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Con los ojos del alma

Jesús Santrich
Con los ojos del alma

Jesús Santrich

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Jesús Santrich

Con los ojos del alma


Jesús Santrich

Diagramación
y portadas:
Miguel Pierre

Foto contraportada:
Angélica Pineda-Silva

Cuidado y concepto editorial:


Angélica Pineda-Silva

Impresión:
Laimprenta.co

Primera edición:
Noviembre 2018
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Con los ojos del alma

Contenido

Presentación 9

Entrevista de Jorge Enrique Botero a Jesús Santrich 13

SERIE TEYUNA 53
Camino a Nabudlwé 53

SERIE TINTAS 77
Cuentos cortos 77

SERIE PRESIDIO 91
TD 9513 o El Prisionero de la Celda 26 91
Epifanía o La Noche de Las Trampas 122

SERIE ARTE FIGURATIVO 131


Paucías y el León Verde 131
La Fotografía, o Carta a un Amigo que no la Espera 133
Memoria De Una Noche Inolvidable 139

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Jesús Santrich

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Con los ojos del alma

A mi nieto Paucías, esperanza de sol caribe

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Jesús Santrich

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Con los ojos del alma

Nadie podrá apresarme


no hay prisión para un espíritu de viento
Bajo mis pies la tierra
bajo la tierra mis raíces
sobre de mí los cielos
entre los cielos
mi utopía

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Jesús Santrich

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Con los ojos del alma

Presentación

Atisbos en tinta y verso

A él podemos encontrarle al sur del día, en el terreno aciago de meditaciones colmas de arrebol ca-
ribe... En los pliegues de su prosa, un estruendo testimonial nos narra los confines del barranco de
la perfidia, reflexiones que exceden la frialdad de cuatro paredes de un apático calabozo de cemento;
a la vez, una retrospectiva pictórica cabalga sobre los tonos cálidos y ocre de la Sierra Nevada co-
lombiana, el contraste claroscuro del negro que huele a tinta china, el azul nostalgia del presidio, la
figuración del arte... Con músicas que danzan el vaticinio de la primavera, la floritura de su verbo, y
los trazos de un pincel ansioso, así se nos presenta, Con los Ojos del Alma, Jesús Santrich.

Nos cuenta cómo pinta un ciego, cómo la ceguera se instaló en su vida hasta alcanzar un clímax
crepuscular, cómo estallan los formas en mil colores con sus grafías diáfanas al arrullo de la deci-
dida acción poética que acompaña su canto. Nos hace testigos de las batallas libradas en quimeras
pesadillescas que aún no logran -ni lograrán- arrebatarle la ternura, pues Santrich es un artista que
aviva sueños lúcidos sin temor a develar los pactos atragantados de mentiras y apostasías, mientras
se libra la eterna lucha y se demuestra una vez más cuanto los traidores hieden... Tan grande es la
infamia como la obligación de tomarse el cielo por asalto.

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Jesús Santrich

Posibilidades escherianas, juegos de espejo, gaviotas, que se elevan alto y luego, en bestial arremeti-
da, caen en picada rumbo al mar; boababs que habitan Macondo, guiños que retumban como ecos,
la caricia con palabras. Ficciones humanas, demasiado humanas que hablan en clave de cumbia y
vallenato, y narran las entrañas de cuentos que por exceso de realidad, desbordan el desafío de la
imaginación.

Muchas de sus cavilaciones son paridas en la compañía del insomnio y la necesidad de hacer algo con
el tiempo, sí, el tiempo, tan necio, tan artificioso, tan quimérico. Media vuelta y se esfuma, se escapa
como humo. No así la convicción, la entereza, la decisión en alas del abismo que una vez se anida,
es certeza y memoria del corazón, sin tiempo presente, ni pasado, ni futuro. La convicción que pasa
por el cuerpo se queda allí para siempre; es un tatuaje en los recuerdos, una energía que se explaya
y funde en lo profundo del ser.

La obra pictótica de Santrich confronta, invita, convida. Con sus colores podemos imaginar el viaje
de sus pinturas, la música de sus aires, ese azul profundo salitroso de la bella Habana, los cálidos
amaneceres y atardeceres en la cotidianidad sagrada de los cuatro pueblos épicos del caribe colom-
biano, la hermandad de los pueblos amerindianos plasmada en sus tintas, la honda desolación que
se destierra con la camaradería de los Bávaros con quienes Jesús Santrich pintó los rostros y rastros
de una hermanadad que se exalta en la penumbra del presidio, las formas sensuales de una mujer
de espaldas, o la música de una guitarra que hace guiños a Santana en la serie de Arte Figurativo.

Existe entonces en lo insondable del ser un aprendizaje que insiste: debemos hacer lo imposible,
porque de lo posible se encargan los demás todos los días… No podemos retroceder, sucumbir, tam-

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Con los ojos del alma

poco escabullirnos, ¿qué hacer entonces? Luchar, seguir arrebatándole segundos al tiempo, seguir
creyendo en la utopía de la vida, seguir caminando esta, la idea de tomarnos por asalto las prome-
sas incumplidas. A eso apunta Con los Ojos del Alma Jesús Santrich, alimenta con la llama de su
esperanza, se queda con nosotros para impugnar los chaparrones de la guerra y de la paz, que no
son pocos... Nos enseña a probar la entereza del espíritu por medio del cuerpo, porque resulta que
no se puede huir cuando lo que esta en juego es la vida misma. Por eso te quedas y peleas, como sea
necesario, con la imagen, con la pluma, con la tinta del café...

Desde el crisol de la Perla del Soconusco, en medio del todo y de la nada… Trichi, te abrazo con el
corazón.

Angélica Pineda-Silva
Tapachula, México
Octubre 2018

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Jesús Santrich

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Con los ojos del alma

Entrevista de Jorge Enrique Botero a Jesús Santrich

A
su llegada a La Habana en 2012, Jesús Santrich fue acomodado en una espaciosa habitación
de la segunda planta de la Casa de Piedra, la mítica y faraónica vivienda de El Laguito donde
comenzó la travesía guerrillera hacia la firma de la paz. Dos meses después, aquel espacio
luminoso y fresco había dejado de ser la habitación de alguien para convertirse en el estudio de un
artista. Por las amplias ventanas siempre abiertas circulaba un aire exquisito, aromatizado por los
árboles tumultuosos que rodeaban la casa, y el cuarto se fue poblando poco a poco de pinturas co-
loridas, retratos de la epopeya guerrillera y paisajes de playas, mares y palmeras que se empinaban
hacia el sol; por doquier se topaba uno con papeles recién impresos que olían a poesía, o con las flau-
tas, el saxofón y la armónica que Santrich tocaba religiosamente después del almuerzo, cuando la
mayoría de los huéspedes de la mansión hacían la siesta. Las delegaciones del gobierno y la guerrilla
apenas estaban calentando motores, así que Santrich aprovechó cada minuto de esa época para de-
jar testimonio creativo de su paso por La Habana. Debemos subrayar que en estas páginas Santrich
habla como el guerrillero que todavía era, y también aclarar que la entrevista fue realizada cuando
apenas despuntaban las negociaciones que derivaron a la firma de un Acuerdo Final de paz en 2017.

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Jesús Santrich

JEB: más que a asuntos políticos o de los desarrollos de la Mesa de Diálogos, sobre lo cual sé que
existen bastantes referencias publicadas, he querido hacer esta entrevista descubriendo a Santrich
como persona, lo que usted percibe del mundo y cómo lo hace. Mucha gente, al saber por ejemplo,
que usted siendo invidente redacta, escribe y lee sus artículos o los comunicados de la organización,
o al saber que usted pinta, se preguntan: ¿cómo lo hace?, ¿cuáles son sus preocupaciones, sus an-
gustias, sus satisfacciones?

JS: es incómodo hablar de mí mismo, pero sé que las preguntas sobre estos asuntos que usted des-
taca son recurrentes, y puede ser que se me tilde de grosero o evasivo por no responder. Comienzo
por decir que jamás me he perdido en los remolinos de la angustia, porque considero que tengo el
alma llena de luz suficiente para derrotar los miedos. Los caminos los dibujo en mi mente, trato de
trazarlos hacia el futuro, trato de llenar de amor cada rincón en el que imagino sonrisas, momentos
afables con mis amigos. No es una fantasía, es lo que vivo como milagro, realidad, o no sé qué, pero
no me atormento por problemas personales pues mis preocupaciones tienen que ver con el día a día
de la lucha, tienen que ver con los problemas que padece la gente sumida en la pobreza y en la mar-
ginalidad.

JEB: en entrevistas anteriores usted ha explicado la forma en que llegó su ceguera, dando algunos
detalles de cómo hacía sus dibujos. También en alguna entrevista habló sobre la luz del alma que le
permite ver en las tinieblas; no obstante, quisiera que profundicemos sobre esa situación particular
que padece como guerrillero. ¿Cómo describe su circunstancia de invidente?

JS: procuro asumir mi situación particular sin que sea un padecimiento; es decir, trato de que no sea
una carga, un mal, una enfermedad para mí o para mis compañeros, y lo más importante, que no se

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Con los ojos del alma

convierta en obstáculo para el desarrollo de las tareas que requiere una lucha como la que adelan-
tamos por la emancipación de nuestro país. Eso es algo que viene con fuerza de voluntad, con con-
vencimiento interno y decisión de superar los obstáculos para poder cumplir la misión que tenemos
como revolucionarios, de no poner problemas e intereses personales por encima de los del pueblo.
Esto no quiere decir que no se hubiesen presentado o no se presenten momentos difíciles. Imagino
que las cegueras que llegan lentamente son más dóciles que las repentinas; pero en todo caso, cual-
quier ceguera y específicamente me refiero a esta crepuscular que surge en la medida en que la luz se
te va ausentando de manera sutil, al final de cuentas es como un animal salvaje que te ha acechado
como haciéndose tu amigo, y que de repente sientes que te atrapa sin remedio.

JEB: ¿perder el sentido de la vista de esa manera que usted llama crepuscular, le produjo rabia?

JS: hay un momento en que haces plena consciencia del asunto y sientes una profunda desolación
que fácilmente se torna en cólera e impotencia. Te sientes como preso en un cajón con una ansiedad
indescriptible por rasgar sus paredes, por encontrar una hendidura que te devuelva la luz. Te sientes
también como tragado por una inmensa fiera que te tiene en su vientre. Luego viene otra racionali-
zación; se descubre otro mundo y sientes que debes poner autoridad sobre ti mismo, sobre tus viejos
hábitos y enseñarle a tu yo las nuevas maneras que requiere ese mundo oscuro, sin coordenadas de
luz, donde en algún momento encuentras que los sonidos son tu salvación, tu contacto más expe-
dito con una realidad que está fuera de ti, que está cerca pero que de alguna forma sientes que no
puedes alcanzar. Y luego, en el intento por figurar algún orden para lo que sucede -aunque quizás
son procesos que se dan de manera concomitante-, aprendes a amar los olores, a entenderlos de me-
jor manera, a diferenciarlos, a encontrarles simbología, mensaje, información... ¡Y claro!, están las

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Jesús Santrich

manos, el tacto que descubre formas, temperaturas, texturas, asperezas y suavidades. El tacto que
puede definir la ternura de un rostro que te sonríe o el semblante de la aflicción. Entonces, dentro de
ese otro mundo aprendes a encontrar el mundo que viviste cuando tenías los colores.

JEB: supongo que también se produce un radical cambio de hábitos…

JS: ¡sin duda!, hay que diseñar una nueva manera de entenderse con las cosas para que estén junto a
ti, para que no se te hagan ausentes, porque sin que te des cuenta tu espíritu se puede hacer indife-
rente a los libros, a los cuadros, a las fotografías, a la arquitectura, a los ademánes de la gente, a la
belleza de un atardecer en sus tintas naranjas o grises... Y eso es muy triste; sin embargo, depende de
ti y de tu capacidad por inducir a quienes te rodean para que con sus discriminaciones, ignorancia
o prejuicios, no ayuden a que se te oculte el mundo de los videntes.

JEB: ¿siente que hay ignorancia y discriminaciones en la gente que rodea a un invidente?

JS: no quiero absolutizar con esa valoración, pero la expreso porque es muy general que la gente
compadezca, lo cual es negativo, pues al mismo tiempo que te compadecen no te integran en sus
percepciones, se olvidan de tu invidencia. Por ejemplo, se suele comentar la hermosura de lo que se
ve pero sin percatarse en describir para que la persona invidente pueda entender. Tú debes exigir
que te describan las fotografías, las pinturas, las formas de los edificios, las personas, el caminar de
una muchacha, su gracia… o si hay formas extrañas que no entiendes, que te las describan al tacto,
que te digan sus proporciones, así eso se vuelva un poco engorroso. Pienso que en un mundo con las
posibilidades tecnológicas y de comprensión alcanzadas en el siglo XXI, el conjunto de la gente tiene

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Con los ojos del alma

el deber de aprender a ver y a comunicarse con lenguajes múltiples que incluyan el de las personas
que tienen discapacidades. Para el caso, creo que las personas deben aprender a entender cómo ve
un invidente y así ayudar a que el mundo le sea más perceptible.

JEB: cuando no hay luz ¿qué es lo que más valora en la comunicación con los demás?

JS: en todo esto es muy importante el poder de las palabras, pero en general, el poder de la comu-
nicación, de esos códigos comunes que se puedan ingeniar para que logremos un código compartido
de comunicación. Yo no soy especialista e imagino que hay muchos avances al respecto, pero como
no conozco lo expreso así, de manera sencilla: imagínense formatos que permitan que los invidentes
puedan contar de manera simple con descripción de obras de arte, de esculturas, de obras arquitec-
tónicas, etc. O formatos en que los sordo-mudos puedan también conocer de obras musicales y del
mundo de los sonidos con procedimientos táctiles que vayan más allá de la lectura de las notas en
un pentagrama braille, o que existieran sabores y olores que para todos den el sentido de la música.
Esto parece algo loco pero cuando uno conoce la historia de Helen Keller, esa increíble y al mismo
tiempo heroica historia, cree todo posible, más cuando la ciencia ha avanzado tanto. Helen era desde
muy pequeña ciega, sorda y muda, y estuvo aislada hasta bien adentrada su niñez, hasta que tuvo
la posibilidad de que Anna Sullivan la acercara a un mundo con dimensiones que ella nunca antes
logró. De ser casi un animal salvaje, Helen aprendió y percibió el desarrollo de su intelecto hasta
convertirse en una excelente escritora. También es sorprendente el mundo de Eşref Armağan, quien
nacido ciego, se sumergió por propia inspiración en el mundo de los colores y de las formas, y logró
convertirse en pintor, en un verdadero artista, sin jamás antes haber tenido una sola gota de luz y
de color para sus sentidos.

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Jesús Santrich

Debe haber en la naturaleza una especie de lenguaje especial con el que se expresen los sentimientos
y los fenómenos que rodean al humano, porque si bien, la palabra es fundamental y libera la cons-
ciencia, nos humaniza, debe haber otros sistemas de comunicación que nos intimen con el entorno.
Hay que explorar a fondo, pues cuando no hay comunicación se mata la ternura, y entonces la oscu-
ridad y el silencio se vuelven agresivos y aniquilan el espíritu.

JEB: ¿qué significa eso de que la oscuridad y el silencio aniquilan el espíritu?

JS: es una idea particular la que planteo, quizás depende mucho de la subjetividad, de seguro no
sucede de manera similar para todos; en este sentido, mi experiencia es que el silencio, la oscuridad
y la soledad no son buenos para andar juntos. A mi modo de ver y sentir, cuando se prolonga su
unión ésta te conduce al abismo. He sentido y trato de racionalizar la experiencia, sobre todo esa en
la que a veces el silencio es más oscuro que la falta de luz. Para mi caso, siento que se me oculta el
contacto más directo con el mundo exterior, por ello odio que la gente se atrinchere tras el silencio,
que alguien esté junto a mí solo para observar qué hago, cómo reacciono indagando a tientas lo que
ocurre fuera, porque es que la gente aunque no se vea, se siente. No es bueno que se haga ese juego
unilateral de ocultarse o de ocultarle las cosas a quién no puede verlas solo para observar reacciones
y hacer así un acto de juego que incomoda y te llena de prevenciones y dudas.

Para volver al tema del valor de la palabra, debo decir que así como los sonidos le dan luz al alma,
las palabras son llaves que te libran del presidio oscuro en el que te encuentras, porque en efecto,
al menos para mí, la oscuridad es un presidio que solo se supera racionalizando las circunstancias
que no son mi estado natural. Y en todo esto, la familia, los amigos, quizás el conjunto del entorno

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Con los ojos del alma

social requiere reeducación. Yo he entendido que nuestra sociedad no está formada para lidiar con
discapacitados, no hay una educación orientada hacia eso.

JEB: ¿cómo hace para pintar, cómo se guía, cómo define los colores?

JS: cuando alguien me preguntó por primera vez cómo pinto, yo mismo tuve interrogantes que no
sabía responder. Sencillamente no tenía racionalizada la explicación del procedimiento. Por eso, lo
primero que hice, recuerdo, fue reflexionar justo sobre el asunto de los colores. Me dije: tengo mucha
memoria del rojo y un agradecido punto de luz que me acompaña. Creo descifrar el amarillo en el
olor de un mango maduro, la transparencia en las gotas de lluvia, el verde en el bullicio de los loros,
y aunque son muy diferentes en olor y textura, la guanábana y el coco me recuerdan el blanco; la
guanábana un blanco desteñido, tenue, y el coco un blanco espeso, y no puedo desasociar el negro
del olor de la tinta china, no importa el color que tenga. Me son fieles, siempre vívidos, intensos, el
rojo-negro del sangre e´ toro, un bello pájaro que jamás se amansa, y me es azul el canto del azulejo;
el oro está en el canto del canario y en los granos del maíz maduro. Aunque ambos son azul, no es
lo mismo el azul del azulejo que el azul batalla de la bandera; y lo tengo como azul batalla porque
siempre lo evoco envuelto entre el olor gris de la pólvora encendida, el olor gris del sonido de las
salvas. Todo ello en medio de una oscuridad extraña, una oscuridad que no es como la de la noche
sin estrellas y sin luna. No. Quizás es como una noche pálida, penumbrosa, que fastidia porque poco
cambia su apariencia y te hace anhelar el color del carboncillo y soñar con las noches sin luceros.

JEB: ¿cómo es que en medio de esa noche pálida y penumbrosa puede ver o sentir los colores?

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Jesús Santrich

JS: porque es que los colores se recuerdan y se sueñan, estas son maneras de verlos y tenerlos pre-
sentes. A veces pienso que de manera intencional se debe hacer el ejercicio de recordar cada día los
colores para que el olvido no los borre y los torne definitivamente invisibles a los ojos del alma. Una
vez alguien me preguntó si yo soñaba a colores, pregunta que en principio me pareció un poco absur-
da, chistosa; pero al instante me puse a pensar, y claro, es muy válida porque no siempre se sueña a
colores. Muchas veces ni siquiera advertimos si nuestros sueños tienen tonalidades, o por lo menos,
no detallamos en su color. Pero sí, yo sueño a colores, aunque a veces no, y hay colores que tienden
a olvidarse. Pareciera extraño pero ni siquiera cuando cierro los ojos siento que tengo frente a mí el
negro verdadero, pues advierto que le falta algo al contraste de ese tono frente a otros colores que
recuerdo vívidos, o en la palidez variable de sus degradaciones. Definitivamente los colores pueden
olvidarse, y es una tarea ingente evitar que ello ocurra porque puede resultar que luego no podamos
siquiera soñar con ellos.

Teóricamente el color es la sensación que se produce al excitarse un fotorreceptor por acción de un


rayo luminoso; esa es la definición generalizada, incluso la que de inicio te dan en la escuela de artes;
pero hay colores en la memoria y en los sentimientos, y yo diría que hay colores que habitan el alma.
Uno puede vivir una fantasía rodeada de un ambiente violeta tenuemente azulado y escuchar sonri-
sas alegres vestidas de escarlata mientras suena una canción de amor que te trae el recuerdo de una
noche de pasiones. Yo recuerdo con detalle el contraste de líneas horizontales, verdes y negras, en
un buzo fijado al cuerpo de una bella rubia que olía al ámbar de un vino fresco que vaciaba desde su
boca a la mía. El verde era como el de los pastizales viches de las temporadas lluviosas, como el de la
mata de maíz cuando tiene una semana de nacida, y el negro era como el carbón y el olor de la tinta
china. Y en todo ello, fíjate que hay melodías que te traen el recuerdo de los colores, y hay olores que

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Con los ojos del alma

tú como que escuchas y viceversa; es decir, también hay sonidos que te ponen de presente los colores.
Los sentidos entonces terminan conectándose, mezclándose sin perder identidad, y aunque parezca
algo absurdo o loco, una melodía te puede resultar amarilla, rojiza o azulada.

JEB: ¿qué más me puede decir del negro?

JS: no mucho... O bueno, se podría decir que el negro de las noches eternas de la ceguera es grisáceo
a veces, otras verdoso, muy tenuemente verdoso, o azulado. No sé si el punto de luz que me acompa-
ña en el día es lo que deja una marca de tintas atenuadas al silencio de mis ojos cuando se cierran
despiertos, o de mis sueños cuando duermo pensando en las profundidades de un horizonte de media
noche sin luna y sin estrellas. Pero aún en la noche más profunda que se pueda imaginar, la oscu-
ridad tiene sus colores. Quizás sea un estado del alma, a veces creo que en el espíritu sobrevive una
especie de arco iris en desorden, diluido como en aguadas, o como las tintas en la abstracción lírica
de Kandinsky, o como acuarelas de tardes lluviosas frente al mar, o como el degradado de un gris
hacia lo blanco, que no es leche, ni luz de ocaso, ni penumbra, ni el color del olor de la guanábana.
No, más bien es un blanco extraño, un blanco tiznado y mate, opaco, que en nada se parece al recuer-
do del destello del alba cuando despunta. No es el resplandor, no. Tampoco es el blanco espeso que
evoca el coco. El blanco de la paciencia oscura del ciego es más bien muy parecido a la indefinición
del negro escaso de su descanso de párpados derrotados por el sopor del medio día. El negro verda-
dero, el intenso azabache, el que huele a tinta y a carbón de leña, es el de la memoria, el que vuela
superpuesto al rojo del sangre e´ toro. Los colores que habitan el alma diría, no son estables porque
se manifiestan según el estado anímico.

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Jesús Santrich

JEB: ¿cómo definiría el amarillo?

JS: hay muchas maneras de hacer memoria de los colores. Por ejemplo, cuando escuchaba la palabra
cinco de inmediato yo veía el amarillo en mi mente, en mi interior, y al buscar la razón me di cuenta,
haciendo memoria de mis vivencias, que eso tenía que ver con una asociación inconsciente que hacía
con una carta de la baraja española, el cinco de oros, que en general tiene esa coloración sobresa-
liente. Creo que ese fenómeno deriva de asociaciones con experiencias pasadas, pero no siempre, por-
que fíjate que la melodía del submarino amarillo, sobre todo su nombre en inglés, Yellow Submarine,
por la sonoridad misma de las palabras podría de manera sencilla evocarme el color amarillo, como
en efecto pasa para muchas personas, o quizás el azul del mar, pero no, lo que ocurre cuando escu-
cho esa melodía es el recuerdo de un verde encendido. Yo podría lanzar sobre una cartulina blanca
un verde encendido limón y podría decir que es la representación del submarino amarillo, pero sé
que eso es algo muy subjetivo, que no es un código común que valdría para las demás personas, de
tal manera que como fenómeno te puede inspirar, pero no definir nada en comunicación. Y así… en
fin, hay muchas circunstancias, recuerdos, situaciones que te ponen de presente los colores, te repito
por causa cultural o de experiencias pasadas..., hay poemas que te describen los colores o vivencias
que te los recuerdan..., y bueno, paro de contar estas cosas que deben parecer un sin sentido. Si te
dijera que al verde encendido le superpongas un cinco de oros y el fonema de la palabra siete -ya si
se quiere representándolo con su grafía-, estarías dibujando un submarino amarillo dentro del mar.

JEB: ¿qué ve y qué no logra ver Jesús Santrich?

JS: solo tengo un punto de luz en mi ojo izquierdo que carece de imagen.

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Con los ojos del alma

JEB: ¿algunas personas creen que usted ve algo?

