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“LA DAMA DE LAS CAMELIAS”

LA MUERTE, LA ESPERANZA Y LA CONDENA

Vázquez Aranda Wendy Alondra. 338

Hablemos sobre esta obra, La Dama De Las Camelias, una obra de teatro que adapta e
interpreta al libro que lleva el mismo nombre escrito por Alejandro Dumas hijo. La adaptación
a la que nos referiremos será la de Neill Barlett

La historia nos muestra la breve vida y prolongada muerte de Margarite Gautier, una
cortesana (prostituta de cierto refinamiento y, usualmente, con clientes aristócratas o
burgueses) reconocida y muy solicitada que vivía rodeada de lujos y fiestas en la gran
ciudad de Paris, Francia alrededor de los años 1840. Una mujer exquisita, jovial y viva como
un fresco verano muy a pesar de la enfermedad mortal que le pisa las faldas y que no le
permite, en ningún momento, olvidarse de que su féretro la espera con cada año, cada mes,
cada día, cada hora y cada segundo que pasa.
El tiempo de Margarite está sentenciosamente contado y ella lo sabe. La tuberculosis le
cierra la garganta para cortar su melodiosa risa, le roba el bello tono rosa a sus mejillas así
como el rojo provocativo a sus hermosos labios y le arrebata la felicidad y el placer que
todos encontramos en la certeza de que hay un mañana para nosotros… Aún con esto,
Margarite no es una mujer que deje a la suerte o destino de Dios su placer ni que se
doblegue a las recomendaciones de descanso que sus médicos le ofrecen, ella sabe que
morirá joven, que la enfermedad se la llevará antes de que pueda lamentarse, por tanto, es
ella quien decide y define qué calidad de vida mantendrá mientras espera su salida de este
mundo, portando orgullosa sus mejores vestidos, cubriendose de sus más costosos regalos,
gastando más de lo que tiene, bebiendo más de lo que puede y saliendo más de lo que
debería.

Ya descrito el simple pero concreto plan de vida de Gautier tengo la obligación de describir el
hecho, o más bien la persona, que interrumpió el curso de las cosas, que alteró el frágil
orden en la ya tempestuosa vida de Margarite y que, probablemente, podríamos definir como
su más fuerte esperanza y a la par como su más inocente condena.
Fue en un teatro en donde La Dama de las Camelias, Margarite Gautier, y el joven Armand
Duvall fueron presentados por un amigo y conocido en común de nombre Gastón. El
encuentro fue breve, el joven estaba embelesado por la belleza de Margarite y su ya
característico encanto, tanto fue para Armand la admiración por la mujer que tenía frente a
é,l que ni siquiera le importó ser desairado directamente por la dama con una simple
carcajada y una broma sobre su evidente inexperta atracción hacia ella.
Para ella no fue más que otro coqueteo discreto con un joven promedio del cuál se olvidó a
penas lo presentaron, para una mujer como aquella el asunto no fue más un encuentro tan
casual como insignificante, sin la reelevancia necesaria para siquiera dedicarle un
pensamiento fugaz, fue nada, menos aún que nada, simplemente lo olvidó.
Para él, para él fue como caer directo y sin protección desde el cielo a las manos de La
Dama de las Camelias. Armand ya conocía la existencia de tan intrigante mujer, y cómo no
hacerlo, la había visto en algunas tiendas, incluso había preguntado su nombre más de una
vez tiempo antes de ser formalmente presentados. Como era de esperarse en un hombre
tran simple, a primera vista el pobre joven resultó inevitablemente flechado por su belleza y,
cuando la conoció, por su carisma tan exepcionalmente atractivo, juguetón, coqueto e
incluso intelectual, como correspondía, claro, a una cortesana de su nivel. Una dama
deliciosamente especial.

Fue así pues que durante dos años el joven Armand se presentó en la casa de Margerite sin
dejar alguna carta, recado o indicio de su identidad, simplemente la visitó a acausa de que
estaba enferma y él, irremediablemente flechado, se preocupaba por su salud.
Al tercer año de haberla conocido en el teatro volvieron a verse y Armand como joven
inexperto que era le declaró su amor a Margerite, quien, por supuesto, se rió de él y de sus
desenfrenados afectos.
Aún así, Margerite siendo quien es aceptó su cortejo y acordó seguir viendose con él aunque
no sin antes dejarle en claro todo lo que implicaba su vida, sus clientes, quienes trendrían
prioridad por arriba de él, su falta de compromiso para con nadie que no fuera ella misma y
su fatal pronóstico médico. El joven, ingenuo, sin detenerse a pensar en ninguna de las
implicaciones de aquello, con tal de tenerle sin importar a qué costo, aceptó a todo,
entregándose a la voluntad de su dama con los ojos cerrados y el corazón abierto.

