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1.

- CONSEJO DE ESTADO, SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO,


SECCIÓN TERCERA, ONCE (11) DE OCTUBRE DE DOS MIL VEINTIUNO (2021), C.P.:
FREDY IBARRA MARTÍNEZ, RAD. 25000-23-36-000-2013-00222-01(50599).

“En ese contexto, el equilibrio contractual puede alterarse (i) por situaciones imprevisibles
e irresistibles ajenas a las partes, eventos en los cuales conforme lo prevé el artículo 5 de
la Ley 80 de 1993 el contratista tiene derecho a ser llevado a un punto de no pérdida
porque como colaborador de la administración no está legalmente llamado a soportar solo
los efectos económicos imposibles de prever y precaver; (ii) cuando la ecuación se altera
por decisión de la administración en ejercicio del poder soberano o del ius variandi el
derecho del contratista va más allá y le permite mantener inalterado el equilibrio entre
deberes y obligaciones surgidas al momento de contratar.

(…)

Sin embargo, lo único demostrado es que el contratista ofreció un cambio en el método


constructivo para mejorar los tiempos de ejecución sin señalar que su aplicación
generaría mayores costos por lo que no puede ahora reclamar desequilibrio financiero
fundado en la aplicación. El IDU aceptó de buena fe el ofrecimiento para superar las
problemáticas de los tiempos de ejecución que derivaron de hechos previsibles para el
contratista como ya se explicó. Por lo que se logra observar un cambio por parte del
contratista en cuanto al equilibrio entre deberes y obligaciones que se pactaron
inicialmente en el contrato. Es por eso que se puede llegar a percibir que el Consejo de
Estado extiende las modificaciones de forma bilateral frente a aquellas que se realizan en
el contrato, sobre todo hablando del principio del Ius Variandi”.

2.- CONSEJO DE ESTADO, SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO,


SECCIÓN TERCERA, DOCE (12) DE OCTUBRE DE DOS MIL DIECISIETE (2017), C.P.:
DANILO ROJAS BETANCOURTH, RAD. 25000-23-26-000-2000-00079-02(37322).

“Mediante esta facultad, se brindan herramientas a la administración para que pueda


enfrentar aquellos eventos en los cuales durante la ejecución del contrato, se presentan
variaciones en las situaciones de hecho que existían al momento de su celebración, bien
sea de índole económica, o social o porque se presenten imprevistos de naturaleza
técnica, que hagan inconveniente la ejecución del contrato en sus términos originales,
caso en el cual, deberá la entidad introducir las modificaciones que resulten necesarias,
de ser posible, de común acuerdo con el contratista y de lo contrario, de manera
unilateral, a través de un acto administrativo, para ajustar el contrato a los nuevos hechos
y circunstancias sobrevinientes.

Para que resulte válido el ejercicio del ius variandi, las causas que lo justifiquen deben ser
posteriores a la celebración del contrato, imprevistas e imprevisibles, puesto que no se
trata de un medio tendiente a subsanar deficiencias en su planeación y elaboración.
Es claro entonces, que esta facultad no es ilimitada ni omnímoda, ni implica que la
administración pueda introducir unilateralmente variaciones al contrato que no estén
orientadas a adecuarlo a las situaciones nuevas e imprevistas que lo hagan necesario, de
cara al cumplimiento de su finalidad como herramienta de administración, mediante la
obtención de un objeto contractual que resulte útil para la satisfacción del interés general.
“La doctrina es unánime al señalar que la mutabilidad del contrato es limitada y debe
estar sujeta a los principios de razonabilidad que la constriñan a extremos que sean
aceptables, dentro de las motivaciones que justifican su existencia”.

No obstante, se observa que en la contratación estatal nacional, la Ley 80 de 1993 –art.


16- contempló como únicas modificaciones pasibles de ser realizadas en forma unilateral
por parte de la entidad contratante, las allí nombradas expresamente: la supresión o
adición de obras, trabajos, suministros o servicios, en el entendido de que es por este
medio que se pueden adecuar correctamente los contratos celebrados, a las nuevas
circunstancias imprevistas, imprevisibles y sobrevenidas, que hacen necesaria dicha
modificación y que por ende la justifican.