JS: eso me complace. Yo mismo tengo la sensación de que hay cosas que logro percibir cuando están
próximas. No sé explicar el fenómeno, pero por ejemplo, si estoy acercándome a un árbol, o a un
objeto grande, lo presiento, es algo fuerte. Parece que lo viera en la penumbra de la nada, como si
me avisara de alguna forma que está ahí. Esto me ocurre sobre todo en lugares donde ya he estado
muchas o varias veces y he tenido algún contacto con los espacios y las cosas. Hay objetos que ya me
son familiares y yo voy preciso a ellos, al picaporte de una puerta conocida, al peldaño de una esca-
lera específica, a un punto de un cuadro que he trazado hace media o una hora, y no tenía presente
sino en el instante en que lo busco. Son fenómenos curiosos que yo atribuyo a que el subconsciente
va acumulando información, ¡o qué se yo!, y la trae al momento que la necesitas.

JEB: ¿hace cuánto tiempo y cómo fue perdiendo la vista?

JS: eso fue como un juego de engaños que me hizo la vida. Desde muy joven tuve miopía, luego la
imagen iba y venía, y parecía que tenía que ver con la epilepsia, no estoy seguro. Pero en determinado
momento sentí que la deficiencia no me dejaba leer, que ya no era un asunto sobre cambiar de lentes
y listo, no. Quizás esto fue en el Caguán, en el año dos mil. Para entonces algo que era esporádico y
que consistía en que a veces le decía a alguien -más por precaución que por necesidad- que me con-
dujera a algún sitio complicado, se convirtió en una situación permanente. Para entonces Cristian
Pérez, el cantor, mi gran amigo y camarada, se había convertido sin que él ni yo nos diéramos cuen-
ta, en mi primer bastón de ciego.

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Jesús Santrich

No logré más andar solo en sitios que no conocía; ya no leía, ya no pintaba, y hacer consciencia de
eso me preocupó. Busqué mecanismos, lupas grandes, hacía planos desde una visión tubular reduci-
da que me quedaba en el ojo izquierdo, comencé a indagar por programas de computación, en fin...,
hasta cuando ya de manera profesional, en varios sitios donde pude ir con la ayuda y esmero de la
organización, además de ratificar la pérdida del campo visual y la existencia de un glaucoma, me
diagnosticaron estar frente a una neuropatía óptica, más concretamente frente a algo que llaman
atrofia óptica hereditaria de Leber. Después de esto tuve una infección severa en ambos ojos, la cual
no pude tratar adecuadamente ni a tiempo, y ahí se agravó el problema. Todo cambió de manera
definitiva, y lo que por varios meses traté de negarme a mí mismo, era un hecho. Estaba ciego. Ésta
certeza la tuve después de la infección, cuando un día, después de lavarme la cara y los ojos que tenía
pegados, por primera vez no tuve imagen de nada. Fue espantoso, devastador, creo que sentí pánico y
abatimiento. No te puedo decir más sobre ese momento en el que me sentí profundamente solitario.

Desde entonces, y luego de algunos meses de reflexión, de decirme a mí mismo que había mucho por
hacer y muchas maneras de hacerlo, me empeñé más en la práctica del braille, lo aprendí con cierta
destreza, busqué programas de lectura en audio, de escritura digital con audio, experimenté formas
para grabar, escuchar y repetir, practiqué mecanismos para memorizar, técnicas para andar sin dar
apariencia de invidencia, y poco a poco, me hice a mis maneras, y aquí estoy. Creo que no lo hago
tan mal. Trato de hacer, con algo de ayuda, todo lo que hacen los demás. Aunque debo confesar que
me incomoda tener que acudir a alguien para hacer mis cosas, pero en definitiva siempre hay que
auxiliarse.

JEB: ¿en qué es en lo que más busca auxilio?

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Con los ojos del alma

JS: en que alguien me ayude a clasificar los colores para pintar. Siempre los tengo en orden, los mar-
co, los ensucio de algo para que huelan diferente, les hago puntos o marcas que solo yo sé dónde es-
tán, y luego los tomo naturalmente. Pero siempre necesito que alguien me los clasifique por primera
vez.

JEB: ¿cómo hace para mezclarlos?

JS: por lo general no mezclo colores, los aplico plenos, tal como vienen, y cuando se dan mezclas son
casuales, o a veces aventuro a colocar una parte de algún color con otra midiendo por mitades a par-
tir de las combinaciones que indica la teoría del color, pero suelo preguntar a algún compañero qué
color ve después de hecha la mezcla, o directamente sobre un rojo fresco tiro un amarillo disperso
aspirando a lograr un naranja en planos que no requieran mucha definición de formas específicas,
y claro, para ello parto de hacer algún tipo de abstracción imaginando formas que puedan quedar
bien con cualquier tonalidad del naranja, pero mentiría si te dijera que intento un preciso color pre-
concebido, o que logro claroscuros o tonalidades construidas adrede. Lo que me queda más fácil son
los altos contrastes y puedo lograr algunas variaciones con la acuarela pero con alguien al lado que
esté pendiente, preguntándole varias veces las intensidades que ve cuando coloreo, y entonces para
ello le digo: dime de uno a cinco a este o este otro color qué número le pones. Es decir que se hace una
escala en donde cinco es el color pleno y hacia el uno va la degradación, y esa información se com-
bina con la utilización de las delimitaciones de los puntos en relieve, para lo cual más o menos hay
que diseñar mentalmente un dibujo que se debe primero imprimir desde el lado contrario del papel,
en un sentido también contrario al que quieres lograr en la otra cara. En otras palabras, el plano
se debe hacer al revés de cómo va a quedar, viéndose como si se tratara de un efecto espejo. Bueno,

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creo que esta explicación se ha alargado un poco, entonces termino diciéndote que estos planos de
los que hablo son la clave de los dibujos, pinturas o collages. Así, el primer paso es hacer tu dibujo
en la mente, imaginar los colores que va a llevar incluyendo la abstracción de la que ya hablé, pen-
sarlos, repensarlos, memorizarlos, luego tomar el soporte, agarrar el punzón, dibujarlo al revés, a
veces tirar líneas fuertes con reglas que te resulten en alto relieve del otro lado del soporte, después
das la vuelta al mismo y comienzas a plasmar la tinta, a pasar los pinceles, los marcadores, lo que
prefieras, siguiendo la guía de los alto relieves que logras sentir con tus dedos. Vas aplicando en las
partes, en la áreas que desees, un color determinado, ese color en uno y otro lado sin olvidar lo que
has manchado y con qué color lo has hecho, pasas el secador para poder seguir tocando los puntos y
aplicando otros colores, a no ser que estés imaginado una mezcla; o puede ocurrir que casualmente
se de ésta sin que uno se dé cuenta, pero en tu imaginación debe estar esa posibilidad para los trazos
que consideres más complicados, y entonces la pintura hay que imaginarla en esa parte con tres,
cuatro, cinco posibilidades de pigmentación, tratando que lo que siga tenga armonía con cualquiera
de las variaciones. Yo utilizo empastes gruesos, pinturas que cuando se secan dejen algún tipo de
relieve anexo, o realzo aún más los puntos o líneas para también guiarme por la textura del color
aplicado. Si pinto sobre madera no hago el plano al revés, lo suelo hacer con pequeñas puntillas que
luego retiro, o dejo como parte del trabajo; también utilizo alambres de distintos calibres, siliconas
que den formas para el tacto, y trato que el resultado final sea una obra que se pueda tocar, que yo
mismo pueda ver de alguna manera. Pero en ocasiones ocurre que después de un tiempo algunas de
las cosas que hago, si se trata de planos y complejos, ya no les recuerdo, ya no sé qué son; otras ve-
ces con solo tocar las líneas y las distancias se me viene a la mente sin esfuerzo lo que había hecho,
sobre todo cuando dejo algún tipo de líneas en alto relieve y no solo puntos. Eso es todo, no es tan
complicado.

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Con los ojos del alma

JEB: de sus pintores preferidos, ¿hay obras que recuerde con exactitud?

JS: no creo que con exactitud. No tengo muy buena retentiva; en eso me pasa como con la poesía,
que me gusta mucho pero no me sé muchos versos de memoria, o recuerdo solo fragmentos diversos
de acuerdo a la circunstancia en que esté. Es raro que me sepa una poesía completa, o una canción.
Tengo que rebuscar en la memoria sus pedazos para completar. En la pintura es igual. Hay obras que
antes vi muchas veces en diapositivas, en fotografías, en póster y recuerdo bien solo sus aspectos más
importantes, o lo que creo yo que son sus elementos fundamentales.

JEB: deme un ejemplo.

JS: lo haré pero no le veo mucho sentido. Pongamos por ejemplo un caso universal, ¿un Miguel Ángel
podría ser?

JEB: me parece bien.

JS: un Miguel Ángel, la bóveda de la Capilla Sixtina, siglo XVI; se estudia en cualquier curso de his-
toria del arte, o en cualquier academia de pintura. Dios dándole vida a Adán, la representación pic-
tórica del mito bíblico de la creación. Es absolutamente hermoso, perfecto, inolvidable. Bueno, dije
la creación de Adán, pero tú sabes que ese es solo uno de los episodios representados. El caso es que
hay aspectos que no olvidas, como la ancianidad de Dios frente a la juventud de Adán, ésa es una
relación de forma y contenido que se fija en la mente. El Dios barbado, antiguo, envuelto en una tú-
nica, en contraste con la figura de Adán desnudo, recién salido del vientre de la nada. Y ahí existe un

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Jesús Santrich

detalle que te puede dar la idea de cómo pinta un invidente. Dios abraza a una mujer que según las
interpretaciones es la Eva aún no nacida, pero que ya él tiene prevista para ser creada; ella está en
el cielo, allá con los querubines, mientras Adán ya está en la tierra con su mano izquierda estirada.
Dicen los intérpretes que está esperando la chispa de vida que le dará Dios, aunque lo lógico sería
pensar que ya Dios le dio esa chispa y por eso estira el brazo, pues si estuviera inane no podría estar
en la cómoda posición en que está representado, aunque no sabemos cuáles sean las reglas de ese
mundo figurado… Entonces, si has hecho antes una buena observación o te han hecho una buena
descripción, se debe saber que Adán estira el brazo izquierdo mientras que Dios estira el brazo de-
recho, que los dedos de sus respectivas manos están estirados en ademán de querer hacer contacto,
pero que no se juntan, no se tocan, o de pronto acababan de tocarse. Se debe saber que quien tiene
la túnica es Dios y no el recién nacido adulto Adán, porque Adán no nació como un bebe. Imagínate
como hubiera hecho sin mamá en el paraíso (Risas).

En todo caso no hablamos de interpretación sino de recuerdos; pueda ser que nadie se tome en sen-
tido estricto lo que he dicho de Adán en cuanto a que sin vida no podía pretender tocar los dedos de
Dios. No me burlo de los críticos, simplemente lo menciono con ánimo jocoso, porque ciertamente lo
que se explica sobre esta escena de los dedos casi tocándose, es que se trata de una representación
artística y no literal en la que a Adán le es posible tratar de alcanzar los dedos de Dios antes de que
se le haya dado vida, y que Eva sea representada antes de ser creada; por eso te decía algo sobre las
complicaciones que tiene el mundo de lo figurado. Fíjate cómo a Adán -así lo mires en lo alto de la
bóveda de la capilla-, lo identificas con estar en la tierra, en ese pequeño triángulo de tierra que le
pintó Miguel Ángel, mientras Dios flota en el cielo junto a sus querubines y a la Eva aún no creada.
El manto púrpura o rojizo de Dios ayuda a dar esa sensación de estar flotando.

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Con los ojos del alma

…En fin, esto me hace recordar aquellos juegos de la prensa en que venían dos dibujos similares para
encontrar en pocos segundos los detalles que hacían falta en uno de ellos respecto del otro; o aque-
llos juegos en que te mostraban por un instante una figura y luego te preguntaban por sus detalles
para poner a prueba tu capacidad de retentiva. El ejercicio de tratar de recordar con detalle una
pintura es muy importante porque al final se termina perpetuándola en la mente sin el esfuerzo de
la memoria. Algunas veces le pido a alguien que por favor me describa alguna obra que ya conoz-
co, esto lo hago para reafirmar el recuerdo, porque tal como ocurre en la música, la gente aprende
a memorizar canciones, letras, melodías, estructuras armónicas, variantes; en la pintura también
pasa, se aprenden proporciones, técnicas, estilos, tonalidades de obras que jamás se van de tu mente,
y así como ocurre con las canciones, que se tararean de forma casual, haciendo un símil un tanto
inadecuado, se puede decir que uno tararea de vez en cuando una obra de arte, Guernica de Picasso,
sus tauromaquias, o la creación de Adán, tal como hicimos ahora, rememorando la túnica púrpura,
la bufanda verde, los querubines y a Eva, los dedos de Dios y de Adán, el contraste entre vejez y ju-
ventud, el cielo y la tierra, etcétera.

JEB: ¿cómo hace para escribir?

JS: es más simple, tomo la tabla digital y escribo lo que pienso en un solo envión, ordeno las ideas
y luego las refuerzo con argumentos más meditados. Como en la pintura, de manera previa es útil
elaborar una idea más o menos clara de lo que se desea expresar, así en la construcción final se
tengan que introducir variantes. Lo más difícil para mí es resumir las ideas, pues por lo general las
argumentaciones me quedan extensas. Es muy común que después de escribir el primer envión, si
se trata de un tema que quiero desarrollar a profundidad, lo estudio, tomo notas en mi grabadora,

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Jesús Santrich

y luego ordeno los planteamientos que quiero dejar plasmados en el texto. Tengo una biblioteca, li-
bros de consulta en audio, enciclopedias digitales. Cuando hay acceso a internet, consulto los temas
ahí pues los programas de lectura leen muy bien las páginas y, en fin, la tecnología brinda muchas
ventajas que no estaban muy generalizadas en el siglo pasado y mucho menos en épocas anteriores.
Me ayudo mucho con los audio-apuntes que hago en la grabadora, en la tabla digital o en la tabla
braille, aunque ésta última cada vez la utilizo menos. Lo concreto es que tomo muchas notas porque
a mi modo de ver, tengo una memoria algo deficiente, lo cual lamento profundamente porque a veces
se me ocurren buenas ideas y si me descuido y dejo pasar algunos días, ya no puedo recordarlas como
las concebí. Admiro y hubiera deseado tener capacidades como las que se dicen tenían los rapsodas y
los aedos, quienes cantaban de memoria sus poemas, tal es el caso del invidente Homero, o para no
irnos tan lejos en el pasado, el caso de un verdadero poeta y escritor como lo fue Milton, John Milton.
Te estoy hablando de un hombre del siglo XVII, sin internet, sin grabadoras, sin tablas digitales, sin el
sistema braille que apareció en el siglo XIX. Milton era un hombre fuera de serie, ensayista, político
republicano, historiador, con capacidades geniales, capaz de memorizar decenas de versos o tramos
extensísimos de dictados que luego hacía a amigos o personas casuales para que los plasmaran en un
papel, porque él era ciego, no de nacimiento, pero en esa situación de invidencia fue que escribió sus
mejores obras, obras que como El Paraíso Perdido son formidables; y no estoy diciendo con esto que
comparta sus posiciones ideológicas, la misoginia que se le crítica a El Paraíso Perdido, por ejemplo,
no, hablo de sus extraordinarias capacidades y creatividad. Sin embargo, aunque admiro a Milton,
para mí el mundo no es ancho y oscuro, como él dice que es.

Al analizar estos casos, la ceguera se puede apreciar sin darle carácter de discapacidad, en el sentido
que este concepto se asume de manera habitual desde una definición negativa, como limitación. Si

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Con los ojos del alma

bien, ahora se habla de diversidad funcional, de una u otra forma estos conceptos se convierten en
eufemismos de la discapacidad, cuando de fondo en la realidad, en la práctica, no hay una actitud
social que considere a todos por igual dentro de un tratamiento de respeto mutuo y solidaridad.

JEB: ¿por qué es admirable el Paraíso Perdido?

JS: admiro lo extensa y monumental de esta obra, la forma en que Milton muestra su creatividad y
capacidad de reflexión y memoria, elaborando el texto directo de su razonamiento al dictado. Son
más de diez mil versos que, aunque están hechos sin rima, constituyen una obra maestra como
epopeya y como poema, que te recrea con detalles hermosos los pasajes bíblicos, y no de cualquier
manera, sino con una gran erudición y una complejidad en el plano de la psicología, abordando
temas como el mal, el sufrimiento, el poder de Dios. Son excelentes representaciones de situaciones
de la vida, de los estados anímicos del ser humano, y todo esto se hace retomando personajes como
Satanás, el hijo de Dios, Adán, Eva; con elementos fantasiosos pero muy ligados a las vivencias del
ser humano, con mucha fuerza y fascinación; al punto que su influjo sobre la Ilustración y sobre la
literatura universal es incuestionable.

JEB: ¿escribir en la selva era igual?

JS: no. Había muchísimas limitaciones. Por ejemplo, el internet no se usa así exista acceso a la nube.
Los accesos se producen por personal que está fuera y luego se busca la manera de hacer llegar la
información a los campamentos, sea de noticias o de materiales de interés. Por mi parte, lo que más
utilizo son libros digitales, en audio, los programas de la radio nacional e internacional -sobre todo
de onda corta-, y de vez en cuando la tabla de braille.

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Jesús Santrich

JEB: ¿y la música? Le pregunto porque en el texto que escribe De Beethoven a Marulanda hay pasajes
que se entienden manejando en estricto la teoría musical, su gramática…

JS: me gusta la música, toda, tanto la clásica como la popular. Sé algo de teoría, quizás algo de ar-
monía y de notación, y me gusta leer sobre el tema, pero tengo muy mal oído musical. Toco de muy
mala manera algunos instrumentos de viento. Leo y toco algunas piezas para mí mismo, y no con
ansias de deleitar a nadie porque soy consciente que no soy siquiera regular, pero me gusta la mú-
sica, me gusta la apreciación musical, aunque mi capacidad de contemplación e identificación de
las cualidades estéticas de la música sean casi nulas..., pero bueno, me encanta, y además, me gusta
componer canciones sencillas. De hecho, hay unas cuantas canciones que hemos creado con Iván
(Márquez) y que están grabadas por gente nuestra que sí sabe de música.

JEB: ¿de cuántas canciones hablamos?

JS: unas cuantas decenas, en las cuales en su mayoría hay construcción colectiva.

JEB: ¿y la poesía?

JS: creo que todo revolucionario tiene algo de poeta y frustración, porque la poesía no es algo simple
de manejar. Generalmente somos muy prosaicos con ganas de ser poetas, pero en esto, creo que no
es suficiente el dicho “la intención es lo que vale”. Puede ser muy valorable, pero no suficiente. Así
ocurre con las artes, pues en cada ser humano debe haber alguna o algunas capacidades artísticas
y plásticas, algunos pueden alcanzar a desarrollarlas parcialmente, y aunque eso sea significativo,

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Con los ojos del alma

no es suficiente para llamárseles artistas. Esto puede ser muy relativo y se podría decir que en cada
persona hay algo de artista, pero no toda persona es realmente un artista. Particularmente yo no me
considero poeta, ni músico, ni pintor... No me considero artista, me gustan mucho las artes, la plás-
tica, y desearía poder tener las capacidades para ser de verdad un artista, pero desafortunadamente
no tengo ni las dotes, ni las condiciones para ejercitarme, para desarrollar cualquier pequeña cuali-
dad que quizás pudiera tener. Digamos que tengo una afición, que valoro inmensamente el papel de
las artes y de los artistas en la existencia de las sociedades, en el rumbo que pueda tomar la cultura
y las revoluciones, pero eso no me hace artista. Muchas de las ideas que tengo al respecto y en es-
pecial sobre el tema de la poesía y el de la cultura lo he puesto por escrito en un texto que hicimos
a manera de diálogo epistolar con mi amigo Alfredo Pierre, un gran revolucionario dominicano, in-
ternacionalista, solidario, a quien aprecio como a un hermano. Ese diálogo lo titulamos Poesía para
Euskal Herría. Y otra parte está consignada en el texto que mencionaste hace un rato, el que se titula
De Beethoven a Marulanda y que se refiere al romanticismo dentro de la concepción marxista de la
FARC. Entonces, sobre esto, te diría finalmente, que así como para quienes quieren ser juristas y no
tiene ni la sombra de ser abogados, se les llama tinterillos, debiera haber una palabra que designe
a los que no tenemos ni un pelo de Byron, o de Miguel Ángel, pero que aun así nos aventuramos a
la poesía, o a la pintura, o a la escultura, o a la música, al teatro, o qué se yo a que otras aventuras
estéticas. Es decir, para los tinterillos de la poesía, de las artes, debiera haber algún concepto que sin
menoscabar a nadie ponga las cosas en su lugar. A lo mejor existe.

JEB: en otras entrevistas usted mencionó como preferidos suyos en la literatura y en la pintura a
Joyce y a Rembrandt; en el campo de la música mencionó la Novena Sinfonía de Beethoven, pero en
esta ocasión ha preferido hablar de Miguel Ángel, aludir a Borges, mencionar a Lord Byron…

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Jesús Santrich

JS: en efecto, mencionaste artistas que son muy de mi predilección, pero que los haya nombrado
antes para exaltarlos no quiere decir que sean los únicos. El gusto estético creo que es difícil y hasta
inútil encasillarlo, o encarcelarlo delimitándolo a un único gusto especial por una u otra obra en
materia de música, pintura, poesía, escultura, arquitectura, literatura, teatro, cine, fotografía, dan-
za, declamación, arte mímico. Puedes hacer alusiones como las que yo he hecho respecto a la Novena
Sinfonía o al Ulises de Joyce, las cuales considero sublimes, pero a su lado hay obras de igual eleva-
ción extraordinaria. En el caso de Rembrandt, por ejemplo, yo aprecio sus dibujos, sus grabados, pero
en especial su pintura, sean temas bíblicos o no, y lo que más aprecio de ellas es la personalización de
cada sujeto que representa, el logro de retratar las emociones de las personas y de sí mismo, para el
caso de sus autorretratos. Cada personaje está lleno de emotividad, de mucho realismo expresando
la interioridad, si se quiere, la subjetividad de las personas. Si son escenas de amor como en La Novia
Judía, por ejemplo, la ternura de los personajes se desborda. Y en general, hay mucha espiritualidad
en sus personajes, mucha representación convincente de la interioridad de estos, como si el artista
estuviera muy compenetrado con la persona a la que representa en su obra. Y esto es grandioso,
admirable, personalmente me encanta, pero ello no quiere decir que por ejemplo, no me genere emo-
ciones similares la obra inconmensurable de Miguel Ángel. Fíjate, yo te hable de la creación de Adán
en la bóveda de la Capilla Sixtina, ¿verdad?, pero ese es solo un aspecto, un grandioso aspecto de
una obra muchísimo más gigantesca en la que ocupó cuatro años de trabajo intenso, de creatividad,
de desengaños, de desencuentros, hasta lograr lo que se considera una de las obras pictóricas más
complicadas y hermosas de la historia de la humanidad. Giorgio Vasari, cuya obra sobre los mejores
arquitectos, pintores y escultores italianos es considerada fundamental para el estudio de la historia
del arte, apuntó hablando de esta obra de Miguel Ángel que, entre las realizaciones difíciles y bellas ,
ésta era dificilísima y bellísima. Toda la historia del génesis se puede encontrar ahí representada de

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Con los ojos del alma

una manera que además de bella y técnicamente bien realizada, es revolucionaria para la época. Son
500 metros cuadrados en los que plasma a los antepasados de Cristo, demonios, símbolos del bien y
del mal, las sibilas, Isaías, Zacarías, Ezequiel, Joel, profetas y más profetas del Antiguo Testamento,
el universo de la iconografía cristiana medieval, la historia de David y Goliat, el castigo de Amán, la
expulsión del paraíso, la salvación del pueblo de Dios y la imagen misma de Dios cuya representación,
para el caso de la escena de la creación de Adán, es una imagen de la iconografía universal. En todo
esto, impera la figura humana en proporciones impecables, y sobre todo, representada en desnudos,
algo que para ese momento, el siglo XVI, fue visto como inmoral por muchos; hasta cometieron, o
mejor dicho, el papa Pío V cometió el exabrupto de contratar a Daniele de Volterra para que pintara
ropa, o cubriera los genitales de las figuras de la escena del Juicio Final en el ábside de la capilla,
cinco lustros después de concluir sus trabajos en la bóveda. De todas maneras se convirtieron en
imágenes fundamentales del arte del renacimiento.

JEB: ¿entonces lo de las preferencias no es algo absoluto?

JS: hay preferencia, gusto especial, pero eso se extiende no sólo en sentido vertical, sino también
en sentido horizontal, por eso te podría decir con igual énfasis que admiro la obra de Leonardo da
Vinci, también del Renacimiento, un verdadero genio, lo que llaman algunos un genio universal, un
verdadero polímata. Pero al lado de estos gustos tengo inmensas satisfacciones y admiración por las
creaciones de personajes, de artistas de no tanto renombre y universalidad, pero que llenan los co-
razones de bellas emociones.

