de vivos y muertos


Lectura de los Hechos de los apóstoles     10, 34-43

En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y los que


estaban en su casa, con estas palabras: “Ahora caigo
en la cuenta de que Dios no hace distinción de
personas, sino que acepta al que lo teme y practica la
justicia, sea de la nación que fuere. El envió su palabra
a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio
de Jesucristo, Señor de todos.
Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo
principio en Galilea, después del bautismo predicado
por Juan: como Dios ungió con el poder del Espíritu
Santo a Jesús de Nazaret, y como este paso haciendo
el bien sanando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de cuanto el hizo en Judea y
en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero
Dios los resucito al tercer día y concedió verlo, no a
todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él,
de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos
comido y bebido con el después de que resucito de
entre los muertos.
Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de
que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos, El
testimonio de los profetas en unánime: que cuantos
creen en el reciben, por su medio, el perdón de los
pecados”. Palabra de Dios.
¡Felices los que mueren en el Señor!
Lectura del libro del Apocalipsis     14, 13

Yo, Juan, oí una voz que venia del cielo y me decía:


“Escribe: Dichosos ya desde ahora los muertos que
han muerto en el Señor. El Espíritu es quien lo dice:
Que descansen ya de sus fatigas, pues sus obras los
acompañan”.
Palabra de Dios.

Los que habían muerto fueron juzgados según sus


obras
Lectura del libro del Apocalipsis     20, 11-21, 1

Yo, Juan, vi un trono brillante y magnífico y al que


estaba sentado en él. El cielo y la tierra
desaparecieron de su presencia sin dejar rastro. Y vi a
los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del
trono. Fueron abiertos unos libros y también el libro de
la vida. Los muertos fueron juzgados conforme a sus
obras, que estaban escritas en esos libros.
El mar devolvió sus muertos; la muerte y el abismo
devolvieron los muertos que guardaban en su seno.
Cada uno fue juzgado según sus obras. La muerte y el
abismo fueron arrojados al lago de fuego; este lago es
la muerte definitiva. Y a todo el que no estaba escrito
en el libro de la vida lo arrojaron al lago de fuego.
Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el
primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y
el mar ya no existía.

Palabra de Dios.

No habrá más muerte


Lectura del libro del Apocalipsis     21, 1-5a. 6b-7

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque


el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido
y el mar ya no existía.
También vi que descendía del cielo, desde donde está
Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada
como una novia que va a desposarse con su
prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que
decía: “Esta es la morada de Dios con los hombres;
vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo.
Dios les enjugará todas las lágrimas y ya no habrá
muerte ni duelo, ni penas ni llantos, porque ya todo lo
antiguo terminó”.
Entonces el que estaba sentado en el trono, dijo:
“Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas. Yo soy
el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento le
daré a beber gratis del manantial del agua de la vida.
El vencedor recibirá esta herencia, y yo seré su Dios y
él será mi hijo”.
Palabra de Dios.

Salmos responsoriales
    SALMO     22, 1-6

R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El señor es mi pastor, nada me puede faltar.


El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.


Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.

Tú preparas ante mí una mesa,


frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan


a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. R.

    SALMO     24, 6-7c. 17-18. 20-21

R. ¡A ti, Señor, elevo mi alma!

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,


porque son eternos.
Por tu bondad, Señor,
acuérdate de mí según tu fidelidad. R.

Alivia las angustias de mi corazón,


y sácame de mis tribulaciones.
Mira mi aflicción y mis fatigas,
y perdona todos mis pecados. R.

Defiende mi vida y líbrame:


que no me avergüence de haber confiado en ti;
la integridad y la rectitud me protegen,
porque yo espero en ti, Señor. R.

    SALMO     26, 1. 4. 7. 8b-9a. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.


El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R.

Una sola cosa he pedido al Señor,


y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo. R.

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,


apiádate de mí y respóndeme!
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor


en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.

    SALMO     41, 2. 3. 5bcd; 42, 3-5

R. Mi alma tiene sed del Dios viviente.

Como la cierva sedienta


busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios. R.

Mi alma tiene sed de Dios,


del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios? R.

¡Cómo iba en medio de la multitud


y la guiaba hacia la Casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza,
en el júbilo de la fiesta! R.

Envíame tu luz y tu verdad:


que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.R.

Y llegaré al altar de Dios,


el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío. R.

¿Por qué te deprimes, alma mía?


¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios. R.

    SALMO     62, 2-6. 8-9.


R. ¡Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío!

Señor, tú eres mi Dios,


yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario


para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva


y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda


y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene. R.

    SALMO     102, 8. 10. 13-18

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

El Señor es bondadoso y compasivo,


lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.

Como un padre cariñoso con sus hijos,


así es cariñoso el Señor con sus fieles;
él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo. R.

Los días del hombre son como la hierba:


él florece como las flores del campo;
las roza el viento, y ya no existen más,
ni el sitio donde estaban las verá otra vez. R.

Pero el amor del Señor permanece para siempre,


y su justicia llega hasta los hijos y los nietos
de los que lo temen y observan su alianza,
de los que recuerdan sus preceptos y los cumplen. R.

    SALMO     114, 5-6; 115, 10-11. 15-16ac

R. ¡Caminaré en presencia del Señor!

El Señor es justo y bondadoso,


nuestro Dios es compasivo.
El Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó. R.

Tenía confianza, incluso cuando dije:


«¡Qué grande es mi desgracia!»
Yo, que en mi turbación llegué a decir:
«¡Los hombres son todos mentirosos!» R.

¡Qué penosa es para el Señor


la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
por eso rompiste mis cadenas. R.

    SALMO     121, 1-2. 4-9

R. ¡Vamos con alegría a la Casa del Señor!

¡Qué alegría cuando me dijeron:


«Vamos a la Casa del Señor»!
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén. R.

Allí suben las tribus,


las tribus del Señor
-según es norma en Israel-
para celebrar el nombre del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David. R.

Auguren la paz a Jerusalén:


«¡Vivan seguros los que te aman!
¡Haya paz en tus muros
y seguridad en tus palacios!» R.

Por amor a mis hermanos y amigos,


diré: «La paz esté contigo.»
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,
buscaré tu felicidad. R.

    SALMO     129, 1-8

R. Espero en el Señor, confío en su palabra.

Desde lo más profundo te invoco, Señor,


¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria. R.

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,


¿Quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido. R.

Mi alma espera en el Señor,


y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora. R.

Como el centinela espera la aurora,


espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
él redimirá a Israel
de todos sus pecados. R.
    SALMO     142, 1-2. 5-7ab. 8ab. 10

R. ¡Señor, escucha mi oración!

Señor, escucha mi oración,


atiende a mi plegaria;
respóndeme, por tu fidelidad y tu justicia.
No llames a juicio a tu servidor,
porque ningún ser viviente es justo en tu presencia. R.

Me acuerdo de los tiempos pasados,


medito todas tus acciones;
considero la obra de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
suspiro por ti como tierra reseca. R.

Respóndeme en seguida, Señor,


porque estoy sin aliento.
Que yo experimente tu amor por la mañana,
porque confío en ti. R.

Enséñame a hacer tu voluntad,


porque tú eres mi Dios.
Que tu espíritu bondadoso me conduzca
por una tierra llana. R.
Segundas lecturas del Nuevo Testamento

Justificados por su sangre, seremos librados


por él de la ira de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los


cristianos de Roma     5, 5-11

Hermanos y hermanas: La esperanza no defrauda


porque Dios ha infundido su amor en nuestros
corazones por medio del Espíritu Santo, que el mismo
nos ha dado.
En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para
salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el
tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera
morir por un justo, aunque puede haber alguno que
esté dispuesto a morir por una persona sumamente
buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que
Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos
pecadores.
Con mayor razón, ahora que ya hemos sido
justificados por su sangre, seremos salvados por el del
castigo final. Porque, si cuando éramos enemigos de
Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su
Hijo, con mucha más razón, estando ya reconciliados,
recibiremos la salvación participando de la vida de su
Hijo, y no solo esto, sino que también nos gloriamos en
dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien
hemos obtenido ahora la reconciliación.
Palabra de Dios.
Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos
de Roma     5, 17-21

Hermanos y hermanas: si por el pecado de un solo


hombre estableció la muerte su reinado, con mucho
mayor razón reinaran en la vida por un solo hombre,
Jesucristo, aquellos que reciben la gracia
sobreabundante que los hace justos.
En resumen así como por el pecado de un solo
hombre, Adán, vino la condenación para todos así por
la justicia de un solo hombre , Jesucristo, ha venido
para todos la justificación que da la vida. Y así como
por la desobediencia de uno, todos fueron hechos
pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos
serán hechos justos.
En cuanto la ley, su llegada sirvió para hacer que el
pecado creciera. Pero, donde abundo el pecado,
sobreabundo la gracia, para que así cómo el pecado
tuvo poder para causar la muerte, así también la gracia
de Dios, al justificarnos, tenga poder para conducirnos
a la vida eterna por medio de Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
Llevamos una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Roma     6, 3-9

Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a


Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido
incorporados a su muerte. En efecto, por el bautismo
fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así
como Cristo resucito de entre los muertos por la gloria
del Padre, así también nosotros llevemos una vida
nueva.
Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por
una muerte semejante a la suya, también lo estaremos
en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue
crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado
quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al
pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos
seguros de que también viviremos con él; pues
sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene
dominio sobre él.
Palabra de Dios.

