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FACULTAD DE

CIENCIAS E INGENIERIA

LA CONCIENCIA MORAL DE LA PERSONA


(En: Ética y Negocios para América Latina, Schmidt. E (2007). 3°.ed. pág. 131-149).

Lima: Universidad del Pacífico

PROFESORES:
Carlos Romero Izaga
Gabriela Keiko Nakama Hokamura
M. Dolores Velasco Corrionero

"Los textos han sido seleccionados para el uso exclusivo de los alumnos del curso
“IND201 Ética Profesional en Ing. Industrial” Queda prohibida su difusión y
reproducción por cualquier medio o procedimiento total o parcial, fuera del marco del
presente curso"

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LA CONCIENCIA MORAL DE LA PERSONA
En el capítulo sobre la moralidad objetiva, se vio que una cosa es establecer su
existencia, otra es determinar hasta qué punto cada persona es capaz de percibir
sus exigencias. Esta capacidad depende de cómo cada uno haya desarrollado
su conciencia moral a lo largo de su vida. Asimismo, su modo de actuar en la
vida profesional depende de su voluntad y su capacidad de integrar valores y
principios morales objetivos en la toma de decisiones.
1. Descripción de la conciencia moral
Se puede describir la conciencia moral como la capacidad que tiene la persona
de enjuiciar sus actos y los actos de los demás a la luz de lo que percibe como
valores morales objetivos. Su conciencia moral hace posible que una persona
evalúe su propia responsabilidad moral tanto por las cosas malas que hace como
por las cosas buenas que deja de hacer.
Todas las personas tienen una conciencia moral. Pero no todas son capaces de
dialogar reflexivamente con ella. Por ejemplo, personas cuya fe humana es
sintética-convencional (la tercera etapa de Fowler) confían en sus intuiciones o
sentimientos de justicia para saber lo que deben hacer. Tienen valores morales.
Estos valores se manifiestan según su propio desarrollo y formación personal.
En cambio, personas cuya fe humana es individuante-reflexiva (la cuarta etapa
de Fowler) confían más bien en principios morales. Estos principios manifiestan
sus valores morales. Tales principios suelen ofrecer mayor garantía de
objetividad. Sin embargo, una persona puede engañarse mediante argumentos
falaces. Tanto los unos como los otros son capaces de escuchar la voz de su
conciencia. Si su actitud moral fundamental es sana, es probable que la
escuchen. Pero de no ser así, tanto los unos como los otros intentarán ignorarla.
La conciencia moral es un fenómeno universal. Pero por motivos que serán
examinados un poco más adelante, no todas las personas escuchan con claridad
la voz de su propia conciencia.
Cuando una persona no ha pasado de una moralidad prerreflexiva a una
moralidad reflexiva en algún área de su vida, su conciencia moral formula juicios
en esta área sobre la base de valores morales que percibe en forma global como
intuiciones o sentimientos de justicia. En la medida en que la persona pase de
una moralidad prerreflexiva a una moralidad expresada mediante principios
morales en esta área de su vida, la voz de su conciencia moral llega a ser cada
vez más clara.
2. Función y formación de la conciencia moral
La función de la conciencia moral es presentar a la voluntad de la persona juicios
de valor moral. Por ser libre y por tener voluntad propia, cada persona puede
aceptar o pasar por alto lo que le dice su conciencia.
La formación de la conciencia moral es un proceso continuo que ocurre a lo largo
de la vida. En la medida en que una persona salga de sí misma, se enfrenta con

