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7/12/22, 01:30 Fuenteseca-Auctoritas-principio-constitucional-romano

 N. 8 – 2009 – In Memoriam//Fuenteseca


 
Pablo Fuenteseca
Catedrático de Derecho romano
Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y
Legislación
 
LA AUCTORITAS COMO PRINCIPIO
CONSTITUCIONAL ROMANO
 
 
 
 
 
 
Articulo publicado en Libro Homenaje al prof. Manuel Albaladejo García, Servicio de
Publicaciones Universidad de Murcia, tomo I, 2004, p. 1763-1774= Estudios de derecho romano,
Colegios de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España, Madrid, 2009, p. 760-777.
 
 
 
SUMÁRIO: 1. El concepto de auctoritas en la tradición romanista. – 2.- La
auctoritas como sinónimo de propiedad. – 3.- La auctoritas como garantía frente a la
evicción. – 4. La auctoritas en las XII Tablas y la información ciceroniana. – 5.
Superación del enfoque iusprivatista de la auctoritas y visión unitaria de la misma. –
6. Conclusiones.
 
 
1. – El concepto de auctoritas en la tradición romanista
 
Las tentativas de aclaración del significado del término auctoritas tiene
una interesante historia en la tradición romanística, que se remonta a los
humanistas del siglo XVI. Desde entonces hasta hoy no se ha logrado una
definición válida para explicar unívocamente distintas manifestaciones de la
auctoritas en los diversos campos del Derecho romano. La auctoritas aparece,
como se sabe, en instituciones importantes tanto del Derecho privado como del
Derecho público. ¿Puede hallarse un sentido único en todas estas
manifestaciones de la auctoritas? Esta es la finalidad de nuestro escrito, que
exige una revisión previa, aunque somera, de las diversas concepciones de la
auctoritas, que los estudiosos del Derecho romano han propuesto, desde los
humanistas hasta el romanismo crítico actual.
 
 
2. – La auctoritas como sinónimo de propiedad
 
Los humanistas han observado la noción de auctoritas bajo el prisma de
la idea de propiedad. La expresión auctoritas vendría a denominar una
situación análoga a la propiedad en el sentido de autoridad, poder o derecho

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ejercido sobre una cosa. Esta concepción de la auctoritas prueba la gran


calidad del saber filológico de los humanistas, puesto que los filólogos
modernos en el Thesaurus Linguae Latinae confirmaron esta idea de
propiedad. Y efectivamente puede ser entendida la auctoritas como función
pública de dominus, expresión que se traduce hoy, con poco rigor, por
propietario. Pero no queremos adelantar conclusiones antes de terminar el largo
camino argumental que nos proponemos recorrer.
La colocación de la noción de auctoritas en una esfera conceptual
próxima a la propiedad ha prevalecido, prácticamente, hasta el discurso
inaugural de Mommsen de 1843, titulado de auctoritate. La tesis que
Mommsen defendió había sido ya formulada antes, pero él la presenta con
mayor fuerza argumental y provoca una importante corriente de seguidores
hasta hoy. La auctoritas, según Mommsen, se desenvolvería en un ámbito
jurídico más concreto: se trataría de una regla propia de la mancipatio y,
concretamente, sería la garantía del mancipio dans respecto aquel que recibe
una cosa en función de mancipio accipiens.
Esta concepción de auctoritas como garantía que ha de prestar el
vendedor tiene algunas huellas en el Digesto. Y así, apoyándose en los textos
del Digesto y siguiendo la tesis de Mommsen, trató Girard de concretar la
auctoritas en la responsabilidad por evicción del que entrega una cosa
(mancipio dans) respecto al adquirente. La auctoritas adquiría de este modo
una determinación con un significado jurídico muy concreto, pero en cambio
se la encerraba en un ámbito de estrechos horizontes. De Visscher trató de
ampliar este ámbito restringido argumentando que la auctoritas no podía ser,
por una parte título de propiedad obtenido al cabo de uno o dos años, y por otra
parte una garantía debida por el enajenante en virtud de mancipatio. En
consecuencia, De Visscher revisó la relación entre auctoritas y usucapio,
señalando que la primera es un título privado que debe ser ratificado o
confirmado por la ley, pero que sin embargo constituye la condición para la
segunda. La usucapio sería el efecto vinculado a una auctoritas prolongada.
No es que se adquiera la auctoritas en dos años, sino que ésta dura dos años.
De Visscher liberó así el concepto de auctoritas del restringido círculo de la
responsabilidad por evicción, situándola como fundamento de todos los efectos
de la mancipatio. El auctor sería el que aprueba lo hecho: probat ei quod
agitur.
Esta interpretación del papel del autor le permite una cierta
aproximación a los casos de auctoritas del Derecho público, aunque no los
explica suficientemente. En realidad De Visscher tuvo que establecer un puente
con la antigua concepción atendiendo a la mención de la usucapio, que Cicerón
presenta, como veremos, en relación con la auctoritas. La visión de la
auctoritas como garantía del mancipante o vendedor tenía un  notable apoyo en
los textos del Digesto en materia de compraventa y Girard realizó un
exhaustivo aprovechamiento de dichos textos hasta reconstruir una hipotética
actio auctoritatis; pero Cicerón, en cambio, vinculaba la auctoritas a la
usucapio respecto a la época de las XII Tablas.