Anhelando que se realice la redención de nuestro


cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Roma     8, 14-23

Hermanos: Los que se dejan guiar por el Espíritu de


Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes
un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo,
sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos
llamar Padre a Dios.
El mismo Espíritu Santo, aun con nuestro propio
espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y
si somos hijos, somos también herederos de Dios y
coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él
para ser glorificados junto con él.
Considero que los sufrimientos de esta vida no se
pueden comparar con la gloria que un día se
manifestara en nosotros; porque toda la creación
espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de
esa gloria de los hijos de Dios.
La creación esta ahora sometida al desorden, no por
su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió,
pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que
también ella misma va ser liberada de la esclavitud de
la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los
hijos de Dios.
Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta
el presente y sufre dolores de parto: y no solo ella, sino
también nosotros, los que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se
realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios,
la redención de nuestro cuerpo.

Palabra de Dios.

¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Roma     8, 31b-35. 37-39

Hermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿Quién estará


en contra nuestra? El que no nos escatimo a su propio
Hijo, sino que lo entrego por todos nosotros, ¿Cómo
no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su
Hijo? ¿Quién acusara a los elegidos de Dios? Si Dios
mismo es quien los perdona, ¿Quién será el que los
condene? ¿Acaso Jesucristo, que murió, resucito y
está a la derecha de Dios para interceder por
nosotros?
¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos
ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La
persecución? ¿ El hambre?¿ La desnudez?¿ El
peligro?¿ La espada?
Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos,
gracias a aquel que nos ha amado; pues estoy
convencido de que ni la muerta ni la vida, ni los
ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni
los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni
creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha
manifestado Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

Tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al


Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Roma     14, 7-9. 10c-12

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí, ni


tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el
Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en
la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor.
Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor
de los vivos y de los muertos.

Todos, en efecto, tendremos que comparecer ante el


tribunal de Dios, porque está escrito: Juro que toda
rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a
Dios, dice el Señor.

Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir


cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

Todos revivirán en Cristo


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los cristianos de Corinto     15, 20-24a. 25-28

Hermanos: Cristo resucito, y resucito como la primicia


de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la
muerte, también por un hombre vendrá la resurrección
de los muertos.
En efecto, así como en Adán todos mueren, así en
Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su
orden: primero Cristo, como primicia; después, a la
hora de su advenimiento, los que son de Cristo.
Enseguida será la consumación, cuando Cristo
entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que
reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos
sus enemigos. El último de los enemigos en ser
aniquilado, será la muerte. Es claro que cuando la
Escritura dice: Todo lo sometió el Padre a los pies de
Cristo, no incluye a Dios, que es quien le sometió a
Cristo todas las cosas.
Al final, cuando todo se le haya sometido, Cristo
mismo se someterá al Padre, y así Dios será Dios en
todas las cosas.
Palabra de Dios.

La muerte ha sido vencida


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los cristianos de Corinto     15, 51-57

Hermanos hermana: Les voy a revelar un misterio: No


todos moriremos, pero todos seremos transformados
en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando
suene la trompeta final. Pues al resonar la trompeta,
los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros
seremos transformados. Porque es preciso que este
ser nuestro, corruptible y mortal, se revista de
incorruptibilidad e inmortalidad. Y Cuando nuestro ser
corruptible y mortal se revista de incorruptibilidad e
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la
Escritura: La muerte ha sido aniquilada por la victoria.
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está,
muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el
pecado y la fuerza del pecado es la ley. Gracias, a
Dios que nos ha dado la victoria por nuestro Señor
Jesucristo.

Palabra de Dios.

Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto     4, 14-5, 1

Hermanos: Sabemos que aquel que resucito a Jesús


nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos
colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para
bien de ustedes, de manera que, al extenderse la
gracia a más y más personas, se multiplique la acción
de gracias para gloria de Dios.
Por esta razón no nos acobardamos; pues aunque
nuestro cuerpo se va desgastando, nuestro espíritu se
renueva de día en día. Nuestros sufrimientos
momentáneos y ligeros nos producen una riqueza
eterna, una gloria que los sobrepasa con exceso.
Nosotros no ponemos la mira en lo que se ve, sino en
lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y los
que no se ve es eterno. Sabemos que, aunque se
desmorone esta morada terrenal, que nos sirve de
habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una
morada eterna, no construida por manos humanas.

Palabra de Dios.

Tenemos una casa permanente en el cielo


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto     5, 1. 6-10

Hermanos: Sabemos que, aunque se desmorone esta


morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos
tiene preparada en el cielo una morada eterna, no
construida por manos humanas.
Por eso siempre tenemos confianza, aunque sabemos
que, mientras vivimos en el cuerpo, estamos
desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por
la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de
confianza y preferimos salir de este cuerpo para vivir
con el Señor. Por eso procuramos agradarle, en el
destierro o en la patria. Porque todos tendremos que
comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el
premio o el castigo por lo que hayamos hecho en esta
vida.
Palabra de Dios.

Transformará nuestro pobre cuerpo mortal,


haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Filipenses     3, 20-21

Hermanos: Nosotros somo ciudadanos del cielo, de


donde esperamos que venga nuestro salvador,
Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable
en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del
poder que tiene para someter a su dominio todas las
cosas.
Palabra de Dios.
Permaneceremos con el Señor para siempre
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los cristianos de Tesalonicenses     4, 13-18

No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos,


para que no vivan tristes, como los que no tienen
esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y
resucitó, de igual manera debemos creer que, a los
que mueren en Jesús, Dios los llevará con él.
Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto:
que nosotros, los que quedemos vivos para cuando,
venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre
los que ya murieron. Cuando, Dios mande, que suenen
las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor
mismo bajará del cielo. Entonces, los que murieron en
Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que
quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente
con ellos entre nubes, por el aire, para ir al encuentro
del Señor, y así estaremos siempre con él.
Consuélense, pues, unos a otros con estas Palabras.
Palabra de Dios.

Si hemos muerto con él, viviremos con él


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo
a Timoteo     2, 8-13

Querido hermano: Recuerda siempre que Jesucristo,


descendiente de David, resucitó de entre los muertos,
conforme al Evangelio que yo predico. Por este
Evangelio sufro hasta llevar cadenas, como un
malhechor; pero la palabra de Dios no está
encadenada. Por eso lo sobrellevo todo por amor a los
elegidos, para que ellos también alcancen en Cristo
Jesús la Salvación, y con ella la gloria eterna.
Es verdad lo que decimos: “Si morimos con él,
viviremos con él; si nos mantenemos firmes,
reinaremos con él; si lo negamos, él también nos
negara; si le somos infieles, el permanece fiel, porque
no puede contradecirse a sí mismo.”
Palabra de Dios.

Lo veremos tal cual es


Lectura de la primera carta del apóstol san Juan  
3, 1-2

Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el


Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino
que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque
tampoco lo ha reconocido a él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún
no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya
sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

Hemos pasado de la muerte a la vida,


porque amamos a nuestros hermanos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan  
3, 14-16

Nosotros estamos seguros de haber pasado de la


muerte a la vida, porque amamos a nuestros
hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El
que odia a su hermano es un homicida y bien saben
ustedes que ningún homicida tiene la vida eterna.
Conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio su
vida por nosotros. Así también debemos nosotros dar
la vida por nuestros hermanos.

Palabra de Dios.
Aleluia y Versículo antes del Evangelio
1     Cf. Mt 11, 25

¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,


porque revelaste los misterios del Reino a los
pequeños!

2     Mt 25, 34

¡Vengan, benditos de mi Padre,


y reciban en herencia el Reino
que les fue preparado desde el comienzo del mundo!

3     Cf. Jn 3, 16

Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único;


para que todo el que crea en él tenga Vida eterna.

4     Jn 6, 39

La voluntad del que me ha enviado


es que yo no pierda nada de lo que él me dio,
sino que lo resucite en el último día.
5     Jn 6, 40

Esta es la voluntad de mi Padre:


que el que ve al Hijo y cree en Él tenga Vida eterna
y que Yo lo resucite en el último día.

6     Jn 6, 51

Yo soy el pan vivo bajado del cielo.


El que coma de este pan vivirá eternamente.

7     Jn 11, 25a. 26

Yo soy la Resurrección y la Vida.


El que cree en mí no morirá jamás.

8     Cf. Flp 3, 20

Somos ciudadanos del cielo,


y esperamos ardientemente que venga de allí
como Salvador nuestro Señor Jesucristo.

9     2Tim 2, 11-12a

Si hemos muerto con Cristo, viviremos con él.


Si somos constantes, reinaremos con él.
10     Apoc 1, 5a. 6b

Jesucristo es el Primero que resucitó de entre los


muertos.
¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los
siglos!
Amén.

