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Uriel Alberto Gutiérrez Tapia

E.J. Hobsbawm, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los

movimientos sociales en los siglos XIX y XX.

Eric Hobsbawm desarrolla su obra bajo el marco de lo que más adelante se conocerá como

“historiografía marxista británica”, en el seno del llamado Grupo de historiadores del

Partido Comunista británico. La preocupación de este grupo de historiadores, cuyas obras

son más bien disímiles y no presentan características totalmente unificadoras, se orientaba

hacia el estudio de las formaciones socioeconómicas, particularmente lo que se consideraba

como “formaciones precapitalistas”. Son conocidos los debates mantenidos en el seno del

grupo y con otras personalidades de la intelectualidad marxista occidental sobre el “paso

del feudalismo al capitalismo. Desde un principio, el grupo prestó especial atención a la

relación entre las nuevas formas de producción histórica y otras disciplinas pertenecientes a

las ciencias sociales, especialmente los enfoques sociológicos. Esta puesta en marcha de

una temprana interdisciplinariedad fue lo que permitió que varios de ellos pudiesen

recentrar su atención hacia el estudio de las relaciones contraídas entre los individuos

pertenecientes a los diversos grupos sociales, y el impacto que la esfera cultural tiene en

ellos, añadiendo una nueva dimensión al estudio de las clases sociales como categoría

central del análisis marxista. En este tenor surge una de las obras más conocidas de

Hobsbawm, Rebeldes primitivos.

Dimensión ontológica. El sujeto en cuestión que estudia Hobsbawm son aquellos sujetos

que permanecen marginados o en las zonas liminales de la totalidad capitalista, (los

bandoleros, la Mafia, las sectas, etc.,) cuya presencia aparece como un intruso que les

invade y al que tienen que adaptarse poco a poco. La relación de estos seres humanos, que
poco a poco van integrándose al gran escenario de la producción capitalista, con el

“extraño” y entre ellos mismos, genera determinadas formas de expresión que otros autores

podrían observar como meramente espontáneas o apolíticas, pero que Hobsbawm trata de

observar como formas primitivas del movimiento social moderno, aquellas que anteceden a

la acción de los partidos políticos, expresión organizada de la política dentro del

capitalismo, y que de una u otra forma sirvieron para dotar de una forma primitiva y

embrionaria de conciencia social. 1

Hobsbawm rechaza que exista una sola sucesión de modos de producción, o que esta sea

tan lineal y diferenciable. En su breve análisis sobre los Grundrisse de Marx, Hobsbawm

afirma que: “La teoría general del materialismo histórico requiere solamente que haya una

sucesión de modos de producción, aunque no necesariamente un modo particular, y quizá

tampoco en ningún orden predeterminado”.2

La clásica sucesión mecánica de modos de producción, basada en un breve apartado del

famoso Prólogo a la Contribución de la crítica de la economía política de Marx, es

rechazada por Hobsbawm a favor de una observación mucho más dinámica de interacción y

mutua determinación entre los elementos supervivientes de modos de producción anteriores

y los nuevos elementos de las formaciones superiores.

A diferencia de esta creencia, que permea en el marxismo más vulgar, Hobsbawm apuesta

por descubrir en estos sujetos marginales tanto las tendencias “anticuadas” o pasadas como

las modernas. Hobsbawm no rechaza la noción de la lucha de clases como motor de la

historia, pero apuesta por una problematización, observando sus formas elementales incluso

1
Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos, Zaragoza, Prensas Universitarias Zaragoza, 1989, p.
136.
2
E.J. Hobsbawm, Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011. Barcelona, Crítica, 2011, p. 147.
en esos individuos que aún no son lanzados al gran campo de la lucha moderna entre

burguesía y proletariado. Por esto mismo, Hobsbawm desea centrarse en el ambiente

campesino y rural, donde las relaciones capitalistas tardan aún más en aparecer y

afianzarse, y donde las viejas relaciones políticas, sociales y de poder continúan

fuertemente arraigadas. Todo esto en ejemplos que a pesar de parecer medievales, son

contemporáneos, inscritos en el siglo XIX y XX, para hacer notar cómo estas formas

arcaicas aún permeaban en el tejido social de la era contemporánea.

Así, por ejemplo, Hobsbawm describe el papel del Estado moderno, producto de la

sociedad capitalista, en el surgimiento de bandoleros en las poblaciones campesinas.

