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CFE-Lengua Clase 6: Historia de la lengua española

El léxico heredado
La lengua española, que, como ahora sabemos, podemos identificar casi plenamente con el dialecto de la región de Castilla (dialecto
castellano), derivó y comenzó a desarrollarse a partir del latín, que fue la lengua de la república y del imperio romano durante siglos
(aproximadamente del 753 a.C. al 476 d.C.); por lo tanto, también lo fue, durante gran parte de todo ese tiempo, de los territorios
ocupados por los romanos, entre ellos Hispania o España. Por supuesto, también sirvió de base o sustrato para la formación de
muchas otras lenguas europeas a las que llamamos romances o románicas, por provenir de Roma y los romanos, como vemos en
el cuadro siguiente:

Otras lenguas románicas (derivadas del latín):

Catalán Francés Romanche o reto-romano Ladino dolomita

Gallego Italiano Rumano Ladino judeoespañol

Portugués Provenzal Sardo

Incluso en lenguas como el alemán o el inglés podemos hallar restos del paso de la lengua imperial latina –y luego lengua oficial de
la Iglesia Católica- no sólo, por ejemplo, en el orden sintáctico (el inglés suele anteponer el adjetivo al sustantivo, como el latín y, en
general, el elemento regido al régimen) sino también en el léxico o vocabulario: to have (tener) deriva del verbo latino habeo; umbrella
(paraguas) en latín significaba ‘sombrita’, por mencionar unos pocos casos.
Pero el objetivo de esta clase no es empezar a analizar las relaciones entre el español romance y su antepasado el latín sino dirigir
la mirada a otras lenguas que, aunque minoritarias y no oficiales, dejaron un importante legado en el léxico de nuestra lengua.
Para ello hay que comprender un poco la historia del territorio español y tomar en cuenta la gran cantidad de pueblos que, con sus
lenguas o dialectos, ya ocupaban lugares de España por ser nativos o haberse instalado en tiempos remotísimos –íberos, vascos,
celtas, o bien por fundar colonias y factorías comerciales –cartagineses, griegos, por el dominio militar, político y religioso –los
romanos y su latín, o, en última instancia, por diferentes modos de relación intercultural, política o comercial a lo largo del tiempo.
Tratamos de presentar un panorama aproximado en este mapa lingüístico primitivo de España:

CLÁSICO (ESCRITO)
VULGAR (HABLADO) > ESPAÑOL ROMANCE O CASTELLANO
Por ser la lengua oficial, el latín escrito permaneció inalterado por más tiempo. Pero entre el pueblo sucedían otras cosas
y es a partir del latín llamado vulgar o hablado por la gente común que empezó a tener cada vez más peso la fuerza de
las variaciones –tema ya tratado- fueron esas variaciones producidas a lo largo de siglos de dominio imperial y posteriores
las que modelaron la lengua que hoy hablamos. Pero, una vez más, olvidemos el latín por ahora y concentrémonos en
otros aportes lingüísticos que llegaban a la península, ya que la gente vive comunicándose en el tiempo y en el espacio.
Las lenguas evolucionan muy lentamente pero … constantemente, sin parar. Hoy en día, nosotros mismos somos testigos
de cómo la nuestra va experimentando cambios y es atravesada continuamente por influencias de todos lados –la
presencia y rapidez de comunicación de los medios tienen mucho que ver en esto. Lo han comparado con la geología y
los relieves terrestres: nosotros creemos que nuestro planeta sufrió grandes convulsiones, terremotos, catástrofes y
movimientos de suelos hace millones de años, por gracia de la Providencia, para no destruir la civilización humana, sólo
se extinguieron especies como los dinosaurios. Sin embargo, es una ilusión: día a día, lenta, paciente y sigilosamente,
la tierra sigue experimentando maremotos, movimientos, desprendimientos, nuevas formaciones de relieves, erupciones
volcánicas. Jamás se detuvieron. Los cambios lingüísticos tampoco.
Por ejemplo, en la actualidad estamos muy expuestos a la penetración idiomática y cultural del inglés. Esto nos permite
mencionar dos fenómenos que ya han existido antiguamente, cuando el español romance se estaba formando:

