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EL ETHOS DEL SABIO MAYA EN EL POPOL VUH

Mercedes de la Garza C.

Como en otras culturas antiguas, incluida la griega, el pensamiento


se expresa entre los mayas en el lenguaje simbólico del mito. Incluso
el filósofo griego puede llegar a usar tanto el lenguaje conceptual
como el mítico; Platón es el modelo. El de los mayas es un
pensamiento religioso, entendiendo por tal el que incluye a los seres
sobrenaturales en las explicaciones del mundo y del hombre, y es en
los mitos cosmogónicos donde se hallan los conceptos más
importantes acerca de estas cuestiones fundamentales.
Aun cuando los mitos de los mayas prehispánicos no se han
podido leer cabalmente en sus textos jeroglíficos, pues todavía no se
ha descifrado plenamente esa compleja escritura, han llegado hasta
hoy gracias a que en la época colonial fueron reelaborados por
hombres mayas, en sus propias lenguas, empleando la escritura
alfabética latina.l Del siglo XVII procede un libro maya que ha sido
considerado como la obra maestra de la literatura indígena, el Popol
Vuh. Las antiguas historias del Quiche? escrito en lengua quiche. Esta
obra contiene la más completa versión del mito cosmogónico maya,
que ha sido un fundamento para entender otras

1
Las lenguas mayances, que se hablan hasta la actualidad en el vasto territorio
maya (sur de México, Belice, Guatemala y partes de Honduras y de El Salvador), son
alrededor de 28.

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versiones del mito, también posteriores a la conquista española,


como la de los Libros de Chilam Balam (particularmente el de
Chumayel), escritos en maya yucateco, y la del Memorial de Soló-
la, redactado en lengua cakchiquel. Asimismo, el Popol Vuh ha
constituido un gran apoyo para la lectura epigráfica del mito en
textos jeroglíficos del periodo Clásico (siglos III al IX a. C.)> como
los de Palenque, Cobá y Quiriguá.
En el mito cosmogónico del Popol Vuh, además de expresarse
las ideas sobre el universo y los dioses, se encuentra la concepción
del hombre: su naturaleza, su puesto en el cosmos y sus valores,
entre ellos, la sabiduría y el ethos del sabio.
El mito describe la creación del cosmos como un proceso cícli-
co, en el que alternan creaciones y destrucciones, que va desde la
decisión de los dioses de crear un ser capaz de venerarlos y ali-
mentarlos, hasta la formación de los hombres de maíz, en la ter-
cera edad, que cumplen con esa finalidad. El mundo natural: tie-
rra, lagos, ríos, mares, plantas y animales, se crea en un escenario
estático de agua y cielo ya existentes, con el propósito de que sir-
va como habitación del hombre, lo cual sitúa a éste como centro
del universo, distinguiéndolo de los otros seres. Y para lograr la
creación de ese hombre requerido, los dioses hacen dos intentos
fallidos (lo cual revela que no son perfectos): forman primero un
hombre de barro que no pudo vivir y se deshizo con el agua (pri-
mera edad); luego hacen un hombre de madera que tampoco ad-
quirió la humanidad (segunda edad), y finalmente crean al hom-
bre de maíz, "el hombre verdadero". El libro narra después la
historia de los primeros hombres y del pueblo quiche, sin distin-
guir mito de historia, conceptos occidentales ajenos al pensa-
miento indígena.
Presentamos aquí dos fragmentos de este mito cosmogónico
que hablan sobre la naturaleza humana y sus cualidades distinti-
vas, derivadas de la materia de la que los primeros hombres fue-
ron creados, y un fragmento acerca de lo que los mayas considera-
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ron la verdadera sabiduría, encarnada en los hombres superiores,


patriarcas y líderes de la comunidad.

Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se


parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la su-
perficie de la tierra.
Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los
muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento,2 no se
acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo
y andaban a gatas.
Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron
en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hom-
bres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y
sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre ni sustancia,
ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies
y sus manos, y amarillas sus carnes.

“Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiche”, en Literatura maya, los
hombres de madera, p.17.