JEB: por ejemplo...

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Jesús Santrich

JS: a este ritmo no vamos a terminar nunca este diálogo… Digamos que, por ejemplo, en materia de
música y poesía te puedo mencionar al maestro Leandro Díaz, un colombiano, compositor vallenato,
aquel que compuso, entre decenas y decenas de cantos que transitan los campos y ciudades de Co-
lombia, aquella preciosa canción que dice:

Yo nací una mañana cualquiera


Allá por mi tierra, día de carnaval
Pero ya yo venía con la estrella
De componer y cantarle a mí mal

Y cuando quiero flaquear


Siento que Dios no me deja
Luego me pongo a cantar
¡Le doy alivio a mis penas!

Bueno, es una canción larga, pero hay una parte que me gusta mucho, denota mucha esperanza. Esa
parte dice, refiriéndose a Dios:

Él sabía que si me abandonaba


Ninguno cantará como canto yo
He sabido librar la batalla...
¡No hay que negar la existencia de Dios!

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Con los ojos del alma

Él la vista me negó
Para que yo no mirara.
Y en recompensa me dio
Los ojos bellos del alma

Y te doy otro ejemplo, como para cerrar en esta parte, un repentista descomunal, tal como son mu-
chísimos de los repentistas campesinos cubanos; me refiero al Indio Naborí, a Jesús Orta Ruiz, un
poeta y decímero muy destacado y muy popular en esta bella isla. Si mal no estoy, es habanero. Sus
creaciones son sencillamente mágicas y de mucho arraigo folclórico, tradicional y cultural.

No hay iris. Se difumina


el color de las violetas
y convivo con siluetas
en un mundo de neblina
Una mujer me encamina
y de guijarros y abrojos
va librando mis pies flojos...

¡Ay!, quién me diría que


los ojos que ayer canté
hoy fueran mis propios ojos

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Jesús Santrich

Y hay otro verso muy bello que lleva por nombre Tu Voz, es muy diciente, fíjate:

Tu palabra tiene el arte


de iluminar la ceguera:
háblame, que no hay manera
de verte sin escucharte

Sólo así puedo mirarte


exacta, como si un dios
conmovido por mis dos
linternas de rotas pilas
me hiciera nuevas pupilas
con el cristal de tu voz

JEB: ¿qué fue lo que más le aterró cuando hizo consciencia de que no podía ver?

JS: convertirme en un obstáculo para mis compañeros en el monte. Eso lo evalué mucho.

JEB: ¿pensó en retirarse?

JS: ¡jamás!, y eso hacía más difícil la situación, porque pensaba en cómo seguir sin ser una carga
para nadie. Entonces dije, voy a hacer todo mi esfuerzo, lo que más pueda, y de verdad que me redo-
blé en esfuerzos para lograr la media de los demás y pensé: si no lo logro, yo mismo debo tomar una
decisión que no le haga difíciles las cosas a los demás.
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Con los ojos del alma

JEB: ¿en qué pensó?

JS: francamente, en que si no lo lograba y veía que era un esfuerzo perdido, yo mismo hacia un hueco
y me enterraba, pero fuera de la guerrilla no me quería ni me quiero ver, a no ser que logremos un
cambio que nos permita hacer política en democracia.

JEB: y si hay una vida en democracia, ¿qué haría usted, le gustaría ser funcionario público, ministro,
parlamentario, participar del gobierno?

JS: no, no, no me gustaría que me nombren de nada. Quiero ser un hombre común y corriente, sin
cargos de ninguna naturaleza. Si algo desearía sería ser maestro como mi padre y como mi madre,
alfabetizar, enseñar historia, o quizás filosofía, o enseñar a pintar a los invidentes; estar en mi pue-
blo, con mi familia, sembrando un huerto, me gusta sembrar, cuidar una hortaliza. Me gusta disfru-
tar una parranda en paz, me gusta pintar, tocar música, la flauta, el saxo, el piano, una gaita, no
sé, quizás escribir la historia terrible de esta guerra que tanto sufrimiento le ha generado a nuestro
pueblo, para que jamás se volviera a repetir. Pero si se requiere defender lo que habremos construido,
estaría siempre listo para empuñar un fusil, una pistola, lo que toque.

JEB: ¿usted sabe manejar armas?

JS: ¡claro que sé, soy guerrillero!, y las sé disparar y sé cuándo, porqué y contra qué dispararlas. Nun-
ca he hecho un tiro sin razón, no me gusta que las armas se disparen, no me gusta la guerra, pero
sé que hay guerras justas y que hay circunstancias en que eres más criminal si no actúas en favor de
la justicia.
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Jesús Santrich

JEB: ¿cómo hace para disparar con ceguera?

JS: es fácil, hay campos de fuego y hacia ahí se dispara, no se trata de disparar a lo loco. Hay tiro
instintivo y ese también funciona. Lo que debes tener es certeza de hacia dónde lo haces y debes
hacerlo con seguridad y responsabilidad. Eso no es para jugar ni para ostentar fuerza o jactancia.

JEB: ¿le gusta la lectura?

JS: demasiado. Entre las cosas que más lamento es no poder abrir un libro y ojearlo. A veces los tomo,
si son nuevos huelo su tinta, les tanteó el peso, toco sus hojas, su textura..., y eso para mí es un delei-
te. Es como una magia lo que tienen los libros, y hay libros especialmente bellos en su forma y en su
textura, en sus solapas. Hoy, no sé, pero pareciera que se ha perdido un poco, quizás por los costos,
la delicadeza de darle hermosura a las pastas, a los relieves. Recuerdo mucho, siempre, siempre, que
mi padre compraba los libros y los que eran de pasta sencilla él mismo los revestía con cuero u otros
materiales y los hacía realmente bellos. En los libros de mi padre leí por primera vez a Homero, a
Hegel, a Kant, a Martí, a Bolívar... Y por mi madre conocí a Gabriel García Márquez. Pero bien, ya
no puedo leer un libro que no esté en braille, o en versión de audio, en texto digital que puedan leer
los programas de computación, pero estos se leen de manera mucho más lenta que hacerlo con la
visión y no es tan emocionante como hacer la lectura del libro físico. Tengo algunos libros en braille,
pero estos formatos son muy dispendiosos para portarlos en la vida guerrillera. Imagina tú cargar
La Edad de Oro de José Martí en braille en un equipo guerrillero, son cuatro tomos, cada libro mide
34.5 cm por 28 cm, con un lomo de 3 cm; en total son cuatro kilos más 340 gramos. Se te iría la vida
cargando con esos kilos y con la mochila ocupada por semejante volumen, el cual te dejaría sin es-
pacio para meter la casa, la cobija, lo básico de la subsistencia en el monte.
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Con los ojos del alma

JEB: ¿cuál es el libro que más ha leído?

JS: si se quiere leer suficientes libros no se puede andar releyendo mucho. Hoy en día a todo el que
uno escucha se le oye decir estoy releyendo a fulano o a perencejo. Nadie lee. Todos releen. No sé
cómo hacen, porque es que no releen cualquier autor. Releen a Marx, a Lenin, de sopetón releen a
Theodor Adorno, a Horkheimer y a Habermas juntos, como para no atosigarse mucho, y pare de con-
tar, porque por lo que sé, oye, hay intelectuales que les parece poco releer los autores completos de la
Escuela de Frankfurt y enganchan a releer bibliotecas enteras, y qué sé yo cuánto más; y eso es como
si bebieran agua. A mí me es imposible releer autores en sus obras, quizás investigo en uno de ellos lo
que piensa sobre un tema u otro, pero me parece arrogante y jactancioso decir que se está releyendo
a alguien. De todas maneras los únicos autores de los que he leído algunas de sus obras por dos o
más veces son Gabriel García Márquez, en específico Cien Años de Soledad, porque me encanta como
escribe y es como si escuchara la voz y los relatos de mi madre, es como escucharla hablar a ella, y
es como leer la vida de nuestros pueblos, sobre todo los pueblos del Caribe en la épica de su sobre-
vivencia. Y otro libro que me encanta, aunque lo siento complicado, es el Ulises de Joyce, con todo y
sus pasajes complicados que no entiendo; me gusta volver sobre él porque me agradan las ocurren-
cias, la forma directa y reveladora del lenguaje, incluso diciendo procacidades con maestría, pero
también desbocando un manejo enorme de la cultura, y ahí es como escuchar a mi padre, hablando
con sus pausas filosofales, con sus alusiones a la épica de Homero, con sus monólogos reflexivos, con
sus descripciones de los espacios, con sus ironías y alegorías que mezclan la filosofía profunda con
la simple cotidianidad.

JEB: ¿son los únicos autores y libros a los que ha vuelto?

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Jesús Santrich

JS: no, hay otros pocos, pero mi observación está en que se exagera con la posibilidad de la relectu-
ra. Yo he leído muchas veces la Carta de Jamaica, el Manifiesto Comunista, el ¿Qué hacer? de Lenin,
los Grundrisse de Marx, entre otros, pero en aspectos muy específicos. Nadie en el mundo tiene vida
suficiente para releer lo que la humanidad ha escrito.

JEB: ¿y los asuntos indígenas donde los lee?

JS: bueno, lo que he escrito al respecto es lo que he vivido con las comunidades y algunas cosas las leo
en libros especializados. Pero más es, lo que por ejemplo para el caso de los cuentos, me han narrado
los mamos, que son los sabios Kogui, Arhuacos, Kankuamos y Wiwas de la Sierra Nevada de Santa
Marta. Me estoy refiriendo a Los Relatos Tayrona que es de seguro por lo que me estás preguntando
sobre el tema indígena.

JEB: sí, pero también por algunos dibujos y pinturas que representan escenas de los pueblos origi-
narios, o por otros escritos que he visto publicados como el de la Historia de Lautaro, o el del Origen
de los Pueblos de América, o largos cuentos como Tejunna Kogshigi o la historia de Mamo Duna, que
muestran manejo de muchos detalles de la cotidianidad, de la mitología y de la cultura Kankuama o
Kogui de la Sierra Nevada.

JS: cómo te dije, hay cosas que surgen de las vivencias con los pueblos originarios de la Sierra, espe-
cialmente los Relatos Tayrona o el de Tejunna Kogshigi, que fueron dos materiales que escribí con el
ánimo de que nuestro país se interesara más por estos maravillosos pueblos hermanos sumergidos
en la miseria y el abandono estatal. Se requiere que nuestra identidad se afiance, pero ampliándose

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Con los ojos del alma

con el total de lo que somos como conjunto multiétnico, multicultural, como crisol de razas. Y en los
otros trabajos que mencionas hay algo de investigación, de lecturas especializadas, pero particu-
larmente en el caso del texto sobre la vida de Lautaro, lo principal que quise fue resaltar cómo jugó
la espiritualidad del pueblo mapuche en la resistencia por la defensa de su mundo, de su territorio,
de sus creencias, y esto debo decir que no lo encontré propiamente en libros sino en un diálogo de
hermanos con algunos dirigentes valerosos del Arauco.

JEB: ¿hay alguna contradicción esencial en su vida?

JS: ¿contradicción?

JEB: sí, contradicción. Su gran conflicto vital.

JS: de pronto sí, la vida me presenta algunas contradicciones. Por ejemplo, amo la paz y me toca vivir
en guerra; anhelo justicia y lo que encuentro en mi país es la desolación de la miseria y la desigual-
dad..., o ya de manera más particular, como dijera Borges en su poema de los Dones, con la pintura
y la lectura hay ciertas ironías:

Nadie rebaje a lágrima o reproche


esta declaración de la maestría
de Dios que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche

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Jesús Santrich

Creo que tal como narraba el maestro, se ponen de presente dos dones que se contradicen: los mu-
chos libros y al mismo tiempo la noche, la incapacidad de leerlos. Ese poema creo, me parece que lo
hizo no pensando en sí mismo, en su situación de invidente, sino inspirándose en Groussac, quien
como Borges era director de biblioteca, escritor genial y ciego, tal como lo fue Mármol, de quien Bor-
ges alguna vez también destacó su condición de director de biblioteca, escritor magnífico y ciego,
para hacer notar que su caso de ceguera no era especial.

JEB: ¿entonces conoce el Poema de los Dones, de Borges, le gusta? se lo pregunto porque en Poesía
para Euskal Herría, lo alcanza a criticar.

JS: ¿el poema?

JEB: no, no, al autor, a Borges.

JS: no, no es cierto, no critico a Borges, no tengo un conocimiento de su obra literaria ni de su pen-
samiento como para atreverme a eso, y lo que conozco de él lo valoro mucho, me parece fuera de
serie, me gusta. Lo que yo hago en Poesía para Euskal Herría es sentar opiniones sobre aspectos muy
específicos sin entrar a criticar la obra de nadie. Si mal no recuerdo, te estas refiriendo a un pasa-
je en el que hablo del vanguardismo en cuanto a movimiento de renovación que rompe con ciertas
convenciones estéticas.

Creo que resalto que romper con las convenciones no puede significar que se acabe con todos los
aportes estéticos sin retomar nada de lo históricamente favorable para el avance del arte, la cultura

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Con los ojos del alma

o el pensamiento en general. Lo que también hago en ese pasaje es criticar, bajo el anterior pará-
metro, la proclama futurista que lideró Marinetti y de la que en últimas se beneficia el fascismo;
hago una crítica además a la ofensiva que hace el postismo contra Lorca, que también en últimas
aprovechó el franquismo contra el poeta quitándole la vida incluso. Entonces, al tiempo que se exalta
el vanguardismo como expresión del ideario de la construcción de la fraternidad universal, en gene-
ral, mediante nuevas estéticas, de mi parte hago algunas diferenciaciones, esas expresiones ligeras
y frívolas que acabo de mencionar. Y aquí en esta parte es donde aludo a Borges para referirme al
ultraísmo. Y lo que digo de esta corriente vanguardista es en positivo, explico que ella reivindica la
exaltación de lo propio sin perder de vista los aportes de otras culturas. Borges hizo parte de los ul-
traístas, solo que luego renegó de ellos, y eso es lo que yo afirmo. No califico ni descalifico su conduc-
ta, simplemente hago la afirmación de un dato sin cuestionarlo ni aprobarlo porque no tengo claras
las razones de Borges. Y luego vuelvo a mencionar a Borges para resaltar otros aspectos del vanguar-
dismo en la literatura que representaron personajes como Mariátegui, entre otros, explicando que
en el caso de los representantes más connotados, la vanguardia no era limitada a un perfil estético
ni a la disyuntiva o contradicción izquierda versus derecha, en esquema de simplismo maniqueista;
entonces digo que dentro de este plano, el realce va para Mariátegui, Vallejo, Neruda, y hasta para
el Borges de los tiempos de compromiso con la estética expresionista.

En definitiva, no hago ni haría ninguna descalificación o crítica contra Jorge Luis Borges sin tener
elementos para ello. Lo de su distanciamiento del ultraísmo, además, es cierto, y te repito que no
juzgo sus razones, incluso comparto algunas en lo esencial. Recuerda que algo que él criticó de esta
corriente fue lo que denominó “el dogma de la metáfora”, y lo hizo con convencimiento y argumen-
tos sólidos para concluir que bastaba un solo verso no metafórico para probar que la metáfora no

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Jesús Santrich

era un elemento esencial, sin con ello mandar al cadalso ese recurso. Él hablaba de que el ultraísmo
en vez de enriquecer la literatura lo que hizo fue establecer prohibiciones, en alusión a que muchos
ultraístas escribían sin signos de puntuación. Él pensaba, quizás con razón, que hubiese sido mucho
más interesante inventar nuevos signos, por ejemplo, con lo cual estoy de acuerdo.

Pero volviendo al Poema de los Dones, te puedo decir que sí lo conozco, me gustan muchos de sus
versos profundos; por primera vez lo leí en la universidad. Ya te había dicho un verso, ese que dice:

Nadie rebaje a lágrima o reproche


esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche

Y hay otros que me gustan como:

De esta ciudad de libros hizo dueños


a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

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Con los ojos del alma

De hambre y de sed (narra una historia griega)


muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega

…etcétera, etcétera…

JEB: ¿qué poeta le gusta?

JS: muchos. En otras ocasiones he mencionado mi inclinación por la poesía de Jorge Artel, y hoy he-
mos hablado de Borges, del Indio Naborí, de Leandro Díaz y pudiera mencionar al compositor Her-
nando Marín como poeta, y a otros muchos que me agradan, como Neruda o Lord Byron.

JEB: ¿le apasiona la vida de alguno?

JS: no leo muchas biografías, pero sí me apasiona la vida de varios, por ejemplo la de Martí o la del
mismo Lord Byron, ambos soñadores, ambos ligando sus escritos a su lucha por los demás. Me gusta
la poesía en general, y me apasiona la vida de muchos poetas sobre todo cuando han sido hombres
de lucha revolucionaria, lo que pasa es que me preguntaste por algunos y te di una preferencia
que la delimito para no extenderme, pero si es por gusto, de verdad que son muchísimos los que me
agradan, desde la antigüedad hasta nuestros días, con métrica o sin ella, en verso o en prosa; mejor
dicho, desde el Himno en Honor a Afrodita, por ejemplo, creado por Safo para combatir en la guerra
del amor:

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Jesús Santrich

Ven pues
¡oh diosa!
Mis anhelos cumple
liberta el alma de su dura pena...
Hasta un verso sencillo de Bob Dylan contra la guerra:

Cuánto tiempo tienen que volar las balas del cañón


antes de que sean prohibidas para siempre?
la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento
la respuesta está soplando en el viento

JEB: ¿qué agradecimiento le daría a su ceguera?

JS: francamente, es de las cosas que más sufrimiento me ha dado. Hay gente que con mucho valor
asume esa condición, yo no. A mí me encanta el mundo de los colores, de las formas visuales, eso es
definitivo, pero frente a este estado tampoco me voy a dejar derrotar por la aflicción, sencillamente
es algo contra lo que lucho cada día. No tengo la fortaleza ni la resignación de Milton, o de Borges,
que al parecer vivieron con devoción su estado de invidencia. Yo soy un guerrillero y me toca sobrelle-
var este mundo de sombras, pensando en que más allá de cualquier dificultad, existe un compromiso
de lucha que es lo primordial. A pesar de las dificultades, no podría decir que mi ceguera es como
un magma que quema, no, porque me ha despertado más y más las ansias de escribir, pintar, hacer
música, luchar..., y como que me ha enseñado a aprender a valorar de mejor manera el mundo, me
ha potenciado un poco más la memoria y capacidades que antes no tenía, y pienso en que no puedo

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Con los ojos del alma

dejarme afectar, porque hay circunstancias en la vida que son peores. Por lo demás, con todo lo que
hemos hablado alrededor de varios personajes grandiosos que fueron invidentes, pienso que mi cir-
cunstancia no está entre las desgracias mayores que puede tener el ser humano. Lo importante es
tener la vida, ponerla al servicio de los desposeídos. Pienso, identificado con Platón en este caso, que
la vida a veces es como la Poesía, “una cosa liviana, alada y sagrada” que inventó la ceguera para
decirle al hombre que a veces desperdiciamos los sentidos.

No creo que todos los seres vivos animados tengan los mismos sentidos. Desperdiciamos el cerebro,
ni siquiera nos esforzamos por ejercitarlo fuera de lo común. Si nos quita algo la vida, nos da la
enseñanza de las potencialidades desperdiciadas, inutilizadas que tiene cada sentido, y por eso, nos
acostumbramos a un mundo visual más que a cualquier otra cosa, a una pintura, a una poesía, a
una literatura meramente visual. Digo esto para que se de una reflexión y se piense en que el mundo
no puede ser fundamentalmente visual, debemos aprovecharlo en todas sus dimensiones. El mundo
de los sonidos, de los olores, de las texturas, de los sabores, es muy hermoso también, y el de las cosas
que no percibimos porque no nos atrevemos a adentrarnos en sus enigmas, debe ser también muy
hermoso, o por lo menos con realidades dignas de admirar y de explorar.

JEB: perdone que insista en el tema, pero es que si para usted es simple su condición y usted mismo
dice que hay que educar a la gente respecto a esa situación, lo que diga puede ayudar en eso. Enton-
ces, ¿qué otras enseñanzas en especial le ha dejado la ceguera?

JS: la vida te enseña cada día nuevas cosas. Hay que tener la mente y todos los sentidos abiertos para
aprender de la vida. Todos los días te enseña algo, entre todo ello, se tiene que aprender a vivir ciego

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Jesús Santrich

o vidente, escuchando o con sordera, con voz o sin ella, como si no tuvieras ninguna limitación, por
ejemplo si eres ciego, tienes que aprender a vivir como si fueras vidente. A mí no me gusta vivir como
ciego, me gusta, y quizás eso implica andar sobre el plano de las apariencias, fingir que veo. Me gusta
vivir como vidente en mi mundo de sombras. Pero con todo y eso, sin duda, la ceguera te enseña a
convivir más contigo mismo, te invita a la introspección, a conocerte, a dialogar contigo, lo cual es
un aspecto fundamental para enfrentar la convivencia con los demás, y especialmente, un aspecto
fundamental para poder ver más allá de lo visible; es decir, para poder observar las esencias de una
situación determinada, en sus contradicciones y complejidades.

En últimas, la ceguera es para cada quién, no solo lo que el invidente siente, sino lo que la persona
decide que sea. En algún momento tienes que dejar de sentir que es una deficiencia, no te puedes
excusar en ella para no hacer lo que debes. Si tienes ceguera recuperas o desarrollas otras faculta-
des, comenzando porque debes buscar y explotar la posibilidad de conocerte mejor a ti mismo, y las
posibilidades que te da de poder escuchar de mejor manera a los demás, porque te amplía las capa-
cidades de atención, de concentración, o qué se yo.

JEB: ¿qué mensaje final le daría a quienes lean esta entrevista?

JS: ¿un mensaje final?, pues que hay que luchar con todas las fuerzas físicas y de la consciencia por
lo que se quiere, por los ideales, por el bienestar de la humanidad, y ello implica una entrega plena a
la causa de construir un orden social sin explotación del hombre por el hombre; es decir, un orden de
solidaridad, en el que sí existe un reino, debe ser el reino del nosotros, el reino de la alteridad. Pienso
que si de algo hay que cuidar, es que no se te apaguen los ojos del alma ni la luz de la esperanza en

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Con los ojos del alma

un mañana de hermandad, donde impere la justicia en condiciones de decoro y libertad. Para ello,
hay que aprender a ver más allá de lo visible y jamás, óyelo bien, jamás rendirse. Es preferible ser
derrotado, morir inclusive, pero jamás rendirse. Para mí, claudicar sería estar muerto en vida, que
es peor que la sepultura.

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Jesús Santrich

Asomándose al atardecer, 2009.


Detalle

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Con los ojos del alma

SERIE TEYUNA

Camino a Nabudlwé

V
oy camino a Nabudlwé, llevo la fuerza de Nawi, el poderoso Tigre… ¡Janwi, Janwi! Llevo la fuerza espiritual
del pensamiento que me diera Ẋate Moudlkweẋshe, llevo la fuerza Ẋate Kuchawituwounua y de Matuna,
mientras redoblan los tambores de Ẋate Makuí haciendo honores a mis cuarenta sewá, a los cuarenta símunᵾ
que guardan el abrigo de la Madre Tierra y que guardan la fuerza de mi espíritu que no claudica. Soy el Ka´adukwa
de mis ancestros, soy la Tierra Negra de Seinekkan, soy el tutu bunsy, soy la mochila india, el agua fresca de Navova,
soy el Sókano y el poporo, y el andar de la dignidad por las rutas de la historia. ¡Wirin zanᵾ Teyunna!

Préstame tus rayos Padre Bunkwakukwi, préstame la astucia de Dugunawi, su playa sagrada en Poshiguẋa para hacer
mis pagamentos y seguir el camino de las estrellas sin caer en el abismo donde habita Tagwi. Ahora llevo la marcha
paciente del Urumᵾ, dejo sumiso rastro de destello lento que entretiene al tiempo en su carrera.

Siento el vuelo de Ɉukaro, la frescura genitora de sus alas de viento libre que estalla sus flechas de rocío en la monta-
ña, y entonces escucho el eco profundo del designio de los mayores, de los Ingumán achana cuando canta el Sikwaku
desde el vientre de la tarde y responde el Yokwinsiro su canto de luto sin dolores, su canto de digno luto de victoria
que anuncia ya, mi presencia irreductible sobre las cumbres de Wírkanᵾ tomado de las manos de Serankwa. De segu-
ro estaré llegando al recinto del hielo que besan las estrellas a enlazar mi alma en sus misterios. En el arco de la luna
nueva, cuelga entonces la noche su chal de nostalgias y luceros guerrilleros…

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Jesús Santrich

Son las tres de la mañana, he despertado de pronto de un sueño profundo sembrado de nostalgias. Quería contarte las
extrañas cosas que asaltan mi mente sin pedir permiso ni decir lo siento; es un sueño confuso, desordenado y bello.
No quiero darle curso diferente ahora al que tuvo en mi mente en el instante.