 Préstamos: adopción o incorporación de una palabra extranjera con adaptación fonológica a la lengua nativa.
Así adaptamos de la pronunciación francesa con /r/ uvular y /t/ final la palabra restaurant pero la pronunciamos
restorán; tomamos del inglés /Pi Ci/, lo que dio nuestra ‘PC’
 Calcos: incorporación de un concepto o significado extranjero a la lengua nativa o materna. Por ejemplo, del
alemán übermensch se formaron el inglés superman y el español superhombre; por influencia del comercio y del
marketing en inglés, se nos pegó una expresión como “te estoy enviando la mercadería la semana próxima”

Y así hay decenas de ejemplos, cada uno puede pensar el suyo. Pensemos cómo el doblaje y subtitulado en dialectos
centroamericanos que vemos en films y TV afecta actualmente nuestra lengua (cómo juegan los nenes imitándolos). Se
siguen formando lenguas de contacto y a lo largo del tiempo nacieron y murieron otras, además de códigos, repertorios
léxicos y argots (spanglish, cocoliche, lunfardo, portuñol, la pérdida del Futuro Subjuntivo, generalización del Condicional
para todo, lenguaje inclusivo con “-es”, etc.). Las pequeñas variaciones de hoy pueden ser los grandes cambios del
mañana.
El mapa lingüístico de España nos muestra las diversas fuentes que influyeron, primero, en la formación del primitivo
español romance y, luego, en la historia del castellano a lo largo de las épocas.
De todos esos dialectos, ya lo dijimos, el principal y más modelador de todos por la fuerza del dominio político-militar y
la expansión cultural fue el latín, la lengua que hablaban los romanos durante su república y su imperio. Los romanos
impusieron su lengua –a eso llamamos superestrato- y, sobre la base del latín vulgar, el hablado por la población, se
formó el español romance –o románico- que dio lugar al castellano. El latín no se encontró con una tabula rasa o una
tierra vacía: los sustratos pre-románicos de los pueblos nativos o ya instalados en Hispania, dieron sus aportes, de igual
modo que se tomaron calcos y préstamos de culturas vecinas o visitantes esporádicos –adstratos. Fue un proceso que
abarcó siglos. Veamos algunos de estos componentes:

Cultismos (se conservaron directamente del latín) y semicultismos (estos evolucionaron desde el latín sólo
parcialmente, su cambio se frenó).
El latín siguió teniendo mucha influencia más allá de la caída del Imperio Romano. Perduró en el latín literario, como
lengua oficial de la Iglesia Católica (hasta 1968), su léxico permeaba el de la justicia y la política, se usaba en los tratados
científicos y las tesis de universidad, de modo que pensadores y científicos la tuvieron como lingua franca y tecnolecto
durante siglos –prácticamente hasta el s.XVIII- lo que facilitó enormemente la interacción comunicativa porque
compartían una misma lengua. La literatura española se vio numerosas veces sacudida por poéticas y modas latinizantes,
fenómenos todos ellos que creaban la paradoja de que palabras que habían derivado de una forma culta o de una forma
vulgar –no importa- pero que ya había cambiado mucho, volvía a resucitar en una forma culta (cultismo) que aparecía de
nuevo, principalmente, en la escritura y luego pasaba al habla.

Hispania > vulgar España, español … pero cultos hispánico, hispanos, hispanohablante

regula > v. regla, reja / c. regular


musculu > v. muslo / c. músculo

sixta > sexta (hora) > v. siesta (hora de dormir)

vota (en latín es plural: “votos” matrimoniales)> v. boda / sc. los escritores retoman “voto(s)” (sin cambio en su raíz) y
reviven cultismos como nuptiae > sc. nupcias, nupcial

Por moda latinizante, lo que hasta el s.XVII, por vulgarización, se había pronunciado sin los grupos consonánticos
cultos (dino, malino, conceto), en el s.XVIII volvió a pronunciarse digno, maligno, concepto. Advirtamos cómo todavía hoy
hay personas que no pronuncian estos grupos y facilitan la inestabilidad fonológica (buen ator y buena atriz, el Hétor, no
tiene atitud, etc). Todo esto solía estar sujeto al contacto entre ámbitos o contextos más o menos cultos, al uso de
registros más o menos formales, a lenguajes especializados o técnico-científicos (tecnolectos médico, jurídico, botánico),
a la difusión literaria, a la concurrencia a la iglesia, etc.