“El Estado se inmiscuye en querellas privadas «legítimas» y un hombre pasa a la

categoría de «delincuente» ante sus ojos. El Estado se interesa por un campesino debido a

alguna

pequeña infracción de la ley, y éste se echa al campo porque no sabe lo que hará con él un

sistema, que ni conoce a los campesinos ni los entiende y al que los campesinos no

entienden tampoco.”3

El destino de estos sujetos y de sus movimientos espontáneos es trágico, y la intención de

Hobsbawm es hacer notar cómo el ciclón de las relaciones sociales engendradas por el

capitalismo acaba arrastrándolos e incorporándolos a él, sino es que también

destruyéndolos.

“El futuro estaba del lado de la organización política. Los bandoleros que no se adaptan a

las nuevas formas de la lucha por la causa de los campesinos, como de hecho lo hacen

3
E.J. Hobsbawm, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los
siglos XIX y XX, Barcelona, Editorial Ariel, 1983, p. 31.
muchos de ellos individualmente, convertidos a las nuevas tácticas en la cárcel o en los

ejércitos. tos de conscripción, son bandoleros que dejan de ser los defensores del pobre

para convertirse en meros delincuentes o quedar a sueldo de los partidos políticos de los

terratenientes y de los comerciantes. No hay futuro para ellos.”4

Dimensión epistemológica: Hobsbawm no reniega de los conceptos fundamentales del

marxismo. Continúa entendiendo la lucha de clases como el motor fundamental de la

historia. La formación de las clases sociales como grupos humanos que contraen

determinadas relaciones sociales de acuerdo a su posición respecto de los medios de

producción (propietarios o trabajadores) sigue siendo la cuestión fundamental para explicar

los fenómenos históricos. De esta manera Hobsbawm habla sobre el surgimiento de la

Mafia: “En cierto sentido, surgió a consecuencia de las necesidades de todas las clases

rurales, y sirvió los intereses de todos en grado diferente. […] Y es posible que también

satisficiese cierto deseo de venganza haciendo que los ricos fuesen a veces despojados, y

que los pobres, aunque no fuera más que desde su condición de bandoleros, devolviesen

ocasionalmente golpe por golpe.” 5

Como se puede observar, Hobsbawm procede a explicar el origen de un movimiento como

la Mafia a partir de los intereses y necesidades de ciertas clases o estamentos sociales. Pero

no se trata de un reduccionismo de clase, que caería muchas veces en burdo psicologismo o

economicismo, sino que también hace valer los intereses inmediatos, quizá no políticos, de

los miembros de estas clases sociales como propulsores y causas de la existencia de los

movimientos arcaicos. Aún así, la clase social sigue siendo la principal categoría a través de

la cual opera Hobsbawm y a través de la que intenta desarrollar su análisis. Para Georg

4
Ibid., p. 50.
5
Ibid., p. 70.
Iggers, que analiza mucho más detenidamente la obra de E.P. Thompson, otro destacado

exponente de la historiografía marxista británica, persiste en estos autores un enfoque del

“marxismo ortodoxo”, esto es, que “existe una “clase obrera” en oposición a la una

población trabajadora marcada por diferentes tradiciones étnicas, religiosas y

artesanales”. 6La clase continúa poseyendo una sustantividad propia que es proporcionada

por su posición respecto de los medios de producción, si bien todo su actuar no se diluye en

esta determinación, pero continúa siendo la fuente principal para entender su acción

política. Hobsbawm continúa observando paralelismos y formas embrionarias de

movimientos revolucionarios modernos en estas formas arcaicas. Hobsbawm trata de

relacionar y encontrar un nexo entre estas formas, observando qué características

permanecen cuando los movimientos arcaicos son absorbidos o dan paso a los modernos.

Por ejemplo, al analizar el milenarismo y los movimientos revolucionarios partidarios,

Hobsbawm analiza que la característica principal del milenarismo, la de esperar la

revolución por obra y gracia divina, permanece, mientras que la segunda, la de tomar

medidas rituales que prevean el gran suceso, es sustituida por una idea política más

definida. Subsiste una y perece otra. Se observa aquí también cierta parte del movimiento

dialéctico de la historia, que en un último momento integra el proceso anterior sin negarlo

completamente (el aufheben hegeliano).