Era una tarde gris, como de profunda soledad de lechuza vieja, con neblina errante como venida del mar de las tinie-
blas. Volaba un Sikmaku que al lanzar su canto de premonición desnuda, dejó caer una semilla sobre una pequeña
laguna triste rasguñada de rastrojos; el agua se agitó sin prisa, haciendo trazos de araña como en una chokukía y esa
visión confusa y distraída fue arrastrada por el viento de Ɉukaro hasta un sitio encumbrado sobre las rocas antiguas de
Makoẋtama. Me vi sentado entonces en el kunkawo de una cálida nujué con sus fogones de leños secos encendidos.
Me incorporé y me vi con el tutu bunsy, con el Sókano y el poporo caminando raudo hacia el kadukwa donde en una
de sus atínkᵾnᵾ caminaba un urumᵾ dejando nítida su huella fosforescente. Es una seña de Ẋaba Gueẋá llamándote
a buscar sus misterios milenarios, me dijo una voz profunda de mamo escondido en su meditación de abuelo.

…Recuerda el Sikwaku, recuerda los trozos de araña y la neblina y escucha el rugir de Nawi para que evoques la voz
de los mayores y vengan a ti por los caminos de los caracoles los recuerdos remotos que nos susurra Ẋate Serankwa
desde las brumas peñascosas de su mundo ignoto, desde la memoria expectante de las profundas grutas de Niwi
Zakᵾ. Era la voz cansada y cierta de mamo Dwanawindwe, aquel que me enseñó a diferenciar la noche del día sin
contemplar al sol y sin sentir sus rayos de trigal maduro. El verbo de las hojas y las flores, el timbre de la brisa y las
quebradas, el canto de los grillos y las ranas eran sus cómplices con sus voces ciertas que le hablaban del alba, del
medio día, del ocaso y de la noche.

…Quiero que regresen a ti las ocultas cosas del lejano mundo de Teikú, quiero que vuelvan a tu mente las símᵾnᵾ de
Ẋate Teyunna y de Ukukwi en sus cuencos de barro y en los cestos tejidos de sus culebras. ¿Ves el camino del Urumᵾ?

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Con los ojos del alma

¿Su rastro de plata en el kadukwa? Esa es la ruta hacia Jwaseyshkaka, regazo de tigres y flamencos, de ranas y la-
gartos, de garzas y cicíos. Sigue la ruta, me dijo, sin dejar de ver el vuelo de Sununká y las mariposas.

Entonces, el vuelo de Ɉukaro con su brisa despeinada por los riscos me llevó a las arenas de Ñibuñi, donde encontré
salpicado por las alas, al mamo Salambita borrando con sus pasos las huellas de las gaviotas del olvido mientras to-
caba en la melancólica yossa de los Díngula una melodía crepuscular para Shimata, el mamo Upar de las danzas y los
cantos de fiesta que en tiempos lejanos había sido sacrificado por los venidos de más allá del horizonte de Ñibuñi en
el Valle de los Euparíes. Miré de pronto la yossa entre sus manos, ésta le habló desde lo más profundo de los socavo-
nes de su sabiduría para que yo escuchara con detenimiento: alguien ha venido con el viento de Ɉukaro a desandar los
pasos de sus ancestros, a recordar que tú eras la Dusha, navegante coracola gigante que deambula por los mares y
traes ahora melodías de montaña, y quizás, de seguro, notas inciertas de naufragios y leyendas de intrépidos veleros
y tormentas. Habla todavía tu oquedad oscura con ecos de arrecifes y playas desconocidas. Sabes los secretos de
Mugawá, de Seyzhita, de Nikuwa y Bulunkwá; porque es este el pagamento de la danza que a Shimata inspira y que
Nugawá, el de la mujer que paciente persevera.

Al salir de su encanto con ojos de fe encendida y transparente, me observó y me dijo: háblale a la yossa, háblale a la
Dussha de tus deseos escondidos... Sorprendido, absorto, confundido, busqué en mis recuerdos y respondí enseguida:
cuéntame caracola de la andanza de tus olas de tu sal inquieta y de las horas de su nácar; quizás una sonrisa de sus
perlas me devuelva la espuma de la fe y el pleno caudal de los colores. Pero otórgame mejor las pistas precisas para
seguir el camino que me encargó Ẋate Duanawindwe.

Ya la noche nos lamía con su lengua oscura cuando en adluna la Yossa me habló con la voz del mamo Salambita:
Jwaseyshkaka y Abizhyuwa son lugares sagrados de tierra y agua, de cerros y lagunas donde se anheló la vida para

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Jesús Santrich

dar origen a la gente de Gueẋá que se extiende hasta las alturas donde reposa Lumunzhun, madre de las lagunas y
de otras madres del agua y de la vida, como Ẋaba Sizhiwa y Ẋaba Dumeina. Está ahí entre raíces y manigua, entre
la tierra negra las aguas del ayer, el ronco aullido del mar, las lágrimas del nevado y la pálida luz del universo, el
origen de hombre y mujeres Teyunna. Es ese el espacio de Niwi Zakᵾ que parió los cuatro pueblos destinados a cui-
dar la naturaleza, y es ahí en un paraje sagrado de Abizhyuwa donde se levantan los tukes guardianes descendientes
de Ẋate Luwawiko y Ẋate Seyankwa. No tienes qué saber más para continuar tu camino, tu destino que es el de no
dejar perder la herida memoria de nuestros pueblos sufridos. Con una frase llena de rocío de marea en plenilunio
cerró sus palabras de alcatraces infinitos diciéndome: Kóhẋshal néhjiá kwadliẋa niyá, vamos a seguir la lucha, es la
consigna de Shimata. Eso es la espuma de tu fe, es el pleno caudal de tus colores.

Desperté entonces del ensueño de adluna cuando mamo Salambita tocó mi hombro y continuó el duldaɈishiji en teyuá
sublime que tocaba las estrellas. Su voz ya no era húmeda como en el hablar de la caracola. Su voz tenía cenizas de
fogón, blanco de impusi, vuelo de libélulas y polvo fresco de centellas. Con sabia paciencia de guardián de su propia
historia tomó la trocha de los ancestros para decirme: eres un Kóẋsheẋa, luchador guerrero de Ẋate Matuna, con el
símbolo de la Suza, de la flecha en tus adentros. Llevarás hasta los confines de tu existencia y más allá la idea de
Koẋa que es el combate con su bastedad de amor por los que nada tienen. Llevarás la idea de Yuluẋa, la idea de la
igualdad en la justicia, guardando por siempre el agdle ẋangüi que es el buen pensamiento sin huracanes de an-
gustia, ni briznas de odios en tu consciencia; y no lo olvides, no lo olvides jamás aunque camines entre las hiedras
distraídas de las tinieblas. Cuando el ser humano está lleno de amor, jamás las penas ni la más profunda oscuridad
pueden vencer la luz de la esperanza.

…Ahora estas junto a Ñibuñi junto al mar inmenso besando tus pies para que sigas sin que pierdas la pista de las
sencillas cosas de nuestra tradición negada; aquí estás para que laves tus tristezas y las dudas que quemen tus

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Con los ojos del alma

ilusiones. ¿Recuerdas a Nuanasé? Él juntó las nubes con la playa para que Ñibuñi no tuviera que ascender hasta
el recinto de Nabudlwe ahogando las cosechas. Tú eres un mamo KankanaɈina, un hermano del monte, guerrillero
de Matuna, tú eres un kalkalakwé. Aun hay brillo de sol naciente en tus ojos negros de tarde triste; es el resplandor
del alma que te alumbra radiante los parajes del destino. Con esa lumbre viajarás en adluna ahora por las tierras
de Ẋate Kabusankwa, pasarás por los dominios de Ẋaba Séinedlúdla haciendo la ñiguakwadliẋa que es la siembra.
Luego tomarás la chokukía y lanzarás a sus honduras la roja símᵾnᵾ del avi kwiti para buscar lo más recóndito de
su simbología invocando a Ẋate Teyunna y a Ẋaba Ẋulage, madre también de las sagradas cuentas de piedras y de
la papa. Ahí entonces, cuando el agua vuelva a mostrar sus trazos de araña como en la laguna triste por donde voló
el Sikwaku, irás hasta las rocas de los romeros a hacer desde la flama de tu corazón altivo, el anjachinji que es el
pagamento de veneración a las madres y a los padres mayores, y harás el Habudlu anjachinji por los animales de la
tierra; y harás por las mujeres y hombres de ka´a el beiiáẋgze anjachinji, en fin, tu Kunsamᵾ de adiós y de regreso,
para recibir desde lejos la fragancia de paz que tiene el olor de las heliconias. Y cuando de nuevo te atrape la noche
entre sus manos de azabache, recuerda a su padre Seiukukwi mientras esperas que Ñiukukwi te retorne la luz del día.

Cuando el mamo Salambita toco mi hombro otra vez, fue para decirme que aún andábamos el adlunagwashi, la con-
fesión interna de nuestras vidas y que nuestra marcha espiritual seguía ahora la enigmática estrada del rugir de Nawi,
el tigre del bosque hermano, el que lo sabe todo en la montaña, el que aun en la niebla descifra sus confusiones, que-
branta los recovecos de la noche, sabe de las texturas del viento y del cause de las quebradas, de los árboles de aquí y
de allá, de todos los retos que se guardan entre el cielo y la tierra. Cuando esa última palabra escuché, tierra, ka´a, la
madre Niwi Zakᵾ, Ẋaba, fueron los ecos que quedaron reverberando entre mis pensamientos y Guema resplandecía
como luciérnaga de fuego en las alturas de Matadlyi, el firmamento. Ya no era mamo Salambita quien guiaba mi viaje
por mis ensueños; era de la mano de mamo Seiywe que me tenía. Ánchiga, me dijo con sonrisa feliz de bienvenida.
Padre, le respondí con afecto a mi maestro amigo, porque es trato de padre el que se le debe siempre a los mayores.

57
Jesús Santrich

Ánchiga, sí, ánchiga, ya estamos haciendo el camino de tributos a la Madre Tierra, vamos haciendo el camino de
Seyzhwa, Sekunzhi, Nabubwizhi y Takina. Ya vamos rumbo a recoger el ánugue de Kalabangaga, ya vamos a hacer
el pagamento de Ẋaba Awñiwiaku, ya estamos recogiendo el aburu de los cuatro pueblos, de Koguis, y Kankwamos,
de Peibus y de Wiwas para atizar por fin la hoguera de Ẋaba Senúnulang que ilumine todos los rincones que encierra
la Línea Negra. Pero entonces, mientras levitábamos sobre las colinas y los valles, sobre los picos y las quebradas
contemplando el verdor puro y sus racimos de nubes de enormes grises y azules con los que jugaba el viento, trona-
ron su redoble de tambores de Ẋate Kwimawi del padre Makú, escoltando las lluvias de la décima luna del año. El
tiempo había abierto sus alas de ave milenaria, llevándonos con su brisa de regreso a Makoẋtama. Pensé un instante
y recordé sin esfuerzo que ya había hecho mi pagamento en Jwaseyshkaka y Abizhyuma en manos de mamo Salam-
bita había dejado mi pagamento para Dugunawi en Poshgueẋa, había tributado al tigre mis plegarias de hojas secas
de verano y dos luciérnagas de amor que me dieran las sábanas de Nubusímaque y los guijarros de buena suerte que
mamo Tioko me entregó en Chingaka.

Casi todo estaba consumado cuando en una loma próxima a Makoẋtama, quién tomó mis manos de nuevo fue mamo
Dwanawindwe para decirme: toma, esta es Sealokwiti, la símᵾnᵾ negra, pagamento de la noche, maciza como símᵾnᵾ
macho y esta es Sealokwiti hembra, compañera de Sealokwiti macho. Siémbralas en la tierra como en tu espíritu y
pon a su lado la vasija de barro que lleve las símᵾnᵾ de las familias que se junten para vivir en comunidad. Sobre las
símᵾnᵾ Sealokwiti construirás tu nujué, tu kankurwa, el templo sagrado de tus ancestros. Dentro de la kankurwa, en
su propio centro, trazarás el cuadrante sideral de Bunkwakukwi, y en cada vértice pondrás una símᵾnᵾ enterrada.
Mamakwiti es el nombre de cada una de ellas, y sobre cada Mamakwiti montarás un fogón de leños, bajo cada uno
de los cuales estará los kamansas que sostienen el mundo que representa el templo de Kágaba.

Yo seguí todos los ritos indicados por los mamos, desde el alba hasta el crepúsculo de cada día, desde el ocaso hasta
la alborada también sin descanso. Vi entonces mi hechura que en realidad era de palabras fatigadas y de ideas incon-
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Con los ojos del alma

clusas forjadas en la paciencia sinuosa de 228 lunas, para descubrir que solo quedaban las huellas de una esquiva
utopía vagabunda a la espera de las manos que la rediman, mientras yo emprendía el camino a Nabudlwé, llevando
en mi mano la bandera del bosque de la esperanza y el rugido del tigre en mi corazón.

… en mi partida recordé la voz de Shimata en agonía Nehuá naji jiúngula, sigan mi camino…

Glosario

Mamo: líder espiritual.


Sikmaku: pájaro de cola larga que según su canto, entrega un mensaje a los mamos.
Chokukía: cuenco de origen vegetal, también llamado totumo, donde se lanzan
las símᵾnᵾ con el propósito de que el mamo adivine según las ondulaciones del agua.
Símᵾnᵾ: piedra Tayrona.
Ɉukaro: pájaro que según el pueblo Arhuaco, creó el viento.
Sununká: golondrina.
Makoẋtama: lugar sagrado donde concurren los cuatro pueblos Tayrona
en la cara norte de la Sierra Nevada de Santa Marta: Arhuacos, Kogui, Wiwas y Kankuamos.
Kunkawo: banco de madera donde se sienta el mamo.
Nujué (Kogui), Kankurwa (Arhuaco): templo en donde el mamo hace meditaciones,
se prende el fogón y permanece.

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Jesús Santrich

Tutu bunsy: mochila tejida a mano de color blanco que utilizan los mamos.
Sókano: palo del poporo.
Kadukwa: lugar en el monte en donde el mamo va a meditar.
Atínkᵾnᵾ: piedras de forma alargada que representan a los dioses.
Ẋaba: madre.
Gueẋá: tierra.
Ẋaba Gueẋá (Kogui): Madre Tierra.
Zakᵾ (Arhuaco): Madre Tierra.
Nawi: tigre.
Ẋate Serankwa: dios de la creación.
Niwi: nuestro.
Dwanawindwe: nombre propio de un mamo kogui.
Teikú: dios kogui, estrella lejana.
Símᵾnᵾ: piedras talladas y pulidas que se utilizan en el relacionamiento
que se establece con los dioses. Cada símᵾnᵾ representa a un sewá.
Sewá: vínculo con un dios particular.
Teyunna: padre de las símᵾnᵾ y de las olas de barro.
Ukukwi: dios de los cestos y canastos.
Jwaseyshkaka: lugar de la Sierra Nevada de Santa Marta en donde viven flamencos y tigres.

60
Con los ojos del alma

Kwintaro: mariposa.
Ñibuñi: mar.
Yossa: cascarón de caracol grande; se utiliza para la fabricación de un instru
mento de viento que tiene un sonido profundo y melancólico.
Shimata: cacique upar.
Euparíes: grupo indígena.
Dusha: caracol vivo.
Mugawá, Seyzhita, Nikuwa, Bulunkwá: diferentes tipos de caracoles.
Shimata: mismo cacique upar, mamo de las danzas.
Nugawá: pagamento que se realiza a la mujer.
Adluna: en pensamiento por medio de la telepatía.
Lumunzhun: madre de las lagunas.
Niwi Zakᵾ (Arhuaco): Nuestra Madre.
Tukes: piedras grandes que representan a los dioses.
DuldaɈishiji: conversación en lengua sagrada que utiliza los cuatro pueblos.
Teyuá: antigua lengua que utilizaban los cuatro pueblos.
Impusi: polvo de concha de mar que se utiliza en el poporo.
Matuna: dios de la guerra.
Yuluẋa: idea de igualdad.

61
Jesús Santrich

Agdle ẋangüi: buen pensamiento.


Kankana: hermano.
Ɉina: monte.
KankanaɈina (Arhuaco): hermanos del monte, guerrillero.
Kalkalakwé (Kogui): hermanos del monte, guerrillero.
Avi Kwiti: piedra de color rojo que representa la sangre.
Ka´a (Arhuaco): tierra.
Kunsamᵾ: trazado característico que representa algo sagrado, espiritual.
Seiukukwi: padre de la noche.
Ñiu: sol.
Ñiukukwi: padre del día.
Guema: estrella roja.
Matadlyi (Kogui): cielo, firmamento.
Ánchiga: saludo que se realiza entre personas de la misma edad o de un mayor a un menor,
nunca de un menor a un mayor.
Ánugue: pagamento.
Aburu: elementos que se recogen para realizar el pagamento.
Peibus: nombre con que se llama a los arhuacos.
Kwimawi: dios del trueno.

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Con los ojos del alma

Décima luna: luna correspondiente al mes de octubre.


Nubusímaque: capital del pueblo arhuaco.
Tioko: nombre propio de un mamo kankuamo.
Kamansas: personajes míticos que sostienen cada fogón desde abajo y que a la vez sostienen el universo.

Familia Arhuaca, 2009.


Detalle

63
Jesús Santrich

Asomándose al atardecer, 2009.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 105 x 141 cm

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Con los ojos del alma

Camino a Maruamaque, 2009.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 1.45 x 50 cm

65
Jesús Santrich

El vapor de la dulzura, 2009.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 105 x 141 cm

66
Con los ojos del alma

Evocación Teyuna, 2008.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 1.46 x 67 cm

67
Jesús Santrich

Familia Arhuaca, 2009.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 146 x 50 cm

68
Con los ojos del alma

Mamo Díngula, 2009.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 1.46 x 70 cm

69
Jesús Santrich

Mamo Duanawindwe, Raíces y memoria, 2008.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 105 x 141 cm

70
Con los ojos del alma

Marwamake, 2009.
Óleo sobre lienzo
Cada panel 1.46 x 67 cm

71
Jesús Santrich

Naskwa, niños de esperanza, 2009.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 105 x 141 cm

72
Con los ojos del alma

Niña Kogui con su hermanito, 2009.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 105 x 141 cm

73
Jesús Santrich

Nujué Sagrado Templo Kogui, 2008.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 105 x 141 cm

74
Con los ojos del alma

Pareja Arhuaca, 2008.


Óleo sobre lienzo
Cada panel 105 x 141 cm

75
Jesús Santrich

Rostro Arhuaco, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

76
Con los ojos del alma

SERIE TINTAS

Cuentos cortos

Nawi

El Tigre mordió la luna enredando en sus colmillos un jirón de estrellas. Orión lo recrimina con su lanza de luceros
encendidos. El tigre lo mira indiferente mientras bosteza su luz hacia la luna nueva. Sabe que no podrá envestirlo
con sus cuernos de primavera porque el bosque lo cuida con sus hojas y ramas, con sus rocas y ríos, con sus cantos
de aves y enredaderas.

Nota: dicen los mamos que El Tigre siempre está aunque no se vea. Nawi es el hermano del bosque y el que lo sabe
todo en la montaña. Siempre está ahí como pensamiento.

Amanecer

Siento mi despertar oscuro llegando con el ruido de rejas y de guardias de rutina gris que tiñen de más sombras la al-
borada. Pero siento luego la cálida caricia del sol destrozando las filosas garras del frío de tu ausencia y de la ausencia
del bosque y tu sonrisa; entonces cesa el cortante frío de vidrios rotos que espantó las mariposas… y el vuelo de los
pájaros de amor que quisieron alcanzarme con sus cantos libres de verde monte y esperanza.

77
Jesús Santrich

Evocación de mi hermano

Mi hermano cantaba con el canto que cantan los cantores que se abrazan con el mar.
Mi hermano cantaba con el canto que se canta con lamentos de charangos y zampoñas.
Mi hermano cantaba con el canto que se arrulla con arpa, cuatro y capachos.
Mi hermano cantaba con el canto que le canta a la Colombia toda adolorida sin paz.
…Y era su canto también, como el trino del pájaro en el silbido del poeta Hernández. Como su palabra, su verso, su
oda y sus misterios de ternura, de protesta y de bravura, y era como el poeta de amor sin primavera.

Capitán

Soy el capitán de mi propio barco en el caos sin gaviotas de esta tormenta de traiciones que no logran ahogar mis
esperanzas. Voy a tomar la ruta del alcatraz de tus recuerdos para encontrar las almas calmas de tu tierno amor ver-
dadero. Allí posaré mi ancla de ilusiones, en la arena profunda de tu lealtad imperecedera.

78
Con los ojos del alma

La Noche

Grita la noche en este marchito rincón del mundo. Su silencio frío de oscuras uñas desgarran el alma.

Libertad

Es más libre que el viento la libertad de mi consciencia. No hay cadenas que puedan amarrar mi alma; ni barrotes que
logren apresar mi rebeldía… No hay murallas que puedan detener lo que ya he vivido con la rosa roja, la silvestre
rosa roja de mi corazón encendida.

79
Jesús Santrich

Guati, 2008
Tinta sobre papel
65 x 90 cm

80
Con los ojos del alma

Aymara, 2008
Tinta sobre papel
65 x 90 cm

81
Jesús Santrich

Cayuco, 2008
Tinta sobre papel
65 x 90 cm

82
Con los ojos del alma

Dumeina Urumu, Símbolo de la Vida, 2008


Tinta sobre papel
65 x 90 cm

83
Jesús Santrich

Guati 2, 2008
Tinta sobre papel
90 x 65 cm

Indio con quenacho, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

84
Con los ojos del alma

Indio con zampoña, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

Mujer Wayúu, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

85
Jesús Santrich

Guati 3, 2008
Tinta sobre papel
90 x 65 cm

Mundo de Moudkwexshe, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

86
Con los ojos del alma

Danza el viento, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

Quena en las manos, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

87
Jesús Santrich

Hilar la vida, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

El camino de la vida, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

88
Con los ojos del alma

Machi cultrun y caballos, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

Hombre y lagarto, 2008


Tinta sobre papel
90 x 65 cm

89
Jesús Santrich

Presidio 3, 2013.
Óleo sobre lienzo
Detalle

90
Con los ojos del alma

SERIE PRESIDIO

TD 9513 o El Prisionero de la Celda 26

“La paz de Colombia está atravesando una peligrosa turbulencia que la puede
empujar definitivamente al abismo de los procesos fallidos…”

Iván Márquez y Oscar Montero


Miravalle, julio 8 2018

Ll
ega puntual el sonido herrumbroso de la cerradura a las seis de la mañana, cuando abren la puerta metálica
que chirrea en los goznes dejando imaginar su peso. De inmediato, una corriente de brisa de cordillera
penetra en la celda, enfriándolo todo. Es como si el aliento de algún pico nevado se hubiera escapado de
su tedio de hielo para irse a esconder en aquel rincón de barrotes y hormigón afligido. La voz del guardia se escucha
entonces con un “buenos días” vacío que espera respuesta que constate la presencia viva de la Persona Privada de la
Libertad PPL clasificado con el número consecutivo de registro en el área de dactiloscopia TD 9513, quién acostum-
bra levantarse después de ese ritual invariable desprovisto de afectos.

91
Jesús Santrich

La verdad es que a esa hora el prisionero de la Celda 26, único inquilino de un inmenso pabellón que tenía ese mis-
mo número de cuartuchos de concreto, ya había terminado una serie de ejercicios abdominales que solía iniciar a las
05:30. Esa era la manera de inaugurar su rutina diaria de actividades. Cuando respondía el saludo al dragoneante de
turno, ya estaba dirigiéndose hacia el sanitario. Después de orinar con un chorro sonoro que buscaba dar el mensaje
de que no había problemas renales ni deshidratación, cepillaba sus dientes, se lavaba la cara, cerraba la llave del
lavamanos, bajaba el agua del retrete, daba dos pasos hacia la esquina del segundo piso del camarote -que era donde
colgaba la toalla-, se secaba el rostro y las manos, y un paso más adelante continuaba sus ejercicios, que básicamente
consistían en bajar el peso del cuerpo a cuclillas colgado del borde del plafón que le quedaba a la altura de la nariz,
hasta estirar completamente, al tope, sus brazos, para seguidamente subir, hasta contar cincuenta repeticiones que
intercalaba por ocasiones con flexiones de pecho, también en series de cincuenta que hacía de pie, pegando y retiran-
do su cuerpo semi inclinado, yendo y viniendo hacia adelante y hacia atrás, soportado y empujado también por sus
brazos. Hasta las 07:00 prolongaba esta faena coincidiendo por lo general con el momento en que dos guardias llega-
ban a entregarle el desayuno; escena que filmaban sin falta, para dejar en la grabación la constancia de su operación.
Siempre recibió y agradeció de buena manera lo que le llevaban, lo cual colocaba en una mesa que estaba al lado
contrario de la puerta de entrada, contra la pared, equidistante a los dos camarotes gemelos que tenía la habitación, y
entre dos ventanas cuadradas de 1m x 1m cada una.

