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INTRODUCCIÓN

Las Antillas Mayores o Grandes Antillas son un grupo de islas en el mar

Caribe localizadas al este de Yucatán (México) y sureste de la Florida

(Estados Unidos) y al oeste de las Antillas Menores o Pequeñas Antillas. El

grupo está compuesto por las islas de Cuba, Jamaica, La Española (que

incluye a República Dominicana y Haití), Y Puerto Rico

Las primeras personas que vivieron en las Grandes Antillas fueron un grupo

indígena, Los taínos. Los taínos fueron parientes de los Arahuacos fueron de

partes de América del Sur. Ellos vivieron en las islas de las Antillas mayores

hasta la llegada de Cristóbal Colón en 1492.

El idioma que domina en las Antillas mayores es el español • Son reconocidos


por sus buenos climas hermosas playas variedad gastronómica y hermosas
mujeres,

Estas hermosas islas son tan encantadoras como únicas y especiales, tanto
por su belleza natural como por su gente y necesidad de desarrollo humano.
Desde la terrible dictadura en Cuba hasta la falta de autonomía en Puerto
Rico, acompañadas de las estables democracias Jamaiquinas y Dominicanas y
la devastadora inestabilidad y carencia de institucionalidad en Haití.
La geografía
Las Antillas Mayores descansan sobre un macizo submarino común y están
atravesadas por una cadena abrupta y elevada de montañas, cuyos picos más
altos oscilan entre dos y tres mil metros. Esas montañas están compuestas
de Piedra caliza, con afloramiento de otras rocas, todas ellas mucho más
antiguas que las de las Antillas Menores y sin huellas de actividad volcánica
reciente.

En el subsuelo predominantemente calizo de estos territorios que tienen


una compleja y no bien descifrada historia geológica, se abren
extraordinarias y majestuosas cavidades de diferentes orígenes,
dimensiones y faunas.

Cuando en la segunda mitad del siglo pasado el geógrafo español Don Miguel


Rodríguez Ferrar exploraba la isla de Cuba, expresó lleno de entusiasta
asombro: "Toda ella parece ser por debajo un laberinto de cuevas". No sin
fundamento, otro geógrafo, Antonio Núñez Jiménez, al referirse a estas
hermosas tierras las bautizó como ‘El paraíso de los espeleólogos’.

Adentrarse en una gruta caribeña constituye un magnífico ejercicio, tanto


físico como espiritual, en el cual lo sorprendente y lo que fascina se unen de
tal forma que logran provocar una sensación de exaltación.

Si bien desde muy temprano el hombre sintió atracción por el misterio que
parece rodear a las cavidades, tardó muchos siglos en comenzar a estudiar
seriamente las diversas formas de vida que las pueblan de manera temporal
o permanente.
FAUNA ACUÁTICA

Al sumergirse en las frescas y nítidas aguas de una gruta antillana, usted se


convertirá en espectador de un
sorprendente universo de formas
vivientes poco comunes; la mayor
parte de ellas, de cuerpo
despigmentado y cristalino. Entre
esa legión de seres que aparecen
y desaparecen con la misma
facilidad ante el haz de luz de las
linternas, se cuentan muchos Crustáceos, pequeños, así como también
camarones y peces ciegos.

A diferencia de la fauna terrestre, que contiene pocas especies


estrictamente cavernícolas, en las aguas subterráneas han evolucionado
muchas formas cuya vida está restringida a estas condiciones ecológicas.

Son precisamente los crustáceos, un grupo que apenas está representado


por algunas cochinillas de la humedad, los organismos predominantes y más
diversificados en el medio acuático, además de os conocidos camarones que
están representados por numerosas especies.

Entre las aguas cálidas y azules del Mar Caribe emergen miles de islas e


islotes tropicales, dispuestos en un arco cuya porción septentrional
constituye el archipiélago de las Antillas. En el subsuelo predominantemente
calizo de estos territorios insulares que cuentan con una compleja y todavía
no bien descifrada historia geológica, se abren extraordinarias y
majestuosas cavidades de disímiles orígenes, dimensiones y faunas.

Para quienes amamos el mundo siempre maravilloso que se mueve y prolifera


bajo el ignoto subsuelo, adentrarse en una
gruta caribeña constituye un magnífico
ejercicio, tanto físico como espiritual, en el
cual lo sorprendente y lo que fascina se
hilvanan de tal forma que logran provocar
una sensación de exaltación, sin perder por
ello su capacidad de catarsis. Si bien desde
muy temprano el hombre sintió atracción por el misterioso hálito que parece
rodear a las cavidades hipogeas -de lo cual dejó clara constancia en
innumerables grutas donde todavía se contemplan las huellas de su
vinculación, muchas veces ritual, a tales accidentes paisajísticos, tardó
muchos siglos en comenzar a estudiar seriamente las diversas formas de
vida que las pueblan de manera temporal o permanente.

