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CALENDARIO DE ACTIVIDADES

Dia Lugar Tema Dara catequesis


15 octubre XII Asamblea Desde la formación, comunión y misión Pbro. Adrian
Diocesana PF hacia la promoción de la familia en
plenitud
Lunes 16- Zona 3-Chinandega 1. La familia está llamada a edificar el Pbro. Michael
Octubre Reino de Dios.
Martes 17- Zona 1 – León 2. Dignidad de la Vida humana. Pbro. Luis Miguel
Octubre
Miércoles Zona 2 – Mina la 3. La esperanza en la familia. Pbro. Rafael
18-Octubre India Cajina
Jueves 19- Zona 4-Villa Nueva 4. Familia constructora de una nueva Pbro. Alejandro
Octubre humanidad. Ulloa
Viernes 20- Corinto 5. Solidaridad con el otro, familia Pbro. Marcos Diaz
Octubre Samaritana.
Sábado 21- Malpaisillo 6. Familia, Don para la sociedad Pbro. Luis Manuel
Octubre Acto Mariano

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I. La familia está llamada a edificar el Reino de Dios

La familia debe participar activamente en la vida y misión de la Iglesia

La Iglesia enseña que la familia es uno de los bienes más preciosos de la


humanidad. La familia está llamada a edificar el Reino de Dios y a participar
activamente en la vida y misión de la Iglesia. Los miembros de la familia,
enseñados por la Palabra de Dios, son una pequeña porción viva de la Iglesia.

La Iglesia siempre ha enseñado que la familia cristiana es una comunidad


creyente y evangelizadora, que testimonia la presencia salvadora de Cristo en
el mundo a través de la unidad y fidelidad de los esposos, y la conservación y
transmisión de la fe a los hijos.
En la familia los padres deben comunicar el Evangelio a los hijos, pero también
pueden recibirlo de ellos. La familia debe transmitir la fe a otras familias y a los
ambientes donde se desenvuelve su vida ordinaria.

Los padres deben dar ejemplo con naturalidad de cómo vivir la vida y las
tradiciones cristianas. Las familias son testimonio y fermento de vida cristiana
en la sociedad en la medida en que los esposos viven bien las exigencias de su
vocación matrimonial. Ese clima de amor y generosidad facilitará prestar ayuda
ya sea espiritual o material a otras familias que lo necesiten.

También pueden hacerse presentes en las actividades propias de la pastoral


evangelizadora de la Iglesia a través de las parroquias o movimientos
apostólicos.

El sacramento del matrimonio, recibido con las debidas disposiciones, confiere


la gracia de Jesucristo que ayudará a los esposos a santificarse en todas las
circunstancias de su vida conyugal, porque Dios no nos abandona nunca en
nuestra vocación, y el matrimonio es una vocación, un camino hacia la santidad.

Dios llama al hombre a la existencia por amor y es convocado al mismo tiempo


al amor. El matrimonio es el alma y fundamento de la comunidad familiar. La
Doctrina social se refiere al él como una comunidad conyugal ordenada al bien
de los esposos, a la procreación y a la educación de los hijos.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, se presenta como instrumento


para el discernimiento moral y pastoral de los complejos acontecimientos que
caracterizan a nuestro tiempo; como guía para inspirar, en el ámbito individual
y en el colectivo, comportamientos y opciones que permitan mirar al futuro con
confianza y esperanza; como subsidio para los fieles en la enseñanza de la moral
social" (n. 10). Dedica uno de sus primeros capítulos a la institución de la familia,
descrita como «la célula vital de la sociedad».

El número que abre la sección sobre la familia comienza recordando que la


Sagrada Escritura subraya en repetidas ocasiones la importancia y centralidad
de la familia. El libro del Génesis narra la creación del primer hombre y la primera
mujer, y se presenta a la familia jugando un papel central en la creación. Otros

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libros del Antiguo Testamento hablan del amor que se encuentra en la familia,
que es también donde se enseña a los hijos la sabiduría y las virtudes.

El Compendio recuerda las palabras de Pablo VI durante su visita a Nazaret en


1964, cuando el Pontífice habló de Jesús que nace y vive dentro de una familia,
«aceptando todas sus características, y confiriendo la más alta dignidad a la
institución del matrimonio» (No. 210).

La Iglesia, continúa el texto, ve la familia como «la primera sociedad natural,


con derechos que le son propios, y puesta en el centro de la vida social» (No.
211). La familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer es
importante tanto por razones naturales, como el lugar principal de las relaciones
interpersonales, como por razones sobrenaturales, como institución divina.

El Compendio explica luego la importancia de la familia para la sociedad. Para


cada individuo, la familia es la cuna de la vida y el amor donde nacen y crecen
(No. 212). El clima de afecto que une la familia es también donde aprendemos
la verdad y la bondad.

Además, la unidad familiar es una comunidad de personas donde se enseñan los


valores morales y donde se transmite la herencia espiritual y cultural de la
sociedad.

La familia es también esencial para asegurar que las personas se afiancen en


sus convicciones, y promueve tanto la responsabilidad social como la solidaridad.

Dada su vital importancia, la familia tiene prioridad sobre la sociedad y el estado.


«Todo modelo social que intente servir al bien del hombre no debe pasar por
alto la centralidad y responsabilidad social de la familia» (No. 214).

Invocando el principio de subsidiariedad, el texto afirma que las autoridades


públicas no deben quitar a la familia tareas que puede realizar por sí misma, o
en asociación con otras familias.

En cuanto al matrimonio, el Compendio explica que la familia se funda en la libre


elección de los esposos de unirse. La institución del matrimonio, aunque esté
regulada por instituciones y leyes humanas, es lo que resulta más importante,
una asociación establecida por Dios y dotada de sus propias leyes (No. 215).