Apenas se retiraban los guardias tendía las cobijas, reordenaba de forma meticulosa sus cosas, repitiendo de manera
regular su ubicación y repasándola para luego proceder a limpiar el polvo que ya no se alcanzaba a acumular en nin-
gún sitio que no fuera el piso de 5m x 5m. Todo lo aseaba así estuviera limpio. Lo último era el retrete, el lavamanos
y el baño completo, excepto el área de la ducha que dejaba como cierre que ejecutaba dirigiéndose a un tanque para
recolectar agua ubicado del lado izquierdo del sanitario. Desde ahí se desnudaba y estiraba su mano derecha para
colocar la ropa en un muro de 90 cm de alto que separaba esa sección del dormitorio. Hecho esto se bañaba con agua

92
Con los ojos del alma

helada, que como quiera, no era tan hiriente como la que caía directamente del tubo de la regadera. En el mismo muro
tenía lista su vestimenta que cambiaba cuando pasaba un día. Al lado, y más a su alcance, ponía la toalla, que era lo
primero que agarraba para enrollarse en ella y cambiarse el interior. Una vez lavaba el que se quitaba, lo colgaba en
una puntilla dispuesta para ello; secaba el piso del baño, se afeitaba y volvía a secar el piso por si acaso habían caído
gotas cuando se había rasurado. Se ponía el pantalón, un camisón sin botones y encima una camisa con botones, pero
sin cerrar, que era el modo común en que se arreglaba cualquiera fuera la ocasión. Montaba en sus sandalias de cuero,
y una vez al pie de la mesa, se ponía la chaqueta que en la noche antes de acostarse acomodaba en el espaldar de una
silla plástica que permanecía acolchada y cubierta con una ruana de lana y una pequeña manta roja térmica que una
de sus amistades le había obsequiado ya estando en la cárcel. A las 08:00 estaba sentado tendiendo un paño limpio
que aparentaba un mantel en una parte de la mesa, y sobre él abría la bolsa y la caja blanca de icopor que le traían
y en la que venían los alimentos. A un lado, en la parte izquierda, dejaba los líquidos que podían ser jugos, agua de
panela, caldo…, en vasos desechables con tapa. Seleccionaba lo que comía. Nunca más de un cuarto de lo que fuera;
consumía el líquido que viniera, y procedía a deshacerse del resto reduciéndolo a fragmentos que pudiera hacer fluir
por el retrete.

Así de organizado, o de sistemático, o de aburrido transcurrían el tiempo y los acontecimientos con un orden del día que
empezaba con la espera de sus abogados desde el instante en que bajaba la palanca del sanitario para desaparecer la co-
mida sobrante. Esto lo hacía después de amarrar la bolsa de la basura en que depositaba la caja y los vasos desechables,
cascaras de alguna fruta y pedazos de papel higiénico que hubiera usado para limpiar. En la mañana solo podía recibirlos
y concluir con ellos hasta las 11:00, y en la tarde, entre las 14:00 y las 16:00. De 11:00 a 14:00, y de 16:00 a 17:00 podía
usar su tiempo fuera de la celda, en el pasillo o en el patio que quedaba frente a ésta. También podía hacerlo mientras
los esperaba, o si no llegaban, pues la regla era que debía permanecer dentro de la celda y con candado entre las 17:00
hasta las 06:00 de la mañana siguiente.

93
Jesús Santrich

No era mucho lo que permanecía fuera porque en lo que más se entretenía era escribiendo o dibujando, sin embar-
go, se procuraba por hacer caminatas que en el curso de la semana sumaran un recorrido de 15.048 metros, lo cual
distribuía en tres jornadas de 5 km y 16 m cada una. Con este propósito se había dado a la tarea de medir el largo
del patio. Sabía que yendo y viniendo por una misma línea de las varias que estaban en bajo relieve -como marcas
que había dejado el vaciado del piso-, recorría 66 m. Así que caminaba rápido de un extremo al otro y viceversa, 152
veces, cuando el patio no estaba mojado, lo cual era probable que fuera al medio día o en la tarde en esa penitenciaria
del altiplano en la que el bostezo de la alborada lanzaba con frecuencia una llovizna que no pocas veces engrosaba y
se convertía en aguacero. Los días en que no caminaba y se quedaba absorto en la escritura, al mismo tiempo escu-
chaba música en un pequeño radio receptor, y cada hora en punto se levantaba a hacer 50 sentadillas, de las mismas
que practicaba en la mañana, y cumplía con las flexiones de pecho y estiramiento de brazos, sin ir nunca al piso por
temor a no soportar tanto esfuerzo. Bien claro tenía que debía ejercitarse, pero con el cuidado de conservar energías
y razonamiento, sin entusiasmar mucho su estómago.

La fecha aquella en que completó 40 días de huelga de hambre había bajado 12 kilos. Quedó en setenta cerrados, y
aunque el retorno a una dieta normal fue traumático, de forma rápida normalizó su digestión en menos de dos sema-
nas. Sin embargo, dos meses después de suspendida la huelga pesaba 68 kilos, por lo que decidió estar atento a no
mermar más su comida a la espera de una señal del destino que le indicara qué pasos dar en ese escenario adverso al
que se enfrentaba; y sin olvidar algo que le había aprendido a un comunista español amiguísimo suyo: cada problema
en su momento y cada recurso en su tiempo.

Sus abogados le hablaban del proceso, de recursos, autos y sentencias que parecían inútiles frente al descaro de la
perfidia de mil brazos que el Leviatán institucional había ensañado contra él. También le leían cartas o pequeñas no-
tas y mensajes que le remitían familiares y los amigos que le quedaron cuando la tormenta de las traiciones espantó a

94
Con los ojos del alma

los hipócritas, felones y oportunistas. A veces le traían noticias y artículos de opinión que publicaban los medios, mu-
cho de todo lo cual, por falta de tiempo, dejaba para que lo leyeran los visitantes del fin de semana, que eran días en
que algunas personas que estaban inscritas en un listado controlado por la Fiscalía y la Dirección Carcelaria, podían
ingresar al penal, ya fueran familiares o amistades, desde las 08:00 o 09:00 y salir a las 16:00. Los sábados entraban
los hombres y los domingos las mujeres; nunca más de tres en cada caso.

La necesidad que impuso el apremio de las visitas le creó el hábito de memorizar los aspectos más importantes de
las cartas que le enviaban para responder entre las 11:00 y las 14:00 lo que le dijeran en las mañanas, y en las noches
respondía lo que le dijeran en la tarde, o lo que no hubiera alcanzado a hacer antes. Así procedía para no olvidar y no
dejar de atender a quien se hubiera preocupado por enviarle así fuera unas pocas palabras de aliento. Por entonces
notaba que ya nadie le hablaba de las estrellas que salpicaban el cielo en una noche clara; nadie se percataba de las
andanzas de la luna o si asomaban sus destellos los luceros... las mentes divagaban entre los escombros de un Acuer-
do de Paz frustrado. Se había percatado también de que su memoria parecía cansada. Sin más ni más, podía olvidar
las secuencias relevantes de lo que hizo o le ocurrió el día anterior; por eso también había tomado la costumbre de
tener sobre la mesa hojas de papel que numeraba y fechaba para registrar los hechos de su cotidianidad que consi-
deraba importantes. Y aunque tenía la desgracia de no poder releer lo que escribía, solventaba el problema al pedir a
los visitantes que le leyeran los registros que, entre otras cosas, le servían para precisar a quién le había enviado co-
rrespondencia, cuándo y por qué conducto, lo cual permitió que en varias ocasiones aparecieran cartas consideradas
perdidas en la maraña de las múltiples otras preocupaciones que tenían quienes fungían de mensajeros.

Ese fue uno de los detalles que le hizo aprender que por grande que fuera la solidaridad, muchas veces ésta después
de que crece como ola, no por mala consciencia sino por el tiempo insuficiente y las ocupaciones de sobra de los
amigos más próximos, aunque se mantenga de corazón, mengua en sus acciones. La vida debe seguir y cada quién

95
Jesús Santrich

–aunque piense con fervor en el que está jodido- debe atender su propia sobrevivencia. Así que no hay que quejarse
por lo que no se haga, o se hizo, sino más bien estar agradecido por todo lo que hicieron por él con entusiasmo. Eso
pensaba al mismo tiempo que reflexionaba en que la resignación es una enfermedad del alma, y que quizás él mismo
podría tomar aquel camino sin darse cuenta. En tres meses y diez días de estar en prisión había aprendido muchas
nuevas lecciones y ahora sin proponérselo, sabía a quién podía y a quién no, seguir guardando en el recinto de sus
afectos, y sobre todo, en el cofre sagrado de sus lealtades.

Por la noche de aquel dieciocho de julio, mientras respondía dos o tres cartas represadas desde el martes, se quejó por
un instante ante sí mismo de lo más fría que era la oscuridad, de lo más sordo que era el silencio, de lo más pesada
que era la soledad y escurridiza la esperanza. Se lamentaba en su interior de cómo los párpados del día se cerraban,
no con los sonidos bucólicos de La Sierra Nevada, sino con golpes de rejas sin gente en un espacio huérfano de los
murmullos de quebradas, grillos, chicharras, ranas, ramas de bosque… Poca cosa le parecían las dos ventanas enre-
jadas de la celda, o que en frente de ésta hubiera un patio a cielo abierto que por regla general amanecía mojado y
dejaba pasar el viento frío, sin dar mucho chance a que los rayos del sol calentaran la mañana. En su mente pesaban
imágenes de muros mudos que poco importaba del color que fueran ya que aquel ambiente se percibía gris, sin tintes
sonoros que alegraran el alma, a excepción de los ladridos de una perrera cercana que mordía de manera esporádica
el lento transcurrir de las horas que las noches hacían tan largas como intenso era el desespero por que llegara –era
la esperanza- con su aliento de pájaros montunos, la luz de la alborada. Pero no, por ahora no eran trinos, aleteos de
aves y ruidos de bosque en penumbra los que anunciaban el alba -se decía ensimismado en un intento por aplacar la
amenazante tristeza pues era consciente de que debía acumular fortaleza, no solo para sí, sino también para aquellos
a quienes les llegara a escasear cuando las ya adversas circunstancias, empeoraran-. Era eso tan cierto como la estri-
dencia de las cerraduras y tan desconocido como la duración de las jornadas de injusto encarcelamiento. Su soledad
observada hasta en los más remotos rincones de su intimidad por los ojos del panóptico, de seguro incomodaba a

96
Con los ojos del alma

sus verdugos, porque ni aun en los peores días de su huelga de hambre, su actitud y su semblante mostraron desmo-
ralización, congoja o decaimiento, de forma independiente a lo que masticaran sus pensamientos. Para él, seguía el
renacer oscuro del mundo y aunque le era difícil deshilachar la noche, adormecer los minutos de reposo y derrotar el
insomnio, luchaba como un jaguar por no convertirse en un cuenco de angustias, en momentos en que estaba abso-
lutamente convencido de que, como el poema de Castro Saavedra, por ahora ganaban quienes mantenían la terrible
determinación de seguir matando a quemarropa la mañana…

En una de sus respuestas -la que hizo a sus padres diciendo que estaba bien, imaginó a su hermano mayor tocando
en una quena El Miranchurito- escribió: tengo la tulpa del amor en mi pecho encendida. En la guanga de mi alma
tejo mis ensueños; y entonces evocó bellos y tiernos recuerdos de su abuela materna fallecida y de su hermano ma-
yor mandado a asesinar -simulando cualquier cosa- por un bandido conocido como El Führer de Salgar y su esbirro
apodado El Buen Muchacho.

En otra carta que escribió a uno de sus amigos universitarios de La Arenosa, daba vuelo a su chispa caribeña a la vez
que concluía la correspondencia con la consigna ¡Juramos Vencer y Venceremos!. La carta terminaba con la conocida
frase de El Cantante de los Cantantes: es chévere se grande, pero es más grande ser chévere. Había empezado su
tercera nota dirigida a un viejo amigo filósofo y bohemio, erudito y profundamente consecuente con su militancia
comunista, cuando se le hicieron las 22:00. Después de saludarlo, encomendándolo a la inagotable presencia espiri-
tual de Walter Benjamin, y de confesarle que en su celda el silencio solía tener la tonalidad melancólica que se siente
en el momento mismo en que Wagner cierra su última nota mientras cabalga Las Valquirias, le reconoció que tenía
razón en aquello de que no había que ser sabio para poder amar, pero que sí había que amar para que la sabiduría
tuviera sentido y valiera la pena.

97
Jesús Santrich

Decidió acostarse cuando el guardia -quién seguía la orden de la minuta- le entregó un medicamento que debía
consumir de forma regular si no quería pasar la noche en vela; pero hasta el extraño paraje de su dormir forzado lo
persiguieron las preocupaciones que se convertían en un largo lagarto venenoso, surrealista, con gafas y una verru-
ga asquerosa en la barbilla. El lagarto de casi 3 m de largo -desde la punta de su asquerosa nariz, hasta la punta de
su cola- lo perseguía a la vez que intentaba morderle azuzado por un hombre alto, rubio, barbudo, de nariz afilada,
vestido de frack y con sombrero de copa adornado con franjas azules, rojas y blancas y coronado por cincuenta y un
estrellas. Él trataba de no huir mientras se defendía con el fuego y las espinas de unas pocas rosas rojas que momentos
antes había rescatado de la voracidad de unos corderos que habían sido criados por el Dios de la Apostasía. Notó en-
tonces que en el lomo de la fiera había una inscripción que decía con pigmento color infamia: Lacsif Zenitram Arien.
No es inglés, se dijo mientras miraba también al tipo de sombrero de copa el cual tenía los orificios de la nariz sucios
de un polvo blanco; tampoco parece francés, o chino… Releyó la inscripción repitiendo para sus adentros: Lacsif
Zenitram Arien; y aunque con la magia carmesí de sus rosas notaba que más o menos detenía al lagarto, se percató
que estaba metido en una trampa que amenazaba con enredarlo.

Se atravesaban sonidos de noticias calumniosas, papeles de revistas y periódicos con escritos difamantes que se retor-
cían como serpientes de odio y vindicta que trataban de acorralarlo. Papeles con normas absurdas recién inventadas,
y que como en una película de terror, tomaban forma de rostros que soltaban carcajadas endemoniadas. Cuando era
mayor su apremio, notó que desde un bosque próximo un viejo mamo amigo al que los mayores habían bautizado
Ẋate Mariva, venía con una legión de compañeros de caras nuevas y conocidas, quienes empuñaban en sus manos
hoces y martillos para socorrerlo. En ese instante y aun sin descifrar el significado de la inscripción que tenía en su
lomo el lagarto con amo extranjero, a su lado rugió un puma ronco. Despertó de repente con el estruendoso rugido
todavía resonando en sus oídos. Exaltado, se frotó la cara con las manos vacías de rosas rojas y se dio cuenta que lo
que sonaba era la cerradura de la puerta de su celda que al abrirse le dio paso a la brisa fría y a un guardia que le dió

98
Con los ojos del alma

los buenos días y mencionó con tono que revolvía seriedad, cordialidad y un no sé qué que hacía sentir la incomodi-
dad por tener que hacer el anuncio:

-El PPL de la celda 26 debe alistarse enseguida porque será mudado de celda. Más presos entran hoy y la orden es
que usted no puede mezclarse con ellos.

El aludido prisionero respondió el saludo mientras palpaba su reloj que marcaba las 05:05 horas.

-Razones de seguridad

Agrego el guardia mientras se retiraba sin dar tiempo a preguntas o reacciones

-Son órdenes de la Fiscalía

A las 06:00 tenía sus pertenencias recogidas en bolsas plásticas, pero el apremio de la orden impidió que realizara
sus ejercicios habituales y se bañara porque el tiempo transcurrido antes de que volvieran a buscarlo lo utilizó para
asear el lugar.

Lo instalaron en una oficina cercana, intermedia entre la celda 26, el comedor, y la que sería su nueva celda, haciendo
la esquina de una ele que armaba el corredor. Desde ahí, sentado en la silla plástica que habían movido junto a sus
cosas, escuchó durante varias horas a los presos que realizaban su registro para pasar a ocupar sus nuevas celdas. Se
percató de que algunos trataron de saludarlo desde lejos porque quién realizaba el registro sentenció:

99
Jesús Santrich

-No le haga señas, él no lo ve

Solo un reo le grito desde lejos

-Pa´lante camarada que usted va a salir de esta. ¡Fuerza! ¡Fuerza!

A cada nuevo inquilino del lugar le decían donde debía instalarse, indicándole el piso primero o segundo, el número
de la celda y el puesto del camarote. Al primero que entró le dijeron:

-Piso primero, Celda 26, camarote seis.

Seis entonces era la cantidad de gente que metían por cubículo. La Celda 26 de seguro era la única que estaba aseada;
el resto tendría los residuos de los arreglos que durante varias semanas realizaron presidiarios de otros patios para
adecuar el lugar a los que ahora llegaban. Era usual que los guardias del penal solo pasaran la escoba por el corredor
que quedaba en frente de la celda del TD 9513. El comedor también era un recinto que había permanecido polvo-
riento, excepto por el área de una de las tantas mesas blancas que el prisionero de la Celda 26 había limpiado con sus
propias manos y utensilios para poder recibir las visitas del fin de semana. Igual ocurría en el sector de los locutorios
que él había inaugurado con sus abogados; cajones estrechos en los que de un lado estaban sus jurisconsultos y del
otro el prisionero de la Celda 26, separados por una malla metálica gruesa, con un mesón de concreto que cruzaba el
lugar de un extremo al otro a la altura de la cintura. Para intercambiar documentos había que hacer rollos de no más
de dos pulgadas de diámetro. Por obvias razones, dicho espacio no permitía un apretón de manos, mucho menos un
abrazo, por lo que el TD 9513 aprendió a estrechar sus manos con las de sus abogados –viejos conocidos y amigos
suyos- tocando y enredando los dedos por entre los alambres de la reja.

100
Con los ojos del alma

A las 13:30 de ese día, cuando cesó el ruido de las seguetas eléctricas, taladros y choques de soldadura que esparcían
un olor acre sostenido, los guardias le anunciaron al TD 9513 que podía conducirse a su nuevo alojamiento, pero que
antes de llevar sus pertenencias debía hacerle aseo. La celda quedaba a unos doce pasos de distancia. Entre sombras
desconocidas el guardia le dejó en la entrada, habiéndole dicho que el tanque de plástico, la escoba, los baldes, el
recogedor de basura y el trapero, estaban en un rincón a la derecha. El reo entró tanteando el espacio con su bastón
tropezando de inmediato con los elementos de aseo anunciados por el guardia. Además de lo dicho, había una bolsa
transparente con tres pomos de blanqueador desinfectante, un tarro de creolina y una bolsa de jabón en polvo, más
dos esponjas de material sintético. Luego de hacer una meditación rápida, el reo concluyó que sus custodios sabían
dónde ponía cada cosa. Imaginó que entre los arreglos que se habían terminado de hacer en su nueva celda habrían
ubicado cámaras para vigilarlo, y quién sabe qué más… No se sorprendió con sus cavilaciones, solo sonrió con sorna
y continúo mirando el sitio con sus manos.

Entre la oscuridad desconocida le fue difícil hacer dicha tarea, pero en cuestión de hora y media logró que el esce-
nario estuviera listo para la mudanza, la cual sí le ayudaron a hacer los guardias; personajes que pese a su rotación
semanal, apariencia dura y descomedida, en sus dos o tres retornos habían cultivado una disimulada simpatía que
expresaban en gestos, acciones pequeñas y muy puntuales de ayuda, que camuflaban en medio de un lenguaje seco y
con movimientos que se percibían amablemente bruscos.

Las pocas pertenencias traían el orden en que habían sido empacadas en la mañana, así que no le fue engorroso en-
contrarlas para destinarles espacio. Comenzó por la colchoneta, los tendidos, la mesa y los elementos que tenían sus
puestos ganados en ella. En una esquina encontró una mesa de concreto que usó para colocar la ropa, los papeles y li-
bros que tenía. Desde que comenzó a reconocer su celda y realizó el aseo, supo que el espacio era más reducido, pero
en últimas, si en las otras celdas de 5 m x 5 m habían tres camarotes de dos pisos y un solo baño para seis usuarios,

101
Jesús Santrich

se sintió afortunado y detalló que la habitación medía 3.72 m x 2.70 m. Que el costado más extenso era el que daba
al corredor por el que entró y por donde ingresaron al pabellón de la Celda 26 los demás prisioneros. Ese corredor
era el que hacía la ele con el pasillo del pabellón en el que hasta ese día estuvo solitario.

Pegada contra la pared, a la derecha, abría hacia adentro la puerta metálica que medía 1 m x 30 cm de ancho. La puer-
ta tenía una ventanilla de 30 cm de ancho x 20 cm de alto, con dos varillas de un cuarto de pulgada, soldadas en ver-
tical, lo cual dejaba espacios de unos 6 cm por cada una. Las distancias y los tamaños de los elementos estructurales
de ese pequeño nuevo universo que era su celda sin número los registró de manera detallada en su mente, siguiendo
una ya trillada liturgia que había mecanizado para poder trazar entre tinieblas sobre el lienzo y el papel, sobre todo
los puntos, líneas, marcas y señas en relieve con textura que escondían un código para sí mismo, que le permitiera
apuntar la forma y las proporciones de lo que quisiera representar en sus dibujos y pinturas.

Así entonces, a eso de las 17:00, cuando fueron a cerrar con candado la puerta que permaneció sin el mismo hasta
ese momento, el prisionero ya sabía con precisión que la mesa de concreto que estaba en el rincón izquierdo de la
pared que pegaba al corredor medía sobre ese plano 60 cms y 50 cms de largo; de alto, 58 cms y tenía un plafón in-
termedio a 27 cms del piso. Sabía que en la orilla izquierda, pegado a la mesa y a la pared contraria a la de la salida
estaba emplazado el largor del camarote de una sola plancha, que medía 2.30 mts y 60 cms de alto, quedando entre
este camarote y la mesa de cemento unos 90 cms, y mucho más hasta la puerta, cuyo marco izquierdo se distanciaba
80 cms de esta. En ese espacio que había entre el camarote, la mesa, y el pie del marco de la puerta, organizó en el
suelo de cemento pulido y de textura resbaladiza -de seguro pintado con esmalte o pintura de aceite- un termo plás-
tico rojo y una caneca de 5 lts también sintética y transparente en la que guardaba agua hervida que le traían de una
greca los guardias, porque mucho le habían advertido durante la huelga de hambre que no tomara el líquido directo
de los grifos. No era nada saludable, decían. En ese mismo espacio le encontró puesto a la escoba y a la palilla de

102
Con los ojos del alma

recoger basura, lo que arrinconó contra el ángulo que hacían la pared y la mesa de cemento que ya había ocupado
todos sus espacios. Debajo de su camarote puso los documentos y libros que le quedaban, y también una balanza en
que lo pesaban cada vez que iba la visita médica o la nutricionista a constatar su estado de salud. La mesa móvil que
tenía en la Celda 26 y que en uno de esos gestos de simpatía o conmiseración oculta le había llevado alguna noche
un guardia -aprovechando que en el centro carcelario todavía se encontraban cosas regadas en desorden y sin destino
específico- agregándole la silla plástica, hacían parte de su mobiliario en el nuevo chalet.

El baño fue el primer lugar que barrió y limpió para colocar el tanque que tenía dotado a fin de que tuviera agua de
reserva en caso de que hubiera alguna falla en el servicio. Precavido, como era, llenó el tanque de 80 lts, a un cuarto
de su capacidad con el fin de moverlo luego y así poder limpiar mejor. Echó agua y desinfectó, restregó palmo a
palmo cada rincón de la pared y el piso, y se ensañó en pasar la esponja con blanqueador al retrete y al lavamanos.
Concluyó lavando los dos baldes que usó en su operación limpieza, colocando el balde más pequeño dentro del tan-
que, al que encontró un punto adecuado en la esquina del fondo a la derecha del área modesta en que estaba la ducha.
Ésta no era más que un tubo de pvc de media pulgada que sobresalía unos 30 cms en la parte superior del costado
derecho al que arrimó el tanque. Le era suficiente empinarse sobre un bordillo que había en el piso para alcanzar en
la parte media del apéndice plástico una llave ordinaria que controlaba la salida del agua hacia abajo, direccionada
por un codo que remataba el mecanismo. No había dificultad en que cayera más o menos centrada en el recipiente
al que debajo le puso una cuña calculando que quedara un poco ladeada, y así, no obstruyera el sifón de drenaje que
justo quedaba tapado, pues ya había comprobado que el agua que escurría al enjuagar el trapero quedaba atascada,
enlagunándolo todo.