11     Apoc 14, 13

¡Felices los que mueren en el Señor!


Ellos pueden descansar de sus fatigas,
porque sus obras los acompañan.
EVANGELIOS
Alégrense y regocíjense,
porque tendran una gran recompensa en el cielo
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Mateo     5, 1-12a

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre,


subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron
sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles,
hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran,
porque serán consolados.
Dichosos los sufrientes,
porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los
persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa
mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio
será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.

Vengan a mí... y Yo los aliviaré


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Mateo     11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias,


Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido
estas cosas a los sabios y entendidos y se las has
revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha
parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al
Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón,
y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es
llevadero y mi carga ligera."

Palabra del Señor.


Ya viene el esposo, salgan a su encuentro
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Mateo     25, 1-13

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:


El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes
que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las
necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de
aceite, mientras que las prudentes tomaron sus
lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a
todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se
oyó un grito: "Ya viene el esposo, salgan a su
encuentro."
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus
lámparas. Las necias dijeron a las prudentes:
"¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras
lámparas se apagan?" Pero estas les respondieron:
"No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a
comprarlo al mercado."
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban
preparadas entraron con él en la sala nupcial y se
cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y
dijeron: "Señor, señor, ábrenos", pero él respondió:
"Les aseguro que no las conozco."
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Palabra del Señor.

Vengan benditos de mi Padre


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Mateo     25, 31-46

Jesús dijo a sus discípulos:


«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria
rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su
presencia, y él separará a unos de otros, como el
pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a
aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha:
"Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia
el Reino que les fue preparado desde el comienzo del
mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de
comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de
paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo,
y me visitaron; preso, y me vinieron a ver."
Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos
de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos;
desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o
preso, y fuimos a verte?"
Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez
que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos,
lo hicieron conmigo."
Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí,
malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado
para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y
ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me
dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron;
desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me
visitaron."
Estos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuando te
vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo,
enfermo o preso, y no te hemos socorrido?"
Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que
no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos,
tampoco lo hicieron conmigo."
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida
eterna.»

Palabra del Señor.

Jesús, dando un grito, expiró


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Marcos     15, 33-39; 16, 1-6

Después que el Señor fue crucificado, hacia el


mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de
la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:
«Eloi, Eloi, lamá sabactani», que significa: «Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo,
dijeron: «Está llamando a Elías.» Uno corrió a mojar
una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de
una caña, le dio de beber, diciendo: «Vamos a ver si
Elías viene a bajarlo.»
Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al
verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él,
exclamó: «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de
Dios!»
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre
de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir
el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de
la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y
decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la
entrada del sepulcro?»
Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida;
era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro,
vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con
una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero
él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de
Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí.
Miren el lugar donde lo habían puesto.»

Palabra del Señor.

Joven, Yo te lo ordeno, levántate


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas     7, 11-17
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím,
acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la
ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer
viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al
verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores.»
Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo
llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo
ordeno, levántate.»
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se
lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a
Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en
medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo.»
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió
por toda la Judea y en toda la región vecina.

Palabra del Señor.

Ustedes también estén preparados


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas     12, 35-40

Jesús dijo a sus discípulos:


Estén preparados, ceñidos y con las lámparas
encendidas. Sean como los hombres que esperan el
regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle
apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra
velando a su llegada! Les aseguro que él mismo
recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se
pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes
del alba y los encuentra así!
Entiéndalo bien: si el dueño de casa supiera a qué
hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes
de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del
hombre llegará a la hora menos pensada.

Palabra del Señor.

Hoy estarás conmigo en el Paraíso


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas     23, 33. 39-43

Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo


crucificaron junto con los malhechores, uno a su
derecha y el otro a su izquierda.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba,
diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y
a nosotros.» Pero el otro lo increpaba, diciéndole:
«¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma
pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque
pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada
malo.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando
vengas a establecer tu Reino.»
El le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás
conmigo en el Paraíso.»

Palabra del Señor.

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas     23, 44-46. 50. 52-53; 24, 1-6a

Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la


oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la
tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús,
con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu.» Y diciendo esto, expiró.
Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado
José, hombre recto y justo. Fue a ver a Pilato para
pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la
cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un
sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido
sepultado.
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres
fueron al sepulcro con los perfumes que habían
preparado. Ellas encontraron removida la piedra del
sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del
Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se
les aparecieron dos hombres con vestiduras
deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no
se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les
preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al
que está vivo? No está aquí, ha resucitado.»

Palabra del Señor.

¿No era necesario que el Mesías soportara esos


sufrimientos
para entrar en su gloria?
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas     24, 13-35

El primer día de la semana, dos de los discípulos iban


a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos
diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban
sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se
acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo
impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo:
«¿Qué comentaban por el camino?»
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de
ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único
forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos
días!»
«¿Qué cosa?», les preguntó.
Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el
Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en
palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo
nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo
entregaron para ser condenado a muerte y lo
crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera Él quien
librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que
sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas
mujeres que están con nosotros nos han
desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo
que se les habían aparecido unos ángeles,
asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los
nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como
las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron.»
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento,
cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los
profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara
esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y
comenzando por Moisés y continuando con todos los
profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que
se refería a Él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús
hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le
insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde
y el día se acaba.»
El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa,
tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y
se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se
abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido
de su vista.
Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón,
mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?»
En ese mismo momento, se pusieron en camino y
regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los
Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les
dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se
apareció a Simón!»
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado
en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan.

Palabra del Señor.

El que escucha mi palabra y cree


ya ha pasado de la muerte a la vida
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     5, 24-29

Jesús dijo a los judíos:


«Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en
aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está
sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte
a la Vida.
Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en
que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que
la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida,
del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de
ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo
del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que todos los
que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de
ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la
Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el
juicio.»

Palabra del Señor.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna


y Yo lo resucitaré en el último día
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     6, 37-40

Jesús dijo a la gente:


«Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que
venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me
envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no
pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite
en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y
cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el
último día.»

Palabra del Señor.


El que coma de este pan vivirá eternamente,
y Yo lo resucitaré en el último día
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     6, 51-58

Jesús dijo a los judíos:


«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es
mi carne para la Vida del mundo.»
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este
hombre puede darnos a comer su carne?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la
carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no
tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe
mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre,
la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que
tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el
que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que
comieron sus padres y murieron. El que coma de este
pan vivirá eternamente.»

Palabra del Señor.


Yo soy la resurrección y la vida
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     11, 17-27

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro


estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a
María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de
que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro,
mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a
Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no
habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te
concederá todo lo que le pidas.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la
resurrección del último día.»
Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que
cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y
cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»

Palabra del Señor.

¡Lázaro, ven afuera!


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     11, 32-45
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró
a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi
hermano no habría muerto.»
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que
la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó:
«¿Dónde lo pusieron?»
Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás.»
Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!»
Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del
ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro
muriera?»
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro,
que era una cueva con una piedra encima, y dijo:
«Quiten la piedra.»
Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor,
huele mal; ya hace cuatro días que está muerto.»
Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la
gloria de Dios?»
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los
ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me
oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por
esta gente que me rodea, para que crean que tú me
has enviado.»
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro,
ven afuera!»
El muerto salió con los pies y las manos atados con
vendas, y el rostro envuelto en un sudario.
Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar.»
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que
habían ido a casa de María creyeron en Él.

Palabra del Señor.

Si el grano de trigo muere, da mucho fruto


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     12, 23-28

Jesús dijo a sus discípulos:


«Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser
glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que
cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere,
da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no
está apegado a su vida en este mundo, la conservará
para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté,
estará también mi servidor. El que quiera servirme,
será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: "Padre,
líbrame de esta hora"? ¡Sí, para eso he llegado a esta
hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!»
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he
glorificado y lo volveré a glorificar.»

Palabra del Señor.


En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     14, 1-6

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:


«No se inquieten. Crean en Dios y crean también en
mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones;
si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a
prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya
preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos
conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también
ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy.»
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas.
¿Cómo vamos a conocer el camino?»
Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»

Palabra del Señor.

Quiero que estén conmigo donde Yo esté


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     17, 24-26

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús


levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo
donde yo esté, para que contemplen la gloria que me
has dado, porque ya me amabas antes de la creación
del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te
conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di
a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que tú me amaste esté en ellos,
y yo también esté en ellos.»

Palabra del Señor.

Inclinando la cabeza, entregó su espíritu


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan     19, 17-18. 25-30

Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad


para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en
hebreo, «Gólgota.» Allí lo crucificaron; y con él a otros
dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la
hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y
María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al
discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí
tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a
tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la
recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y
para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús
dijo: Tengo sed.
Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon
en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se
la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre,
dijo Jesús: «Todo se ha cumplido.»
E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.

Palabra del Señor.

V. EN LAS EXEQUIAS DE LOS NIÑOS

A) En las exequias de un niño bautizado

Antífona de entrada          Mt 25, 34


Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la creación del
mundo. (T.P. Aleluya.)