El carácter divino del matrimonio, y el derecho natural del matrimonio, pone


límites a lo que la sociedad puede legítimamente hacer para regular el
matrimonio. Deben salvaguardarse la dignidad y características específicas del
matrimonio. Las características fundamentales del matrimonio son: totalidad,
con la que los esposos se dan uno al otro mutuamente; unidad, creada por la
unión de la pareja; indisolubilidad y fidelidad, que requiere un mutuo y definitivo
darse; y fecundidad, a la que el matrimonio está abierto.

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Una parte importante del matrimonio es la transmisión de la vida a través del
nacimiento y crianza de los hijos. Sin embargo, el número 218 añade que la
procreación no es la única razón del matrimonio y que, cuando una pareja no
puede tener hijos, queda el valor de la comunión entre los esposos.

El Compendio también trata el sacramento del matrimonio, explicando que une


a las parejas dentro de la Iglesia según el plan de Dios. De hecho, el sacramento
hace de la familia una suerte de «Iglesia doméstica» en la que la familia está
llamada a ser signo para el mundo. Y el amor de la pareja casada es elevado a
un nuevo nivel por la gracia sacramental.

El papel del amor dentro del matrimonio y la familia es otro tema tratado en el
texto. La familia es el lugar donde tiene lugar la comunión, y gracias al amor
cada persona es reconocida, aceptada y respetada (No. 221).

El amor, afirma el Compendio, es esencial para los seres humanos. Pero el amor
marital es más que sólo emociones o expresión sexual. Es un don pleno y total,
marcado por la unidad y la fidelidad. Además, la naturaleza del amor conyugal
requiere que la unión marital sea estable. La introducción del divorcio civil « ha
fomentado una visión relativista del vínculo matrimonial» y puede ser
considerado «una plaga para la sociedad» (No. 225).

Para aquellas parejas que se han divorciado y vuelto a casar, el Compendio


añade que la Iglesia no las abandona. «Ruega por ellos y los anima en las
dificultades que encuentran en su vida espiritual, sosteniéndolos en la fe y la
esperanza» (No. 226). Sin embargo, no pueden recibir la Eucaristía hasta que
obtengan la reconciliación a través del sacramento de la penitencia.

El texto también rechaza los intentos de redefinir el matrimonio a través de la


introducción de nuevos conceptos que ven el género como algo meramente
dependiente de factores sociales y culturales. «La diferencia física, moral y
espiritual y su complementariedad están orientadas hacia los bienes del
matrimonio y el florecimiento de la vida familiar» (No. 224). Es, por tanto,
incongruente pedir que las uniones del mismo sexo reciban el estatus de
matrimonio. Al mismo tiempo, el Compendio pide que se respete plenamente a
los homosexuales en su dignidad humana, pero también les anima a ejercitar la
castidad (No. 226).

El Compendio es también crítico con las uniones de hecho porque se basan en


una falsa concepción de la libertad de elección. El matrimonio es más que un
simple acuerdo de vivir juntos puesto que es un instrumento social y el medio
principal para ayudar a cada persona a crecer de una manera integral (No. 227).

Otra sección trata los temas relacionados con la vida dentro de la familia. «El
amor conyugal está por naturaleza abierto a la aceptación de la vida» (No. 230).

Éste es particularmente el caso de las familias cristianas, que por virtud del
sacramento deberían ser testigos del evangelio de la vida. El Compendio

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reconoce el peso de esta responsabilidad, pero anima a las parejas a tomar
decisiones basadas en «una generosa aceptación de la vida» (No. 232).

Se excluyen, por ser moralmente inaceptables, los medios contra la vida tales
como el aborto, la esterilización y los métodos anticonceptivos. Las parejas, sin
embargo, pueden decidir la utilización de métodos basados en la abstinencia
periódica para regular el número de hijos, basándose en la consideración de
factores personales, familiares y sociales.

En la otra cara de la moneda, el Compendio excluye la idea de que los padres


tienen derecho a los hijos. El deseo de tener hijos a toda costa conduce a la
utilización de técnicas reproductivas que son éticamente inaceptables.

El Compendio también explica que la función de la familia es criar a los hijos,


«un papel completamente original e irremplazable» (No. 239). El amor de los
padres es puesto al servicio de sus hijos y anima toda actividad educativa. Los
padres tienen tanto el derecho como el deber de educar a sus hijos, lo que
debería respetar el estado. El texto también insiste en que, para llevar a cabo
esta función, los padres tienen derecho a buscar instituciones educativas y a que
el estado debería proporcionar apoyo económico a estos colegios no públicos.

El papel primario de los padres en la educación se da especialmente en el caso


de la formación religiosa y moral. Pero esto debe también respetarse en el área
de la educación sexual. El Compendio recalca la importancia de unir la educación
sexual a una instrucción en las normas morales y los valores humanos.

Debe también protegerse la dignidad de los hijos, antes de nada protegiendo su


derecho a nacer dentro de una verdadera familia. Asimismo, el Compendio llama
la atención sobre problemas como el trabajo infantil, la falta de cuidados médicos
y la explotación sexual.

