Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Carmen, de tres años, finge que los trozos de cereal que flotan en su tazón
son “pececitos” que nadan en la leche y los “pesca” cucharada a cucharada.
Después del desayuno, se pone el sombrero de su madre, recoge un maletín y
es “mami” de camino al trabajo. Pasea en su triciclo por los charcos, entra a
recibir una llamada telefónica imaginaria, convierte un trozo de madera en un
camión y dice “¡RRRrrrun, RRRrrrun!”. El día de Carmen transcurre de un juego
a otro.
Courtney, de tres años, hablaba por una muñeca usando una voz más
grave que la suya. Miguel, de cuatro, llevaba una toalla de cocina como capa y
revoloteaba alrededor como Batman. Esos niños participaban en un juego que
implicaba personas o situaciones inventadas; ésta es una de las cuatro
categorías de juego que, según la identificación de Smilansky (1968), muestran
niveles de complejidad cognoscitiva cada vez mayores. Las categorías son juego
funcional, juego constructivo, juego dramático y juegos con reglas. Si bien ciertos
tipos de juego son más comunes en determinadas edades, los tipos de juego
pueden ocurrir en cualquier momento.
Un tipo de juego que se vuelve más social durante los años preescolares
es el juego dramático (K. H. Rubin et al., 1998; d. G. Singer y J. L. Singer, 1990).
Por lo general, los niños participan en más juego dramático cuando juegan con
alguien que cuando lo hacen solos (Bjorklund y Pellegrini, 2002). A medida que
el juego dramático se hace más colaborativo, los argumentos se hacen más
complejos e innovadores y ofrecen más oportunidades para practicar las
habilidades interpersonales y de lenguaje y para explorar los roles y
convenciones sociales. Cuando simulan juntos, los niños desarrollan habilidades
conjuntas de solución de problemas, planeación y búsqueda de metas; pueden
comprender el punto de vista de otras personas y construyen una imagen del
mundo social (Bergen, 2002; Bodrova y Leong, 1998; Bjorklund y Pellegrini,
2002; J. I. F. Davidson, 1998; J. E. Johnson, 1998; Nourot, 1998; P. K. Smith,
2005).
Los valores culturales influyen en los ambientes de juego que los adultos
disponen para los niños, ambientes que repercuten a su vez en la frecuencia de
formas específicas de juego entre las culturas (Bodrova y Leong, 1998). Un
estudio observacional en Estados Unidos comparó a 48 niños de origen coreano
y 48 angloamericanos, todos de clase media, que asistían a diferentes institutos
preescolares (Farver, Kim y Lee, 1995). Los preescolares angloamericanos
alentaban el pensamiento independiente, la participación activa en el
aprendizaje, los intercambios sociales entre los niños y las actividades
colaborativas con los maestros. No sorprende que los niños angloamericanos
participaran en más juego social mientras que los niños de origen coreano se
involucraban en mayor medida en el juego desocupado o paralelo. Al mismo
tiempo, el juego de los niños de origen coreano era más cooperativo y con
frecuencia ofrecían juguetes a otros niños, lo cual probablemente sea un reflejo
del interés de su cultura por la armonía del grupo. Los niños angloamericanos
eran más agresivos y a menudo respondían de manera negativa a las
sugerencias de otros niños, lo que reflejaba la competitividad de la cultura
estadounidense.