Oración colecta
Dios de amor y de clemencia,
que en los planes de tu sabiduría
has querido llamar a ti,
desde el mismo umbral de la vida,
a este niño N., a quien hiciste
hijo tuyo de adopción en el bautismo,
escucha con bondad nuestra plegaria
y reúnenos un día con él en tu gloria,
donde creemos que vive ya contigo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas


Santifica, Señor, nuestras ofrendas
y concede a estos padres,
que con dolor te devuelven
el hijo que de ti habían recibido,
el gozo de abrazarlo nuevamente,
llenos de alegría, en tu reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Prefacio de difuntos.

Antífona de la comunión          Cf. Rm 6, 4. 8


Sepultados por el bautismo con Cristo en la muerte,
creemos que también viviremos con él. (T.P. Aleluya.)

Oración después de la comunión


Por la comunión del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
muerto en la cruz y resucitado a nueva vida,
has alimentado, Señor, en nosotros
la esperanza de la vida eterna;
concede, pues, a los que han participado
en estos santos misterios,
ayuda en las dificultades
y consuelo en las lágrimas de esta vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Otras oraciones

Oración colecta
Señor, tú que conoces nuestra profunda tristeza
por la muerte de este niño,
concede a quien acatamos con dolor
tu voluntad de llevártelo
el consuelo de creer
que vive eternamente contigo en la gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas


Dígnate, Señor, recibir esta ofrenda
como signo de nuestro total abandono en tus manos,
y a los que nos sometemos con paz y confianza
a los designios de tu providencia,
ayúdanos con el consuelo de saber
que cuidas amorosamente de nosotros.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración después de la comunión


Señor, tú que has llamado a este niño
y le has dado ya parte en tu reino,
admite también a tu mesa celestial
a los que acabas de alimentar en la mise de la
eucaristía.
Por Jesucristo nuestro Señor.

B) En las exequias de un niño no bautizado

Si algún niño, a quien los padres querían bautizar,


muere antes del bautismo, el Ordinario del lugar,
considerando las circunstancias pastorales, puede
permitir que se celebran las exequias en la misma
casa del difunto, o también el tipo de exequias que se
emplean para los demás en la región.

En esta clase de exequias se hará normalmente una


celebración de la liturgia de la palabra, como se
especifica en el Ritual. Si alguna vez se considera
conveniente la celebración de la misa, utilícense los
texto que siguen.

En la catequesis se ha de tener muy en cuenta no


oscurecer ante los fieles la doctrina de la necesidad
del bautismo.

Antífona de entrada          Ap 21, 4


Dios enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá
muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer
mundo ha pasado.

Oración colecta
Recibe las súplicas de tus fieles, Señor,
y conforta con la esperanza de tu misericordia
a quienes se siente abatidos por la pérdida de su hijo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

O bien:

Oh Dios, conocedor de los corazones y consuelo del


espíritu,
tú conoces la fe de estos padres;
dales el consuelo de creer
que el hijo, cuya muerte lloran,
está en manos de tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas


Dígnate, Señor, recibir esta ofrenda
como signo de nuestro total abandono en tus manos,
y a los que nos sometemos con paz y confianza
a los designios de tu providencia,
ayúdanos con el consuelo de saber
que cuidas amorosamente de nosotros.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Prefacio de difuntos.

Antífona de la comunión           Is 25, 8


El Señor aniquilará la muerte para siempre y Dios
enjugará las lágrimas de todos los rostros.
Oración después de la comunión
Por la comunión del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
muerto en la cruz y resucitado a nueva vida,
has alimentado, Señor, en nosotros
la esperanza de la vida eterna;
concede, pues, a los que han participado
en estos santos misterios,
ayuda en las dificultades
y consuelo en las lágrimas de esta vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Exequias de un niño bautizado, celebradas en una


iglesia.
Difuntos y exequias
Cf. Ritual de Exequias. Extracto (2017)

EN LAS EXEQUIAS DE UN PÁRVULO BAUTIZADO

1. Recibimiento del difunto en el atrio de la iglesia

El ministro, junto a la puerta de la iglesia, saluda a los


familiares del difunto con las siguientes palabras u
otras parecidas:

Queridos familiares [y amigos]: [Como veréis al


entrar en la iglesia, la muerte de vuestro
querido (vuestra querida) N. ha congregado en
torno a él (ella) y en torno a vosotros una
numerosa asistencia.] Ante la dolorosa desgracia
que [tan inesperadamente] ha azotado a vuestra
familia, vuestros amigos y conocidos desean
testimoniaros su amistad y su solidaridad. Y
también la Iglesia, representada por aquellos
amigos vuestros que se sienten cristianos, y por
mi mismo, deseamos en este momento de dolor
confortaros y pedir también por vosotros que el
Padre de misericordia y Dios de todo consuelo os
conforte en esta gran tribulación.

A continuación se introduce el cadáver en la iglesia y


se pone ante el altar; colocando, si es posible, junto a
él el cirio pascual, y situados los familiares en sus
lugares, el ministro saluda a la asamblea diciendo:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Luego se dirige a los fieles reunidos en la iglesia con


las siguientes palabras u otras parecidas:
Queridos hermanos: La celebración que hoy nos
congrega aquí, junto a unos
padres [familiares] desolados por la muerte de su
hijo (hija) (del pequeño; de la pequeña) N., nos
sume a todos en una angustia casi indecible.
Resulta realmente difícil aunar la niñez con la
muerte, el inicio de una vida que apenas había
comenzado con este fin brusco que estamos
contemplando. Si siempre la muerte nos conturba
y nos llena de interrogantes, la muerte de un niño
casi nos escandaliza. La fe cristiana, que ilumina
siempre el camino de los creyentes en Jesús, en
esta circunstancia no llega a ahuyentar ni el dolor
ni el desconcierto. El mismo Jesús -recordarlo en
este momento puede aliviar nuestras lágrimas- se
conturba ante la muerte de su amigo Lázaro y se
mueve a compasión ante la desolación de una
viuda que llora a su hijo.

La voz del pequeño (de la pequeña) N. a todos nos


anuncia, a su manera, una vida nueva, la vida sin
fin del reino de Dios, aquella vida en la que
seremos amados sin oscuridades ni turbación, sin
lágrimas y sin muerte: "El amor -dice el Cantar de
los cantares- es más fuerte que las muerte". El
niño (la niña) a quien hoy lloramos nos invita a
todos a creer en este amor y en esta vida.

El que preside puede encender en este momento el


cirio pascual, diciendo la siguiente fórmula:
Junto al cuerpo, ahora sin vida,
del niño (de la niña) N.,
encendemos, oh, Cristo Jesús, esta llama,
símbolo de tu cuerpo glorioso y resucitado;
que el resplandor de esta luz ilumine nuestras
tinieblas
y alumbre nuestro camino de esperanza,
hasta que lleguemos a ti, oh, Claridad eterna,
que vives y reinas, inmortal y glorioso,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

La asamblea puede cantar 


¡Oh luz gozosa de la santa gloria
del Padre celeste inmortal!
¡Santo y feliz Jesucristo!
u otro canto apropiado.

2. Misa exequial o liturgia de la Palabra

Antífona de entrada Mt 25, 34


Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el
reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo [T.P. Aleluya].

Terminadas estos ritos iniciales y, si se celebra la


misa, omitido el acto penitencial y el Señor, ten piedad,
se dice la oración colecta:

Oremos.
Oh, Dios, lleno de clemencia,
que en los planes de tu sabiduría
has querido llamar a ti,
desde el mismo umbral de la vida,
a este niño (esta niña), a quien hiciste
hijo tuyo (hija tuya) de adopción con la gracia del
bautismo,
escucha con bondad nuestras plegarias
y concédenos un día compartir con él (ella) la vida
eterna,
pues creemos que mora ya contigo en tu reino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

O bien:
Oremos.
Oh, Dios, tú sabes que nuestros corazones
están sumidos en la tristeza
por la muerte de este niño (esta niña);
concede a quienes lloramos
al (a la) que ha dejado ya esta vida,
creer que ha sido recibido (recibida), según tu
designio,
en la eterna morada del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
La celebración prosigue como habitualmente, con la
Liturgia de la Palabra, para la que las lecturas más
apropiadas son: Is 25, 6a. 7-9; Rom 6, 3-4. 8-9; 1 Tes
4, 13-14.18; Mt 11, 25-30; Mc 10, 13-16; Jn 6, 37-39.
LITURGIA DE LA PALABRA (opción 1)
Monición
El niño (la niña), cuya muerte lloramos, recibió en el
bautismo la semilla de la vida eterna, que no llegó a
desarrollar, pero que lo (la) incorporó a Cristo para
siempre (1ª lect.). Con él (ella) Cristo habrá cumplido
su palabra (Ev.), de manera que este niño (esta
niña) estará asociado (asociada) al coro de los ángeles
que alaban al Señor eternamente (salmo).

PRIMERA LECTURA
Leccionario V, pág. 536.
I    Rom 6, 3-4. 8-9
Creemos que también viviremos con Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los


Romanos.

Hermanos:
¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en
Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte,
para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva.

