Está en la página 1de 7

UNIVERSIDAD ANDINA DEL CUSCO

FACULTAD DE INGENIERIA Y ARQUITECTURA

ETICA Y DEONTOLOGIA PROFESIONAL

TEMA: INVESTIGACION FORMATIVA –


RESPONSABILIDAD SOCIAL

DOCENTE: ZAMALLOA ACURIO VIOLETA

ALUMNO: MAMANI COSIO MAXHULE

CUSCO-PERÚ
2022- II
“PERMANECEN VIGENTES DE LA ÉTICA Y LA EDUCACIÓN
MORAL EN LA EDUCACIÓN”

INTRODUCCIÓN

Hoy en día, existiendo mayor consenso sobre la virtud de enseñar ética y de continuar la
educación moral de los jóvenes en el ámbito universitario, es preciso determinar ¿cuáles
son los valores fundamentales y cuáles las condiciones pedagógicas de su enseñanza?
Este artículo presenta los resultados de una investigación tendiente a establecer la
función realmente asignada a la enseñanza de la ética y a la educación moral de la
persona en el contexto

Universitario. A partir de una investigación documental, seguida de un estudio


comparado con muestreo teórico, se encontró que mientras el 52% de los programas
revisados tenían al menos un curso asociado a la enseñanza de la ética, no hay
contenidos orientados específicamente a la educación de la acción moral. En las carreras
de derecho y medicina prima la tendencia hacia la ética profesional, mientras en
ingeniería civil se encaminan a la responsabilidad social. Se concluyó, a partir del
análisis del contenido de 120 asignaturas, que la formación moral de la persona sigue
ausente del currículo universitario.

DESARROLLO

Marcadas por crisis económicas y escándalos de corrupción, la última década del siglo
XX y la primera del XXI encendieron una alerta general sobre el sentido de la
educación universitaria. En este contexto, en todo el mundo y desde diversas
perspectivas se dinamizó la investigación científica sobre enseñanza de la ética y sobre
educación moral en adultos jóvenes y en estudiantes universitarios

Otro elemento innovador de la investigación adelantada es la necesaria diferenciación


entre enseñanza de la ética y educación moral. Etimológicamente las palabras ética y
moral se aplican para designar situaciones muy cercanas, la primera surge para nombrar
la forma de ser, el éthos, y la segunda, la costumbre moralis. El desarrollo del
pensamiento filosófico va marcando notas distintivas entre una y otra, hasta llegar a
ordenar diferentes niveles de razonamiento y reflexión. Ahora bien, educar a la persona
para que module su acción con sujeción a normas y a juicios morales, no equivale a
enseñarle a filosofar sobre la moral. En consonancia, la investigación no podía limitarse
al conteo de seminarios, cursos o asignaturas con alusión a una u otra categoría; al
contrario, se obligaba a auscultar los contenidos para separar y abstraer aquellos que
atañen a la ética, a la moral y, de paso, aquellos que no corresponden a estos niveles de
razonamiento. Para lograr este propósito se optó por aplicar muestreo teórico.

Tras este análisis de causas, veamos las consecuencias de los prejuicios y connotaciones
negativas que generalmente se proyectan sobre los términos Virtud, moral, educación
moral, doctrina, hábito y otros. Creo que la principal consecuencia de estos hechos
analizados, es un fenomenal problema de lenguaje que viene a unirse a los muchos que
ya afectan a la Pedagogía, dificultando aún más ya posibilidad de que los educadores
lleguemos a cualquier acuerdo en un tema, ya de por sí, difícil y controvertido. El
mecanismo que ha producido este problema de lenguaje al que me refiero, es el
mecanismo normal y muy bien estudiado por los lingüistas, que se pone en
funcionamiento cuando una palabra se carga de connotaciones negativas. Así cuando la
tendencia inflacionista de la economía actual produce una auténtica carga de
connotaciones negativas sobre todo lo que sea o parezca una Subida de precios, la
persona que, en un momento dado, necesita justificar una nueva subida de precios,
sustituye los términos y habla de «reajuste de precios». Ciertamente toda subida de
precios es un reajuste, pero no todo reajuste tiene por qué ser una subida; sin embargo,
de hecho, dos palabras que tienen una amplitud diferente acaban utilizándose como
sinónimas. El peligro que este mecanismo entraña, es que basándose en la diferente
amplitud de los términos, se abre paso a la libre circulación del sofisma. Pues bien, el
mismo mecanismo se ha puesto en funcionamiento ante la presencia de múltiples
connotaciones negativas sobre los términos implicados al hablar de moral.

