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Ambigüedades

que
nutren la
Educación
Agüero Martínez Ludmila Loreta, Aguirre Zarina,

Altamirano Sofia, Burgos Mariano


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La ambiguedad que nutre la educación


La educación es un concepto polisémico atravesado por diferentes concepciones y


valoraciones dependiendo del “territorio” donde sea trabajada; esto incita a considerarla
como una práctica ambivalente que promueve una amplia variedad de interpretaciones y
debates que generan a su vez, diversos sentidos contrapuestos en sus implicancias y
finalidades. Una de las consideraciones que refiere a la educación es entenderla como “ una
herramienta fundamental en la construcción de las oportunidades de prosperidad de las
naciones que genera riquezas, promueve la productividad económica, el dinamismo de los
mercados, la competitividad y el bienestar en general” ( Gentili, 2007); ante esto, el autor
expresa la existencia de una paradoja en la que la educación se valoriza en un mundo donde
las personas son desvalorizadas por un mercado que se amplía y diversifica cuanto más
discrimina. Frente a ello, como “contrademanda”, esta cuestión nos invita a pensar
entonces que esta práctica educativa (cuyo acceso es “universal” ), no necesariamente
aspira al futuro goce de beneficios económicos producidos por la misma en cada uno de los
sujetos, sino que los mismos están destinados a un grupo “selecto”. Sin embargo, también
se puede conceptualizar a la educación como una “ práctica de libertad y un valor humano”
(Gentili, 2007) ya que la misma construye y contribuye al proceso de identidad,
“dignidad”, igualdad y humanidad de cada uno de los sujetos en su individualidad y como
agente perteneciente a un grupo social; es por esto que la conceptualización del “educar” no
remite en su totalidad a la transmisión de contenidos y saberes curriculares meramente
académicos sino que, profundiza sus funciones en cuanto al aspecto socio-cultural del
sujeto remitiendo a la historia e intereses con el afán de preservar ciertos elementos
distinguidos culturales como también proporcionar herramientas que permitan la
transformación y renovación cultural de la sociedad. Estas nociones permiten plantear
entonces que para “ transformar de manera efectiva a la sociedad” es fundamental el
ejercicio de la educación pero articulada, potenciada y resguardada por factores
sociopolíticos que sustenten este objetivo común; he ahí el compromiso tanto de los
diversos sectores estatales como también de especialistas de diferentes áreas
principalmente por parte de los pedagogos. Es así que la práctica ejercida por parte de estos
referentes, en vinculación a la educación, se ve comprometida y enmarcada por la
pluralidad de elementos instituidos e instituyentes que constituyen el campo educativo; sin
embargo los primeros son aquellos que fundan lo que Pasillas considera como los
elementos “inevitables” propios del mismo producto de socialización y particularmente en
el ámbito educativo. Por otro lado, también habitan otros componentes tales como lo
“deseable” ( definido por los intereses y propósitos individuales, sociales e institucionales)
y lo “indeseable” aportado, desde una concepción crítica, principalmente por disciplinas no
necesariamente ligadas al ámbito educativo inmediato.

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El encuentro y enfrentamiento entre estas dos últimas cuestiones habilita el surgimiento


