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TEMA 4: FILOSOFIA MODERNA: EL RACIONALISMO

CARTESIANO

TEXTO DESCARTES
Discurso del Método. II, IV (Trad. G. Quintás Alonso). Ed. Alfaguara. Madrid. 1981,
pp. 14-18, 24-30.
SEGUNDA PARTE
Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de
avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque
avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise
comenzar a rechazar por completo algunas de las opiniones que hubiesen podido
deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido asimiladas en
la virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente para
completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de
conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz.

Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes de la filosofía;
de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que
debían contribuir en algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado, me percaté que
en relación con la lógica, sus silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para
explicar a otro cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio,
para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para llegar a conocerlas. Y si
bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay, sin
embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o bien
superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva
de un bloque de mármol aún no trabajado. Igualmente, en relación con el análisis de
los antiguos o el álgebra de los modernos, además de que no se refieren sino a muy
abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el primero está tan circunscrito a
la consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento sin fatigar
excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a ciertas reglas y cifras
que se ha convertido en un arte confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en
vez de ser una ciencia que favorezca su desarrollo. Todo esto fue la causa por la que
pensaba que era preciso indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres,
estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve
para los vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen más que
unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma forma, en lugar del
gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica, estimé que tendría
suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la firme y constante
resolución de no incumplir ni una sola vez su observancia.

El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había


conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la
precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se
presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para
ponerlo en duda.

El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas
parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.

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El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más
simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente,
hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre
aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros.

Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones
tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada.

Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente
los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían
proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto del
conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de
admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el orden necesario
para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de nuestro
conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan ocultas que no podamos
llegar a descubrir. No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuales era
necesario iniciar el estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las
más fácilmente cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han
intentado buscar la verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han
establecido algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no
dudaba que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba
alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar
atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no llegué a
tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que comúnmente se conocen
como matemáticas, pues viendo que aunque sus objetos son diferentes, sin embargo, no
dejan de tener en común el que no consideran otra cosa, sino las diversas relaciones y
posibles proporciones que entre los mismos se dan, pensaba que poseían un mayor
interés que examinase solamente las proporciones en general y en relación con aquellos
sujetos que servirían para hacer más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas
en forma alguna a ellos para poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que
conviniera. Posteriormente, habiendo advertido que para analizar tales proporciones
tendría necesidad en alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras
ocasiones solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi
memoria, opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se
daban entre líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera
representar con mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o
considerar varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante algunas
cifras, lo más breves que fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se da en
el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una
mediante los procedimientos de la otra.

Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que había


escogido, me proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones, tratadas por
estas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen, habiendo
comenzado por las más simples y más generales, siendo, a la vez, cada verdad que
encontraba una regla útil con vistas a alcanzar otras verdades, no solamente llegué a
concluir el análisis de cuestiones que en otra ocasión había juzgado de gran dificultad,
sino que también me pareció, cuando concluía este trabajo, que podía determinar en
tales cuestiones en qué medios y hasta dónde era posible alcanzar soluciones de lo que
ignoraba. En lo cual no pareceré ser excesivamente vanidoso si se considera que no

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habiendo más que un conocimiento verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce
cuanto se puede saber. Así un niño instruido en aritmética, habiendo realizado una
suma según las reglas pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello
de que es capaz el ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues
el método que nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente
todas las circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a
las reglas de la Aritmética.

Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo estaba seguro
de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto, al menos de la
mejor forma que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de que la práctica del
mismo habituaba progresivamente mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta
sus objetos y puesto que no lo había limitado a materia alguna en particular, me
prometía aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias al igual
que lo había realizado con las del Álgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese
examinar todas aquellas dificultades que se presentasen en un primer momento, pues
esto hubiera sido contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome
prevenido de que sus principios deberían estar tomados de la filosofía, en la cual no
encontraba alguno cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de
establecerlos. Y puesto que era lo más importante en el mundo y se trataba de un tema
en el que la precipitación y la prevención eran los defectos que más se debían temer,
juzgué que no debía intentar tal tarea hasta que no tuviese una madurez superior a la
que se posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no hubiese empleado
con anterioridad mucho tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu
todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían
constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitándome siempre en el método
que me había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más.

CUARTA PARTE
No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan
metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el
fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los fundamentos que he establecido, me
encuentro en cierto modo obligado a referirme a ellas. Hacía tiempo que había
advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones seguir
opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido
anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la
verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como
absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin
de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese
enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas
ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal
como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar
en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que
incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error,
rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como
demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos
cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal
estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían
alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero,

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inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo
era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y
dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que
todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla
tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la
filosofía que yo indagaba.

Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que
carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me
encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario,
sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy
evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar,
aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón
alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era
una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia,
para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De
suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es
enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no
fuese, no dejaría de ser todo lo que es.

Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para
afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de
identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué
consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que
me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es
necesario ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que
concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante, hay
solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son aquellas que
concebimos distintamente.

A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no


era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer
que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa
más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna
naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con los pensamientos que
poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y
otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no
constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mi,
podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto
que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los
tenía porque había defecto en mi. Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de
un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo
manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más
perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la
existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí
mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en
mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también,
que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es
decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios. A esto añadía que, puesto que
conocía algunas perfecciones que en absoluto poseía, no era el único ser que existía

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(permitidme que use con libertad los términos de la escuela), sino que era
necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto del cual dependiese y del
que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese existido solo y con
independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por mi mismo todo lo poco
que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma razón, tener por mi
mismo cuanto sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable,
omnisciente, todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía
comprender que se daban en Dios. Pues siguiendo los razonamientos que acabo de
realizar, para conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a la mía,
solamente debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí alguna
idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas
ideas que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De este modo me
percataba de que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no pueden
estar en Dios, puesto que a mi mismo me hubiese complacido en alto grado el verme
libre de ellas. Además de esto, tenía idea de varias cosas sensibles y corporales; pues,
aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o imaginaba era falso, sin
embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento.
Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que la naturaleza inteligente es
distinta de la corporal, considerando que toda composición indica dependencia y que
ésta es manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser una perfección de
Dios al estar compuesto de estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba;
por el contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas
inteligencias u otras naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser debía
depender de su poder de forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni
un solo momento.

Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome propuesto el objeto de los


geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente
extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que
podían poner diversas figuras y magnitudes, así como ser movidas y trasladadas en
todas las direcciones, pues los geómetras suponen esto en su objeto, repasé algunas de
las demostraciones más simples. Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo
el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe con evidencia, siguiendo
la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me
asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que,
suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos
rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el
mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto,
encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la
del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en
la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor
evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o
existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría.

Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay una gran
dificultad en conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su alma, es el que jamás
elevan su pensamiento sobre las cosas sensibles y que están hasta tal punto habituados
a no considerar cuestión alguna que no sean capaces de imaginar (como de pensar
propiamente relacionado con las cosas materiales), que todo aquello que no es
imaginable, les parece ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la máxima que

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los mismos filósofos defienden como verdadera en las escuelas, según la cual nada hay
en el entendimiento que previamente no haya impresionado los sentidos. En efecto, las
ideas de Dios y el alma nunca han impresionado los sentidos y me parece que los que
desean emplear su imaginación para comprenderlas, hacen lo mismo que si quisieran
servirse de sus ojos para oír los sonidos o sentir los olores. Existe aún otra diferencia:
que el sentido de la vista no nos asegura menos de la verdad de sus objetos que lo
hacen los del olfato u oído, mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos
podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniese.

En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de


Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas
las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la
existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque
se tenga una seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser
que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser
que se peque de falta de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede
negar que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado
que es posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo,
que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo
podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros,
dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad menor? Y aunque los ingenios
más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna
que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios. Pues,
en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una regla (a saber:
que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más que si Dios
existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se sigue
que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen de Dios, en todo
aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino verdaderas. De modo que, si
bien frecuentemente poseemos algunas que encierran falsedad, esto no puede provenir
sino de aquellas en las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada,
es decir, que no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es
evidente que no existe una repugnancia menor en defender que la falsedad o la
imperfección, en tanto que tal, procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o
perfección proceda de la nada. Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros
de real y verdadero procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que
fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales
ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas.

Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la
certeza de esta regla, es fácil conocer que los sueños que imaginamos cuando
dormimos, no deben en forma alguna hacernos dudar de la verdad de los pensamientos
que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, si sucediese, inclusive durmiendo, que se
tuviese alguna idea muy distinta como, por ejemplo, que algún geómetra lograse
alguna nueva demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y en relación con
el error más común de nuestros sueños, consistente en representamos diversos objetos
de la misma forma que la obtenida por los sentidos exteriores, carece de importancia el
que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas, pues pueden inducirnos
a error frecuentemente sin que durmamos como sucede a aquellos que padecen de
ictericia que todo lo ven de color amarillo o cuando los astros u otros cuerpos
demasiado alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen.

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Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos dejarnos
persuadir sino por la evidencia de nuestra razón. Y es preciso señalar, que yo afirmo,
de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque
vemos el sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no posea sino el tamaño
con que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con cierta claridad una cabeza de
león unida al cuerpo de una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el mundo
una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de este modo,
sea verdadero. Por el contrario nos dicta que todas nuestras ideas o nociones deben
tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible que Dios, que es sumamente
perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros careciendo del mismo. Y puesto que
nuestros razonamientos no son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño como
durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y
claras, la razón nos dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos
verdaderos, ya que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe
encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en
los que tenemos mientras soñamos.

1.- CONTEXTO CULTURAL – FILOSÓFICO:


a) Contexto cultural:
Descartes nace en 1596 y muere en 1650, el Discurso del método
-libro al que pertenece nuestro texto- lo escribió en 1637, cuando aún Europa está
sumida en la Guerra de los 30 años, un conflicto religioso y político entre católicos y
protestantes. Recordemos que Descartes pretendía fundar un saber absoluto, una
filosofía única, de valor universal, inspirada en el modelo matemático y que lograra
reconciliar a los hombres por el pensamiento. Su filosofía se desarrolla pues en pleno
siglo XVII, caracterizado por el Barroco y la Nueva Ciencia.
- Barroco: recoge las ideas del carácter ilusorio de la vida y la
amenaza de la muerte. Es un movimiento artístico con formas dinámicas y efectistas,
contrates de luces y sombras y tendencia a la exageración. Pero es también una visión
de la vida en un época turbada y desengañada.
- Nueva Ciencia: el surgimiento de la Filosofía Moderna, que se
inicia con Descartes, está en íntima conexión con el triunfo de la ciencia moderna.
Copérnico, Kepler, Galileo, a caballo entre los siglos XVI y XVII, asientan los pilares
para el edificio de la nueva ciencia experimental. Es el triunfo de una nueva manera de
hacer ciencia, utilizando el método experimental, que va unido al renacer de una nueva
forma de filosofar. Los descubrimientos científicos de esta época son fruto de la razón,
que rechaza la dependencia de la autoridad. Esto indica la conexión existente entre el
pensar filosófico y el científico: las matemáticas y los principios matemáticos serán la
base para todo pensar científico y filosófico; serán el auténtico modelo del saber al que
habrá que acudir como modelo de todo razonamiento lógico.
- En el Arte destacan las figuras de Rubens, Velázquez y
Rembrandt; y en Literatura Lope de Vega, Shakespeare y Calderón de la Barca, cuya
obra “La vida es sueño” emparenta con la duda cartesiana de la existencia de la realidad
b) Contexto filosófico:
La época de Descartes está marcada por el espíritu de crítica y duda; es la
época donde la razón empieza a disfrutar de la autonomía buscada en los siglos

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medievales, ya que se niega toda autoridad precedente y se intenta comenzar todo de
nuevo.
Ahora bien, la división de las ideas sigue siendo grande como ha ocurrido
siempre en la Historia de la Filosofía. Pretendía reconciliar a los hombres por el
pensamiento y acabar con la división de las ideas. Para este propósito necesitaba un
método y por eso escribe el Discurso del Método, obra a la que pertenece nuestro texto.
El método, tal y como aparece en toda la parte II del libro, está inspirado en la lógica
aristotélica clásica (lógica deductiva) y en el modelo matemático, que tan buenos
resultados estaba dando a la ciencia desde Galileo y su paralelismo matemático-físico.
En el contexto filosófico amplio del texto no podemos dejar de señalar la
minusvaloración del conocimiento por los sentidos que hace el Racionalismo y la
afirmación de las ideas innatas, otorgando una confianza absoluta al conocimiento por
la razón; de ahí que haya que verlo en confrontación con el Empirismo:
- Racionalismo y empirismo son las dos grandes corrientes de la
filosofía moderna; tienen puntos de partida diferentes en el tema del conocimiento y
esto les llevará a conclusiones irreconciliables, que conducirán a la metafísica a un
callejón sin salida hasta la aparición de Kant, que con su "Crítica de la razón pura"
tratará de buscar una salida coherente a la metafísica, que no será posible como ciencia
pero sí como “fe racional”. El punto de partida epistemológico, esto es, la consideración
del origen del conocimiento es diferente para ambos:
* Racionalismo: nuestros conocimientos válidos y verdaderos
acerca de la realidad, proceden no de los sentidos, sino de la razón, del entendimiento
mismo. Esto llevará a la larga a la admisión de ideas innatas.
* Empirismo: todos nuestros conocimientos proceden de los
sentidos, de la experiencia sensible. Niegan toda idea innata, ya que nacemos con "la
mente como un papel en blanco".
En resumen, la respuesta racionalista es que aunque los sentidos dan
información, ésta es confusa e incierta. Nuestro conocimiento de la realidad puede ser
construido deductivamente a partir de ciertas ideas y principios evidentes.