Así, en vez de hablar de virtudes tendemos a hablar de avalores, aunque en muchos


casos somos conscientes de que la amplitud de los términos no es la misma.
Ciertamente, toda virtud supone y tiene en su base algo realmente valioso para el
hombre; pero, un valor, él sólo, sin el hábito de llevarlo a la práctica en las actuaciones
concretas no es una virtud. Lo que ocurre es que el mismo término hábito está
Igualmente cargado de connotaciones negativas que hacen que se le sustituya por el
término «actitud. El resultado es que cuando alguien quiere decir que la virtud de la
justicia debe ser uno de los objetivos de la educación, acaba diciendo que debemos
desarrollar una actitud permanente para que el chico viva el valor de la justicia.
¿En qué medida se puede justificar que el desarrollo moral sea un objetivo educativo?,
o, en otros términos, ¿por qué los estadios superiores del desarrollo moral son más
adecuados o mejores moralmente? En numerosos escritos Kohlberg (1971, a; 1971, b;
1973) ha señalado que la existencia de estadios morales universales del desarrollo
moral, que la investigación empírica ha descubierto, justifica la legitimidad de las
acciones educativas tendentes a promover tal desarrollo. Así afirma: «la conclusión
educativa que se deriva de la existencia de estadios morales universales de desarrollo
moral. Es que un campo educativo válido y legítimo es estimular el desarrollo moral de
todo niño si es posible hasta el estadio sexto », más que la transmisión de informaciones
o la adoctrinarían con reglas o normas del medio escolar o social. Pero esto implica que
se pueda determinar en qué sentido el desarrollo moral de los estadios, descritos
psicológicamente, se pueda justificar como deseable en una tarea educativa, y será
necesario recurrir a una filosofía moral que determine que un estadio posterior es más
adecuado moralmente (Kohlberg, 1975).

Tal como venimos desarrollando nuestro ensayo queda claro que la ética no puede
encontrar su camino de justificación solamente en el deber por el deber, sino que debe
ante todo partir de la experiencia primigenia de su inclinación a un determinado bien,
teniendo plena consciencia de esta misma experiencia. De ahí que proponemos elaborar
una ética a partir de la perspectiva del sujeto de la acción, es decir, una ética de primera
persona que difiere de una visión moderna de la ética basada en tercera persona, o sea,
desde el punto de vista del juez, del legislador o el observador que valora la acción.

Por ello la ética no tiene que limitar su interés sólo a las acciones de justicia o a las
acciones respecto de los otros, como sucede en la ética moderna, sino que debe
extenderlo a todos los actos libres, en cuanto que todos tienen su condición de
inteligibilidad en la originaria idea de vida buena y en el originario interés por
realizarla"

Por tanto, el bien común, y el bien individual de cada uno de los seres humanos,
comprenden diversos aspectos, y se encuentran íntimamente relacionados y abarca
varios aspectos del ser humano, como es la familia, el trabajo y las relaciones humanas
en general. Siendo una de ellas, las que se establecen en el campo del ejercicio
profesional, es necesario ver cómo puede el hombre desenvolverse en este aspecto,
llevando a consecución su propio bien y al mismo tiempo el bien de los demás. Se hace
necesario por tanto, analizar los principios que han de regir el actuar humano en el
campo profesional, que es uno de los ámbitos en el que interactúa con otros y establece
relaciones con sus semejantes.

Uno de las primeros aspectos que debemos tener en cuenta cuando abordamos la noción
de profesión, es el hecho que toda profesión es trabajo, pero no todo trabajo es
profesión; el término trabajo tiene de por sí un sentido mucho más amplio, dado que
engloba a toda la diversidad de profesiones que pueden haber y que se insertan dentro
del marco económico - organizacional las cuales se encargan de brindar un determinado
servicio a unas personas determinadas; y mediante el cual una persona entra a formar
parte de este mismo marco económico organizacional. El trabajo vendría a ser esa
inclinación general que corresponde a cada persona y la profesión la concretización
específica y determinada de esa inclinación natural. Es en este contexto en el que
debemos abordar la génesis del concepto de profesión en cuanto tal. Uno de los
conceptos claves que están en el inicio del significado de la noción de profesión es la
perspectiva clerical aplicada a este vocablo.

