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TEMA
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN
MATERIA
EVOLUCIÓN DE LA SOCIOLOGÍA
ALUMNA
PROFESORA
Si bien la interrupción voluntaria del embarazo, o aborto, es una práctica común en todo el mundo,
que ha sido practicada desde mucho antes de que existieron los registros históricos, el tema desata
pasiones y muchas controversias en la época actual. El debate sobre el aborto pone en la mesa de
discusión temas fundamentales sobre la existencia humana, como el momento del inicio de la vida
humana y lo que nos constituye en seres humanos.
Es evidente que un óvulo fecundado tiene vida, al igual que la tiene un espermatozoide, la sangre
menstrual y hasta un tumor canceroso. Pero la vida humana es mucho más que una serie de procesos
orgánicos y fisicoquímicos. Parte de la comunidad científica afirma que la vida humana empieza cuando
el feto adquiere la capacidad de moverse por cuenta propia en el útero, para otras y otros esta vida
empieza cuando, se desarrolla el sistema nervioso. Hay también quienes argumentan a favor del inicio de
la función cerebral y quienes abogan por el primer latido del corazón.
Lo anterior exige tener conciencia de que el ser humano en gestación es persona en simbiosis
transitoria y no deja de serlo por depender provisionalmente del organismo materno. Pensar lo contrario y
decidir quién y cuándo es humano resulta verdaderamente grave; lo peor que podría sucederle a una
comunidad que se dice de ser democrática en esta primera década del siglo XXI, es decidir quién puede
decidir si vive quien ya está vivo, como acertadamente señalaba Carlos Castillo Peraza. 1
El concepto de persona humana y dignidad perdió sus fueros y bases filosóficas y antropológicas,
para tener una redefinición actual, basada en los intereses del momento, en los intereses políticos. A la
persona humana se le quita su categoría de persona porque aún no ha nacido o porque tiene una
enfermedad que le puede dificultar o impedir desplegar todas las cualidades y características inherentes al
ser humano. Se niegan los atributos propios de la persona, independientemente de que en un momento u
otro no se puedan explicitar.
Los promotores del aborto sostienen que despenalizarlo es una cosa y reglamentarlo como un
servicio de salud en hospitales públicos otra. Citan casos europeos en los que el debate ha concebido el
tema como un problema de justicia social. El inconveniente es que muchos de estos promotores, además
de erigirse en jueces, confunden la justicia social con la beneficencia pública. Insisto, estamos ante un
derecho fundamental, que pese a serlo, tiene diversos actos en contra como la despenalización del aborto
y la pena de muerte. 2
El concepto constitucional de vida humana y derecho a la vida, hace referencia al ser humano vivo,
por lo que se protege desde que la vida inicia. En efecto, la vida humana existe desde que se dan los
presupuestos biofisiológicos, cualquiera que sea el estado, condición y capacidad de presentación social
de su titular, y debe ser protegida, jurídicamente, en todas sus etapas, pues este derecho comprende la
existencia biológica y física, como un presupuesto vital para el ejercicio de los derechos fundamentales.
La sociedad actual se olvida que “cuando se aplica el concepto de persona a unos individuos,
concedemos a estos un estatus determinado, el estatus de la ‘inviolabilidad’. Con la concesión de este
estatus contraemos el deber de aceptar su relevancia.1 De aceptar el compromiso a respetarlo, de velar por
sus derechos. Un compromiso ineludible para toda la población, que indudablemente se desconoce en el
caso del aborto.
Así mismo, con frecuencia se esgrimen argumentos en casos límites para defender el aborto; la
mayoría se basan en fetos con grandes malformaciones, que normalmente no llegan a término durante la
evolución del embarazo, o que pueden morir dentro de las primeras horas después de su nacimiento. En
estos casos se pone a prueba el compromiso con el otro y la solidaridad en su fragilidad extrema, para
acogerlo el tiempo necesario dentro de los límites que tiene la vida y bajo una atención médica razonable
y en contra de cualquier intervención frívola. Es ahí donde se pone a prueba el sentido más profundo de
nuestra humanidad. Pero no solo de casos extremos se habla, se pretende con el aborto, a su vez, poner fin
a vidas humanas que tengan cualquier discapacidad generada por otras enfermedades, de manera
totalmente discriminatoria de la persona humana.