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también


viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la
muerte ya no tiene dominio sobre él.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Lec. V, págs. 533-535.
IV   Sal 148, 1bc-2. 11-13ab. 13c-14 (R.: cf. 13a)
R. Alaben el nombre del Señor.
O bien:
R. Aleluya.

V. Alabad al Señor en el cielo,


alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R.

V. Reyes del orbe y todos pueblos,


príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime. R.

V. Su majestad sobre el cielo y la tierra.


Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.

Aleluya o versículo antes del evangelio


II   Cf. Jn 6, 39
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ésta es la voluntad de mi Padre —dice el Señor—:
que no pierda nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el ultimo día. R.

EVANGELIO
Leccionario V, pág. 541.
II (forma larga)  Jn 6, 37-40
Ésta es la voluntad de mi Padre, que no pierda nada
de lo que me dio
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:


«Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que
venga a mí no lo echare afuera, porque he bajado del
cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del
que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no
pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en
el ultimo día.

Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al


Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitare
en el ultimo día».

Palabra del Señor.

LITURGIA DE LA PALABRA (opción 2)


Monición
La muerte de un niño es una hora particularmente
dolorosa para sus padres, como lo fue para María la
muerte de Jesús en la cruz (Ev.). Sin embargo, el niño,
bautizado, es santo e irreprochable ante Dios (1ª lect.).
Dios lo habrá recogido con la ternura que siente hacia
todos sus hijos. Levantemos hacia él nuestra alma
(salmo).

PRIMERA LECTURA
Leccionario V, pág. 537.
IV  Ef 1, 3-5
Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del
mundo para que fuésemos santos
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,


que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los
cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
para que fuésemos santos e intachables ante él por el
amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
II   Sal 24, 4-5a. 6 y 7cd. 20-21 (R.: 1b)

R. A ti, Señor, levanto mi alma.


V. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tu eres mi Dios y Salvador. R.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura


y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mi con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

V. Guarda mi vida y líbrame,


no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.

Aleluya o versículo antes del evangelio

III   2 Co 1, 3b-4a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Bendito sea el Padre de las misericordias


y Dios de todo consuelo,
que nos consuela en cualquier tribulación nuestra. R.

EVANGELIO
Leccionario V, págs. 544.
V   Jn 19, 25-30
Ahí tienes a tu madre

+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su


madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás,
y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al
que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo
propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba
cumplido a su término, para que se cumpliera la
Escritura, dijo:
«Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una
esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo,
se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el
vinagre, dijo:
«Está cumplido».
E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Palabra del Señor.

5. Después de la homilía, se hace, como


habitualmente, la oración universal, con el siguiente
formulario u otro parecido:
Oración universal
Pidamos al Señor que se compadezca de nuestras
lágrimas, él que atendió la voz de su Hijo cuando
en la cruz le presentó sus oraciones y súplicas con
gritos y con lágrimas.
- Para que el Señor, que lloró ante la tumba de su
amigo Lázaro y se compadeció ante las lágrimas de la
viuda de Naím, que lloraba la muerte de su hijo único,
se compadezca también de los padres [y
familiares] del pequeño (de la pequeña) N.. Roguemos
al Señor.

- Para que les dé la fuerza necesaria para superar esta


pena, a fin de que sepan hallar en la fe consuelo y
esperanza. Roguemos al Señor.
- Por todos los que han muerto en la esperanza de la
resurrección, para que Dios los ilumine con la claridad
de su rostro. Roguemos al Señor.
- Por todos los que nos hemos reunido aquí en la fe y
en el amor, para que Dios nos reúna también en su
reino glorioso. Roguemos al Señor.
- Para que afiance al pueblo cristiano en la fe y en la
unidad, y libre al mundo entero de todos los males.
Roguemos al Señor.

Oh, Dios, Padre bueno y justo,


inclinándonos humildemente ante el misterio
de unos designios que no comprendemos,
te pedimos que escuches nuestras plegarias,
ilumines las tinieblas en que nos sume nuestro
dolor
y nos concedas vivir eternamente contigo
y con el niño (la niña) N. en la felicidad de tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Si las exequias se celebran sin misa, la oración


universal concluye con la siguiente fórmula:
Terminemos nuestra oración con la plegaria que
nos enseñó el mismo Jesucristo, pidiendo que se
haga siempre la voluntad del Señor: Padre nuestro.
Terminada la oración de los fieles se hace
inmediatamente la procesión al cementerio.

La misa prosigue como habitualmente, hasta la oración


después de la comunión.

Oración sobre las ofrendas


Santifica, Señor, los dones que te ofrecemos
para que estos padres,
que te devuelven el hijo recibido de ti,
merezcan abrazarlo llenos de alegría en tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

O bien:
Dígnate, Señor,
recibir esta ofrenda como signo de nuestra
entrega,
y, a quienes nos sometemos confiadamente
a los designios de tu providencia,
confórtanos con la dulzura de tu bondad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO IV DE DIFUNTOS
La vida terrena y la gloria celeste

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y


salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Bajo tu poder hemos nacido, con tu libertad nos
gobernamos, y por un mandato tuyo a causa del
pecado, somos devueltos a la tierra de la que
habíamos sido sacados. Y los redimidos por la
muerte de tu Hijo, por una señal tuya, seremos
despertados a la gloria de su misma resurrección.
Por eso, con los ángeles y con la multitud de los
santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo
sin cesar:
R. Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de la comunión Cf. Rm 6, 4. 8


Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo en la
muerte; creemos que también viviremos con
él [T.P. Aleluya].

Oración después de la comunión


Señor, después de recibir la comunión
del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
te rogamos con fe,
que, en medio de las tristezas de esta vida,
fortalezcas con la esperanza de la vida eterna
a los que has alimentado en estos sagrados
misterios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
Señor, tú que has concedido a este niño
sentarse a la mesa de tu reino celestial,
concédenos también participar en ella
a los que has alimentado con el don divino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

3. Último adiós al cuerpo del difunto

Dicha la oración después de la comunión y omitida la


bendición, o si no se ha celebrado la misa, acabada la
oración de los fieles, se procede al rito del último adiós
al cuerpo del difunto. El que preside, colocado cerca
del féretro, se dirige a los fieles con las siguientes
palabras u otras parecidas:
Dios todopoderoso, en su inescrutable
providencia, ha querido llamar junto a sí a este
niño (esta niña), hijo suyo (hija suya) de adopción
por el bautismo. Nosotros vamos ahora a enterrar
su cuerpo, pero creemos firmemente que florecerá
en una nueva vida, que será eterna. Con esta
esperanza firme y confiando en que él (ella) está ya
junto a Dios, supliquemos al Señor que consuele a
sus [padres y] familiares, y a todos nosotros nos
ayude a vivir con el corazón puesto en el cielo.

Todos oran unos momentos en silencio. Luego, el que


preside continúa, diciendo:

No temas, querido (querida) N., Cristo murió por ti


y en su resurrección fuiste salvado (salvada). El
Señor, que te protegió durante tu vida, también te
librará, en el último día, de la muerte que acabas de
sufrir. Por el bautismo fuiste
hecho (hecha) miembro de Cristo resucitado: el
agua que ahora derramaremos sobre tu cuerpo nos
lo recordará. [Dios te dio su Espíritu Santo, que
consagró tu cuerpo como templo suyo; el incienso
con que perfumaremos tu cuerpo será símbolo de
tu dignidad de templo de Dios y acrecentará en
nosotros la esperanza de que este mismo cuerpo,
llamado a ser piedra viva del templo eterno de
Dios, resucitará gloriosamente como el de
Jesucristo.]
Después, el que preside da una vuelta alrededor del
féretro asperjándolo con agua bendita. Luego, pone
incienso, lo bendice y da una segunda vuelta
perfumando el cadáver con incienso. Mientras
tanto, uno de los presentes puede recitar las
siguientes invocaciones, a las que el pueblo
responde: Señor, ten piedad, o bien: Kýrie, eléison.

Invocaciones

Que nuestro hermano (nuestra hermana) 


viva eternamente en la paz junto a ti.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).
Que participe contigo
de la felicidad eterna de los santos.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).
Que contemple tu rostro glorioso
y tenga parte en la alegría sin fin.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).
Oh Cristo acógelo (acógela) junto a ti
con todos los que nos han precedido.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).

9. Después, el que preside añade la siguiente


oración. Si se han hecho las invocaciones se omite la
invitación Oremos.
[Oremos.]
Te rogamos humildemente, Señor, 
que acojas en el paraíso 
al niño (a la niña) N., a quien tanto amas; 
que goce junto a ti en aquel lugar, 
donde ya no hay ni luto ni dolor ni llanto, 
sino paz y gozo, con tu Hijo y el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. 
R. Amén.

En este momento, uno de los familiares o amigos


puede agradecer a los presentes su participación en
las exequias.

Después el que preside termina la celebración con la


siguiente fórmula:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Dios, fuente de todo consuelo,


que con amor inefable creó al hombre
y en la resurrección de su Hijo
ha dado a los creyentes la esperanza de resucitar,
derrame sobre vosotros su bendición.
R. Amén.