“No siempre es fácil encontrar la médula política racional de los movimientos milenarios,

precisamente debido a que su falta de complejidad, y de una estrategia y una táctica

revolucionarias eficaces les hacen llevar la lógica de su posición revolucionaria hasta un

6
Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno,
México, Fondo de Cultura Económica, 2012, p. 144-145.
punto absurdo o paradójico. Tienen tan poco de práctico como

mucho de utópico. 7

Dimensión metodológica: Es difícil no encuadrar esta obra de Hobsbawm en lo que se

conoce como “historia desde abajo”. Lo distintivo de la obra, además de su tema de estudio,

es el entretejimiento de las relaciones sociales, las tradiciones y los aspectos culturales de

los grupos que analiza. Todo esto forma una totalidad orgánica que le permite incorporar

los puntos de vista de los campesinos con las acepciones comunes que se tienen de las

figuras sociales, como los bandoleros. Al inicio del libro, Hobsbawm analiza las

características míticas que le atribuyen los campesinos a los bandoleros sociales. Observa

incluso que se repiten patrones entre los distintos héroes, y a continuación pasa a describir

una serie de características arquetípicas de los mismos.8 Todo esto basándose en muchos de

los testimonios directos (o recopilación de los mismos) que existen de estos personajes.

Hobsbawm se enfrenta a otra problemática: la falta de fuentes. Al intentar analizar

movimientos marginales, es claro que no se dispondrá de la misma materia documental que

la que se dispone de los considerados “grandes sucesos”.9 Desde un primer momento,

Hobsbawm admite que trabaja con materiales insuficientes, y que el resultado de esto será

una obra fragmentaria, con muchas lagunas y contradicciones, pero que él, como sujeto

historiador, tratará de dar coherencia y lógica interna. A pesar de pertenecer un poco más a

la dimensión epistemológica del análisis, es importante notar que la lectura de Hobsbawm

de autores marxistas considerados heterodoxos, como Antonio Gramsci (a quien siempre

7
Hobsbawm, 1983, op. cit., p. 95-96.
8
Ibid, pp. 28-30
9
“Aunque he realizado algún trabajo sobre las fuentes primarias y hecho algunas observaciones sobre el
tema, ambas son inadecuadas, y cualquier especialista se dará perfecta cuenta, al igual que yo, de que no se
ha intentado siquiera agotar las fuentes secundarias, a la vez que comprobará, mejor que yo mismo, mis
deslices y errores” (Ibid, p. 7).
tendrá en alta estima como gran pensador político de la clase obrera) 10 influye notablemente

en su proceder metodológico. Es imposible pensar sin este acercamiento a nuevos enfoques

dentro del marxismo (especialmente cultural y político, frente al clásico estudio de las

formas económicas) que Hobsbawm decida analizar estos movimientos a partir de las

categorías antes enunciadas. El aspecto consciente de los sujetos, a pesar de su supuesta

falta de consciencia política, es otra cosa que les dota de agencia respecto de sus propios

procesos históricos, y por lo tanto, no quedan relegados siempre como marionetas del

“proceso histórico”. La construcción de Hobsbawm de estos movimientos le da a sus

sujetos un papel principal, mediado por sus condiciones materiales, pero con una agencia

propia.

Dimensión estética: Hobsbawm decide alternar un modelo de exposición analítica y

narrativa del tema que trata en la obra. En otros autores de la corriente, el papel de la

narrativa es mucho más marcado, como en E.P. Thompson. En Hobsbawm, aunque no

desaparece, no es el único modo en que decide escribir la obra. Nuevamente tendremos que

remitirnos al capítulo inicial, sobre el bandolero social, para ejemplificar esto. En sus

primeros párrafos, Hobsbawm narra los ejemplos de bandoleros sociales existentes y que

han pasado al imaginario del pueblo. Decide presentarlos poco a poco, con sus propias

características, algunas repetidas, otras auténticas. Menciona su lugar de origen y el

momento en el que actuaron. Más adelante, trata de encontrar similitudes a través de un

análisis pormenorizado de sus características míticas y reales, y llega a construir una serie

de características que el bandolero social debe tener. Estas características vuelven a llevar a

la narración, donde Hobsbawm recurre nuevamente a otros ejemplos, puestos

sucesivamente, no en forma de simple lista, sino donde también se observa la implicación


10
Véase Hobsbawm, 2011, op. cit., pp. 320-337, 340-349.
del autor en la construcción del carácter de los personajes y de su determinación social, que

contrasta regularmente con las fuentes y acude a ellas para continuar trazando poco a poco

el carácter primero personal, y más tarde social, de los sujetos en cuestión. El análisis

histórico y la narrativa se entrelazan, lo que da lugar a una escritura amena y atractiva, que

logra su cometido de despertar el interés del lector en los movimientos sociales arcaicos,

además de darle a sus protagonistas un carácter humano activo.

