Está en la página 1de 5

En la Biblia hay una ofrenda extravagante, sobrenatural, espectacular,

que es la ofrenda de Salomón.  La ofrenda de un hombre rico, de un


joven rey, una ofrenda poderosa, grande.  Dice la Biblia que, cuando
él iba a entrar como rey, presentó mil toros delante de Dios.  No vayas
con dos dracmas cuando puedes dar mil toros.  El presentó mil
bueyes.  No vacas, sino bueyes.  Aquello representaba fuerza, son los
que siembran la semilla en la vaca.  Y el propósito de aquella ofrenda
era una petición: Señor, dame sabiduría.  

La gente próspera no da porque necesite más dinero; la gente


próspera sabe que es sabio dar, y que en la dádiva hay sabiduría. 
Cuando tú te presentas delante de Dios, tu expectativa no es
meramente una multiplicación, aunque Dios lo puede hacer, pero tú
te presentas con el mejor sacrificio porque estás en una encrucijada
por los próximos años, que si no sabes cómo tienes que operar y si
Dios no va contigo, estás seguro que no servirá de nada el camino en
el que vas.  

Así que vemos a una mujer necesitada, y a un hombre rico, próspero,


millonario, que dice: vengo delante del Señor, y voy a dar lo mejor que
tengo.  La necesidad produjo fe en aquella mujer; al mismo tiempo, la
necesidad espiritual, emocional, mental que tiene una persona como
Salomón, que ofrendó en grande, solo para pedir: Señor, dame
sabiduría.  Y tú te quejas de pagar el préstamo estudiantil, de comprar
un libro; pero Salomón sabía que de nada servía todo aquello si Dios
no iba con él y no le daba sabiduría.  
La sabiduría que tú recibes a través de estos mensajes te ayuda a
caminar en la semana, te ayuda a tomar decisiones; aquí Dios te dice
qué tienes que hacer.  

Pero hay otra historia de una mujer, que es bien interesante.  

“3  Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho
precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se
llenó del olor del perfume.  4  Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote
hijo de Simón, el que le había de entregar:  5  ¿Por qué no fue este
perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?  6  Pero
dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y
teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.”  Juan 12:3-6  
Judas no dijo esto porque quisiera darle tanto a los pobres.  Cada vez
que alguien critique a los que dan y a los que tienen, en vez de juzgar
a los que dan y a los que tienen, tú lo que tienes es que juzgar al que
criticó.  Porque la mayoría de las críticas esconden detrás intenciones
incorrectas.  ¿Cómo sabemos que Judas estaba mal?  Por como
terminó; ahorcado.  ¿Cómo sabemos que esta no es una pregunta
piadosa?  Porque él vendió al Maestro por treinta monedas de plata. 
Te vas a dar cuenta que todo el que tiene la actitud de Judas, su vida
termina peor que como comenzaron.  La persona que cuestiona la
dádiva de otro y al que la recibe… no cuestiones al que están
criticando, cuestiona el motivo del que está criticando, el motivo de
aquel que está juzgando con un supuesto aspecto de piedad: ¡Qué
mucho se podría hacer!  ¡Qué mucho se podría alcanzar!  
“7  Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado
esto.  8  Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí
no siempre me tendréis.”  Juan 12:7-8  
Estas son palabras de Jesús.  A los pobres, siempre los vas a tener.  Y
tiempo para darle a alguien que necesita, siempre vas a tener. 
Siempre va a haber necesidad y para darle a alguien en necesidad
siempre tendrás oportunidad, pero para darle al Autor de la vida, no
siempre tendrían esa oportunidad.  

La dádiva de fe aprovecha oportunidades que no se vuelven a


repetir.  Son momentos que no se vuelven a repetir y que demandan
de ti algo que no va a volver a pasar.  Seguirás diezmando y
ofrendando, pero hay un momento que no vuelve a ocurrir, y si tú no
participas de ese momento, lo pierdes, y ese momento nunca más va
a volver.  

