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Capítulo 5 - El terapeuta
La psicoterapia requiere dos clases de competencias: formación especial y ciertos atributos personales. La
personalidad del terapeuta es más importante que su formación profesional.
(Más reconocida por los rogerianos que por cualquier otra escuela).
En vez de cargar al futuro profesional con demasiados conocimientos especializados, podemos dedicarnos
mucho más a desarrollar las dimensiones afectivas y morales de su potencial humano.
¿El ejercicio de esta clase de trabajo requiere cierto tipo de personalidad o cualidades personales
“superiores”?
La persona que asume la tarea casi sobrehumana de “explicar al cliente como es el mismo” difiere
sensiblemente de la personalidad del profesional que se considera como un simple intermediario o
catalizador.
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Este comportamiento no se puede aceptar a voluntad según las necesidades del momento. Un individuo no
es capaz de empatía si interiormente no está organizado de un cierto modo. Para acrecentar su poder de
empatía tiene que reorganizar su sistema de necesidades, intereses y valores.
Empatía vs simpatía: Ambos representan una resonancia de los sentimientos de los demás. Pero la
simpatía se refiere esencialmente a las emociones. Su campo es más reducido que el de la empatía. La
empatía en cambio se refiere a los aspectos tanto cognitivos como emocionales de la experiencia de los
demás. Se esfuerza por aprehender esta experiencia a partir del punto de vista de la persona que las
experimenta, no a partir del ángulo subjetivo.
● Concepción positiva y liberal del hombre y de las relaciones humanas: modos de pensar y de
reaccionar que se enraízan en la personalidad y que tienden a expresarse en un estilo de vida. ¿Los
individuos son capaces de adquirir actitudes que son opuestas a sentimientos y convicciones firmemente
enraizadas?
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La personalidad es un sistema de valores y necesidades movido por tendencias que buscan mantener ese
sistema. Los que están abiertos a su experiencia, se encuentran comprometidos a un proceso de
modificación constante.
Una ocasión nos pone en contacto con algo que nos llama la atención por ciertos aspectos susceptibles de
revalorizar nuestro yo. Inmediatamente eso se convierte en un valor para nosotros. Al convertirse en un
valor tiene el poder de llamar nuestra atención y así nos damos cuenta de los diversos aspectos bajo los
que se manifiesta. Como resultado aprendemos a conocerla mejor y a amarla mejor. Se establece un
proceso de identificación: lo que en principio era exterior a la personalidad, se vuelve integrante. Cuando
este proceso está alimentado por un esfuerzo consciente, la asimilación de valores nuevos es más
rápida.
Tal conversión exige un esfuerzo sostenido de introspección y reflexión crítica.
Además hacen falta dos cualidades de las que ningún terapeuta podría prescindir:
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¿Qué tipos de conocimientos de sí mismo debe tener el buen terapeuta?
El funcionamiento óptimo de la personalidad. No se trata de una imagen intelectual del yo, sino más bien de
algo vital o existencial. Es un conocimiento del yo tal como actúa en cada momento en la situación
inmediata. UNA APERTURA CONSTANTE A LA EXPERIENCIA.
(2-6 son variables, cuanto más se realicen, más posibilidades tiene de producirse el proceso terapéutico y
mejores serán los efectos)
También sucede que el contacto tenga que pasar un lapso de tiempo antes de que el proceso pueda llamarse
verdaderamente terapéutico.
Para que el cliente perciba estos sentimientos y actitudes, no es necesario comunicarnos de modo verbal,
sino que se dé de modo fortuito, por alguna observación o gesto espontáneo.
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Teniendo en cuenta también las características individuales de cada cliente, cada uno hace un uso diferente y
personal de la relación que se ofrece. No es útil ni necesario manipular la relación para adaptarla a los
diferentes sujetos.
Para que la relación sea terapéutica, es necesario que la experiencia inmediata del terapéuta esté
correctamente representada o simbolizada en su consciencia. Es necesario que los sentimientos y actitudes
que tiene hacia el cliente estén plenamente disponibles a su consciencia. Este estado de acuerdo interno del
terapéuta debe incluir las actitudes de consideración positiva incondicional y de comprensión empática.
La presencia de esta condición puede limitarse a la relación que tiene con el cliente. Basta que se dé esta
condición durante los períodos de contacto con el cliente, durante las entrevistas.
B. El proceso de la terapia
Cuando las condiciones están presentes y se mantienen, se pone en marcha el proceso de terapia.
