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El cuento perverso de la

Hidrovía

Por Mempo Giardinelli

22 de febrero de 2021 - 01:21






Aparte de la agenda cretina que impone la beligerante oposición, esta
semana que pasó fue también de intensos debates patrióticos alrededor
de la perdida, pero todavía recuperable soberanía sobre el río Paraná.

Soberanía sin medias tintas, es la consigna de much@s compatriotas


para quienes es urgente terminar con las concesiones -–como la de
Menem al consorcio belga Jean-de Nul-– que además fue incontrolada
durante un cuarto de siglo y hasta el día de hoy.

En pleno empiojamiento ético e incomunicacional de la vida política,


fogoneado por mentidiarios, telebasura y pretendidos éticos de lengua
que la van de moralistas -–y en un contexto en que a los estragos de la
peste, la justicia manipulada, el abuso empresarial, bancario y de los
agrobandidos, se suman la creciente violencia opositora de corte
fascista y sus mitologías idiotas–- el drama fundamental de este país es
el hambre que padecen millones de compatriotas.

A ese cuadro, grave de por sí, se suma ahora un problema que parece
que la sociedad no termina de registrar y que quizás dure todavía
mucho tiempo: la República Argentina está empezando a librar la
gran batalla de la soberanía, que se ha iniciado ya y que simboliza
la mal llamada "hidrovía". Palabra que no existe en el idioma
castellano ni existe como sujeto geográfico. Es un concepto de valor
comercial exclusivamente y forma parte de la ya larga invasión de
vocablos utilizados por intereses comerciales neoliberales que han
venido colonizando la conciencia de nuestro pueblo.

Esto lo saben muy bien las multinacionales que se han apoderado de


nuestro río y al convertirlo en "hidrovía" nos obligan a discutir otras
cosas, que además dominan ellos: el comercio exterior; el contrabando
de entrada y de salida; el pesaje que jamás hacen porque todo lo que
dicen exportar son meras declaraciones juradas que nadie controla y
así las únicas estadísticas son las de la Bolsa de Comercio. Así nos
roban la riqueza, porque nos han robado la soberanía. Y así centenares
de barcos paraguayos van y vienen sin control de lo que entra ni de lo
que sale, mientras Senasa y Prefectura no tienen autoridad para
controlar nada seriamente, ninguna de las provincias ribereñas recibe ni
un peso de impuestos y tampoco los pagan las grandes empresas. Que
además manejan bancos y controlan la moneda, y con ello toda la
economía.

El río Paraná es un río, no una hidrovía. De igual modo que el


Mississipi y el Missouri en EEUU son ríos, no hidrovías. Y el Sena en
Francia; el Elba y el Danubio en Alemania, o el Volga en Rusia, no son
hidrovías, son ríos y orgullos de sus pueblos, como siempre lo fue el
Paraná para nosotros. Y esta precisión no es asunto baladí, sino
fundamental, porque jamás podremos defender bien, nada, si
hablamos el idioma que imponen los intereses, nacionales o
extranjeros.

En el contexto político-económico argentino actual, en el que todavía no


se deroga la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz y el FMI
sigue dictando cátedra, sin auditoría de la deuda y con creciente
deterioro y abuso ambiental, la cuestión de la soberanía es decisiva por
lo menos en sentido primario, ya que soberanía es la capacidad de un
pueblo de decidir su destino, su vida colectiva y el ejercicio de sus
derechos sin injerencia de otros gobiernos o alianzas que pretendan
estar por encima de la voluntad popular.
En circunstancias en que estamos cumpliendo 175 años desde nuestros
símbolos de soberanía que son la Batalla de la Vuelta de Obligado y la
heroica victoria en Punta Quebracho (hoy prácticamente ignorada)
puede afirmarse que junto con Malvinas y nuestras islas del Atlántico
Sur, hoy posesiones inglesas, nunca la soberanía nacional estuvo tan
en riesgo como ahora.

Tras la infortunada derrota electoral de 2015, que desató el


arrasamiento de nuestra tierra, nuestras montañas, nuestras riquezas
boscosas, nuestro subsuelo y nuestras extensiones atlánticas, ahora es
imperioso recuperar el control estatal de nuestro Padre Río al que
llegan hoy, en 2021, más de 2 millones de camiones y 250.000
vagones al año, y todo se concentra en unos 30 puertos fluviales sobre
el Paraná, donde están las más grandes fábricas de aceite del mundo,
el 80% extranjeras.

Pero no sólo eso: nunca en dos siglos de historia la Argentina


produjo tanta riqueza como ahora. Nunca. Desde las montañas, las
pampas y los ríos interiores, la riqueza fluye en esas camionadas que
se desplazan a tope con metales, granos, carnes, maderas y todo lo
que produce este país generoso hasta las lágrimas, y que, siendo
fabuloso, parece condenar a casi 50 millones de habitantes.

Casi toda la producción desemboca en nuestro río, y no sólo eso:


tambié

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