2.- DESCARTES: (Este desarrollo nos permite hacer las preguntas sobre identificación
y explicación del contenido (temática) del texto y la pregunta sobre justificación del
texto (Al final, lo tendrás que poner todo, recuerda que lo que no es temática es
justificación, por eso te ayudará mucho tener bien aprendidos los esquemas de clase o
avances informativos).
2.1. El punto de partida cartesiano:
El punto de partida de la reflexión filosófica cartesiana es el desengaño filosófico ante
la división de las ideas: la época de Descartes está marcada por el espíritu de crítica y de
duda; es la época donde la razón empieza a disfrutar de la autonomía buscada en los
siglos medievales (recordemos a Averroes), ya que se niega toda autoridad precedente y
se intenta comenzar todo de nuevo. Ahora bien, la división de las ideas sigue siendo
grande como ha ocurrido siempre en la historia de la filosofía. Pero Descartes tiene una
concepción unitaria del saber y de la razón, ya que las distintas ciencias y los
distintos saberes son manifestación de un saber único, esto es, la sabiduría humana.
Pero hay más, porque la concepción unitaria del saber proviene de una concepción
unitaria de la razón: la sabiduría humana es única porque la Razón es única; la Razón
que se aplica al conocimiento matemático es la misma que se aplica al conocimiento
filosófico. A Descartes le sorprende que nos pongamos fácilmente de acuerdo en
matemáticas (ej: 2+2=4) y cómo en filosofía, en cambio, reina la discordia.

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De ahí que, el sueño de Descartes sea la reconciliación de los hombres por el
pensamiento: Descartes expone todo esto en las Meditaciones Metafísicas y cuenta el
sueño que tuvo en el campo de batalla cuando era soldado: soñó que la estructura del
mundo era lógica y que era posible construir una ciencia general que diera unidad y
fundamento a todo el saber. Pretendía reconciliar a los hombres por el pensamiento y
acabar con la división de las ideas. Podríamos decir que la máxima inicial cartesiana
pudiera ser esta: "Piensa bien, esto es, con lógica, y acertarás". Todo esto va a implicar
la necesidad de un método y por eso escribe El Discurso del método.
2.2 El método cartesiano:
a) Fuentes de inspiración:
El método está inspirado en la lógica aristotélica clásica (lógica silogística deductiva)
y en el MODELO MATEMATICO, que tan buenos resultados estaba dando a la
ciencia desde Galileo. La consecuencia es que no hay misterios, todo se puede conocer
con ideas claras y distintas.
Pero, ¿en qué consiste el método cartesiano? En primer lugar, tenemos que considerar
las fuentes de inspiración del método:
* la lógica aristotélica clásica (el silogismo).
* modelo matemático: álgebra y geometría analítica, con la
intención de obtener en filosofía el mismo grado de certeza y acuerdo entre todos como
se produce en las matemáticas. Descartes se inspira en el método de "resolución
composición" de la escuela de Padua. Pero es notable que Descartes no haga alusión
ninguna al experimento. Ello indica hasta qué punto la metodología de Descartes da
preferencia al análisis conceptual (no experimental) y a la deducción puramente
racional: una larga cadena de deducciones a partir de unos principios simples y
evidentes (definiciones y axiomas).
b) Actitudes básicas del método:
En segundo lugar, las actitudes básicas del método son intuición y deducción:
* Intuición: es una luz natural que tiene por objeto las
naturalezas simples, esto es, captamos inmediatamente conceptos simples emanados
de la razón misma, sin que quede posibilidad de duda o error.
* Deducción: el conocimiento intelectual se despliega a partir de
la intuición de naturalezas simples. Entre unas naturalezas simples y otras (entre unas
intuiciones y otras) aparecen conexiones que la inteligencia descubre y recorre por la
deducción. La deducción no es sino una intuición sucesiva de las naturalezas simples y
las conexiones entre ellas.
c) Las Reglas del Método:
En tercer lugar, los pasos del método son LAS CUATRO REGLAS:
Descartes comienza exponiendo su actitud de cautela y duda para
encontrar la verdad, así que se determina a seguir unas pocas reglas con la condición de
no incumplirlas nunca:
* 1ª Regla. La EVIDENCIA, esto es, aceptar sólo lo claro y
distinto, no admitir nada que sea dudoso:
- La evidencia es el carácter de lo que arrastra el
asentimiento inmediato de la mente. Se da en la intuición (acto puramente racional por
el que la mente "ve" de modo inmediato y transparente una idea) y su modelo es la
evidencia matemática (2+2=4). Para Descartes la evidencia es propiedad de las ideas,
no de las cosas; esto implica el cambio del concepto de verdad: desde el escolástico de
"adecuación del entendimiento a la cosa", la verdad pasa a ser una propiedad de las
ideas en sí mismas.

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- La evidencia se define por sus caracteres esenciales: la
claridad y distinción. Descartes entiende por una "idea clara" aquella que se distingue
de las demás ideas, y por "idea distinta" aquella que entre sus partes no hay confusión.
Es decir, una idea es clara cuando está separada y no se la confunde con las demás ideas
y es distinta cuando sus partes están separadas entre sí, esto es, la idea tiene claridad
interior.
- Habrá que evitar dos vicios fundamentales en la
búsqueda de la verdad: la precipitación y la prevención. La precipitación consiste en
tomar por verdadera una idea que es confusa, no distinta, es decir, tomar por verdadero
lo que no es, y negarse a aceptar la verdad de lo que es evidente. La prevención, por el
contrario, consistirá en negarse a aceptar una idea a pesar de ser clara y distinta, es
decir, negarse a aceptar la verdad de lo que es evidente.
* 2ª REGLA. El ANALISIS, esto es, dividir las dificultades en
partes hasta llegar a los elementos simples, a las naturalezas simples. La evidencia sólo
la podemos obtener de las ideas simples, por lo tanto lo que hay que hacer es reducir las
ideas compuestas a ideas simples. Análisis significa división: hay que dividir las ideas
compuestas en ideas simples. Hay que reducir las percepciones confusas a percepciones
claras, los raciocinios a intuiciones, es la única manera de evitar el error:
- Lo que llama aquí "dificultades" es todo aquello en lo
que encuentra verdad o falsedad. La división de las dificultades tendrá un límite: las
naturalezas simples. La división tiene como finalidad alcanzar tales naturalezas
simples, que son los elementos indivisibles que constituyen el último término del
conocimiento, más allá del cual no podemos ir. las naturalezas simples representan
también el último término del análisis y el primero de la síntesis. Son captadas por
intuición.
- La intuición es, para Descartes, una captación simple e
inmediata del espíritu, tan fácil y distinta que no deja lugar a dudas. Cada cual puede
intuir que existe, que piensa, que el triángulo tiene tres lados. No debe confundirse la
intuición ni con la percepción sensible, ni con el juicio. La intuición es más simple y
cierta que la deducción, nos da certeza1 absoluta.
* 3 º REGLA. La SINTESIS, esto es, una vez que tenemos la
evidencia de los elementos simples, debemos volver a recomponer con orden los
pensamientos desde lo simple hasta lo complejo por deducción. Se trata de formar una
cadena de intuiciones parciales cuyo resultado será una intuición evidente y ausente de
errores. Este ascenso deductivo nos permitirá llevar a las dificultades que son complejas
la misma seguridad que tenemos al captar, por intuición, los elementos o naturalezas
simples
* 4ª REGLA. La ENUMERACION (Revisión): se trata de revisar
todo el proceso para estar seguros de no omitir nada. Es la comprobación de todo el
proceso para obtener una intuición general y una evidencia simultánea en su conjunto.
El propósito de esta regla es ponerse a cubierto de los errores provenientes de la
debilidad de la memoria, pues si la enumeración no es completa y se pasa por alto un
error, se pone en peligro la trabazón de los razonamientos y, por lo tanto, la certeza de la
conclusión.
En resumen, todo el método se reduce a la evidencia: hay que lograr una
evidencia en la verdad primera de donde se deduzcan las demás (la idea clara y
distinta); hay que lograr una evidencia en el proceso y hay que lograr una evidencia en
1    
Entendemos por certeza el estado de la mente que se
cree en posesión de la verdad.