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la necesidad de formular juicios de valor cada vez más complejos. Por ejemplo,
cuando un niño sale del ambiente de su familia para asistir al colegio, su
conciencia moral tiene que formarse para enfrentar nuevos problemas en sus
relaciones con los demás. Y cuando una persona ingresa al mundo profesional,
también precisa de mayor formación de su conciencia moral para enfrentar
situaciones nuevas. De allí la importancia de un curso de ética o moral
profesional. Ayuda a los actuales y futuros profesionales a formar su conciencia
moral para la difícil tarea de integrar valores y principios morales en la toma de
decisiones.
3. Deformaciones de la conciencia moral que pueden presentarse en
determinadas áreas de la vida de una persona
Se considera que la conciencia moral de una persona está bien formada cuando
le revela correctamente la moralidad de una acción. En cambio, está deformada
cuando no logra percibir lo bueno como bueno, o lo malo como malo, debido a
uno o más defectos en su formación. Tanto la conciencia bien formada como la
deformada pueden manifestarse mediante sentimientos e intuiciones, o
mediante principios claramente elaborados.
Lo ideal sería que cada persona tuviera su conciencia moral bien formada frente
a todas las áreas de su vida. Sin embargo, con frecuencia se producen
deformaciones que afectan su capacidad de ver y aceptar las exigencias de la
moralidad objetiva. Estas deformaciones pueden afectar todas las áreas de su
vida, o pueden ser selectivas. Por ejemplo, es posible que frente a los clientes,
un profesional tenga su conciencia moral bien formada con respeto a su
obligación de darles valor por valor recibido. En cambio, frente a sus obreros, es
posible que tenga alguna deformación que le impida ver su obligación de
pagarles lo que es justo. A continuación se presentan algunas deformaciones de
la conciencia moral que pueden encontrarse en cualquier medio.
3.1 La conciencia inmadura o infantil
Puede ser que por falta de oportunidad, o por falta de interés, una persona no
desarrolle oportunamente su conciencia moral. En algunas áreas de su vida se
muestra inmaduro e incluso infantil en su modo de tomar decisiones morales. De
allí el nombre de esta, deformación: la conciencia inmadura o infantil.
A veces esta deformación afecta los juicios morales en todas las áreas de su
vida. Pero con cierta frecuencia, se manifiesta sólo en algunas de ellas. Se ve
un ejemplo de esta deformación en personas que, siendo mayores de edad,
dependen totalmente del parecer de sus padres al formular sus juicios morales
en una o más áreas de su vida. A. veces la persona que sufre de esta
deformación no es consciente de su situación. En tales casos no es moralmente
responsable por adolecer de este defecto, con tal que no sea el resultado de su
propia negligencia. Pero si al darse cuenta de su inmadurez, rehúsa tomar los
pasos necesarios para madurar, se hace moralmente responsable por su falta
de crecimiento. Cuando una persona logra darse cuenta de que adolece de esta
deformación de su conciencia moral, puede superarla con relativa facilidad,

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siempre y cuando tenga la voluntad de hacerlo. En la medida en que vaya
tomando decisiones propias y correctas, supera esta deformación de su
conciencia moral.
3.2 La conciencia laxa
Una de las deformaciones más frecuentes en el mundo de los negocios es la
conciencia laxa. Una persona se da cuenta que no debe hacer algo. A pesar de
todo, lo hace o por lo menos desea hacerlo. Busca, entonces, alguna manera de
justificarse, aunque sea sólo delante de sí mismo. Usa argumentos tales como:
"Todo el mundo lo hace"; "Hay muchas personas aquí que hacen cosas peores";
"¿Qué se va a hacer?" "Si no fuera por la crisis económica, no lo haría."
Una persona que actúa de esta manera, intentando justificarse al actuar contra
lo que le dice su conciencia, es moralmente responsable de sus actos. Sabe lo
que debe hacer, pero no quiere hacerlo. Entonces intenta justificarse de alguna
manera.
No es fácil superar esta deformación de la conciencia moral porque es un reflejo
de una escala de valores y una actitud moral fundamental que la persona debe
revisar. Sólo en la medida en que acepte este cuestionamiento, le será posible
superar esta situación.
3.3 La conciencia voluntariamente ciega
La persona que padece de una conciencia voluntariamente ciega rehúsa
examinar la moralidad de sus actos. Puede tomar esta actitud en forma general
o en una o más áreas de su vida. Cuando alguien cuestiona la moralidad de sus
actos, su reacción es: "¡'Esta es la realidad! La experiencia es lo que manda, lo
demás son tonterías!"
Cuando esta deformación afecta .a un profesional con relación a su trabajo,
muchas veces alega que la ética no tiene nada que ver con el problema que tiene
entre manos. Cree que una cosa es la ética, y otra el mundo profesional. Al tornar
sus decisiones se limita a preguntarse si tal o cual decisión va a ser efectiva para
lograr sus fines. En el fondo, sabe que su modo de proceder no está bien. Pero
por temor a tener que cambiar muchas cosas en su vida, rehúsa examinar la
moralidad de sus actos. Es responsable por haberse cerrado a un
cuestionamiento moral ' que debería enfrentar. No es nada fácil superar esta
deformación, de la conciencia moral porque es consecuencia de una actitud
moral fundamental y una escala de valores personales que no son sanos. Sólo
un cambio profundo en la persona misma puede hacer posible superar esta
deformación conocida como la conciencia voluntariamente ciega.
3.4 La conciencia cegada por valores morales distorsionados en la sociedad
En cada sociedad o cultura algunas obligaciones morales no suelen ser
percibidas con facilidad. Por ejemplo, si una persona hubiera vivido en Europa
en el momento de la revolución industrial, difícilmente hubiera percibido muchas
obligaciones relacionadas con los derechos de los trabajadores. En el caso de
nuestra sociedad actual, con frecuencia no se logra percibir la obligación moral