Metáforas
Por efecto metafórico, términos del latín como serra > sierra (la del carpintero pero también la cadena montañosa, por su
forma dentada de serrucho)

Vulgarismos
Formas vulgares surgidas del habla popular tuvieron su influjo sobre palabras de origen latino ya en uso.
Ciertos términos fueron incrementados mediante sufijos o terminaciones determinadas:
longano-longanonis > longanicia > longaniza ilex-ilicem > ilicina (se sustantiva el adj.) > encina

En vez de miscere, surge misculare > mezclar En vez de spes > sperantia > esperanza

saeculum > seglo >* sejo (pero no llegó porque el pueblo oía cómo pronunciaban los curas, entonces se detuvo en “siglo”

Cultismos y vulgarismos afectaron mucho a los sufijos, oscilando entre el lat. –itia (>-icia, -eza), lat. –tatem (>-dad),
términos predominantemente abstractos.

Sustratos ibéricos
Las lenguas de pueblos originarios o primitivamente instalados en la península también proporcionaron palabras:

 Vasquismos como vai (río) + ka (región del río) > vaika > vega / ezquerra > izquierda (vs. siniestro)
annaia (hermano) > de acá sale el famoso “Minaya Álvar Fáñez” del Cid
aita (padre) > “Miecha Don Ordoño”
sufijo –rro en cencerro, chaparro, cerro, pizarra, zamarra, chatarra, aquelarre / boina

 Celtismos como légamo, abedul, puerco, garza / adoptados de los galos: camisa, cabaña, cerveza, carro,
carpintero, alondra, salmón, brío, vasallo

De población centroeuropea antiquísima pudieron provenir lama (cieno o barro) y páramo, probablemente del ligur.
Los sustratos ibéricos, por su precedencia en la zona, ofrecieron, principalmente, nombres gentilicios (de poblaciones)
y toponímicos (nombre de lugares).
Como iremos viendo, la mayoría de las palabras constituían un léxico elemental, práctico, popular, el material que
necesitaba para hablar la gente común antes que el lenguaje culto de los letrados.

Grecismos o helenismos
Los grecismos penetraron en épocas muy diferentes. En la antigüedad hubo asentamientos y factorías comerciales
griegas en España, pero con el florecimiento del humanismo y de las ciencias en general, el léxico y la morfología griega
pasaron a la mayoría de los tecnolectos.
Hallamos términos científicos con sufijos –cracia, -fono, -grafo, -grama, -sis, -ema, -logo, -logía, -nico/a
También prefijos habituales: tele-, andro-, gine-, demo-, para-, meta-

Transcribimos algunas palabras griegas a grafía y fonética española; así:


kubernán > gobernar, cibernética /krúpte > cripta, gruta / orfanós > lat. orphanus > huérfano / sjolé> lat. schola> escuela
/ jordé > lat. chorda> cuerda / kólafos > colpus > colpar > golpear / kólpos >* golfus (los iletrados creían pronunciar clásico
poniendo –f)> golfo

Como las letras griegas (fi)ji)zeta) y sus sonidos pasaron al español como ph, ch, th, hubo algunas
confusiones. Un cambio fonológico importante se produjo en el español romance cuando las oclusivas sordas
intervocálicas se sonorizaron; por ello los originales sonidos consonánticos se transformaron:

/p/ /t/ /k/ = /b/ /d/ /g/

Así es que el gr. kizára > guitarra / gr. apozéke > lat. apotheca > botica (el griego moderno hizo iotacismo, es decir, puso
una –i en vez de –e) finalmente > bodega

Interesante es lo que ocurrió con el gr. káima (calor, ardor)> quemar (del infinitivo latino cremare > cult. cremar) … que
también derivó en el gr. kauma > calma (porque durante la “calma marítima” los marineros sufrían sofoco y angustia).
Es tan destacada la influencia del griego en la formación de buena parte del vocabulario internacional –especialmente el
científico- que vale la pena transcribir unos fragmentos del Profesor Francisco R. Adrados:

IMPORTANCIA EN EL LÉXICO ESPAÑOL


413. La importancia de estos elementos en el léxico español se ve estudiando el
DRAE. En mi artículo Adrados 1997b señalé que, por ejemplo, hay unas 100
palabras con auto-, 80 con hiper-, 25 con filo-; hay también abundantes
latinismos con circum, hiper, etc.
He estudiado un listado, hecho por el Instituto de Lexicografía de la Real
Academia Española, de los prefijos o elementos formativos iniciales que
aparecen en el DRAE, unos 200, y la proporción de helenismos y latinismos es
impresionante: en torno al 95 por ciento. En la primera página, que comprende
48, hay 22 helenismos: a-, aden-, adeno-, aero-, alo-, an-, ana-, anarco-, anfi-,
aniso-, anti-, antropo-, arce-, archi-, arqui-, arz-, auto-, baro-, biblio-, bio-,
bradi-, cata- (ya se ve que a veces hay variantes de un mismo elemento). A su
lado hay 22 latinismos y 4 elementos de otros orígenes. En otras páginas la
proporción de helenismos es aún mayor.
Esto quiere decir que el griego-latín envuelve toda la lengua culta, que es un
elemento fundamental del español. Y no sólo los prefijos. En el Diccionario
inverso de la lengua española de I. Bosque - M. Pérez Fernández 1987,
aparecen, según señalaba yo en dicho artículo, en torno a 600 palabras con -tico,
50 con -sico, 800 con -ismo, 11 con -asmo.
Estas son sólo unas muestras. El estudio de un listado del DRAE lleva a análogas
conclusiones en lo relativo a los sufijos: ya griegos como los mencionados y
otros, ya latinos (-ario, -ano, etc.), ya de uno u otro origen (-ia, -ico, etc.), ya
españoles (-able, -ador, etc.). El elemento griego es fuerte, aunque no tanto
como en los prefijos. También lo es en los segundos términos de compuesto (que
a veces aparecen también en el primero): véanse series como -filo, -fobo, -foro,
-fugo, -génesis, -genia, -geno, -gono, -grafía, -grafo, -grama, -hídrico, -latría;
o como -plastia, -podo, -ptero, -rragia, -rrea, -rro, -scopia, -scopio, -stático, -
teca, -tecnia, -termo, -tomía, -tomo, -trofia, -trofo.
Nótese que se trata sólo, en estas relaciones, de los elementos griegos (y latinos
como -cultura, -forme) de más frecuente uso, los que están ya asimilados al
español, son prácticamente parte de él. De todo esto se deduce que nuestra
calificación de las lenguas modernas de Europa como semigriego o criptogriego
no es exagerada.
414. Otro recurso para evaluar la importancia de la lengua culta es estudiar el
crecimiento del léxico a lo largo de los siglos. En un informe presentado
últimamente a la Real Academia Española se fija, sobre la base del estudio de
1.000 páginas del Diccionario Histórico de la Lengua Española, la proporción
de palabras que han entrado en cada período de tiempo. Son:
En la Edad Media (hasta 1501), 1.060 (14 por ciento). Siglos de Oro
(hasta 1701), 1.148 (15'4 por ciento). Siglos XVIII al XX: 5.242 (70'3 por
ciento).
Ese impresionante aumento se debe, fundamentalmente, al vocabulario culto y a
los derivados dentro del español, creados mediante los procedimientos propios
de ese vocabulario y otros imitados de él. Se ve bien claro que al pasarse del
latín al castellano el léxico había quedado terriblemente reducido, con muy
pocos abstractos y apenas derivados y paradigmas léxicos. Sólo el léxico culto
del griego-latín y el creado a su imitación volvió a producir una lengua rica y
flexible, con un léxico más amplio que el latino. De igual modo, una sintaxis
empobrecida dió paso a una flexible y rica, apta para expresar el pensamiento
abstracto. Una vez más, por imitación de los modelos antiguos: de la sintaxis
latina, que se había desarrollado bajo el influjo de la griega.