Fue en Europa, a mediados del Siglo XIX, que la Bioespeleología -rama de la


ciencia que se ocupa del estudio de la vida subterránea- comenzó a tomar
cuerpo como disciplina independiente. Sin embargo, en esa fecha ya hacía
casi dos décadas que Tranquilino Sandaliode Noda, en Cuba, había
descubierto los peces ciegos que, pocos años después, el sabio
naturalista Don Felipe Poey y Aloy nombraría Lucifuga
subterraneus y Lucifuga dentatus. Aunque no puede afirmarse que en todas
las islas del archipiélago antillano los estudios bioespeleológicos hayan
alcanzado un nivel de desarrollo parejo, durante esta centuria su
espeleofauna ha atraído la atención de afamados naturalistas y prestigiosas
instituciones de diversas nacionalidades y latitudes.

Un factor subjetivo que inobjetablemente ha contribuido de manera


sustancial al progreso de la bioespeleología antillana, lo constituye el acceso
relativamente fácil a estos biotopos. Aunque en la región se localizan
algunos de los sistemas subterráneos de mayor desarrollo del mundo (varios
de ellos con más de 20 km de galerías cartografiadas), así como profundas
simas de dificilísimo acceso, la inmensa mayoría de las grutas antillanas
pueden ser exploradas con sólo una linterna y un casco protector en la
cabeza. Para mayor fortuna, la fauna de las Antillas Mayores carece de
fieras dañinas y de serpientes venenosas que obliguen a tomar precauciones
extremas al explorar sus selvas y grutas.

Para los biólogos y aficionados que gustan de la contemplación de las


diversas formas de la vida troglodita, el racimo de islas que conforman este
archipiélago se muestra como un verdadero paraíso tropical.
Turismo
Las islas de las Antillas
mayores atraen a turistas que
son de todas partes del
mundo. Las islas tienen playas
muy hermosas con arena
blanca y hoteles lujosos al
lado de las costas. El mar del
Caribe tiene agua cristalina,
olas suaves y muchos peces
tropicales. El clima es
usualmente cálido y a veces
más húmedo. Las islas son utilizadas también como un puerto para viajeros
transatlánticos. Un crucero de placer realiza una parada por un día o dos
para reabastecerse de suministros. Esto es también una oportunidad para
los pasajeros ir de compras en los mercados de la isla.

Las cuevas del calor


Conocidas en Cuba como ‘cuevas de calor’ o ‘cuevas calientes’, estas
características grutas
constituyen uno de los
fenómenos
bioespeleológicos más
interesantes del trópico
americano. Aunque se
conoce que existen en
otras islas antillanas,
como Jamaica, Santo
Domingo y Puerto Rico,
así como en el continente vecino (Venezuela, Panamá, El Salvador, México)
(Cruz, 1992), es precisamente en Cuba donde se encuentra el mayor número
de ellas: alrededor de medio centenar conocido, aunque es lógico suponer
que entre las intrincadas y exuberantes selvas del país se escondan otras
aún inexploradas.

¿En qué consiste, pues, su peculiaridad? Desde el punto de vista climático,


estas notables cuevas se caracterizan por presentar uno o varios salones en
los cuales predominan las altas temperaturas (por lo general entre 28 y 40º
C) y una elevada humedad relativa del aire, muchas veces próxima al punto
de saturación.

En los salones y galerías con estas características habita una densa


población de Murciélagos, que constituye la principal fuente generadora
de Energía. En el caso particular de Cuba, el murciélago predominante, cuyas
poblaciones pueden sobrepasar los cien mil individuos, es Phyllonycteris
pony, un polinívoro-frugívoro de los Phyllostomatidae.

Lo primero que percibimos, cuando nos aproximamos a un salón de calor, es


un ligero incremento de la temperatura y una extraordinaria abundancia
de Artrópodos, principalmente Escarabajos, Cochinillas de la
humedad, Ácaros, Arañas, Cucarachas y Polillas, aunque la composición de
esta peculiar biota varía entre una localidad y otra. Esta zona ambiental, que
en algunas grutas se distingue con mayor facilidad, ha sido bautizada con los
nombres de ‘trampa térmica’, y ‘zona de intercambio’, y puede estar
condicionada, desde el punto de vista espeleológico, por un abrupto
estrechamiento de la galería o salón, o por un cambio de dirección o de nivel
de éstos. En un sentido propiamente ecológico, constituye una zona donde
ciertas especies hallan las condiciones óptimas para su desarrollo.

La permanencia humana en tales recintos ha de ser breve, pues el


agotamiento físico se hace sentir con cada minuto que transcurre inmerso
en ese microclima. Ya de regreso, el aire tibio de los alrededores de la
trampa térmica parecerá fresco y agradable como la brisa de un pinar.

Un elemento faunístico que a veces invade estos biotopos y que constituye


una seria amenaza para los mismos, es la cucaracha
doméstica, Periplaneta americana. Estos indeseables insectos han irrumpido
en algunas grutas de calor de manera avasalladora, desplazando de sus
nichos ecológicos a numerosas especies autóctonas. La causa principal de
tales explosiones demográficas ha sido la fuerte alteración del entorno
cavernario, motivado principalmente por la extracción del guano de
murciélago.