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de guardar el secreto profesional. Cuando una persona no logra ver
correctamente sus obligaciones en algún área de su vida, no porque rehúsa
examinar la moralidad de sus actos, sino por qué existen valores distorsionados
en la sociedad que le rodea que ha asimilado, adolece de una deformación de la
conciencia moral llamada la conciencia cegada por valores morales
distorsionados en la sociedad.
La persona que sufre de esta deformación no es moralmente responsable por su
situación. Sin embargo, al darse cuenta de su error, no puede seguir justificando
su modo de proceder. No son válidos argumentos tales como: "las cosas son
así... hay que actuar según la costumbre establecida". Este argumento es típico
de una conciencia laxa o de una conciencia voluntariamente ciega. Si la persona
tiene una actitud moral fundamental sana es relativamente fácil superar esta
deformación, siempre y cuando desee hacerlo y se le presente la oportunidad.
Un ejemplo de este tipo de deformación es lo que a veces se llama el pecado
social. Hay injusticias que nadie ve, no por mala voluntad, sino porque han
existido por tanto tiempo que no llaman la atención. Existen condiciones
infrahumanas en nuestra sociedad por las cuales nadie se siente responsable,
pero que todos creamos directa o indirectamente. A modo de ejemplo, se puede
mencionar dos cosas: la mala distribución de la riqueza en la sociedad; y la falta
de oportunidades de trabajo a causa del egoísmo de los que podrían crear
nuevas fuentes de trabajo.
Cuando una persona va a comprarse ropa, es natural que busque el mejor precio
por la máxima calidad. Al encontrar algo realmente barato, a precio por debajo
del costo de producción, se alegra, sin pensar en las razones por las cuales el
precio esté tan bajo. Estas razones pueden ser varias. Podría tratarse de
contrabando. Quizás-Por el sitio donde lo haya encontrado, hay motivo para
sospechar que sea robado. O puede tratarse de una fábrica textil clandestina
que evade impuestos. El comprador no piensa en nada 'de eso. Regatea un poco
el precio y regresa a su casa muy contento por su buena suerte. A nadie se le
ocurre echarle la culpa por haber realizado una buena compra. Es probable que
haya actuado de buena fe. La razón por la cual no se haya percatado de todas
estas, posibilidades es que en la sociedad que le rodea, se ha perdido cierta
sensibilidad moral.
Un poco más adelante en este capítulo examinaremos en detalle otro ejemplo
de la conciencia' deformada por valores morales distorsionados en la sociedad.
Tiene que ver con la manera en que se percibe el valor de la amistad en el mundo
de los negocios.
3.5 La conciencia escrupulosa
Si bien es cierto que no se da con mucha frecuencia en el mundo de los negocios,
un profesional puede adolecer de una deformación llamada la conciencia
escrupulosa. La conciencia es escrupulosa cuando exagera (obligaciones
auténticas hasta llevarlas a límites absurdos. Si la persona escrupulosa actúa de
buena fe y no está motivada por la soberbia, no es moralmente responsable por