Ese problema lo corrigió al colocar en una orilla debajo del tanque, hacia el rincón, un portacomidas de 7 cms de
alto que no había usado antes para nada, diferente al que usó para meter en él las grullas de los buenos deseos que le

103
Jesús Santrich

habían enviado familiares y amigos más queridos; varias de las cuales descolgó de la pared en la que estaban sopor-
tados los ventanales de la Celda 26. Mientras les buscaba un lugar para ponerlas a volar, o anidar las horas largas de
la espera incierta, propias de todo ser humano en estado de presidio, las ubicó con cuidado en el rincón que hacía el
camarote con las dos paredes que convergía su hechura. Las puso al lado de tres rollos de papel higiénico que tenía
de reserva y que organizó en columna, arrimados a la esquina.

Cuando limpiaba las paredes del baño se percató que estas tenían el mismo tipo de baldosas que tenía el piso, cuadra-
das, y medían poco menos que su palmada la cual alcanzaba 23 cms. Son 20 x 20 pensó, hay 9 de fondo y 5 y medio
de ancho, así que este baño mide 1.80 mts x 1.10 mts de ancho. El espacio destinado a la ducha, el cual incluía un
dique de 15 cms de alto y menos de 10 de grosor, tenía 1.10 mts x 70 cms. Cabía el tanque y quedaba lugar para acu-
clillarse y echarse el agua encima sin que se mojara el resto del cuadrante donde a continuación, del mismo lado en
que a 2 mts de alto, salía el tubo de la ducha, estaba el retrete y enseguida el lavamanos. Cada uno ocupaba un ancho
de medio metro, acoplándose a la estrechez de forma estricta, para dejar enfrente espacio suficiente que permitiera
el movimiento de una puerta acrílica de 60 cms de ancho, la cual abría en sentido contrario al dormitorio. La pared
hacía el marco superior de esta puerta tenía, como las demás, 20 cms de espesor. De seguro, también era parte del
baño de la celda desocupada que había al lado derecho de la suya.

En el baño, sí se tocaba con el bastón el plafón del techo se podía concluir que este tenía 2.5 mts de altura. Contra
la pared de la entrada al baño fue donde creyó que quedaba bien, y entonces ahí colocó la mesa que le trajeron de la
Celda 26. Ésta medía 90 cms x 60 cms, de tal suerte que al instalarla quedaba solo un boquete por el que entraba su
cuerpo de lado, sin incomodidad. Si se sentaba a escribir, quedaba de espaldas al corredor, y de su lado derecho que-
daba dispuesta, como si fuere una repisa de 40 cms de fondo, la orilla externa del plafón del camarote que quedaba
expuesto, a modo de larga banca porque la colchoneta orillada hacia la pared solo media 90 cms x 1.80 mts. En el

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Con los ojos del alma

piecero quedaba un rectángulo de 40 cms entre la colchoneta y la pared contraria a la salida. Justo en el fondo de ese
callejón, junto al papel higiénico, puso las grullas y tres libros que por esos días eran los que con mayor deseo quería
mantener a la mano para que le leyeran pedazos de cualquiera. Dos de ellos eran de tres jóvenes poetisas, mujeres
a las que estimaba y le gustaba su manera de escribir y relatar el mundo, y el otro era un ejemplar de pasta dura de
la segunda edición del libro Cien años de Vallenato. Ninguno había podido ser saboreado con suficiente placer pues
nunca dejaban de haber urgencias que consumían el tiempo.

Sin duda, los cuatro libros que él había publicado entre el año anterior y el que transcurría -y que ahora había puesto
sobre el montón de cosas que dejó bajo la cama- estaban más manoseados porque ocurría que quizás por obra de la
curiosidad, los guardias se los pedían con cierta constancia para quemar el tiempo fuera de la Celda 26, leyendo al
tiempo que lo vigilaban. Le parecía que de alguna manera tal situación era controversial a la formación institucional
y/o militar que tenían los guardias. Por eso él les explicaba quién era y la forma en cómo realmente pensaba la per-
sona que tenían bajo su responsabilidad, y de la que ellos mismos habían alcanzado a decir que los medios soltaban
muchas tergiversaciones y mentiras sobre su estancia en la penitenciaría.

Así debe ser sobre todo lo que dicen de él, habrían alcanzado a afirmar algunos. En esos libros estaba el detalle de
lo que era la historia del país en que al día siguiente se posesionarían los nuevos parlamentarios de la República, de
los cuales la mayoría eran acólitos del más feroz fachista que había gobernado su país, y que se aprestaba a tomar, de
nuevo, las riendas del Gobierno; no sin antes haber asegurado con sus copartidarios, la destrucción de un acuerdo de
esquiva paz firmado hacía menos de dos años…, era poco lo que quedaba en pie de ese catálogo de buenos propósi-
tos, así, ocho de los diez parlamentarios a que tenía derecho su Partido por efecto del Acuerdo, estuvieron alistándose
para asistir a la posesión presidencial, mientras atropellante continuaba la realidad infeliz de los asesinatos contra los
dirigentes sociales, la seguridad personal, socio-económica y de todo tipo para sus camaradas y por la gente humilde,

105
Jesús Santrich

en medio de la polvareda infernal que levantaba al galope de la perfidia de la que una de sus consecuencias era el
presidio no casual del PPL de la Celda 26, que ahora ya trasladado a un recinto de 3.72 mts x 2.70 mts reacomodaba
sus cosas y tomaba coordenadas para acoplarse, mientras seguía escuchando los pasos de los nuevos prisioneros que
pasaban hacia el Pabellón de Alta Seguridad, Ala B.

Así se le fue el día, sin posibilidad de salir, hacer una llamada o encontrarse con sus abogados, porque al parecer el
ajetreo de aquella diligencia de traslado no daba lugar a atender asunto diferente. Su propia rutina varió considerable-
mente, por eso cuando pusieron el candado a la puerta, una hora más tarde de lo acostumbrado, después de repasar
cinco o seis veces el sitio, contar pasos, repetirse los lugares donde había colocado su armónica, sus lápices, sus hojas
de papel, su cepillo de dientes, las máquinas de afeitar, localizar los clavos que sobresalían en la pared, encontrar un
bombillo que quedaba a diez centímetros en diagonal de la esquina superior de la pared del baño cuando estaba to-
talmente abierta contra la pared… procedió a deshacerse de los restos de alimentos del día. Hizo ejercicios de brazos
y piernas por cerca de una hora, y cuando fueron las 20:00 se sentó en la silla y meditó: son 6.42 mts si se suma la
distancia de la puerta del baño a la entrada de la celda con la distancia de la pared de la derecha a la de la izquierda.

Tras descontar giros y otras reducciones, promedió 8 mts por recorrido. Acto seguido se levantó de su silla y realizó
el recorrido 250 veces para concluir que había recorrido 2 kms en media hora; se dirigió al sanitario a hacer sus ne-
cesidades fisiológicas, tal como acostumbraba hacer todas las noches un poco antes de las 21:00. Volvió a su silla,
recostó la espalda y entonces los recuerdos de ella le abrazaron el alma arrancándole un suspiro: ahora siento que
juntos escuchamos el virtuosismo del pianista de Mayarí, del hijo de Altagracia que interpreta La Comparsa de Le-
cuona y no dejan de palpitar en mi los tiernos recuerdos de ti. Ausente o aquí, siempre iluminas mi alma, cascada de
luz. Más que alegría estar entre tus brazos es como resucitar. El mar eres tú, entre el cielo y tus olas quiero naufragar.
Le vino a la memoria su larga cabellera movida por la brisa y salió de Lecuona porque en la radio sonaba la segunda
sonata para piano y violonchelo de Johannes Brahms. Entonces cerró su noche con estos versos:

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Con los ojos del alma

Mujer de mi inspiración
sonata de amor
piano y chelo en Mi menor

Prometió enviarle otro correo el lunes; le dedicó el Vals de las Flores de Strauss y le dijo hasta pronto mi amor. En-
seguida escuchó al guardia llamándolo para darle el medicamento de las 22:00; lo recibió, dio las buenas noches, se
cepillo los dientes y se acostó. Apagó el radio receptor en el que terminaba de sonar la canción Plegaria Vallenata,
y esas notas lo trasportaron a su tierra de calizas en las sabanas del departamento de Sucre en la Costa Caribe. Ahí
se vio en su casa, en la plazoleta dedicada a la memoria de su hermano asesinado, frente al busto que le hiciera un
escultor antillano de apellido Angulo. Sentado en una mecedora, con su madre al lado, quién desde la silla de ruedas
en que se movilizaba debido a una delicada afección en su rótula derecha, declamaba con voz suave, susurrante una
oración desconocida:

En la noche más oscura


si sientes tu alma vencida
o la esperanza perdida
mira a Dios en la estatura
de su infinita ternura
Él seguro escuchará
y su hijo velará
porque se siente su amor
y que tu vida mejor
en sus manos estará

107
Jesús Santrich

A Jesús alza tu canto


bríndate de corazón
órale con devoción
y arrópate con su manto
para que el sagrado encanto
de su luz en el camino
ilumine tu destino
renovando tu confianza
en la fe y la alabanza
al Señor Padre divino

Muestra al mundo tu bondad


sin mentiras ni apariencia
entrégate por consciencia
a dar solidaridad
desbórdate en hermandad
y que tu siembra sea trigo
para el pobre y el mendigo
y cada necesitado
sea por tu ser amado
poniendo a Dios por testigo

Presidio 4, 2013.
Óleo sobre lienzo
108
Detalle
Con los ojos del alma

De fondo, y con el mugido de algunos becerros sonaba La Pequeña Suite de Adolfo Mejía Navarro, en la parte en
que por primera vez en la historia de la música, una sinfonía incluía el fragmento de una cumbia. La tonada había
terminado y él secaba sus lágrimas con la punta de su jata roja, diciéndole en sus pensamientos al músico y compo-
sitor oriundo de Sincé, que no pocas veces alguien muere para que en la vida retoñe la fe en las causas mayores…

De manera abrupta se rompió el encanto de las notas musicales angélicas y a cambio, resonó la estridencia de un can-
dado que aseguraba la cerradura de una puerta. De nuevo la consciencia del encierro, el caos de centenar y medio de
personas levantadas para el habitual conteo. Palpó el reloj, eran las 05:30. Sin salir de la cama, realizó doscientas ab-
dominales en series de cincuenta que intermedió con descansos de cinco minutos. A las 06:00 tocó el piso con su pie
izquierdo, caminó seis pasos hasta el retrete sin que esta vez le importara que el guardia abriera la puerta y escuchara
la fuerza del chorro. Era evidente que los problemas de ajuste del personal en el pabellón de la Celda 26 ocupaban a
todos los guardias en servicio. El rigor de la costumbre no impidió que se trastocaran los horarios de las actividades,
y que todo llegara a destiempo ese día. Por ser festivo no hubo lugar a la visita de sus abogados. El tiempo entonces
se hizo más largo porque aunque con más minuciosidad que otros días arregló, barrió, trapeó, tendió cobijas, hizo
sus ejercicios, se aseó y lavó dos camisas -su ropa limpia estaría atrancada en la Dirección hasta el lunes siguiente- el
Mayor a cargo muy a las ocho de la mañana le informó que él no saldría al patio como era costumbre. Argumentó
que no convenía que él se revolviera con los demás internos, y que cómo los teléfonos estaban en el sector en que
durante el día permanecían ellos, debía esperar hasta las 17:00 -hora en que ellos fueran encerrados- para poder hacer
cualquier llamada, no sin advertirle antes que no podría hablarle a la prensa.

Angustioso, el prisionero identificado con el TD 9513 preguntó cómo se resolvería el tiempo de sol, y hasta cuando
sería la limitante del uso del teléfono, a lo que le respondieron de manera cordial pero fría, que ese asunto lo estaban
tratando de solucionar sin mucha demora desde más arriba. Él preguntó cuáles eran las razones para tantas restric-
ciones; la respuesta del Mayor mientras se retiraba y advertía al guardia no dejar abierta la puerta: Por seguridad.

109
Jesús Santrich

El guardia, tal vez en un acto de bondad, le dijo que no cerraría del todo la puerta y que lo que pasaba era que no
querían que lo vieran los nuevos reclusos del pabellón, quiénes todavía estaban arriando sus cosas a través del pasillo
del frente. Acto seguido el guardia se quejó de lo alborotada que estaba toda la gente esa mañana debido a que varios
sanitarios se habían tapado y allí los prisioneros no tenían todo lo que tenían donde estaban.

En las noticias retumbaban los acontecimientos y la importantísima fecha en que se había dado el Grito de Indepen-
dencia, exaltándose el heroísmo de los soldados de la patria, la majestuosidad del desfile militar y la posesión del
nuevo Congreso, remarcándose que dos de los parlamentarios del Nuevo Partido que había saltado a la legalidad
no estarían en la ceremonia; uno porque estaba preso y el otro porque había desistido de su cargo, argumentando el
montaje contra su compañero de lucha, la falta de garantías y de seguridad jurídica y política, y la ausencia total de
compromiso del Gobierno en cumplir los postulados del Acuerdo de Paz firmado.

El PPL 9513 conocía lo suficiente a su entrañable amigo y camarada como para saber que era hombre de principios,
de palabra y lealtad incondicional que no se dejaba cautivar con cantos de sirena. Hasta la cárcel había llegado un
mensaje público firmado por él en el que reafirmaba su determinación, resaltando la violación al Pacta Sunt Servan-
da y la buena fe, argumentos incontrovertibles para quién no tuviera sesgos políticos y no estuviera embrujado por
el hambre de las curules y los chalaneos parlamentarios. Al caer la tarde la radio seguía transmitiendo en vivo la
perorata en ocaso del Presidente, quién continuaba su matraca acerca de las bondades de la paz alcanzada, como sin
percatarse que mar adentro, en la misma isla caribeña en la que a nombre del Estado comprometió reconciliación
derivada de la justicia social, el grupo insurgente más grande de los que quedaban alzados en armas, que intentaba
también un pacto que terminara otro pedazo de confrontación, lo que observaba era los incumplimientos del régimen
a la palabra empeñada, y el melancólico curso de un país en el que finalmente no se estaban produciendo las reformas
estructurales que acabaran con la creciente miseria, la profunda desigualdad y la exclusión de todo tipo.

110
Con los ojos del alma

Huecas le sonaban las palabras encarnadas por la demagogia de todos los tiempos que había caracterizado al Bloque
de Poder Dominante. Se dieron las 17:00 y de fondo seguía el bullicio de los prisioneros en el patio del pabellón de
alta seguridad quienes aún movían cosas, como si no importara a nadie el acto de posesión parlamentaria. Ese veinte
de julio el TD 9513 había pasado su primera noche en la celda sin número, y el día, desde su quietud entre muros se
sentía agitado, bochinchoso y feo. A las 18:30 por fin llegó el sosiego y se hizo el milagro: un guardia abrió la puerta
y le anunció que podía llamar. Lo condujeron al teléfono que estaba ubicado en el patio y entonces pudo comunicarse
con una de sus mejores amistades, justo una de las autoras de uno de los libros de poesía que tenía en el piecero del
camarote y quién le ayudaba en la edición de sus libros de manera eficiente y oficiosa.

Ella le contó que estaba en el Festival de Poesía de Medellín y que el día anterior se había lanzado el libro para niños
y niñas que él escribió durante los días finales de la suspendida huelga y que llevaba por título: Décimas de la Selva,
o Diez Décimas Para Niños y Niñas. Fue un éxito le dijo ella contenta, sin duda la poesía es un buen camino para
mover el corazón, agregó. Gracias, que alegría que el fuego de Ícaro no se extinga, respondió él riendo y con voz
fuerte para evitar que ésta fuera opacada por el televisor recién instalado que tronaba a todo volumen al lado derecho
del teléfono. Se quedó entonces hablando solo, la comunicación se cortó porque ya no había más crédito en su cuenta.
Al tomar el camino de regreso a su impasible estancia, se fijó que desde las celdas de ambos pisos del pabellón le
gritaban para saludarle, oyó que una que otra voz le decía ¡camarada!, animándole. Fue un momento de jolgorio. Él
alzó la mano izquierda en señal de saludo y empuñándola en alto dijo: ¡Gracias, Feliz noche para todos!

El guardia fue paciente conduciéndolo hasta la celda sin número a la que el prisionero entró dirigiéndose directo a
la silla de plástico, donde se sentó arrullado aún por el aura de regocijo nacida por las únicas buenas noticias que
acababa de escuchar. La alegría no duraría mucho, a las 19:05 escuchó con un eco resonante de salón grande y vacío:
¡Bum, bum, buuummm!

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Jesús Santrich

Detonaciones que se repetían en series de tres, cuatro y cinco, sin variar, espaciadas por dos o tres segundos hasta
completarse un bombardeo aéreo que duró interminables cinco minutos. Parecía eterno, y más se percibió infinito
aquel teatro de guerra salido de la onomatopeya de un preso psiquiátrico que había sido instalado en una celda con-
tigua. Luego de hacer un ruido de avión en retirada, el reo continúo su escena con voces de ráfagas y tiros uno a
uno: tratatatata trata tatata tan tan tan tan…, seguido de gritos con impostaciones diferentes que combinaba rápida,
agónica y furiosamente, hasta que cumplidos quince minutos cesó por fin el bombardeo tras el anuncio terrible de un
lejano grito de advertencia: ¡granaaaaaaaaada!, y luego un estruendoso ¡puuuuuummm!

El silencio hueco que solo dejaba escuchar el gagueo del bastón del guardia que patrullaba en el pasillo duró treinta
segundos, luego de los cuales se sintieron los gemidos de los personajes que se quejaban de dolor, de seguro heridos
por el cruento combate fabricado en el tormentoso mundo fantasmal del vecino del TD 9513. Los gemidos se exten-
dieron hasta las 19:45, tiempo en que él escuchó paciente mientras puso de manera imaginaria como fondo del teatro
de operaciones -al tiempo en que pensaba, además, en el daño que hace la arrogancia humana- el poema sinfónico
de Richard Strauss, Así Habló Zaratustra Opus Treinta, rodando fragmentos distintos de sus nueve partes, hasta que-
darse en el movimiento conocido como El Amanecer, el cual terminó cuando se sintió el último débil lamento de un
herido que parecía estar muriendo… No se escucharon sobrevivientes, parecía que nadie rescataba a nadie…

Tuvo entonces la certeza que esos cuarenta minutos eran los peores desde que había estado recluido, y que el poema
sinfónico lo que agregaba era más tragedia. El bombardeo sumado al olor fétido que provenía del campo de batalla
le hizo sentir inmensa tristeza y lástima por la degradación de esa persona destruyéndose, o destruida, sin que él
nada pudiera hacer. Recordó que años antes, cuando apenas iniciaban los diálogos con el Gobierno, él había exigido
la libertad de sus compañeros y compañeras insurgentes, a la vez que había denunciado la crisis humanitaria que
existía en todo el sistema penitenciario, siempre con la premisa de que las cárceles eran basureros humanos. Pasó

112
Con los ojos del alma

por su memoria la huelga de hambre de mediados de 2017 que protagonizaron más de dos mil prisioneros y a la que
él se sumó por más de veinte días; volvieron a sus recuerdos los varios centenares de camaradas que continuaban en
prisión, por lo general padeciendo hacinamiento porque de nada les había servido una Ley de Amnistía que ya tenía
19 meses de haberse puesto en marcha. Sabía que aunque hubiesen seis reos por celda y él mismo estuviera aislado
sin oportunidad de comunicarse más que con sus propios pensamientos, todos los huéspedes del Pabellón de Alta
Seguridad estaban menos peor que los demás, y de seguro, mucho mejor que todos aquellos que se encontraban en las
mazmorras del Imperio. Eso sí, que los demás estén peor o un poco mejor no puede ser la variable para tener, dismi-
nuir o aumentar la indignación por la deplorable condición del universo carcelario, que es la que se debe cambiar de
conjunto y de fondo, con todo y política criminal, así como sistema judicial corrupto, se dijo con enfado, revolviendo
preocupaciones de distinto nivel e importancia en la maraña de sus reflexiones.

Pensó al mismo tiempo en las ventanas por donde antes en ciertas horas del día penetraban los rayos del sol; pensó
en la brisa que ya no entró en la mañana ni durante el resto de ese veinte de julio. Ya no solo debía arreglárselas
para poder caminar los 15048 metros que acostumbraba por semana, o para encontrarle un cielo ficticio en la pared
a las grullas que le ayudaban a poner a volar su imaginación; ahora debía encontrar dónde poner sus calidociclos de
Escher que con demora había armado con la ayuda de la poetisa de los libros, después de dos meses de trámites para
que la Dirección del Penal dejara ingresar un ejemplar con modelos para armar que inspirados en el genio creativo
holandés habían producido Doris Schattschneider y Wallace Walker combinando arte y matemáticas; eran dos y él
quería instalarlos como en la Celda 26, donde los tuvo en el marco inferior de la ventana izquierda, expuestos en un
lugar donde el espíritu del artista de la geometría perfecta pudiera estar halagado.

Por un momento se sintió desgraciado y al mismo tiempo egoísta por anhelar esas sencillas cosas y por, de pronto,
añorar el patio lloviznado y de sol esquivo… y halló un extraño sosiego contradictorio meditando en que cada vez

113
Jesús Santrich

que entraron los guardias a llevar los alimentos o los medicamentos, se les salía comentarios sobre la situación caó-
tica del Pabellón de Alta Seguridad. No era para menos habiendo metido a seis personas en tan pequeño espacio de
5 mts x 5 mts, con un solo baño y retrete, así al día siguiente de su llegada les hubieran instalado el televisor en el
patio, algunas grecas y hornos micro ondas. Por su parte, a él nunca le dieron respuesta de las tres peticiones que hizo
para que le permitirán tener un televisor, y sí más bien lo privaron del aparato que tenía para escuchar audiolibros y
tomar notas de voz para ayudarse en la redacción de textos que después de escritos no podía releer. El extraño sosiego
-que además era una seria contradicción interna- le venía de pensar en que el aislamiento lo libraba del hacinamiento,
pero también lo privaba de tener con quién dialogar y de sentir el sol; en todo caso, creía que por más privación de
la libertad que hubiera, hay asuntos de humanidad que a nadie debieran faltar; de tal manera que para él no dejaba
de ser humillante e inadmisible para la consciencia dar por justo tener que optar entre lo peor y lo menos peor. Sin
embargo, la indignante situación -se decía- refleja la catadura de la clase dominante putrefacta, contra lo que por más
de medio siglo la insurgencia bolivariana había combatido con el anhelo de llevar al país a un puerto de mejor estar
y buen vivir.

Cuando fueron las 20:00, en la celda vecina continuaba la guerra…

Un, dos, tres… ¡granaaaaadaaaa!, ¡puuummm!... intercalándose voces diferentes que hablaban de fusiles y tramas
que el eco y la resonancia no dejaba entender, pero que él también poco quiso atender más. Se paró hizo el recorrido
de los 8 metros en que promedió la distancia ida y vuelta dentro del cuarto. Contó 627 viajes para completar los 5016
metros, y se sentó de nuevo cuando faltaban diez minutos para las 21:00. Reposó cinco minutos, y con la explosión de
una granada se incorporó para ir al retrete como solía hacerlo cada día. Cuando volvió a la silla tomó de un pequeño
cajón que tenía la mesa traída de la Celda 26, la hoja tamaño oficio doblada por la mitad, en la que había iniciado la
carta a su amigo filósofo, y por dónde había dejado una seña para no perderse; continuó el mensaje así:

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Con los ojos del alma

No me canso de agradecerle su confianza, y la generosidad en la valoración de lo mucho o poco que de manera des-
prendida pude haber hecho a la búsqueda de la reconciliación nacional; aunque éste es un propósito mayor que no
depende solo de nuestra voluntad y buena fe. Por eso no me canso tampoco en llamar la atención en que no debemos
fiarnos de quienes insisten en hacernos creer que a punta de trompetas -contrariando la visión experimentada de
nuestros fundadores, que nunca dejaron de consultar a sus bases- se puede repetir el milagro de tumbar las murallas
de Jericó, al asumir de manera sospechosa la acción política con el uso del lenguaje edulcorado, en momentos en que
enfrentamos a una extrema derecha institucional y para-institucional que arrecia en su avaricia, arrogancia y decisión
de destruirnos y de aplastar hasta siempre cualquier asomo de repunte del movimiento popular. ¿Acaso no se fijan
que solo en el último año y medio lleno de discursos de paz, ya nos han asesinado a más de sesenta excombatientes,
y le han segado la vida a más de trescientos dirigentes sociales, sin que el país se mueva un solo centímetro hacia la
justicia social?