El tratamiento conciso y completo de la familia en el Compendio proporciona una


fuente útil para pastores y laicos interesados en conocer más sobre la posición
de la Iglesia respecto a muchos temas fundamentales que tocan el matrimonio
y la familia.
Familiaris Consortio
Los jóvenes necesitan solidaridad y apoyo, y constituyen, junto con los pobres,
la opción preferencial cristiana. necesario y fructífero diálogo.
La Iglesia, en cambio, «valora la vejez como un tiempo de sabiduría y
experiencia, de paz y de agradecimiento, de amistad y solidaridad, de
aceptación, confianza y preparación para la muerte»

En la Carta de los Derechos de la Familia aprobada por la Santa Sede se formulan


los derechos fundamentales y universales de la familia y se reclama de la
sociedad que los defienda. Este documento consiste en un preámbulo y 12
derechos fundamentales. El preámbulo hace notar que aunque los derechos de
una persona se expresan como derechos individuales, tienen una dimensión
social fundamental que encuentra una expresión innata y vital en la familia.

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II. DIGNIDAD DE LA VIDA HUMANA.

Altísimo valor

Altísimo valor de toda vida humana

Cuando hablamos de la dignidad humana nos referimos al valor incomparable


de cada ser humano concreto. Cada vida humana aparece ante nosotros como
algo único, irrepetible e insustituible; su valor no se puede medir en relación con
ningún objeto, ni siquiera por comparación con ninguna otra persona; cada ser
humano es, en este sentido, un valor absoluto.

Reclama respeto y amor

De modo que el tratamiento apropiado para el ser humano, adecuado a su


dignidad, es sólo el que le toma como un fin en sí mismo y no como un simple
medio u objeto. De aquí que el sentido propio de la vida humana sólo se exprese
bien en la justicia y, mejor todavía, en el amor. La persona es bien tratada y
valorada cuando es respetada y amada; es, en cambio, maltratada y
minusvalorada cuando es convertida en mero objeto de cálculos o de
intercambio.

Cada persona humana, amada por Dios

La revelación de Dios en Jesucristo nos desvela la última razón de ser de la


sublime dignidad que posee cada ser humano, pues nos manifiesta que el origen
y el destino de cada hombre está en el Amor que Dios mismo es. Al tiempo que
viene a la existencia, cada ser humano es objeto de una elección particular del
Creador que le otorga la capacidad de escuchar la llamada divina y de responder
con amor al Amor originario. Así lo cree la Iglesia cuando afirma que el alma de
cada hombre es creada inmediatamente por Dios. Los seres humanos no somos
Dios, no somos dioses, somos criaturas finitas. Pero Dios nos quiere con Él. Por
eso nos crea: sin motivo alguno de mera razón, sino por pura generosidad y
gratuidad desea hacernos partícipes libres de su vida divina, es decir, de un
Amor eterno. La vida humana es, por eso, sagrada.

Cristo revela el sentido pleno de la vida humana

Cristo manifiesta y realiza la plenitud de sentido de la vida humana

“La Vida se nos manifestó” (1 Jn 2,1). Con esta afirmación San Juan nos indica
el modo especial como los cristianos conocemos la vida: Cristo nos revela la
plenitud del sentido de la vida humana. Por el misterio de su Encarnación Él se
ha unido de algún modo con la vida de todo hombre 74 . Queda así patente el
sentido divino de toda vida humana, cuyo valor absoluto no puede ser reducido
a lo que de ella nos digan los meros cálculos racionales.

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Además, por su misterio Pascual, Cristo nos desvela el fecundo misterio
escondido en la entrega de la propia vida, que puede ser entonces entendida
como “un don que se realiza al darse” 75 : “quien quiera salvar su vida la
perderá, pero quien pierda su vida por Mí la encontrará” (Mt 16,25). En estas
palabras se alude a la conversión a la que Jesucristo nos apremia y nos invita:
Él es el médico que cura por su sangre al hombre enfermo de pecado y cautivo
de un “cuerpo de muerte” (Rom 7,24).

Por fin, Cristo, sentado a la derecha del Padre, en su humanidad gloriosa, nos
descubre el horizonte definitivo de la vida humana, que es la Vida eterna. Ya
ahora se nos ha manifestado y donado la Vida eterna por Jesucristo, por su
Iglesia y sus sacramentos. Sin embargo, esperamos todavía la resurrección y la
vida eterna en su plenitud para aquel día glorioso en el que el Señor vuelva y
Dios lo sea todo en todos (cfr. 1 Cor 15,28).

El don del Evangelio de la vida suscita en nosotros gratitud y responsabilidad

El Evangelio de la vida, aquí evocado, suscita en nosotros ante todo el asombro


y la gratitud: ¡Cuánto hemos recibido! ¡Cuánto podemos esperar aún! ¡Qué
grande es la generosidad de Dios! Pero también nos mueve casi
espontáneamente a la magnanimidad y a la responsabilidad: ¡También nosotros
hemos de ser generosos! Ésa es la razón por la que el Evangelio de la vida nos
exige y nos posibilita una respuesta adecuada, noble y sincera, a la verdad de
la vida humana. Quien de verdad escucha en su corazón el Evangelio de la vida
no se queda pasivo ante las amenazas y las violaciones que sufre la vida de los
hermanos, en especial la de los más débiles

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III. La esperanza en la familia

La esperanza es un don de Dios que une el pasado con el presente y el futuro


para proporcionar un final feliz y definitivo.

Vivir con esperanza es vivir feliz, a veces se pierde fácilmente en el camino, es


demasiado frágil para nuestro mundo cuando se torna oscuro y frío. Terminamos
siendo adultos que nos dejamos abatir por el primer contratiempo que se
interpone en nuestros caminos.

La esperanza nos ofrece la solución definitiva a nuestros problemas de


sufrimientos. Este maravilloso valor es una especie de energía poderosa que
hace parte del capital psicológico positivo de las personas, junto con el
optimismo, la resiliencia, la confianza y la fe, valores profundamente asociados
con la plenitud de la felicidad. La verdadera esperanza es motivo de alegría,
felicidad y bienestar.

