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Hacia la construcción

de una Recreación
Popular
Colectivo Recreativo y Artístico
C.Re.Ar

Nurit Engelberger1
Lic. en Sociología (UBA)
Técnica en Tiempo Libre y Recreación (ISTLyR)

“Una mirada desde la alcantarilla


puede ser una visión del mundo.
La rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos”.
Alejandra Pizarnik

Fernando tiene 11 años. Empezó a venir al espacio a los seis. Dice


que, a partir de ese momento, “toda su vida cambió”2. Coordinó una

1. La autoría de este capítulo no es individual: es proceso vivo y pro-


ducto de discusiones colectivas en espacios de militancia y en diversas
instancias de formación.
2. Entrevistas realizadas a los chicos y a las chicas de C.Re.Ar el sábado
28 de julio de 2018.

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danza en un festival por las infancias dignas, en una ronda de más
de 100 personas.
Sofía tiene 10 años. Empezó a participar cuando tenía cinco, y
dice que le gusta jugar con títeres y con disfraces. Agrega que, para
ella, C.Re.Ar significa “mucho, como una estrella, porque brilla”.
Danna tiene 14 años y se sumó al grupo a los 11. Lo que más
le gusta es “ayudar a los profes, a organizar las cosas, hacer jugar
a los chicos”. Le gustaría ser “profe” en algún momento.
El Colectivo Recreativo y Artístico (C.Re.Ar) nace en el año
2013, pensando espacios de recreación para pibes y pibas de la
Villa 21-24 en el barrio de Barracas de la Ciudad Autónoma de Bue-
nos Aires. A lo largo de estos años, el proyecto se ha ido transfor-
mando y potenciando, configurando nuevos vínculos, nuevos obje-
tivos y nuevos sueños.
Frente a la vorágine cotidiana, muchas veces encontramos la
dificultad de sistematizar algunas de las reflexiones que nos acom-
pañan. Hoy encontramos la posibilidad de frenar la carrera contra
los tiempos cronológicos, para compartir con otros compañeros y
otras compañeras3 algunos de los posicionamientos que se convir-
tieron en los pilares estructurales de nuestra militancia cotidiana.
Partimos de reconocer la injusticia imperante en nuestra so-
ciedad actual, intentando convertir la bronca que nos provoca la
desigualdad, y así pensar respuestas, al menos provisorias. Cree-
mos que la única vía posible de transformación social demanda
convertirnos en protagonistas, animándonos a decir y decidir. En el

3. Como lo que no se nombra no existe, nos nombramos para reivindi-


carnos, para reinventarnos, para elegir una manera de ser y de estar en
el mundo. Incluirnos como mujeres en el lenguaje es una posición ética
y política.

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enorme desafío de construir libertades, el juego significa una posi-
bilidad de recrearnos a nosotros y a nosotras mismas para crecer
en conjunto. Cuando empezamos a trabajar con esta perspectiva
aún no nos enmarcábamos en ningún enfoque particular del cam-
po de la Recreación, pero sí sabíamos que era realmente urgente
trabajar en el plano de los derechos, sabiendo que los y las pibas
tienen mucho para decir.
Jugando desordenamos y reordenamos el mundo. Significa-
mos nuestro contexto y ponemos en valor ese algo de lo intangible
que aparece cuando asumimos la convicción de la participación.
Magia, dicen por ahí. Y si bien una inmensa cuota de mística tras-
forma al juego en un espacio sagrado, creemos también que se
trata de una insistente tarea política. Lo incierto y lo inesperado
inundan de sorpresa las plazas y los pasillos de la 21-24 cada vez
que nos encontramos para organizar la esperanza.
A lo largo del artículo nos preguntaremos por lo popular de la
recreación para pensar las múltiples posibilidades en la configura-
ción de la grupalidad, así como en las maneras de coordinar, propo-
niéndoles a otros y a otras ser parte de proyectos que apuestan a
construir una emancipación deseante. Partimos de una certeza: el
camino es largo y sinuoso, y es junto a los pibes y a las pibas. A la
hora de pensar una Recreación Popular no hay recetas ni manuales
que garanticen su efectivo ejercicio, pero sí podemos identificar
ciertos principios y ciertas pistas que continuaremos amasando,
en una praxis que aprenda a pivotear entre la teoría y la práctica
desde un enfoque dialéctico. En ese andar, nos anclamos con una
fuerte convicción: si el presente es de lucha, el futuro es nuestro.

Recreación con R mayúscula vs recreación con r minúscula.


