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“¿Habrá otra máquina que haya afectado más a la Humanidad que el automóvil? Ha
transformado nuestras costumbres; ha hecho posible alternar la monotonía del trabajo
en la ciudad, con el disfrute de la Naturaleza al trasladarse al campo, a la montaña, al
mar en pocas horas. Es decir, nos ha acercado a todo, dándonos más tiempo para
nuestro trabajo, nuestros placeres y nuestros caprichos.
∗
Becaria FPU. Universidad Complutense. Este texto ha sido posible por la concesión del proyecto
El artículo, que llevaba por título “La influencia del automovilismo en la vida
moderna”, repasa de forma muy expresiva los grandes cambios y transformaciones que
el desarrollo de la automoción había provocado en un corto lapso de tiempo.
Efectivamente, a lo largo del primer tercio del siglo XX, la fabricación en serie y a gran
escala de vehículos motorizados –no sólo automóviles, también camiones, autobuses,
tractores, motocicletas, aeroplanos, etc.- revolucionó el transporte, las comunicaciones
y las formas de trabajo en todo el mundo, modificando decisivamente la vida de
millones de personas. Los primeros modelos de coches, auténticas creaciones
artesanales elaboradas en pequeñas industrias nacionales o en talleres familiares, que
sólo alcanzaban a producir un número limitado de vehículos, fueron sustituidos en las
primeras décadas del siglo XX por los flamantes automóviles salidos de las cadenas de
montaje de las grandes fábricas automovilísticas como Renault, Ford o General
Motors. La producción en serie no sólo multiplicó la oferta, sino que consiguió abaratar
los costes de producción hasta convertir al automóvil en el vehículo privado por
excelencia.
En un breve lapso de tiempo, y al igual que estaba sucediendo a lo largo y
ancho del mundo occidental, las principales ciudades españolas, especialmente Madrid
1
“La influencia del automovilismo en la vida moderna”, en Revista de la General Motors
Peninsular, Marzo de 1929, p. 2.
y Barcelona, vieron como sus calles y avenidas, se iban poblando de automóviles y,
muy pronto, se hizo necesario regular el tráfico urbano motorizado. Los vehículos de
tracción mecánica dejaron de ser figuras aisladas en el paisaje urbano, para convertirse
en los dueños de las calzadas de las grandes localidades del país, en uno de los
símbolos más visibles del proceso de modernización que experimentó España en el
primer tercio del siglo XX, iniciándose en aquel entonces el reinado de “sus majestades
el neumático y la gasolina”2.
Los primeros vehículos accionados con motor mecánico entraron en España a
finales del siglo XIX, pero en aquellos tiempos, conducir uno de aquellos artefactos no
pasaba de ser un entretenimiento propio de aristócratas y sportmen ansiosos de lograr
alguna proeza automovilística3. La construcción de automóviles no sólo era limitada,
sino que prácticamente se realizaba a la medida del cliente que lo solicitaba, y cada uno
de aquellos coches era un modelo único e irrepetible.
2
La cita pertenece al artículo titulado “Transportes. El vehículo industrial”, en revista Auto, junio
de 1928, sin paginar.
3
“Historia del automóvil”, en Madrid Automóvil, enero de 1933, pp. 14-15; “El conductor del
automóvil número 2 de Madrid”, en Estampa, 6 de Abril de 1935, pp. 5-6.
Figura 1: En la portada del diario ABC del 8 de junio de 1906, se insertó este anuncio
del Demeester Modelo 1906, uno de los primeros automóviles publicitados en España.
4
LÓPEZ CARRILLO, J. M.: Los orígenes de la industria de automoción en España, Madrid,
Universidad Europea-CEES, 1998; CIURÓ, J.: Historia del automóvil en España, Barcelona, CEAC, 1994;
GIMÉNEZ VALLEDOR, P.: El automóvil en España. Su historia y sus marcas, Madrid, RACE, 1993;
LAGE, M.: Hispano Suiza/Pegaso. Un siglo de camiones y autobuses, Madrid, Barcelona, IVECO Pegaso-
Lunwerg, 1992.