Consejos para fortalecer y desarrollar la esperanza en nuestras familias:


1.-La oración en la familia es el mejor camino para dar una formación cristiana
auténtica a nuestros hijos. Hay muchas situaciones por las que siempre estamos
agradecidos.

2.- Hablar a nuestro ángel, ese ángel protector y pastor es nuestro Ángel de la
Guarda. Siendo cercano a ellos nos fortalece la esperanza en la familia.

3.- En el hogar es importante que se hable del cielo, que es la meta de nuestro
camino terrenal. Sabemos que la muerte de un ser querido puede ser un buen
momento, y busquemos otras ocasiones para fomentar la esperanza de llegar
allí. La esperanza del cielo nos fortalece.

4.- La convicción de que Dios es un Padre amoroso, que nos quiere con locura y
por eso desea nuestro bien, nos lleva a la paz y a la serenidad ante todos los
acontecimientos. Saberse hijo de Dios nos llena de verdadera esperanza.

5.-Inspiramos esperanza en los demás cuando la tenemos para con nosotros


mismos. La mejor forma de inspirar confianza, fe y esperanza en los demás es
cuando ellos nos ven caminar con ilusión, nos observan proponernos metas y
elaborar los planes necesarios para alcanzar los objetivos.

6.- Habremos ganado mucho si en nuestros hogares conseguimos que, ante los
peligros, las angustias, las dudas, todos de forma natural invoquemos a Santa
María. El Ave María es una oración sencilla, un diálogo muy sincero nacido del
corazón, un saludo cariñoso a nuestra Madre del Cielo.

7.-Es en los momentos de adversidad donde se necesita la compañía de las


personas que más amamos. Las que nos pueden ofrecer el hombro para llorar y
nos dan las palabras de ánimo que necesitamos escuchar. Es en estos momentos
cuando más se necesita de la familia y de los buenos amigos.

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IV. Familia constructora de una nueva humanidad.

Matrimonio, base espiritual


Cuando hablamos de la vida en el Matrimonio inmediatamente pensamos en los
valores de amor, lealtad y compromiso. Éstos se encuentran en otras relaciones,
y no solo en el matrimonio, pero ahí es distinto, pues al ser una alianza
establecida sobre la capacidad de procrear del hombre y la mujer, el Sacramento
pone a disposición de los esposos el poder de la fidelidad de la Alianza de Dios
y su unión como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así, ofrece una dimensión nueva
y más profunda de la fecundidad biológica; recibir un hijo, constituye una
extensión de la generosidad divina.

Paternidad, vocación espiritual


La decisión de tener un hijo se basa en condiciones de tipo físico, psicológico,
social y económico de los esposos; sin embargo, la decisión profunda tiene como
base el amor en forma de servicio, sacrificio, confianza y apertura a la
generosidad de Dios. Cuando los esposos tienen hijos bajo el modelo del amor
de Cristo por nosotros, dicho amor los orienta en la formación espiritual de esos
hijos.

La vida en la Iglesia doméstica


El Concilio Vaticano II llamó a la familia “Iglesia doméstica”; en ella los padres
son los primeros predicadores de la fe, con la palabra y el ejemplo, y fomentan
la vocación de cada uno.
Acompañar, este es el verbo clave en la familia: acompañar a los hijos en
casa, en la integración a la comunidad, en la actividad y el descanso, pero
especialmente en el encuentro con Dios, con la oración. Lo dice el Papa: “Una
relación familiar con el Señor es como tener abierta la ventana de nuestra vida
para que Él nos haga oír su voz, qué quiere de nosotros (Umbría, 2013).

La paternidad nos hace ver que no somos autosuficientes, que necesitamos


ayuda y fortaleza de Dios, la familia, la Iglesia y los amigos. Las rutinas
domésticas pueden ser lugares en los que brilla el Espíritu Santo: donde la
bondad y la hospitalidad cristiana aligeran la vida.

La gran familia eclesial


En “Amoris laetitia”, el Papa Francisco nos ayuda a descubrir cómo la familia
sigue siendo una hermosa tarea para la comunidad eclesial; pastores y
comunidad caminan juntos ante los desafíos de nuestro tiempo.

Los pastores -señala- debemos alentar a las familias a crecer en la


fe, con los medios tradicionales: vida sacramental, dirección espiritual, retiros
espirituales.
Destaca la generación de espacios de oración familiar, que la presencia de los
sacerdotes en medio de las familias convoque a todos sus miembros a alentar la
oración, particularmente a través de la lectura de la Palabra de Dios, para que
su luz impregne el discernimiento y la acción de los miembros de esa Iglesia
doméstica en la comunidad.

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Familia y parroquia
Para que la familia sea Iglesia doméstica debe vivir insertada en la
Iglesia universal, portadora y maestra de la alianza de Dios con su Pueblo.
Participar en la Misa dominical y los sacramentos es indispensable para que la
Iglesia doméstica cumpla con su nombre. Para que una parroquia sea realmente
una “familia de familias” debe realizar acciones concretas de hospitalidad y de
generosidad.

Los desafíos de la vida familiar exigen apoyo de la comunidad; ninguna familia


puede crecer sola, necesitan de su parroquia y las parroquias también
necesitan de esas familias.

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V. Solidaridad con el otro, familia Samaritana.

La familia debe ser una comunidad en la que tanto el padre como la madre
aceptan y viven su responsabilidad. Debe ser una comunidad solidaria con
aquellos cuya comunidad familiar se ha roto o herido.