CARÁCTER INTERNACIONAL
415. Hemos indicado ya repetidas veces que este es un fenómenos general, no
sólo español. Quiero confirmarlo haciendo referencia a un trabajo de K.
Psomadakis 1995, ya aludido en § 411, en el que recoge palabras y elementos
formativos griegos o de origen griego en siete lenguas de Europa. La primera el
griego moderno, que en realidad ha recibido estas palabras, muchas veces, de las
otras lenguas europeas, sin que ello afecte a su carácter griego original.
Una primera parte de este trabajo relaciona 120 palabras de la lengua culta y
científica que son prácticamente idénticas en siete lenguas europeas que
relaciona: griego (moderno), ruso, inglés, francés, alemán, italiano y español. Es
el caso de la palabra democracia (cf. § 404).
Imposible recoger aquí estas 120 palabras en sus siete versiones, me contentaré
con recoger el comienzo de la lista en español (la alfabetización es por el griego,
naturalmente): estética, etiología, alegoría, amnistía, anemia, análisis,
anarquía, anécdota, aritmética, harmonía, arqueología, astronauta, atmósfera,
átomo, autómata, barómetro, base, bibliografía, biología, galaxia, genética,
geografía, decálogo, democracia, demagogia, diagnosis, dieta, diálogo,
diámetro, diafragma.
La segunda parte relaciona una serie de elementos compositivos que considera
generales en las mismas lenguas (los doy igualmente en español, las
correspondencias son obvias):
Elementos iniciales: a) preposiciones anfi-, ana-, anti-, apo-, cata-, dia-, ec-, en-
, hiper-, hipo-, meta-, para-, peri-, pro-, sin-; b) numerales mono-, proto-, di-,
tri-, tetra-, penta-, pento-, hexa-, hepta-, octo-, deca-, dodeca-, hecto-, kilo-; c)
nombres, adjetivos y adverbios: aero-, astro-, auto-, bio-, cromo-, crono-, dis-,
ecto-, electro-, endo-, eu-, exo-, geo-, gramo-, fiemo-, hemato-, hetero-, holo-,
homo-, horneo-, hidro-, higro-, iso-, macro-, micro-, meso-, neuro-, nefro-, orto-
, paleo-, pan-, panto-, filo-, fono-, foto-, poli-, pseudo-, psico-, tele-, termo-, uro-
, xero-, zoo-.
Elementos finales: a) sufijos, -oide, -ista, -ico, -ismo, -osis; b) elementos
nominales -cracia, -gnosis, -gnóstico, -grafía, -gráfico, -lógico, -logia, -metro,
-métrico, -metría, -morfo, -mórfico, -morfismo, -nauta, -patía, -patético, -fono,
-fónico, -fonía, -plasma, -plasia, plástico, -rrea, -scopio, -scopia, -topo, -tópico,
-tropo, -tropismo, -trófico, -trofia.
416. Se trata, en los más casos, sólo de ejemplos. Pero creemos que, con lo que
precede, se justifica nuestro proceder de incluir dentro de la historia del griego
su vida dentro de otras lenguas. Es un estrato que pertenece ya a ellas pero es, al
tiempo, internacional y, al tiempo, grecolatino. Un estrato absolutamente vivo
en constante desarrollo. Así, el griego no sólo suministró el modelo del
vocabulario y de la prosa científica, sino que se mantuvo hasta hoy mismo, en
muy diversas lenguas, al servicio de la misma. No es tan sólo un elemento
fósil, un integrante entre otros: es un elemento cuya historia continúa.

[Adrados, F.R. (1999); Historia de la lengua griega: de los orígenes a nuestros


días, Madrid: Gredos, pp. 239-241]
Germanismos
Como el movimiento de tropas romanas por todo el imperio era algo corriente, muchas tropas venidas de la lucha en
Germania llegaban a Hispania y traían con ellos abundante léxico germano, principalmente del ámbito militar. Estas
influencias anteriores al desmembramiento del Imperio Romano dieron muchos más aportes que el escaso vocabulario
suministrado por los invasores visigodos del s. V d. C.

