I. Funciones del lenguaje según Bühler. Teoría del lenguaje es una obra capital. Publicada en 1934, hoy en día sigue considerándose como uno de los libros imprescindibles en los estudios lingüísticos. Consta de un prólogo, una introducción y cuatro capítulos en los cuales desarrolla, metódica y originariamente, sus concepciones sobre el lenguaje. En la introducción señala Bühler la manera como discurrieron los estudios sobre el lenguaje, “ayer” y “hoy”. Los cuatros capítulos se titulan. Los principios de la lingüística. 1.El campo mostrativo del lenguaje y los demostrativos. 2.El campo simbólico del lenguaje y los nombres. 3.Estructura del habla humana: elementos y composiciones. Las ideas fundamentales de Bühler que platón había manifestado en el diálogo Cratilo que el lenguaje es un organon (instrumento) para comunicar uno a otro algo sobre las cosas” (pág.36). En este momento, entonces comienzan a definirse las tres funciones del lenguaje. En un trabajo previo que data de 1938, Bühler había dicho: “Triple es la función del lenguaje humano: manifestación, repercusión y representación”. Es la función primordial o principal del lenguaje, pues es la que transmite información más amplia. Emplea símbolos. Es la única específica del ser humano. La función sintomática o expresiva, en virtud de su dependencia del factor de la comunicación emisor, cuyos sentimientos refiere o expresa. 1. La función simbólica o representativa se centra en las cosas, seres y relaciones del mundo real o universos imaginarios posibles, de las cuales da cuenta o informa objetivamente. Se centra en el factor de la comunicación referente. Es la función primordial o principal del lenguaje, pues es la que transmite información más amplia. Emplea símbolos. Es la única específica del ser humano. 2. La función sintomática o expresiva, en virtud de su dependencia del factor de la comunicación emisor, cuyos sentimientos refiere o expresa. Emplea síntomas.
3. La función señalativa o apelativa, mediante la que se influye en el factor de la
comunicación receptor del mensaje denotando órdenes, mandatos, sugerencias o preguntas. Utiliza señales. II. Funciones del lenguaje según Román Jakobson. Roman Jakobson analiza seis componentes en el proceso de comunicación, a cada uno de los cuales corresponderá una función: emisor (función expresiva), receptor (conativa), referente (referencial), código (metalingüística), mensaje (poética) y canal (fática). M. A. K. Halliday propone otro modelo, que reagrupa las ya conocidas y añade otras nuevas: interpersonal (relación entre interlocutores), ideacional (representación verbal de la realidad), heurística (acceso al conocimiento a través del lenguaje) y textual (referencia de la lengua a sus propios mecanismos y estructuras). En el uso de la lengua estas funciones no se excluyen mutuamente, sino que pueden actuar simultáneamente; no obstante, en determinados enunciados y textos puede haber predominio de algunas de ellas. En la didáctica de segundas lenguas, las propuestas nociofuncionales han realizado una adaptación del concepto de función como finalidad comunicativa, y han elaborado listas de posibles intenciones de los interlocutores en diversas situaciones de relación social. Las propuestas se inspiran en la teoría de los actos de habla de J. Searle. Si bien las funciones del lenguaje establecidas en la teoría lingüística se limitan a un reducido número, y los actos de habla de J. Searle se pueden clasificar en cinco grandes grupos, las listas de funciones propias de la didáctica de segundas lenguas son mucho más largas y detalladas. Las más conocidas de estas listas de funciones comunicativas son las que publicó el Consejo de Europa con el nombre de Nivel Umbral, elaborado a partir de finales de los años 70 del siglo XX, para todas las lenguas europeas. Estos fines han sido objeto de estudio desde los tiempos de la retórica clásica, pero en la lingüística moderna es Karl Bühler quien, en 1918, hace una primera exposición de las funciones del lenguaje, que describe y clasifica en número de tres: la función expresiva, la apelativa y la referencial; con ellas remite a los tres elementos de la comunicación en los que el lenguaje puede desempeñar una función: el emisor, el receptor y el objeto de la comunicación, respectivamente. Otros autores han elaborado posteriormente una teoría acerca de las funciones del lenguaje, ampliando o sintetizando el número de elementos sobre los que éste actúa. Con las nuevas teorías han ido apareciendo nuevos términos; así, al emisor y al receptor se les denomina también enunciador, destinatario, interlocutores, etc.; a la función expresiva se la denomina también emotiva; y a la apelativa, conativa. III. Usos del lenguaje. ¿Qué es el lenguaje? El lenguaje es la capacidad que tiene el ser humano para expresarse y comunicarse, a través de diversos sistemas de signos: orales, escritos o gestuales. La comunicación requiere de este sistema de signos para llegar al objetivo del entendimiento común. Diversos factores entran en juego cuando se realiza la comunicación por medio del lenguaje, se ponen en marcha funciones como la inteligencia y la memoria lingüística. El lenguaje constituye una de las características principales que separa al género humano de los animales. Es una capacidad innata que todos los individuos tienen, que comienza a desarrollarse a partir de la gestación y se establece definitivamente en la relación que mantiene el individuo con el mundo social en el que se desarrolla. Dominar esta capacidad de comunicación le permite a cada individuo expresar el mensaje que desea transmitir de un modo particular. Origen del lenguaje El lenguaje surge de la necesidad de los hombres de establecer relaciones sociales con el fin de la supervivencia de la especie humana. A lo largo del tiempo, fueron surgiendo diversos sistemas y lenguas que permitieron la exteriorización del lenguaje y la mejor comunicación entre los individuos. Funciones del lenguaje
