Está en la página 1de 2

La enfermedad mortal.

Libro primero.

Capítulo I.

Dónde se ve que la desesperación es la enfermedad mortal.

Kierkegaard adopta como punto de partida que el paciente de la enfermedad mortal es el


espíritu, el yo. Establece una relación de identificación entre el espíritu y el yo. Expone tres
modalidades diferentes de desesperación:

- El desesperado inconsciente de tener un yo.


- El desesperado que no quiere ser él mismo.
- Aquel que quiere serlo.

Nos presenta la imposibilidad de la primera opción de desesperación. Es imposible carecer de


un yo. Por lo tanto, las dos opciones viables para la desesperación es la identificación con el yo
o su rechazo.

El autor danés define al ser humano como espíritu. No subsume su definición a criterios
materiales, sociales u objetivos; pero ¿qué es el espíritu? Proporciona una definición formal: el
yo. Continuando con la formalidad establece lo siguiente: “El yo es una relación que se refiere
a sí misma”.

Capítulo III.

La desesperación es la enfermedad mortal.

Kierkegaard define la enfermedad mortal como una enfermedad definida por la finalidad de su
definición, la muerte. Sin embargo, establece que la desesperación no es una enfermedad de
esta índole. Mantiene una visión clásica y definida dentro de la estructura de la visión católica:
la muerte misma es un pasaje para la vida, es decir, la auténtica vida es la vida supraterrenal al
lado del creador. Por este mismo motivo, él considera, que para un cristiano, la enfermedad
mortal no puede ser ninguna enfermedad física. La mortalidad de la enfermedad es el seno de
la desesperación.

Consideró que la desesperación es la enfermedad mortal. El elemento definitorio de la agonía,


como enfermedad mortal, es la impotencia. Establece que la muerte se presente como una
salida posible ante la muerte. Define a la enfermedad mortal como un suplicio contradictorio:

- “morir eternamente, morir sin poder morir sin embargo, morir la muerte.”
- “morir la muerte. (…) significa vivir la propia muerte; y vivirla un solo instante, es
vivirla eternamente”.

Parece ser que la muerte, desde un prisma de las posibilidades, se presenta como la
impotencia de la potencialidad de las posibilidades y la apertura del tiempo. Parece que
Kierkegaard asocia la concepción del tiempo como el plano de la proyección de los proyectos
vitales. La desesperación supone actualizar la vivencia de la última posibilidad, pero sin llegar a
convertirse en un fenómeno; por otro lado, afirma “vivirla un solo instante, es vivirla
eternamente”.

Uno de los aspectos fundamentales de la concsitutición del espíritu del ser humano es la
síntesis de términos contradictorios como se indicó en el primer capítulo. Estos términos
aludían a la finitud e infinitud, temporalidad y eternidad, etc. Indica la posibilidad de la
conexión de ambos puntos a partir de las desesperación. Supone la apertura de la posibilidad
última, pero sin realizarse; quedarse en la pura transición sin finalizar.

La contradicción se traduce en la imposibilidad de realizarse la última posibilidad. La


desesperación se traduce en el deseo de alcanzar la última posibilidad, pero sin alcanzarla. El
deseo de morir solo se traduce en vivir. Es la impotencia total.

La imposibilidad de morir no radica en su dimensión temporal. Su fundamento es la eternidad


como fundamento de la constitución del ser humano. El cristiano no concibe que la muerte
temporal suponga el fin de su existencia. Esta supondría una transición a la vida supraterrenal,
que sería considerada como la auténtica vida. La muerte sería concebida como la aniquilación
de la eternidad, su fundamento; esto no es posible debido a que la eternidad no es producto
del espíritu, es su soporte. La desesperación, como enfermedad mortal, no puede alcanzar la
muerte.

Kierkegaard postula que la definición de la desesperación es el deseo de deshacerse del propio


yo. Otra modalidad de desesperación es el deseo de hacerse con su propio yo. La
desesperación es el deseo por ser sí mismo

Capítulo III

La desesperación es la enfermedad mortal.

El concepto de enfermedad mortal no debe ser asumido en su sentido literal. Este la definiría
como una enfermedad cuyo único fin es la muerte. La diferencia radica en la interpretación de
la muerte. Afirma que el fenómeno absoluto de la muerte se abre hermeneúticamente de un
modo dispar para el cristiano para el ateo.

El fenómeno de la mortalidad no se le abre al creyente como el fin último y posibilidad


definitiva de su existencia; es la vía deseada para la autentica vida, la celestial. El ateo supedita
su existencia a la muerte como fin en sí mismo. El mismo acontecimiento es desvelado para el
creyente como una mediación y para el segundo como un fin en sí mismo.

También podría gustarte