1. El cliente se siente cada vez más capaz de expresar sus sentimientos de modo verbal y no verbal.
2. Los sentimientos que expresa se refieren cada vez más al yo, por oposición al no-yo (ambiente).
3. Se vuelve cada vez más capaz de distinguir los objetos de sus sentimientos y de sus percepciones. Esto
se aplica tanto a la noción del yo y experiencias, como el mundo exterior, otras personas y a las
relaciones con estas. La simbolización de sus experiencias se vuelve más diferenciada.
4. Los sentimientos que expresa se refieren cada vez más al estado de desacuerdo entre ciertos elementos
de su experiencia y su noción de yo.
5. Siente conscientemente las amenazas del estado de desacuerdo interno.
a. La experiencia (toma de conciencia de este estado) de amenaza se hace posible gracias a la
consideración positiva incondicional que el terapeuta le demuestra.
6. El cliente comienza a experimentar plenamente sentimientos que hasta entonces había deformado o no
confesado.
7. La imagen del yo cambia hasta permitir la integración de elementos de experiencia que habían sido
deformados o no confesados.
8. A medida que continúa la reorganización de la estructura del yo, el acuerdo entre la estructura y la
experiencia total aumenta constantemente. El yo se vuelve capaz de asimilar elementos de experiencia
que antes eran demasiado amenazadores para que la consciencia los admitiera. A medida que las
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experiencias amenazadoras disminuyen, las deformaciones y bloqueos de las experiencias disminuyen
también. La conducta se vuelve menos defensiva.
9. El cliente es cada vez más capaz de sentir la consideración positiva incondicional que el terapeuta le
muestra sin sentirse amenazado por esta experiencia.
10. El cliente siente una actitud de consideración positiva incondicional cada vez mayor respecto a sí mismo.
11. Se va dando cuenta que el centro de valoración de su experiencia es él mismo.
12. La valoración de su experiencia se hace cada vez menos condicional y se lleva a cabo cada vez más
sobre las experiencias vividas.
Los que están en negrita deben ser considerados como necesarios.
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A. Como el número y la variedad de las experiencias compatibles con la imagen del yo aumenta, el
número de las conductas que pueden ser aceptadas por el yo aumenta también.
B. Por lo mismo, las conductas que antes no eran compatibles con la imagen del yo y que por ello no se
confesaban, disminuye en cantidad.
C. El sujeto se percibe como más apto para controlar y dirigir su conducta.
14. La valoración de la conducta del sujeto por terceras personas es más favorable . Se le juzga más
maduro y más social.
15. Como consecuencia de C1, C2 y C3 el sujeto se revela como un ser más creativo, flexible, más capaz
de adaptarse a condiciones nuevas. Un ser que expresa más plenamente sus metas y sus valores
propios.
Cuanta más angustia sienta el cliente, más realice el terapeuta un estado de acuerdo interno, más sentimientos
de consideración positiva incondicional y de empatía hacia el cliente tenga el terapeuta, más se de cuenta el
cliente de la existencia de tales sentimientos. La experiencia terapéutica será más profunda, los cambios de la
personalidad y de la conducta serán más importantes y numerosos.
● El individuo es capaz de tomar consciencia de los factores de su mal funcionamiento psíquico, factores
que residen en la falta de acuerdo entre la noción que tiene de sí mismo y el conjunto de su experiencia.
● Tiene la capacidad para reorganizar su noción de yo de modo que se haga más compatible con la
totalidad de su experiencia, y tiene tendencia a poner en práctica esa capacidad. Es capaz de sustituir su
funcionamiento psíquico por el buen funcionamiento psíquico y tiene tendencia a hacerlo.
● En el caso de que esta capacidad y esta tendencia no existan más que en un estado latente, se
desarrollarán en toda relación con una persona que realice, en el marco de esta relación, un acuerdo
interno, tenga hacia el interesado una actitud de consideración positiva incondicional y una comprensión
empática, consigan, en cierto modo, comunicar estas actitudes al interesado.
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El individuo tiene la capacidad inherente de orientarse, dirigirse y controlarse, siempre que se den ciertas
condiciones. Sólo en ausencia de estas condiciones son necesarios una dirección y un control externos para
asegurar un desarrollo y una conducta favorables y ordenados.
Ser real implica la difícil tarea de darse cuenta del flujo de experiencias que transcurren dentro de uno mismo.
Tiene dos caras, la interna y la externa. La interna es el grado en el que el terapeuta tiene acceso al
consciente o se muestra receptivo a todos los aspectos de su experiencia. (CONGRUENCIA). La cara externa
hace referencia a la comunicación explícita de sus percepciones conscientes, actitudes y sentimientos.
(TRANSPARENCIA). Comunicar las impresiones y experiencias personales.
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La congruencia es correlativa a la aceptación, no puede darse una apertura a la experiencia del cliente si no
la hay para la propia experiencia. Sin apertura no puede haber empatía.