El concepto de SOLIDARIDAD, debe ser vivida primero en la familia, y debe estar


adherida a valores y principios de que todos somos iguales, no es más el que
da, que el que recibe. Y que en esta vida en familia somos un equipo, aquí no
pierdo yo debemos ganar todos.

Pero lo más importante, es que la solidaridad debe de ir acompañada del amor,


es un regalo que Dios nos hace de poder ayudar a otros, pero si lo hacemos sin
amor, solo es un simple activismo, la solidaridad viene de Dios y es el amor a
Dios el que nos da la trascendencia y perseverancia en nuestro movimiento, y
somos llamado a ser solidarios con nuestros hermanos.

PISTAS PARA PRACTICAR LA SOLIDARIDAD EN FAMILIA.

1. En nuestra familia es muy importante que por agradecimiento a Dios seamos


solidarios, primero nosotros como padres, porque hemos tenido ese
Encuentro con él y luego enseñarla a nuestros hijos, ahí es ahí donde
comienza la solidaridad.
2. Deuteronomio 15:11; Dios nos pide que debemos dar de buena gana,
porque el Señor siempre nos bendice y estar conscientes de que todos somos
iguales.
3. En la solidaridad también no solo se tiene que querer dar sino también querer
recibir, hay que ser humildes.
4. San Mateo 7:12, nos habla del principio de la Solidaridad, es la regla de oro,
porque el Señor nos dice que todo lo que deseo, debo hacerlo con otro y no
ser egoístas.
5. Lucas 6:27-31; Dios nos pide amar a nuestros enemigos, bendecid al nos
maldice, dar la otra mejía, es decir el Señor nos pide todo, que nos donemos
todos los días.

¿Quién es mi prójimo?

En la parábola de Buen samaritano. nos da respuesta a la pregunta de quién es


mi prójimo, sino que plantea otra: “¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del
hombre que había caído en manos de los bandidos?”. Para Jesús no se trata de
saber quién es el prójimo, sino de hacerse prójimo. La pregunta de Jesús
pervierte las normas de la lógica. La cuestión no es identificar al prójimo, sino
encontrarse uno mismo como prójimo de los demás, aunque éstos sean
enemigos.

ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS A SER SOLIDARIOS

Esto significa que seamos capaces de transmitirles a nuestros hijos, con

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nuestro que hacer diario, la capacidad de pensar en los demás y
entregar nuestro tiempo y ayuda a los demás. Es importante comenzar
haciéndoles pensar en personas que les rodeen y teniendo detalles con ellos.
Con ello les enseñamos el primer paso para ser solidario: ser capaz de pensar
en los demás.

A continuación, tendremos que hacerles ver la importancia de dar sus cosas a


otras personas cercanas que las puedan necesitar. Un paso más es dar a
aquellos que lo necesitan, aunque no nos sean cercanos ni los conozcamos:
hacerles ver situaciones de verdadera necesidad que sufren niños como ellos.

Realizar actividades solidarias en familia como participar en deportes o fiestas


para recaudar fondos para un bien social o benéfico. Es interesante no sólo que
asistan, sino que participen y, si es posible, que incluso puedan formar parte
de la organización. De este modo sabrán lo que es luchar por otras personas
que lo necesitan y dedicar para ello tiempo, esfuerzo y cariño.

Una vez que vayan adquiriendo el hábito de pensar en los demás y entregar lo
que posean, bien sea tiempo, esfuerzo, cosas materiales o dinero, aprenderán
de manera colateral a hacer este tipo de esfuerzos de forma totalmente
altruista, es decir, sin esperar nada a cambio.

Es en este momento cuando aprenderán realmente el concepto de ser


solidarios. Y al serlo también experimentarán la felicidad personal.

COLABORACIÓN EN LA FAMILIA
Solidaridad en la familia es animarse a motivar espacios donde todos puedan
sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y
de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y
dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos
posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar.

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VI. Familia, Don para la Sociedad

"La familia "célula original de la vida social", es la sociedad natural en que el


hombre y la mujer son llamados al don de sí mismos en el amor… la vida familiar
es fundamento de la sociedad e iniciación en la misma" (C.E.C., n. 2207).

Ya el Concilio subrayaba, al comienzo mismo del capítulo "Dignidad del


matrimonio y la familia": "El bienestar de la persona y de la sociedad humana y
cristiana está estrechamente ligado a una favorable situación de la comunidad
conyugal y familiar" (GS 47). Y más adelante, con términos no menos
expresivos, declara: "Pues es el mismo Dios el autor del matrimonio, al cual ha
dotado con bienes y fines varios, todo lo cual es de suma importancia para la
continuación del género humano, para el provecho personal de cada miembro
de la familia y su suerte eterna, para la dignidad, estabilidad, paz y prosperidad
de la misma familia y de toda la sociedad humana" (GS 48).

La familia es un don para la sociedad y exige de ésta un adecuado


reconocimiento y apoyo, lo mismo que para los hogares asumir su misión
política.

La exhortación apostólica Familiaris Consortio, dedica el capítulo III, de la


tercera parte, a la "participación en el desarrollo de la sociedad" (nn. 42 - 48),
pues la familia "célula primaria y vital de la sociedad", (A.A., 11), posee vínculos
vitales y orgánicos, porque constituye su fundamento y alimento continuo
mediante su función de servicio a la vida … Lejos de encerrarse en sí misma, se
abre a las demás familias y a la sociedad, asumiendo su función social" (FC 42).

