Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En éste trabajo propongo reflexionar sobre las formas en que son comprendidas y tratadas las
situaciones de enfermedad en una comunidad Mbya Guaraní en particular, a partir de un
conflicto desatado por éste drama social (en sentido clásico, ampliamente abordado por
disciplinas del campo de la salud y las ciencias sociales, entre ellas la antropología social),
surgido por diferencias encontradas frente a un problema de salud y cómo tratarlo, entre los
miembros de la aldea mbya y funcionarios estatales. Haré referencia a una comunidad Mbya
en particular, no puntualizando cuál. También modifico los nombres de los actores
involucrados por lo emblemático del caso. Es además, una situación bastante frecuente en
numerosas comunidades. Para contrarrestar algunas asimetrías en las políticas y en los
métodos de tratamiento, el Ministerio de Salud Pública de la provincia ha estado trabajando
desde el Área de Salud Indígena de la Dirección de Programas comunitarios de Atención
Primaria de la Salud (APS) dependiente de la Subsecretaría de Atención Primaria y Salud
Ambiental del Ministerio de Salud Pública de Misiones, de forma interdisciplinaria con
profesionales del campo de la nutrición, psicología, trabajo social y antropología social. El
programa Techaî Mbya-Salud Indígena propone entre sus objetivos: “Promover el enfoque
intercultural dentro del Sistema de salud actual para la construcción de un modelo integral en
salud con una marcada interrelación entre saberes (medicina tradicional y la científica)”. Me
parece pertinente además, reflexionar sobre el papel que jugaría la presencia en las
comunidades, de escuelas de modalidad Educación Intercultural Bilingüe (EIB) en los
recurrentes conflictos por las diferencias en las perspectivas de comprensión y entendimiento
del mundo -diferentes maneras de percibir y vivir el cuerpo- que tienen las comunidades
indígenas, frente a las que sostienen los miembros representantes del Estado. A partir de ello,
podríamos pensar en la necesidad de que la “interculturalidad” atraviese las paredes de las
escuelas y todos los estamentos de la sociedad, contra todas las formas solapadas y también
explícitas de racismo, exclusión y discriminación; ya que, de entendérsela únicamente como
una modalidad más del sistema educativo, aparta su objetivo de “diálogo de saberes” dejando
entrever que ésta modalidad suele pensarse exclusiva para las poblaciones indígenas, cuando
1
Antropólogo Social. Secretaría de Investigación y Postgrado. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales,
Universidad Nacional de Misiones. Posadas, Argentina. Becario Doctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas en Programa de Posgrado en Antropología Social.
aronmilkar@hotmail.com
se vuelve estrictamente necesario que los funcionarios (médicos, maestros, jueces, entre otros)
formados por el mismo sistema escolar y universitario, tomen dimensión de la necesidad de
trascender los discursos políticamente correctos y avanzar hacia formas sostenibles de
intercambio intercultural.
Introducción
Durante mis primeras visitas a la comunidad Tajy2 con motivo de observar las actividades
áulicas de su escuela de modalidad intercultural bilingüe, encontraba cierta dificultad para
acceder al ‘espacio escolar’. Se puede suponer que el hermetismo de estos espacios, se
refuerza cuando ingresan a ellos personas desconocidas, que las maestras no identifican como
parientes o responsables de algún niño o niña, o no logran reconocer como un(a) “colega
docente” y la sospecha aumenta si se encuentra formándose en una profesión igualmente
extraña para el ámbito escolar. Como señala Czubarko (2001) la Escuela es un espacio
organizado por jerarquías de edad, por funciones y poder. Son espacios definidos en función
“del dominio” o la competencia de cada docente, haciendo de ellos “su” aula y de los niños
sus alumnos. En el aula sólo el docente rige el tiempo, y es un lugar “sagrado” pues allí “se
transforma la ignorancia en conocimiento”. Entonces al principio, a pesar de ser cordialmente
recibido, era sutilmente invitado a alejarme de la escuela, conocer, recorrer la comunidad 3,
merodear los alrededores. En ocasiones acompañado por aquellas personas que se dedican a
prestar apoyo didáctico a los docentes en las aulas con mayor presencia de niños Mbya 4, que
en el contexto escolar se conocen como Auxiliar Docente Indígena (en adelante, ADI5). Me
acompañaban obedeciendo las sugerencias de la dirección, desde donde creían -expresándolo
abiertamente en interacción-, me interesaría indagar “la aldea” antes que el espacio escolar.