Jugársela es un acto eminentemente político
Nos animamos a probar una Recreación con R mayúscula que es-

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cape de los lugares comunes-reproductores-repetitivos y proponga
nuevos enfoques acordes al tiempo que nos toca vivir, pero también
de cara a los tiempos que queremos crear como presente continuo
y como futuro no tan lejano. En épocas de crisis, de recrudecimiento
del neoliberalismo y de aumento del desempleo y de la pobreza, se
vuelve urgente multiplicar los espacios de encuentro para reforzar
las redes de solidaridad existentes en los barrios populares de nues-
tro país. En ese entramado, nos cruzamos diversas organizaciones
con diferentes maneras de trabajar, pero con un objetivo en común:
resistir frente al violento avance del capital sobre nuestras vidas.
Mucho sabe nuestro continente de fragmentación social, pero
de solidaridad también. Con la colonización primero y con las dic-
taduras latinoamericanas después, nuestras sociedades fueron
sistemáticamente golpeadas, mutiladas y saqueadas. Sobre los
escombros del dolor, de las desapariciones y de la muerte se han
levantado siglos de luchas populares y férreos intentos por mante-
ner activa la memoria. Por esas hendijas nos vamos colando, ha-
ciéndole daño a un sistema que nos pretende en aislamiento y en
competencia de manera permanente.
La resistencia no implica una actitud pasiva, sino todo lo con-
trario. Para resistir necesitamos estar alertas, con los ojos bien
abiertos. La pasividad cuando nos están atacando significa entre-
ga, y la entrega se traduce rápidamente en derrota y en resignación.
Nosotros y nosotras creemos y sabemos que podemos vivir digna-
mente, y por eso la resistencia es movimiento, es enfrentamiento,
es disputa abierta: es creación de otras maneras de convivir –y no
únicamente de sobrevivir– frente a un proyecto hegemónico que ya
no puede dar respuesta a las demandas propias de esta etapa del
capitalismo global.
De la mano del surgimiento de la escuela como institución-
madre primero, y con el delineamiento a nivel mundial del paradig-

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ma de derechos respecto a la niñez después, comienza paulatina-
mente un proceso de expulsión del espacio público de los y las
niñas. Las infancias de clases media y alta se ven confinadas a
la familia y a la escolarización, en tanto ordenadoras de la socia-
lización y de la rutina. Hoy podemos sumar los múltiples talleres
artísticos, actividades deportivas en clubes, espacios terapéuticos
o expresivos. En la actualidad, existe una cantidad inaudita de pro-
puestas para las infancias, y vemos, luego, cada vez más niños y
niñas exhaustas de lo que podríamos identificar como su tiempo
liberado (al menos, de sus obligaciones escolares).
Este tipo de recreación se asemeja a una cadena de montaje
donde la mecanización de la creatividad encorseta a los y las niñas
a patrones estereotipados de conductas, a modelos esperables de
niñeces en tanto potenciales personas adultas creativas, pero para
ser productivas. El trabajo ya no posee las mismas características
que en el siglo pasado; por lo tanto, nuestras reflexiones sobre el
tiempo libre deberán explorar nuevas respuestas. La recreación
con r minúscula implica para los y las niñas no solo cierta “distrac-
ción” sino una “inversión” a futuro, una preparación para la etapa
por venir.
En contraposición a la recreación con r minúscula, una Re-
creación con R mayúscula no puede limitarse al entretenimiento
personal o a la capitalización de la imaginación. Y es necesario re-
marcar que las infancias burguesas no son las únicas infancias po-
sibles, y de hecho son una representación pequeña de la totalidad
del universo infantil. Su multiplicidad parte de los contextos para
repensarse: las condiciones materiales de existencia son las que
determinan qué niño o qué niña será valioso o valiosa para esta so-
ciedad, y a qué pibes y a qué pibas corresponderá excluir, marginar
y expulsar. En este sentido, no “se prepara” a todos y todas las ni-
ñas para su futuro. Tampoco se garantiza su cuidado mínimo en el