No son fáciles y trasparentes las relaciones entre la familia y la sociedad, en la


mediación del Estado. Y esto por varios aspectos. El Estado invade campos que
antes estaban reservados a la familia. Y mientras la democracia despliega la
bandera del respeto y de la participación, la familia se ve cada vez más confinada
a un espacio reducido, en donde difícilmente respira y se siente acosada y
hostigada. El poder del Estado se vuelve omnipotente. De alguna manera el
movimiento de privatización, en el reducto de la intimidad, que bien puede
representar una forma de huida, y de refugio, respecto de los compromisos que
la familia tiene con la sociedad. Pierpaolo Donati indica: "La familia se vuelve,
en un punto de vista "psicologístico", una forma de particular convivencia, de
comunicación privatizada y "subjetivizada", de pura manifestación de intimidad
y afecto, que no incide -y no debe incidir- en modo significativo, si no por otras
razones de retraso social y cultural"45.

Es este un fenómeno complejo que aborda en una de sus dimensiones Paul


Moreau, siguiendo de cerca a F. Chirpaz: en el mundo de "afuera" hay que
producir y luchar para vivir. Es el mundo de la competencia económica y de los
conflictos políticos. En cambio -es la puntualización de Chirpaz-, "el mundo
familiar puede aparecer, por contrapartida, y en oposición al mundo público, el
lugar de lo privado, el de la relación humana verdadera"46. La intimidad como
refugio ante la sociedad amenazante, o ante el mismo Estado hostil, ante un

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mundo público que genera pena, sería el lugar de la autenticidad de la verdad y
de la paz. Curiosamente la ciudad atrae, pero a la vez produce desafección,
molestias y alimenta y nutre el sueño virgiliano del campo frente a la ciudad
insoportable, agresiva y desorganizada. Esa concepción de la privatización que
sustrae a la familia de su función de cara a la sociedad, puede enmascararse con
toda clase de razones y comportar actitudes individualistas, egoístas de
despreocupación. Es la oportuna denuncia de Moreau: "Huyendo de este mundo,
en la deserción de las gentes honestas como yo, lo abandono a gentes sin fe ni
ley"47. Es objetivamente un acto de irresponsabilidad en donde se deserta de la
"politeia": "… Huir del peligro no es afrontarlo y quien se contenta con huir del
mundo público, (démissioner de sa qualitè de citoyen) (es renuncia intolerable)
llega a ser objetivamente cómplice de la degradación que afecta al mundo
público"48.

Exilarse en el refugio de lo privado y no oponerse, es una tentación que facilita


la ambición de nuevo dominio del Estado, que termina no sólo por no reconocer
en la familia algo "soberano", anterior al mismo Estado, sino por confinarla a la
impotencia de un reducto sin fuerza.

Es la legítima preocupación de Campanini: "La moral familiar no tiene como


exclusivo ámbito de ejercicio las paredes domésticas … Existe, de parte de la
familia, el preciso deber de concurrir a la humanización de la humanidad y a la
promoción del hombre. Precisamente porque es, en cuanto estructura, punto de
encuentro entre lo público y lo privado, la familia no puede aislarse en su propia
intimidad (que, entendida como privatización, sería falseada y deformada), sino
que está llamada a hacerse cargo de los problemas de la sociedad que la
circundan … Sobre todo, la instauración de esta relación aparece -en las
sociedades industriales avanzadas- caracterizadas por una fuerte incidencia de
la esfera pública en la vida familiar - condición casi que necesaria para el mismo
correcto cumplimiento de la misión educativa"49.

El Santo Padre Juan Pablo II subraya la importancia de la familia, la cual es


preciso sea reconocida como "sociedad primordial y, en cierto
sentido, soberana". Este concepto, bien interesante, es explicado por el Papa en
la Carta a las Familias, Gratissimam sane, con sus contornos precisos y sus
matices, tratando de la familia y la sociedad (cf. Grat. Sane, 17).

La familia es una sociedad soberana, reconocida en su identidad de sujeto social.


Es una soberanía específica y espiritual , como realidad sólidamente arraigada,
aunque sea condicionada por diversos puntos de vista. Los derechos de la
familia, estrechamente ligados a los derechos del hombre, han de ser
reconocidos, en su calidad de sujeto, que realiza el diseño de Dios, y exige
derechos particulares y específicos, consignados en la Carta de los Derechos de
la Familia. Recuerda el Papa su raigambre en los pueblos, en su cultura (aquí
inscribe el concepto de "nación" y sus relaciones con el Estado que reviste una
estructura menos "familiar" como estructurada políticamente y más
"burocrática"), pero que tiene como "un alma" en la medida en que responde a
su naturaleza de comunidad política. Es aquí precisamente donde se ubica, en

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la relación de la familia con el "alma" del Estado, el principio de subsidiaridad,
en el cuadro de la Doctrina Social de la Iglesia. El Estado no debe ocupar el
puesto y la misión que la familia tiene, hiriendo su autonomía. Es categórica la
posición de la Iglesia, fundada en una experiencia que no le puede ser negada:
"una intervención excesiva del Estado se mostraría no sólo irrespetuosa sino
nociva … La intervención se justifica, dentro de los límites del mencionado
principio, cuando ella no es suficiente para atender lo que le corresponde" (Grat.
Sane, 17).

La familia, bien necesario para la sociedad, cuando no es respetada, ayudada,


sino obstaculizada, deja un vacío inmenso, desastroso para los pueblos (vg. El
divorcio, la nivelación del matrimonio, "la mera unión que puede ser confirmada
como matrimonio en la sociedad, la permisividad, etc.). Concluye el Papa: "La
familia se sitúa en el centro de todos los problemas y de todas las tareas:
relegarla a un papel subalterno y secundario … significa causar un gran daño al
crecimiento auténtico del cuerpo social" (Grat. Sane, 17).

