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de una Recreación
Popular
Colectivo Recreativo y Artístico
C.Re.Ar
Nurit Engelberger1
Lic. en Sociología (UBA)
Técnica en Tiempo Libre y Recreación (ISTLyR)
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danza en un festival por las infancias dignas, en una ronda de más
de 100 personas.
Sofía tiene 10 años. Empezó a participar cuando tenía cinco, y
dice que le gusta jugar con títeres y con disfraces. Agrega que, para
ella, C.Re.Ar significa “mucho, como una estrella, porque brilla”.
Danna tiene 14 años y se sumó al grupo a los 11. Lo que más
le gusta es “ayudar a los profes, a organizar las cosas, hacer jugar
a los chicos”. Le gustaría ser “profe” en algún momento.
El Colectivo Recreativo y Artístico (C.Re.Ar) nace en el año
2013, pensando espacios de recreación para pibes y pibas de la
Villa 21-24 en el barrio de Barracas de la Ciudad Autónoma de Bue-
nos Aires. A lo largo de estos años, el proyecto se ha ido transfor-
mando y potenciando, configurando nuevos vínculos, nuevos obje-
tivos y nuevos sueños.
Frente a la vorágine cotidiana, muchas veces encontramos la
dificultad de sistematizar algunas de las reflexiones que nos acom-
pañan. Hoy encontramos la posibilidad de frenar la carrera contra
los tiempos cronológicos, para compartir con otros compañeros y
otras compañeras3 algunos de los posicionamientos que se convir-
tieron en los pilares estructurales de nuestra militancia cotidiana.
Partimos de reconocer la injusticia imperante en nuestra so-
ciedad actual, intentando convertir la bronca que nos provoca la
desigualdad, y así pensar respuestas, al menos provisorias. Cree-
mos que la única vía posible de transformación social demanda
convertirnos en protagonistas, animándonos a decir y decidir. En el
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cape de los lugares comunes-reproductores-repetitivos y proponga
nuevos enfoques acordes al tiempo que nos toca vivir, pero también
de cara a los tiempos que queremos crear como presente continuo
y como futuro no tan lejano. En épocas de crisis, de recrudecimiento
del neoliberalismo y de aumento del desempleo y de la pobreza, se
vuelve urgente multiplicar los espacios de encuentro para reforzar
las redes de solidaridad existentes en los barrios populares de nues-
tro país. En ese entramado, nos cruzamos diversas organizaciones
con diferentes maneras de trabajar, pero con un objetivo en común:
resistir frente al violento avance del capital sobre nuestras vidas.
Mucho sabe nuestro continente de fragmentación social, pero
de solidaridad también. Con la colonización primero y con las dic-
taduras latinoamericanas después, nuestras sociedades fueron
sistemáticamente golpeadas, mutiladas y saqueadas. Sobre los
escombros del dolor, de las desapariciones y de la muerte se han
levantado siglos de luchas populares y férreos intentos por mante-
ner activa la memoria. Por esas hendijas nos vamos colando, ha-
ciéndole daño a un sistema que nos pretende en aislamiento y en
competencia de manera permanente.
La resistencia no implica una actitud pasiva, sino todo lo con-
trario. Para resistir necesitamos estar alertas, con los ojos bien
abiertos. La pasividad cuando nos están atacando significa entre-
ga, y la entrega se traduce rápidamente en derrota y en resignación.
Nosotros y nosotras creemos y sabemos que podemos vivir digna-
mente, y por eso la resistencia es movimiento, es enfrentamiento,
es disputa abierta: es creación de otras maneras de convivir –y no
únicamente de sobrevivir– frente a un proyecto hegemónico que ya
no puede dar respuesta a las demandas propias de esta etapa del
capitalismo global.
De la mano del surgimiento de la escuela como institución-
madre primero, y con el delineamiento a nivel mundial del paradig-
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presente, y mucho menos su participación en la sociedad en tanto
sujetos y sujetas de derecho. Bien lejos estamos de los hermosos
marcos normativos que reconocen la vitalidad de los tratados in-
ternacionales, de carácter constitucional en nuestro país, a la hora
de defender la niñez. Tal como plantea José Calarco, “el mundo de
la infancia pierde homogeneidad, la población infantil se encuentra
fragmentada, marcada por las enormes diferencias económicas,
sociales y culturales” (Calarco, 2006: 7). Partir de dicha heteroge-
neidad es necesario para la elaboración de herramientas de inter-
vención contextualizadas.
