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El término «desaparecido» hace referencia, en primer

lugar, a aquellas personas que fueron víctimas del


dispositivo del terror estatal, que fueron
secuestradas,torturadas y, finalmente, asesinadas por
razones políticas y cuyos cuerpos nunca fueron
entregados a sus deudos y, en su gran mayoría, todavía
permanecen desaparecidos.

Otras dictaduras de Latinoamérica y el mundo también


secuestraron, torturaron y asesinaron por razones políticas,
pero no todas ellas produjeron un dispositivo como la
desaparición de personas y el borramiento de las huellas
del crimen. Lo específico del terrorismo estatal argentino
residió en que la secuencia sistematizada que consistía en
secuestrar-torturar-asesinar descansaba sobre una matriz
cuya finalidad era la sustracción de la identidad de la
víctima. Como la identidad de una persona es lo que
define su humanidad, se puede afirmar que la
consecuencia radical que tuvo el terrorismo de Estado a
través de los centros clandestinos de detención fue la
sustracción de la identidad de los detenidos, es decir, de
aquello que los definía como humanos.

Para llevar adelante esta sustracción, el terrorismo de


Estado implementó en los campos de concentración una
metodología específica que consistía en disociar a las
personas de sus rasgos identitarios (se las
encapuchaba y se les asignaba un número en lugar de su
nombre); mantenerlas incomunicadas; sustraerles a sus
hijos bajo la idea extrema de que era necesario
interrumpir la transmisión de las identidades y, por
último, adueñarse hasta de sus propias muertes.

Los captores no sólo se apropiaban de la decisión de


acabar con la vida de los cautivos sino que, al privarlos de
la posibilidad del entierro, los estaban privando de la
posibilidad de inscribir la muerte dentro de una historia
más global que incluyera la historia misma de la persona
asesinada, la de sus familiares y la de la comunidad a la
que pertenecía. Por esta última razón, podemos decir que
la figura del desaparecido encierra la pretensión más
radical de la última dictadura: adueñarse de la vida de las
personas a partir de la sustracción de sus muertes.

Por eso, cada acto de los cautivos tendientes a


restablecer su propia identidad y a vincularse con los
otros en situación de encierro resultó una resistencia
fundamental a la política de desaparición. Lo mismo
ocurre cada vez que se localiza a un niño apropiado, hoy
adulto, y cada vez que se restituye la identidad y la
historia de un desaparecido. El Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF) se destacó desde muy
temprano en la búsqueda e identificación de los cuerpos
de los desaparecidos que fueron enterrados como NN. El
EAAF posee un banco de datos que, en este momento,
articulado con el Estado nacional, continúa permitiendo el
encuentro entre los familiares y los cuerpos de las
víctimas.

Definición
La Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas,8 firmada en 1994, lo considera como
un delito de lesa humanidad imprescriptible y lo define del
siguiente modo:
Se considera desaparición forzada la privación de la
libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su
forma, cometida por agentes del Estado o por personas o
grupos de personas que actúen con la autorización, el
apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de
información o de la negativa a reconocer dicha privación
de libertad o de informar sobre el paradero de la persona,
con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y
de las garantías procesales pertinentes.

Contexto
Los gobiernos militares del período de 1976 a 1983
impulsaron la persecución, el secuestro, la tortura y el
asesinato de manera secreta y sistematizada de personas
por motivos políticos y religiosos en el marco de lo que se
conoce como el Terrorismo de Estado en Argentina. Esas
prácticas fueron usadas en otras dictaduras de América
Latina en el marco de la Operación Cóndor en Sudamérica
y la Operación Charlie en Centroamérica.

