El mercantilismo es un conjunto de propuestas económicas desarticuladas entre sí que se
formulan en distintos países y en distintos momentos a lo largo de tres siglos y que por lo tanto van evolucionando con el tiempo. La primera corriente del pensamiento económico nace en Europa en una época de grandes cambios políticos, económicos, sociales y religiosos. El renacimiento coloca al hombre en el centro del universo con la reforma protestante se justifica el individualismo el afán de lucro el ahorro y la vida austera propician la acumulación de riquezas. Estos cambios van socavando poco a poco el mundo feudal. El mercantilismo como corriente del pensamiento económico rompe con los moldes morales y religiosos que eran moneda corriente en la edad media. La economía abandona el ámbito de la moral para situarse en el de la política. Los mercantilistas son grandes mercaderes autodidactas miembros de la corte o funcionarios de las campañas de comercio coloniales con preocupaciones eminentemente prácticas. Su principal interés es dilucidar como aumentar el poderío y bienestar del reino y el aumento del poderío del reino depende de que crezcan las ganancias de los capitalistas comerciales aseguran que estos pensadores van elaborando una serie de recomendaciones para promover el bienestar de sus respectivas naciones considerando al comercio exterior como la gran fuente del progreso. El mercantilismo evoluciona a lo largo de sus tres siglos de historia. Una de las primeras corrientes fue el metalismo español, para ese tiempo la prosperidad de un estado se mide en oro y en plata. Los estados europeos viven en guerra y sus arcas se desangran en las retribuciones a los mercenarios que integran sus ejércitos. Las manufacturas A principios del siglo XVII se comienza a alentar en Francia a la producción local de manufacturas reales productos de lujo como tapices, cristales o porcelanas. Son bienes muy requeridos por las monarquías y las clases altas que buscan parecérseles. Pensamiento liberal de Adam Smith La riqueza de las naciones es un trabajo profundamente influyente en el estudio de la economía y examina exactamente cómo las naciones se hacen ricas. Adam Smith defiende que al permitir que las personas persigan libremente su propio interés en un mercado libre, sin regulación gubernamental, las naciones prosperarán. En un momento, las naciones creían que la prosperidad económica dependía principalmente de la cantidad de oro y plata que acumulaban. Esta estrategia fue llamada mercantilismo, y dominó el pensamiento económico del siglo XVIII. Además, los gobiernos restringieron las importaciones a través de tarifas comerciales para evitar que el dinero fluya fuera del país, mientras que al mismo tiempo alentó las exportaciones a través de subsidios, para que el dinero de otras naciones fluya hacia el país. Esta práctica era conocida como proteccionismo. Este pensamiento, sin embargo, descansaba en dos premisas falsas. En primer lugar, se suponía que el oro y la plata eran los indicadores más importantes de la riqueza, mientras que realmente estos metales preciosos son productos comerciables, al igual que el grano o la carne. En segundo lugar, se creía que las naciones solo podían prosperar mediante el empobrecimiento de sus vecinos. Sin embargo, las naciones, sin lugar a dudas, se enriquecerán a través del comercio, incluso si sus vecinos también son ricos y prósperos. Mucho más importante que el oro y la plata es el trabajo, ya que sólo el trabajo puede producir materiales o servicios que son intercambiables. Esta es la razón por la que la cantidad de trabajo invertido en la producción de un artículo refleja su verdadero valor. Producir alfileres, por ejemplo, da como resultado tres tipos de ingresos. Los trabajadores son compensados por su trabajo a través de los salarios; el dueño de una fábrica es compensado por las ganancias de vender pernos; y el propietario de la tierra sobre la que se construye la fábrica se compensa con el alquiler. El producto de todo el trabajo se conoce como stock. Suceden dos cosas en el stock: una parte se consume inmediatamente para mantener al propietario, pero parte de ella también se puede emplear para generar ingresos, en cuyo caso se llama capital. Si la capital se queda con el propietario, en la forma de una máquina de afilar alfileres, entonces es capital fijo. Si el capital debe dejar las manos del propietario para generar un beneficio, como las acciones de un comerciante, entonces es capital circulante. En resumen, no son las reservas de oro y plata de una nación las que determinan su riqueza, sino su capacidad de producir bienes comerciables.