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presente, y mucho menos su participación en la sociedad en tanto
sujetos y sujetas de derecho. Bien lejos estamos de los hermosos
marcos normativos que reconocen la vitalidad de los tratados in-
ternacionales, de carácter constitucional en nuestro país, a la hora
de defender la niñez. Tal como plantea José Calarco, “el mundo de
la infancia pierde homogeneidad, la población infantil se encuentra
fragmentada, marcada por las enormes diferencias económicas,
sociales y culturales” (Calarco, 2006: 7). Partir de dicha heteroge-
neidad es necesario para la elaboración de herramientas de inter-
vención contextualizadas.
Si bien coincidimos en muchos puntos con la mirada que pro-
pone la Recreación Educativa y tomamos sus aportes, necesitamos
generar nuestras propias categorías de análisis y de práctica, por-
que no estamos seguros y seguras de saber tanto sobre la libertad
como para enseñarles a otros y a otras a ser libres. Tomamos de
este enfoque las nociones de proceso permanente y el vínculo entre
tales procesos y la búsqueda de autonomía, enmarcando nuestras
intervenciones en el ámbito socioeducativo. Sabemos que nuestro
rol demanda clarificar las intencionalidades educativas y, si bien
quisiéramos lograr “generar las condiciones para la comprensión
de la libertad en la práctica concreta, la propia, en principio, y la
de los demás después” (Waichman, 1999: 146), dudamos lograr
acceder a nuestra libertad individual primero para después facilitar
la de los y las demás. Creemos que el camino es en conjunto: que
mientras hacemos e inventamos Recreación, probamos y erramos
con los pibes y las pibas. Si queremos construir libertades colecti-
vas, debemos –como mínimo– asumir su invención en los grupos
en los que participamos y en los grupos que coordinamos. Si no,
los y las recreólogas quedaríamos en un lugar de iluminación que
pretende ir a enseñarles a otros y a otras qué hacer con su tiempo
libre –si es que lo tienen– o cómo liberar su tiempo ocupado para

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generar actividades que excedan la compensación (es decir, prepa-
rarnos nuevamente para un tiempo de obligaciones). Realmente, y
pensando en nuestra propia cotidianeidad, bien lejos estamos de
saber liberar nuestro tiempo y utilizarlo a conciencia para nuestra
propia Recreación, porque cada vez tenemos que asumir más tra-
bajo frente a la agudización de la crisis social, económica y política.
En este contexto, el tiempo libre es un privilegio a nivel individual y
una reivindicación a nivel colectivo.
Desde este posicionamiento, nos mueve visibilizar las infancias
que aún habitan el espacio público en esta ciudad en particular. En la
Villa 21-24, los y las niñas juegan en las plazas y corren por el barrio.
El confinamiento no aparece como una opción cuando el espacio de
vivienda es limitado, y cuando en la calle aún hay bicicletas y pelotas.
Hay otras relaciones posibles con el afuera. Y no se trata de roman-
tizar determinados juegos asociándolos a niñeces pasadas, sino de
detenernos a reflexionar qué hay de potente en un contexto donde
los y las niñas transitan también por talleres y múltiples propuestas
recreativas, pero creadas por las organizaciones políticas y por los
movimientos sociales. ¿Cómo se combina esto con la ocupación del
espacio común? ¿Dónde radica la diferencia cualitativa entre la Re-
creación y la recreación? ¿Qué tenemos para aportar quienes cree-
mos que organizándonos podemos jugárnosla para transformar la
resistencia en protagonismo popular?

¿Qué entendemos por Recreación Popular?


Inventos e intentos
C.Re.Ar nació como un espacio que quiere proponerles a los y las
pibas vínculos cuidados y creativos y, fundamentalmente, la invi-
tación a pensarnos colectivamente. La organización surgió de la
mano del Comedor Asociación Amigos del Padre Pepe, quienes
nos comparten sus instalaciones para la realización de nuestras

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actividades. El grupo de educadores y educadoras está compuesto
por compañeros y compañeras del ámbito de la docencia, de la
Recreación, de la psicología y de la sociología –entre otros campos
de estudio y de práctica–, dando forma a un espacio interdiscipli-
nario que trabaja desde un enfoque integral contextualizado espe-
cíficamente en la 21-24 a nivel particular, y en las villas de la Ciudad
de Buenos Aires a nivel general.
Los primeros años, las actividades de Recreación se realiza-
ron los sábados por la tarde junto a los y las niñas que viven alrede-
dor de las canchitas que están detrás de Caacupé, la parroquia del
barrio. Con el tiempo, la demanda fue creciendo y se abrió el espa-
cio de apoyo escolar los sábados a la mañana y un par de tardes
durante los días de semana. En el espacio de Recreación se adoptó
la modalidad de talleres primero (entre ellos, talleres de teatro, de
cocina, de ciencia y de títeres) y juegoteca después. En ese mo-
mento comenzamos a trabajar no solo con niños y niñas del sector
Caacupé Luna, sino que se sumaron los sectores Tres Rosas, Caa-
cupé Lavarden y Lavarden Montesquieu4. La presencia de C.Re.Ar
se extendió, y hoy trabajamos en la manzana 27 (en Luna y Zepita)
y en la manzana 23 (a unos metros de Luna y Osvaldo Cruz).
Además, muchas de las niñas crecieron y fue necesario abrir
un taller para las adolescentes. Empezaron con un taller de revista,
continuaron con uno de fotografía y luego otro de cine. Los saberes
aprendidos durante las propuestas se van repensando en relación
con los intereses de las pibas, que son quienes proponen en fun-
ción de sus deseos. Hoy las pibas participan de un taller de mural y
de uno de salud, vinculado a las problemáticas del barrio.
Por otra parte, vecinas del barrio –muchas de ellas madres de