5
NEVINS, A. y HILL, F.: Ford: Expansion and Challenge, 1915-1933, New York, Scribner’s
Sons, 1954; NEVINS, A. y HILL, F.: Ford: The Times, The Man, The Company, New York, Scribner’s Sons,
1954; BONIN, H.; LUNG, Y. y TOLLIDAY, S. (eds.): Ford, 1903-2003: the European History, Paris,
PLAGE, 2003, 2 vols; SLOAN, A. P.: My years with General Motors, Doubleday and Co. Inc, 1963
(Edición en castellano en Pamplona, Universidad de Navarra, 1979).
6
ESTAPÉ-TRIAY, S.: Estrategia y organización de una filial: el caso de Ford Motor Ibérica,
1920-1954, Documento de Trabajo, 9807, Madrid, Fundación Empresa Pública, 1998; ESTAPÉ-TRIAY, S.:
“Ford in Spain: The first stage (1920-1954). A multinational confronts political constraints”, en BONIN, H.;
LUNG, Y. y TOLLIDAY, S. (eds.): Ford, 1903-2003…,op.cit.,vol 2, pp. 427-437.
7
ESTAPÉ-TRIAY, S. Estrategia y organización…op. cit., pp. 34-35. Véase también TOLLIDAY,
S.: “La transferencia del fordismo: la primera fase de la difusión y la adaptación de los métodos de Ford en
Europa, 1911-1939”, en Sociología del Trabajo, 25 (1995), pp. 131-161.
Palacio de Hielo de Madrid a finales de 1927, que congregó miles de visitantes y
curiosos, como recogió la crónica aparecida en la revista de la empresa:
Es la Exposición más grande que, sin duda alguna, ha instalado una sola compañía en
España, y la asistencia a ella ha rebasado los cálculos más conservadores que se
habían hecho.
Verdad es; el lunes por la noche, cuando esto se escribe, los contadores marcaban un
total de 43.500 personas, y es de esperar que el jueves, día de su cierre, habrá visitado
la Exposición de la General Motors Peninsular un total de 140.000 personas, quizá
más, tal es el entusiasmo que ha reinado por visitar los coches expuestos y las
magníficas instalaciones modelos que allí se han instalado.
Las ventas también han sobrepasado los cálculos. No sólo los concesionarios de
Madrid, sino también los de provincias han realizado varias ventas y todo el mundo ha
salido satisfecho, los vendedores y los compradores: en una Exposición así nadie está
a disgusto y todo el mundo sale conforme…8.
8
Revista de la General Motors Peninsular, enero de 1928, p. 24.
9
“El Chevrolet 1928 en España”, en Revista de la General Motors Peninsular, marzo de 1928, pp.
10-14
10
Revista Kinos, enero de 1929, pp. 18-19.
11
La Vanguardia, 3 de junio de 1934, p. 3.
prensa para anunciarse, sino que sus campañas publicitarias incluían otros medios y
estrategias, como el patrocinio de conciertos de música clásica y de programas
radiofónicos, caravanas y giras automovilísticas promocionales, proyecciones de
películas publicitarias, etc. En 1933, por ejemplo, aprovechando el tirón popular y la
notoriedad que alcanzaban en aquellos años los concursos de misses, organizó una “jira
artístico-turística por España” con la ganadora de Miss España 1932 a bordo del
modelo Ford V-812.
En la década de los años veinte la publicidad de automóviles los presentó
generalmente como artículos de lujo, destinados a las clases más pudientes de la
sociedad, prácticamente su único mercado en aquella época. El texto de un anuncio de
1926 del Lincoln, coche de gama alta de la empresa Ford, refleja perfectamente el tipo
de público al que se ofertaba el vehículo: “Hay muchas personas que quedan
satisfechas con sólo un coche que marche relativamente bien. Hay otras que piden
solamente un coche de los tenidos por mejores...Pero hay algunas, de gusto depurado,
acostumbradas a los refinamientos más exquisitos, que rechazan las comparaciones y
exigen lo mejor. Para ellas no hay más que un coche, y éste ha de ser el de
construcción más perfecta y elegante. Es precisamente para estas personas para
quienes se ha construido el LINCOLN”13.