Nombres propios de persona: Ramiro, Rosendo, Gonzalo, Elvira, Rodrigo (Roderico, como Childerico, Alarico), -berto

Del germano helm > yelmo y de ahí Wilhelm (Guillermo)

De la jerga fronteriza del legionario romano en Germania y Galia (luego incorporados al ejército y a la administración
imperiales) extraemos: falda, ardido (osado), burgus > burgués, Burgos (pudo venir tanto del germano burgs como del
griego pirgos: torre, ciudadela), -funs (preparado, pronto; sufijo para nombres como Alfonso, Ildefonso)

Del gótico tenemos un posible *haribergo > albergue

Mucho léxico militar siguió ingresando en la historia tardíamente: guerra, heraldo, robar, ganar, tregua, guardia, guarecer,
yelmo, guante, dardo, estribo; góticos como espía, espuela, ropa, ataviar, guisar
Otras son palabras domésticas, relativas a costumbres e instituciones: jaca, gerifalte, galardón, orgullo, escarnio, bando,
sayón, aleve, rueca, agasajar, escanciar; adjetivos como rico, blanco, fresco, sufijos –engo (abolengo) y –án (en
sacristán, Froilán). Recordemos particularmente este vocabulario porque lo veremos aparecer mucho en textos
medievales españoles.

Arabismos
El aporte cultural y léxico de los árabes fue importantísimo para la península ibérica. Muy lejos de representación vulgar
que hoy en día, por razones políticas, se da a los pueblos árabes, debemos señalar que su herencia científica, técnica,
en fin, civilizatoria, fue durante mucho tiempo superior a la de los pueblos cristianos de Europa en general.
Por otro lado, debemos hacernos la idea de que fueron nada menos que ocho largos siglos de convivencia, a veces
pacífica, a veces bélica –no debemos imaginarnos una guerra constante; los pueblos supieron respetarse durante largos
períodos hasta que se presentaba la oportunidad de invadir los territorios del otro, pero mientras tanto, la gente común
hacía su vida diaria como la haríamos nosotros con extranjeros que se afincan en nuestro país. Por supuesto, se vieron
afectadas las relaciones políticas, familiares y comerciales, especialmente. Muchos llegaron a usar una diglosia (es decir,
dos lenguas) por vivir en fronteras o hacer de espías y mandaderos. Pensemos en la relevancia a que llegaron formas
poéticas medievales como la jarcha y la moaxaja, poemas y cancioncitas populares en que se entremezclaban versos
en árabe, en hebreo y en español romance. Hubo moros “latinados” (ladinos) y cristianos “algarabiados”, es decir, gente
que adquiría la cultura, la lengua y hasta la religión del otro. Nacieron estilos artísticos específicos como el mozárabe
(hispano romano en territorio musulmán) y el mudéjar (musulmán en territorio cristiano).
Un sello característico fue el sufijo árabe al- , que pasó al castellano en muchas palabras. Buena parte del léxico tiene
que ver con las artes y técnicas en que los árabes descollaban, como la arquitectura y la infraestructura de riego o para
agricultura: atalaya, algarada, adalid, zaga, ronda, rebato, arrebatar, alcázar, adarve (camino en una muralla), almena,
alcalde, alguacil, albacea, almacén, almoneda (subasta a bajo precio), quilate, quintal, arroba, fanega, maquila (pago en
especias), alfarero, albañil, albardero, alcoba, albaricoque, algarroba, acelga, zaguán, azotea, alcantarilla, acequia, aljibe,
alberca, noria.

Variación fonológica: influyeron en pronunciar la /s/ (alveolar fricativa sorda) como /j/ (velar fricativa sorda); de este modo,
palabras latinas como sapone, sucu, syringa, dieron respectivamente jabón, jugo, jeringa (entre los árabes prosperó
mucho la medicina).

Muchas voces latinas y griegas llegaron ya arabizadas a la península y al castellano romance.

Galicismos
La literatura francesa se leía mucho en los s.XIII y XIV en España y en el s.XV se imitaba la cortesía y el lujo de las cortes
francesas (nobles, damas y caballeros). Después de los Habsburgo, España fue gobernada por la dinastía de origen
francés de los Borbón, que todavía persiste. El s. XVIII, gracias a la Ilustración y a la Revolución Francesa, también trajo
vientos de léxicos filosóficos y políticos.
Antes del s. XVI ya teníamos incorporados: paje, jardín, gañán (labrador), cofre, trincha, bajel, sargento, jaula, forja,
reproche. Modernos son: petimetre, coqueta, bufete, hotel, tupé, ficha, corsé, charretera, silueta, avalancha, toilette, pot-
pourri

Palabras francesas con grafía y sonidos propios de /j/ y /g/ pudieron conservarse (jaula, ligero) o variar en /ch/ (charretera,
pichón) o incluso /s/ (bijouterie > bisutería). Se asimiló –mb de jambon como jamón.