En una ocasión caminamos en torno a la escuela conversando sobre su participación como
auxiliares docentes6 y sin que yo lo supiera, me llevaban a ver a Karaí, el cacique, quien se
2
Tajy, en lengua mbya significa “Lapacho” (árbol, género Tabebuia). El nombre de la aldea y de las personas no
son los reales. Las visitas se llevaron a cabo entre abril de 2013 y diciembre de 2015, se reproducirán aquí notas
del diario de campo y entrevistas.
3
Utilizo este término aquí, en el sentido de definir una concentración de personas que se autodefine y es
reconocida como Mbya. Entre ellos es indistinto el uso de “aldea” y de “comunidad”.
4
Como ocurre en varias escuelas de modalidad EIB, la matrícula se compone de niños pertenecientes a las
aldeas y niños no indígenas o “criollos”, que por lo general son mayoría.
5
La mayoría de las veces, son personas jóvenes que se encuentran finalizando sus estudios secundarios o
tomando cursos de capacitación -propuestos por el Ministerio de Educación provincial- como auxiliares
docentes.
6
En ésta oportunidad no desarrollaré los debates en torno a esta “figura” docente y su rol correspondiente. Los
conflictos en torno a su efectiva participación, varían en cada uno de los casos de escuelas EIB en la provincia.
Para profundizar, sugiero ver ARCE, H.; BENÍTEZ, A.; CHAMORRO, E.; DUARTE, M. (2007) Rombopara
Ore Ayvupy (Escribimos en nuestra Lengua). Oralidad y escritura Mbya Guaraní. VII Seminario de Lectura y
encontraba en medio de una ronda grande de personas sentadas en pequeños bancos (apyka),
en troncos de madera (conocidos regionalmente como “tocos”), también de cuclillas, con sus
familias. Había mujeres con sus bebés en brazos, hombres jóvenes, adultos y ancianos mbya.
Era un Aty (que los mismos mbya traducen al castellano como “asamblea”), espacio destinado
a la resolución de conflictos de distinta gravedad y urgencia, también para la toma de
decisiones, las cuales son siempre consensuadas colectivamente; en ellas se habla sólo en
lengua mbya. Los ADI que me acompañaron hasta allí, se quedaron un momento más
conmigo. No conseguía que me tradujeran sobre qué trataba la reunión, algunas pocas
palabras sueltas, y un escaso reconocimiento por mi parte de palabras semejantes al guaraní
paraguayo, que comprendo a un nivel intermedio y que tiene con el Mbya Guaraní notorias
diferencias en su fonética.
Luego de una larga espera, me presentaron al cacique. Escuchó atentamente los motivos de mi
presencia y se los tradujo a la comunidad. Seguramente algunas bromas a mi condición juruá7
decoraron también las explicaciones dadas por el cacique ya que despertaron sonrisas y
carcajadas. Me ofreció una silla y agregó que seguro no entendería nada de lo que hablaban en
aquella reunión urgente y que si deseaba quedarme podía hacerlo. Acepté su invitación y me
acomodé cerca de José (Mbya, ADI), quien de tanto en tanto me comentaba el tono general de
la reunión, mientras pensaba para mis adentros: acaso ¿no debíamos estar en la escuela? Yo
por mi interés en el espacio de interacción áulica y él por su rol de pareja pedagógica; además
eran las dos de la tarde, pleno horario escolar. Sin embargo, como comentara más arriba,
acceder al aula no me resultaba sencillo en principio, y por sugerencia de la dirección, Juan y
José (auxiliares) debían acompañar al recién llegado a conocer otros espacios por fuera de la
escuela. Tal es así que fui a recalar en medio de una reunión de miembros de la comunidad,
precedida por el cacique, en torno a un conflicto que acababa de conmocionar la aldea; sobre
el cual me enteraría e involucraría en lo sucesivo de mi bastante prolongada visita a Tajy.