de la Pedagogía y su labor de carácter amplio y a la vez profundo sobre las prácticas
educativas concretas (cuyas características definitorias giran en torno a la diversidad,
complejidad e irreversibilidad) ; éstas forman parte del objeto de estudio de las ciencias de
la educación y son los propios pedagogos quienes las analizan, critican, comprenden e
interpretan para su optimización. Esta disciplina, a lo largo de la historia ha ido adoptando
diversas funcionalidades en torno al marco social al cual está inmersa teniendo en cuenta
como referencia el propio contexto en la cual se desenvuelve; sin embargo un elemento
distintivo de Pedagogía contemporánea remite al compromiso con la sociedad demandante
y necesitada para lo cual la misma adopta indudablemente el carácter ético político con el
fin de responder creativamente a los desafíos de la búsqueda de la sociedad más justa
(Silber, 2009). Teniendo en cuenta esto, es necesario intervenir en las prácticas educativas
desde un discurso pedagógico viable, riguroso y sistémico, cuyas dos orientaciones
intencionales que se vinculan y retroalimentan de manera permanente son: el marco
argumentativo ( que define el proyecto educativo futuro teniendo como sustento elemental
de referencia a la mediación entre aquellos saberes y métodos interdisciplinares
priorizados, el marco sociopolítico cultural de los sujetos y las demandas sociales
jerarquizadas) y por otro lado, el enfoque propositivo en el cual se establece los medios,
estrategias y procedimientos para lograr este ideal educativo pensado. De esta manera, el
acto educativo no se encuentra ajeno a las distintas esferas que conforman la vida del sujeto
ni tampoco al marco teóricodidáctico, por ende, la intervención pedagógica de los
profesionales de la ciencia de la educación, es legitimada (en parte) por la diversificación
del conocimiento de las distintas áreas y el contexto que lo atraviesa. Este proceso
educativo como objeto de estudio de los profesionales de esta área, apuesta entonces, a
“superar” de forma argumentativa y propositiva la educación existente a partir de aportes
de conocimiento de distintos campos, buscando “ concordar aspectos psicológicos con
problemáticas que marca la sociología y que pueden ser determinados por asuntos que
descubre la economía”. (Pasillas, 2017. Página 16) Estas caracterizaciones acerca de la
intervención pedagógica se traslucen en los tres factores ( la deseabilidad de intervención,
la no arbitrariedad y la pertinencia en el modo de intervención) que confluyen para su
promoción y le dan un sentido orientador hacia las definiciones de la educación. Es aquí
que se puede visualizar y comprender las múltiples relaciones que se imparten dentro de
todo proyecto pedagógico en marco a los diversos sentidos de educación que habitan en los
amplios “territorios” educativos en donde se promueve ( desde la extrañeza) el desarrollo y
constitución del sujeto desde su núcleo hacia su exterior trascendiendo ciertas ideas e
“ideales” socioculturales que inciten a la educación como un valor emancipador, crítico y
democrático en donde el propio sujeto tenga la capacidad y potestad de recibir, apropiarse y
significar los aprendizajes y, por medio de este proceso, constituirse como individuo
reconocido, entendido y emancipado.

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Sin embargo, es fundamental mencionar y poner en juego una cuestión trascendental que
constituye al campo pedagógico como un escenario de ambigüedades las cuales dificultan
la definición en exactitud del mismo. En la práctica, se puede observar la imponente e
irrenunciable dependencia que el sistema educativo sostiene con el marco sociopolítico
económico en la cual está inserta y como consecuente a esto, la orientación pedagógica
inevitablemente se tiene que regular, en base a lo que Pasillas ( 2017) menciona, a “ los
puntos de vista de los grupos sociales o procesos dominantes [...] de ese modo participa en
su legitimación”. En relación a esto, nos permitimos discutir esta implicación ya que va en
contra a los “ ideales pedagógicos teóricos” que sostienen que la pedagogía tiende ( a través
de su ejercicio) a un proyecto social democrático que remita a la mediación de los intereses
de la sociedad como también de las demás instituciones; pero en mayor medida su “lema”
se orienta a la satisfacción de una educación más efectiva que trascienda las limitaciones
sociales impuestas ante cada sujeto hacia la apertura de su expansión y potenciación de sus
virtudes. En vinculación a la anterior y como cierre, sostenemos que la educación al ser un
ejercicio complejo y diverso, admite el juego de encuentros de diferentes posicionamientos
potenciales y por lo tanto modalidades de prácticas diversas y es entonces así que se pueden
visualizar las dicotomías que surgen, confluyen y constituyen la práctica pedagógica
definida, tomando palabras de Julia Silber, como “ desconcierto y certeza, desencanto y
esperanza. Es una ciencia con sentimientos o un sentimiento que no aspira a ser ciencia”.
Estas ambigüedades explicitadas a lo largo del texto son algunas de las innumerables que
constituyen a toda práctica social en libertad ya que se entrecruzan por medio de las
diversas subjetividades expresadas a través de su presencia en voz y cuerpo; las mismas no
define negativamente a la concepción de educación ni al ejercicio educativo por lo
contrario, muestra una de las capacidades y virtudes que la misma podría tener, la
humanidad.

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Bibliografía:
* GENTILI, P. (2007) Desencanto y Utopía. Argentina: Homo sapiens. Cap. IX.

* PASILLAS, M. A. (1993) Legitimidad de la intervención pedagógica. En Cuadernos


Pedagógicos Universitarios. México: Dirección General de Publicaciones.

* SILBER, J. (2009) El campo pedagógico. disquisiciones epistemológicas y categorías


básicas. [Ficha de cátedra]. La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social,
UNLP.

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