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Desolación, Dios y negación

Las almas hieren los diamantes


Desafiaron un pelotón de desalmados
Al tiempo que los ríos endurecieron de asombro
Las manos de los tiempos que no callan
Violaron la desnudez de los que callan
Así un día te llamamos olvidados del grito y de tu nombre
Y palpitamos miles de palmas hasta un día
En que sentí que perdía todo y gané un
Lugar donde apoyar mi sombra
Una sombra mansa cansada de espuma y verde de mar
Una sombra blanca dorada de almendra y verde grass
Ese día descubrí que los diamantes
Eran simiente del fruto que nace de tus ojos
La mesa siguió blanca el agua dulce dulce
Y cucharadas de diamantes en los pocillos
Y llegó el día en que habló
El diamante con voz de miseria a las almas se dirigió
Pidiendo que nunca cierren esos ojos de almidón
Callarán una vez las semillas clandestinas y haré de este sol mi mediodía
Muerto de muerte muerta y mediavida
Anunciada en los diarios y sólo entendemos
Los muertos dispersados como muerte
Y aunque el día del juicio exista sólo en la Biblia
Y no en las planicies extensas de lo empírico
Yo cubriré tus praderas
De semillas sin juicios ni misales
Y diré por fin a los siete colores
Que callamos prometiendo el comienzo de la lucha
Y murió el diamante al atardecer de las heridas.

Palermo, Lunes 18 de Octubre ’82.

Fredy

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