Escritura en Sociedades Indígenas en el 16º COLE (Congresso de Leitura do Brasil). UNICAMP, Campinas –
SP, 10 al 13 de julio de 2007. Recuperado el 18/02/17 de:
http://alb.org.br/arquivomorto/edicoes_anteriores/anais16/sem04pdf/sm04ss06_03.pdf
7
Juruá: (yuruá) etnónimo con el que los Mbya nombran a ‘los blancos’, y a los ‘criollos’. Según Bartolomé
(2009), entre otros autores, significa “de boca peluda”, en alusión a la barba. “Eso era antes, así se les decía
antes, y eso quedó” En referencia a los primeros contactos con los colonizadores. (Martín González, Mbya,
estudiante de Licenciatura en Trabajo Social UNaM-FHyCS, comunicación personal, Octubre de 2015).
Enfermar (en los márgenes). Maneras enfrentadas de comprender y tratar un problema
en una comunidad Mbya Guaraní.
Era la primera vez que me encontraba en medio de una asamblea guaraní. Se realizaba a raíz
de posturas encontradas respecto al estado de salud de una pequeña niña que había
comenzado el Nivel Inicial ese año. Cuando en la escuela notaron desgano en sus actitudes y
actividades diarias, además de notársele “la pancita hinchada” las docentes decidieron actuar.
Esta situación desató un conflicto en torno al estado de salud de la niña, en el que se vieron
involucrados sus padres y demás miembros de la comunidad, las docentes, el cacique, la
Oficina de Desarrollo Social del municipio donde se encuentra la aldea, la Dirección de
Asuntos Guaraníes provincial con un abogado representante del organismo, y un médico
local. Todo el recorrido dramático vivido por la niña y su comunidad se enmarcaría en lo que
Cebolla Badie, et al. (2015) analizan desde los denominados itinerarios terapéuticos:
abordamos el estudio de los itinerarios terapéuticos como procesos interrelacionados con
concepciones nativas de la salud y la enfermedad, el vínculo con los efectores de salud
pública y el acceso a fármacos. Como indica Juárez los itinerarios terapéuticos se
adentran en los usos sociales de la enfermedad y en las interrelaciones entre lo biológico,
lo social y lo cultural superando las limitaciones de los enfoques micro-sociológicos y
macro-sociológicos […] tratan de tomar en cuenta las experiencias personales como parte
fundamental en la comprensión del pluralismo médico (2015:339).
Por recomendación de los promotores de salud, la pequeña fue llevada en reiteradas ocasiones
“a vencer”9, sin embargo su malestar persistía. El anciano Opyguá había dado su parecer:
“esto es para que le vean los Juruá”. Quienes se formaron como promotores de salud conocen
muy bien cómo es que se trata a un “enfermo” en un hospital, a diferencia de sus propias
pautas culturales: “En el Opy, se lleva a la persona enferma y ahí el Opyguá sabe si lo que
tiene es para curar como nosotros sabemos, el Opyguá sabe qué remedios, qué yuyos hay que
buscar del monte, todo él sabe…y si no pasa nada, la persona no mejora…ahí él dice, es
enfermedad de los Juruá, y ahí no podemos hacer nada nosotros”. Si bien el conocimiento
sobre los tratamientos de la medicina Mbya es propio del opyguá o líder religioso, también las
personas de avanzada edad conocen de hierbas medicinales y primeras atenciones para aliviar
situaciones de malestar. En el caso de Tajy al no contar con un opyguá en la comunidad -no
discutiremos los motivos en esta ocasión- están los promotores de salud (vínculos con el
sistema formal de salud) y los ancianos. Un ejemplo de esta situación observó Pini (1994) en
la comunidad de Tamanduá en el Departamento 25 de Mayo de la provincia de Misiones:
la esposa del cacique era la que prescribía diversas infusiones medicinales, preparadas en
base a hierbas o yuyos del monte […] esta mujer establecía el diagnóstico y decidía a qué
sistema debía recurrir el enfermo, según el tipo de enfermedad que contrajera, es decir, si
era propia de los Mbyá, o si provenía por el contacto con los “yuruá”, los no-indígenas
(Pini, 1994:116).
8
Opygua: nombre del líder religioso, también denominado Pa'i. El Opy es “la casa de rezos”, su lugar.
9
El “vencimiento” se practica de forma bastante frecuente en la región no solo por las comunidades indígenas y
sus líderes religiosos sino también por “curanderas/os” ‘criollos’ que a razón de prácticas rituales y rezos se dice
que quitan maleficios y sanan enfermedades.