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Pese a esta oportuna aportación de De Visscher, liberando el concepto


de auctoritas y colocándolo como eje de todos los efectos de la mancipatio y
no como simple garantía del transmitente, Kaser volvió a la idea de la
mancipatio transmisora de la propiedad. Sin embargo Kaser reduce esta
transmisión a la que llama propiedad relativa, que constituye una situación
oponible únicamente frente al enajenante. La auctoritas no puede hallar una
explicación, como veremos más adelante, con ideas jurídicas procedentes
exclusivamente del ius civile. La idea clásica de propiedad no se la adecuada
para explicar la auctoritas en sus orígenes, porque en época primitiva más que
de propietarios se habla simplemente de dominus, como advertimos
oportunamente. Tampoco se explica la auctoritas con la idea de garantía por
evicción, que se configura por la Jurisprudencia a propósito de la compraventa
y que refleja un caso concreto, el de la auctoritas del vendedor.
 
 
3. – La auctoritas como garantía frente a la evicción
 
Partiendo de la idea de Mommsen, fue Girard el artífice de la
reconstrucción de la auctoritas, a través del pensamiento de los juristas
romanos contenido en el Digesto, hasta lograr diseñar una presunta actio
auctoritatis. Para Girard la auctoritas no se refiere a la adquisición de la
propiedad, ni siquiera a una obligación de garantía, sino a la asistencia que
presenta el auctor o mancipante completando o mejorando la situación del
demandando objeto de una reivindicatio. Este deber de asistencia dura dos años
desde la mancipatio de un inmueble. Girard llega a admitir hasta tres matices
distintos de la auctoritas dentro del sentido aumentativo que significaría
acrecer, hacer crecer, etc. De esta auctoritas, entendida como asistencia
prestada al auctor, separa Girard la acción que resulta de la evicción, que
denomina actio auctoritatis, y que sancionaría el delito del mancipante que no
colaboró o no tuvo éxito en la defensa del adquirente demandado por evicción.
Los autores, desde el siglo pasado, habían discrepado acerca de la
naturaleza delictiva o contractual de esta responsabilidad inherente a la
mancipatio. Girard utilizó presuntas alusiones de las fuentes para configurar
una actio auctoritatis de carácter delictual.
Las fuentes, en efecto, contienen alusiones, desde Plauto y Terencio
hasta Cicerón, tanto al hecho de asumir la auctoritas como al de rehuirla
(auctoritatem praestare; auctoritatem defugere). Y Cicerón se refiere
expresamente a una actio frente al auctor (actio in auctorem presentem, his
verbis: quandoque te in iure conspicio). Esta discutida información ciceroniana
parece contener una conminación dirigida al auctor presente in iure,
exigiéndole que afirme su condición de tal, según se deduce del formulario de
Valerio Probo que completa la información ciceroniana. La configuración
procesal, sobre esta base, de una actio auctoritatis llevada a cabo por Girard, es
discutible, así como su selección de 99 textos del Digesto y 6 del Codex
Iustinianus en que, según él, la palabra auctoritas habría sido sustituida por
evictio.

