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SEMINARIO DIOCESANO DE TOLUCA

CURSO INTRODUCTORIO
Documentos del Magisterio para la Vida Sacerdotal
Ensayo al libro “Un cura se confiesa”
Adrián Hernández
Noviembre 28, 2022

La ordenación sacerdotal es el argumento principal de este libro, la mayoría de las


líneas contenidas hacen referencia a la vida sacerdotal de “un cura” que siendo
seminarista pasa a ser un diacono por gracia de Dios. En parte es muy acorde el
contenido de este libro para reflexiones de un seminarista y en parte no, haciendo
manifiesto que únicamente siendo parte de lo que queremos explicar podemos
hacerlo, de manera contraria sería imposible; ¿A que quiero llegar con esto? Lo
dice claramente en el penúltimo capítulo “Yo te absuelvo” ¿Qué puede decir un
sacerdote recién ordenado acerca de la confesión?, seguramente poco, o quizá lo
teórico, pero aquel sacerdote que lleva años absolviendo faltas a los fieles
mediante la confesión sería el más apropiado para escribir a profundidad lo bello
del sacramento.

Como seminarista recién inscrito quiero mencionar que no es fácil el cambio


de vida, siendo un seglar común y posteriormente abrazar la vida de formación
sacerdotal, ya que hasta para esto se necesita 99,9% gracia de Dios y 0,1%
trabajo propio. Me identifiqué con una experiencia similar que relata Martin
Descalzo cuando le dicen. -Padre, ¿podría confesarnos? Y respondí con las
mismas palabras que el usó, supongo que a la mayoría de los seminaristas nos
ilusiona mucho que nos tomen ya por sacerdotes, claro no es necesario ni debido.

Conforme avanza la lectura del libro se recrean imágenes en la mente


acerca de experiencias o pensamientos similares de los cuales reflexiono
personalmente. Me asombra la gracia de Dios que mueve a los jóvenes para
ingresar al seminario, sé que no son un gran número, pero sus rostros muestran el
deseo de conocer y amar más al Creador y así como ellos, sucedió también con
su hermana del autor, que ingresan a la vida consagrada y no tienen idea de la
vida laical, pero son felices. Por eso y más aspectos percibo que el contenido de la
obra no está lejos de la realidad de muchos aspirantes a la vida consagrada.

Por otro lado, es preciso resaltar que durante la formación sacerdotal


primeramente se busca hacer mejores humanos, ya formados esos los mejores
humanos se logará formar sacerdotes plenos, y durante todo ese trayecto quiero
mencionar a San Pablo en 1Co (11, 27) “Por eso, el que coma el pan o beba la
copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del
Señor.” Pues bien, cuanto más aún debe recordar esto un sacerdote pues desde
su ordenación fue “convertido” en Cristo, y sucede que llegamos al punto en que la
celebración de la Eucaristía es algo muy común olvidándose del milagro que se
hace presente y es un acto que a todos nos puede suceder puesto que en el
momento culmen de la celebración suceden actos que nuestros ojos no pueden
ver, pero no significa que no existan (Ilustración 1).
¿Qué implica todo eso? Implica que desde la
formación sacerdotal debe ser consciente de todos
los aspectos que demanda el futuro real, el cual se
tendrá cuando por gracia de Dios el seminarista sea
ordenado sacerdote, que se resume en pocas
palabras como “¡Hombre de Dios!”.

Todos somos personas que necesitamos de Dios


sin importar la edad o la ocupación, la mayoría de
veces no lo escuchamos a pesar de que Él se nos
presenta de muchas formas a diario, solo debemos
descubrirle mediante el silencio y la oración,
lamentable es reconocer que no sabemos estar en
silencio y aun menos en oración, mientras que la
Ilustración 1. Elevación del Cuerpo de
Cristo durante la consagración.
mayoría de los jóvenes que son la principal fuente de
vocaciones solo buscan placeres carnales sin
obtener provecho espiritual de ellos. Acaso ¿Pueden surgir sacerdotes a partir de
jóvenes con esas costumbres? Si, solo hagamos lo que nos toca y Dios se
encarga siempre del resto. La voz de Dios es tan poderosa que puede hacer (más
no obligar) a que alguien sea quien sea, le entregue su vida en el sacerdocio
dejando por completo su vida previa.

Después de la homilía del día de hoy se nos pidió un gesto de


reconciliación entre nosotros seminaristas, pero creo que más que reconciliación
fue un gesto de amor, y creo que es lo que no debe faltar en los sacerdotes, el
amor, y que nos provenga imparablemente de Dios, que amemos y que amemos
sin consideraciones.

Según el rito para la ordenación de subdiáconos mencionado en el texto,


que personalmente no es más que la observación a lo que se aproxima, y después
de estudiar en el seminario pienso que solo sería como una confirmación de lo
vivido durante años haciéndose parcialmente pleno ya que no hay vuelta atrás, por
su insolubilidad del sacramento se pide pensarlo seriamente. Con lo previo, no
tiene sentido hablar de relaciones afectivas involucradas en ningún momento de la
etapa formativa y ministerial.

Preciso es saber que cada seminarista vive de forma particular cada etapa
de su formación, conforme va progresando en los ciclos que propone el seminario,
él debe de dar una respuesta cada vez más clara y firme al seminario y por ende a
la iglesia, haciéndose presentes más muestras de amor para conocer, amar y
valorar a Dios, obviamente la respuesta al principio de la formación quizá será la
misma que al final de ésta, pero no igual en cuanto a su plenitud. Saber que no
somos del mundo, somos de Dios para servir al mundo. De igual forma sucede
cuando un diacono le es entregado el sacramento de segundo orden.