12
Revista Ford, abril de 1933.
13
Anuncio Lincoln, 1926.
Anuncio Ford, 1926. Anuncio Chevrolet, 1926
14
Anuncio Cadillac y La Salle, 1929.
marca Ford. Cuando en 1928 la firma lanzó el Modelo A para sustituir al Ford T,
publicó anuncios en la prensa española en los que el propio Henry Ford afirmaba ante
los consumidores:
15
Anuncio Ford, 1928.
16
Anuncio Chrysler, 1934.
17
Anuncio Camionetas Whippet, 1930.
18
Anuncio Renault, 1930.
De este modo, la compra de un automóvil –a plazos o al contado, para uso
privado o como herramienta de trabajo-, se hizo progresivamente más asequible para
un número cada vez mayor de españoles, y las cifras de matriculación de que
disponemos así lo certifican. Como puede verse en el Cuadro 1, en el año 1929 se
alcanzó el record de matriculaciones, con 36.928 vehículos matriculados en toda
España. Aunque la crisis económica de los años treinta afectó fuertemente a la
matriculación, a partir de 1932, el crecimiento se fue recuperando, hasta superar en
1935 las 25.000 unidades matriculadas.
A mediados de la década de los años veinte España contaba ya, según el censo
mundial de automóviles, con 111.765 automóviles, de los cerca de 25.000.000 que se
calculaba había en todo el mundo, lo que situaba al país en la décima posición del
ranking, por detrás de EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Alemania, Australia, Argentina,
Bélgica e Italia19.
30.000
25.866 27.087 25.354 25.556
23.315
25.000
21.855
20.000 17.132
12.933
15.000 10.877
10.000
5.000
0
1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935
Años
Cuadro 1: Elaboración propia a partir de los datos de los Anuarios de la Revista Automóvil Comercio, 1925-1936.
19
Anuario Guía de la Revista Automóvil Comercio, 1926, p. 532.
sangre, tanto para el tráfico de viajeros como de mercancías. Carros, carretas, coches de
punto y demás vehículos tirados por bestias fueron desapareciendo progresivamente del
paisaje urbano, sustituidos por camiones, motocicletas y omnibuses. De dichos cambios
se hacía eco a finales de los años veinte la revista española dedicada al mundo del
motor Auto:
20
“Transportes. El vehículo industrial”, en revista Auto, junio de 1928, sin paginar.
21
Véase sobre esta cuestión el artículo de HERNÁNDEZ MARCO, J. L.: “Las primeras reacciones
de las compañías ferroviarias españolas al inicio de la competencia automovilística antes de la Guerra Civil”,
en Revista de Historia Económica, nº 2, (Primavera-Verano 2002), pp. 335-363.
de tracción animal que seguían existiendo en España, como si no se hubiera inventado
el ferrocarril”22.
22
“La coordinación de transportes”, en Revista de la Cámara de Transportes Mecánicos, diciembre
de 1934, pp. 6-7.
23
Anuncio Ford, 1929.
Figura 4: Cartel de estética vanguardista, en el que se exalta la importancia del
desarrollo de la industria de la automoción en el mundo del trabajo. Fue insertado en la
revista El Automóvil Americano en 1937.
Pero el boom automovilístico del primer tercio del siglo XX, generó también
la aparición del “problema de la circulación”, tan característico de las grandes urbes.
Así lo constataba el Jefe del Tráfico del Ayuntamiento de Madrid, Emilio Abarca,
durante el III Congreso Nacional Municipalista, celebrado en Barcelona a mediados de
los años veinte:
24
ABARCA, E.: El problema de la circulación, Madrid, Publicaciones de la Unión de Municipios
Españoles, 1927, p. 5.