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Girard no descubrió una explicación procesalmente admisible y


suficientemente válida para la actio auctoritatis. ¿Cómo se podría forzar al
auctor a comparecer in iure para exigirle que respondiese? Podría suponerse
una laudatio auctoris en forma de denuntiatio del auctor para que
compareciese in iure, dado que se hallaba obligado por haber recibido un
precio por la transmisión de la cosa que no le pertenecía. Si el vendedor no era
dueño de la cosa vendida, una vez recibido el precio, quedaría sujeto a la
auctoritas, según lo que se afirma en un conocido fragmento de las Sentencias
de Paulo (Paul. Sent. 2,17,1: venditor...pretio acepto auctoritatis manebit
obnxium. Aliter enim non potest obligari). ¿Cómo se explica históricamente
esta vinculación entre auctoritas y pretium? En nuestra opinión se trataría de
una huella del antiguo negocio denominado nexum mancipiumque facere. Hay
que retornar a la idea más que centenaria de Huschke, para quien la mancipatio
implicaba la vinculación de la persona del transmitente mediante nexum. El
citado fragmento de las Sentencias de Paulo nos descubre una raíz histórica,
que no se encuentra en el Digesto, en el cual tanto la mancipatio como la
auctoritas han desaparecido. Con esta explicación nos remontamos a la más
remota fuente de la evictio clásica. La obligación del vendedor de responder
por el doble del precio procede del vínculo de sujeción personal en forma de
nexum que el transmitente asumía al recibir el precio de la mancipatio. El
mancipio dans quedaba obnoxius si había recibido un pretium a cambio de la
garantía que debía prestar por la transmisión de la res mancipi.
Esta explicación nos permite comprender claramente el extraño
procedimiento contra el auctor en el que Girard apoyó la presunta actio
auctoritatis. En efecto, el adquirente o comprador que se veía demandado en
un reivindicatio haría valer una manus iniectio damnati contra el auctor, el
cual sería obligado a comparecer in iure para asumir la defensa. Solamente así
pueden explicarse las conocidas palabras conminatorias frente al auctor que se
halla ya in iure: “cuando te veo aquí, ante el Tribunal, te exijo que digas si te
hace o no auctor”: quando te in iure conspicio. Postulo anne far (fias) auctor.
Esta actio frente al auctor presente in iure sería posible en época antigua,
gracias a la manus iniectio previa en condición de damnatus.
Esta visión de la auctoritas refleja la responsabilidad del transmitente,
jurídicamente exigible cuando ha recibido un precio por la transmisión, lo
mismo en caso de mancipatio que en la emptio venditio posterior. Tanto el
mancipio dans antiguo como luego el venditor clásico actúan como auctores,
es decir, responsables o garantes de la transmisión de la condición de dueños
de la cual ellos disfrutaban. El haber recibido la cantidad de dinero como
pretium indicaba la cuantía de su responsabilidad in duplum. Esto parece
suponer, sensu contrario, que una venditio sine pretio o bien por un sestercio
(nummo uno) no engendra responsabilidad por auctoritas y constituiría una
entrega fiduciaria. Quizá éste sea el secreto del enigmático principio, atribuido
a las XII Tablas, según el cual la transmisión de la propiedad solamente se
produce si el comprador había pagado el precio o lo había garantizado
debidamente. Se consideró un gran descubrimiento de Beseler el vincular este
principio a la auctoritas.

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Pero dejando aparte esta cuestión tangencial ¿qué se puede deducir de


esta reconstrucción de la auctoritas como garantía jurídica hasta la evictio de
época clásica? En nuestra opinión se deduce una conclusión importante: que la
auctoritas aparece como la función de un auctor, agente responsable
personalmente de la transmisión de una cosa, por la cual había recibido un
precio, que deberá devolver in duplum. El hecho de afrontar esta
responsabilidad de auctor constituye un auctoritatem praestare y el rehuirla un
auctoritatem defugere. La auctoritas se nos revela bajo este aspecto como una
función de garantía o responsabilidad que el auctor debe cumplir. Pero,
además, hay que añadir que se trataría de una función pública propia, por
ejemplo, de un dominus ex iure Quiritium, como demostraremos
oportunamente.
Las dos concepciones que hemos expuesto acerca de la auctoritas, la
primera que parte de los humanistas y considera a ésta como concepto análogo
a la propiedad, y la segunda que, desde Mommsen, la identifica éste con la
función de garantía, obedecen a dos actitudes distintas e históricamente
sucesivas ante las fuentes. Los humanistas se preocupaban de la comprensión
filológica de los textos, al margen de la procedencia y del interés normativo de
los mismos. Los romanistas, después de Mommsen, y en especial Girard,
vieron a la auctoritas como una idea operante detrás de la responsabilidad por
evicción, tal como esta aparecía en los textos del Digesto. En la visión de los
humanistas parece haber pesado más la información ciceroniana, todavía hoy
difícil de captar.
 