La razón de que un Estado totalitario recurra a este método


es que busca la impunidad al dificultar la prueba del
cuerpo del delito, el desconocimiento del destino de los
desaparecidos infunde terror en las víctimas y en la
sociedad y la falta de certeza acerca de lo sucedido
dificulta la acción de los ciudadanos y favorece su
división. La desaparición es lo que vuelve al opositor un
homo sacer, es decir unas personas que pueden ser
asesinadas impunemente

El procedimiento de hacer desaparecer a los opositores es


un método represivo que se basa fundamentalmente en la
producción de desconocimiento. Por eso, saber qué pasó,
recuperar la memoria y exigir la verdad, se volvieron
reclamos principales de las víctimas y de las
organizaciones de derechos humanos. Una de las
consignas que refleja esta preocupación, cantada en las
marchas de protesta contra el gobierno militar, decía:
«¡Los desaparecidos, que digan donde están!».

La desaparición de personas genera una situación de


agravamiento de la represión y las heridas, debido a las
dificultades para los familiares de «dar por muertos» a sus
seres queridos y eventualmente dar por finalizada la
búsqueda de sus restos y la averiguación de lo que
realmente les sucedió.

Decreto de Noche y Niebla de Hitler


El sistema de desaparición de personas fue racionalizado
por primera vez por el nazismo, a partir del Decreto Noche
y Niebla (Decreto Nacht und Nebel) de Hitler, del 7 de
diciembre de 1941, cuyo texto fue reconstruido por el
Tribunal de Núremberg. Los ideólogos del nazismo
sostenían que el Decreto daba inicio a una «innovación
básica» en la organización del Estado: el sistema de
desapariciones forzadas.

La orden básica del Decreto de Noche y Niebla de Hitler


era:
Los actos de resistencia de la población civil en los países
ocupados solo se castigarán por una corte marcial, cuando:
a) había certeza de que se aplicará la pena de muerte y, b)
cuando la sentencia se pronunciase dentro de los ocho días
posteriores al arresto.
Según palabras textuales de Hitler, el resto de los
opositores debían ser detenidos durante «la noche y la
niebla» (por el Decreto Nacht und Nebel) y llevados
clandestinamente a Alemania sin dar otra información que
el hecho de su detención.
Entre los fundamentos del decreto se explica que:
El efecto de disuasión de estas medidas... radica en que: a)
permite la desaparición de los acusados sin dejar rastro y,
b) que ninguna información puede ser difundida acerca de
su paradero o destino.
El texto reconstruido precisa que:
Una intimidación efectiva y duradera solo se logra por
penas de muerte o por medidas que mantengan a los
familiares y a la población en la incertidumbre sobre la
suerte del reo y por la misma razón, la entrega del cuerpo
para su entierro en su lugar de origen, no es aconsejable,
porque el lugar del entierro podrá ser utilizado para
manifestaciones... A través de la diseminación de tal terror
toda disposición de resistencia entre el pueblo, será
eliminada.9
En Argentina, un camionero testigo de los vuelos de la
muerte declaró que le preguntó a un militar sobre el
destino de los cadáveres que traía, y este contestó: «Van a
la niebla de ninguna parte».10

El Decreto de Noche y Niebla de Hitler es mencionado


como antecedente de la política de desapariciones forzadas
en Argentina, en algunas resoluciones judiciales. El juez
español Baltasar Garzón lo menciona en una resolución
del 2 de noviembre de 1999, por la que dispone procesar a
98 militares argentinos acusados de crímenes de lesa
humanidad:

Igual que en el decreto nazi "Noche y Niebla" los traslados


clandestinos, la convicción de los secuestrados acerca de
que no podrán conectarse con el exterior y la simétrica
imposibilidad de los familiares, políticos, sacerdotes o
amigos de conocer lo que sucede en los campos de
concentración, les proporciona a los autores la garantía de
impunidad, de irresponsabilidad.
Resolución del juez Baltasar Garzón11
También es mencionado en la sentencia que en 2006
pronunció el Tribunal Oral en los Criminal No. 1 de La
Plata en el caso «Etchecolatz»:

Esto tiene relación con los decretos de noche y niebla de


1941 de Hitler; la práctica de la desaparición forzada de
personas es muy sofisticada desde el punto de vista
psicológico, es superadora del crimen político
convencional; los allegados no pueden dar por muerto a
quienes no vieron morir, no hay muerte registrada ni
formal, los familiares oscilan entre la realidad de la
desaparición y la irrealidad de la muerte, esto origina
conflictos psicológicos, son muertes sin sepulcro desde el
punto de vista antropológico, los familiares siguen siendo
torturados (psicológicamente), la espera no es un duelo, no
lo propicia.
En 1978 el agente secreto chileno Enrique Arancibia
Clavel, envió un informe con un listado parcial de
personas muertas y desaparecidas entre 1975 y julio de
1978 en Argentina, en el que afirma que hasta esa fecha se
habían listado 22 000. El documento publica parcialmente
y revela la existencia de registros individualizados de las
personas desaparecidas, que nunca fueron reconocidos por
los responsables o hallados.

Otro documento de la embajada de los Estados Unidos en


la Argentina, firmado por el encargado de Derechos
Humanos de la misma Allen Harris, relata que el 22 de
diciembre de 1978, el primer secretario de la Nunciatura
Kevin Mullen que un alto oficial del gobierno informó al
Nuncio Pío Laghi que se «habían visto forzados a “hacerse
cargo” de 15 000 personas en su campaña antisubversiva».

El listado inicial de la Asamblea Permanente por los


Derechos Humanos era de 5566 casos,nque coincidía
aproximadamente con las 5580 denuncias que se
realizaron en 1979 ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos.
La CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición
de Personas), creada al finalizar la dictadura por el
Gobierno constitucional de Raúl Alfonsín, tuvo por misión
principal recibir denuncias en forma directa de víctimas y
allegados, y elevarlas a la Justicia civil. En ocho meses se
recibieron denuncias sobre 7380 desapariciones. Una vez
presentado su informe (el libro Nunca más), la Secretaría
de Derechos Humanos de la Nación continuó recibiendo
denuncias que elevaron la cifra de desaparecidos
denunciados a 8961 personas.

Hasta 2003, la Secretaría de Derechos Humanos de la


Nación Argentina tenía registradas las denuncias
correspondientes a 13 000 casos aproximadamente.
En el 2009 el Archivo Nacional de la Memoria (ANM)
registraba 7140 víctimas de desaparición forzada, 1336
víctimas asesinadas y 2793 liberados/sobrevivientes. Esto
da un total de 11.269 víctimas. De acuerdo a lo expresado
por el ANM los registros originales de CONADEP
contenían 544 individuos que eran registrados como
desaparecidos pero no lo estaban, y otros 1009 casos
debieron eliminarse porque o estaban duplicados o
unificados con otros registros.
El propio dictador Jorge Rafael Videla indicó en una
entrevista que las desapariciones podían llegar "hasta 30
000"
La última dictadura militar en la Argentina (1976-1983),
imbuida de la “Doctrina de Seguridad Nacional”,
desarrolló diferentes formas y tecnologías represivas
contra sus ciudadanos. La represión, basada en el terror de
Estado, fue organizada territorialmente por el Ejército
Argentino, que tuvo a su cargo la coordinación operativa a
escala nacional y la construcción de un esquema tripartito
de poder. Este artículo indaga la acción de la Armada
Argentina en la configuración de acciones y prácticas
represivas desde una perspectiva de análisis regional y de
caso. Nuestro interés radica en problematizar aquellos
procesos de largo plazo instaurados por la represión de la
Armada en contextos acotados, las localidades de Bahía
Blanca y Ensenada, y sus proyecciones en la etapa
democrática. Nos interesa pensar ¿cuáles fueron las
modalidades desde las cuales la ARA ejerció su acción
represiva sobre un sector civil particular como fue el de
los trabajadores?

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