4. Ver mapa anexo en pág. 53.

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los y las pibas– comenzaron a organizarse junto a C.Re.Ar en una
cooperativa gastronómica que bautizaron “Creando Futuros”, hoy
parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE - CTEP). Du-
rante el 2018 inauguramos nuestra Casa Popular Sembrando Sue-
ños, y el feminismo popular nos empujó para crear un espacio de
mujeres donde encontremos acompañamiento y contención.
Estos casi 6 años de construcción nos desafían día a día y
nos demandan armarnos cada vez con mayores y mejores herra-
mientas para hacer vida comunitaria junto a los y las niñas, ado-
lescentes y compañeras organizadas en el barrio. Buscar alterna-
tivas creativas es una necesidad permanente. Nuestras preguntas
se reactualizan: ¿cómo contener las individualidades para generar
formas compañeras de ser?
El juego, en tanto acto humano fundante (González en Bonofi-
glio, 2014: 10), nos invita a poner el cuerpo para multiplicar las po-
sibilidades de creación. Desde nuestro enfoque, apostamos a una
creación que pueda proyectar soluciones a las necesidades tanto
individuales como colectivas. Para eso, nos proponemos ciertas
temáticas que surgen del intercambio con los y las pibas, y nos
parece interesante trabajar a través de dispositivos lúdicos y de he-
rramientas y canales de expresión artística. Invitar a formar parte
de los talleres y de las tardes de juego es una apertura: abrimos las
puertas para alojar a aquellos y aquellas que se acerquen a explo-
rar. Desde el tono de voz y desde la postura corporal, escuchamos
y acompañamos a los y las pibas en sus necesidades y en sus
deseos, entendiéndolos como motor y potencia.
Esta no es una tarea que realicemos en soledad: trabajamos
también con sus familias y con las instituciones por las que tran-
sitan, y nos acompañamos más allá del tiempo físico compartido
generando propuestas que potencien lo comunitario. Nos invo-
lucramos tanto en dolores y en padecimientos como en alegrías

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y festejos; acompañamos a un niño al hospital, participamos de
un cumpleaños, celebramos los nuevos nacimientos, dolemos las
muertes y los despidos en épocas de ajuste. Se trata de compartir
lo cotidiano, porque es en el día a día donde tejemos vínculos sig-
nificativos. El juego es una llave que destraba la espera en la salita
y que acompaña a soplar las velitas mientras crecen y mientras
crecemos con ellos y ellas. Y como crecer a veces duele, adoptar la
postura lúdica como actitud hacia la vida aliviana las penas.
Estas también son tareas de una Recreación Popular enten-
diéndola desde la integralidad, porque la misma no se reduce ni
al juego ni a la lúdica ni a la grupalidad. Una Recreación Popular
trabaja sobre los tejidos comunitarios desde los barrios y para los
barrios, proponiendo a través de ese juego, de esa lúdica y de esa
grupalidad nuevas y superadoras maneras de organizarnos. Por-
que la Recreación es atravesada por las problemáticas comunes
y particulares, y porque en el juego se crea un espacio de conten-
ción y de acompañamiento no solo para tramitar psíquicamente
situaciones conflictivas sino también para proyectar y proyectar-
nos. Según Freud, todo juego es simbólico, porque a través de él se
puede colocar la realidad al servicio de los deseos. Los y las niñas
que juegan “crean un mundo propio donde insertan las cosas en
un orden de su agrado, un mundo amable, apto para ser amado”
(Landeira, 1998: 4).
No se trata de demonizar el jugar por jugar, porque “el jue-
go puede ser objetivo en sí mismo. El problema aparece cuan-
do solo es eso y siempre es eso, cuando el entretenimiento es
una forma más del consumo” (Waichman, 1999: 127). A la hora
de problematizar las coordinaciones y los estilos de enseñanza
aprehendidos, tampoco concebimos una Recreación como me-
diación para un objetivo lejano en tiempo y espacio, sin valor en
sí misma. Cuando dejamos de dividir dicotómicamente la reali-