 
4. – La auctoritas en las XII Tablas y la información
ciceroniana
 
Según Cicerón, la auctoritas aparece ya en las XII Tablas en relación
con el usus, de modo que ambos términos se presentan vinculados entre sí.
Hoy no se duda de que son dos substantivos que forman asíndeton. He aquí la
información ciceroniana en Topica y Pro Caecina:
 
Topica 4,23: ...usus auctoritas fundi biennium est...ceterarum
rerum omnium annus est usus.
 
Pro Caecina 19,54: lex usum et auctoritatem fundi iubet esse
biennium.
 
Desde los humanistas hasta hoy se ha discutido la interpretación de
estos pasajes ciceronianos. Boecio supuso que usus, en Topica 4,23 sería
genitivo y, por tanto, las XII Tablas se referían a una auctoritas conseguida
mediante el usus de un fundo: “la auctoritas del uso de un fundo se adquiría en
un bienio y las de las demás cosas en un año”. De este modo, la auctoritas
sería algo así como la propiedad resultante de la usucapio, alcanzada mediante

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el usus fundi. Con esta interpretación la auctoritas resultaría usu capta como
todavía parece entenderse en el Thesaurus Linguae Latinae.
Pero esta hipótesis interpretativa no nos sirve porque usus y auctoritas
son dos substantivos que forman asíndeton y no cabe admitir que usus sea
genitivo. La auctoritas no es la propiedad obtenida mediante usus.
Rechazada esta interpretación se presenta el problema de saber cómo
coordinar la relación entre usus y auctoritas como substantivos independientes:
¿por qué se relacionan estos conceptos distintos? Veamos las posibilidades de
aclaración que ofrece esta vía.
El usus aparece históricamente en la base de la noción de usucapio y se
refería originariamente al ejercicio de facto del poder del dominus respecto a
una res mancipi, como ha afirmado certeramente Lauria. Es muy probable que
la usucapio haya surgido en relación con las res mancipi. Si se ha entregado
una res mancipi sin haber realizado la mancipatio el emptor tiene un usus ex
causa emptionis. La misma situación se producirá si se realiza una mancipatio
por una persona non dominus. Estos dos supuestos serían probablemente los
casos primarios de la usucapio.
¿Cuál es la vinculación del usus con la auctoritas? Así como el usus
supone una persona que ejercite efectiva y materialmente dicho uso, la
auctoritas supone un auctor: ¿quién sería este auctor? Como no había existido
mancipatio, la lex confiere la auctoritas al emptor, que realiza un usus ex
causa emptionis, una vez transcurridos dos años. La auctoritas requiere un
sujeto  éste no puede ser el fundus. Por tanto, la expresión auctoritas fundi
exige un sujeto individual que, sin duda, se halla elíptico. En las XII Tablas se
mencionaría probablemente un emptor como sujeto de la auctoritas del
siguiente modo: usus auctoritas emptoris fundi biennium. Por imperativo legal
el usus de una res mancipi, si no ha existido mancipatio, engendraría la
auctoritas a favor del emptor.
La usucapio pro emptore sería la primera aplicación de este precepto.
Las XII Tablas constituyeron una auctoritas ex lege (por no existir la
mancipatio) para el caso de usus ex causa emptionis. Pero ello no significa que
auctoritas equivalga a propiedad. El emptor, que se hace auctor a los dos años,
asume la auctoritas como una función pública de titular o auctor. Se hace
dominus quiritario ex lege, es decir, adquiere la potestad dominical. No se
puede hablar en época decemviral de propiedad sino de título de dominus. Se
opera entonces con la idea de cambio de la potestad dominical, pero no de la
propiedad como derecho, concepto que no existe en esa época, ni tampoco la
idea de cambio de dominium. En este historia habría que mencionar el efecto
de la actio Publiciana, que contribuyó a potenciar la usucapio. Y dentro de esta
problemática habría también que mencionar la transmisión realizada a non
domino. Pero tenemos que prescindir ahora de estas cuestiones para concluir
que, en el fragmento de las XII Tablas que Cicerón nos transmite, la auctoritas
aparece como la función pública de dominus que asume ex lege el emptor de
una res mancipi. En definitiva, auctoritas no equivale exactamente a
propiedad, sino más bien a título dominical reconocido ex lege publica. Por