Como aplicación del principio de subsidiaridad en el campo educativo, hay que


acordar que la Iglesia no puede delegar del todo esta misión!.

Debo contentarme aquí con la simple enunciación del problema de las


mediaciones sociales, que van desalojando la familia de campos en los cuales su
presencia era beneficiosa y requerida.

Pierpaolo Donati reflexiona sobre "las nuevas mediaciones familiares", tras de


proponer esta pregunta: "¿La familia no media más en lo social?". En algunos
campos la familia es tratada como un "residuo" llamado en causa sólo en casos
problemáticos. Se difunde la sensación de que la familia desaparezca de la
escena política. Hasta se llega a calificar de "supervivencias" el empeño
matrimonial, la valorización de la estabilidad50. Sin embargo, Pierpaolo Donati
advierte con razón: "De hecho, ninguna investigación en el campo confirma hoy
la irrelevancia de la pertenencia familiar en las esferas no familiares … Si por
algunos aspectos y en algunos ámbitos, las mediaciones familiares disminuyen
o se han perdido, por otros aspectos y en otros ámbitos, las mediaciones
aumentan y surgen otras nuevas. En el conjunto, la importancia de la familia en
las esferas no familiares … no solamente continúa, sino que crece sea en los
comportamientos de hecho, sea en las exigencias de legitimación cultural y
también política"51. Hay más bien una configuración del todo nueva. Si la familia
no define el estado social (y puede ser algo positivo), hay otras formas de
mediación imprevista.

Hoy se entiende que el hijo no es un átomo aislado, o una mónada en el esquema


de Leibnitz, una isla, una molécula que fluctúa en el vacío. Resurge la
preocupación por los derechos de los niños. Se busca el derecho a la identidad
biológica del hijo, como también las raíces culturales, étnicas e históricas.
Observa Donati: "En el pasado era la sociedad la que imponía a la familia las
mediaciones que ésta debía ejercitar; hoy, es el individuo el que goza del
derecho de valerse de las mediaciones, de hacerlas emerger y de

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valorizarlas"52. Observa además: "Las más diversas investigaciones ponen en
evidencia que la familia media, en modo diverso del pasado, una cantidad de
relaciones y de posiciones sociales, que lejos de ser menos importantes de un
tiempo, son incluso más decisivas para el destino social y la calidad de vida"53.

Reconoce este sociólogo campos en donde el desconocimiento se extiende en


forma alarmante, especialmente en el campo político, que debiera tener el
mayor interés, a no ser en circunstancias en que no pueden ocultarse efectos y
reacciones negativas54. Es acentuada la separación en el campo educativo55.

Hay nuevas formas de mediación que proceden de un descubrimiento más hondo


de la familia, como sujeto y esto particularmente en el campo de una visión
humanizadora, personalizadora, por ejemplo en todo lo que la familia representa
necesariamente para el crecimiento armónico del hijo: la mediación del amor en
el hogar, o el calor humano en el acompañamiento del anciano y su rico aporte
de experiencia en la familia concebida en forma más amplia, en cuanto a la
solidaridad entre las generaciones56. La "subjetividad" de la familia cuenta en
gran medida para la formación de la identidad personal del niño, el cual necesita
de un ambiente de familia, como un derecho fundamental57.

Así las cosas, cabe decir que si se olvida, por algunos aspectos la familia como
bien social, surge el valor de la familia, por otros, como un nuevo bien58.

Todo esto que viene a subrayar aspectos medulares de la mediación de la


familia, quizás puede liberar a la institución familiar de otras mediaciones
accidentales que el tiempo revela como prescindibles, sin que se afecte ni el
núcleo familiar, ni el tejido social. Puede ser la familia transmisora de unos
valores, o centro de mediación que resulten más decisivos para la calidad de la
vida social y para la ética pública. Coincide esta perspectiva con lo que señala la
Carta de los derechos de la Familia: "La familia constituye, más que una unidad
jurídica, y económica, una comunidad de amor y solidaridad, insustituible para
la enseñanza y transmisión de valores culturales, éticos, sociales, espirituales y
religiosos, esenciales para el desenvolvimiento y bienestar de sus propios
miembros y de la sociedad"59.

Se configura en las nuevas mediaciones una nueva ciudadanía de la familia60.


En tal sentido la incorporación en la sociedad no se haría desde la familia a la
que se pertenece, (como en el pasado), como una especie de pasaporte o carta
de crédito, a partir de los "apellidos". Esta etapa, en principio parece superada
y si fuera así, sería algo positivo. En cambio, la incorporación se haría desde la
identidad, la armonía del desarrollo de la personalidad adquiridas sobre todo en
la familia. No se daría aquello de que hay quienes descansan "mientras sus
apellidos trabajan", sino por la calidad adquirida y lograda de la calidad personal,
de su capacidad, de su integridad. Es a esto a lo que apunta que la familia es la
primera escuela de virtudes. En una nueva ciudadanía ocupa lugar destacado el
conjunto de nuevas relaciones en que la mujer sea ampliamente valorizada con
sus derechos y deberes y no como "sometida" a una dependencia masculina que
con razón temen algunos movimientos feministas, (no en la versión radical). Es

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este un sector en el cual se expresa algo más amplio, como es el respeto de los
derechos fundamentales de la persona humana, que en referencia con la familia
no se limita al reconocimiento de menos derechos individuales61.