Diversos autores establecen que el lenguaje tiene seis funciones:
Función referencial o informativa. El individuo hace uso del lenguaje con
el único fin de comunicar una determinada información, sin emitir juicio de valor ni queriendo causar algún tipo de efecto en el receptor. Por ejemplo: Hoy es un día de sol. Función emotiva. El emisor comunica un mensaje e intenta transmitir algún estado de ánimo, sentimiento o emoción. Por ejemplo: Me duele mucho su partida. Función apelativa. La comunicación se centra en el receptor con el objetivo de provocar en él alguna reacción en particular, ya sea para que haga o deje de hacer algo. Por ejemplo: Apaga el televisor, por favor. Función fática. La comunicación se centra en el canal de transmisión y lo que se intenta es comprobar que continúe abierto para así poder establecer o continuar con una comunicación. Por ejemplo: Hola, ¿sí? ¿Me escuchas? Función estética. La comunicación se centra en el lenguaje en sí, que es utilizado con el objetivo de crear algún tipo de belleza. Esta función predomina en novelas, cuentos, poesías, canciones y otras creaciones. Aquí lo que importa del lenguaje no es su contenido, sino su forma. Por ejemplo: Todas las hojas son del viento, menos la luz del sol. (Luis Alberto Spinetta). Función lingüística. La comunicación se centra en el código, se utiliza una lengua para hablar de ella misma o de otra. Por ejemplo: Zapato se escribe con Z, no con S.
El uso del lenguaje comprende varios aspectos como los de la comunicación
humana mediante las lenguas naturales. Estos aspectos engloban desde la interpretación semántica o significado social de las oraciones en ciertos contextos lingüísticos, tratado por la pragmática; hasta los aspectos sociolingüísticos, pasando por los aspectos de política lingüística como la estandarización y de los usos normativos de una lengua. El lenguaje es utilizado para interactuar, expresarse, para la comunicación. En toda cultura suele establecerse un consenso mínimo para establecer cuál es el modelo más prestigioso o el patrón más digno de imitar por todos cuando se usa una lengua. A este consenso mínimo se le llama norma lingüística y se expresa por medio de una ortología o preceptos para expresarse con corrección en la lengua hablada, y una ortografía o preceptos para expresarse con corrección en la lengua escrita. La norma estadística o democrática establece que lo correcto es la frecuencia más alta de uso de una forma o costumbre expresiva; la norma geográfica, por lo contrario, afirma que lo correcto es la forma de expresión de una ciudad o de una región, por lo general donde se encuentra la Corte o el gobierno de un país; larada digna de imitar, mientras que la norma académica estima que lo correcto es lo establecido por una academia de sabios expertos en el tema, como las Reales Academias de la Lengua de Francia o España; la norma cultural, por otra parte, estatuye que el modelo de lengua viene dado por un texto considerado clásico o sagrado por una cultura, como el Ramaiana y el Majabhárata para el sánscrito, los poemas de Homero para los griegos, el Corán para los árabes, el hebreo bíblico para los judíos o el latín de Cicerón para los humanistas. Asimismo, un principio de economía restringe la cantidad de elementos que pueden usarse en la comunicación a la menor cantidad posible a fin de que el instrumento sea flexible y no exija demasiado número de elementos compositivos. A tal fin todas las lenguas humanas obedecen a la fórmula matemática que establece que su número de fonemas es inferior al de sus morfemas, su número de morfemas inferior al de sus lexemas y su número de lexemas inferior al de sus semas o significados. Asimismo, en los lenguajes naturales la recursividad no es indefinida más allá del límite de la comprensión humana y se halla limitada, restringida y complementada por unos factores de la comunicación concretos, estudiados por Shannon y Weaver, de los cuales son también operativos para la feliz intelección del mensaje el contexto lingüístico y la situación física espaciotemporal. IV. Clasificación de los usos del lenguaje según Carlos Santiago Nino. Carlos Santiago Nino fué, sin dudas, uno de los juristas más destacados de Argentina en el siglo pasado. Pese a haber vivido apenas casi 50 años nos ha dejado un legado y una obra que hoy, ya a 25 años de su muerte, sigue deslumbrando, enseñando, sorprendiendo. La variedad de los temas trabajados es notable ya que ha pasado por el derecho penal, por los derechos humanos, la filosofía del derecho, el derecho constitucional e infnitos subtemas y categorías siempre ellos tratados con agudeza, profundidad y una visión completa del problema tratado. Me concentraré en uno de ellos que me interesa particularmente: el de la interpretación y el derecho[1].