Italianismos
El incorporación de italianismos influyeron la corriente cultural del Humanismo y el Renacimiento, la poesía difundida por
Boscán y Garcilaso, las posesiones que monarcas españoles tenían en Nápoles, Cerdeña y Sicilia, las relaciones con
eclesiásticos, etc. Además de léxico de la literatura y la música, lo tenemos de artes, industria, milicia y comercio en
general:

fachada, escorzo, carroza, medalla, soneto, piano, terceto, barcarola, escopeta, baqueta, centinela, alerta, bisoño,
parapeto, banca, piloto, fragata, estropear, saltimbanqui, charlar, charlatán, gaceta, espadachín

Regionalismos dialectales hispánicos


Aunque el castellano fue el dialecto que se expandió en la península y se adquirió como lengua estándar del reino, los
dialectos regionales del territorio español siguieron siendo vigorosos y hasta prestaron sus términos al idioma oficial.
Durante un largo período de la Edad Media (s.XIII a XV) la lírica más prestigiosa no se escribía en castellano sino en
galaico-portugués (el propio rey Alfonso X, el Sabio, componía en esta lengua); al vocabulario popular pasaron macho,
morriña, chubasco, chopo, vigía, arisco, la frase “echar de menos”.
Otros préstamos fueron del catalán o valenciano (paella, capicúa), aragonés (faja), andaluz (los andaluces pronunciaban
la f- etimológica de una palabra como /j/, entonces tenemos que el término famélico (hambriento) > da el andaluz jamelgo
(caballo flaco y muerto de hambre) ¡como muchos andaluces emigraron y colonizaron América, vemos que
nuestros gauchos, a veces, pronuncian /juerte/ por /fuerte/ , /juera, bicho/ por /fuera, bicho/ !
Luego tenemos jolgorio, jopo, jaca, juerga …

Indigenismos y americanismos
El sustrato de lenguas aborígenes americanas empezó a influir tempranamente en el español de los colonizadores. Con
el transcurrir del tiempo, ya con o sin influencia de los pueblos originarios, los criollos americanos acuñaron palabras y
produjeron variaciones que terminarían siendo incorporadas en España misma o que formarían parte de los dialectos
españoles hablados en nuestro continente.
Como el primer lugar al que arribó Colón fue las Antillas, los primeros préstamos aborígenes provienen de pueblos allí
instalados; luego, la conquista y colonización incorporó léxico de nuevas regiones. El Profesor Ramírez Luengo ofrece
un breve cuadro para que tomemos conciencia de la proveniencia de algunas palabras y de los campos semánticos a
los que más se asocian –las fechas indican el año en que la palabra se registra por primera vez en uso escrito:

LENGUA ZONA VOCES


Arahuaco Antillas canoa (1493), iguana (1510), cayo (1541), cacique (1493), ají
(1493)
Taíno yuca (1495), hamaca (1519), huracán (1526), barbacoa
(1535)
Náhuatl México y pulque (1524), petaca (1530), coyote (1532), mapache (1532),
Centroamérica jícara (1535), cacao (1535), aguacate (1541), camote (1560),
milpa (1574), chocolate (1590)
Maya Centroamérica henequén (1526), cenote, balché, chichibé
Quechua Zonas andinas de llama (1535), chacra (1540), papa (1540), choclo (1540), china
Sudamérica (1544), palta (1544), coca (1544), cóndor (1554), pampa
(1560), puma (1560), coya (1560), poroto (1586), puna (1590).
Aimara chinchilla (1590), sora (1590)
Mapuche Chile guata, calamaco, laque, laucha
Guaraní Paraguay y mandioca (1526), jaguar (1556), tucán (1558), yacaré (1560),
Río de la Plata ñandú (1560), ombú (1590), maraca (1587), surubí (1774),
gaucho (1787), ananás (1580)
Como observamos, los principales campos léxicos afectados, como es natural, fueron los de la flora y fauna, organización
social, minería, prendas de vestir y alimentos.
Poca atención se presta a la influencia de africanismos en nuestra lengua. Hubo esclavitud negra en varias colonias
españolas y portuguesas, luego afincamiento de esos africanos liberados o su descendencia y también préstamos
adoptados por los propios tratantes de esclavos. Este léxico está fundamentalmente vinculado con la música, la danza y
la alimentación: bongo, cachimba, candombe, marimba, milonga, mucama.
Por la cercanía con el Brasil, adoptamos lusitanismos, lusismos o portuguesismos: fariña (harina de mandioca), petizo
(caballo enano), mellado (débil o flaco), buraco, charuto, bosta, cachaza, zafado (atrevido o sinvergüenza).

