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Día 20.

SI JESÚS NO HUBIERA VENIDO, SU IGLESIA JAMÁS HUBIERA SIDO EDIFICADA.


Por. Manuel Sheran.
Mateo 16: verso 18. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré
mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

La palabra iglesia se traduce del griego “ekklesia” que significa asamblea o congregación
pública. Aparece 118 veces en el Nuevo Testamento en 115 pasajes. Y se usa para
referirse a un cuerpo de cristianos reunidos públicamente fuera de sus casas para adorar
a Dios.
Nunca se refiere a un edificio o a una denominación en particular.
Los católicos romanos afirman que cuando Cristo dijo estas palabras al Apóstol Pedro,
El estaba fundando la iglesia católica. Constituyendo a Pedro como su primer Papa.
Los protestantes podrían afirmar lo contrario. Esto es que Jesús estaba fundando la
iglesia protestante.
No obstante, entender a lo que se refiere Jesús en el idioma original nos ayuda a
interpretar correctamente sus palabras.
En contexto con el pasaje que leímos al principio, a Pedro se le es revelada la identidad
del Señor Jesús como el Cristo. El ungido que Israel esperaba para ser liberado de sus
pecados. El hijo del Dios viviente.
Esta poderosa verdad, dice Jesús, que es la roca sobre la cual edificará su iglesia.
Y no la persona de Pedro. Tal como lo afirman los romanistas.
En cuanto a la palabra iglesia que el Señor usa aquí, se refiere a lo que establecimos
anteriormente. El cuerpo de creyentes reunidos para adorar a Dios. Este es el designio
de Dios desde un principio. Desde que revela a Abraham, un gentil, la promesa que en
su nombre serían benditas todas las naciones. No solo Israel, que ni siquiera pasaba por
la mente de Abraham. Así que Dios desde siempre ha querido reunir a las naciones.
Gente de toda lengua, tribu y nación, en adoración a su nombre por su obra de salvación
en ellos.
Con la venida de Cristo y la fundación de la “ekklesia”, esta trae un cumplimiento profético
al plan de Dios. Pues al final eso es la iglesia. Gente de toda lengua, tribu y nación,
adorando a Dios cada vez que se reúnen para ofrecer culto a su nombre.
¿Pero como se refleja esa verdad en nuestra propia iglesia local?
Ahí todos somos de la misma nacionalidad y hablamos el mismo idioma.
Lo mismo sucede en Guatemala. En Estados Unidos, en Perú, en Francia, en Alemania.
¿Entonces como sabemos cuál es la verdadera iglesia de Cristo?
Porque hay dos sentidos en los que se utiliza la palabra “ekklesia” en el Nuevo
Testamento.
El primero es en un sentido general para referirse a la iglesia universal de Cristo.
Lo que en nuestro entendimiento bautista reformado, nuestra confesión llama la iglesia
invisible. Es decir, todos los cristianos de todas las nacionalidades y lenguas.
Reunidos en sus iglesias para adorar en su propio contexto.
No existe un lugar específico donde podamos ver a esta iglesia universal.
Por eso es invisible.
A diferencia de los romanistas que piensan que donde se reúne esta iglesia universal es
en el Vaticano.
Cada iglesia cristiana alrededor del mundo esta reunida Domingo tras Domingo para
adorar al Señor en su propio lugar. Cuando el Señor Jesús afirma en los versículos
siguientes de nuestro pasaje, que las puertas del Hades no prevalecerán contra su
iglesia, el no se está refiriendo a una iglesia específica. Sino a la iglesia universal. La
iglesia como un todo. La iglesia invisible porque no se puede ver porque está esparcida
por todo el mundo.
El segundo sentido entonces en el que se usa la palabra iglesia, es en el sentido
específico. Para referirse a un cuerpo local de creyentes reunidos en un lugar geográfico
específico. Cada iglesia local, es la representación visible de la iglesia invisible. ¿Como