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su error. Sin embargo, si se aferra a su modo de proceder por querer ser vista
como una persona buena, es responsable por sus actos. La persona escrupulosa
tiene la obligación moral de buscar ayuda competente y debe seguir los consejos
recibidos. Con el correr del tiempo, es posible que supere esta condición.
3.6 La conciencia enfermiza
La conciencia enfermiza inventa obligaciones morales 9bsurclas. Muchas veces
esta deformación se relaciona con enfermedades mentales. En tales casos, no
suele implicar responsabilidad moral por parte de la persona. Sólo es posible
superarla con un tratamiento profesional adecuado.
3.7 La conciencia errónea
Cuando una persona adolece de una conciencia errónea, percibe algo que,
según la moralidad objetiva, es malo como si fuera bueno o viceversa. Siempre
actúa de buena fe. Es sincero en su deseo de saber lo que debería hacer. Se
esfuerza al máximo de su capacidad por saber lo que es correcto. Sin embargo,
no llega a convencerse de alguna determinada exigencia de la moralidad
objetiva.
Es importante no confundir la conciencia errónea con la conciencia laxa ni con la
conciencia cegada por valores distorsionados en la sociedad. La conciencia
errónea supone mucho más que un error de juicio moral. Sólo existe' esta
deformación cuando se cumplen las siguientes condiciones:
1. El egoísmo y la soberbia de la persona no están influyendo en la decisión
tomada.
2. La persona ha agotado los medios a su disposición para saber lo - que
debería hacer. Normalmente, al tratarse de decisiones en el mundo
profesional, esto incluye consultar con alguien que tenga valores y
principios morales claros y que cuente con cierta experiencia en este
campo.
3. Además, la persona 'debe mantenerse abierta a la consideración de
nueva información que pudiera cambiar su parecer en el futuro. Si no se
mantiene abierta a esta posibilidad, no es sincero en su búsqueda de la
verdad. Por lo tanto no tiene una conciencia verdaderamente errónea.
Es muy-importante saber lo que es y no es la conciencia errónea. Según la
opinión de Santo Tomás, la persona que de verdad adolece de esta deformación
tiene la obligación moral de hacer lo que le dice su conciencia'. Sin embargo, hay
que notar que esto no quiere decir que cada persona debería hacer lo que mejor
le parezca; esta actitud sería típica de una conciencia laxa o de una conciencia
voluntariamente ciega.
4. Las obligaciones morales de la persona frente a su conciencia
Cada persona tiene la obligación de formar su conciencia a lo largo de su vida.
Nunca podrá decir que ya se ha formado completamente con referencia a todo
lo que le puede pasar en la vida. El profesional debe prestar especial atención a
la formación de su conciencia con, referencia a su trabajo. A nivel prerreflexivo,

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su conciencia puede acertar en muchas cosas. Pero en situaciones más
complejas, o cuando hay peligro de algún tipo de deformación de su conciencia,
tendrá que esforzarse por comprender mejor los principios que deben guiar su
modo de actuar. Además, si un profesional no es capaz de dar razones sólidas
para defender su parecer ético, es poco probable que sus colegas le hagan caso.
En un mundo dominado por la racionalidad, la persona que no puede dar razón
de la razón que tenga, no será escuchada.
Cada persona tiene la obligación moral de dejarse guiar por su conciencia bien
formada en el ejercicio de su profesión. Comete una falta moral cuando actúa en
forma contraria a sus exigencias. En términos generales, hay dos maneras en
que un profesional puede faltar a su deber al no escuchar a su conciencia. Una,
es cometer un acto que no debería hacer. La otra, es dejar de hacer lo que
debería hacer en función de su cargo. Cuando un profesional hace algo que no
debería hacer (por ejemplo, conceder el visto bueno para un contrato a un amigo
cuando debería concederlo al mejor postor), constituye lo que se llama una falta
por acción. En cambio, si deja de hacer algo que por su cargo debería hacer (por
ejemplo, si por flojera un ingeniero no controla bien la calidad de la producción),
constituye lo que se llama una falta por omisión. Las dos cosas constituyen faltas
morales en el ejercicio de la profesión.
Si un profesional realmente tiene una conciencia errónea, puede proceder según
la conclusión a que haya llegado. Pero debe cuidarse mucho al querer
determinar si de verdad se trata de una conciencia errónea. Con referencia al
mundo de los negocios, no es nada frecuente encontrar a un profesional cuya
conciencia moral sea verdaderamente errónea frente a problemas relacionados
con su profesión.
La persona que tiene una conciencia deformada tiene la obligación de hacer lo
posible por formarse mejor. El problema suele ser que por cierta dejadez rio
intenta hacerlo. Además, no faltan personas que no desean formarse mejor. No
se puede justificar la siguiente actitud: "Lo que no sé no me hará daño". Lo que
no sabe un profesional acerca de la ética le hará daño no sólo a él o ella sino
también a las personas que dependan de sus servicios.
A veces el mayor obstáculo para formar mejor la conciencia moral de un
profesional es su actitud moral fundamental. Si ésta es malsana, difícilmente se
preocupará por formarse mejor. Las faltas graves contra la ética profesional
suelen tener raíces profundas en la actitud moral fundamental de la persona. Por
este motivo, muchas veces la única manera' en que se puede esperar que un
profesional forme mejor su conciencia, y que le haga caso, es lograr en él o ella
una verdadera conversión.
Cada profesional tiene la obligación moral de seguir formando su conciencia para
enfrentar con mayor sentido de justicia y moralidad los diferentes problemas que
surgen en el ejercicio de su profesión. Esta formación continua debe ser la basé
de cualquier intento de moralización eh cualquier país.

