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El Mosaico de Istar-Astarte-Afrodita en Iniesta la de Cuenca, junto con las ciudades u

Oppidum de Tiermes y de Noheda en el Valle de Altomira, en el Cerro Garcinarro, guardan


restos de cultos paganos a la gran diosa Tanit Punico-Cartaginesa.

Como Diosa Alada aparece en el mosaico con un estilo al Bronce Carriazo de Tartessos o
las Damas oferentes Iberas, sentadas en un trono como el del Templo de Ishtar de Eshmún y
el mismo Baal Hammón representado en un Trono.

El Templo de Eshmún cercano a Sidón en Libano fue el lugar donde se suicidó con sus
hijos la mujer de Asdrubal, al terminar las Guerras Púnicas en pleno sitio de la ciudad del
Templo, del que se despeñó. Y así lo hizo también otra reina mítica inmolandose en la
ciudad de los sacrificios Tofet, Dido o Elisa, la fundadora de Cartago, que aparece en la
Eneida mucho después, y de la que hablan algunas fuentes clásicas que mostraban
adversidad hacia los Fenicios o Punicos, conocidos así por el término griego Phonike.
En wikim...define así ésta cuestión de la religiosidad y los intereses de los conquistadores
fundamentandose en la arqueología reciente:

<una característica de la religión cartaginesa es haber conservado la práctica de los


sacrificios humanos, desaparecida en Fenicia. El sacrificio consistía en ofrecer la vida del
primogénito al dios Baal Hammón en el rito del Molk. La práctica persistió hasta los días
mismos de la caída de Cartago. Según Diodoro, la estatua del Molk era de bronce. Sus
brazos abiertos llegaban hasta el suelo y los niños que en ellos se depositaban caían en un
horno ardiendo. Este rito se practicaba dentro del Tofet, recinto en el cual posteriormente se
depositaban los huesos calcinados de los sacrificados.

Esta práctica es mencionada por Plutarco, así como Tertuliano y Diodoro Sículo. No así
por otros historiadores como Tito Livio o Polibio. Las excavaciones arqueológicas
modernas parecen haber confirmado la versión de Plutarco, estimándose en 20 000 las urnas
depositadas entre el 400 a. C. y el 200 a. C. en el cementerio de niños en el Tofet. Las urnas
contenían huesos de recién nacidos y, en algunos casos, de fetos y niños de dos años,
indicando que si el niño nacía ya muerto, el hijo más joven debía ser sacrificado por los
padres.>

Mencionaron esta práctica los historiadores clásicos Clitarco y Diodoro de Sicilia, pero
otros muchos autores antiguos, conocidos por sus referencias críticas a los fenicios, y más
tarde a los cartagineses, tales como Heródoto, Tucídides, Polibio o Tito Livio no dijeron
una sola palabra al respecto. 

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