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tanto, la auctoritas es la función pública realizada por un auctor como sujeto


agente investido legalmente de dicha función a falta de mancipatio.
Otra mención ciceroniana de la auctoritas atribuyéndola también a las
XII Tablas responde a estos mismos caracteres. Nos referimos al conocido y
discutido precepto que menciona una auctoritas aeterna frente al extranjero
(De off. 1,12): adversus hostem aeterna auctoritas. La interpretación  de esta
frase lapidaria ha variado según el sentido atribuido a la expresión auctoritas.
Para quienes consideran a esta como garantía de la auctoritas aeterna, sería la
responsabilidad o garantía que un civis romanus debía prestar de modo
permanente frente a un extranjero. Pero de acuerdo con lo expuesto hasta aquí,
la auctoritas aeterna frente al hostis significaría que el civis romanus mantenía
la función pública de dominus aunque una res mancipi fuese objeto de usus por
parte de un extranjero. No se trataría solamente de que los extranjeros no
pudiesen realizar la usucapio romana, sino que el título de auctor mantendría el
nudum ius Quiritium en poder del civis romanus objeto de despojo.
El otro caso conocido de aeterna auctoritas, el de las res furtivae,
constituye un paralelo claro respecto al caso del hostis antes citado. El dominus
de una cosa robada (res subrepta) conserva indefinidamente la función
dominical pública de auctor. Hasta que la res furtiva vuelva a hallarse bajo su
potestad y pierda la condición de furtividad, no podría ser objeto de usucapio.
De este modo se le atribuye el dominus una aeterna auctoritas.
Aparte de estas menciones ciceronianas que atribuyen la auctoritas a las
XII Tablas, hay otros pasajes en que Cicerón se refiere a la auctoritas, cuyo
contenido resulta menos claro. Uno de éstos, sin embargo, resulta clarificador
incluso respecto a la usucapio en las XII Tablas. Nos referimos a Pro Caecina
26-74, donde Cicerón presenta la usucapio fundi como la conclusión del
peligro de litigios puesto que, nos dice, el padre puede dejar en herencia un
fundo, pero la ratificación de la auctoritas, que eliminará el riesgo de litigios,
la otorga la lex.
Parece indudable que Cicerón atribuye a la lex publica la eficacia de
consolidar la auctoritas evitando definitivamente los litigios. Debido a esta
alusión de la usucapio fundi puede servirnos este pensamiento ciceroniano para
comprender el sentido originario de la usucapio, que sería el evitar la
incertidumbre acerca de la auctoritas señalando el plazo legal. Cicerón habla
de rata auctoritas, que, en nuestra opinión, alude a la ratificación legal de la
auctoritas respecto a un fundus hereditario. Del pasaje ciceroniano parece
desprenderse la idea de que la auctoritas queda ratificada o consolidada gracias
a la lex y, en consecuencia, al ius civile.
Una vez más nos hallaríamos aquí con la auctoritas como función
pública de auctor ratificada por una lex publica. Es de advertir que Cicerón
habla de rata auctoritas, que interpretamos como confirmación de la auctoritas
o bien auctoritas ratificada. Esta expresión tiene, en nuestra opinión, un
alcance especialmente importante, en cuanto parece suponer que el usus ex
causa bienal realiza la confirmación como auctor del emptor que no ha
realizado la mancipatio. La creación de la actio Publiciana completará la
seguridad del emptor durante el bienio de inseguridad.

