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Biblioteca de Nueva Acrópolis

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El diamante y el hombre
El diamante es la gema más preciada del mundo. Su dureza, transparencia y brillo
resplandeciente, no tienen igual. Su nombre deriva de la palabra "adamas" que significa
"invencible". Es muy difícil romper un diamante: hacen falta 4,000 grados centígrados para
fundirlo -dos veces y media más de lo que se necesita para fundir el acero-. Su composición,
sin embargo, es muy simple: moléculas de carbono.

Su dureza se debe a su estructura interna, ordenada en forma piramidal: si ponemos


cualquiera de sus lados como base, podremos contar los átomos de carbono por capas,
teniendo la primera uno, la segunda cuatro, la tercera nueve y la cuarta dieciséis, lo que hace
una sucesión de cuadrados 12, 22, 32 y 42.

Hace millones de años, dos grandes fuerzas, el calor y la presión, fueron transformando el
carbón en diamante dentro de las calderas de magma hirviendo que se encuentran a grandes
profundidades bajo tierra. Luego, los cambios geológicos traerían esas canteras de diamante a
la superficie.

Recojamos las lecciones que encontramos en la naturaleza.

Carbón y diamante tienen la misma composición pero se diferencian en el orden interior de sus
moléculas de carbono. en el primer caso, estas moléculas se encuentran desordenadas y
caóticas, produciendo la opacidad del carbón y su frágil consistencia. En cambio, en el
diamante vemos un orden inteligente que da paso a la claridad y a la luz.

De igual manera, un hombre sin orden es frágil y oscuro. Pero el hombre que pone orden en
sus pensamientos, sentimientos y acciones será internamente fuerte, brillante y valeroso.

Para poder ordenar, necesitamos la luz del Conocimiento, aquella que disipa la ignorancia y
nos permite cambiar las dudas por convicciones, la fragilidad por la fortaleza, el temor por la
seguridad, la existencia sin sentido por una vida dirigida hacia un ideal de perfección. El
conocimiento es como ese fuego a altas temperaturas que necesita el carbón para
transmutarse en diamante. Cuando este conocimiento es puesto en acción con el poder de
nuestra Voluntad, empezamos a organizarnos por dentro, nos acercamos a la sabiduría y,
como el diamante, podemos irradiar luz a nuestro alrededor.

Pero el carbón se forjó también con altas presiones, hasta convertirse en diamante. Igualmente
el hombre atraviesa en su vida numerosas dificultades, que en realidad son oportunidades para
aprender y crecer. Según sea su actitud ante la adversidad, o se "quiebra" o se fortalece. La
lucha con la adversidad nos hace fuertes y nos concede confianza en nosotros mismos. Si
lucha la semilla para abrirse y elevarse como árbol, si lucha la oruga hasta salir de su crisálida
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y convertirse en mariposa, si lucha el carbón hasta convertirse en diamante ¿por qué el hombre
no libraría una batalla interna para realizarse plenamente?

Entre el carbón y el diamante hay un largo camino de perfeccionamiento. Es este el camino


metafísico que todos los seres transitamos, seamos conscientes de ello o no. Tenemos un
punto de partida y un destino al cual llegar. Pero ¿cómo encontrar ese camino y transitar por él
sin extraviarnos? Guiándonos con la luz del conocimiento, la luz de la sabiduría de aquellos
hombres sabios que marchan por delante de nosotros. Despertemos al filósofo o "amante a la
sabiduría" que todos llevamos dentro.

Delia Steinberg Guzmán.

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