Siguiendo experiencias de campo más recientes sobre la salud Mbya en varias comunidades
por parte de Cebolla Badie y equipo10 encontramos correlación con lo que sostienen en la
comunidad sobre sus propios itinerarios:
En cuanto a los itinerarios terapéuticos se observó que la farmacopea mbya está
totalmente vigente y es a la primera que se recurre en caso de malestar. Si el problema
persiste o reviste gravedad se consulta al opyguá o líder religioso, quien decide si la
persona debe acudir al médico “blanco” o tiene que ser tratada con la medicina
tradicional que incluye rezos y distintas prácticas rituales. El 84% (42/50) de los mbya
consultados mencionaron la existencia de enfermedades que no pueden curarse con la
biomedicina y que se describieron como: “enfermedades nuestras”, “enfermedades que
son para el opy (casa de oraciones), los médicos blancos no las curan (Cebolla Badie, et
al; 2015:365).
10
“La investigación se realizó en nueve comunidades rurales de los Departamentos Gral. San Martín y Cainguás
en la provincia de Misiones. Estas fueron: Ambay Poty, Ita Poty, Pirakua, Ka’aKupe y Takuapi (municipio de
Ruiz de Montoya); YyHovy, Ñamandu y Puente Quemado 2 (municipio de Garuhapé) e YyPorâ (municipio de
Aristóbulo del Valle)” (Cebolla Badie, et al; 2015:364)
una nota a los padres, que la hagan ver con un médico…además el papá es promotor de
salud…no pueden quedarse sin hacer nada”.
Entre los Mbya prevalece la palabra, sin embargo, en las relaciones con la sociedad misionera
y nacional, prima el papel y en él órdenes, mandatos, actuaciones; que son aún más
imperativas de obedecer cuanto mayores sean las jerarquías de su procedencia. En este orden
históricamente constituido, la "orden judicial" ocupa un lugar preponderante.
Hacia finales de Octubre de 2013 la aldea recibió una visita inesperada de funcionarios de la
Dirección Provincial de Asuntos Guaraníes (2 hombres Mbya) acompañados por un abogado
no indígena. El cacique no se encontraba en la comunidad, ya que había salido por
diligencias. En estas situaciones, es usual que algún pariente cercano ocupe
momentáneamente su posición. Entonces, un anciano de la aldea se presentó ante los
funcionarios en momentos en que la situación se encontraba en un punto álgido de tensión,
cuando la niña estaba siendo trasladada a un centro de salud: “Vinieron, entraron sin aviso,
nada…derecho a hablar con los padres de la nena, que tenían una orden para llevarle, que se
tenía que hacer ver en el hospital cuanto antes, que vinieron con el abogado de Asuntos
Guaraníes…yo no estaba, mi papá llegó cuando ya le estaban llevando” (Karaí, entrevista
propia 28/10/2013).
Los padres de la pequeña habían decidido evitar el contacto con los juruá, según el cacique,
optaron por recluirse en la comunidad donde vivía el Opyguá “hasta que se calme todo un
poco”. Se llegó a plantear la posibilidad de que un médico mbya formado en Cuba, quien
ejercía entonces su profesión en la ciudad de Oberá, visitara la aldea y a los padres de la niña
para conversar con ellos sobre los métodos que emplearían los “médicos blancos”.
La posibilidad de un trasplante -no se contaba aún con un diagnóstico certero pues no se le
habían realizado análisis o estudios- había sido pre diagnosticada por el médico clínico y todo
giraba en torno a especulaciones, acrecentando el malestar general en Tajy.
Cuando el Estado se hace presente en sus márgenes: “Un papel dice que pueden venir a
atropellar”
De acuerdo con Das y Poole (2004) tomo esta noción del margen entendido como ‘periferia’,
siendo el lugar donde se encontrarían aquellas personas “insuficientemente socializadas en los
marcos de la ley”. Además, la idea de ‘presencia’ del Estado, fue recurrente en el discurso de
los funcionarios municipales, y en particular en algunos miembros de la aldea Tajy. Esto
merece profundización, aunque por el momento escapa a los objetivos inicialmente
planteados. Si el propósito es no continuar enredando el asunto; es hora de explicitar qué
representan estas ideas y para quiénes, ya que en el fondo se trata también de políticas
públicas, que son otra de las formas en las que el estado se hace (o debe hacerse) presente. Mi
interés en éste trabajo es mostrar qué preocupaciones hay en torno a éstas ideas, qué implican
para los funcionarios y para los miembros de la aldea, en acuerdo con Renoldi (2016).