Si bien coincidimos en muchos puntos con la mirada que pro-
pone la Recreación Educativa y tomamos sus aportes, necesitamos
generar nuestras propias categorías de análisis y de práctica, por-
que no estamos seguros y seguras de saber tanto sobre la libertad
como para enseñarles a otros y a otras a ser libres. Tomamos de
este enfoque las nociones de proceso permanente y el vínculo entre
tales procesos y la búsqueda de autonomía, enmarcando nuestras
intervenciones en el ámbito socioeducativo. Sabemos que nuestro
rol demanda clarificar las intencionalidades educativas y, si bien
quisiéramos lograr “generar las condiciones para la comprensión
de la libertad en la práctica concreta, la propia, en principio, y la
de los demás después” (Waichman, 1999: 146), dudamos lograr
acceder a nuestra libertad individual primero para después facilitar
la de los y las demás. Creemos que el camino es en conjunto: que
mientras hacemos e inventamos Recreación, probamos y erramos
con los pibes y las pibas. Si queremos construir libertades colecti-
vas, debemos –como mínimo– asumir su invención en los grupos
en los que participamos y en los grupos que coordinamos. Si no,
los y las recreólogas quedaríamos en un lugar de iluminación que
pretende ir a enseñarles a otros y a otras qué hacer con su tiempo
libre –si es que lo tienen– o cómo liberar su tiempo ocupado para
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actividades. El grupo de educadores y educadoras está compuesto
por compañeros y compañeras del ámbito de la docencia, de la
Recreación, de la psicología y de la sociología –entre otros campos
de estudio y de práctica–, dando forma a un espacio interdiscipli-
nario que trabaja desde un enfoque integral contextualizado espe-
cíficamente en la 21-24 a nivel particular, y en las villas de la Ciudad
de Buenos Aires a nivel general.
Los primeros años, las actividades de Recreación se realiza-
ron los sábados por la tarde junto a los y las niñas que viven alrede-
dor de las canchitas que están detrás de Caacupé, la parroquia del
barrio. Con el tiempo, la demanda fue creciendo y se abrió el espa-
cio de apoyo escolar los sábados a la mañana y un par de tardes
durante los días de semana. En el espacio de Recreación se adoptó
la modalidad de talleres primero (entre ellos, talleres de teatro, de
cocina, de ciencia y de títeres) y juegoteca después. En ese mo-
mento comenzamos a trabajar no solo con niños y niñas del sector
Caacupé Luna, sino que se sumaron los sectores Tres Rosas, Caa-
cupé Lavarden y Lavarden Montesquieu4. La presencia de C.Re.Ar
se extendió, y hoy trabajamos en la manzana 27 (en Luna y Zepita)
y en la manzana 23 (a unos metros de Luna y Osvaldo Cruz).
Además, muchas de las niñas crecieron y fue necesario abrir
un taller para las adolescentes. Empezaron con un taller de revista,
continuaron con uno de fotografía y luego otro de cine. Los saberes
aprendidos durante las propuestas se van repensando en relación
con los intereses de las pibas, que son quienes proponen en fun-
ción de sus deseos. Hoy las pibas participan de un taller de mural y
de uno de salud, vinculado a las problemáticas del barrio.
Por otra parte, vecinas del barrio –muchas de ellas madres de
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y festejos; acompañamos a un niño al hospital, participamos de
un cumpleaños, celebramos los nuevos nacimientos, dolemos las
muertes y los despidos en épocas de ajuste. Se trata de compartir
lo cotidiano, porque es en el día a día donde tejemos vínculos sig-
nificativos. El juego es una llave que destraba la espera en la salita
y que acompaña a soplar las velitas mientras crecen y mientras
crecemos con ellos y ellas. Y como crecer a veces duele, adoptar la
postura lúdica como actitud hacia la vida aliviana las penas.