Abordamos el concepto de profesión como aquella actividad dirigida a un bien


específico, que implica una cierta comunidad de personas que tienden a ese mismo fin,
utilizan, por tanto, un lenguaje común, y al mismo tiempo tiene una repercusión
colectiva dado que dicha actividad se orienta al servicio de la sociedad. Este bien
específico contribuye a la realización del propio bien racional, al tiempo que ayuda en la
consecución de los otros fines fundamentales de la vida a otras personas que son
beneficiarias directas del servicio de un profesional. Cuando hablamos de excelencia
profesional evidentemente nos referimos a la práctica virtuosa de los profesionales en la
búsqueda de los bienes internos que son propios de su accionar profesional en el que se
encuentra inserto. Dicho accionar se encuentra enmarcado dentro de una serie de
valores que orientan justamente esas acciones y decisiones que se necesitan tomar en
ciertas situaciones y respecto a ciertos hechos concretos, así como una serie de
posibilidades que hacen precisamente que una persona actúe éticamente en el ejercicio
de su profesión. Y son precisamente esos principios valorativos, los que, más allá del
sin fin de posibilidades y concreciones, los que nos permiten discernir las malas de las
buenas actuaciones profesionales. Ahora bien, ¿de dónde emergen estos criterios o hacia
dónde apuntan? Lo hacen precisamente de unos principios superiores que hace que
podamos diferenciar una práctica profesional éticamente aceptable de una que no lo es.
Ahora bien, todo esto que venimos diciendo respecto a los principios tiene su
justificación en el hecho que toda actividad humana ha de estar en conexión con su fin
más propio, por tanto, los principios ayudan a articular las decisiones y actuaciones
específicas de las personas en torno al ideal de vida buena, entendida como vida
humana vivida en plenitud. Los principios entran en juego con las diversas acciones que
surgen del dinamismo propio de los deseos humanos que provienen tanto de su propia
naturaleza como de los que incorpora el hecho de pertenecer a una determinada cultura.
Ahora bien, junto a este fin general hay fines también más específicos como los que
atañen a las diversas actividades profesionales insertadas también en campos específicos
de actuación; lo que conlleva a la existencia de principios específicos para los campos
específicos de aplicación, dotados de una normativa también específica, como es el caso
del campo específico de cada práctica profesional. Los principios, por tanto han de
entenderse Por tanto, podemos afirmas que es un “buen” profesional aquel que realiza
buenas prácticas profesionales. Pero ¿qué es una buena o mala práctica profesional. Tal
como venimos explicando, la respuesta a esta pregunta es diversificada según las
diferentes profesiones, e incluso según diversas épocas en las que se desarrollan esas
profesiones, y teniendo en cuenta las diferentes culturas y circunstancias en las que se
circunscriben las prácticas profesionales. Lo importante es no perder de vista el gran
horizonte que hace posible la finalización de la vida humana en todos sus aspectos y que
han de conducir a una vida buena y plena, logrando al mismo tiempo conseguir aquellos
bienes intrínsecos que forman parte de las prácticas profesionales y que posibilitan al
ser humano su realización personal.

CONCLUSION

La universidad ha de ejercer esa responsabilidad social no solo desde un punto de vista


externo, sino también desde un aspecto interno incluso en el mismo proceso formativo,
es decir, no ha de procurar solamente la instrucción-especialización de los nuevos
profesionales, además debe “formar” personas con rasgos éticos, que posean las
competencias para participar en un proyecto que asegure desde el desempeño de su
propia labor profesional la reconfiguración de una sociedad más buena, más justa.
Hablar de responsabilidad social universitaria es hablar de la ineludible tarea de formar
en responsabilidad. Formar en la capacidad de plantearse un proyecto de vida con unos
valores éticos comunes y compartidos que, plenamente asumidos, conllevan como
resultado final, a la formación de profesionales responsables éticamente que no son
ajenos a los problemas sociales pues son conscientes que sus acciones no solo
repercuten en sí mismos sino también en la vida de los demás con los que comparte una
misma cultura y sociedad. O el hecho a poder mantenerlo dentro de todo lo que
tengamos que hacer.

 RESPONSABILIDAD SOCIAL

También podría gustarte