Él conceda el perdón de toda culpa


a los que aún vivimos en el mundo,
y otorgue a los que han muerto
el lugar de la luz y de la paz.
R. Amén.

Y a todos nos conceda


vivir eternamente felices con Cristo,
al que proclamamos resucitado de entre los
muertos.
R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,


Padre, Hijo +, y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

Se concluye el rito con la fórmula habitual de


despedida:
V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
1. Formulario general I
Monición del sacerdote

Hermanos: dirijamos nuestra oración a Dios, Padre


todopoderoso, que quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Ad Deum Patrem omnipoténtem, qui vult omnes
hómines salvos fíeri et ad agnitiónem veritátis veníre,
tota mentis nostrae, fratres caríssimi, dirigátur orátio.
Intenciones

1. Por la santa Iglesia de Dios, para que la custodie


y la haga crecer. Roguemos al Señor.
Pro Ecclésia sancta Dei; ut eam Dóminus custodíre et
fovére dignétur, Dóminum deprecémur.
R. Te rogamos, óyenos. (O bien: Señor, escucha y
ten piedad.)
Praesta, omnípotens Deus.

2. Por todos los pueblos de la tierra, para que les


conceda vivir den concordia. Roguemos al
Señor. R.
Pro totíus orbis pópulis; ut inter eos Dóminus
concórdiam serváre dignétur, Dóminum deprecémur.
3. Por los que viven angustiados por distintas
necesidades, para que encuentren ayuda en Dios.
Roguemos al Señor. R.
Pro ómnibus qui váriis premúntur necessitátibus; ut
omnes Dóminus subleváre dignétur, Dóminum
deprecémur.

4. Por nosotros mismos y por nuestra comunidad,


para que el Señor nos acepte como ofrenda
agradable. Roguemos al Señor. R.
Pro nobismetípsis ac pro nostra communitáte; ut nos
omnes Dóminus hóstiam sibi acceptábilem admíttere
dignétur, Dóminum deprecémur.

Oración del sacerdote


Oh Dios, refugio y fortaleza nuestra, escucha las
oraciones de tu Iglesia y concédenos, por tu
bondad, lo que pedimos con fe. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Deus, refúgium nostrum et virtus, adésto piis Ecclésiae
tuae précibus, auctor ipse pietátis, et praesta, ut, quod
fidéliter pétimus, efficáciter consequámur. Per
Christum Dóminum nostrum.
R. Amén.

2. Formulario general II
Monición del sacerdote

Hermanos: en esta oración pública y comunitaria


que vamos a hacer, no se limite cada uno a orar
por sí mismo o por sus necesidades, sino oremos
a Cristo, el Señor, por todo el pueblo.
Fratres, in hac pública et commúni oratióne quam nunc
incípimus, non quisquis pro se, nec tantum pro
necessáriis suis, sed omnes pro toto pópulo orémus
Christum Dóminum.
Intenciones

1a. Pidamos para todo el pueblo cristiano la


abundancia de la bondad divina. R.
Pro cuncto pópulo christiáno, divínae bonitátis
abundántiam deprecémur.

R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)


Christe, audi nos vel Exáudi, Christe.

1b. Imploremos la largueza de los dones


espirituales para todos los no creyentes. R.
Pro ómnibus nondum credéntibus, largitórem
spiritálium múnerum implorémus.

2a. Supliquemos la fortaleza del Señor para todos


los que gobiernan las naciones. R.
Pro rei públicae moderatóribus, Dómini poténtiam
implorémus.

2b. Pidamos al Señor, que gobierna el mundo,


tiempo bueno y maduración de los frutos. R.
Pro áeris tempérie ac frúctuum ubertáte, rectórem
mundi Dóminum implorémus.
3a. Roguemos al Señor por todos nuestros
hermanos que no han podido venir a esta
celebración. R.
Pro frátribus nostris, qui huic sacro coétui interésse
non possunt, inspectórem ómnium implorémus.

3b. Oremos al Juez de todos los hombres por el


descanso eterno de los fieles difuntos. R.
Pro refrigério fidélium animárum, univérsae carnis
iúdicem implorémus.

4a. Pidamos la clemencia del Salvador para todos


nosotros, que imploramos con fe la misericordia
del Señor. R.
Pro nobis ómnibus plena fide supplicántibus et Dómini
misericórdiam poscéntibus, Salvatóris cleméntiam
implorémus.
4b. Imploremos la misericordia de Cristo, el Señor,
en favor nuestro y de nuestros familiares,
confiando en la bondad del Señor. R.
Pro nobis et necessáriis nostris bonitátem Dómini
exspectántibus, Christi Dómini misericórdiam
implorémus.

Oración del sacerdote


Atiende en tu bondad nuestras súplicas, Señor, y
escucha las oraciones de tus fieles. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Précibus nostris, quaesumus, Dómine, aures tuae
pietátis accómmoda, et oratiónes súpplicum benígnus
exáudi. Per Christum.
R. Amén.

3. Tiempo de Adviento
Monición del sacerdote

Hermanos: ahora que esperamos gozosos la


venida de nuestro Señor Jesucristo, imploremos
con más fervor su misericordia, para que, del
mismo modo que vino a dar la Buena Noticia a los
pobres y a curar los corazones desgarrados, así
también, ahora en nuestro tiempo, conceda la
salvación a todos los que la necesitan.
Advéntum Dómini nostri Iesu Christi, fratres caríssimi,
votis ómnibus praestolántes, ipsíus misericórdiam
impénsius implorémus, ut, sicut ipse ad
evangelizándum paupéribus et sanándos contrítos
corde venit in mundum, ita, nostris quoque tempóribus,
cunctis egéntibus velit praebére salútem.
Intenciones
1a. Pidamos al Señor que visite y defienda siempre
a su santa Iglesia. Roguemos al Señor.
Ut Ecclésiam suam sanctam vísitet sempérque
custódiat, Dóminum deprecémur.
R. Señor, ten piedad.
Kyrie, eléison.

1b. Pidamos al Señor que llene de su gracia al


Romano Pontífice, al nuestro Obispo y a todo el
episcopado. Roguemos al Señor. R.
Ut Románum Pontíficem, Antístitem nostrum,
universúmque órdinem episcopátus donis répleat
spirituálium gratiárum, Dóminum deprecémur.

2a. Pidamos al Señor que, bajo su protección,


nuestros tiempos sean tranquilos. Roguemos al
Señor. R.
Ut témpora nostra sint, ipsíus protectióne, tranquílla,
Dóminum deprecémur.

2b. Pidamos al Señor que dirija, según su voluntad,


los pensamientos de nuestros gobernantes para
que promuevan toda clase de bienes. Roguemos al
Señor. R.
Ut mentes eórum, qui nos in potestáte regunt,
secúndum voluntátem suam dírigat ad ómnium bonum
promovéndum, Dóminum deprecémur.

3a. Pidamos al Señor que cure las enfermedades,


dé alimento a los que tienen hambre y libre a todos
de cualquier tribulación. Roguemos al Señor. R.
Ut morbos áuferat, famem depéllat, omnémque
tribulatiónem avértat, Dóminum deprecémur.
3b. Pidamos al Señor que conceda la libertad a
todos los que sufren cualquier clase de
persecución. Roguemos al Señor. R.
Ut omnes persecutióne vexátos misericórditer liberáre
dignétur, Dóminum deprecémur.
4a. Pidamos al Señor permanecer en la verdad y
así ser testigos de su amor ante todos los
hombres. Roguemos al Señor. R.
Ut caritátis suae testes coram ómnibus homínibus in
veritáte maneámus, Dóminum deprecémur.

4b. Pidamos al Señor que en el día de su venida


nos encuentre en vela. Roguemos al Señor. R.
Ut nos in suo advéntu vigilántes invéniat, Dóminum
deprecémur.

Oración del sacerdote


Dios todopoderoso y eterno, que salvas a todos y
quieres que nadie se pierda, escucha las oraciones
de tu pueblo y concédenos que el mundo camine
por tus sendas de paz y que tu Iglesia se alegre en
tu piadoso servicio. Por Jesucristo nuestro Señor.
Omnípotens sempitérne Deus, qui salvas omnes et
néminem vis períre, exáudi preces pópuli tui et
praesta, ut et mundi cursus pacífico nobis tuo órdine
dirigátur, et Ecclésia tua tranquílla devotióne laetétur.
Per Christum.
R. Amén.

4. Tiempo de Navidad
Monición del sacerdote
Hermanos: en este día (o bien: esta noche – o
bien: este tiempo) en que se ha manifestado la
bondad de Dios, nuestro Salvador, hecho hombre,
elevemos nuestras súplicas, confiando no en las
obras de nuestra justicia, sino en la infinita
misericordia de Dios, que es nuestro Padre.
Hac die (hac nocte, hoc témpore), fratres caríssimi,
qua appáruit benígnitas et humánitas Salvatóris nostri
Dei, non in opéribus iustítiae nostrae, sed in eius
misericórdia confidéntes, preces Deo nostro súpplices
effundámus.
Intenciones

1. Por la Santa Iglesia de Dios, para que espere con


fe y reciba con gozo a Jesucristo, a quien la Virgen
Inmaculada concibió y dio a luz inefablemente.
Roguemos al Señor.
Pro Ecclésia Dei; ut íntegra fide sustíneat et laetánter
excípiat quem immaculáta Virgínitas verbo concépit et
ineffabíliter generávit, Dóminum deprecémur.
R. Señor, escucha y ten piedad.
Dómine, miserére.