Suele plantearse que la interpretación de una norma empieza por su lenguaje.
Nino, por cierto, analizaba -como se verá más adelante- el aspecto linguístico, pero lo insertaba en un proceso convencional (en relación con la Constitución) que podia dar inicio con la sanción de un texto[2] y que constituye una práctica social en la que las decisiones del gobierno y de la Corte Suprema son decisivas[3]. Sin embargo, las normas jurídicas son claves en ella y se encuentran redactadas en lenguaje natural, aún cuando puedan contener aspectos linguísticos y términos con mayor o menor grado de «técnicisimo». Al no tratarse de lenguajes estrictamente artificiales, como la lógica o la matemáticas, los problemas de incertidumbre son moneda corriente. Por más perfecta que se redacte una norma, siempre existirán, concreta o potencialmente, aspectos problemáticos en relación con su significado. Existe, además, una indeterminación en el lenguaje (legal y constitucional) que es clara y que, cabe acotar, en muchas ocasiones es incluso deseada por los mismos redactores o constituyentes, por ejemplo por no ponerse de acuerdo en el contenido del texto a establecer. Dice Nino[4] que las constituciones son el “resultado de compromisos entre ideologías e intereses contradictorios que se reflejan en tensiones entre distintas disposiciones”. Por tanto, la «vaguedad» del lenguaje que tiene «textura abierta» deriva, siguiendo al autor y textos citados, de las siguientes indeterminaciones características del mismo:
1. Semánticas, o sea vinculadas con las palabras, y aquí encontramos
problemas de vaguedad en ellas, como por ejemplo los términos «representativo» o «republicano» en el art. 1 de la Constitución Argentina (en adelante CN) o de ambigüedad, que tienen más de un significado, como por ejemplo el término «sostener» del art. 2 CN. 2. Sintácticas, referidas a la ambigüedad pero en este caso de la oración. Un ejemplo se encuentra en la redacción del art. 19 CN sobre las acciones privadas y su relación con el resto de la oración. 3. Pragmáticas, que comporta no tener en claro cuál es la función de la norma, es decir si la oración en ella contenida prescribe, describe, etc. En nuestra CN su preámbulo es un ejemplo de esto. 4. Indeterminaciones lógicas, las que se dan en distintas formas: 5. Lagunas, es decir aspectos que no están contemplados específicamente en el ordenamiento. Suelen existir las llamadas «normas de clausura», como por ejemplo el art. 19 CN primera parte, el 75 inc. 32, o el art. 121, que no logran superar el defecto. 6. Contradicciones, que pueden ser tanto de tipo total/total; total/parcial o bien parcial/parcial. La exigencia que existía para ser presidente, antes de la reforma constitucional de 1994 en nuestra CN junto con el art. 2 CN y el 14 CN que regula la libertad de cultos puede ser un ejemplo de ello. 7. Redundancias, que es cuando un tema se encuentra regulado repetidamente -y no siempre estipulado en forma exactamente coincidente- como por ejemplo el caso del juicio por jurados (arts. 24; 75 inc. 12 y 118 CN), que paradógicamente no tiene plena vigencia en nuestro país. Los aspectos del lenguaje generan problemas de interpretación. Los juristas, a lo largo de la historia, han intentado buscar criterios de solución y lo han hecho mediante diferentes «métodos de interpretación” que han pasado por el gramatical; el exegético; el dogmático o lógico-sistemático; el de la escuela histórica; el de la libre investigación científica; el de la escuela del derecho libre en base al cual el juez usa su criterio de justicia; el positivismo con Kelsen que entiende que hay varias posibilidades dentro del marco legal; el realismo, entre otros. Esto confirma que no hay métodos interpretativos únicos o verdaderos, sino que ellos conducen a un resultado posible. Es más, llevan a resultados distintos –y casi siempre en alguna forma contradictorios- según se aplique un método u otro.
Las «normas» se encuentran redactadas[5] en lenguaje natural y adolecen de sus
problemas. Para “interpretar” es determinante el concepto de ley, Constitución y de derecho ya que no es lo mismo si es normativo o sociológico, formal o material, etc., y se relaciona, a su vez, con las diferentes “fuentes” del derecho que los determinan[6].
Parece relevante definir que se entiende por «interpretar». Aparecen, al menos,
dos posturas diferenciadas, usadas normalmente en los discursos jurídicos en forma entremezclada. La primera entiende que interpretar es determinar el sentido de una norma (interpretación en sentido restringido o abstracto)[7]. Puede ser realizada por cualquier persona sin importar el cargo, la función o el rol que ocupe[8] ya que no se vincula con efectos posteriores, sino con la mera asignación de sentido o signficado de la norma. La segunda forma es cuando se considera que dicha asignación de significado se da cuando ella comporta la integración y aplicación de la norma, es decir que se le da un sentido a la norma pero se la relaciona con el resto del ordenamiento y se la utiliza o aplica en un caso puntual (interpretación en sentido amplio o en concreto).