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el conjunto del proceso. Y como consecuencia: no hay misterios, todo puede ser
conocido con ideas claras y distintas; lo que va a implicar casi la reducción del ser a
función matemática. Nos cuenta Descartes que el método seguido por los geómetras
fue el que le inspiró. Estos parten de las cosas más sencillas y fáciles de conocer para
elevarse, por medio de "largas cadenas de trabadas razones", hasta llegar a las
cuestiones más difíciles y complejas. De todas las ciencias, según Descartes, tan solo la
matemática logra alcanzar demostraciones ciertas y evidentes; bueno será, entonces,
que tomemos a esta ciencia como modelo, ya que todas las cosas que pueden ser objeto
del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma (unidad del saber y de la
razón)
d) Aplicación del método a la Filosofía. La duda metódica:
Al conseguir tan buenos resultados en Matemáticas, y como no lo había
circunscrito sólo a las matemáticas, se propone también aplicar el método a la Filosofía.
Para ello, al aplicar la primera regla -la “evidencia”- comienza dudando de todo para ver
si encuentra algo de lo que no pueda dudar en el conocimiento, algo cierto, verdadero y
evidente. Esto es lo que se llama la DUDA METÓDICA:

d.1) Sentido de la "duda cartesiana":


Descartes comienza dudando de todo no para caer en el
escepticismo de que no es posible obtener la verdad, sino para comprobar si hay algo
tan cierto que resista a toda duda. El objetivo y sentido de su duda es alcanzar la
certeza, la verdad, la evidencia (1ª regla del método). El entendimiento para
Descartes ha de encontrar en sí mismo las verdades fundamentales para construir el
edificio del conocimiento. Este punto de partida ha de ser una verdad absolutamente
cierta sobre la cual no sea posible dudar en absoluto.
d.2) Características de la duda:
No se trata de una duda fingida sino que es una duda universal
(acerca de todos los conocimientos que podemos tener), metódica (persigue un
objetivo: la certeza, la verdad, la evidencia) y teorética (no en el plano ético, ya que de
lo contrario esto sería un caos, Descartes admite en el proceso de duda una moral
provisional para conducirse y evitar el desorden individual y colectivo). Las normas o
reglas de la moral provisional:
La duda de Descartes es una duda real y no teórica, lo cual tiene un
riesgo: el de quedarse sin nada para conducirse en la vida. Este es el motivo por el que
acepta unas normas provisionales de moral, una especie de andamio que le servirá para
construir el edificio de su filosofía y que retirará cuando esté terminado su sistema.
Dicho con otras palabras, mientras está a la búsqueda de su filosofía no renuncia ni a
"vivir lo más feliz que fuera posible", ni a permanecer quieto en sus acciones aunque la
razón le obligue a estar quieto en sus juicios. Para ello necesita elaborar una moral
provisional, ya que la moral definitiva sólo puede ser obtenida como fruto último de su
sistema filosófico (de hecho, Descartes morirá sin realizar esta empresa). La moral
provisional es una especie de casita provisoria hasta que se pueda habitar en el palacio
de su nuevo pensamiento. Consta de las siguientes normas:
1ª.- La primera máxima expresa una actitud de cautela y prudencia:
obedecer las leyes y costumbres de su país, ser fiel a su religión y seguir las opiniones
más moderadas de las comúnmente practicadas por los más sensatos. Esto lo justifica
diciendo que en caso de error se apartaría menos del camino que si hubiera elegido las
opiniones más extremas.

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2ª.- La segunda propone que, ya que nada es muy seguro, lo mejor es
seguir lo más probable como si se tratase de algo muy verdadero y cierto. Lo
justifica diciendo que de este modo evitará estar siempre indeciso y se librará de todos
los arrepentimientos y remordimientos de la conciencia insegura.
3ª.- La tercera está inspirada en la moral estoica: modificar sus deseos
antes que el orden del mundo, vencerse a sí mismo antes que a la fortuna y considerar
que sólo nuestros pensamientos están enteramente en nuestro poder. Todo lo ajeno a
esto es imposible para nosotros, de manera que esta manera de pensar le impediría en lo
sucesivo desear lo que no pudiera alcanzar, y le permitiría vivir feliz y satisfecho. Esto
está relacionado con la concepción cartesiana de la unión entre felicidad y
conocimiento. Descartes considera que esto es muy difícil y proclama su admiración
por aquellos filósofos que han sido muy felices a pesar de los dolores y la pobreza que
sufrieron, ya que se dedicaron al cultivo del conocimiento como fuente de felicidad, y
no la pusieron en la riqueza y en la suerte.
4ª.- Por fin, pasa revista a todas las ocupaciones posibles para elegir la
mejor. Y Descartes encuentra que la que él ha elegido es la mejor: "emplear toda mi
vida en cultivar mi razón y avanzar tanto como pudiese en el conocimiento de la
verdad, siguiendo el método que me había prescrito".

d.3) Ámbitos de la duda:


La búsqueda de ese firme punto de partida exige una tarea previa
consistente en eliminar todos aquellos conocimientos de que sea posible dudar.
Descartes comienza con la duda metódica (real y universal) para no engañarnos porque
tenemos los siguientes motivos para dudar:
* Duda del conocimiento sensible: la primera razón para dudar de
nuestros conocimientos se halla en las falacias de los sentidos, que nos inducen a error.
Dice Descartes que si los sentidos nos inducen a veces al error, ¿qué garantías tenemos
de que no nos induzcan siempre al error?. ["Los sentidos son engañosos y es prudente
no fiarse nunca por completo de quiénes nos han engañado una vez" , Meditaciones
metafísicas, 1ª].
Ahora bien, si este motivo nos permite dudar de que las cosas sean como las
percibimos por medio de los sentidos, no nos permite dudar que existan las cosas que
percibimos y como de eso también hay que dudar (hemos dicho que se trata de una duda
metódica, pero real y universal), introduce Descartes el siguiente motivo de duda.
* Duda de la existencia de la realidad: ya que a veces no somos
capaces de distinguir cuándo estamos despiertos o cuándo estamos soñando, ¿no podría
suceder que lo que creemos "realidades" fueran puros "sueños"?. Este tema de la
indistinción de la vigilia y el sueño es muy del gusto del barroco, recordemos a
Calderón con La vida es sueño . ["Cuántas veces me ha sucedido soñar de noche que
estaba en este mismo sitio, vestido y sentado junto al fuego, estando en realidad
desnudo y metido en la cama... Veo tan claramente que no hay indicios ciertos para
distinguir el sueño de la vigilia", Meditaciones metafísicas, 1ª].
Ahora bien, Descartes subraya que aunque esto nos permite dudar de la
existencia de las cosas y el mundo, sin embargo, no nos permite la duda acerca de
ciertas verdades matemáticas , ya que, por ejemplo, los tres ángulos de un triángulo
sumarán 180 grados estemos dormidos o despiertos. De ahí que Descartes introduzca un
tercer motivo de duda.
* Duda de la capacidad de la inteligencia: el entendimiento se
puede equivocar cuando razona, aún de las propias demostraciones matemáticas: "¿Qué
se yo si Dios ha querido que yo también me engañe cuando sumo dos y tres, o enumero

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los lados de un cuadrado? Heme aquí obligado a confesar que todo cuanto yo creía antes
verdadero puede en cierto modo ser puesto en duda", Meditaciones metafísicas, 1ª.
Si Dios permite que me engañe, ¿no se contradice todo esto con la bondad de
Dios? , y entonces acude a la hipótesis o metáfora de la existencia de un genio maligno
que nos induce al error cuando vamos tras la verdad. Dice Descartes: "tal vez mi
entendimiento es de tal naturaleza que se equivoca necesariamente y siempre cuando
piensa captar la verdad... Pero, ¿quién soy yo ahora que supongo que hay cierto
geniecillo en extremo poderoso, y por decirlo así, maligno y astuto, que dedica todas sus
fuerzas e industria a engañarme", Meditaciones metafísicas, 1ª.
En resumen, la duda cartesiana es una duda general, radical, es decir,
afecta al ámbito del saber en su totalidad, desde las percepciones remotas, hasta las
verdades matemáticas. Pero es también una duda metódica y provisional, en tanto que
se practica como paso previo al hallazgo de la certeza.
2.3. Resultado de la duda, la primera verdad y el criterio de verdad:

a) La superación del escepticismo es la primera verdad: el SUJETO que


PIENSA:
Con la duda, Descartes ha barrido todas las opiniones, ha dejado
en suspenso toda certeza (recordemos que menos las normas de una moral provisional
para poder seguir viviendo), todo se ha puesto en duda. Pero, en el proceso de la duda,
Descartes encuentra algo de lo que no puede dudar, y que le permite superar el
escepticismo. EL RESULTADO DE LA DUDA ES LA PRIMERA VERDAD Y EL
CRITERIO DE VERDAD, "COGITO ERGO SUM":
Hay una certeza que resiste todos los ataques de la duda y de la
que es imposible dudar: es el hecho simultáneo del propio pensamiento y de la propia
existencia. Puedo dudar de todo, pero no puedo dudar de que estoy dudando; no
puedo dudar de mi pensamiento, y mi pensamiento se da porque se da mi existencia. Mi
existencia como ser pensante (¡ojo, que estamos diciendo como ser pensante solamente,
mientras que de lo extramental, de lo material o corporal no estamos diciendo nada!
Descartes demuestra que yo tengo alma, mente pero no demuestra que yo tenga cuerpo
porque ha dudado de la existencia de lo material de la realidad) es absolutamente
evidente.
Dicho con otras palabras, puedo pensar que no existe Dios, que
no existe el mundo, las cosas..., pero no puedo pensar que yo, que pienso estas cosas, no
existo al mismo tiempo que las pienso. Es posible que las cosas sean falsas, o que no
existan; pero yo las pienso, esto es lo absolutamente cierto, yo no puedo dudar del
hecho de que las pienso. Para dudar hace falta pensar, y para pensar hace falta existir;
aunque todo sea falso tengo que admitir que yo, que a lo mejor me engaño al pensar
estas cosas, tengo que admitir que soy un ser que pienso, y por lo tanto, un ser que
existe. Esa realidad puede con todas las dudas.
En el "cogito ergo sum" ("pienso luego existo") encuentra
Descartes el principio buscado, la idea clara y distinta, la base firme para construir todo
el edificio de la filosofía, la gran base que va a servir de fundamento para deducir de
ella todas las demás verdades. Hay que reseñar también que el "cogito" cartesiano se
refiere no sólo al pensamiento, sino a toda actividad interna del sujeto como pensar,
querer, sentir, imaginar, dudar, equivocarse, etc. ["¿Qué soy pues? Una cosa que piensa;
¿qué es una cosa que piensa?. Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega,
quiere, no quiere, y también imagina y siente", Meditaciones metafísicas, 2ª]. Es el
comienzo de la filosofía moderna. El yo pensante, la autoconciencia, es como el ser
absoluto, el que organiza la realidad. Aquí Descartes se inspira de alguna manera en