El día de mañana 18 de noviembre serán ordenados en la catedral de


Toluca tres diáconos, así que esta noche será de inolvidables sucesos para su
vida, hoy fue su ultimo día como seminaristas creo que de algún modo he visto en
la persona de nuestros hermanos al diaconado un reflejo del texto, siendo
emotivos los momentos vividos hoy en la hora santa. Mañana serán emitidas sus
primeras oraciones de bendición y distribución de sacramentos. La mejor reflexión
del libro considero que se concentra en el momento de la ordenación en que el
obispo a los aspirantes al diaconado les muestra el Santo Evangeliario diciendo:
“Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; cree lo
que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas”.

Tras la formación permanente del seminarista, diacono, sacerdote, obispo,


etc., la meditación de la Sagrada Escritura es la que formará uno de los pilares de
la vida entregada a Dios, recibiendo dignamente y ejerciendo con esmero las
gracias recibidas de Dios procurando la mortificación de la carne, alejamiento de
los vicios y toda concupiscencia.

Puede causar temor el pensar que el sacerdocio es un sacramento


insoluble, siendo por lo tanto ETERNO (si, incluso después de 47 613 925 804 127
209 años), aun después de la muerte se conserva el mismo, dejando un
sentimiento de pesadumbre, ¿Qué involucra o que demanda ser sacerdote incluso
después de la muerte? Considero que una mayor responsabilidad como pastor,
responsable de un grupo de fieles que buscan a Dios por medio de uno mismo, y
ya se mencionaba anteriormente, sacerdote es ser lazo de unión entre Dios y el
pueblo, que ante cada momento se debe agradar a Dios incluso desde el
pensamiento. Si eso no es una gran responsabilidad no tengo idea de ¿cómo se le
pueda considerar? Pero aquí está el otro lado de la moneda, ese sacramento está
guiado por el Pastor de pastores, que mediante su gracia nos guía, que nos
conforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que
sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. (2 Co 1, 4).

En cuanto a la consagración puedo comentar que es un momento lleno de


misterio, donde la transubstanciación es algo que presenta dificultad comprender
por medio de la razón y que la fe la supera por mucho. Un riesgo se puede
presentar cuando las celebraciones se hacen con rutina, sin pensar incluso lo que
está presente en las mismas manos del sacerdote donde todo el mundo debería
arrodillarse cuando el sacerdote sostiene la Sagrada Eucaristía. (Ilustración 1),
para entender lo anterior propongo recordar Apocalipsis 4, 1-11. Indispensable es
recordar que todos los días, en miles de iglesias en el mundo se hace presente y
vivo a Dios por medio de la Eucaristía. ¿Quién es digno de ser sacerdote y hacer
presente al mismo Dios creador de todo? Ningún mortal en el pasado, presente y
futuro del mundo, cayendo nuevamente en la gracia y amor de Dios para con la
humanidad.
¿Qué cosa puede pedir un seminarista o sacerdote a Dios? La historia de
vida es tan personal como cada mente y lo maravilloso es que Jesucristo conoce
cada uno de ellos. Cada historia de vida o encuentro con Dios es lo que une desde
el principio hasta el presente la vida de cada persona que lo sigue, pero
específicamente, es de suma importancia la razón por la cual Dios llama, esa
razón que quizá desde la niñez, juventud y madurez se presenta en el interior, eso
es lo que nos une a Él y que jamás debemos olvidar porque es causa de
motivación en los momentos más cruciales, que día a día el Señor va preparando
el corazón para servirle en el momento y lugar indicado, para que todos los días le
respondamos como el joven Samuel: “Habla, que tu servidor escucha”. Uniendo lo
anterior solo por gracia de Dios y con deseos sinceros de seguirle se puede dejar
todo aquello que nos ha dado, incluso los bienes materiales que muchas veces
nos alejan de Él, por seguir al Maestro se deja atrás a la familia, relaciones
afectivas, grados académicos, vicios, comodidades, dinero, en fin quitando de
nosotros aquello que no nos acerca a Él y dándonos aquello que nos acercaría a
Él, así que yo te pido a ti lector que recuerdes todo aquello que en el pasado
jamás hubieras hecho por acercar a las personas a Dios, y que ahora eso se
realiza con amor, eso solo se puede traducir como gracia divina.

Por otro lado se manifiesta un gran reto en la vida de los consagrados a


Dios que es sobrellevar la soledad, no es fácil vivir en soledad ya que el ser
humano por naturaleza es un ser social, un ser que interactúa con individuos
diversos, pero así lo demanda la vida consagrada, no siempre se gozará con la
dicha de tener a los seres queridos cerca, amistades, o fieles que dediquen su
tiempo para compartir con el clérigo, pero incluso en los momentos de soledad
Dios nunca se aleja de nosotros y es una gran ventaja, ya que los ratos de
melancolía la ociosidad se puede hacer presente y ¿Cómo podría vencer la
ociosidad un sacerdote que no tiene una relación con Dios y que lleva una vida sin
oración, mortificación o servicio?, fácilmente será devorado por ese león rugiente
que busca a quien devorar. Así que aquel aspirante al sacerdocio debe estar
dispuesto de buscar la satisfacción de dar todo eso que Dios le ha provisto.

Que Dios ilumine a todo el mundo para vivir, hablar, enseñar, predicar y
haciendo todo como Él lo hacía y que el tiempo de formación en el seminario sea
para todos sus miembros la oportunidad de hacer una verdadera y madura
comunidad dándose plenamente en el futuro a una sociedad tan necesitada de
Dios.

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