Citaremos un pequeño párrafo para ejemplificar esto:

“Pero esto mismo manifiesta la tragedia del bandolero social. La sociedad campesina lo

crea y se vale de él cuando siente la necesidad de un defensor y un protector —pero éste es

precisamente el momento en que no puede ayudarla—. Y es que el bandolerismo social,

aunque protesta, es una protesta recatada y nada revolucionaria. No protesta contra el

hecho de que los campesinos sean pobres y estén oprimidos, sino contra el hecho de que la

pobreza y la opresión resultan a veces excesivas.”11

Además de lo mencionado, es necesario destacar que muchos de los movimientos de los

que Hobsbawm habla en la obra tienen un tinte trágico (mas no romántico). No se les

presenta como representantes de un pasado idílico, heroico y perdido, sino de tiempos no

tan remotos, marginales, condenados al fracaso, y que, en última instancia, terminaran

arrastrados para la marea de la tiránica fuerza del capital. Cuando Hobsbawm hace hincapié

en que estos movimientos no son revolucionarios, o bien, su contenido revolucionario es

impotente, los consigna a un trágico final en el que sus participantes, desde un principio,

están ya predestinados.

11
Hobsbawm, 1983, op. cit., p. 44.
Dimensión ética: Hobsbawm tiene una intención política muy clara cuando analiza los

distintos movimientos sociales arcaicos. No lo hace desde una pretendida “neutralidad” a

los hechos, sino que, al igual que la mayoría de quienes se cuentan dentro de la

historiografía marxista británica, busca responder algunas interrogantes inmediatas para el

accionar de la clase obrera, que aún se sigue considerando como el sujeto revolucionario y

transformador de la moderna sociedad capitalista. Hobsbawm acepta que esta obra es un

“intento de averiguar si estábamos en lo cierto al creer en un partido fuertemente

organizado” (como proponía el leninismo) El propio historiador se responde que “sí, pero

que tal ruta no es el único camino hacia adelante”.12 La obra se enmarca en la pregunta a

qué hacer en un momento crítico para la organización revolucionaria de la clase obrera. A

diferencia del Hobsbawm más reciente, no reina en él aún el pesimismo de observar el

movimiento de la clase obrera como una causa perdida. En la obra antes citada, Kaye

menciona igualmente que Hobsbawm busca, ante todo, generar un debate sobre lo que hay

que hacer o dejar de hacer en este período. La obra de Hobsbawm, pues, con su análisis de

movimientos arcaicos, busca igualmente ser un arma política en manos de la clase obrera y

de los revolucionarios. Les dota de una historia necesaria de algunos de sus formas de

movimiento más antiguas que les permitirán observar los errores en los que pueden caer

actualmente, la manera en la que se desenvuelven históricamente tales errores y prevenir de

los mismos la futura acción política. Rebeldes primitivos, igual que la mayoría de la obra de

Hobsbawm no pretende un aura de imparcialidad o mera investigación histórica. En ningún

momento del libro ocultará Hobsbawm su clara intención política, que finalmente empata

con la décimo primera tesis sobre Feuerbach de Marx, que tanto evocaba en algunos de sus

textos, y que para muchos representa la esencia y el alma del marxismo revolucionario.

12
Kaye, 1989, op. cit., p.136
“Me limito a sugerir que (los fenómenos descritos en todo el libro) formaban parte de una

categoría histórica de movimientos sociales «arcaicos» (es decir, lo contrapuesto a

«modernos»), y no deben considerarse por separado y aisladamente como meros sucesos

de la historia, curiosidades al margen de los movimientos sociales modernos; y menos aún

como fenómenos pertenecientes al ámbito de la criminología o de la psicopatología. […]

El estudio de la rebelión primitiva debe, pues, hacer la distinción entre los grandes campos

de investigación: el de la sociedad antigua y el de la transición hacia la nueva. En el

primero, existe un complejo de métodos, ideas, instituciones, etc., de la protesta y de la

aspiración populares, porque las gentes llanas tienen siempre razones de descontento. […]

Un estudio detallado demostraría sin duda —y acaso esté probado en trabajos que no conozco—

que este sistema de prepolítica popular puede llegar a ser muy complejo, sofisticado y eficaz en

unidades políticas de tanta raigambre como el imperio chino antes de su desintegración”. 13

13
Hobsbawm, 1983, op. cit., pp. 313, 315, 316.
Bibliografía:

 Hobsbawm, Eric., Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011. Barcelona,

Crítica, 2011

 Hobsbawm, Eric., Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los

movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Editorial Ariel, 1983.

 Iggers, Georg G., La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al

desafío posmoderno, México, Fondo de Cultura Económica, 2012,

 Kaye, Harvey J., Los historiadores marxistas británicos, Zaragoza, Prensas


Universitarias Zaragoza, 1989.

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