He aquí, pues, el principio de cuando se dispuso hacer al hombre,


y cuando se buscó lo que debía entrar en la carne del hombre. Y
dijeron los Progenitores, los Creadores y Formadores, que se lla-
man Tepeu y Gucumatz: "Ha llegado el tiempo de amanecer, de
que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de susten-
tar y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que apa-
rezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra". Así
dijeron... De Paxil, de Cayalá, así llamados, vinieron las mazorcas
amarillas y las mazorcas blancas... Así encontraron la comida y
ésta fue la que entró en la carne del hombre creado, del hombre
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formado; ésta fue su sangre, de ésta se hizo la sangre del


hombre. Así entró el maíz [en la formación del hombre] por
obra de los Progenitores... De maíz amarillo, de maíz blanco se
hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las
piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne
de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron formados.
Estos son los nombres de los primeros hombres que fueron
creados y formados: el primer hombre fue Balam-Quitzé [Jaguar-
Quiché] , el segundo Balam-Acab [Jaguar-Noche], el tercero Ma-
hucutah [Nada] y el cuarto Iqui-Balam [Viento-Jaguar]... Estos
son los nombres de nuestras primeras madres y padres.
Se dice que ellos sólo fueron hechos y formados, no tuvieron
madre, no tuvieron padre. Solamente se les llamaba varones. No
nacieron de mujer, ni fueron engendrados por el Creador y el For-
mador, por los Progenitores. Sólo por un prodigio, por obra de
encantamiento, fueron creados y formados por el Creador, el For-
mador, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz. Y como tenían la
apariencia de hombres, hombres fueron; hablaron, conversaron,
vieron y oyeron, anduvieron, agarraban las cosas; eran hombres
buenos y hermosos y su figura era figura de varón... Fueron
dotados de inteligencia; vieron y al punto se extendió su vista,
alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el
mundo. Cuando miraban, al instante veían a su alrededor y
contemplaban en torno a ellos la bóveda del cielo y la faz
redonda de la tierra... Las cosas ocultas [por la distancia] las
veían todas, sin tener primero que moverse; en seguida veían el
mundo y asimismo desde el lugar donde estaban lo veían...
Grande era su sabiduría; su vista llegaba hasta los bosques, las
rocas, los lagos, los mares, las montañas y los valles. En verdad
eran hombres admirables Balam-Quitzé, Balam-Acab,
Mahucutah e Iqui-Balam.
Entonces les preguntaron el Creador y el Formador: "¿Qué
pensáis de vuestro estado? ¿No miráis? ¿No oís? ¿No son buenos
vuestro lenguaje y vuestra manera de andar? ¡Mirad pues! ¡Con-
templad el mundo, ved si aparecen las montañas y los valles!
¡Probad, pues, a ver!" Les dijeron.
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Y en seguida acabaron de ver cuanto había en el mundo. Luego


dieron las gracias al Creador y al Formador: "¡En verdad os damos
gracias dos y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una
boca y una cara,2 hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos
perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca.
Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra. Os
damos gracias, pues, por habernos creado, ¡Oh Creador y Formador!,
por habernos dado el ser, ¡oh abuela nuestra!, ¡oh nuestro abuelo!"
dijeron dando gracias por su creación y formación...
Pero el Creador y el Formador no oyeron esto con gusto... "No
está bien lo que dicen nuestras criaturas, nuestras obras; todo lo
saben, lo grande y lo pequeño", dijeron. Y así celebraron consejo
nuevamente los Progenitores:"¿Qué haremos ahora con ellos? ¡Que
su vista sólo alcance lo que está cerca, que sólo vean un poco la faz
de la tierra! No está bien lo que dicen. ¿Acaso no son por su na-
turaleza simples criaturas y hechuras [nuestras]? ¿Han de ser ellos
también dioses? ¿Y si no procrean y se multiplican cuando amanez-
ca, cuando salga el sol?3 ¿Y si no se propagan?" Así dijeron... "Re-
frenemos un poco sus deseos, pues no está bien lo que vemos. ¿Por
ventura se han de igualar ellos a nosotros, sus autores, que podemos
abarcar grandes distancias, que lo sabemos y vemos todo?". .. Así
hablaron y en seguida cambiaron la naturaleza de sus obras, de sus
criaturas.
Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos, los
cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un
espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca,
sólo esto era claro para ellos... Así fue destruida la sabiduría y todos
los conocimientos de los cuatro hombres, origen y principio [de la
raza quiche].