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San Agustín cuando decía: “Si me engaño existo”, si bien el filósofo medieval lo
ponía como un ejemplo de verdad y Descartes hace pivotar aquí toda su filosofía.
b) El "cogito" y el criterio de verdad:
Mi existencia como sujeto pensante no es sólo la primera verdad
y la primera certeza, sino el prototipo de toda verdad y toda certeza. Y mi existencia
como ser pensante es prototipo de verdad, porque la percibo con toda claridad y
distinción, de aquí deduce Descartes su criterio de certeza: todo cuanto perciba con
igual claridad y distinción que el "cogito ergo sum" será verdadero y podré afirmarlo
con certeza. Recordemos que Descartes entiende que una idea es “clara” cuando está
separada y no se la confunde con las demás ideas y es “distinta” cuando sus partes están
separadas entre sí, esto es, la idea tiene claridad interior.
2.4. El problema de la existencia de la realidad y su solución:
Vamos a retomar el camino recorrido. Hasta ahora y partiendo de la duda, lo más
que hemos obtenido es la existencia del sujeto que piensa, esto es, de lo mental. El
problema que se le plantea ahora a Descartes es cómo salir del cerco del pensamiento,
de la ratonera del cogito, de su solipsismo subjetual, es decir, cómo pasar de lo mental
a lo extramental, cómo pasar de demostrar que existe el pensamiento a demostrar que
existe el mundo, es decir, la realidad extramental (a esto le llamamos EL PROBLEMA
DE LA REALIDAD en Descartes) Se trata de cómo pasar del sujeto al objeto, ya que
el único objeto que tiene es precisamente el sujeto en cuanto pensante. Solamente
cuenta con el sujeto que piensa, y que piensa "ideas", entonces analizará las ideas del
sujeto a ver si encuentra alguna que le ayude a salir del cerco del pensamiento. El
problema es enorme, ya que a Descartes no le queda más remedio que deducir la
existencia de la realidad a partir de la existencia del pensamiento (que piensa ideas).
Con lo cual vemos reflejado el ideal deductivo del racionalismo, esto es, sacar
conclusiones a partir de un punto de partida firme, el "cogito". Y como en el
pensamiento hay ideas, se dedica entonces a analizar y clasificar las ideas
a) El concepto de idea en Descartes: del análisis anterior concluye Descartes que
el pensamiento piensa siempre ideas (recordemos que la evidencia es una
propiedad de las ideas y no de las cosas), si bien el concepto de idea en Descartes es
diferente al de la filosofía anterior:
- Para la filosofía anterior, el pensamiento no recae sobre las ideas, sino
directamente sobre las cosas; por ejemplo, si yo pienso que el mundo existe, estoy
pensando en el mundo y no en mi idea de mundo. La idea sería algo así como una lente
transparente a través de la cual el pensamiento recae sobre las cosas, es decir, como una
lente a través de la cual se ven las cosas sin que ella misma sea percibida.
- Para Descartes, el pensamiento no recae directamente sobre las cosas
(cuya existencia no nos consta en principio), sino sobre las ideas; por ejemplo, yo
pienso no en la realidad del mundo, sino en la idea de mundo. Para Descartes, la idea no
es una lente transparente, sino una representación o fotografía que contemplamos. Y
nuevamente nos encontramos desde esta perspectiva con el problema de la realidad en
Descartes, ya que ¿cómo garantizar que a la "idea" de mundo le corresponde la
"realidad" del mundo?
b) Descartes, en cuanto al análisis de la naturaleza de las ideas distingue dos
aspectos en ellas:
- Consideradas como actos mentales o modos del pensamiento, las ideas
poseen la misma realidad, ya que todas parecen provenir del mismo modo. Todas las
ideas son actos mentales que proceden del pensamiento y que, por lo tanto, tienen la
misma "realidad formal".

14
- Pero si consideramos las ideas en cuanto a su contenido objetivo,
poseen una realidad diversa, pues cada idea representa a una cosa distinta del mundo.
c) Clasificación de las ideas:
Una vez analizadas, Descartes realiza una clasificación de las ideas para ver si alguna de
ellas nos sirve para romper el cerco del pensamiento y salir a la realidad extramental,
que es ahora su objetivo. Y distingue tres tipos de ideas:
- Ideas adventicias: son las que parecen provenir de nuestra experiencia
externa, de los datos de los sentidos, como por ejemplo las ideas de árboles, hombres,
colores, etc. Es conveniente que caigamos en la cuenta de que hemos subrayado
"parecen provenir de la realidad", porque no nos consta la existencia de la realidad
extramental.
- Ideas facticias: son las ideas que provienen de nuestra imaginación y
voluntad; pueden construirse a partir de estas dos facultades, aun cuando no tengan una
existencia real, o a partir de otras ideas, como por ejemplo la idea de un caballo con
alas.
Pues bien, dice Descartes que ninguna de estas dos clases de ideas nos pueden
servir como punto de partida para la demostración de la existencia de una realidad fuera
de la mente, de una realidad extramental, de la realidad en definitiva. Las adventicias no
nos sirven porque parecen provenir del exterior y, por tanto, su validez depende de la
problemática existencia de la realidad extramental. Las facticias tampoco nos valen
porque al ser construidas por el pensamiento, su validez es cuestionable. Hay, pues, que
buscar otro tipo de ideas:
- IDEAS INNATAS: son aquellas que el pensamiento las posee en sí
mismo, es decir, que no provienen ni de la experiencia externa, ni de la propia
construcción mental, sino que el pensamiento las tiene por naturaleza. Por ejemplo, las
ideas de "pensamiento" o de "existencia" son innatas, no proceden de la experiencia
externa, ni son construidas por mí, sino que las encuentro en la percepción misma del
"pienso luego existo". Descartes también encontrará las ideas innatas de perfección e
infinitud.
2.5. Demostración de la existencia de Dios:
Y a partir de estas ideas innatas de perfección e infinitud, Descartes demostrará
la existencia de DIOS. Lo hace de la siguiente manera:
a) Argumento de la Perfección: en nuestro texto lo expone en la cuarta parte del
"Discurso del Método": primero constata que él no es un ser perfecto, pues habiendo
más perfección en conocer que en dudar, y que él dudaba y por tanto no era perfecto,
entonces de dónde provenía la idea que él tenía de perfección. Examina varias
posibilidades:
- la idea de perfección no puede provenir de los seres del
mundo (no es adventicia), pues no encontraba nada en tales pensamientos que fueran
superiores a él, así que si eran verdaderos podían proceder de él y si no lo eran podían
proceder de la nada.
- La idea de perfección no puede proceder de mí (no es
facticia), porque lo más perfecto no puede proceder de lo imperfecto, la idea de
perfección tiene que tener una causa proporcionada que lo explique, y yo que soy
imperfecto no puedo ser tal causa. A esto añadía que si yo tenía perfecciones en
absoluto, yo no era el único ser que existía, sino que existía otro más perfecto del cual
dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía.
- Sólo queda la alternativa de que tal idea hubiese sido
inducida en mí por una naturaleza que fuese más perfecta que la mía y que tuviese en sí
todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, esto es, que fuese Dios

15
(La crítica que le hacemos a Descartes es que la idea de perfección sí es facticia,
construida por nuestra imaginación a partir de la idea de imperfecto, pero negando sus
límites. Es decir que yo parto de lo idea de imperfección y me imagino algo perfecto
quitándole los defectos y construyendo con mi imaginación -como cualquier otra idea
facticia- la idea de perfección)
b) Argumento ontológico, con mucho pedigrí filosófico a partir de San Anselmo,
que fue el primero que lo usó. Descartes se ve necesariamente abocado a su utilización,
porque sólo cuenta con ideas y, en este sentido, la vía anselmiana le cuadra bien porque
partía de la idea de Dios para llegar a la realidad de Dios. No obstante, Descartes lo
retoca con ligeros matices. Lo hace de modo matemático diciendo que al igual que la
idea de triángulo implica que la suma de sus ángulos son 180 grados -aunque no exista
ningún triángulo en el mundo- y que la idea de círculo implica que sus puntos
equidisten del centro -aunque no exista círculo alguno en el mundo-, la idea de Dios
implica la existencia de Dios porque de lo contrario no sería absolutamente perfecto, al
faltarle la perfección de la existencia real. Dicho con otras palabras, examinando
Descartes la idea que tenía de "Ser Perfecto"(la esencia de Dios), encontraba que la
existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está
comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos. Y, en consecuencia, es
tan cierto que Dios exista como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría.
Critica a los empiristas diciendo que hay personas que no ven esta demostración de
Dios porque defienden que no hay nada en el entendimiento que no haya sido
previamente impresionado por los sentidos. El propio Descartes se anticipa a una
posible objeción. Podría objetársele que porque yo conciba una montaña con valle no se
deduce que exista montaña alguna en el mundo. Del mismo modo, porque yo conciba a
Dios como existente no se sigue que Dios deba necesariamente existir. Replica
Descartes diciendo que, en efecto, del hecho de que yo no pueda concebir una montaña
sin valle no se infiere que haya en el mundo montañas sin valle, sino tan sólo que la
montaña y el valle, existan o no, son inseparables. Del mismo modo, como no puedo
concebir a Dios sino como existente, se infiere que la existencia es inseparable de Él, de
su esencia. Esto es, que Dios existe verdaderamente. Kant le hará una crítica definitiva
diciendo que la existencia de una cosa no le añade perfección y que suponerla es dar por
probado lo que justamente se quiere demostrar.