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5. La conciencia dudosa: ¿qué hacer?
La conciencia moral es segura de sí misma cuando no duda de un juicio que
emite referente a un acto determinado. En cambio, es dudosa cuando no logra
percibir con claridad su moralidad por carecer de la información necesaria para
juzgar. ¿Cómo debe reaccionar un profesional cuando no ve con claridad lo que
debe hacer para ser ético? En primer lugar, tiene la obligación moral de resolver
su duda lo mejor que pueda antes de actuar. Pero a veces, ni con la mejor
voluntad es posible despejar su duda. En tales situaciones, debe escoger el
camino del bien mayor. Venciendo sus propios deseos e intereses, debe intentar
ser lo más objetivo posible al determinar cuál es el bien mayor. En la medida en
que su actitud moral fundamental sea sana, y la persona pueda consultar con
expertos para aclarar sus dudas, esta tarea le será más fácil.
A veces la conciencia moral es dudosa frente a un conflicto entre dos derechos.
Por ejemplo, frente a una recesión económica, un gerente puede verse en la
necesidad de reducir el personal de su empresa. Por un lado, los trabajadores
que aportan lo que deben a la empresa tienen el derecho a una relación estable
de trabajo. No es culpa de ellos que haya una recesión. Pero por otra, si no se
reduce la planilla, la empresa va a quebrar. En esta eventualidad, no habrá
trabajo para nadie. Hay un conflicto entre el derecho de los trabajadores a
continuar trabajando y el derecho del gerente a despedir algunos de ellos para
salvar la empresa. En este caso, es obvio que el derecho del gerente tiene mayor
peso. Sin embargo, al ejercer este derecho, que en realidad es un deber frente
a la empresa, no debe lavarse las manos frente al derecho de los trabajadores.
Debe hacer lo posible para suavizar el golpe. Si la situación económica de la
empresa lo permite, puede ofrecerles una bonificación especial al retirarse de la
empresa. O quizás podría ayudarles a formar una pequeña empresa que podría
ofrecer servicios a su propia empresa, o a la sociedad en general.
6. La distinción entre el resultado de un acto malo y la culpabilidad o la
responsabilidad moral de la persona que hizo este acto
Es importante distinguir entre el resultado de un acto que es contrario al deber
profesional y la responsabilidad o la culpabilidad moral de la persona que realiza
tal acto.
Supongamos que el gerente de una empresa presiona a su contador para
preparar un balance fraudulento con fines de evasión tributaria. El contador
protesta. Los dos discuten acaloradamente. Al final, el contador acepta porque
el gerente le amenazó con despedirlo si no lo hacía. Da la casualidad que el
contador tiene problemas coronarios. El gerente no lo sabe. A causa de la
discusión, el contador sufre un infarto y se muere antes de poder hacer el trabajo.
¿De qué es moralmente culpable el gerente? No es culpable de la muerte del
contador porque no tenía ni idea de sus problemas coronarios. Pero sí es
culpable de haber exigido al contador que actúe contra su deber profesional. No
importa que el contador no tuviera tiempo para elaborar el balance fraudulento.
El gerente hizo un acto malo. Exigió que el contador preparara un balance