En consecuencia, no resulta procedente que la entidad, de manera unilateral, proceda a


modificar otras estipulaciones del negocio jurídico y a introducir cambios distintos al de
aumentar o disminuir las prestaciones a cargo del contratista, siempre y cuando respecto
de ellos, se cumpla la exigencia más importante que da lugar al ejercicio de esta facultad,
cual es la necesidad de adecuar el contrato a las circunstancias surgidas, de cara a la
satisfacción del interés general, sin perder de vista en tal caso, que la justificación del
ejercicio del ius variandi es la primera y más importante limitación al mismo, por lo que se
requiere “(…) que la “finalidad” alegada para introducir la modificación sea cierta, sincera,
verdadera, y no encubra una traición al fin legal, determinante de una “desviación de
poder” (…)” y siempre que el ejercicio del ius variandi en tal caso, no afecte los derechos
del contratista que la ley protege, como son los atinentes a su remuneración y al
mantenimiento del equilibrio económico del contrato”.

3.- CONSEJO DE ESTADO, SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO,


SECCIÓN TERCERA, VEINTITRÉS (23) DE MARZO DE DOS MIL DIECISIETE (2017),
C.P.: MARTA NUBIA VELAZQUEZ RICO, RAD. 08001-23-33-000-2013-00105-
01(51526).

“Siguiendo esa misma línea de pensamiento, tampoco resultaría ajustado a derecho


atender a un sistema de distribución de riesgos cuya materialización se derivará
directamente de la voluntad exclusiva de la entidad contratante y que tuviera la virtualidad
de afectar la normal ejecución del contrato. Tal sería el caso de los supuestos de
incumplimiento contractual o de la ocurrencia de circunstancias constitutivas de ruptura
del equilibrio económico del contrato originadas en la actuación de la Administración
contratante como se presentaría en los eventos del ejercicio del ius variandi o del hecho
del príncipe”.
4.- Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección A. Sentencia del 22 de octubre
de 2021. Rad No. 2012-00147. C.P: María Adriana Marín

“El equilibrio económico se predica respecto de aquellas condiciones y contraprestaciones


que las partes han pactado al celebrar el contrato, y en virtud de las cuales esperan
recibir los beneficios y provechos mutuamente equivalentes que les otorgará la ejecución
del objeto negocial -configurados precisamente bajo el principio de equivalencia de
prestaciones-. En cuanto a las causas de la ruptura del equilibrio financiero del contrato,
la jurisprudencia y la doctrina las han clasificado en tres grupos esenciales, a saber: a) las
que responden a los supuestos de la teoría de la imprevisión por ser, justamente,
imprevisibles y ajenos a las partes, al Estado y al contrato; b) las causas configurativas
del denominado “hecho del príncipe”, que resultan imputables a la entidad contratante
que en ejercicio de sus funciones administrativas profiere una medida de carácter general
que termina afectando a su propio contratista y siendo ajena al contrato, incide en él
alterando gravemente la economía contractual; y c) los eventos del denominado “ius
variandi” referentes a las modificaciones unilaterales que la entidad estatal le realiza al
contrato”.

5.- UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS, MAESTRÍA EN DERECHO CONTRACTUAL


PÚBLICO Y PRIVADO, CAUSALES DE RUPTURA DEL EQUILIBRIO ECONÓMICO
DEL CONTRATO ESTATAL, NATHALIA BURBANO BENAVIDES.
https://repository.usta.edu.co/bitstream/handle/
11634/27833/2020nathaliaburbano1.pdf?sequence=1&isAllowed=y

“La exigencia de restaurar el desequilibrio económico de un contrato se acompasa con los


principios de igualdad de las partes estimado en el artículo 13 de la Carta Política, y
seguridad jurídica (Escobar Gil, 1999), que consiste en el restablecimiento del detrimento
patrimonial de quien se ha visto perjuidicado, puesto que es una carga que la víctima no
tiene el deber de soportar.

En consecuencia, cuando se da aplicación de la figura del ius variandi o potestas variandi,


es decir, cuando hay una modificación de las obligaciones por un acto de la entidad
pública en calidad de contratante, que vuelven más gravoso el cumplimiento del contrato,
se ha considerado que hay una responsabilidad sin culpa u objetiva de la administración,
que tiene su justificación en la protección de la igualdad entre los contratantes
(Benavides, 2004).

Así cuando el Estado actúa de conformidad con el ordenamiento jurídico, y en especial


cuando su finalidad es la búsqueda del interés de la comunidad y, pese a ello, produce
daños antijurídicos a los administrados, la causa de su imputación será la responsabilidad
objetiva (Arenas Mendoza, 2017).

Finalmente, es preciso advertir que cuando el contratista no está conforme con las
cláusulas excepcionales que se han expedido al interior del contrato estatal, o con la
compensación y/o indemnización reconocidas a su favor, con ocasión de tales decisiones,
aquél podrá impugnarlas a través del recurso de reposición, de conformidad con el
artículo 77 de la Ley 80 de 1993, sin perjuicio de acudir a la jurisdicción de lo contencioso
administrativo a través del medio de control de controversias contractuales”.

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