La Biblia registra dos momentos en que mujeres ungieron los pies del
Maestro.  Hay quien piensa que es el mismo momento, otros no. 
Pero en esta historia en particular, hay un detalle que quizás tú nunca
habías visto.  Estamos hablando de la fe de dar algo y lo que provocó
esa fe.  En la viuda, la necesidad provocó su fe; en la vida de Salomón,
él necesitaba dirección para su vida, y dio por encima de sus fuerzas. 
Pero veamos los primeros versos de este capítulo.  

“Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro,
el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los
muertos.  2  Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de
los que estaban sentados a la mesa con él.”  Juan 12:1-2  
Ese aceite se usaba para cuando tú tenías a alguien muerto; con eso,
guardabas su cuerpo, lo ungías.  Pero ya su hermano no estaba
muerto, no había necesidad de aquello que se había guardado y que
se iba a usar para ungir el cuerpo para que permaneciera lo mejor
posible, cuidado.  Probablemente, Lázaro hedía luego de cuatro días
porque habían guardado aquel pote de alabastro.  Imagina la escena. 
María y Marta en aquel lugar.  María sentada a los pies de Cristo, ella
volviendo a unos días atrás, pensando: mi hermano estaba muerto, y
míralo aquí sentado.  Pudo haber estado pensando: ¿qué sería de mí,
si mi hermano estuviera muerto hoy?  Probablemente, era el
proveedor en ese momento.  Y María se sentó a mirar aquel cuadro:
Jesús, y su hermano resucitado.  Y aquel agradecimiento le produjo fe
para dar lo que había guardado durante todo un año, sabiendo que
no lo iba a necesitar de inmediato, que la resurrección había llegado a
su vida.  

¿Cuándo fue la última vez que tú te sentaste y contemplaste todo lo


que Dios ha hecho en tu vida?  ¿Cuándo fue la última vez que miraste
a tu alrededor y realizaste todo lo que Dios te ha dado y todo lo que Él
ha hecho por ti?  ¿Cuándo fue la última vez que te detuviste a dar
gracias por todo lo que Dios ha hecho por ti?  ¿O es solo tu necesidad
lo más que apremia en tu vida?  La fe más grande para dar por
encima de tus fuerzas es cuando tú te sientas a contemplar y te das
cuenta que si Jesús no hubiera llegado a tu vida a tiempo, ¿dónde
estarías tú hoy?  Todo lo que tienes, lo que eres, donde estás, es por
la gracia divina, por el poder de Dios.  

Es la generosidad la que te produce a ti creer que todo lo que has


guardado por un año, ya no lo vas a necesitar.  Hay quien se iba a
divorciar, quien perdió muchas cosas en el pasado, pero no han
necesitado hacer mucho que pensaron que tendrían que hacer
porque hoy Dios los ha resucitado, los ha levantado, los ha cuidado,
los ha guardado, los ha prosperado.  

Cuando tú contemplas tu vida por un momento, no te queda más


remedio que dar todo lo que tienes al Señor.  Porque ¿dónde estarías
tú hoy, si Él no hubiera llegado a tu vida?  Esa es la verdadera
generosidad de un cristiano.  El ateo puede ser generoso, pero nunca
dadivoso porque la dádiva la produce el saber que hay un Dios que
suple tus necesidades, que te da sabiduría y te abre caminos, un Dios
que, sin Él, no estarías donde estás hoy.  

La única manera que puedes volverte una persona realmente


dadivosa es cuando activas tu fe en medio de tu generosidad y
comienzas a creerle al Dios Todopoderoso.  

Fe es dar más allá de tus fuerzas.  Por eso es que tienes que creerle a
Dios.  ¿Por qué tú no te rindes con la gente, con tus hijos?  No es
meramente porque los amas, sino también porque tú le sirves a un
Dios real, verdadero; así que, tú sigues amando, dando, haciendo. 
Porque hay un Dios real que tú sabes que no es hombre para que
mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta.  Dios no se va a
olvidar de la obra de tus manos.  Lo que Él prometió, Él lo va a
cumplir.  Cuando tú haces lo que haces por Dios, siempre tienes
recompensa.  Que nunca nadie mate el dador que hay en ti.  Atrévete
a dar, a hacer más allá de tus fuerzas, y cree que la recompensa viene
del Dios Todopoderoso, en el nombre de Jesús. 

También podría gustarte