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Estos pasajes de las XII Tablas tienen mayor trascendencia de la que


hasta hoy se les ha otorgado, porque nos sitúan ante el nacimiento de la
usucapio como modo de adquirir mediante el usus, frente a la mancipatio, acto
solemne en que se afirma un nuevo dominus como auctor y titular de una
función pública augural (auctoritas). Las XII Tablas reflejarían la relación de la
ordenación fundiaria en general y de las res mancipi, en particular, con el
census populi. La concepción augural de la ordenación ciudadana que organiza
unidades militares en relación con unidades de tierra de cultivo – como es el
caso de la centuria – emerge claramente en la mención de la auctoritas en las
XII Tablas. El derecho augural, como una forma de ordenación de la vida
pública ciudadana, nos muestra su vigor a través de estos principios de las XII
Tablas.
En definitiva, la auctoritas en las XII Tablas se nos presenta con la
importancia de un verdadero principio constitucional, propio de un derecho
augural, de naturaleza pública en cuanto ordenación del colectivo populus. No
se piensa entonces en el concepto de propiedad y su transmisión, sino en
transmitir una función pública de auctor, como portador de una legitimidad,
como miembro del populus. Esta función pública es la auctoritas, que encarna
un principio de legitimidad augural que se halla, igualmente, en la auctoritas
patrum, tutoris, etc., como veremos más adelante. La auctoritas opera como un
principio de legitimidad constitucional propio del ius augurale.
Detrás de toda esta problemática de la auctoritas está la cuestión de la
concepción de la mancipatio, que ha sido enfocada tradicionalmente en
relación con la idea de propiedad y, por tanto, como modus adquirendi de las
res mancipi. Esta concepción tradicional de la mancipatio hizo que, tanto los
autores medievales que tendieron a identificar auctoritas con propiedad, como
los que la identificaron con la garantía del transmitente, admitiesen una
estrecha correlación entre auctoritas y mancipatio. Un romanista que vio en la
concepción de la mancipatio en gran inconveniente para comprender el sentido
de auctoritas fue Sargenti, que insiste en configurar la mancipatio como
transmisión de un poder o potestad. Ciertamente éste es el buen camino.
Es necesario desligar la mancipatio de la idea de transmisión de la
propiedad, pero esto todavía no basta. Hay que situarla en la esfera misma del
ius augurale y, en todo caso, hay que ver en ella un acto que cumple la función
de transferir la condición de auctor de un dominus a otra persona qui mancipio
accipit. Es difícil explicar, en pocas palabras, una posible concepción de la
mancipatio como transmisora de un poder auguralmente legítimo a favor de un
nuevo dominus o auctor emptionis, que realizaría un usus ex causa emptionis
apoyado en la auctoritas del mancipio dans, hasta que el accipiens consolide
su nueva auctoritas en base al usus bienal. La auctoritas surgiría del usus
legítimo en función de auctor durante un bienio, al cabo del cual desaparecía
del riesgo de litigios acerca del título dominical (periculum litis). La defensa
mediante la actio Publiciana aseguró este periodo de usus basado en iusta
causa para que se operase la usucapio a favor del adquirente.
No puede decirse que la mancipatio transmita el mancipium como
poder, según se ha afirmado. La mancipatio legitima al nuevo auctor o

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dominus en una función pública dominical, que se hará definitiva mediante


usucapio. No podemos detenernos ahora en más aclaraciones acerca de la
finalidad de la mancipatio.
Un ejemplo muy significativo de la función de auctoritas nos lo
proporciona la auctoritas tutoris. El tutor interpone su auctoritas asegurando la
validez de los actos del pupillus. El tutor es claramente un auctor o agente que
realiza la función de dar validez pública a los actos del pupillus. No se trata de
que los apruebe o confirme, sino que les otorga legitimidad en cuanto el tutor
es miembro del populus.
Esta legitimación pública que hace el tutor se basa en la fuerza
constitutiva de la auctoritas. Se trata de algo más que aprobar, confirmar o
garantizar las actuaciones del pupillus. El tutor otorga validez pública a las
mismas en relación con el populus realizando un acto de legitimación augural
como auctor o agente de la auctoritas tutoris. La actividad del tutor responde a
una organización constitucional del ius augurale.
Vista así la misión del tutor tiene más clara analogía con la auctoritas
patrum de la que algunos estudiosos han venido admitiendo tradicionalmente.
La noción augural del auctoritas que hemos venido exponiendo encierra un
sentido unitario anterior a la distinción entre instituciones privadas y públicas,
como vamos a ver seguidamente.
 