No me canso de repetir en que si somos bolivarianos deberíamos tener presente lo que dijo El Libertador en cuanto a
que la historia de los infortunios y errores de la América es elocuente para los que saben leerla… todo el cuerpo de la
historia enseña que las gangrenas no se curan con paliativos. ¿Qué se espera entonces para siquiera intentar balancear
lo ocurrido en el último lustro sin olvidar nuestros principios de origen, hoy tan distorsionados por los arcángeles
conversos que siguen osando llamarse revolucionarios montados en un pedestal que no merecen?

Que la memoria de lo que hemos sido con decoro impida persistir en los errores garrafales que nos tienen en crisis.
En unidad, sí, pero con posiciones críticas demos un golpe de timón que nos permita desmontar el reformismo, evitar
una derrota estratégica y avanzar en el camino hacia la conquista del socialismo, sin más incertidumbres en el propó-
sito, método y caminos de su materialización, y sin pasar por alto, además, que no podemos permitir que la crónica
de nuestra marcha emancipadora la escriban a su amaño los adversarios y los apóstatas que son peores que estos…

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Jesús Santrich

Ya eran las 22:00 y la guerra aún seguía su curso con gritos desgarradores, tableteo de fusiles, bombas y ráfagas de
metralla, por lo que él apremio su escritura.

…No le quito más tiempo, gracias por tenerme presente. Nunca olvido que el significado de la bondad y del amor,
como lo esencial de todo asunto, se aprecian mejor con los ojos del alma. Después de alcanzar el cielo por asalto,
siempre habrá otro cielo que alcanzar, hasta pronto camarada.

El guardia llegó a las 22:10 con el medicamento, disculpándose por la demora y sin olvidar mencionar que las ra-
zones de su tardanza se debían a lo dura de la jornada que todavía les tenía resolviendo líos con la ubicación de los
nuevos internos. Cuando el guardia se despidió -pues ya nadie se quedaba apostado frente a su celda- él se acostó
sin consumir la pastilla. No tuvo que apagar el radio porque antes de salir a hacer la llamada se había agotado el
último par de baterías que tenía. Otras urgencias habían hecho que nadie recordara traer más, aunque muchas veces
lo hubiera pedido…Trataba de cerrar sus oídos a esa guerra de locos para la que parecía no haber tregua ni acuerdo
de paz posible, y entonces se preguntó qué tanto se parecía a la que el régimen avivara con su perfidia. Sintió odio
por esa palabra, odio por la palabra traición, se repitió que los traidores hieden y odió la palabra odio que lo mantuvo
divagando hasta las 02:00 con la fortuna que por fin, luego de tragar el medicamento y empuñar dos rosarios que con
amor le habían regalado una hermana y una tía suyas, estaba de nuevo en casa de sus padres, sentados los tres al pie
de los cerezos… Su padre le leía apartes de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y su madre le leía fragmentos
de Juan Salvador Gaviota de Richard Bach. Cómo en la dedicatoria de León Werth, el viejo José María le dijo:

Esta lectura se la dedico a alguien que aunque diga que ya tiene callos en el alma por tanto dolor, lo que tiene es
una real necesidad de consuelo. Y si no fuere así, sencillamente lo hago por amor ayer y hoy al niño que fuiste en
otro tiempo…

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Con los ojos del alma

Pronto se dio cuenta de dónde vino en otro sueño la evocación de los corderos y las rosas rojas; de dónde venía su
convencimiento de que lo esencial es invisible a los ojos y que solo se puede ver con el corazón; volvió a escuchar del
asteroide B612, y recordó en el sueño el número 26 y las palabras Pabellón y Ala B sin precisar qué eran; pasaron rau-
dos por el planeta de El Principito, imaginaron los baobabs y los demás planetas, las puestas de sol que compararon
con las de su propia Villa de Calizas y tardes ensimismadas. Precisaron que había que ponerle bozal a los corderos
para que no se comieran las rosas; reflexionaron sobre lo difícil que era despedirse de una flor, sobre la arrogancia y
autoritarismo de los reyes y los que creían serlo; detestaron a los vanidosos y a los ebrios por el poder o por las ansias
del mismo, la avaricia de los mercaderes y mercachifles; hablaron de la luz de los faroles y de la geografía, hasta que
luego de recorrer seis planetas volvieron a la tierra. Extraño planeta dijo su padre, repitiendo la frase de El Principito,
a lo que su madre de manera aguda apuntó:

Al menos en esa historia la avaricia, la vanidad y el autoritarismo están en planetas diferentes, no se pueden mezclar,
y no hay guerra.

Él recordó en ese instante que en algún lugar de un tiempo lejano alguien le había contado de un enfermo psiquiátrico
que destruido como persona, pasaba el día en una celda simulando un campo de batalla en el que combatía, mataba
y moría sin cesar. Así, al escuchar a su madre y recordar al enfermo, dijo en voz alta:

Razón tenía Saint-Exupéry cuando expresó que la guerra no es una aventura, es una enfermedad, como el tifus.

Nadie respondió en específico a su comentario, y la voz suave de Doña Aura ya leía diciendo:

Amaneció, y el nuevo sol pinta de oro las ondas de un mar tranquilo…

117
Jesús Santrich

Él escuchaba mientras imaginaba la escena… alejado y solitario más allá de barcas y playas, practica sus piruetas
Juan Salvador Gaviota…

Mientras la lectura proseguía, no solo puso a volar en su imaginación gaviotas, sino también garzas y grullas sin que
supiera la razón de tal circunstancia; de forma sorprendente estas se volvían de papel mojado estrellándose contra la
playa. Él mismo se sentía caer en otro sueño dentro del sueño convertido en grulla de origami que se esforzaba por
tomar altura.

…no te atasques en el tiempo, no te detengas en medio del vuelo. Si caes no te rindas, extiende de nuevo tus alas
contra viento y marea, contra toda adversidad. No importa que fastidies a la bandada, no dejes de intentar lo impo-
sible o que te destierren a una vida solitaria en lejanos acantilados. Es preferible perecer intentando que hacerlo de
tedio esperando…

Y entonces el origami se elevó mientras se emplumaba y tomaba forma de gaviota reluciente y él volvía a escuchar
a su madre leyendo:

Tenéis que comprender que una gaviota es una idea ilimitada de libertad, una imagen de la Gran Gaviota, y todo
vuestro cuerpo, de extremo a extremo de sus alas no es más que vuestro propio pensamiento.

Ella interrumpió la lectura y le agarro con su mano izquierda la mano derecha en cuya muñeca tenía amarradas las
kumsías arhuacas que los mamos de la Sierra Nevada le habían llevado durante la huelga de 2017 para protegerlo de
los males:

118
Con los ojos del alma

Hijo ten fuerza de jaguar pero también paciencia de caracol, y aunque te encarcelen el cuerpo, no permitas que
encadenen ni te envenenen el alma… siempre estoy y estaré contigo, con el poder de la fe en mis oraciones…

Acto seguido su padre le agarró la otra mano y le dijo:

Ya está dicho, tu madre lo ha leído, pero parece que por ratos te has dormido, tienes la libertad de ser tú mismo, tu
verdadero ser, aquí y ahora, y nada puede interponerse en tu camino.

Le pareció escuchar en esas palabras a su amigo y compañero de armas que ahora en solidaridad se había negado a
asumir la curul parlamentaria. Tuvo consciencia que soñaba, y que fuera del sueño en la realidad real estaba en pri-
sión y que la música de los porros que sonaban de fondo era una dulce ilusión, una formidable ilusión en forma de
Fiesta en Corraleja, Veinte de Enero y Tres Clarinetes…; piezas clásicas de la sabana que se oían ciertas.

Levantó entonces la vista hacia sus padres y señaló:

Sé que sabemos que aquí no estamos, aunque estemos, y que aunque estemos sin estar, hay un no sé qué que impide
que nos separemos, y por eso les digo ahora lo que le dije a un amigo que las palabras de mi padre me han traído
a la memoria: mi mayor deseo es el de darle su justo mérito a ese magno gesto de unión de rebeldías que con tanto
fervor, con los nuestros más nuestros, ese amigo lideró logrando dar una causa o sencillamente un motivo para que
la militancia partidaria nuestra recobrara la esperanza de combatir. Esa es la mayor conquista de la jornada de
resistencia de estos cinco meses que se suma a los ingentes esfuerzos que durante décadas han hecho los millares de
hombres y mujeres que integran la sagrada construcción emancipadora de la insurgencia. El nosotros como colec-
tivo es lo que importa y debe mantenerse en marcha con un rumbo claro que no dé lugar a dudas.

119
Jesús Santrich

Cuando se lucha por causas nobles no hay nada más hermoso que saber que la rebeldía se junta; que es su potencia
materializada la que nos hace invencibles…

Las melodías de fondo no cesaban, pero ya sus hermanos y hermanas quienes fiesteaban en un quiosco de palma
próximo, habían saltado a música vallenata y terminaba de sonar El Pedazo de Acordeón en la versión del gran Alejo
Durán. Su primo, un abogado que lo visitaba de forma constante y que era hijo del segundo hermano de su padre,
justo entraba en ese momento al quiosco con un grupo de caja, guacharaca y acordeón que encabezaba el maestro
Aureliano Segundo, el mismísimo acordeonero de Macondo; pero apenas se acomodaban en sus respectivos lugares
para tocar una buena descarga vallenata, sonó la puerta metálica de la celda. Iniciaba el nuevo día, por fortuna ya sin
bombardeos, ni metrallas, ni muertos ni gritos.

Todavía adormilado alcanzó a sentir que empezaba la parranda con el Amor Amor interpretado por el legendario José
León Carrillo Mindiola ¡un sueño de locura! Se dijo frotándose la cara para terminar de despertar… entonces se vio
de nuevo en su casa; ya había pasado la parranda y era una noche silenciosa, se preguntó si abría estrellas; de seguro
sí porque no era época de nubarrones ni lluvias. Se imaginó un cielo claro, estrellado, y los cerros cercanos por los
que muchos años antes veía aparecer la luna llena. Creyó sentirla crujir mientras crecía para volverse enorme en el
mismo sitio en donde la dejó aquella última vez, la noche que partió de manera definitiva para internarse por los ca-
minos de la Sierra Nevada. Estaba de pie junto al busto de su hermano, le palpo el rostro, se dio un beso en las yemas
de sus dedos juntos y posó su mano en la frente fría de la estatua; caminó directo al punto donde las construcciones
de los últimos treinta años habían dejado encerrado en un entre jardín a un grueso horcón en forma de horqueta que
servía de madrina para amarrar las vacas de ordeño en los tiempos en que ahí quedaba el corral de lo que era la finca
del abuelo. El horcón permanecía como monumento a la memoria de una familia que se había forjado con honradez y
respeto cultivando el estudio y la solidaridad como sus máximos orgullos y riquezas. Aunque lo intentó, no pudo re-
troceder el tiempo para corregir algo que pudo ser el error piadoso de no despedirse nunca de nadie de su familia que

120
Con los ojos del alma

tanto lo amaba y creía en él. Tampoco lo hizo cuando sus padres le leían al pie de los cerezos. ¡Cuánto cuesta derrotar
la indiferencia! ¡Cuánto cuesta empuñar la honda de David!, se dijo pensando en Gramsci y en Martí, y recordó que
fue a su madre y a su padre a los primeros que escuchó hablar de esos personajes de corazón gigante.

Su alma entonces era un crisol de evocaciones, alegría y nostalgia por todo aquello que fue, por lo que pudo ser,
orgullo por su limpia consciencia y por la comprensión y la condescendencia de los suyos; angustia por no haber
podido darles la felicidad que merecían. Quiso ir a despertarlos a todos para de nuevo, al saber que soñaba, no partir
del sueño en el que había despertado sin despedirse. Vaciló y se dijo con firmeza algo que el algún momento le había
escrito a su mejor amigo de armas e ideas:

Nunca nadie se despidió de nadie cuando salía a una batalla. Se parte no solo con la convicción de portar la razón
y la causa de la justicia, sino también con la certeza de regresar… aun así, no siempre se venció en la batalla, ni se
regresa de ella.

Alzó la cabeza hacia donde estaba el busto de su hermano y susurró:

Te abrazo con los brazos del alma, te pido protejas a mis hijos como ángel de la guarda y éste hogar donde ha na-
cido tanto amor. Te juro que jamás me doblegaré ni bajaré la bandera de nuestros principios, de nuestras utopías,
de nuestra dignidad y rebeldía.

En ese instante uno de los perros que no había dejado de estar a su lado por la larga travesía del ensueño, gruño:

No hubo más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. No gritó. Cayó delicadamente como cae un árbol. Ni
siquiera hubo un ruido, lo silenció la arena. Cayó suavemente cómo un árbol.

121
Jesús Santrich

No se sabe si volvió o no volvió del sueño y si alcanzó a remitir la carta prometida para el lunes siguiente; pero sí
se sabe que un viejo maestro barranquillero que lo conocía bien, había presagiado que como Sandino, como el Che,
como Marulanda, él viviría, lucharía y moriría aferrado a sus principios y banderas, con la mirada desafiante puesta
en el horizonte dónde se hallan esculpidos en letras de fuego los objetivos de su lucha revolucionaria, pensando en
la reivindicación del pueblo colombiano. Para frustración de sus enemigos morirá en Colombia con la admiración
y respeto de sus compatriotas.

Epifanía o La Noche de Las Trampas

Angélica, Ana María:


La amistad es fuego de amor
que nos alivia del desconsuelo,
gracias por estar presentes
con esperanza y poesía...

Buscó en el interior de su noche perenne una frase de Lord Byron para iniciar una nota que quería enviar a su hijo
mayor, pero lo que le vino a la mente fue el último poema que una de las visitas le había leído de entre uno de los
tres libros que tenía a la mano sobre su camarote de cemento frío; se había sentido tan identificado con su contenido
profundo y sencillo que logró memorizar sus aspectos esenciales; el libro no era para nada extenso.

122
Con los ojos del alma

Su deseo era acariciar el corazón de su primogénito, por lo que consideró que el mensaje de La Noche de las Trampas
contenía lo que pensaba con convencimiento. No lo meditó más, y sobre esas aguas navegó con el cuidado de no
naufragar en ellas.

(…)
Y aunque tampoco la vi con los ojos de los sentidos, no puedo negar que la contemplé con los ojos de la premonición
venir. Y el terror de esos caminos por los que nos arrastraría hasta sumergirnos en el tremedal de la incertidumbre.
Se olfateaba como sangre de desgracias inminentes, porque de verdad, qué fácil se podía presumir que la muerte no
esperaría la lumbre del amanecer para tocar los campanarios de la aflicción multiplicada por las temblorosas sucias
manos de la traición y del engaño.

No te escribo solo para que escuches mi voz avergonzada, sino también para que escuches la del silencio de los
burlados que miran con indignación cómo se pisotea la memoria de los caídos, y de los que sin claudicar partieron;
pero más que cuestionarme, tengo el pálpito de que la tierra que los anida sea el vientre fértil sobre el que destellará
el estruendo de la aurora encendida.

¿De cuantas innúmeras madres en luto hablar; de cuantas lágrimas vertidas en el pecho del dolor por el ser querido
que se llevó la guerra y la falsa paz que nos ha ofendido para mancillar los gestos y las oraciones de quienes sim-
plemente justicia y tranquilidad han deseado, y han pedido?

Cuanto me hiere haber vivido -no sé si impávido o impasible- la marcha de la despedida al verde oliva resistencia,
escuchando el canto del agua cristalina que discreta advirtió del terror desde que fue un silbido tras la oscura no-
che de la inútil fe que se negó a mirar más allá de las inertes promesas de papel y tinta. Yo también avivé el nombre

123
Jesús Santrich

heroico de los siete signos gritando ¡Venceremos!, sin poder siquiera liberar las cadenas lánguidas de estratagemas
y coartadas. Certeza de la perfidia.

Me apena la impotencia y la dignidad escupida, pero juro que hago lo imposible por defender la semilla de las pa-
labras que guardan la potencia del decoro y la memoria para clamar al Dios de los pobres, por la mano labriega y
por la mano obrera; por la rebelde mano que pueda deshacer el maleficio de la noche de las trampas.

Quizás he estado como muriendo en vida con la agonía de la ilusión fallida, pero creo en la persistencia de la flo-
ración de la resistencia por la fuerza sagrada de nuestras raíces. Fructifica hijo mío, la esperanza en la victoria.

Esto escribió el nigromante desde los reflejos de su alma, y asaltado por una epifanía venida del recuerdo del mismo
libro, y de muchas otras razones que bullían en el universo oscuro de su estancia cautiva, continuó:

He suplicado a la Santísima Madre, también, mi retorno a la trinchera del verbo altivo y asertivo sobrepuesto a todo
lo exhausto que me deje el ensañamiento del día. Lejos del juicio imparcial vacío, del exceso de razón, y colmado de
sentires limpios de indiferencia para que dancen los astros con el vaticinio de la primavera; y con el Eco de Mayo
Marquetalia el Canto Angelical del Guerrillero que tomó el sendero de la eternidad, guíe a los mortales con callos
en el alma, a las quimeras de los lienzos… a los Quijotes camuflados por montañas, siguiendo la espiral polymita en
la que el sortilegio insigne se impregna de vientos…

Desnudar mi espíritu es decirte cuanto te amo, aunque no tendría que repetirlo porque te lo muestra la evidencia de
tus sueños patrios, que son los mismos míos, y aunque no me escuches, quiero que sepas que te hablo con constancia
mientras imagino que tejemos juntos la atarraya de pescar luceros, porque a pesar de nuestra extensa mutua ausen-
cia, cada instante que compartimos está escrito en el metal de la permanencia.

124
Con los ojos del alma

Sé que cuidaras de las huellas del tiempo, del tinte amarillo de las mariposas de tu infancia, de nuestros reencuentros
de montaña, del ámbar del vino de nuestros mejores brindis habaneros y sabaneros, como de los canales galácticos
de los acordes de Chan Chan y de las Lágrimas Negras, al unir nuestras almas mientras nos baña el rocío de la par-
cela que regamos de amor para cosechar la paz que no llega. Y sé que tendrás presente que la utopía como factor de
cambio no se consume si la acunan manos de ternura como las tuyas, y consciencias necias como las nuestras, con
razones ciertas para perseverar. Y resulta que a mí me bastan tus canciones o la sonrisa de tu hijo y tus hermanos
en mi mente para reverdecer en esperanzas y sentir con sosiego:

El agua primigenia del verbo sagrado


el fuego que abriga
el canto que acompaña
la caricia que germina
la planta que sustenta
el colofón de las angustias…
Y así repetir que ¡Venceremos!

Con infinito amor,

Tu padre

125
Jesús Santrich

Presidio 1, 2013.
Óleo sobre lienzo
120 x 83 cm

126
Con los ojos del alma

Presidio 2, 2013.
Óleo sobre lienzo
120 x 83 cm

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Jesús Santrich

Presidio 4, 2013.
Óleo sobre lienzo
120 x 83 cm

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Con los ojos del alma

Presidio 3, 2013.
Óleo sobre lienzo
120 x 83 cm

129
Jesús Santrich

Selva adentro
Técnica mixta
Detalle

130
Con los ojos del alma

SERIE ARTE FIGURATIVO

Paucías y el León Verde

Aquel pequeño valiente


que tiene el nombre Paucías
puede lograr fantasías
de encantador sorprendente
sobre el tigre y la serpiente
con solo sus ojos ver
él los pudiera tener
comiendo en su propia mano
y ponerlos en un llano
a cuidar su amanecer

Al León Verde se enfrentó


cuando iba a comerse el sol
con un jirón de arrebol
por el lomo lo encintó
y al oído le cantó

131
Jesús Santrich

un fandango sabanero
luego le entonó un bolero
le peinó su pelo cano
lo abrazo como a un hermano
y lo hizo compañero

Ahora tiene Paucías


un dócil león de origami
y se lo muestra a su mami
quien vive sus alegrías
y escucha las melodías
del pequeño aventurero
que amenaza al jaguar más fiero
con su tierno amor de niño
o haciendo tan solo un guiño
con su cariño sincero

Su padre con su guitarra


festeja lo del león
y le toca con pasión
la canción de la cigarra
y el vino que está en la barra
lo toma para brindar

132
Con los ojos del alma

por su hijo y por el mar


por su madre y El Caribe
vuelve a contar y describe
lo mucho que vale amar

Con amor,
Tu abuelo

La Fotografía, o Carta a un Amigo que no la Espera

Aunque no la hacía para esperar recibir una respuesta, cuando en su reloj palpó que eran las 20:00, decidió escribirle
a un amigo incognito que mucho hacía por él, aunque nadie lo supiera, pues tenía la misión de mantener viva una
hoguera secreta en la que encendería antorchas de libertad cuando él volviera…; o aunque no lo hiciera.

Hola hermano querido, disculpa que no te haya escrito antes, en vez de quedarme a la espera de un mensaje tuyo,
a sabiendas de que, de manera relativa, yo tengo más tiempo que quienes fuera deben ocuparse del complicado y
tramposo pedazo de mundo que nos tocó… obvio, en medio de hermosuras y bondades que son lo más, y por lo que
luchamos, en fin…

Esta nota no tiene afanes ni ínfulas de urgencia. Mi deseo es solo decir algo al sentir que lo escucha alguien; y quien
mejor que un buen amigo que siempre está dispuesto a oír las tonterías de otro amigo. Aunque frente a todas las bar-

133
Jesús Santrich

baridades que por estos días emergen como análisis, debates, discursos y noticias sobreaguando en cloaca mediática,
casi de manera generalizada, hablar cháchara entre quienes no tenemos la mala fe de los demagogos, pareciera una
práctica más profunda y productiva. ¿Sabes? Ayer y hoy pensaba en el absurdo de cómo sería, a ti, que te gustan la
fotografías, hacerte una del lugar que habito, en el entendido que de sitios como este hay muchas; pero recordando
al mismo tiempo, que se dice que cada vista que captura el lente es única “aunque sea la misma escena”. Como en el
ojo de Korda, en su pulso, en su previsión, en su genio para adivinar el instante y realidad que dejará para la perma-
nencia en una imagen.

¿Recuerdas la mirada eternizada del Che como oteando hacia el futuro? Vista única, instante irrepetible que se logra
no sé desde donde, para legarlo a la humanidad con una chispa de magia que movió y alienta con rebeldía y mucho
más, por decir lo menos. Sí, lo sé, ¡no tengo cámara! Y en todo caso, si la tuviera, me tocaría hacer un disparo instin-
tivo, sin saber el resultado, je, je, je. La verdad, no sé si hay fotógrafos ciegos, bueno, a parte de los ciegos de amor
y otras cegueras que no son de los ojos, claro está. ¿Verdad?

Pero quería contarte esa locura de no sé, por qué ahora se me antoja, hacerte un retrato de lo que habito. Y a propó-
sito de retrato, te pregunto qué diferencia -si es que la hay- existe entre retrato y fotografía porque a veces se suele
decir, por ejemplo: “Fulano es el vivo retrato de Mengano”, ó, “me hizo el crudo retrato de lo que ocurre dentro de
su Partido en crisis”. A lo mejor algún día habrá manera de que me expliques, pero sé que me entiendes, así a lo
mejor no use el sinónimo en estricto, de lo que es la fotografía. Y ahora caigo en cuenta que entre el común de los
dibujantes se dice: “él es un retratista”, cuando se refieren a alguien que dibuja rostros. No el rostro de la tarde o de
la noche, sino rostros de personas buenas o malas, cobardes o valerosas, traidoras o dignas. Quién sabe hasta donde,
sin ser lombrosianos, este tipo de características se puedan trazar en el retrato o lograr en la fotografía, así estemos
acostumbrados a que la gente diga: “aquel tiene cara de malo”, ó, “de bueno. Y no es esta una inquietud vaga, porque

134
Con los ojos del alma

mira que es sencillo admitir que se podría tener la imagen de una carcajada y de una sonrisa sin que esa imagen diga
con certeza si en la realidad quien haya sido la fuente de esa imagen tenga en sus adentros alegría; o si en el retrato de
una lágrima que moja un rostro se expresa llanto de felicidad o tristeza. ¿Sería obligado entonces, que el sentimiento
en este tipo de representaciones fijas solo se pueda tener con las filacterias? Creo que ya me fui por entre las ramas…

A lo que quería ir es a que ya que no tengo cámara, te describiré la fotografía que imagino de lo que realmente per-
cibo que habito… Pero bueno, a lo mejor lo que terminaré haciendo sea una descripción de lo que me habita. ¡Qué
enredo!, ¿verdad? Con un inconveniente mayor, y es que siento que me persigue la peste del olvido, como en aquel
Macondo en el que a su gente le tocó en algún momento escribirle a cada cosa qué era y para qué servía. Aunque es-
pero no llegar a ese extremo -porque imagínate cómo tocaría hacer para escribirle su nombre al ritmo de un fandango
o al de un porro en su eteridad sonora, y poder ver lo que se escribe en el pentagrama o en el fondo simple de un papel
cuando ya no hay memoria del braille entre los dedos; no saber ya qué es un tapao y el otro palitiao, o que como en la
letra del poeta del Sinú, Pablo Flores, nos sabe a queso bien amasao, a viuda de pescao… a frutas… melón, mamey…
a yuca harinosa y asiento de chicharrón… ¡ya tú sabe!