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fraudulento. Es culpable por lo que hizo, a pesar de que no se produjera el
resultado que él hubiera querido.
La responsabilidad moral de la persona no depende del resultado que de hecho
ocurrió cuando hizo tal o cual acto. Depende más bien de los siguientes factores:
1. La seriedad del acto cometido u omitido. Es decir, la gravedad del acto
(pensamiento, etc.) que hizo la persona. Esta gravedad se mide en
términos de las previsibles consecuencias malas de tal acto.
2. El conocimiento 'que tuvo la persona acerca de su deber moral en el
momento de actuar. ¿Hasta qué punto sabía la persona que lo que iba a
hacer era malo? Para que exista algo de responsabilidad moral, es
suficiente que esta conciencia haya sido una intuición.
3. La intención de la persona cuando hizo el acto. ¿Qué pretendía haber?
Tener una buena intención no es una justificación válida para usar un
medio moralmente no aceptable para lograr un fin bueno.
4. El grado de libertad con que la persona actuó. Es decir, ¿hasta qué punto
actuó libremente, por voluntad propia?
A modo de ejemplo, podemos comparar la culpabilidad moral de tres choferes
que han causado la muerte de un peatón en un accidente de tránsito.
El primer caso es el de un chofer que está manejando de noche, con el debido
cuidado, por una carretera poco iluminada. De repente un hombre ebrio sale a la
pista. El chofer no tiene tiempo para frenar su carro. Como resultado de este
accidente, muere una persona: el hombre ebrio. En este caso el acto que hizo el
chofer era manejar con el debido cuidado. Tuvo conocimiento de su deber moral
y se estaba esforzando por cumplirlo. Su intención era simplemente llegar a su
destino. Y usó su libertad para tratar de evitar el accidente. Lamentablemente,
no había nada que hacer: de hecho mató a una persona. Pero al examinar estos
cuatro factores, se ve que el chofer no tiene nada de culpa moral por la muerte
del hombre ebrio.
El segundo caso es el de un chofer que está participando en una fiesta un
domingo por la tarde. Al querer subir a su carro, sus amigos le advierten que por
los tragos que ha tomado no sería conveniente que manejara. Podría causar un
accidente. A pesar de esta advertencia, decide manejar su carro para llegar a su
casa. En el camino sale un niño, corriendo detrás de una pelota. En
circunstancias normales, el chofer hubiera podido parar a tiempo. Pero por los
efectos de los tragos, sus reflejos le fallan. Como resultado de este accidente,
también muere una persona: un niño. En este caso el acto que hizo el chofer era
manejar en estado etílico. Tuvo conocimiento de su deber moral y al decidir
manejar su carro en estado etílico, no hizo caso a lo que debería hacer. Su
intención era llegar a su casa. Si bien es cierto que en el momento de subir a su
carro no tenía pleno uso de su libertad (por estar bajo la influencia de los tragos),
tuvo suficiente libertad para manejar el automóvil; además, tuvo plena libertad
en el momento de tomar los tragos. Sabía que tenía que manejar su carro.
Debería haber usado su libertad para no tomar bebidas alcohólicas o para pedir
de antemano a otra persona que lo llevara a su casa. Al examinar estos cuatro

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factores, se ve que la responsabilidad moral del chofer por la muerte del niño
ciertamente existe; pero es menor que en el tercer caso.
El tercer caso es de un chofer que odia a su vecino. El perro de éste ladra mucho
cada noche, lo cual le quita el sueño. En una noche oscura este chofer está
manejando su carro. Ve a su vecino caminando con su perro por la vereda.
Decide que va a haber un accidente de tránsito y sube a la vereda con su carro.
Como resultado de este' accidente, mueren el vecino y el perro. En este caso el
acto que hizo el chofer era manejar en forma irresponsable. Subió a la vereda,
poniendo en peligro la vida de una persona. Tuvo pleno conocimiento de su
deber moral y decidió actuar contra este deber. Su intención era matar a su
vecino. Y actuó con pleno uso de su libertad. Al examinar estos cuatro factores
se ve que en este accidente el chofer tiene máxima responsabilidad moral por la
muerte del vecino.
En el mundo de los negocios es importante tener presente la distinción entre el
resultado de un acto inmoral y la culpabilidad moral de la persona que hizo tal
acto. Cualquier sanción debe aplicarse no sólo en función del resultado malo de
este acto, sino teniendo presente la culpabilidad moral de la persona.
7. La amistad: un valor distorsionado en el mundo profesional
Uno de los valores que se suele percibir en forma distorsionada en nuestra
sociedad es la amistad. Es cierto que la amistad es un valor; algo que debe tener
importancia en nuestras vidas. También es cierto que nuestros amigos nos
ayudan a dar sentido a nuestras vidas al entregarse a nosotros y al exigir de
nosotros una entrega personal. Sin embargo, también es cierto que la amistad
tiene límites. No debemos hacer cualquier cosa por un amigo aun a costa de
sacrificar nuestros principios morales.
Lamentablemente, con frecuencia los profesionales favorecen en forma indebida
a sus amigos en vez de defender los legítimos intereses de su empleador. No
conceden un contrato al mejor postor. Dan el visto bueno a la propuesta de un
amigo. Y en vez de contratar a una persona realmente competente, contratan al
amigo o a una persona que ha sido recomendada. En muchas empresas y
dependencias públicas, funciona el llamado tarjetazo para casi todo, sin respetar
los principios morales. Todo eso está mal. Pero muchas personas no lo ven así.
Los profesionales que creen que tienen el deber sagrado de favorecer a sus
amigos por encima de los principios morales, manifiestan una conciencia cegada
por valores distorsionados en la sociedad. No es fácil ayudar a los profesionales
a superar este tipo de deformación de su conciencia moral. Sin embargo, donde
hay buena voluntad y el deseo de aprender, mucho se puede hacer. El resto de
este capítulo pretende ser un aporte para las personas que desean comprender
dos cosas: el verdadero papel de la amistad y los límites de sus obligaciones
frente a los amigos.
7.1 Características de la verdadera amistad
Una verdadera amistad existe entre dos o más personas cuando comparten
valores, sentimientos, principios y responsabilidad por el bien del amigo. En una

