Está en la página 1de 2

Borrachera de patrioterismo nacionalista - 23.04.2012 - lanacion.

com Página 1 de 2

Lunes 23 de abril de 2012 | Publicado en edición impresa

Opinión

Borrachera de patrioterismo nacionalista


Por Mario Vargas Llosa | Para LA NACION

ADRID.- La expropiación del 51% del capital de YPF , propiedad del grupo Repsol,

M decidida por el gobierno de la señora Cristina Fernández de Kirchner, no va a devolver a


la Argentina "la soberanía energética", como alega la mandataria. Va, simplemente, a
distraer por un corto período a la opinión pública de los graves problemas sociales y
económicos que la afectan con una pasajera borrachera de patrioterismo nacionalista, hasta que, una
vez que llegue la hora de la resaca, descubra que aquella medida ha traído al país muchos más
perjuicios que beneficios y ha agravado la crisis provocada por una política populista y demagógica que
va acercándolo al abismo.

Las semejanzas de lo ocurrido a Repsol en Buenos Aires con los métodos de que se ha valido el
comandante Hugo Chávez en Venezuela para nacionalizar empresas agrícolas e industriales son tan
grandes que parecen obedecer a un mismo modelo. Primero, someterlas a un hostigamiento
sistemático que les impida operar con normalidad y las vaya empobreciendo y arruinando y, luego,
cuando las tenga ya con la soga al cuello, "quedarse con ellas a precio de saldo", como ha explicado
Antonio Brufau , el presidente de Repsol, en la conferencia de prensa en la que valoró en unos ocho
mil millones de euros el precio de los activos de la empresa víctima del expolio. Durante algunos años,
la opinión pública venezolana se dejó engañar con estas "recuperaciones patrióticas" y "golpes al
capitalismo" mediante los cuales se iba construyendo el socialismo del siglo XXI, hasta que vino el
amargo despertar y descubrió las consecuencias de esos desafueros: un empobrecimiento
generalizado, una caída brutal de los niveles de vida, la más alta inflación del continente, una
corrupción vertiginosa y una violencia que ha convertido a Caracas en la ciudad con el más alto índice
de criminalidad de todo el planeta.

Desde hace algún tiempo el gobierno argentino multiplica estas operaciones de distracción para
compensar mediante gestos y desplantes demagógicos la grave crisis social que ha provocado él
mismo con su política insensata de subsidios al consumo, de intervencionismo en la vida económica, su
conflicto irresuelto con los agricultores y la inseguridad que han generado su falta de transparencia y
constantes retoques y mudanzas de las reglas de juego en su política de precios y de reglas para la
inversión. No es sorprendente que la inflación crezca, que la fuga de capitales, hacia Brasil y Uruguay
principalmente, aumente cada día y que la imagen internacional del país se haya venido deteriorando
de manera sistemática.

Primero fue la guerra contra los diarios más prestigiosos del país, LA NACION y Clarín, con
acusaciones y amenazas que parecían preceder su secuestro y clausura -espada de Damocles que
aún pende sobre ellos, pese a lo cual ambos órganos han mantenido valerosamente su independencia-
y, luego, más recientemente, la resurrección del tema de las Malvinas. En la reciente cumbre de
Cartagena la presidenta Fernández de Kirchner experimentó una seria decepción al no obtener de sus
colegas latinoamericanos el aval beligerante que esperaba, pues éstos se limitaron a ofrecerle un
apoyo más retórico que práctico, temerosos de verse arrastrados a un conflicto de muy serias
consecuencias económicas en un continente donde las inversiones británicas y europeas son
cuantiosas. Inmediatamente luego de ese fracaso ha venido la expropiación de Repsol, el nuevo
enemigo que la jefa del Estado argentino lanza a las masas peronistas como ominoso responsable de
los males que padece el país (en este caso, el desabastecimiento energético). Mínimas victorias en una
guerra perdida sin remedio.