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dad en medios y fines, podemos asumir que en la complejidad de
lo aparentemente simple habita la posibilidad de combinación
entre ambos polos. El juego puede ser medio y fin simultánea-
mente; lo que creemos indelegable es la posibilidad de experi-
mentar en el juego respuestas distintas a las que formalmente
podríamos ofrecer. Y tal experimentación podría empoderar la
creatividad que necesitamos en momentos de desesperanza ge-
neralizada.
Sabemos que participar no es sencillo, sobre todo para mu-
chas de las niñas. No solo vivimos en un mundo adultocéntrico,
sino que el patriarcado otorga mayor o menor lugar y brinda mayor
o menor visibilidad según el género que les es asignado a niños
y a niñas. Por lo tanto, se vuelve urgente hacer trastabillar todo
tipo de opresión al interior de nuestros espacios. Que las niñas
sientan las mismas posibilidades de participación que sus com-
pañeros es un compromiso que coordinadores y coordinadoras
(o “profes”, como les gusta llamarnos) asumimos con urgencia.
Esta tarea pedagógica requiere de personas que asuman un posi-
cionamiento adulto. Las discusiones actuales sobre la relevancia
de la Educación Sexual Integral en Argentina denotan que una pe-
lea que creíamos ganada sigue abierta en buena parte de nuestra
sociedad. Que sea ley parece no ser suficiente: cuando un marco
legal progresista no se financia y no logra ponerse en marcha ma-
sivamente desde la práctica real, cualquier volanteada del conser-
vadurismo nos deja un fuerte sabor a desorientación.
En C.Re.Ar observamos que la participación se prueba y se
construye, porque es procesual. Y no se crea a través de la imposi-
ción sino de la aceptación de las diferentes maneras que existen a
la hora de formar parte de un grupo, de una tarea o de una propues-
ta. Respetar, entonces, esas posibilidades es un momento clave
en la habilitación del espacio y de la visibilidad. Una Recreación

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Popular debe atender a las singularidades en la grupalidad porque
creemos que, si cada niño y cada niña no encuentran atractivas y
desafiantes las iniciativas colectivas a nivel personal, no hay grupa-
lidad que aguante. Jugar es una de las pocas actividades humanas
indelegables: nadie puede jugar por cada uno y cada una de noso-
tras. Entendemos al juego como voluntario y exploratorio, como un
salto a la experimentación, y existen tantas maneras de jugar como
jugadores y jugadoras. No es libre si se percibe como una obliga-
ción para permanecer y para pertenecer.
Es cierto que, en este tipo de espacios, es habitual la fluctua-
ción constante, las idas y venidas, las ausencias periódicas de al-
gunos y algunas niñas. Pero eso no puede transformarse en un
obstáculo, sino más bien traducirse en objetivos. El desafío se re-
truca entonces a sí mismo: invitar a participar significa tener ganas
de estar, tener ganas de compartir, tener ganas de quedarse con
otros y otras. En este sentido, el empoderamiento individual debe
necesariamente condensarse en un empoderamiento colectivo,
donde exista diversidad de roles a asumir según las preferencias
y según las posibilidades, y donde sepamos que protagonismo no
significa soberbia y pedantería, sino participación constante y acti-
va en la organización.

Jugar, crear, poder popular


Desde nuestra experiencia, creemos que el juego es saludable.
Convierte en actividad la pasividad y construye subjetividad, en
tanto lugar de producción de significados. Cuando esa invención
tiene canales colectivos de expresión, podemos superar la frag-
mentación a la que nos quieren acostumbrar. Dice Alejo Montoya:

No podemos vivir constantemente en el círculo mágico del juego,


pero sí podemos crear, desde esos círculos mágicos, guías para

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la acción de lo cotidiano: formas de conducta y acciones concre-
tas que nos permitan encarnar nuestras más dignas aspiraciones
como sujetos, como grupos, como comunidades. Guías que nos
permitan conectar el tiempo mágico del juego con la vida de to-
dos los días... (Montoya, 2009: 12)

