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CAMELIAS
(1848)
Alexandre Dumas
En la prensa inglesa
• “Alexandre, siendo mi hijo, ha nacido con algunos de mis
atributos, y los ha completado con los suyos propios. Yo nací en
una época poética y pintoresca. Fui un idealista. Él nació en una
época materialista: fue un positivista… Yo tomo mis temas
literarios de un sueño: él los toma de la realidad. Yo trabajo con
los ojos cerrados: él trabaja con los suyos abiertos. Yo me
escabullo del mundo cuando escribo: él se identifica con él. Yo
dibujo: él fotografía. La gente busca en vano los modelos de mis
personajes: los suyos casi se definen en su nombre. La obra
misma se me sugiere por medio de una idea: a él se le sugiere a
partir de un hecho.
• Manon Lescaut dio nacimiento a Marion Delorme, y Marion Delorme fue la madre de La dama de las
camelias que, como contraparte, en vano negaría su último prosélito, Nana. Es en verdad una progenie
desdichada.
• Como Montégut señaló hace más de veinte años en su Revue des Deux Mondes, la historia de un amor
cortesano sería un tema poético si se tratara con altura, o bien sería un tema degradante si se tratara de
forma realista; mas el señor Dumas había elegido un punto intermedio, y el resultado era poco más que un
vulgar melodrama.
JAMES BRANDER MATTHEWS (1881).
“ALEXANDRE DUMAS FILS”
• Un influyente crítico francés declaró que se aburría, aún siendo un hombre mayor, como frente a una obra
maestra; y un crítico norteamericano de idéntica idoneidad reconoció haberse reído a carcajadas frente a tan
“colosal endeblez”. No es, por cierto, para ser tomado en serio. Nos arrastra con la acometida de su vigor
juvenil; con todo y eso, uno tiene tiempo para notar frases horriblemente fuera de tono, y para detectar una
suerte de sentimentalismo desbocado. Su moralidad es vulgar (por no decir cursi): en resumidas cuentas, la
obra me parece inmadura en el sentido objetivo del término, y me siento algo inclinado a creer que la Dame
aux Camélias cumple exactamente el rol que mejor le rinde cuando sirve como heroína de una ópera italiana.
JAMES BRANDER MATTHEWS (1881).
“ALEXANDRE DUMAS FILS”
• Sería justo agregar que, si bien La dama de las camelias dista de ser una obra genial, es una obra que sólo
podría haber sido escrita por un genio. (…) Endeble es, si se quiere, y de moral pacata; pero no es insincera.
El autor dijo lo que pensaba mientras la escribía o, más bien, lo que sentía; pues a duras penas habrá
comenzado a pensar en aquel momento. (…) Carece de tesis; no pretendía instruir ni moralizar; fue escrita a
las apuradas y sin mayores miramientos formales o estilísticos, sin otro interés que el de contar una historia
conmovedora (lo más conmovedoramente posible).
JULIANA STARR (2014). THE SOUNDS OF PARIS
IN VERDI’S LA TRAVIATA (BOOK REVIEW).
• La importancia del teatro popular parisino para una comprensión históricamente profunda de la
dramaturgia verdiana ha sido obviada por muchos años. Tomar este mundo y a su gobernante
indiscutido, el mélodrame, como un punto de partida implica dejar un espacio a un tipo de
cultura popular metropolitana por completo divorciada de las periclitadas formas folklóricas, una
cultura popular que le interesaba a Verdi tanto como a Balzac.
LYN GARDNER (2003). PRETTY WOMAN. THE
GUARDIAN
• Pero la gente no lo consumió como mito romántico. El enorme éxito del libro se dio en parte debido a que
mucha gente leyó la ficción como un hecho empírico. El romance entre Dumas y Duplessis había sido un
secreto a voces en una París fácilmente impresionable con escándalos amorosos. Operando en ese
sospechoso –anche lucrativo- cruce donde la leyenda converge con la verdad, la novela se convirtió en
fenómeno de ventas.
• Como los buitres que aparecen en las subastas para hacerse de posesiones materiales a precios irrisorios, así
Dumas recogió su cuerpo y su vida para convertirlos en oro. Gran parte del resto de su vida se dedicó a
escribir libros y obras que condenan la prostitución y defienden la santidad del hogar pequeño burgués.
LYN GARDNER (2003). PRETTY WOMAN. THE
GUARDIAN
• El problema con los mitos es que son falsos. La Marie Duplessis de carne y hueso (bautizada, en verdad,
como Alphonsine Plessis) bien pudo haber cautivado a París por algunos breves años, pero su vida fue
desagradable, brutal y breve. No expiró tosiendo elegantemente en los brazos de su amado, sino en la más
cruda soledad luego de años de enfermedad y tres días de agonía. Vendida como prostituta por su propio
padre en sus años adolescentes, Marie había conseguido sobrevivir en la París de su época y, al contar 15
años, se había reinventado como una de las cortesanas mejor pagas de la ciudad.
ROY TEMPLE HOUSE (1924). THE STAGE
SERMONS OF DUMAS THE YOUNGER.
• La clave para comprender el destacable éxito de este dramaturgo contemporáneo no ha de hallarse en su
talento, del cual no estaba del todo desprovisto, sino de su irrenunciable propensión al sermón. (…) Y
cuando, en sus últimos años, descubra que si bien es posible ganar mucho dinero con la prédica lo mismo
no podrá decirse de la transformación radical de la sociedad desde una base puramente discursiva, se
volverá entonces menos un sátiro que un místico melancólico. (…) Puesto que él ha decidido pensarse
como un predicador y un profesor de moralidad, la cuestión se nos impone: ¿cuentan sus obras con un
efecto de elevación o, como muchos críticos sagaces desde Sarcey en adelante han sostenido, al poner en
primer plano el pensamiento del pecado frente a su audiencia, ha intensificado más que abatido el mal que
se creía atacar?
STANLEY SCHWARZ (1933). THE INFLUENCE
OF DUMAS FILS ON OSCAR WILDE.
El ingenio de Dumas hijo y de Wilde es esencialmente el mismo, consistente en epigramas, paradojas y aforismos. A veces se nos presentan
bajo la forma de la definición. Una de las más celebradas en las obras de Dumas hijo es la siguiente: “El perdón, ¿sabes lo que es? Es la
indiferencia por lo que no nos afecta”. Wilde derrota a Dumas hijo en su propio territorio en lo que a invención de definiciones atañe; sus
LORD DARLINGTON. Un hombre que sabe el precio de todo e ignora el valor de nada.
CECIL GRAHAM. Y un sentimental, mi querido Darlington, es un hombre que asigna un absurdo valor a todo y no conoce el precio