Dios será para Descartes la sustancia infinita. Para Descartes el atributo esencial de Dios
es la Infinitud y la Perfección; y de aquí se deducen todos los demás: unicidad,
eternidad, omnisciencia, bondad, etc. Para encontrarlos el razonamiento que se hace
Descartes es examinar su propia naturaleza y todo aquello que implique imperfección
no estaba en Dios, pero sí todas las otras
2.6. Solución al problema de la realidad: el criterio de la veracidad divina
En este momento Descartes encuentra ya una solución al problema de la realidad
mediante el CRITERIO DE LA VERACIDAD DIVINA: decíamos antes que el
problema fundamental que tenía Descartes era cómo solucionar el paso de lo mental a lo
extramental, cómo romper el cerco del pensamiento que pensaba ideas y pasar a
fundamentar la existencia de la realidad. Pues bien, entre las ideas, ha encontrado la
idea innata de Dios, que como es infinitamente bueno y veraz no puede permitir que yo
me engañe al pensar que el mundo existe, luego el mundo existe. Dios es el puente que
le permite cruzar las dos orillas de lo mental y lo extramental. El papel de Dios en el
sistema cartesiano es ser la clave de bóveda de su sistema filosófico, es el garante de
nuestro conocimiento y existencia de la realidad. La hipótesis del genio maligno queda
rechazada; por tanto, la existencia de Dios va a servir de puente entre el Yo y el Mundo

16
exterior, y de garantía de la realidad de ese mundo. Dios es, por tanto, el que le permite
solucionar el problema de la realidad
2.7. Metafísica de la sustancia:
De esta manera, Descartes tiene ya tres certezas: la base de todo es la certeza del
YO (el cogito, lo mental, el sujeto, el alma); en segundo lugar, de las ideas del yo ha
deducido la existencia de DIOS; y en tercer lugar gracias al criterio de la veracidad
divina justifica la existencia del MUNDO (realidad extramental). Estos tres conceptos
(yo, Dios, mundo) constituyen los tres grandes temas de la metafísica racionalista, que
es una METAFÍSICA DE LA SUSTANCIA :
a) Concepto de sustancia:
En el análisis que viene a hacer Descartes de la sustancia, procede como
los matemáticos, esto es, construye la definición de un modo totalmente a priori y no
considera que tiene que justificarla. Y dice así: "Cuando concebimos la sustancia,
concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad, sino
de sí misma para existir". (Principios de la Filosofía, I, 51).
Esta definición es diferente a la de Aristóteles, recordemos que el
estagirita definía la sustancia (ousía) como sujeto de los accidentes. Descartes define la
sustancia más en relación con la existencia, Aristóteles la definía más en relación con la
esencia (Eidos). Para Descartes, “sustancia” es lo que existe por sí mismo
b) Tipos de sustancia:
b.1 SUSTANCIA INFINITA (DIOS): propiamente hablando la
definición anterior de sustancia sólo es aplicable a Dios, que es el único ser que no
necesita nada más que de sí mismo para existir, con lo cual si no matizamos la
definición caeríamos en el panteísmo (todo es Dios). Spinoza, otro filósofo racionalista,
se quedó solo con esta definición de sustancia y por eso es panteísta, considera que las
cosas del mundo son sólo modificaciones de Dios, pero que, en definitiva, todo es Dios.
b.2 SUSTANCIAS FINITAS: Pero Descartes matizó la definición
anterior y dijo que hay otras dos sustancias finitas, aparte de la infinita, que "no
necesitan nada más que de sí misma para existir, salvo de Dios". Estas dos
sustancias, (materia y pensamiento), tienen unos atributos, que es por lo que
conocemos la sustancia y unos modos, que son modificaciones o propiedades variables
de la sustancia. De esta manera, la visión de Descartes queda así:

Sustancia Atributo Modo

res cogitans2 pensamiento imaginación, sentimiento...


2    
Res cogitans o cosa pensante, quiere decir que para
Descartes sólo soy un pensamiento, una cosa que piensa, una
sustancia pensante, una cosa que existe de tal manera que
no necesita de otra cosa para existir, salvo de Dios. Mi
pensar no necesita de cuerpo para existir (dualismo
cartesiano).

17
res extensa3 extensión4 figura, movimiento

METAFISICA ESPECIAL:
b.2.1Mundo, (Cosmología);la "res extensa":
⋅ La "res extensa" es una sustancia finita que sólo necesita de
Dios (sustancia infinita) para existir, por tanto la "res extensa" es absolutamente
independiente de la "res cogitans" (dualismo cartesiano). Según Descartes "mi
existencia como ser pensante" no prueba por sí misma la existencia de mi cuerpo y más
las de otros cuerpos. Sin embargo, encuentro en mí mismo ciertas facultades y
actividades: como el poder cambiar de posición y de movimiento local, que implican la
existencia de una sustancia corpórea o extensa. Esta facultad sensible no presupone el
pensamiento y tiene que existir en alguna sustancia distinta de mi yo. Pero, ¿cómo sé
que existe?, entonces Descartes usa a Dios, como hemos dicho antes.
⋅ La existencia del mundo: percibimos el mundo, las cosas
físicas, los cuerpos, como cosas que tienen extensión, que es el atributo de la sustancia
corpórea: "La extensión en longitud, anchura y profundidad constituye la naturaleza de
la sustancia corpórea". (Principios..., I, 53). Y ya sólo tenemos que volver a repetir de
nuevo la clave de Descartes para cerrar su sistema, es decir, la verdad de esta idea de
la extensión, el que sea una idea clara y distinta, el que no nos podamos engañar,
viene de Dios. Descartes prueba la existencia del mundo a partir de la existencia de
Dios: puesto que Dios existe, y Dios es perfecto (de lo contrario no sería Dios), no
me puede engañar. Pero Dios me engañaría si, teniendo nosotros una inclinación tan
grande a creer en la existencia del mundo como causa de la sensación, el mundo no
existiese. Si las sensaciones que nosotros tenemos del mundo no correspondieran a un
mundo objetivamente existente, Dios me estaría engañando y entonces ya no sería Dios.
Lo que la veracidad divina garantiza es que no me engaña al pensar que son verdaderas
esas proporciones que se ven clara y distintamente, al ver que el mundo extenso existe,
que las cosas físicas tienen una extensión. Luego el mundo existe, esas sensaciones que
tenemos no las hemos fabricados nosotros, sino que son causadas por algo exterior a la
mente, algo objetivo y real.
⋅ Atributo de los cuerpos o "res extensa": ya hemos dicho que
para Descartes el atributo fundamental de los cuerpos o la materia es la "extensión", es
decir, aquello que puede ser cuantificable matemáticamente. En este sentido, el
"movimiento" también ocupa un lugar importante, porque también puede cuantificarse.
Esta es la visión mecanicista de Descartes, Dios garantiza un mundo constituido de
extensión y movimiento mecánico; de las cualidades sensibles (color, olor, sabor,...) dirá
que no son más que reacciones subjetivas. Por lo tanto, todo lo que en los cuerpos no
pueda reducirse a Extensión, lo que no pueda cuantificarse matemáticamente, será algo
oscuro que no estará vinculado esencialmente a los cuerpos.