Para varios miembros de Tajy, el Estado se hace presente a través de políticos y funcionarios
(quienes los estarían representando) “cuando necesitan de nosotros” o “acá vienen sólo
cuando hay elecciones” frases trilladas no solo en este contexto. En un trabajo en preparación
Allica11 señala el importante incremento en la demanda de Escuelas en los últimos años por
parte de las comunidades guaraníes de la provincia, justificada no solo por la posibilidad de
escolarización e incorporación al mercado de trabajo regional, sino porque la Escuela ‘hace
presente’ al Estado en la medida que plantea la posibilidad de acceder a los servicios básicos
que éste debería proveer y que de otra manera éstas poblaciones no podrían obtener. Es decir
que a través de la Escuela se accedería, potencialmente, a la conexión de red eléctrica o de
existir ésta, su mejora (optimización); acceso al agua potable -problema que se incrementa
con la contaminación de arroyos y napas a partir de la actividad agrícola en la región-; la
oportunidad de solicitar mejoras habitacionales. La Escuela se presenta entonces como una
vía de comunicación para reclamar la presencia (también material) del Estado. En ésta aldea,
se demanda la presencia estatal en éste sentido y también en el personal (que los funcionarios
estén no sólo para las circunstancias electorales); el cacique es quien demanda la presencia
estatal ante la gobernación y los ministerios: “tengo que moverme para conseguir cosas para
mi gente”. Las “cosas” a las que se refiere, son mejoras habitacionales, edificio escolar, red
eléctrica y agua potable por perforación, algo que solo puede (y debe -en nuestro imaginario
democrático-) hacer el Estado.
11
Lic. Rita Allica, antropóloga social. Integrante Equipo Técnico de EIB. Instituto de Políticas Lingüísticas.
Ministerio de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología de la Provincia de Misiones. Comunicación personal en
julio de 2016.
verme a mí, no hablaron nada conmigo, trajeron una orden en un papel de que tenían que
llevarle y le llevaron”.
Miguel Bartolomé comenta que para los mbya los juruá pertenecemos a la cultura del papel,
también a la cultura de las cosas -sumémosle el sentido social que les atribuimos-:
Para los guaraníes no hay sagradas escrituras sino sagradas palabras que han atravesado
los siglos encarnadas en los mitos culturales. Ellos se burlaban un poco de la gente como
yo, condenada a tomar nota de todo lo que pasa, tal vez creyendo que la escritura es capaz
de atrapar la vida; nos llaman gente de la tekó kuatia, de la cultura del papel (…) o tekó
mba’éicha, a la cultura de ¿quién sabe? o “cultura de las cosas” (Bartolomé M., 2007:85).
12
Término regional usado como sinónimo de ‘niños’.
13
“Los griegos […] crearon el término estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba
exhibir algo malo y poco habitual en el estatus moral de quien los presentaba. […] En la actualidad, la palabra es
ampliamente utilizada con un sentido bastante parecido al original, pero con ella se designa preferentemente al
mal en sí mismo y no a sus manifestaciones corporales” (Goffman, 2006:11).