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sana relación de amistad, todo parte de compartir valores genuinos. Los
sentimientos, como manera de expresar estos valores, son sanos. Los principios
son buenos a la luz de la moralidad objetiva. Y la responsabilidad por el bien del
otro incluye la posibilidad de criticarle cuando sea necesario por su propio bien.
Los amigos pueden compartir sus valores mediante sentimientos, ideas y
principios. La forma en que dan sentido a su vida determina cómo comparten sus
valores. En términos de la teoría del desarrollo humano de Fowler, en la tercera
etapa de fe humana los amigos fundamentan su amistad en sentimientos
compartidos. Aceptan en forma acrítica los valores morales de sus amigos.
Creen que piensan de la misma manera frente a todo. Pero tanto a nivel de sus
principios como a nivel de sus valores más profundos, puede haber
discrepancias que nunca descubren porque no están dispuestos a discutir con
un amigo. Temen que una discusión podría romper una linda amistad. Y ésta es
la gran debilidad de la amistad entre personas cuya fe humana es sintética-
convencional. No suelen tener la libertad ni la valentía de cuestionar lo que sus
amigos piensan o quieren hacer. Y están aún menos dispuestos a cuestionar sus
valores.
Cuando una persona comienza a sentir la necesidad de avanzar hacia la cuarta
etapa de .fe humana, desea fundamentar su amistad más bien en ideas y
principios compartidos. Muchas veces surgen roces entre la persona y sus
amigos. Lo que produce estos roces es el hecho de que algunos de ellos no
sienten este mismo deseo. En esta transición, cualquier persona corre el riesgo
de perder algunos amigos. Pero también descubre amigos nuevos. Comienza a
fundamentar su amistad en las ideas y los principios que comparte con ellos.
Cuando dos o más personas se dan cuenta de que comparten ideas y principios,
surgen sentimientos de amistad. Pero en la cuarta etapa de fe humana estos
sentimientos no son el fundamento de la amistad. Son consecuencia de haber
fundamentado su amistad en ideas y principios compartidos.
Cualquier amistad implica un sentido de responsabilidad por el bienestar del
amigo. El grado de responsabilidad depende del grado de amistad; pero en todo
caso, tiene límites. En nuestro medio, la mayoría de las personas creen que esta
responsabilidad va mucho más allá de lo que exige la moralidad objetiva. Por
este motivo, fácilmente sacrifican sus principios morales frente a lo que sienten
como una obligación sagrada de ayudar a sus amigos. Como es obvio, este
riesgo es mucho mayor en personas cuyos valores morales se expresan sólo a
nivel prerreflexivo. Si no se logra que tales personas avancen hacia una
moralidad basada en principios, no se puede superar esta visión distorsionada
de la amistad. Es verdad que la amistad es un valor. Pero no es menos verdad
que los principios morales de uno mismo deben prevalecer sobre supuestas
obligaciones con los amigos, que en realidad no existen.
7.2 La amistad en la selección de personal
De lo dicho anteriormente, se podría llegar a una conclusión equivocada en el
sentido de que la amistad nunca debería influir en la selección de personal. Para
cualquier cargo, se debe escoger a una persona idónea que reúna las cualidades

