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El Árbol Generoso, de Shel

Silverstein
El Árbol Generoso es un álbum ilustrado tremendamente emotivo, reeditado en
octubre de 2015 por Kalandraka, siendo el texto original de 1964.
Había una vez un árbol que quería mucho a un niño. El niño venía a verlo todos los
días y recogía sus hojas, y con ellas se hacía coronas para jugar al rey del bosque.
Trepaba por su tronco, se columpiaba en sus ramas y comía sus manzanas. 
El niño jugaba todo el día con el árbol y, cuando estaba cansado, se dormía en su
regazo.

Lo cierto es que ambos se querían mucho y, desde luego, el árbol era feliz.

Pero el tiempo pasó y el niño dejó de ser niño. Conforme el niño se vaya haciendo
mayor, el árbol irá pasando cada vez más tiempo solo. El niño ya será demasiado
grande para trepar, o para jugar, o para columpiarse en sus ramas. Sin embargo,
aunque ya no vaya a verle para jugar con él, veremos como el niño, ya adulto,
seguirá acudiendo a él para contarle sus problemas, para pedirle cosas.

Estoy demasiado ocupado para trepar a los árboles, dice el niño. Quiero una casa
que me proteja del frío. Y quiero una mujer y unos hijos, por eso necesito una casa.
¿Puedes darme una casa?

El árbol seguirá acogiéndole cada vez que vaya a pedirle cosas, dándole todo lo que
tiene: sus manzanas, sus ramas para que se construya una casa, incluso su propio
cuerpo, su tronco.

Habiendo sido tan generoso incluso para entregarse a si mismo, el árbol será feliz…
Aunque la verdad es que no.
El niño, ya convertido en un anciano, volverá de nuevo a su lado, quizá habiendo
comprendido que lo que el árbol le daba iba mucho más allá de lo material. Ya al
final de sus días, el niño necesitará ya muy pocas cosas, sólo un sitio donde
descansar y alguien con quien estar.

El Árbol Generoso es un álbum ilustrado muy emocionante, de esos que cuesta que


no tiemble la voz. Es complicado terminar el libro sin que las lágrimas afloren. De
hecho, tras la primera lectura nuestro hijo mayor tenía los ojos empañados y estaba
muy conmovido.
Son muchas las lecturas que nosotros hemos hecho en casa. Obviamente lo más
significativo es esa generosidad tan grande que muestra el árbol que es capaz
incluso de darse a si mismo, de entregar su propio cuerpo. Un amor inmenso que
resiste incluso al egoísmo y al abandono del niño conforme va creciendo.
Como padres, nosotros hemos reflexionado más allá de esa primera interpretación,
nos hemos preguntado si la actitud del árbol ante la vida es la correcta. ¿Toda la
felicidad del árbol se basa en que el niño esté con él y por eso entrega incluso su
cuerpo? ¿Está dando su cuerpo a cambio de amor? Es impactante ese momento en
que, tras haber haber dejado que el niño le cortara su tronco, leemos: Y el árbol fue
feliz… aunque la verdad es que no.
Quizá la gran lección que debemos aprender en la vida es que la felicidad debe
estar en nosotros mismos, no en la aprobación de los demás o en la compañía que
los demás nos den. La generosidad obviamente es un valor loable, pero no hasta el
punto de entregarse por completo y perder todo lo que tenemos (y no hablamos
solamente de lo material, sino de lo espiritual).
Por otro lado, la actitud del niño, que quizá sea algo egoísta al acudir al árbol
solamente con problemas y para pedirle cosas conforme va creciendo, puede ser
también una forma en que el autor nos muestra cómo cambiamos a lo largo de la
vida. Nos parece incluso una metáfora de las relaciones de padres e hijos, que se
modifican conforme éstos crecen. El árbol no puede pretender que el niño
permanezca siempre a su lado porque es ley de vida que los niños hagan su vida, se
conviertan en adultos y marchen a otros lugares. De ahí la importancia de que el
árbol encuentre la felicidad en si mismo y no en su relación con el niño, una
dependencia que nos deja un poso de tristeza inevitable al leer El Árbol Generoso.
Es una lectura bastante profunda pero que puede adaptarse al nivel del niño.
Nuestros hijos, sobre todo el pequeño, es evidente que no han hecho estas
reflexiones que hemos expuesto anteriormente pero sí que han entendido la extrema
generosidad del árbol y se han preguntado si eso realmente le ha hecho feliz.

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