 
5. – Superación del enfoque iusprivatista de la
auctoritas y visión unitaria de la misma
 
Los intentos de lograr una explicación unitaria de la auctoritas no han
resultado todavía satisfactorios pese al laudable esfuerzo de varios ilustres
romanistas. El escaso éxito de estos esfuerzos se debe, en nuestra opinión, al
enfoque predominantemente iusrprivatista, dentro del cual se han desenvuelto
mayoritariamente los estudiosos de las fuentes romanas (salvo excepciones
relevantes) desde los humanistas hasta hoy.
En efecto, quienes identificaban la noción de auctoritas con la idea de
propiedad o bien con la idea de garantía, operaban en el fondo con la idea del
ius privatum que resultaban difícilmente aplicables al ius publicum. No era
fácil homologar, por ejemplo, la auctoritas senatus en relación con la
auctoritas tutoris. Esta visión iusprivatista, más o menos consciente, hizo que
se utilizase la información sobre la auctoritas que Cicerón atribuye a las XII
Tablas para comprender los textos de los jurisconsultos romanos, del Digesto y
de las Sentencias de Paulo. Pero este procedimiento no parece correcto
metodológicamente porque la distinción entre el ius privatum y el ius
publicum, vigente en época clásica, no se puede proyectar retroactivamente
hasta las XII Tablas, cuando no existía dicha distinción.
La mención de la auctoritas en las XII Tablas, supuesto que haya
existido de acuerdo con la información ciceroniana, tiene una significación
ajena a las ideas de propiedad o garantía que fueron elaborándose
posteriormente en línea con el derecho privado. Ya hemos dicho que para

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nosotros las alusiones a la auctoritas en las XII Tablas pueden constituir un


enclave del derecho augural en la legislación decemviral, en el cual auctoritas
designaría la función pública de auctor. Y esta función sería un reflejo de un
principio constitucional ordenador de la vida pública que era el augurium. De
este modo, con anterioridad a la distinción ius privatum-ius publicum se
hallaría operante el principio augural de la auctoritas. La mayor fuerza
operativa de este principio se hallaba en el senatus, donde los patres auctores
eran los agentes de la auctoritas. Esta concepción augural de la auctoritas
patrum es la clave de bóveda de la constitución republicana de Roma. Los
patres del santus son los depositarios y transmisores del augurium publicum,
que es la fuerza religiosa que respalda las funciones o actividades públicas. El
augurium constituye un privilegio de la casta religiosa patricia.
Biscardi, que ha captado y expuesto magistralmente la función
constitucional de la auctoritas patrum, ha señalado la raíz augural de la misma,
pero no ha dado el paso, que consideramos necesario según lo expuesto hasta
aquí, de situar a la auctoritas como principio constitucional unitario con base
en el ius augurale. La constitución romana aparece articulada, desde la
monarquía, sobre el principio de dependencia o subordinación de toda
actividad privada o pública al auspicium, que aseguraba el orden o legitimidad
a efectos de la vida pública ciudadana. Consideramos que el auspicium es una
de las técnicas para lograr el augurium, la técnica de observación de las aves
(avispicium). Sin entrar ahora en esta cuestión polémica, queremos
simplemente reafirmar que los patres del senatus eran los portadores de la
auctoritas al más alto nivel constitucional, y que la auctoritas patrum puede
considerarse como la cúpula de la ordenación augural y el mayor centro de
poder en la concepción del ius augurale. El retroceso de la auctoritas patrum,
que pasó a ser preventiva perdiendo su verdadero efecto constitutivo frente a
las decisiones del populus, señala un hito en el proceso de la crisis
constitucional de la república. La auctoritas constituye un prius respecto al
imperium magistratual que se concebía como auspicium imperiumque hasta la
crisis republicana.
Para abreviar esta exposición aludiremos sumariamente a la auctoritas
principis. La idea de auctoritas concebida como función pública augural,
según hemos venido exponiendo hasta aquí, explica adecuadamente la posición
constitucional de Augusto y su propia afirmación de haber sido el primero en la
auctoritas (post id tempus auctoritate omnibus praestiti...R.G. Divi Augusti
34,3). Augusto representa el mito augural fundacional considerándose auctor
(optimi status). La misma idea ciceroniana del princeps como moderator
reipublicae no está lejos de la figura de un auctor con una función pública
constituyente. La ideología augural juega un gran papel en la actuación política
de Augusto, ya que él mismo fue augur. Pero no podemos ahora adentrarnos en
un análisis del régimen augústeo. No obstante queremos precisar que no
consideramos necesario fundamentar la auctoritas de Augusto apoyándola en
algunas de las facultades concedidas al princeps, como, por ejemplo, la cura et
tutela reipublicae. Cabe pensar en la lex curiata y también en el título de
Augustus como apoyatura de la restauración de la ideología augural.