El terapeuta nunca puede llevar al cliente más allá de lo que él mismo es como persona.
INCONGRUENCIA
Aspectos de la vida a los que no nos hemos enfrentado, vulnerabilidades personales. Puede hacer que la
experiencia del cliente no emerja plenamente. Puede hacer que nos sintamos amenazados e incapaces de
seguir con serenidad ciertas experiencias de los clientes. Si estamos atareados manteniendo el propio
equilibrio, se interrumpe la profundización del proceso auto exploratorio del cliente.
Cuando logro sentir con libertad la capacidad de ser una persona independiente, descubro que puedo
comprender y aceptar al otro con mayor profundidad porque no temo a perderme a mi mismo.
Tener la capacidad de ser firmes como rocas. Enfrentarse a emociones fuertes sin hundirnos. Compartir el
mundo del otro poniendo el nuestro entre paréntesis. Estructura personal y núcleo bien definidos.
También es el cliente quien sostiene otro espejo frente a mí, mostrándome lo que soy, siento y experimento.
Se pueden tocar y transformar aspectos dormidos de mi propia vida de los que no me había percatado antes.
Inconsistencia entre lo que el individuo dice y lo que expresa con sus gestos o tono de voz. Las indicaciones
de desacuerdo, tensión o ansiedad se consideran evidencias menos directas pero igualmente importantes de
la falta de congruencia. El individuo no está abierto a darse cuenta de algunos aspectos de su existencia, que
carece de integración y es, en cierto modo, incongruente.
Congruencia y empatía
Un alto nivel de congruencia garantiza un gusto personal por la comunicación de la empatía de forma que el
cliente no lo experimenta como una aplicación rígida de la técnica.
Aunque el terapeuta fundamentalmente se centra en el mundo experiencial del cliente, su comprensión
siempre es muy personal en el sentido de que sus intervenciones se originan desde su propia experiencia de
lo que el cliente le dice.
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La empatía profunda significa “escuchar con el tercer oído” en el que es importante un contacto regresivo con
los niveles más profundos de los sentimientos propios y la habilidad de poder imaginar lo que se sentiría en
una situación parecida.
Un terapeuta también puede ser empático en base a su propio fluir de pensamientos y sentimientos a la hora
de expresar lo que le pasa al cliente, tratando de evocar la sensación sentida de lo que dice el cliente.
TRANSPARENCIA
La capa más externa de la autenticidad.
La comunicación explícita por parte del terapeuta de sus propias experiencias.
No se puede funcionar de modo de pantalla en blanco porque cada terapeuta evoca diferentes sentimientos
en su cliente y esto puede ser un elemento de éxito o fracaso.
Que el terapeuta siga a su cliente desde dentro del marco de referencia del propio cliente es una
característica fundamental propia de la identidad de la terapia centrada en el cliente.
Contexto en el que se aceptan intervenciones auto-expresivas. La terapia centrada en el cliente
evolucionó de la no directividad a lo experiencial y esto posibilitó que el terapeuta pudiera introducir en el
contexto terapéutico algo de su propio marco de referencia, mientras siguiera el camino experiencial del
cliente.
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La genuinidad del terapeuta es uno de los elementos de la relación que favorecen que el cliente se decida a
confiar sus sentimientos íntimos más profundos.
¿Sumergirse en el mundo del otro y ser minúsculo o interactuar como individuo y usar la experiencia de cada
uno para el crecimiento del paciente?
Todas las influencias hicieron de la terapia centrada en el cliente una terapia mucho más interaccional en la
que el terapeuta no sólo funcionaba como un alter ego sino también como un polo independiente de
interacción que en ocasiones expresa al cliente sus propios sentimientos sobre la situación. El proceso se
vuelve más un diálogo, un encuentro.
Transferencia y transparencia
Transferencia es una ficción inventada y mantenida por los terapeutas para protegerse a sí mismos de las
consecuencias de su propio comportamiento.
Si el cliente es una persona con problemas, posiblemente no pueda evitar crear dificultades en la otra
persona que se relaciona muy de cerca con él. Posiblemente no pueda mantener sus problemas para sí
mismo mientras se relaciona íntimamente con el terapeuta. Irremediablemente, el terapeuta experimentará
sus propias versiones de las dificultades, de las confusiones y los bloqueos que ha de tener lugar en la
interacción. Sólo cuando se cumplen estas dos condiciones la interacción va más allá de ellos y puede
cumplir su función terapéutica con el cliente.
No sólo pantalla en blanco, sino mantener un trato transparente en el momento adecuado con lo que vive en
la interacción entre el cliente y él, y desde ahí expresar su versión de la interacción.
Estar atento a los aspectos comunicacionales en la relación y en lo que el cliente le hace o le dice.
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