25
ASOCIACIÓN GENERAL DE TRANSPORTES POR VÍA FÉRREA: Primer Congreso
Municipal de Circulación (Celebrado en Madrid durante los días 9 al 15 de enero de 1933), Madrid, 1933,
p. 44.
26
AYUNTAMIENTO DE MADRID: Reglamento de Tráfico presentado al Excelentísimo
Ayuntamiento de esta M. H. Villa y Corte por D. Emilio Abarca Millán, Madrid, Imprenta Municipal, 1926.
Dicho reglamento fue aprobado por el pleno del Ayuntamiento en 7 de Junio de 1926.
provincia madrileña contaba ya con 18.120 automóviles matriculados27. Diez años
después, en 1936, la cifra ascendía a 56.347 vehículos28.
Cuadro 2: Elaboración propia a partir de los datos del Anuario de la Revista Automóvil Comercio, 1936.
1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935
3.470 4.146 4.224 6.746 6.721 4.749 2.191 2.408 3.568 4.568 5.059
Cuadro 3: Elaboración propia a partir de los datos del Anuario de la Revista Automóvil Comercio, 1936.
Ya en los años treinta del siglo pasado, los atascos se habían convertido en
endémicos en los nudos principales de circulación de la ciudad: Puerta del Sol, Cibeles,
Gran Vía con Alcalá, Red de San Luis, y plazas del Callao, Santo Domingo, Mayor y
Benavente, calle de Sevilla y Glorieta de Atocha29. Se producían también de forma
puntual pero recurrente, en lugares como el Estadio Metropolitano, cuando se disputaba
un partido de fútbol de importancia, o en la Plaza de las Ventas cuando se celebraba
corrida de toros. Regular la circulación de vehículos y peatones, en una urbe que había
alcanzado un considerable tamaño, traía de cabeza a las autoridades locales, que en
27
Anuario Guía de la Revista Automóvil Comercio, 1926, y Anuario Estadístico de España, 1925-
1926. Año XII, Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Servicio General de Estadística, Madrid, 1927,
p. 485. La cifra incluye turismos, camiones y motocicletas.
28
Anuario Guía de la Revista Automóvil Comercio, 1936.
29
PAZ MAROTO, J.: Time is Money. El problema de la circulación. Memoria premiada por el
Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid en el concurso celebrado el año 1932, Madrid, Artes Gráficas
Municipales, pp. 49-50.
aquellos años se dedicaron a estudiar y poner en práctica soluciones que no pocas veces
se copiaban de urbes como París, Londres y Nueva York30, con desiguales resultados.
CONCLUSIONES
30
CANO RODRÍGUEZ, J. Mª.: Memoria presentada al Excmo. Ayuntamiento relativa al estudio
sobre su viaje al extranjero, Madrid, Artes Gráficas Municipales, 1933.
De este modo, el automóvil, que en los primeros años del siglo XX todavía se
consideraban un objeto privativo de las clases más acomodadas de la sociedad, fue
dejando de ser un artículo exclusivo para el ocio y el deporte, para convertirse en un
imprescindible medio de transporte, así como en una herramienta de trabajo de primer
orden. En un corto periodo de tiempo, los vehículos a motor dejaron de ser figuras
aisladas en el paisaje urbano, para convertirse en omnipresentes elementos de la vida
cotidiana de las ciudades españolas.
A través de distintas fuentes documentales, hemos tratado no sólo de
reconstruir la magnitud de dicho desarrollo, sino asimismo de acercarnos al impacto
social de la llegada de los automóviles. Las estadísticas de matriculación, por ejemplo,
nos muestran el aumento de vehículos de tracción mecánica en circulación, mientras
que la publicidad comercial nos revela las estrategias adoptadas por las empresas
automovilísticas para estimular la venta de de sus productos.
Su influencia y visibilidad, y el ritmo acelerado que impuso a la vida cotidiana
a lo largo y ancho del país, convirtieron al automóvil en uno de los símbolos más
visibles del proceso de modernización que experimentó España en el primer tercio del
siglo XX.