sabemos que hay una iglesia universal? Porque la vemos reunidas en pequeñas
asambleas o iglesias locales. Así que cuando nosotros asistimos a nuestra propia iglesia
local, nosotros estamos asistiendo a la iglesia universal. Cuando el Señor habla a las
iglesias en Apocalipsis el no se está refiriendo a la iglesia universal.
El se está refiriendo a la iglesia de Éfeso, Tiatira, Esmirna, Laodicea, etc.
Las cartas de Pablo, él las envía a las iglesias de Corintio, Filipos, Colosas, Tesalónica,
etc. No a la iglesia universal, invisible. Sino a una iglesia local visible.
Cuando entendemos esto, entendemos que verdaderamente la iglesia es el pueblo de
Dios. El que prometió a Abraham en Genesis y que Dios congrega para sí mismo en
Apocalipsis.
Israel era una sombra de lo que sería su iglesia cuando Cristo la fundara.
Ahora la iglesia es la substancia o la revelación de lo que en su tiempo fue la nación de
Israel. No son dos cosas diferentes. No es que Dios desechó a Israel para escoger otro
grupo denominado iglesia. Afirmar esto es un error. Es lo que se llama teología de
reemplazo. No creemos ni afirmamos tal cosa. Afirmamos el plan original de Dios que se
manifestó primero con Israel y que se afirmó posteriormente con la iglesia, la verdadera
simiente de Abraham, el gentil.
Las asambleas de los judíos se limitaban exclusivamente al pueblo judío.
Dentro de esas asambleas únicamente los hombres podrían tener una participación
exclusiva en el ejercicio de la adoración.
Por ejemplo, la lectura de la ley estaba circunscrita únicamente a los hombres. Y los
hombres la enseñaban a sus mujeres e hijos. Se requerían ciertos rituales previos a la
participación.
Con la llegada de la iglesia en pentecostés, el concepto de iglesia trajo una revolución al
mundo de aquel entonces. Porque ahora en Cristo se unían judíos y gentiles a adorar.
Y no solo eso. Sino que podían participar hombres, mujeres y niños en los ejercicios de
adoración pública. Ya no se requerían rituales de purificación, kipá, talit ni filacterias.
Ahora cada uno podía adorar libremente al Dios vivo y verdadero que no hace acepción
de personas.
Si Jesús no hubiera venido, no hubiera un firme fundamento sobre el cual la iglesia sería
edificada.
Si Jesús no hubiera venido, la iglesia jamás hubiera sido edificada.
Si Jesús no hubiera venido, estaríamos excluidos de la adoración pública por no ser
judíos.
Si Jesús no hubiera venido, las mujeres y los niños estarían marginados de ciertas
prácticas de adoración.
Gracias a que Jesús vino, ahora podemos disfrutar de estas libertades que muchas
veces despreciamos conscientemente al no asistir a la asamblea.
Poder tener una iglesia y participar del culto de adoración con la lectura de la palabra, el
canto congregacional y las oraciones, es un privilegio que Cristo ganó para nosotros al
venir a la tierra y morir por nuestros pecados.
No menospreciemos su sacrificio al no participar del culto a él. Si eres parte de una iglesia
local, congrégate. Ama tu iglesia. Pues Cristo murió por ella, para que tú pudieras
congregarte y ser de ese pueblo que en el final de los tiempos le adora a una voz por
sus inigualables victorias.

Oración. Dios de toda bondad, Padre de misericordias. Gracias nuevamente por enviar
a tu hijo Cristo para ser el firme sostén de tu iglesia. Gracias porque en El, tu has llamado
a gente de toda lengua, tribu y nación para que te adore dándote culto en cada iglesia
local. Ayúdanos a no menospreciar este hermoso regalo de tu gracia. Y a honrarte en
todo momento congregándonos con nuestros hermanos. Para que cuando tu vuelvas por
nosotros, podamos ser parte de ese cuerpo de santos redimidos que adoran tu nombre
con vestiduras blancas. Que a una voz cantan: ¡Digno es el cordero de Dios! Amén.

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