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“3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho
precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se
llenó del olor del perfume. 4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote
hijo de Simón, el que le había de entregar: 5 ¿Por qué no fue este
perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? 6 Pero
dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y
teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.” Juan 12:3-6
Judas no dijo esto porque quisiera darle tanto a los pobres. Cada vez
que alguien critique a los que dan y a los que tienen, en vez de juzgar
a los que dan y a los que tienen, tú lo que tienes es que juzgar al que
criticó. Porque la mayoría de las críticas esconden detrás intenciones
incorrectas. ¿Cómo sabemos que Judas estaba mal? Por como
terminó; ahorcado. ¿Cómo sabemos que esta no es una pregunta
piadosa? Porque él vendió al Maestro por treinta monedas de plata.
Te vas a dar cuenta que todo el que tiene la actitud de Judas, su vida
termina peor que como comenzaron. La persona que cuestiona la
dádiva de otro y al que la recibe… no cuestiones al que están
criticando, cuestiona el motivo del que está criticando, el motivo de
aquel que está juzgando con un supuesto aspecto de piedad: ¡Qué
mucho se podría hacer! ¡Qué mucho se podría alcanzar!
“7 Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado
esto. 8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí
no siempre me tendréis.” Juan 12:7-8
Estas son palabras de Jesús. A los pobres, siempre los vas a tener. Y
tiempo para darle a alguien que necesita, siempre vas a tener.
Siempre va a haber necesidad y para darle a alguien en necesidad
siempre tendrás oportunidad, pero para darle al Autor de la vida, no
siempre tendrían esa oportunidad.
La Biblia registra dos momentos en que mujeres ungieron los pies del
Maestro. Hay quien piensa que es el mismo momento, otros no.
Pero en esta historia en particular, hay un detalle que quizás tú nunca
habías visto. Estamos hablando de la fe de dar algo y lo que provocó
esa fe. En la viuda, la necesidad provocó su fe; en la vida de Salomón,
él necesitaba dirección para su vida, y dio por encima de sus fuerzas.
Pero veamos los primeros versos de este capítulo.
“Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro,
el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los
muertos. 2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de
los que estaban sentados a la mesa con él.” Juan 12:1-2
Ese aceite se usaba para cuando tú tenías a alguien muerto; con eso,
guardabas su cuerpo, lo ungías. Pero ya su hermano no estaba
muerto, no había necesidad de aquello que se había guardado y que
se iba a usar para ungir el cuerpo para que permaneciera lo mejor
posible, cuidado. Probablemente, Lázaro hedía luego de cuatro días
porque habían guardado aquel pote de alabastro. Imagina la escena.
María y Marta en aquel lugar. María sentada a los pies de Cristo, ella
volviendo a unos días atrás, pensando: mi hermano estaba muerto, y
míralo aquí sentado. Pudo haber estado pensando: ¿qué sería de mí,
si mi hermano estuviera muerto hoy? Probablemente, era el
proveedor en ese momento. Y María se sentó a mirar aquel cuadro:
Jesús, y su hermano resucitado. Y aquel agradecimiento le produjo fe
para dar lo que había guardado durante todo un año, sabiendo que
no lo iba a necesitar de inmediato, que la resurrección había llegado a
su vida.
Fe es dar más allá de tus fuerzas. Por eso es que tienes que creerle a
Dios. ¿Por qué tú no te rindes con la gente, con tus hijos? No es
meramente porque los amas, sino también porque tú le sirves a un
Dios real, verdadero; así que, tú sigues amando, dando, haciendo.
Porque hay un Dios real que tú sabes que no es hombre para que
mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta. Dios no se va a
olvidar de la obra de tus manos. Lo que Él prometió, Él lo va a
cumplir. Cuando tú haces lo que haces por Dios, siempre tienes
recompensa. Que nunca nadie mate el dador que hay en ti. Atrévete
a dar, a hacer más allá de tus fuerzas, y cree que la recompensa viene
del Dios Todopoderoso, en el nombre de Jesús.