trabajando14 de manera interdisciplinaria con profesionales del campo de la nutrición,
psicología, trabajo social y antropología social. El programa Techaî Mbya-Salud Indígena se
propone entre sus objetivos “Promover el enfoque intercultural dentro del Sistema de salud
actual para la construcción de un modelo integral en salud con una marcada interrelación
entre saberes (medicina tradicional y la científica)”15. Esta “nueva forma de hacer Salud en el
Sistema Provincial” como destacan en el sitio oficial, es sin dudas necesaria para garantizar el
derecho a la salud y acceso al sistema sanitario estatal que tiene la población y para lograr un
acercamiento entre ambos sistemas de comprensión de la enfermedad sin imposiciones. A
pesar de estos esfuerzos, numerosos médicos y funcionarios aún relativizan ‘las creencias’ de
los Mbya, manifestando respeto en el plano discursivo pero en la práctica, su aprendizaje y
comprensión les continúa pareciendo útil solo como adquisición de experiencias anecdóticas
(Pini, 1994; 2012). En este sentido, la investigadora Susana Ramírez Hita asume una posición
aún más crítica respecto de la interculturalidad en los sistemas de salud. Analizándola a partir
del contexto boliviano, la autora plantea que el marco en el que se generó el concepto de
interculturalidad fue a partir de priorizar la salud de “los pueblos indígenas” como una
perspectiva integral de la salud, y cita a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que
“plantea la armonización de los sistemas de salud indígena y el sistema de salud convencional
a través de la incorporación de las perspectivas, medicinas y terapias indígenas en la atención
primaria de la salud” (OPS, 2003:13 en Ramírez Hita, 2011:31). Para la autora, esta
‘armonización’ propuesta a partir de la interculturalidad ad hoc, entre sistemas de salud
cultural y epistémicamente opuestos termina en fracaso, primero, por la falta de discusión
teórica en torno a la noción de interculturalidad en la elaboración de los programas a aplicar,
cuando se tienen en cuenta solo a ciertos grupos indígenas -sino exclusivamente- y los
servicios de salud, y se deja de lado en la discusión a mestizos, criollos y otros grupos étnicos:
“La salud intercultural termina por ser una estrategia política y económicamente barata para
hacer visibles cambios y mantener a los sectores subalternos apaciguados, proponiéndoles una
revalorización de su cultura a través del respeto a sus medicinas tradicionales y saberes y, con
ellas , la incorporación de terapeutas tradicionales a los servicios de salud cómo solución a las
deficientes condiciones del sistema” (Ramírez Hita, 2011:34). Sin dejar de reconocer el
esfuerzo que implica el trabajo interdisciplinario del equipo conformado por el Ministerio de
14
Desde el Área de Salud Indígena de la Dirección de Programas comunitarios de APS (Atención Primaria de la
Salud) dependiente de la Subsecretaría de Atención Primaria y Salud Ambiental del Ministerio de Salud Pública
de Misiones.
15
Recuperado del sitio web oficial del Ministerio de Salud Pública del Gobierno de la Provincia de Misiones:
www.salud.misiones.gov.ar
Salud provincial, la incorporación de terapeutas tradicionales al sistema formal de salud está
lejos de considerarse posible, más allá de la solicitud informal a los pacientes de que además
de consultar con los chamanes se acerquen a los “doctores”. Forman “promotores de salud”
pero quienes tienen conocimientos sobre los padecimientos y que tipo de farmacopea utilizar
de ninguna manera son incorporados al sistema formal sanitario.
Hasta aquí, quedan pendientes algunos interrogantes: ¿cómo es ‘enseñada’ la salud en la
escuela? y ¿las cuestiones referidas a su cuidado? No se puede negar que la enseñanza de
cuestiones básicas de higiene desde el nivel inicial aporta significativamente al cuidado y
preservación de la salud, sin embargo para el caso de la escuela EIB por la que transité,
ninguna de las interpretaciones sobre salud mbya citadas anteriormente fue tan siquiera
mencionada, la perspectiva del cuidado de la salud, los significados atribuidos a situaciones
de enfermedad y las formas de comprender/vivir el cuerpo y sus cuidados fueron siempre los
otorgados por la visión estatal.
Bibliografía
ARCE, H.; BENÍTEZ, A.; CHAMORRO, E.; DUARTE, M. (2007) Rombopara Ore Ayvupy
(Escribimos en nuestra Lengua). Oralidad y escritura Mbya Guaraní. VII Seminario de
Lectura y Escritura en Sociedades Indígenas en el 16º COLE (Congresso de Leitura do
Brasil). UNICAMP, Campinas – SP, 10 al 13 de julio de 2007. Recuperado el 18/02/17 de:
http://alb.org.br/arquivomorto/edicoes_anteriores/anais16/sem04pdf/sm04ss06_03.pdf
DAS, V. y POOLE, D. (Eds.). (2004). Anthropology in the Margins of the State (pp. 3-33).
Santa Fe: SAR Press. Traducción: María Daels y Julia Piñeiro En: Cuadernos de
Antropología Social Nº 27, pp. 19–52, 2008 FFyL – UBA – ISSN: 0327-3776.
RAMIREZ HITA, Susana (2011) Salud Intercultural: Crítica y problematización a partir del
contexto boliviano. La Paz: ISEAT, 2011. ISBN: 978-99954-775-5-4