2
Equivale a la imagen "rostro y corazón" entre los nahuas, que significa perso
nalidad, individualidad; pero aquí se destaca la boca, significando la importancia
del lenguaje.
3
En ese momento de la creación del universo aún no había surgido el Sol, lo
cual significa que no se había iniciado la temporalidad.
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Así fueron creados y formados nuestros abuelos, nuestros padres,


por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra.
Entonces existieron también sus esposas y fueron hechas sus
mujeres...

“Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiche”, en Literatura maya, los
hombres de maíz, pp.61-64

Grandes señores y hombres prodigiosos eran los reyes portentosos


Gucumatz y Cotuhá, y los reyes portentosos Quicab y Cavizi-mah.
Ellos sabían si se haría la guerra y todo era claro ante sus ojos; veían
si habría mortandad o hambre» si habría pleitos. Sabían bien que
había dónde podían verlo, que existía un libro por ellos llamado
Popol Vuh [Libro del Consejo/.
Pero no sólo de esa manera era grande la condición de los Se-
ñores. Grandes eran también sus ayunos. Y esto era en pago de haber
sido creados y en pago de su reino. Ayunaban mucho tiempo y
hacían sacrificios a sus dioses... Cumplían con sus grandes
preceptos, y así demostraban su condición de Señores... Tampoco
tenían mujeres con quienes dormir, sino que se mantenían solos
ayunando. Estaban en la casa del dios, estaban todo el día en oración
quemando incienso y haciendo sacrificios. Así permanecían del
anochecer a la madrugada, gimiendo en sus corazones y en su pecho
y pidiendo por la felicidad y la vida de sus hijos y vasallos y
asimismo por su reino, y levantando sus rostros al cielo.
He aquí sus peticiones a su dios, cuando oraban; y ésta era la
súplica de sus corazones:
"¡Oh tú, hermosura del día! ¡Tú Huracán; tú Corazón del Cielo y
de la Tierra! ¡Tú dador de la riqueza, y dador de las hijas y de los
hijos! Vuelve hacia acá tu gloria y tu riqueza; concédeles la vida y el
desarrollo a mis hijos y vasallos; que se multipliquen y crezcan los
que han de alimentarte y mantenerte; los que te invocan en los ca-
minos, en los campos, a la orilla de los ríos, en los barrancos, bajo
los árboles, bajo los bejucos.
"Dales sus hijas y sus hijos. Que no encuentren desgracia ni in-
fortunio, que no introduzcan el engañador ni detrás ni delante de
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ellos. Que no caigan, que no sean heridos, que no forniquen, ni sean


condenados por la justicia. Que no se caigan en la bajada ni en la subida del
camino. Que no encuentren obstáculos ni detrás ni delante de ellos, ni cosa
que los golpee. Concédeles buenos caminos, hermosos caminos planos..."

“Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiche”, en Literatura maya. Los sabios,
pp.94-95.

En los diferentes episodios de la creación y destrucción de los hombres,


narrados en el Popol Vuh-, se van definiendo las características del ser
humano. El primer fragmento narra la formación de hombres de
madera (segunda edad), que no respondieron a la finalidad de los
dioses, lo cual significa que no tuvieron las cualidades propiamente
humanas, por lo que fueron aniquilados con un diluvio de resina
ardiente, en tanto que sus descendientes subieron a los árboles y se
convirtieron en monos. Al describir las carencias de esos hombres de
madera (no tenían conciencia, no tenían sangre ni humedad y andaban
a gatas), el mito nos da a conocer, por contraste, lo que los quichés
consideraban las notas definitorias de la condición humana. La forma
de hombre, la existencia e incluso la multiplicación no bastan para ser
hombre; lo que hace al hombre humano es el espíritu, entendido aquí
como entendimiento y memoria; y éste está radicalmente ligado al
principio vital: la sangre; así, para el maya, la conciencia humana sólo
puede surgir de un ser realmente "vivo", es decir, con sangre y
humedad; esto, o sea, la materia que constituye el cuerpo, es lo que
determina la existencia del espíritu. Esta importancia esencial de la
materia como generadora del espíritu contrasta con el pensamiento
bíblico, en el que Dios infunde el espíritu en el hombre como un
soplo, sin importar que su cuerpo sea de barro. Además, en el tex-
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to quiche también es esencial la forma, pues la posición erguida es


