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Damien Hirst y todos los demás…

Ayer, jueves 12 de enero, fue la fecha de largada para las inauguraciones en los circuitos de
las galerías neoyorquinas.

La exhibición más esperada fue la de Damien Hirst -inauguró en las 11 galerías de Larry
Gagosian en todo el mundo: Londres, París, Ginebra, Hong Kong, Los Angeles, Roma,
Atenas y New York, claro-.

Asistí a la de Gagosian Chelsea sobre la W24th St. No estallaba de público como se


preveía, ni de fans, ni de admiradores, más bien de amantes del arte curiosos y poco
entusiasmados con lo que veían en las 4 salas blancas e inmensas de la galería. (Prohibido
tomar fotografías en las salas custodiadas por amables empleados de seguridas: 4 por sala,
robé algunas fotos con mi iphone, subo una: me disculpo por su dudosa calidad).

Methoxyverapamil, 1991
Household gloss on canvas
75 x 69 inches  (190.5 x 175.3 cm) Gentileza de la galería

La serie que exhibe Hirst en las tres sedes de Gagosian en NYC y en el resto del mundo es
la de sus puntos de colores. Una serie que comenzó a pintar en 1986, primero sobre la
pared, luego sobre lienzos -más aptos y vendibles- y siguió en lo que él consideró que sería
un trabajo sin fin. Lo cierto es que de los 200 cuadros con puntos de colores (perfectamente
redondos, como hechos con compás, prolijos, sin chorreaduras ni imperfecciones y en una
paleta de colores que se repite en todas las obras), sólo el 20 por ciento están a la venta. El
resto ya tiene dueño y es exhibido por gentileza de los coleccionistas. Sólo 5 de ellos fueron
pintados por el artista y el resto fue obra de lo que él llama “mis obreros”, es decir sus
asistentes.
El store con los souvenir de la exhibición
de Hirst

Según las dimensiones de los cuadros -los hay de todos los tamaños y formas: cuadrados,
rectangulares y redondos; con puntos inmensos o pequeños y hasta con un único punto- son
los precios que van de los 100 mil dólares al millón y medio. También cuánto más antiguos,
más caros. Lo más barato y accesible se encuentra en la tienda montada al final del circuito
de la galería. Se venden desde llaveros con puntos -7 dólares-, pasando por relojes -87
dólares- hasta skates -550 dólares-. También hay remeras por veinte y tazas por 20.

Registros a escondidas y sin editar con mi iphone

Lo de Hirst es chismerío en el mundo del arte. Es más mercado y saña en ver que otra
astucia logró urdir el artista más rico del mundo. El arte ayer estaba en otra parte, en el
resto de las decenas de galerías que inauguraron con apuestas fuertes su temporada.

Elijo tres para contarles.


La exhibición de Mark Weizz, Extra fucking ordinary, justo frente a Gagosian, con las
esculturas poderosas de Will Kurtz (vive y trabaja en Brooklyn), inquietantes figuras
humanas en tamaño natural hechas con resina y papel de diarios y revistas que hacen de
piel de cada uno de sus personajes -niños con algo de espeluznante, ancianos vencidos,
mujeres ampulosas-.

Una “madonna” de Kurtz y detalles

A una cuadra, la pujante galería de Buck -ubicada en un edificio de siete pisos donde cada
estudio es una galería- exhibía la obra de otro hijo de Brooklyn, Victor Matthews, con su
obra The vortex. Matthews cuenta entre sus coleccionistas a Salman Rushdie, estrellas de
Hollywood y Donald Trump, entre otros. Pero lo más interesante de de Buck, lo pude ver
en su trastienda. Es la obra del artista francés Zeus, con sus cuadros líquidos que parodian
marcas en una cruza con íconos del arte contemporáneo.

Zeus y su serie líquida

Por fin, en el sur de la ciudad también se vio obra poderosa. Fue en la galería Whitebox,
sobre Broome St, allí un seleccionado de artistas de la galería mostró lo mejor de lo suyo en
una muestra contestataria llamada Outlaw (Fuera de la ley).

Continuará…

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