Practicar una Recreación que parta del territorio para proyec-


tarse como acción comunitaria nos propone, como recreólogos y
recreólogas, inventar nuevas maneras de coordinación. Muchos
y muchas de nosotras escapamos a la soledad de las aulas, des-
empeñándonos simultáneamente como docentes, al comprender
que buena parte de la incomodidad que el sistema formal nos pro-
pone decanta de la ausencia de políticas de Estado para colecti-
vizar la enseñanza en tanto práctica compleja, situada y reflexiva.
Débora Kantor dice que:

Los espacios no formales constituyen un escenario propicio para


el desarrollo y la afirmación de ideas y prácticas vinculadas más a
la potencialidad que a la impotencia que atraviesa otros espacios
desgastados, que se han quedado sin respuestas o sin legitimi-
dad para formularlas. (Kantor, 2005: 9)

Lo que buscamos en las aulas y en los talleres que nos in-


ventamos en C.Re.Ar es socializar los roles asumidos para que
roten las adjudicaciones posibles por parte de los y las pibas,
combatiendo la toma individual de decisiones para compartir las
responsabilidades. Buscamos así probar formas donde la pala-
bra y las consignas circulen entre varios y varias compañeras,
donde la tarea no se centralice en una sola persona, y donde los
y las niñas no sean únicamente receptoras de una propuesta pre-
fabricada, más allá de la cantidad de tiempo de planificación que

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ella condense. Como plantea Pablo Waichman, “no solo como
maestros o coordinadores deberemos hacer jugar, sino que (…)
se constituya en una actitud frente a la realidad. Ello implica no
ser únicamente partícipe del juego sino, además, protagonista
del mismo” (Waichman, 1999: 93).
Cuando Danna plantea que quiere ser “profe”, cuando Fernan-
do coordina danzas multitudinarias, cuando Nahuel rapea fren-
te a una audiencia enorme, cuando Sofía toma el micrófono en
un evento para contar lo que hicimos durante las vacaciones de
verano… Pequeños indicios y pequeñas bisagras materializan el
trabajo cotidiano. Ellos y ellas sienten la legitimidad para poder
asumir la propia voz y participar, ya no desde la aceptación de una
invitación, sino como la mismísima creación que dice “acá esta-
mos, y queremos que nos escuchen”. Perdemos la vergüenza que
nos han enseñado, y nos exponemos porque así hacemos visibles
nuestros cuerpos.
C.Re.Ar se acuerpa con cada pibe y cada piba que cuida el
espacio porque sabe que es suyo. La apuesta se evidencia cada
vez que alguien trae algo para compartir en la merienda, cada
vez que las familias participan de un festival, cada vez que nos
contamos cómo estamos y qué nos pasa. Cada vez que elegi-
mos confiar, en un mundo que agita la bandera del “sálvese quien
pueda”. Son los detalles los que demuestran qué tanto cala o no
una propuesta que no solo tiene que ver con la Recreación Po-
pular, sino que partió de ella para hoy incluirla en un armado su-
perador. Son los gestos de todos los días los que nos muestran
el pulso de la vida comunitaria, y es el protagonismo popular el
que marcará la cancha de lo posible a la hora de construir digni-
dad. Sabemos que queda mucho por andar. Por suerte somos un
montón, y estamos juntos y juntas.

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Bibliografía
Calarco, J. (2006). La presentación social de la Infancia y el niño como
construcción. Área de Desarrollo Profesional Docente, Ministerio de
Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Recuperado de: http://
www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL001729.pdf
Bonofiglio, L. (2014). Conjugaciones. Hacia una educación ética y estética.
Rosario: Remanso Editor.
Kantor, D. (2005). Adolescentes, jóvenes y adultos. Propuestas participati-
vas en recreación. Buenos Aires: CEDES.
Landeira, S. (1998). El juego simbólico en el niño: explicación en J. Piaget
y en S. Freud. Ficha de cátedra. Buenos Aires: Facultad de Psicología
UBA.
Montoya, A. (2009). ¿Recreación para qué mundos? Aportes para una
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Munné, F. (1989). Tiempo libre, crítica social y acción política. En Villareal,
M. (coord). Movimientos sociales y acción política. San Sebastián:
Servicio Editorial Universidad del País Vasco.
Waichman, P. (1993). Tiempo libre y Recreación, un desafío pedagógico.
Buenos Aires: Ediciones Pablo Waichman.

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Mapa de la Villa 21-24 (detalle). Dirección General de Estadística
y Censos, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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