2. Por la paz y progreso de todo el mundo, para


que el don temporal se convierta en premio eterno.
Roguemos al Señor. R.
Pro univérsi orbis proféctu et tranquillitáte; ut
temporále donum in praemium tránseat sempitérnum,
Dóminum deprecémur.
3. Por los que sufren hambre, enfermedad o
soledad, para que sean ayudados en su cuerpo y
en su alma por el misterio del nacimiento (de la
manifestación) de Cristo. Roguemos al Señor. R.
Pro iis, qui fame, infirmitáte vel solitúdine tribulántur; ut
per mystérium Nativitátis (manifestatiónis) Christi tam
mente quam córpore sublevéntur, Dóminum
deprecémur.

4. Por las familias de nuestra comunidad, para que


aprendan a recibir a Cristo, acogiéndolo en los
pobres. Roguemos al Señor. R.
Pro congregatiónis nostrae famíliis; ut Christum
recipiéntes, illum étiam in paupéribus discant excípere,
Dóminum deprecémur.

Oración del sacerdote


Señor, Dios nuestro, que te encomiende nuestras
súplicas la Virgen María, que mereció llevar en su
seno a Jesucristo, Dios hecho hombre. Él, que vive
y reina por los siglos de los siglos.
Quaesumus, Dómine Deus noster, ut fidélium tuórum
supplicatiónes apud te ipsa comméndet, quae Deum et
hóminem castis viscéribus méruit baiuláre. Per
Christum.
R. Amén

5. Tiempo de Cuaresma I
Monición del sacerdote
Hermanos: en todo tiempo debemos orar, pero
principalmente es necesario que en estos días de
Cuaresma dirijamos nuestras súplicas a Dios con
más fervor e insistencia.
Omni quidem témpore, fratres caríssimi, preces
debémus effúndere; sed in his praecípue diébus
Quadragésimae vigilántius cum Christo et instántius ad
Deum oratiónes dirígere nos opórtet.

Intenciones

1. Por todo el pueblo cristiano, para que en este


santo tiempo se alimente con más abundancia de
toda palabra que proviene de la boca de Dios.
Roguemos al Señor. R.
Pro univérso pópulo christiáno, ut ex omni verbo quod
procédit de ore Dei in hoc sacro témpore ubérius
nutriátur, Dóminum deprecémur.

2. Por todo el mundo, para que, conservando la


tranquilidad y la paz, estos días sean verdadero
tiempo de gracia y de salvación. Roguemos al
Señor. R.
Pro univérso mundo, ut, tranquillitáte et pace serváta,
vere fiant dies nostri acceptábile tempus grátiae et
salútis, Dóminum deprecémur.

3. Por los pecadores y negligentes, para que se


conviertan en este tiempo propicio. Roguemos al
Señor. R.
Pro peccatóribus et neglegéntibus, ut hoc propitiatiónis
témpore revertántur ad ipsum, Dóminum deprecémur.

4. Por nosotros mismos, para que en nuestros


corazones esté siempre el propósito de evitar el
pecado. Roguemos al Señor. R.
Pro nobismetípsis, ut in praecórdiis nostris tandem
detestatiónem nostrórum súscitet peccatórum,
Dóminum deprecémur.

Oración del sacerdote

Concede, Señor, a tu pueblo convertirse a ti de


todo corazón, para que reciba de tu misericordia lo
que se atreve a pedir con sus plegarias. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Da, quaesumus, Dómine, pópulum tuum ad te toto
corde convérti, ut, quod audet cóngruis oratiónibus
postuláre, tua miseratióne percípiat. Per Christum.
R. Amén.

6. Tiempo de Cuaresma II
Monición del sacerdote

Hermanos: al acercarse la solemnidad de la


Pascua, oremos con más insistencia a Dios para
que todos nosotros, la muchedumbre de los
bautizados, y el mundo entero, nos preparemos a
participar con más abundancia de este sagrado
misterio.
Appropinquánte, dilectíssimi, sollemnitáte pascháli,
Dóminum impénsius implorémus, ut et nos omnes, et
baptizatórum multitúdo, et mundus univérsus,
abundántius huius sacri mystérii partícipes evadámus.
Intenciones

1. Por los catecúmenos, que van a recibir el


bautismo en la próxima solemnidad de la Pascua,
para que se afiancen en la fe y en el conocimiento
de los misterios. Roguemos al Señor. R.
Ut catechúmenis próxima sollemnitáte pascháli sacro
baptísmo initiándis, fidem et intelléctum augére
dignétur, Dóminum exorémus.

2. Por los pueblos que necesitan la ayuda de los


demás, para que se afirme en ellos la paz, la
seguridad y el bienestar. Roguemos al Señor. R.
Ut, adiútis pópulis qui subsídio égeant aliéno, pax et
secúritas ubíque stabilitáte firméntur, Dóminum
exorémus.

3. Por todos los afligidos y tentados, para que se


fortalezcan con la gracia divina. Roguemos al
Señor. R.
Ut omnes afflícti et tentáti ipsíus grátia roboréntur,
Dóminum exorémus.

4. Por todos nosotros, para que aprendamos a


privarnos de algo en bien de los pobres.
Roguemos al Señor. R.
Ut nos omnes discámus fructum abstinéntiae in bonum
indigéntium erogáre, Dóminum exorémus.

Oración del sacerdote


Ten misericordia, Señor, de tu Iglesia suplicante y
atiende propicio a los corazones que se inclinan a
ti, para que, al participar en los divinos misterios,
gocemos siempre de tus auxilios. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Miserére, Dómine, deprecántis Ecclésiae, et quae
inclinántur tibi corda propitiátus inténde, ut, quos divíni
mystérii tríbuis esse partícipes, numquam tuis
destituántur auxíliis. Per Christum.
R. Amén.
7. Ferias de Semana Santa
Monición del sacerdote

En este tiempo de Pasión, en que Cristo presentó


al Padre súplicas y oraciones con lágrimas,
supliquemos humildemente a Dios para que se
digne escuchar nuestras plegarias, por amor a su
Hijo.
Hoc Passiónis témpore, quo Christus Patri suo preces
supplicationésque cum clamóre válido et lácrimis
óbtulit, Deum húmiles exorémus, ut, pro reveréntia Fílii
sui, preces quoque nostras cleménter exáudiat.

Intenciones

1. Para que la Iglesia, Esposa de Cristo, se


purifique más plenamente por la sangre de Cristo,
en este tiempo santo de Pasión. Roguemos al
Señor. R.
Ut Sponsa Christi Ecclésia, hoc Passiónis témpore,
ipsíus sánguine plénius emundétur, Dóminum
deprecémur.

2. Para que todas las cosas en el mundo se


pacifiquen en orden a la salvación, por medio de la
sangre de Cristo en la cruz. Roguemos al Señor. R.
Ut per sánguinem Crucis Christi ómnia in mundo
pacificári váleant in salútem, Dóminum deprecémur.

3. Para que todos los que participan de la Pasión


de Cristo por la enfermedad y los sufrimientos
alcancen fortaleza y paciencia. Roguemos al
Señor. R.
Ut ómnibus qui infirmitáte et labóribus sunt Passiónis
Christi partícipes, fortitúdinem et patiéntiam largiátur,
Dóminum deprecémur.
4. Para que todos nosotros, por la Pasión y cruz de
Cristo, lleguemos a la gloria de la resurrección.
Roguemos al Señor. R.
Ut omnes per domínicam Passiónem et Crucem ad
Resurrectiónis glóriam perducámur, Dóminum
deprecémur.

Oración del sacerdote


Atiende, Señor, a las súplicas de tu pueblo para
que cuanto no se atreve a esperar por sus propios
méritos, lo alcance por la Pasión de tu Hijo. Él, que
vive y reina por los siglos de los siglos.
Adésto, Dómine, tuo pópulo supplicánti, ut, quod
própria fidúcia non praesúmit, Passiónis Fílii tui méritis
consequátur. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.
R. Amén.

8. Tiempo pascual
Monición del sacerdote

En medio de la alegría de la Pascua, queridos


hermanos, oremos a Dios con insistencia, para
que, del mismo modo que escuchó las preces y
súplicas de su Hijo amado, se digne atender
nuestras humildes peticiones.
In hoc pascháli gáudio, fratres caríssimi, Deum
instántius exorémus, ut, qui preces supplicationésque
dilécti Fílii sui propítius exaudívit, humilitátem quoque
nostram dignétur aspícere.