En verdad, los males que padece ese gran país que fue la Argentina -el más próspero y el más culto del
continente desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX- no se deben a la prensa libre y crítica ni al
colonialismo británico ni a las empresas extranjeras que trajeron sus capitales y su tecnología al país
creyendo ingenuamente que éste respetaría la legalidad y cumpliría con los contratos que firmaba su
gobierno, sino al peronismo, que, con su confusa ideología donde se mezclan las más contradictorias
aportaciones, el nacionalismo, el marxismo, el fascismo, el populismo, el caudillismo, y prácticamente
todos los ismos que han hecho de América latina el continente pobre y atrasado que es. Hay un
misterio, para mí indescifrable, en la lealtad de una porción considerable del pueblo argentino hacia una
fuerza política que, a lo largo de todas las veces que ha ocupado el poder, ha ido empobreciendo al
país, malgastando sus enormes riquezas con políticas demagógicas, azuzando sus divisiones y
enconos, destruyendo los altísimos logros que había alcanzado en los campos de la educación y la
cultura, y retrocediéndolo a unos niveles de subdesarrollo que había dejado atrás antes que ningún otro
país latinoamericano. No se necesita tener dotes de profeta para saber que la expropiación de Repsol
va a acelerar esta lamentable decadencia.

Lo peor de todo es que el daño que esta injustificada medida significa no afecta sólo a la Argentina,
sino a América latina en general, sembrando la desconfianza de los inversores sobre una región del
mundo que, desde hace algunos años, ha emprendido en general, con pocas excepciones, el camino
de la sensatez política, optando por la democracia, y del realismo económico, abriendo sus economías,

http://www.lanacion.com.ar/1467371-borrachera-de-patrioterismo-nacionalista 23/04/2012
Borrachera de patrioterismo nacionalista - 23.04.2012 - lanacion.com Página 2 de 2

integrándose a los mercados del mundo, estimulando la inversión extranjera y respetando sus
compromisos internacionales. Y con resultados magníficos como los que pueden exhibir en los últimos
años países como Brasil, Uruguay, Chile, Colombia, Perú, buena parte de América Central y México, en
creación de empleo, disminución de la pobreza, desarrollo de las clases medias y consolidación
institucional. En vez de seguir este modelo exitoso, la señora Fernández de Kirchner ha preferido
enrolarse en el catastrófico paradigma del comandante Hugo Chávez y sus discípulos (Nicaragua,
Bolivia y Ecuador).

Por fortuna, no toda la Argentina vive hechizada por los cantos de sirena populistas del peronismo.
Dentro del propio partido de gobierno hay sectores, por desgracia minoritarios, conscientes del giro
antimoderno y antihistórico que ha venido adoptando el gobierno de la señora Fernández de Kirchner y
de las consecuencias trágicas que tendrá ello a la corta o a la larga para el conjunto de la sociedad. En
la dividida oposición ha habido en estos días, por fortuna, algunas voces lúcidas para oponerse a la
euforia nacionalista con que fue recibida la noticia de la expropiación de Repsol, como la del alcalde de
Buenos Aires, Mauricio Macri, quien declaró: "La expropiación nos endeuda y nos aleja del mundo. En
un año estaremos peor que hoy".

Es un augurio muy exacto. Los problemas energéticos de la Argentina no son la falta de recursos, sino
de tecnología y, sobre todo, de capitales. Como el país carece de ellos, debe traerlos de afuera. Y, con
este precedente, no será fácil convencer a las empresas grandes y eficientes de que vuelquen sus
esfuerzos en un país que acaba de dar un ejemplo tan poco serio y responsable frente a sus
compromisos adquiridos. A la Argentina le van a llover las demandas de reparación ante todas las
cortes e instituciones de comercio internacional y sus relaciones no sólo con España sino con la Unión
Europea, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etcétera, se han vuelto ahora conflictivas.
Todo este riesgo ¿para qué? Para gozar por unos días de la grita frenética de las bandas de piqueteros
eufóricos y de las loas encendidas de una prensa servil. ¿Valía la pena?

Dentro de la América latina de nuestros días, lo ocurrido con Repsol tiene un curioso sabor anacrónico,
de fuera de época, de reminiscencia rancia de un mundo que ya desapareció. Porque la verdad es que,
de México a Brasil, aunque haya todavía enormes problemas que enfrentar -entre ellos, los principales,
los de la corrupción y el narcotráfico-, parecía ya superada la época nefasta del nacionalismo
económico, del desarrollo hacia adentro, del dirigismo estatal de la economía que tanta violencia y
miseria nos deparó. Parece mentira que tan horrendo pasado resucite una vez más y nada menos que
en el país de un Sarmiento, un Alberdi y un Borges, que fueron, cada uno en su tiempo y en su campo,
los adalides de la modernidad.

© EL PAIS .

http://www.lanacion.com.ar/1467371-borrachera-de-patrioterismo-nacionalista 23/04/2012

También podría gustarte