otro de los condicionantes de la condición humana.
En el segundo fragmento, relativo a la creación de los cuatro
primeros hombres, formados por los dioses con masa de maíz,
encontramos también la idea de que el hombre es un ser que se
define por su inteligencia, por su conciencia (de sí mismo, del
mundo y de lo sagrado) y por su capacidad de hablar y de escuchar:
la comunicación interhumana está en la raíz del ser del hombre.
Estos sí son los "hombres verdaderos", por haber sido formados con
una sustancia divina,4 el maíz (alimento básico de los grupos mayas),
lo cual corrobora que, para el maya, no es el espíritu el que infunde
vida a la materia, como ocurre en otras cosmogonías, sino la materia
la que condiciona el espíritu. Pero no se trata de "materia" en el
sentido moderno occidental, sino de una materia cualificada,
sacralizada. La idea habla también de la unidad de la vida humana:
cuerpo y espíritu son ambos maíz durante la vida, aunque el espíritu
es inmortal y puede tener una existencia incorpórea, así como
separarse del cuerpo en algunas situaciones de la existencia.
Esos hombres "veían todo", dice el texto; la mirada simboliza
aquí el conocimiento, que abarcaba en los primeros hombres todo lo
existente; pero como el conocimiento absoluto sólo lo deben poseer
los dioses, a los hombres les fue limitado. Aquí se expresa claramente
la idea quiche de que el hombre "sólo alcanza lo que está cerca, sólo
ve un poco la faz de la tierra", pues es una crea-tura de los seres
divinos de quienes depende. El fragmento muestra así la naturaleza
humana como superior a la de los otros seres del cosmos (en tanto
que permite reconocer y venerar a los dioses), pero contingente y
limitada, a pesar de su semejanza con los
4
La versión del mito en los Anales de los cakchiqueles añade que la masa de maíz
se mezcló con sangre de serpiente y de danta o tapir, dos animales sagrados que
simbolizaban agua, principio vital. La sangre del hombre, que es la que contiene el
espíritu o principio vital, es así también de origen sagrado.
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seres divinos, pues si el hombre poseyera el conocimiento absoluto,


no tendría ninguna necesidad: no procrearía, no se multiplicaría ni
veneraría a los dioses, sería autosuficiente. Pero los hombres pueden,
por su propia acción, desarrollar su conocimiento; así, la sabiduría
no es dada, sino adquirida: el hombre se forma a sí mismo;5 por eso a
los sabios se les denomina entre los mayas de hoy "los vivos" "los que
ven", "los que tienen el cerebro abierto". La sabiduría es la esencia
del hombre; el ethos del sabio consiste en ser fiel a su ser, a la
finalidad para la cual el hombre fue creado: venerar y alimentar a los
dioses. El sabio es aquel que realiza plenamente la condición
humana.
Y el estado inicial de perfección es un estado presexual, ya que
originariamente los seres humanos son varones (como es lógico en
un pueblo patriarcal). La limitación genera la diferenciación sexual
como una compensación a la contingencia, por eso la mujer aparece
sólo como un complemento del hombre para la multiplicación; el
desdoblamiento sexual viene de la relatividad, de la limitación y de la
necesidad de pervivir en el tiempo. La diferenciación sexual se
explica aquí como expresión de la necesidad del tú, del otro, para ser
y subsistir. Del mismo modo, el culto a los dioses se presenta como
una necesidad humana: necesidad de apoyo de un ser superior para
vencer la adversidad y lograr el cumplimiento de una vida plena. Los
quichés pensaron que el hombre requiere trascenderse en los hijos y
apoyarse en seres superiores a él para aliviar su insuficiencia.
Asimismo, el texto expresa que los dioses existen por una necesidad
humana, pues si el hombre fuera suficiente, no habría dioses. Esta es
una idea original de la divinidad, que los mayas comparten con los
otros grupos indígenas mesoamericanos y que difiere en todo del
concepto judeo-cristiano de Dios: absoluto, eterno, omnipotente,
omnipresente. Además, la condición de carencia, de contingencia del