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y las habilidades necesarias para desempeñarse bien en el puesto. No es
moralmente aceptable dar a un amigo o a un recomendado un .puesto para el
cual no está preparado porque en la selección de personal, cualquier profesional
tiene la obligación moral de defender los legítimos intereses de su empresa o
institución.
Cuando una empresa o una institución tiene un procedimiento claramente
establecido, tal como puede ser un concurso abierto, la persona encargada de
la selección de personal debe regirse por las normas establecidas. Cualquier
excepción tendrá que ser autorizada por la autoridad competente que a su vez
tiene la obligación moral de vigilar por los legítimos intereses de la empresa o
institución.
Si se trata de buscar una persona para ocupar un cargo de-confianza, es posible
que la amistad juegue un papel en el proceso de selección, siempre y cuando el
concepto que se tiene de la amistad sea moralmente correcto. Si se supone que
varios candidatos reúnen las cualidades y las habilidades necesarias, y 9i se
supone que sea más fácil integrar a un amigo al equipo y exigir que cumpla bien
sus funciones, no hay inconveniente en dar algún peso al factor amistad. Sin
embargo, habrá que tener mucho cuidado al proceder así. La experiencia indica
que en la mayoría de los casos es más difícil exigir el cumplimiento a un amigo
que a una persona que no goza de nuestra amistad. Lo importante es tomar la
decisión que mejor favorezca los legítimos intereses de la empresa o la
institución.
¿Qué puede decirse acerca de la moralidad de contratar a familiares para cargos
vacantes? En pequeñas empresas familiares, si un familiar realmente reúne las
cualidades necesarias para desempeñar bien un determinado cargo, no hay
inconveniente en dárselo. Sin embargo, si no puede atender a las necesidades
de los clientes, no se le debe ofrecer el puesto por familiar que sea. Por lo
general, con un poco de entrenamiento, se puede subsanar esta falta de
idoneidad al tratarse de una pequeña empresa. Pero si se trata de una empresa
o una institución grande, el asunto es mucho más delicado. En tales casos se
aplican las mismas normas señaladas en el párrafo anterior. La experiencia
indica que, por lo general, es muy difícil exigir un buen cumplimiento a los
familiares que están bajo las órdenes de uno mismo. Por este motivo, son
muchas las empresas y las instituciones que tienen como política no contratar a
parientes de sus empleados. Esta política representa un juicio práctico acerca
de un medio necesario o conveniente para defender un valor. Por lo tanto, no
debe ser considerado como un principio moral.
7.3 La amistad y contratos con proveedores
¿Un profesional debe contratar a sus amigos para proveer de bienes y servicios
a la empresa cuyos intereses él representa? La respuesta a esta pregunta es la
misma que en el caso de contratar a sus amigos como empleados. Al conceder
un contrato, su obligación moral es vigilar por los legítimos intereses de su
empresa o institución. Puede ser que en nombre de la amistad le sea más fácil
exigir el cumplimiento oportuno de un contrato. Pero también puede ser que su

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amigo intente aprovecharse de esta amistad, mal entendida, para no cumplir. Lo
importante es que en cada caso se tome la decisión que mejor favorezca el
cumplimiento del contrato. Una vez más, la experiencia indica que la mayoría de
las veces es más difícil exigir el cumplimiento a un amigo que a uno que no goce
de nuestra amistad.
7.4 La amistad es un valor
Ciertamente, en el mundo profesional, la amistad es un valor. Lamentablemente,
en nuestra sociedad se suele percibir este valor en forma distorsionada. Este
problema se da con mayor frecuencia en personas cuya moralidad es
prerreflexiva. Una de las ventajas de pasar a una moralidad más reflexiva es que
aumenta la probabilidad de percibir la amistad en su verdadera dimensión. Es
necesario que las personas desarrollen su capacidad de dar prioridad a sus
principios morales frente a exigencias inmorales que otros les puedan hacer en
nombre de una supuesta "amistad". Sólo así podrán percibir, con una conciencia
moral bien formada, las obligaciones y los derechos que corresponden a una
verdadera amistad.

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