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¿Será posible el sur?

Arleison Arcos Rivas

"¿Será posible el Sur, será posible? Si se viese al espejo, ¿se reconocería?", se escucha en la
inconfundible voz de Mercedes Sosa, mientras reviso materiales sobre la elección de gobernantes
de izquierda como López Obrador en México, Fernández en Argentina, Castillo en Perú, Xiomara
Castro en Honduras, Petro en Colombia, Boric en Chile, las aisladas naciones de Cuba, Nicaragua y
Venezuela, y el factible triunfo de Lula en Brasil.

Mucho se ha hablado del péndulo que va de derecha a izquierda en los procesos electorales,
identificando con tal símil la inclinación transformadora del espectro político. Sin embargo, no
existe ni fórmula ni herramienta de pronóstico que permita asegurar invariantes tras ese
desplazamiento, ni la velocidad con la que ocurre tal variación. Menos aún, puede asegurarse, por
sí misma, la durabilidad de sus efectos en la dinámica propia de la política exterior.

Luego del periplo programático de la derecha gobernante, ha quedado claro su fuerte compromiso
con la desinstalación de iniciativas de cooperación regional refractarias o desafectas del libre
comercio como UNASUR, el ALBA e incluso el Pacto Andino; mientras se promovieron
organizaciones como la Alianza del Pacífico y el Grupo de Lima, hoy con un futuro incierto, dado su
marcado acento ideológico intervencionista en asuntos de política internacional.

Los procesos de entendimiento, cooperación y firma de tratados entre las naciones del Sur del
continente históricamente han resultado pálidos, desinflados y de corto impulso, debido en buena
medida al oleaje político en la región. Pese a que han estado impulsados por la idea de hermandad
de nuestros pueblos, ninguno de los mecanismos instalados hasta ahora ha podido superar la
retórica incendiada de las declaraciones, ni la incertidumbre en los diferentes escenarios
gubernamentales.

Pese a que las dinámicas de organización regional han ganado terreno en el mundo, consolidando
alianzas militares, agrupaciones de naciones megamillonarias, clubes internacionales, sistemas de
coordinación federativa y enlaces económicos, la fragilidad de la economía mundo dibuja
fricciones y fracciones en estas asociaciones a lo largo y ancho del planeta.

Desde la alerta esperanzada de Nkrumah exigiendo la unidad de África recogida hoy en la Nueva
Alianza para el Desarrollo de ese continente, pasando por los acuerdos ultraterritoriales de
cooperación transpacífica, la Asociación Económica Integral Regional, la Unión Europea, el TLCAN,
el Mercosur, hasta la Secretaría de Interacción Económica Centroamericana, las naciones del
mundo han jugado al internacionalismo de los mercados, globalizando el comercio, la inversión y
el desarrollo como estrategias de interconexión pacífica y cooperativa.

En esa búsqueda, los países de América del Sur se han imaginado igualmente solidarios y
cooperantes, pese a que hasta ahora resultan parcos a la hora de establecer una ruta compartida
de integración y alianza que conecte sus disimilitudes. Como lo reconoce un informe cercano del
BID, luego de un cuarto de siglo del nuevo regionalismo, “Los ACP subregionales de ALC, de poca
envergadura y cuyos miembros tienen ventajas comparativas similares, no tenían las condiciones
necesarias para generar ganancias de escala y especialización lo suficientemente grandes
como para mover la aguja de la competitividad en el mercado global. Esta limitación se hizo aún
más intensa en un contexto en que el surgimiento de las megaeconomías y los megaacuerdos
estaban transformando la economía mundial.”

Las asimetrías entre naciones y conjuntos regionales no sólo ponen serias trabas al proceso de
convergencia trasnacional, dificultando los procesos de planeación integrada, ajuste normativo y
fortalecimiento de enlaces multinivel. También evidencian la distancia existente en la
consolidación de conglomerados económicos y nexos corporaciones entre nuestros países. El
conjunto de bloqueos a la integración, hacen manifiesta la brecha institucional todavía existente
en los procesos de adopción de las decisiones públicas, pese a la intensa proliferación de cumbres,
encuentros, tratados y declaraciones en busca de la identidad articuladora de una región en la que
el levantamiento de fronteras continúa afectando los arreglos institucionales y trasnacionales.

Pese a que se cuenta con acuerdos en diferentes asociados a la promoción de la movilidad, la


intensificación del turismo, la paridad en los sistemas educativos, la igualación de la normativa
contable, se busca el equilibrio en el tratamiento penal, se establecen políticas comunes de
arbitramento y de normalización de la justicia, no se generan condiciones que agiganten la escala
de la región en el mapa económico planetario.

En una economía en la que los megarricos resultan cada vez más influyentes incluso en la fijación
de indicadores de sus propias naciones, resulta imperioso acelerar los pasos de convergencia
regional, mucho más cuando el ambiente político con la izquierda gobernante parece propicio o,
por lo menos, genera un ambiente favorable al internacionalismo del Sur que pueda resultar
posible.

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