Las razones sociales de violación, pobreza, condiciones de vida infrahumanas, están muy distantes
de que sea justo y razonable pretender solucionarlas por la vía del aborto. Es deber del Estado repensar
sus políticas, por ejemplo, de educación sexual, donde lo que se promueve a la juventud es un concepto
de sexualidad lejano al respeto a su propia dignidad, a su cuerpo, a su unidad como persona, al valor que
tiene una sexualidad bien entendida. El Estado, ante las consecuencias de su política de educación sexual,
a todas luces erradas, y ante los hechos consumados, genera entonces, como solución, políticas mal
llamadas de salud, con la aprobación, por ejemplo, de la “píldora del día después”, o en este caso
aceptando que, por ser un problema de salud pública, es necesario aprobar el aborto. Nada más lejano del
verdadero papel del Estado y de lo que debe ser la política en salud.
En el debate del aborto, otro de los puntos que se argumentan a su favor es la autonomía que tiene
la mujer sobre su cuerpo. Solo diré, por lo pronto, que es debatible desde concepciones antropológicas: la
autonomía no podrá ir en contra de su propia vida, ni de la otra, que lleva en este caso en su seno materno.
Ese otro tiene su propia dignidad y derecho a una existencia. Bien se dice que la autonomía es el señorío
de la razón, esa es su verdadera dimensión. Una razón respetuosa de la vida. La Declaración Universal de
los Derechos Humanos, como expresión de conciencia jurídica de la humanidad representada en la ONU
y como fuente de un derecho superior cuyos principios no pueden desconocer sus miembros 4, son marco
de otros instrumentos como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que reconocen la
dignidad inherente a todo ser humano.
CONCLUSIONES
Entre las tensiones de un lado y otro emergen nuevas dudas, se argumenta que la despenalización
del aborto será en casos extremos, y los mismos grupos que lo piden ya muestran cómo el aborto se hace
en su mayoría en mujeres maduras, con garantías laborales y “uniones estables”, dejando a la luz la
pendiente resbaladiza que ello trae consigo y agrava la moralidad del mismo. Entonces, ¿de qué estamos
hablando?
En lo personal considero que nada bueno puede germinar, como decía Castillo Peraza, en la
descomposición social que se produce cuando las personas rehúyen las consideraciones acerca de los
valores. Concibo la vida no sólo como un derecho, sino también como un valor que debe
transmitirse de generación en generación. Creo por ello que el artículo 1° de la nuestra Constitución
debe establecer el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, a los derechos humanos
reconocidos en ella y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de
las garantías para su protección.
De gran relevancia es el debate jurídico. Para bien o para mal, son los juristas, en parte, quienes
tienen la decisión en sus manos, un estudio juicioso de la normatividad en términos de si va en contra o
no con la Constitución, si es cosa juzgada o no, si al amparo del derecho internacional se deben hacer
modificaciones al respecto. Pero más allá de la norma, se requiere el análisis juicioso y honesto, teniendo
al frente el rostro de la persona humana, que se debe amorosamente acoger en la comunidad, con todas
sus dificultades y las vicisitudes que los otros seres humanos les podamos generar. Se requiere un debate
que considere todas las posiciones, razonadas, estructuradas, sin falacias. Es crítica su responsabilidad,
pero esperamos que la decisión trascienda, para que permanezca el respeto de la vida humana.
BIBLIOGRAFÍAS
4. Truyol y Serra, A. (2000). Los Derechos Humanos. Editorial Tecnos. Madrid. Pág. 42