Y así fue como, sin pensarlo ni preveerlo, ambos amantes se vieron envueltos, arrasados y
consumidos en un romance tan efímero y placentero como fatal y funesto, para al menos
uno de ellos.

Primeramente quisiera aclarar un punto de suma importancia desde mi percepción: Durante


ésta reseña crítica habrá más referencias o menciones a Margerite que a Armand, esto no
significa que estoy desechando un personaje tan importante como el joven Duvall, no, eso
sería un error, sin embargo le doy más reflector a La Dama de las Camelias en motivo de
que ella es el personaje principal más relevante, la historia completa gira entorno a ella, tan
solo el título se centra en su persona, y sí, el romace es un punto fundamental en la historia,
sin embargo, sostengo mi idea de que la historia más allá de tratarse de un romace
interrumpido por el infortunio es hablarnos de Margerite, una historia digna de contar.
El argumento que considero más importante para sostener mi postura es que el material
literario en el cual se basa la historia fue escrito basándose en una mujer real que comparte
la misma trayectoria de vida que Margerite y que fue, en su tiempo, la auterntica Dama de
las Camelias, su nombre fue Marie Duplessi, ese fue el nombre con el que la conoció
Alejandro Dumas en su juventud. Marie también padecía de tuberculosis, enefermedad que
en ese tiempo no tenía ni tratamiento ni cura y que en la mayoría de los casos era mortal,
Marie no fue la excepción, poco después de que la muerte la reclamara, Alejandro Dumas
escribió la obra de la que hoy estamos hablando, usando, claro está, la historia de Marie,
colocando algo más de drama y retratando un amor puro, devoto hacia ella que en la vida
real nunca tuvo el placer de experimentar, pues una de las razones por las cuales la
abandonó, según se cuenta, fue por el miedo a contagiarse.
Siendo entonces un producto hecho con el fin recordar a semejante celebridad cortesana de
la época me atrevo afirmar que a pesar de haber dos personajes principales, es La Dama de
las Camelias la verdadera protagonista de esta obra.

¿Cómo puedo describir tal producto artístico?


A mi parecer y juicio la menor definición que puedo otorgarle a esta obra es que resulta
sorpresivamente disfrutable y ya con esto creo adecuado declarar que vale la pena dedicarle
unos minutos de nuestro tiempo para apreciarla y gustar de sus satisfactorios elementos.
En un principio me ví tentada a clasificarla como una tragedia, porque lo es, sin embargo al
pensarlo mejor me dí cuenta de que no encaja por completo en dicho género.
Aclaremos pues, que el material en el que se basa esta obra, “La Dama de las Camelias”
escrita por Alejandro Dumas es una tragedia como dicta y manda la literatura, pues encaja
en todos los aspectos que este género indica; por otro lado, la adaptación teatral a la que
nos estamos refiriendo de dicho producto tiene un tono distinto al presentarnos matices
cómicos, sacásticos e ironicos sin eliminar por completo el drama y la tragedia, por tanto me
he decidido a identificarla como una tragicomedia y una muy buena.
Me es imposible no reconocer lo adecuado que este cambio resulta para mí. La razón por la
que estos perqueños grandes cambios me parecen perfectamente acertados es que
tenemos a nuestra protagonista, Margerite, una mujer marcada por la tragedia, que sin
importar qué camino eligiera terminaría desembocando en el mismo desenlace, una lenta y
tortuosa muerte joven, un personaje que a pesar de que la muerte la reclama y la acosa
decide tomar lo que pueda a manera de juego, decide tomar el humor, su inevitable destino
y reírse de ambos mientras pueda, estallar a carcajadas con lágrimas en los ojos y una
buena copa de champagne en la mano… Creo que el género de la tragicomedia es el
adecuado para contarnos la vida de Margerite y su romance con el joven Duvall si lo que se
pretende es hacernos conectar más con la escencia de La Dama de las Camelias,
envolvernos en ella y contagiarnos de su carisma, reír con ella o por ella, divertirnos,
emocionarnos, enamorarnos… Y también sentir el asecho de la tragedia en todo momento,
sentir pena y lástima por lo que es y será de Gautier, experimentar como es que los
problemas siguen ahí, no importa qué vestidos tan finos luzca, ni qué tan deslumbrantes
sean sus joyas, puedes seguir viendolos y no interesa qué tan estridente sea su risa, ni qué
tan alto se toque la música, puedes seguir escuchándolos. A mi parecer la tragicomedia y
Margerite son sinónimos (metafóricamente), por lo tanto, el cambio de género en la
adaptación me parece de las mejores desiciones de la obra.