5 Como se manifiesta en el tercer fragmento que incluimos aquí.


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hombre, es explicada en el mito como un resultado de la decisión de


los dioses corrigiendo una falla suya, no por una falta del hombre, como
el pecado original en el Génesis.
En cuanto al tercer fragmento, expresa que la máxima sabiduría de
los hombres es el conocimiento de lo sagrado, del que deriva cualquier
otro saber. El fragmento define a los sabios como los hombres dotados
con poderes sobrenaturales, obtenidos gracias a la veneración de los
dioses y a sus prácticas ascéticas: vigilia, ayuno, autosacrificio y
abstinencia; esos hombres eran los gobernantes-chamanes, los que
sabían leer y escribir, poseían los libros y los daban a conocer
oralmente a la comunidad. Los sabios son los hombres que no están
preocupados por el poder en sí mismo, sino en tanto que éste
contribuye al bien de la comunidad.
Las "ciencias" que desarrollaron los antiguos mayas, como la
matemática, la astronomía y la cronología, no lo fueron (en el sentido
de la ciencia occidental) más que en sus sorprendentes resultados, pues
la intención de sus investigaciones fue el conocimiento de los seres
sagrados —que encarnaban en los astros y en otros seres naturales—
para prevenir sus influencias y poder conjurar las malas y propiciar las
buenas mediante el ritual. El conocer con absoluta exactitud el día en
que Nohok Ek (Venus) aparecía como estrella matutina, por ejemplo,
tenía como finalidad prepararse para las influencias de muerte que
traía, pues ese día emergía del inframundo, sitio de la muerte. A través
de esas indagaciones, de los extraordinarios conocimientos logrados, e
incluso de un arte exquisito e incomparable, los mayas sólo buscaban
recuperar la sabiduría original perdida, ganarse la vida natural: tener
hijos buenos y sanos, lograr buenas cosechas, prevenir calamidades
climáticas, salvaguardar sus ciudades, derrotar a los enemigos.
En la oración, al final del fragmento, destacan esos valores fun-
damentales de la vida humana para el maya, en cuya búsqueda está la
principal sabiduría: la vida misma, la multiplicación, la feli-
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cidad, la paz, que son valores de amor a la vida y a los bienes na-
turales. Ello se logra con un cumplimiento riguroso del ritual y de
las normas morales establecidas; entre ellas el texto destaca "no
introducir al engañador" o sea, buscar sólo la verdad y seguir a
aquellos que obran con la verdad; "no fornicar", lo que se refiere
principalmente al adulterio, que era severamente castigado entre
los mayas, y se pide a los dioses que los hijos no sean condenados
por la justicia y no caigan, es decir, que no violen las normas mo-
rales y sociales, para obtener los dones de los dioses y transitar
por "hermosos caminos planos". El ejemplo, el paradigma del
hombre, son los sabios, los gobernantes-chamanes, quienes
"cumplían con sus grandes preceptos, y así demostraban su con-
dición de Señores".

Bibliografía citada

Libro de Chilam Balam de Chumayel, trad. Antonio Médiz Bolio, Méxi-


co, Secretaría de Educación Pública, 1985 (Serie "Cien de México").
Memorial de Solóla o Anales de los cakchiqueles, trad. Adrián Recinos, en
Literatura maya, Compilación y Prólogo de Mercedes de la Garza,
Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 57, Barcelona, Edit. Galaxis, 1980.

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