Por otro lado, debo parecer loco al ordenar y reorganizar mis pocas cosas y papeles una y otra vez, para repasar y
repasar dónde y cómo están, tratando de no perderme ni perderlos dentro de este reducido universo en el que me
muevo al sentir que me abraza un no sé qué más extenso de desmemoria.

Cuando todo es “normal”, y no como hoy que pasó un vendaval por mi celda, algunas veces que repito mis viajes
entre sus vericuetos, me parece que alguna o algunas cosas cambiaron de lugar. Pero no, pues es imposible que es-
tando solo, como estoy, alguien haya movido algo, je, je, je. Ya sé que es mi memoria la que me miente por ratos,
diciéndome engaños. ¡Ya la tengo descubierta!, es ella, mi memoria. La he sorprendido mintiéndome sobre voces de

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Jesús Santrich

caras de tenue huella que me las coloca tras una neblina densa de ausencias intermitentes, volviéndolas trazos que
ya no distingo. Y así lo hace con palabras que yo no logro leer, y tintas que ya no alcanzo a apreciar ni comprender.
¿Sabes?, siento que los colores se esfuman y que entonces, ahora sí, el mundo que me habita se tornó sephia; casi no
pienso contrastes que no sean en blanco y negro, y en grises que se degradan hacia una oscuridad de abismo acon-
gojado, como retorcido.

Quizás redundando en algo que ya es sabido, pero que ahora me nace repetirlo, te digo que por ratos es angustiante
no poder leer mis propios libros, pero que es peor ahora no poder observar mis dibujos uno o dos días después de
haberlos hecho, pues resulta que, de repente, mis dedos no entienden de delineaciones recientes, ni puntos acentua-
dos, ni de relieve… y todo es como si se hubiese convertido en un tachón. Debo decirte que desde hace algunos días
amanecí pensando que La Traviata era una obra de Alexander Dumas y que La Dama de Las Camelias era la esposa
de Giuseppe Verdi. Que Rigoletto era un general etíope que se casó con una princesa de no sé dónde, llamada Ayda.
Intenté recordar -y no pude- que tenía que ver Aladino con Rimsky Kórsakov, ni cómo era que hacía un pianista de
manos pequeñas para tocar un acorde de plena mano abierta, en bloque, de un preludio de Serguéi Rajmáninov. Tam-
poco alcanzo a recordar mis poemas, ni mis canciones, y creo que ya te dije que las cosas se me van de dónde creí
que las puse, mientras que también se marchan los colores. Osea que ahora sí me estoy quedando doblemente ciego,
y pensar que tampoco hay gafas para la miopía de la memoria…

Para completar, al Honorable Personaje que es el Señor Fiscal se le ocurrió no permitirme el ingreso de la grabadora.
Total que no puedo hacer apuntes de audio que me recuerden las cosas de este Macondo del realismo trágico. Y claro,
se acabaron para mí los audiolibros. Que Honorable Personaje es el Señor Fiscal… Pero te decía que se me antoja
hacerte una fotografía de donde estoy, ¿o era un retrato?, ¿de lo que habito?, ¿de lo que me habita? ¡Que HP es el
Señor Fiscal!

136
Con los ojos del alma

Total es que sigo con la imagen del escenario. Mira la chaqueta negra que me regaló Daniel, nuestro San Juan Bau-
tista de Pico Truncao, colgada en la parte del camarote de concreto que pega a la pared contraria a la puerta de la
celda. Está a la izquierda de la fotografía. Mira la pashmina verde que asoma sus puntos debajo de la chaqueta y las
dos ventanas, y los calidociclos de Escher en el marco inferior, lado derecho, de una de ellas. Es la ventana izquierda,
concéntrica con la esquina superior del camarote de dos pisos. Y en la parte de la pared que separa las ventanas, en
el centro de la misma y del cuadro fotográfico que retrata esta realidad según me la imagino que existe, guiado por
mis dedos desmemoriados, tres grullas de origami cuelgan en un vuelo hacia la nada, con su cargamento de buenos
deseos repletos de incertidumbre. ¿Lograrás verlos en esa dimensión? Y te lo pregunto, porque como te dije al hablar
de los rostros, quién sabe si las características que te he dado de las grullas sea cierto, a lo mejor, porque la simbología
con seguridad dibuja muchos rasgos de este tipo. ¿Verdad?

En el marco inferior de la otra ventana, hay una pera de naturaleza muerta en su textura, pegada también al marco
izquierdo; y hay a continuación, un mango maduro vestido de un amarillo frío y con poco sol. Y un vaso de azul
mentira y plástico indiferencia está en la mitad de las cuatro cuartas y un poquito más, del ancho de este marco cua-
drado que mide igual que el otro, separándose con la pared de similar medida. Tras de las ventanas están las rejas de
hierro que apartan este rincón del patio amurallado que deja por fuera el resto del planeta. ¿Ves?, se trata de un cuadro
sencillo en el que solo los calidociclos pecan de vanidosos con su compleja geometría perfecta y sus estrellas de mar
y caracoles pintados de colores que no conozco.

Pudiera adornar las grullas con orquídeas del Perijá, con las caracolas y la blanca arena de la playa que tiene las hue-
llas de Alfonsina… con los caballitos de ella y de Neruda, y hasta con el eco oceánico de su Isla Negra; pero mira que
no hablo de una pintura ni de un dibujo, aunque a lo mejor es esta estampa, toda, toda, solo el reflejo imaginario de
una noche más sin vida, sin paisajes de Pacho Galán, Rafael Campo Miranda y el Joe Arroyo en la caverna platónica
de este destino terrenal absurdo en el que con la daga de la perfidia se apuñalea de nuevo la esperanza de paz.

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Jesús Santrich

Que extenso es el camino de las dificultades, que inmenso el pandemónium de la indiferencia y las traiciones… pero
que ingente es la alegría de saber que en seres abnegados, como tú, sigue encendida la chispa de la utopía revolucio-
naria que puede dar la luz para otro instante, otra escena, otro retrato, cuadro, pintura o fotografía de la vida…

¡Juramos Vencer y Venceremos!, puedes tener certeza que mi consigna es triunfar o morir en esta batalla

Fraternalmente,

Yo

Nota: la fotografía que te mando es de lo poco que he podido ordenar después que la guardia del penal hizo una
requisa buscando no sé qué, y dejó todo tirado y revuelto. Si supieras la facilidad con que le desordena la vida a uno
en pocos minutos, solo por fastidiar. Que Honorable Personaje es el Señor Fiscal.

El día en que pudo entregar su carta ya le habían quitado la posibilidad de dejarse tocar por el sol, ya no tenía ven-
tanas ni la dicha de poder tener la puerta de la celda abierta en el horario de 07:00 a 17:00, ni en ningún momento,
como sí podían los demás. ¿Para quién es la carta? Le pregunto el abogado, cansado de lidiar con la institucionalidad
corrupta y mañosa que tenía el torcido propósito indeclinable ordenado por sus amos del norte, de no devolver la li-
bertad a su cliente. Móntalo en la red, respondió él, y haz de cuenta que soy un náufrago que lanza al mar una botella
con un mensaje, a la espera de que alguien lo encuentre algún día…

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Con los ojos del alma

Memoria De Una Noche Inolvidable

Es 14 de diciembre. En la Plaza de San Francisco de Asís mucha gente se arremolina frente a la Basílica Menor. Solo
falta media hora para iniciar la programación. Entre abrazos y saludos breves de amigos y gente sencilla y cordial
que se acerca para desearnos lo mejor, la Delegación de Paz de las FARC-EP entra al sobrio recinto de La Habana
Vieja en el que se ha organizado el Concierto por La Paz de Colombia en homenaje a las víctimas, y el anuncio de
lo que el día 15 sería la firma del Acuerdo sobre Víctimas y la promulgación de la Jurisdicción Especial para La Paz.

Este es un lugar de ensueños en el que todo impresiona por su solemnidad barroca y su hermosura. Un Cristo cruci-
ficado levita bajo los arcos de la Capilla absidal envuelto por el ámbar de una iluminación de fantasía que se explaya
tenue por el crucero, entre las doce columnas que soportan esta monumental construcción de los frailes franciscanos
del siglo XVI, convertida ahora en la mejor sala de conciertos de la capital cubana.

No podría haber mejor escenario para sublimar los anhelos de reconciliación a partir del hechizo de la música que
en esta fecha del último mes del año ha querido brindar el gobierno de la isla de Martí, contando con la generosidad
infinita del Maestro Frank Fernández.

Ante un nutrido público que incluyó a las Delegaciones de Paz del Gobierno de Colombia y de las FARC-EP, a inte-
grantes del cuerpo diplomático, a las víctimas, a los miembros de la Comisión Histórica del Conflicto, a la Comisión

139
Jesús Santrich

Jurídica, a diversas personalidades del arte y la cultura en general, y a amigos y amigas del Proceso de Conversacio-
nes, el prodigio de Cuba dirigió palabras profundas expresando el deseo de reconciliación de la humanidad y en es-
pecial de ese rincón de la patria amerindiana que es Colombia; entonces, desbordado en solidaridad, el primer golpe
de magia con el que el genio de Mayarí cautivó los corazones de los congregados, fue la interpretación de su propia
versión del Ave María, de Bach/Gounod. Esta pieza representativa de lo más encumbrado del romanticismo europeo,
fluyó de manera suave y sacra hacia los acordes de la Tercera Canción de Ellens, la preciosa lied de Franz Schubert
escrita en 1825 y convertida quizás en su obra más popular y más interpretada por innumerables artistas que la han
cantado también con el nombre de Ave María.

Pero la noche del 14 de diciembre la prestidigitación pianística de Frank Fernández le ha puesto el timbre de la voz
de Dios para hacerle un homenaje a las víctimas de la guerra en Colombia, y para dejar caer, como el mismo maestro
lo ha dicho, un grano de arena y una gota de aguay en favor de nuestra anhelada paz que no llega. En las manos de
Frank, estas obras germinadas de la pródiga creatividad de encumbrados demiurgos del romanticismo, se llenaron de
sacralidad en el escenario sobrio de la Basílica mientras palpitaban los corazones de gente aunada por el propósito
de la hermanación. Y es que la música del poema a la virgen es como el alma del mismo. Digamos que es como un
espíritu sonoro y ágil hecho de amor que reboza las mentes al incorporar el arreglo impecable de Frank, que convier-
te lo de Schubert, en preciosa caricia para las más profundas fibras del alma, hasta el punto de hacer emerger de la
solemne congregación, un ¡bravo!, que desgarró el epílogo suave de su interpretación maravillosa.

Si bien, parecía que estábamos en la cumbre de la noche, el salto a Frederick Chopin con sus valses cortesanos tan
extraordinariamente sensibles como sus scherzos, nos condujo a la reconfirmación de que tienen razón quienes lo
llaman el poeta del piano, quizás porque en su imaginería, fulge una aureola de pálpito y corazonada que nos pone
de presente su rostro blanco y antiguo trazado por Delacroix, pero ahora bajo el sortilegio de Frank, repitiéndonos

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Con los ojos del alma

en verbo de partitura el verso iluminado de Gerardo Diego: “estoy oyendo y estaré oyendo siempre a este mirlo de
esta tarde, de aquella aurora, a este uno y mismo Federico mirlo, purísimo Chopin, mirlo negro, rosa y verde de mi
eternidad”.

Al hablar de Chopin, nuestro Frank se ha referido especialmente al vals del minuto, explicándonos que también le
llaman el Vals del Perrito, una pieza para piano en Re bemol mayor de 1846, indicándonos no tomar el tiempo, por-
que su nombre según Herbert Weinstock es tal no porque ¡minute! fuera “minuto”, sino que significaba “pequeño”.
Nos cuenta Frank que también se le llamaba Vals del Perrito, porque al parecer fue inspirada por la gracia rítmico de
un perrillo jugueteando para morderse la cola.

La conexión espiritual que logra Frank en breve tiempo, entre Bach, Schubert y Chopin, se agranda por la manera
como transita de la dulzura triste de este último a los estremecedores acordes del cuarto movimiento de la Suite
Andalucía. Esta pieza, Gitanerías, del maestro cubano Ernesto Lecuona fue seguida por Córdoba, que originalmente
es el primer movimiento, luego la popularísima Comparsa que no hace parte de la Suite, y el último movimiento de
Andalucía conocido como Malagueña.

Recordemos que todos estos movimiento fueron elaboradas por separado y se organizaron como bello conjunto en
la también llamada Suite Española en 1919 por el propio Lecuona, quien al momento de crearla aunque no conocía
el país peninsular, logra una magnífica representación de la región de Andalucía, de sus danzas tradicionales que en
manos de Frank Fernández retoman en formas y ritmos llenos de cíngara vitalidad.

Este trasegar entre raíces africanas y españolas, aun con la incuestionable popularidad de la Malagueña, alcanzó un
momento especialmente conmovedor cuando el hijo de Altagracia, con indescriptible expresividad tocó la Comparsa;

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Jesús Santrich

poderosa interpretación que llenó de vehemencia, pasión y de gozosa improvisación celestial, de tal manera que lo
clásico y lo popular se volvieron un mismo ensueño explosivo, enérgico y colorido, logrado por un ser que haciendo
del piano la extensión de su todo se transforma y como poseído por una divinidad misteriosa tiembla de emoción
y gesticula con arrebato y pasión, haciendo acrobacias con sus manos que van y vienen, saltan, se entrecruzan, y
perfectas tocan el teclado una y otra vez, cautivando con su entrega y su penetrante vigor interpretativo, sobre el que
inevitablemente terminan cayendo avalanchas de aplausos y ovaciones.

Después de un breve silencio, como un “celaje tierno de allí de Oriente”, llegó hasta nuestros oídos la música de la
hermosa composición del trovador cubano Sindo Garay, Perla Marina, evocando los corales, la fragancia misma de la
violeta, el ángel de nuestros sueños y el idilio de los poetas... Tierno tránsito Caribe hacia la pampa argentina, donde
Frank nos transportó con la sublime canción de Atahualpa Yupanqui, Los Ejes de mi Carreta; poesía bucólica, encan-
to de lo profundo, nostalgia pura, añoranza del campo y de la tierra, andanza de la pobreza melancólica del hombre
sencillo y trabajador de Nuestra América sufrida...; y siguiendo, siguiendo esta huella, andando, andando los caminos
del teclado, Frank ascendió al espinazo andino de Chile dejando derramar en llanto de piano las notas de Gracias a
la Vida, la preciosa canción de inspiración folclórica de Violeta Parra; obra catalogada como profundamente humana
y universal, un verdadero himno humanista incluido en el álbum Últimas Composiciones, que la artista público en
1966, un año antes de su suicidio.

No parecía posible para muchos de los presente dejar de susurrar la tristeza oscura de los versos de Violeta Parra,
con una suavidad reverencial casi imperceptible entintada de dolor y de nostalgia: “gracias a la vida / que me ha
dado tanto / me ha dado la marcha / de mis pies cansados...”. Profunda reflexión, grito de libertad, natural oda a la
existencia que envolvió en los lamentos indecibles de cada nota virtuosa que nos invadía, hizo que se estremecieran
nuestros sentimientos.

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Con los ojos del alma

Los aplausos nos devuelven al escenario, los asistentes evidentemente emocionados dicen ¡bravo, bravo!, silban y
se ponen de pie hasta que con un gesto, el maestro indica que continúa su presentación. Como en cada segmento
del concierto lo venía haciendo, anunció lo que seguía; entonces, a cada instante más formidable, tras evocar a las
pianistas colombianas Pilar Leyva, Teresita Gómez y a Ruth Marulanda, las previas disculpas que hizo por su “poca
pericia” en la interpretación de los aires colombianos andinos quedaron desvanecidos al irrumpir con técnica precisa
y preciosa con Los Cucaracheros, bambuco del compositor bogotano Jorge Áñez Avendaño, cuya hechura mestiza
hizo inevitables las expresiones de jolgorio de las delegaciones de paz tanto del gobierno como de las FARC-EP que
visitaban la Basílica.

Inevitablemente la memoria se traslada a nuestra querida patria, recordándonos que “el que en Bogotá no ha ido con
su novia a Monserrate, no sabe lo que es canela, ni tamal con chocolate”... ; y entonces, consecutivamente, como
en un brindis de alegría sonó el tema Vino Tinto, deslizándose en los dedos, saltando, andando y retozando sobre la
rutina planimétrica de los tres cuartos, tersa y vertiginosamente conjugada por Frank en ejercicio de la modalidad
instrumental fiestera que caracteriza al famosísimo pasillo del compositor colombiano Fulgencio García.

Con Colombia en el pecho y con la admiración al tope, por la manera inigualable de interpretar del maestro Fernán-
dez, recibimos entonces el anuncio de la Suite para dos pianos, compuesta por él mismo. De los cinco temas que la
integran escuchamos regocijados el Vals Joropo, la Conga de Medio Día y el Zapateo por Derecho. Con la ayuda
del sonidista, el audio de un piano pre grabado por el mismo Frank, irrumpió en sincronía total con el de la sala. La
energía desbordada y la sofisticación métrica y rítmica en el conjunto se fueron poniendo de presente a través de una
ejecución magistralmente soberbia, arrolladora con la conga en carnaval, que sin duda puso a cada instante más y
más en alto la dimensión superlativa de la música de esta isla encantadora, y la tradición del zapateo cubano enri-
quecido aquí con el rítmico joropo colombo-venezolano en un cierre que, sin duda, convierte este certamen, por su
calidad y por sus propósitos altruistas, en el concierto del año.

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Jesús Santrich

Como era de esperarse, los aplausos del gran final parecían inacabables; entonces, del público que estaba de pie,
repentinamente salió corriendo hacia donde el Maestro, un pequeñín de unos cinco años de edad, quien lo alcanzó
ya parado junto al piano; cuando Frank se agachó a saludarlo, espontáneamente, con rostro de felicidad y ternura, el
chico le dio un beso en la mejilla que el Maestro correspondió con caricias hasta que el niño retornó a los brazos de
su madre. En ese instante Frank prosiguió su retirada...; los aplausos y vítores no cesaron, de tal suerte que tocado por
el clamor de un público que no lo quería dejar marchar, volvió sonriente para con su buen genio de siempre darnos
un hasta pronto de amigo y hermano, con la interpretación dulce de Noche de Paz, Noche de Amor.

Con la composición célebre del sacerdote austriaco Joseph Mohr y del organista también austriaco Franz Xaver Gru-
ber, el apreciado Frank ha dejado a quienes intentamos una salida dialogada a la terrible confrontación fratricida que
desangra a Colombia, un poderoso mensaje que trae el recuerdo de aquel pasaje de la Primera Guerra Mundial en
que durante la tregua de Navidad de 1914, la canción que era conocida por los soldados de ambos frentes fue cantada
simultáneamente en inglés y en alemán.

Epílogo:

Con razón dijo alguna vez el gran pianista Víctor Marzhanov, encumbrado Maestro del teclado y pedagogo ruso
refiriéndose a Frank Fernández: “su sonido se caracteriza por un cantábile tan personal y expresivo que uno es capaz
de reconocer su interpretación aun sin estarlo viendo”. Y ciertamente que escucharlo es como estar volando por los
cielos...

Pero la noche avanza, y el concierto que termina comienza a germinar en gestos de cordialidad de los asistentes que
se retiran entre abrazos, comentarios preciosos y sonrisas. Personajes como Humberto de la Calle y Timochenko se

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Con los ojos del alma

dan la mano deseándose un cierre de año sin contratiempos. Al lado de ellos Piedad Córdoba y Álvaro Leyva junto
a las víctimas invitadas tienden sus manos a las decenas de personas que se arremolinan para despedirse. Entre ellas
se observa a los académicos integrantes de la Comisión Histórica del Conflicto y los de la Comisión Jurídica, y aun-
que no es día de labores en la Basílica, todos sus trabajadores se pusieron a disposición cuando se enteraron que la
jornada que se realizaría estaba dedicada a La Paz de Colombia. Estos compañeros también se han hecho presentes
para abrazarnos y expresarnos su apoyo.

Mientras los adioses se van dispersando y diluyendo entre la nave y la plaza vieja, Frank y la chelista Alina, una de
las organizadoras del certamen y esposa del Maestro, regresaron para compartir un instante con la Delegación de
Paz de las FARC-EP que ha solicitado su presencia. En el altar, junto al piano, las expresiones de gratitud a Cuba,
a su pueblo y en especial a este gran ser humano hecho de bondad que ha actuado con absoluto desinterés personal
y rebosante de amor, las encabezan Timo e Iván Márquez, mientras el resto del Secretariado, los guerrilleros y las
guerrilleras los rodean con su calor y su cariño.

¡Qué noche inolvidable!

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Jesús Santrich

Oda a Santana, 2017.


Óleo sobre lienzo
120 x 90 cm

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Con los ojos del alma

Selva adentro, 2014.


Técnica mixta
120 x 83 cm

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Jesús Santrich

Evocando a Morales, 2017.


Óleo sobre lienzo
120 x 90 cm

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Con los ojos del alma

Primavera Roja, 2017.


Óleo sobre lienzo
120 x 83 cm

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Jesús Santrich

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Con los ojos del alma

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Jesús Santrich Jesús Santrich. Toluviejo, Sucre, Colombia (1966). El trabajo artístico de Jesús Santrich nos revela un
artista polifacético comprometido con su tiempo, y las luchas sociales que atraviesan a Colombia y al
continente americano desde hace décadas. En el campo literario destaca la escritura de poesía,
ensayo, cuento y narrativa testimonial; al respecto valga mencionar las obras Cuentos breves y diez
relatos Tayrona (2008), Una prosa de amor para ella (2017), Memorias Farianas (2018) y
Bolivarianismo y Marxismo: Un compromiso con lo imposible (2018), entre otras. En el escenario
musical interpreta varios instrumentos de viento como el saxofón, la flauta traversa y la armónica; a
su vez, es reconocido por la composición de canciones con letras que resaltan la cotidianidad
campesina, indígena y fariana; para el álbum musical Hasta la victoria siempre (2003), Santrich
compuso la canción fusiri Naxa nenkugue, dedicada a los indígenas de la Sierra Nevada y que traduce:
voy marchando con mi fusil. En ese mismo álbum aparecen otros temas de su autoría como Numerao bolivariano, La poesía del
movimiento, Salsa CRB, 29 de amor y Fuego bolivariano; su aporte más reciente al cancionero fariano es la Puya de la rosa,
canción dedicada a la campaña electoral del partido de la Rosa Roja en 2018. También es un prolífico pintor, quién debido a la
ceguera que de manera progresiva se instaló en su vida, para pintar desarrolló de manera autodidacta una técnica que toma
elementos del braille y se inspira en la historia del maestro invidente turco Eşref Armağan. La serie pictórica Teyuna/Tayrona
(2009) es un homenaje a los pueblos indígenas Kogui y Arhuaco que habitan la Sierra Nevada, mientras que la serie pictórica
Presidio (2013/2017) rinde homenaje a las prisioneras y prisioneros políticos que aún después del acuerdo de paz entre el
Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo FARC-EP, continúan privados de la
libertad en las cárceles colombinas. Fundador de la Cadena Radial Bolivariana Voz de la Resistencia CRB-VR y precursor de la Red
Nacional de Arte y Cultura RENAC, Jesús Santrich es un artista integral que valora y destaca de manera especial el papel de las
artes y de los artistas en la existencia de las sociedades, el rumbo que pueda tomar la cultura y las revoluciones, en búsqueda de
la emancipación y la autonomía de los pueblos nuestroamericanos.

RENAC
E D I T O R I A L

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