Un aspecto pequeño pero rescatable es la calidad de los diálogos, no hay que olvidarnos de
que estamos hablando de una obra del 1890, es obvio que el vocabulario y la manera
popular de expresarse ha cambiado mucho desde esa época hasta la actualidad. En mi
expreriencia como lectora de libros clasicos puedo afirmar que los diálogos de éstos están
siempre bellamente cuidados y que en ocasiones, si no se está acostumbrado a tal estilo,
puede resultar confusa su comprensión. Algo que noté en esta obra es que los diálogos eran
perfectamente comprensibles, sencillos y precisos para que la obra no se extendiera tanto
pero sin quitarle ese estilo caracterísatrico que ya he mesionado. Una ligera elegancia en
cada frase, claro que, dicha elegancia depende meramente del personaje, por ejemplo,
Margerite se expresa casi siempre con un ingenio de palabra coqueto y divertido muy
adecuado a quien ella es y lo que representa, por otro lado su vecina Prudance tiene un
modo de hablar mucho más ordinario y desprovisto del encanto que acompaña siempre a las
palabras de Gautier. Detalles que acaban por definir a un personaje de otro más allá de la
apariencia, me agradó que la obra no declinara en estos aspectos.

Otro aspecto muy común y usado ocasionalmente en esta obra de teatro fue la ruptura de la
cuarta pared, un recurso que yo personalmente adoro observar en productos artístisticos, sin
embargo debo ser honesta y acepto que en esta obra lo sentí en, algunos momentos,
forzado o fuera de lugar.
En un inicio, en la escena 1 del primer acto utilizan por primera vez este recurso en un sutil
comentario de Prudence, cuando se encuentra subastando la casa de Margerite y sus
bienes: “…Pero mira nada más, qué público tan más variado ha venido a la subasta…” es lo
que dice el personaje en un diálogo que sigue con un tono muy casual y restándole
importancia a la ruptura de la cuarta pared dejando un momento muy ameno para la
audiencia quienes se encuentran disfrutando de la cómica o sorpresiva acción de romper
ese velo dentro del teatro que separa la acción ficticia de la realidad.
Por otra parte, hubo momentos, en los que simplemente este recurso se sintió fuera de lugar
y en lugar de aportar restó al ritmo de la trama y la importancia y crudeza del momento.
Específicamernte me refiero a momentos antes de la escena de la muerte de Margerite,
cuando Gastón expresa que no quiere ver a La Dama de las Camelias en sus últimos
momentos ya que “no tolera ver cómo la belleza extraordinaria se marchita”, con un tono y
una interpretación tan buenas que cala en los huesos la vileza bajo sus palabras, es un
momento serio donde todas las “amistades” de Gautier son desenmáscaradas, dejando en
evidencia a los falsos, un momento fuerte en la trama que se desarrolló perfectamente hasta
el momento en el que el actor de Gastón (el cual ya iba de salida de escena) regresa
inesperadamente quitándose el tono serio de lo que acaba de decir, se asoma casualmente
y se dirije al público: “Sí saben que ésta es una historia real, ¿verdad?” dice, en un tono
casual y despreocupado.
Desde mi punto de vista sentí esto tan incómodo como una piedra en el zapato, creo que si
querían compartir esa información con el público pudo ser de otra manera y en otro
momento, de la manera en la que lo llevaron acabo fue desepcionantemente anticlimático,
ya que hasta ese momento la obra pudo manejar a la perfección sus tintes cómicos y
dramáticos.

Concluyo las siguientes valoraciones:


Esta es una obra que te hace sentir y reflexionar, no es un Hamlet o un Romeo y Julieta y no
tiene la necesidad de serlo, esta es una historia que en su simplesa humana logra cautivar al
público.
Realmente creo que nos hace sentir toda la evolución en la situación de la protagonista. Esta
obra me hizo pensar mucho en la muerte, en mi muerte, siendo yo también joven no pude
evitar cuestionarme qué haría yo en la posición de Margerite.
La humanidad de la protagonista nos ayuda a reflejarnos en su figura, estableciendo un
vínculo, personalmente, creo que la escena de su lecho de muerte es la más contundente a
nuestro corazón, mirarla devariada, sin vida ni energía, sin belleza, sin ingenio, a penas una
sombra insultante de sus momentos más bellos, arrepintiendose entre lamentos sin sentido
sobre sus desiciones pero… ¿No es así como todos terminaremos?
Fue hermoso ver como ya muerta por dentro aceptó una última esperanza en su vida al
conocer a Armand, esa esperanza fue el amor, tener a alguien, algo que todos sin importar
quienes seamos necesitamos tener, un hombro en el que apoyarse y una mano que tomar.
Una última esperanza que por el amor que le profesaba lo dejó ir, condenandose a padar
sus tiempos finales en soledad y sin su amor, sin gusto ni felicidad, todo lo contrario a lo que
ella deseaba para su muerte, una muerte sin amor, muriendo con apenas el deseo de
volverle a ver.

Una obra que merece ser vista y reconocida, una obra que le recomiendo para un rato de
sentimiento y algo de gozo. Por su atención, gracias.

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