Llegados a este punto no queremos dejar pasar un aspecto muy importante. Cuando el sistema de la lengua pasa al
habla cotidiana o uso lingüístico, entra en contacto con la sociedad y sus diferentes ámbitos o áreas de actividad. Y
generalmente esos ámbitos están desde siempre o por épocas marcados por el predominio de alguna cultura en particular
y su lengua. Reflexionemos sobre esto.
Hemos visto que los cultismos latinos y el léxico griego sirvió de nutriente para la formación de un vasto vocabulario de
las ciencias. Los árabes aportaron términos a la arquitectura y a la medicina, desde la Edad Media, como los temibles
guerreros germánicos dejaron sus palabras impresas en las conciencias de sus enemigos de las legiones romanas. El
continente americano aportó mucho al léxico gastonómico; un historiador que, en una ocasión, discurría sobre nuestra
deuda externa, se preguntaba cuánto le deberían a Méjico y a toda América países como Bélgica, Suiz, Austria o
Inglaterra, que hicieron fortunas con la industria del chocolate ¿y la papa? ¿y el maíz?
Los franceses no sólo brindaron numeroso léxico a la poesía española del s. XIII, también fueron los árbitros de la moda
y de la exquisitez cortesana, por lo que hoy hablamos de soireé, pret a porter, maquillaje, bisuterí, y paramos aquí para
que esto no sea una mélange.
El florecimiento de las artes italianas durante el Renacimiento y el Barroco nos legó préstamos, principalmente, de artes
como la pintura y la música, con sus sfumato, scorzo, rallentando, pianissimo, forte, allegretto y tantos otros.
El inglés invade actualmente el espacio de la tecnología pero también buena parte del marketing comercial y de los
géneros musicales contemporáneos. Esto también nos conduce a otro problema ¿Por qué copiamos o tomamos
prestados términos que existen en nuestro idioma y representan perfectamente lo que pretenden significar? ¿Cómo
latinoamericanos y docentes defendemos los límites de nuestra lengua? ¿Qué necesidad hay de decir “reseteá” o peor
aún “inicializá tu compu” (del inglés initialize) cuando en español existe el lexema más breve iniciá o reiniciá? ¿Es preciso
hablar de “25% off” o poner un cartel que diga “sale”?
¿Para qué hablamos de fast food si siempre tuvimos nuestras minutas o, si no nos gusta, comida rápida?

Únicamente cuando nuestra lengua no tiene o no ha creado todavía la palabra correspondiente para el concepto que los
extranjeros nos legan –es decir, cuando no nos queda más remedio que tomar el préstamo porque no podemos aportar
un calco- es cuando reviste algún sentido valernos del léxico ajeno. Pensálo. Esto también es soberanía e identidad
cultural.

BIBLIOGRAFÍA
Adrados, F.R. (1999); Historia de la lengua griega: de los orígenes a nuestros días, Madrid: Gredos, pp. 239-241
Fontanella de Weimberg, M. B. (1987). El español bonaerense: cuatro siglos de evolución lingüística (1580-1980), Buenos
Aires: Hachette, pp.131-164
Menéndez Pidal, R. (1980). Manual de gramática histórica española, Madrid: Espasa Calpe, pp. 1-30
Ramírez Luengo, J. L. (2009). Temas de historia del español de América para profesores de E/LE, Buenos Aires: Voces
del Sur, pp.23-24

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