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7/12/22, 01:30 Fuenteseca-Auctoritas-principio-constitucional-romano

Tenemos que poner término a esta exposición, que requería un amplio


estudio monográfico para analizar las diversas instituciones implicadas en el
tema de la auctoritas.
Hemos visto ya que la concepción tradicional de la mancipatio como
negocio transmisor de la propiedad, ha sido una gran dificultad para
comprender la noción de auctoritas de las XII Tablas. La mancipatio en su
origen sería un acto constitutivo, y quizá augural, consistente en una solemne
institución de un nuevo auctor o dominus. Por tanto, una función pública
constitutiva y, por ende, de probable naturaleza augural. Este auctor iniciaría
un usus apoyado durante dos años por la auctoritas del mancipio dans, que
quedaría vinculado –obnoxius- en virtud del dinero recibido.
Enfocada la propiedad como función pública de un auctor, recibiría una
adecuada aclaración el consortium inter fratres, situación de dominium
indivisum en que los fratres serían cotitulares de la auctoritas, en sentido
colegial análogo a las magistraturas.
Otra institución que puede recibir una explicación nueva es el ius
publice respondendi, en el que podría verse también una función pública
apoyada en la auctoritas principis. Los responsa de los iurisprudentes
autorizados constituirían una actividad pública legitimada auguralmente y, por
tanto, constitucionalmente creadora o constitutiva.
 
 
6. – Conclusiones
 
1. – Nuestro propósito en este estudio se ha limitado a un enfoque de la
auctoritas como principio constitucional procedente del ius augurale. Creemos
que desde esta perspectiva se puede contemplar la auctoritas como un
concepto unitario en época anterior a la distinción ius privatum-ius publicum.
2. – La auctoritas es una función pública con eficacia constitucional,
realizada por un auctor, como agente portador del apoyo augural de los dioses
auctores. El más importante reducto de la fuerza augural radica en los patres
auctores. La auctoritas patrum cumplió una función constitucional de carácter
augural y el senatus constituye el más alto exponente del poder augural, hasta
la crisis de la república.
3. – La función de auctor se manifiesta en origen en fundamentales
actividades, que tiene trascendencia pública, bajo las figuras del dominus,
tutor, emptor o princeps reipublicae. También se manifiestan como auctores,
colectivamente, los senatores en la patrum auctoritas y los iurisprudentes
investidos del ius publice respondendi. Se trata en todos los casos de personas
que asumen una función ante el populus, con la garantía o respaldo de los
dioses. Esta función puede verse como refuerzo, ayuda o garantía con eficacia
legitimadora según el ius augurale. Se trata de que el auctor otorga eficacia
constitutiva a su función en relación con el orden constitucional augural. Así el
paralelismo entre la auctoritas tutoris y la auctoritas patrum no consiste en
que, tanto el tutor como los patres aprueben los actos del pupillus y del
populus respectivamente, sino en que les otorgan legitimidad augural

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constituyéndolos en auguralmente válidos, es decir, dotados del augurium o


apoyo divino. El auctor no es llamado a aprobar o confirmar, simplemente,
sino a asumir y mantener una función pública. Biscardi ha señalado como el
más antiguo tipo de auctor el caso del auctoratus, difícilmente encuadrable en
este esquema.
Antes de concluir quiero dejar constancia de mi gratitud y admiración
por la romanística italiana, que tanto ha aportado en este tema de la auctoritas,
como en tantos otros. Las aportaciones de Catalano, Amirante, Sargenti, y
sobre todo Biscardi en materia de auctoritas patrum, han sido para mi una
ayuda inestimable para configurar este estudio que intenta, una vez más en la
doctrina romanística, una visión unitaria de auctoritas.
 
 

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