La imaginación popular ha bautizado a algunos de estos singulares recintos


como ‘salones del infierno’, lo cual habla muy explícitamente de sus
cualidades. Ahora bien, ¿cuáles son los factores biológicos que dan origen a
este fenómeno espeleológico sui generis?

La energía calórica que se desprende de los cuerpos de decenas de miles de


murciélagos, por lo general hacinados en un reducido espacio cavernario
cuyo aire apenas se renueva, sumada a la pérdida de agua por transpiración
y micción de los propios quirópteros y al calor generado por la fermentación
del guano, determinan que en tales recintos se establezca un microambiente
muy estable donde la temperatura tenderá a ser la de los murciélagos en
reposo y la humedad se aproximará al punto de saturación. Tales condiciones
espeleoclimáticas constituyen un requisito indispensable para el óptimo
funcionamiento fisiológico de las especies de murciélagos que habitan tales
biotopos cavernarios. Sin la presencia de dichas especies no existirían las
cuevas de calor

De modo general, se pueden distinguir dos tipos de cuevas calientes: ‘de


salón cerrado’ y ‘de salón abierto’. Ambos se diferencian entre sí desde el
punto de vista espeleoclimático, espeleomorfológico y faunístico.

En las cuevas del primer tipo, la temperatura varía entre 32 y 40º C y la


humedad relativa del aire, por lo general, permanece entre 95 y 100%; el
intercambio energético con los salones adyacentes o con el exterior es
mínimo, debido a la alta eficiencia de la trampa térmica (con mucha
frecuencia, el acceso a estas cámaras es a través de un pasadizo situado a
nivel del piso); por último, la fauna del suelo se caracteriza por el
abrumador predominio de los ácaros, en particular las garrapatas
blandas Argasidae (antrícolas) y por la baja diversidad de especies, que
raras veces es superior a cinco o seis.

En el caso de los ‘salones abiertos’, la temperatura casi nunca rebasa los 32º
C, en tanto que la humedad relativa del aire varía entre 60% y 90% (pocas
veces alcanza valores superiores). La interrelación climática con las áreas
adyacentes es mucho mayor, debido a la amplia comunicación física entre
ellas. Por otra parte, la fauna es más diversa, aunque resalta la ausencia o
pobreza extrema de las poblaciones de Antrícolas.

Espeleo Fauna Terrestre


Al contemplar en las primeras horas de la noche, contra el cielo que aún
refleja los últimos instantes del ocaso, el vuelo de las miríadas de
murciélagos que, en sortilegios de piruetas abandonan las grutas y se
esparcen en todas direcciones en busca de alimento, rara vez nos
detenemos a pensar que son estas criaturas el principal eslabón en la
compleja cadena de la vida cavernícola en diferentes latitudes del mundo,
pero muy especialmente en los trópicos. En las grutas antillanas, de forma
similar a como ocurre en casi todas las zonas tórridas, la fauna está
indisolublemente vinculada a los quirópteros y a las enormes acumulaciones
que forman sus deposiciones. Se ha dicho muchas veces, y es cierto, que la
fauna asociada a estos depósitos (Guanobios y Guanófilos), no es
propiamente cavernícola, pues su existencia depende más bien del guano que
de la gruta en sí.

Pero la importancia ecológica del guano no está dada únicamente por su


función trófica, sino por su propia heterogeneidad, la cual depende de los
hábitos alimentarios y de la conducta de la especie de murciélago en
cuestión.

Por otra parte, el guano de los murciélagos insectívoros, como Tadarida


brasiliensis, Mormoops blainvillei y Pteronotus quadridents, se distingue por
su bajo contenido hídrico y aspecto polvoriento, lo cual permite el
establecimiento de densas comunidades de Coleóptera tenebriónidos,
polillas de las Teneidae, ácaros, falsos escorpiones y cucarachas, entre
otros.
CONCLUSIONES

La insularidad constituye un importante factor en la evolución de


las Biotas asociadas a tales condiciones de aislamiento geográfico (y muchas
veces ecológico), a la vez que conlleva una gran fragilidad de los sistemas
involucrados. Las islas antillanas no están ajenas al continuo y, en ocasiones,
acelerado desarrollo socio-económico que experimentan ciertas áreas, el
cual no siempre toma en consideración los valores de la biodiversidad.

La espeleofauna antillana, insular por excelencia, tiene que lamentar la


desaparición de algunas de sus Biocenosis, sometidas al poder de los
explosivos (fundamentalmente en áreas de Yacimientos mineros) o de
los Insecticidas, entre otras causas.

Conocemos algo la riqueza de especies de estos interesantes hábitats, pero


ignoramos mucho sobre la historia evolutiva de su Biota, su Ecología y
comportamiento. Para los amantes del incitante mundo subterráneo, las
cálidas islas antillanas constituyen uno de los más formidables laboratorios
biológicos y una perenne invitación al asombro.

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