3    
Res extensa o cosa extensa quiere decir que ese ser
pensante tiene cuerpo, aunque como algo independiente del
pensamiento y esfera de realidad distinta.
4    
La extensión es una propiedad de todos los cuerpos
materiales, que consiste en la capacidad que tienen de
ocupar un lugar en el espacio.

18
b.2.2 Antropología cartesiana. La "res cogitans" o sustancia pensante:
⋅ Dualismo cartesiano: yo estoy cierto de que existo, pero sólo
en la medida en que pienso. Al mismo tiempo de que estoy seguro de mi pensamiento,
he dudado de que exista el mundo, y de que exista mi cuerpo (el cuerpo lo percibo por
los sentidos, y me pueden engañar). De lo que estoy más cierto por mí mismo es de que
yo pienso (de la existencia de las cosas sólo estoy cierto porque Dios me lo garantiza de
que no me engaño). Pero aquello de lo que he dudado (mi cuerpo) no puede ser lo
mismo que aquello de lo que no he dudado (mi pensamiento). Por lo tanto,
pensamiento y cuerpo son pensados como cosas distintas. Para Descartes el hombre
está compuesto de materia o cuerpo (extensión) y de espíritu o alma (pensamiento) que
son "naturalezas simples" o sustancias finitas independientes que no se pueden fundir,
tan sólo están unidas accidentalmente, es decir, de manera débil, no sustancialmente
como una sola realidad. A la sustancia pensante le llamamos alma; por tanto, existe el
alma independiente del cuerpo. Dicho con otras palabras, Descartes aplica la
independencia entre la sustancia pensante y la sustancia extensa: "mi yo pensante no es
mi cuerpo". Mi pensamiento existe sin necesidad del cuerpo, no necesita del cuerpo
para existir.
⋅ Pero, ahora se le plantea un problema a Descartes: ¿cómo se
relacionan cuerpo y alma?, ya que si bien son dos sustancias distintas, la experiencia
indica que una unidad íntima une todo eso, pues la misma realidad que piensa es la que
siente. Entonces Descartes habla de la glándula pineal, que está en la base del cerebro
y que es -según Descartes- donde reside el alma; pues bien, a través de esta glándula se
consigue la unidad, interacción y comunicación de ambas sustancias (en este lugar del
cerebro el alma hace sentir especialmente su eficacia hacia todas las partes del cuerpo).
Naturalmente que esta solución de Descartes es bastante floja, y es que ya no le queda
otra salida; el mismo Spinoza le criticará que si Descartes ha dicho que sólo hay que
admitir lo claro y evidente, ¿qué claridad y evidencia tiene de eso de la glándula pineal?
⋅ Objetivo del dualismo cartesiano: probablemente sea para
salvar la libertad del hombre. La visión mecanicista del mundo y de la materia
(extensión y movimiento mecánico) no deja espacio para la libertad y todos los valores
espirituales del hombre que Descartes trata de defender; pues bien, la única manera que
tiene es liberar al alma del "reino de la necesidad" mecanicista" y estableciéndola como
esfera de realidad distinta, autónoma e independiente de la materia, de manera que sea
el "reino de la libertad".

3. ACTUALIDAD DE DESCARTES:

-Matematización: Descartes propone un método y un criterio de verdad que son


herederos de las matemáticas, y cree que de esta forma todas las ciencias
conseguirán una certeza semejante. La matematización ha impregnado todos los
ámbitos de la ciencia occidental. Desde los ejes cartesianos hasta el diseño del
acelerador de partículas del CERN, se siguen los mismos parámetros: lo real es
matematizable.
-Método y desarrollo científico-técnico: la importancia y la influencia de
seguir un método ha sido tan grande que los descubrimientos en las ciencias
(física, química, biología…) y sus aplicaciones técnicas (ingenierías,
medicina…) han sido tales que la fe en la religión se ha sustituido por la fe en la

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ciencia. Los gobiernos insisten en la necesidad de invertir en investigación
científica (I+D+i)
-Informática: es la última expresión de la actualidad del proyecto cartesiano.
Los códigos binarios con ceros y unos, son la base del desarrollo de todo el
software informático. Es el ideal cartesiano: en un ordenador no hay
contradicciones, no hay elementos que no se deriven de los principios
establecidos. La deducción siempre es perfecta.
-Importancia del sujeto y la autonomía del individuo: le debemos agradecer a
Descartes el nuevo rumbo que va a tomar la Filosofía. Desde Descartes se va a
valorar más el sujeto que el objeto y la persona humana luchará por su
identidad, valorándose más la autonomía del pensamiento como claro síntoma
de la modernidad. Pero el peligro es el individualismo de las actuales
sociedades contemporáneas, de manera que la persona corre el riesgo de
quedar encerrada en sí misma, en su propia soledad y autosuficiencia; esto quizá
explica la importancia actual de las redes sociales como Facebook.
-La verdad y la duda de la realidad: hay otras ideas cartesianas que vuelven
una y otra vez. Por ejemplo, la sospecha de que la realidad en la que creemos no
sea tal, sino una mera ilusión de los sentidos, ha sido retomada por el cine. El
argumento de la indistinción entre sueño y vigilia se refleja en la película de
Alejandro Amenábar “Abre los ojos”. El director nos presenta el tormento en el
que vive el protagonista, incapaz de distinguir cuándo está despierto y cuándo
sueña. Asimismo, todos los nuevos desarrollos informáticos con programas
sobre realidad virtual, videojuegos, etc nos transportan hacia una cierta
confusión de planos.

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