Intenciones

1. Por los pastores de nuestras almas, para que


puedan gobernar y cuidar el rebaño encomendado
a ellos por el Buen Pastor. Roguemos al Señor. R.
Pro pastóribus animárum nostrárum, ut gregem ipsis a
Pastóre bono commíssum régere váleant providénter,
Dóminum deprecémur.
2. Por todo el mundo, para que disfrute
verdaderamente de la paz de Cristo. Roguemos al
Señor. R.
Pro univérso mundo, ut pace a Christo donáta
veráciter perfruátur, Dóminum deprecémur.

3. Por nuestros hermanos afligidos, para que su


tristeza se convierta en un gozo que nadie les
pueda arrebatar. Roguemos al Señor. R.
Pro frátribus nostris afflíctis, ut eórum tristítia vertátur
in gáudium, quod nemo ab eis tóllere possit, Dóminum
deprecémur.

4. Por nuestra comunidad, para que con gran fe dé


testimonio de la Resurrección de Cristo.
Roguemos al Señor. R.
Pro congregatióne nostra, ut testimónium
Resurrectiónis Christi cum fidúcia magna perhíbeat,
Dóminum deprecémur.

Oración del sacerdote


Oh, Dios, que conoces que la vida de los aquí
presentes está sujeta a muchas necesidades,
escucha las peticiones de los que te suplican y
atiende los deseos de los creyentes. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, qui praeséntium hóminum vitam agnóscis
diversárum necessitátum passiónibus subiacére,
exáudi desidéria supplicántium, súscipe vota
credéntium. Per Christum.
R. Amén
9. Tiempo ordinario I
En el tiempo ordinario pueden decirse también los
formularios generales del nn. 1 y 2.
Monición del sacerdote

Reunidos en la unidad, hermanos, para recordar


los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que
inspire nuestras plegarias, para que merezcan ser
atendidas.
In unum congregáti, fratres caríssimi, ad Dei nostri
benefícia recolénda, rogémus eum, ut ipse nobis vota
subíciat, quae digne possit audíre.
Intenciones

1. Por el papa N., por nuestro obispo N., por todo el


clero y el pueblo a ellos encomendado. Roguemos
al Señor. R.
Pro Pontífice nostro N., et Antístite nostro N., et omni
clero cum pópulo ipsórum gubernáculis commendáto,
Dóminum deprecémur.

2. Por todos los gobernantes y sus ministros,


encargados de velar por el bien común. Roguemos
al Señor. R.
Pro moderatóribus rerum publicárum eorúmque
minístris bonum commúne curántibus, Dóminum
deprecémur.
3. Por los navegantes, por los que están de viaje,
por los cautivos y por los encarcelados. Roguemos
al Señor. R.
Pro navigántibus, iter agéntibus, et captívis vel in
carcéribus deténtis, Dóminum deprecémur.

4. Por todos nosotros, reunidos en este lugar santo


en la fe, devoción, amor y temor de Dios.
Roguemos al Señor. R.
Pro nobis ómnibus fide, devotióne et Dei dilectióne ac
timóre in hac aula sacratíssima congregátis, Dóminum
deprecémur.

Oración del sacerdote


Que te sean gratos, Señor, los deseos de tu Iglesia
suplicante, para que tu misericordia nos conceda
lo que no podemos esperar por nuestros méritos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Fiant, Dómine, tuo grata conspéctui vota supplicántis
Ecclésiae, ut tua nobis misericórdia conferátur quod
nostrórum non habet fidúcia meritórum. Per Christum.
R. Amén.

10. Tiempo ordinario II


Monición del sacerdote

Nos hemos reunido aquí, hermanos, para


conmemorar el misterio de nuestra redención;
roguemos, por lo tanto, a Dios todopoderoso para
que todo el mundo se llene de bendiciones y de
vida.
Omnes huc convénimus, fratres caríssimi, ad
Redemptiónis nostrae recolénda mystéria; rogémus
ergo Deum omnipoténtem, ut mundus univérsus his
totíus benedictiónis et vitae fóntibus irrigétur.

Intenciones
1. Por todos los consagrados a Dios, para que con
su ayuda puedan cumplir fielmente su propósito.
Roguemos al Señor. R.
Pro ómnibus qui seípsos Deo vovérunt, ut, illo
adiuvánte, propósitum suum in fidelitáte custódiant,
Dóminum exorémus.

2. Por la paz de los pueblos, para que, sin ninguna


perturbación, puedan servirle en libertad de
espíritu. Roguemos al Señor. R.
Pro pace géntium, ut, omni perturbatióne remóta,
líberis ipsi méntibus pópuli servíre mereántur,
Dóminum exorémus.

3. Por los ancianos que viven en soledad o


enfermedad, para que sean confortados por
nuestra fraternal caridad. Roguemos al Señor. R.
Pro sénibus, qui solitúdine vel infirmitáte labórant, ut
fratérna nostra caritáte firméntur, Dóminum exorémus.

4. Por nosotros, aquí congregados, para que


sepamos usar de tal modo los bienes presentes,
con los que Dios no deja de favorecernos, que
merezcamos alcanzar los eternos. Roguemos al
Señor. R.
Pro nobis hic congregátis, ut sic sciámus bonis uti
praeséntibus, quibus nos Deus fovére non désinit, ut
iam possímus inhaerére perpétuis, Dóminum
exorémus.

Oración del sacerdote


Sé propicio, Señor, con tu pueblo suplicante, para
que reciba con prontitud lo que te pide bajo tu
inspiración. Por Jesucristo nuestro Señor.
Adsit, Dómine, quaesumus, propitiátio tua pópulo
supplicánti, ut, quod te inspiránte fidéliter éxpetit, tua
céleri largitáte percípiat. Per Christum.
R. Amén.

11. En las misas de difuntos


Monición del sacerdote

Oremos con fe a Dios, Padre todopoderoso, que


resucitó a su Hijo Jesucristo de entre los muertos,
y pidámosle por la salvación de los vivos y de los
difuntos.
Deum Patrem omnipoténtem, qui Christum Fílium
suum suscitávit a mórtuis, pro salúte vivórum atque
mortuórum fidéliter invocémus.

Intenciones
1. Para que el pueblo cristiano se afiance en la fe y
en la unidad. Roguemos al Señor. R.
Ut pópulum christiánum in fide et unitáte stabíliat,
Dóminum deprecémur.
2. Para que todo el mundo se vea libre del mal de la
guerra. Roguemos al Señor. R.
Ut ab omni bellórum nequítia orbem éruat univérsum,
Dóminum deprecémur.

3. Para que cuantos carecen de trabajo, alimento y


casa le encuentren como un padre verdadero.
Roguemos al Señor. R.
Ut frátribus qui carent ópere, victu vel tecto, se patrem
dignétur osténdere, Dóminum deprecémur.

4a. Para que este difunto N., que recibió en el


bautismo el germen de la vida, pueda gozar de la
eterna compañía de los santos. Roguemos al
Señor. R.
Ut huic defúncto N., qui olim per Baptísmum aetérnae
vitae semen accépit, perpétuam velit societátem
donáre sanctórum, Dóminum deprecémur.

4b. Para que quien comió el Cuerpo de Cristo, pan


de vida eterna, resucite en el último día. Roguemos
al Señor. R.
Ut eum, qui manducávit Corpus Christi, panem vitae
aetérnae, resúscitet in novíssimo die, Dóminum
deprecémur.

O bien, por un presbítero:


Para que quien ejerció el ministerio sacerdotal en
la Iglesia participe en la liturgia celeste. Roguemos
al Señor. R.
Ut eum, qui in Ecclésia sacerdótii munus exércuit,
fáciat caeléstis partícipem liturgíae, Dóminum
deprecémur.

4c. Para que las almas de nuestros hermanos,


familiares y bienhechores reciban la recompensa
de sus trabajos. Roguemos al Señor. R.
Ut animábus fratrum, propinquórum et benefactórum
nostrórum mercédem labóris attríbuat, Dóminum
deprecémur.

4d. Para que todos los que durmieron en la


esperanza de la resurrección lleguen a vivir en la
luz de su presencia. Roguemos al Señor. R.
Ut omnes, qui dormiérunt in spe resurrectiónis, in
lúmine sui vultus accípiat, Dóminum deprecémur.

4e. Para que nuestros hermanos que están


afligidos sientan el consuelo de su ayuda.
Roguemos al Señor. R.
Ut fratres nostros, qui in afflictióne versántur, ádiuvet et
propítius consolétur, Dóminum deprecémur.

4f. Para que todos los que estamos aquí, unidos en


la fe y en el amor nos reunamos un día en el reino
glorioso. Roguemos al Señor. R.
Ut omnes, qui huc in fide et devotióne convenérunt, in
gloriósum suum regnum congregáre dignétur,
Dóminum deprecémur.

Oración del sacerdote


Señor, que nuestra oración suplicante sirva de
provecho a tus hijos, para que los libres de todos
los pecados y los hagas partícipes de tu
Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
Animábus, quaesumus, Dómine, famulórum tuórum
orátio profíciat supplicántium, ut eas et a peccátis
ómnibus éxuas, et tuae redemptiónis fácias esse
partícipes. Per Christum.
R. Amen.

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