Estas también son tareas de una Recreación Popular enten-
diéndola desde la integralidad, porque la misma no se reduce ni
al juego ni a la lúdica ni a la grupalidad. Una Recreación Popular
trabaja sobre los tejidos comunitarios desde los barrios y para los
barrios, proponiendo a través de ese juego, de esa lúdica y de esa
grupalidad nuevas y superadoras maneras de organizarnos. Por-
que la Recreación es atravesada por las problemáticas comunes
y particulares, y porque en el juego se crea un espacio de conten-
ción y de acompañamiento no solo para tramitar psíquicamente
situaciones conflictivas sino también para proyectar y proyectar-
nos. Según Freud, todo juego es simbólico, porque a través de él se
puede colocar la realidad al servicio de los deseos. Los y las niñas
que juegan “crean un mundo propio donde insertan las cosas en
un orden de su agrado, un mundo amable, apto para ser amado”
(Landeira, 1998: 4).
No se trata de demonizar el jugar por jugar, porque “el jue-
go puede ser objetivo en sí mismo. El problema aparece cuan-
do solo es eso y siempre es eso, cuando el entretenimiento es
una forma más del consumo” (Waichman, 1999: 127). A la hora
de problematizar las coordinaciones y los estilos de enseñanza
aprehendidos, tampoco concebimos una Recreación como me-
diación para un objetivo lejano en tiempo y espacio, sin valor en
sí misma. Cuando dejamos de dividir dicotómicamente la reali-
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Popular debe atender a las singularidades en la grupalidad porque
creemos que, si cada niño y cada niña no encuentran atractivas y
desafiantes las iniciativas colectivas a nivel personal, no hay grupa-
lidad que aguante. Jugar es una de las pocas actividades humanas
indelegables: nadie puede jugar por cada uno y cada una de noso-
tras. Entendemos al juego como voluntario y exploratorio, como un
salto a la experimentación, y existen tantas maneras de jugar como
jugadores y jugadoras. No es libre si se percibe como una obliga-
ción para permanecer y para pertenecer.
Es cierto que, en este tipo de espacios, es habitual la fluctua-
ción constante, las idas y venidas, las ausencias periódicas de al-
gunos y algunas niñas. Pero eso no puede transformarse en un
obstáculo, sino más bien traducirse en objetivos. El desafío se re-
truca entonces a sí mismo: invitar a participar significa tener ganas
de estar, tener ganas de compartir, tener ganas de quedarse con
otros y otras. En este sentido, el empoderamiento individual debe
necesariamente condensarse en un empoderamiento colectivo,
donde exista diversidad de roles a asumir según las preferencias
y según las posibilidades, y donde sepamos que protagonismo no
significa soberbia y pedantería, sino participación constante y acti-
va en la organización.
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ella condense. Como plantea Pablo Waichman, “no solo como
maestros o coordinadores deberemos hacer jugar, sino que (…)
se constituya en una actitud frente a la realidad. Ello implica no
ser únicamente partícipe del juego sino, además, protagonista
del mismo” (Waichman, 1999: 93).
Cuando Danna plantea que quiere ser “profe”, cuando Fernan-
do coordina danzas multitudinarias, cuando Nahuel rapea fren-
te a una audiencia enorme, cuando Sofía toma el micrófono en
un evento para contar lo que hicimos durante las vacaciones de
verano… Pequeños indicios y pequeñas bisagras materializan el
trabajo cotidiano. Ellos y ellas sienten la legitimidad para poder
asumir la propia voz y participar, ya no desde la aceptación de una
invitación, sino como la mismísima creación que dice “acá esta-
mos, y queremos que nos escuchen”. Perdemos la vergüenza que
nos han enseñado, y nos exponemos porque así hacemos visibles
nuestros cuerpos.
C.Re.Ar se acuerpa con cada pibe y cada piba que cuida el
espacio porque sabe que es suyo. La apuesta se evidencia cada
vez que alguien trae algo para compartir en la merienda, cada
vez que las familias participan de un festival, cada vez que nos
contamos cómo estamos y qué nos pasa. Cada vez que elegi-
mos confiar, en un mundo que agita la bandera del “sálvese quien
pueda”. Son los detalles los que demuestran qué tanto cala o no
una propuesta que no solo tiene que ver con la Recreación Po-
pular, sino que partió de ella para hoy incluirla en un armado su-
perador. Son los gestos de todos los días los que nos muestran
el pulso de la vida comunitaria, y es el protagonismo popular el
que marcará la cancha de lo posible a la hora de construir digni-
dad. Sabemos que queda mucho por andar. Por suerte somos un
montón, y estamos juntos y juntas.
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Mapa de la Villa 21-24 (detalle). Dirección General de Estadística
y Censos, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.