En términos de mediación para los valores de auténtica humanidad en y desde


la familia, hoy se habla de los altos costos sociales del no reconocimiento debido
a la institución familiar. Desde la sociología, Donati pone así el dedo en la llaga:
"Se puede observar que de hecho, una cantidad creciente de problemas sociales
nacen de la falta de reconocimiento y de apoyo de las funciones de mediación
social de la familia. Lo testimonian el aumento de desagrado, de malestar, de
las enfermedades mentales, de drogadicción, de suicidios y tentativos de suicidio
en los jóvenes, del mismo modo en que es indicativa de carencias familiares la
persistencia de la dispersión en la escuela…"62.

La sociedad moderna -observa el mismo autor- ha intentado eliminar toda


mediación entre el individuo y la sociedad. Buscó la autorealización del "puro
individuo", en una "sociedad abierta", hecha de meros individuos. Lo que ha
obtenido es perder el individuo, y negada la mediación familiar, dejarlo "sin
casa", con graves consecuencias. El "individuo" que fabricaron es débil, por lo
cual se dan cuenta ahora de la necesidad de construir "ex novo", formas de
mediación sin las cuales no pueden existir ni "sociedad" ni "sujeto humano"63.
Se necesita de una nueva casa en donde se vuelva a colocar en toda su
importancia la familia. No pueden coherentemente quejarse de que no funcione
una "unidad - nosotros" universal, o ser altruistas, cuando se niegan los valores
de la identidad de nosotros en la familia, en las "pequeñas solidaridades
cotidianas""64. La familia es necesaria para la supervivencia y existencia de la
misma ciudadanía política. Nadie puede dejar de lado "una relación de confianza,
de ayuda y de apoyo primario en el curso de la propia vida"65.

Quedar "sin casa", sin familia por caprichos suicidas del Estado, es dejar en la
calle, en la intemperie al ser humano y amenazarlo en la raiz de su personalidad.
Seamos sinceros: esos individuos débiles son la prueba del fracaso de hipótesis
aventureras, de una pésima antropología, de un vacío insondable en la
concepción del ser humano como persona y de la misma sociedad. De no alterar
a fondo tal rumbo, ¿cómo evitar un colapso universal?. Este peligro en un nivel
universal o en una nación ha de fortalecer la reacción saludable y la función
política y social de la familia66. Exige también que sea reconocido el derecho de
la familia de "poder contar con una adecuada política familiar por parte de las
autoridades públicas en el terreno jurídico, económico, social y fiscal, sin
discriminación alguna" (Art. IX). Tiene la familia derecho de existir y progresar
como tal, v.g., como familia (cf. Art. VI).

La sola aproximación a los individuos no basta, pues desconoce "la subjetividad


familiar", la casa como centro y fuente de relaciones, sin las cuales la sociedad
se pierde!.

Los costos sociales del no reconocimiento de las mediaciones familiares, con los
obstáculos que tienen el peligro de inmovilizarla políticamente y en su influencia

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social, lo repetimos, tienen sus víctimas por excelencia en los niños. Impresionan
las informaciones y datos que ofrece la Revista Concilium dedicada al tema,
"¿Dónde están los niños?", en torno de lo que con razón se califica de "catástrofe
silenciosa"67, más penosa cuanto contrasta con un abanico imponente de
soluciones posibles. ¿Cómo no denunciar un terrible vacío de solidaridad y la
falta de voluntad política para aportar remedios prontos?.

Al amplio fenómeno de una violencia injusta que genera muerte, a unas


desigualdades y desequilibrios de oportunidades que cobra millones y millones
de víctimas inocentes (sin contar la abominable matanza del aborto), una eficaz
movilización al alcance de la mano, posible, podría dar una respuesta histórica:
"Si se pusiera a disposición de los principales objetivos de la política para el
desarrollo una décima parte de los medios que en estos dos decenios han sido
utilizados en el mundo para los armamentos, hoy viviríamos con poca o ninguna
mala nutrición, con un número mucho menor de enfermedades y de invalidez,
con un nivel de alfabetización y de instrucción mucho más alto, con réditos más
elevados"68. Se fundamenta esta conclusión en datos del Comité Alemán para
la UNICEF, sobre la situación de los niños en el mundo69. El informe a que aludo
abre, por otros aspectos una puerta a la esperanza: "las condiciones sanitarias
han mejorado en el mundo en el curso de los últimos 40 años más que durante
toda la precedente historia de la humanidad"70. "En la última década, el emerger
de la niñez como argumento de interés público y político ha sido de verdad
impresionante … La atención actualmente orientada a los niños no se agota en
el principio de que son "los niños los ciudadanos más vulnerables" de la sociedad
o el "recurso más precioso de la humanidad" … El siglo XXI pertenece a los
niños"71. Dilatemos el corazón, pues, a la esperanza!.

Hay otras formas de "pobreza" que cobran víctimas en la niñez, como si se


pasara un rastrillo sobre sus espaldas y que no se limitan sólo a cuestiones
económicas o de salud física y que son hoy objeto de estudio y de análisis v.g.
en Estados Unidos, de tal manera que, como reza un artículo, "La familia es un
"tema " liberal" allí. En el campo político "los liberales se interesan, (es un
subtítulo) en las cuestiones morales. He aquí algunos dramáticos testimonios:
"la prueba de la pobreza creciente de las madres solas y del deterioro de la salud
mental y física de los niños, representa el factor más importante de este cambio
de mentalidad. El crecimiento del número de divorcios y de nacimientos fuera
del matrimonio es hoy considerado la causa próxima que está detrás de estas
tendencias. Si se toma el dirvorcio: los años 70 y 80 vieron un enorme
crecimiento del porcentaje de divorcios en Estados Unidos. Actualmente se ubica
en torno al cincuenta por ciento …"72. Es enorme la incidencia también en el
deterioro económico. Se alude a recientes investigaciones que dan a entender
que el divorcio conduce a un grave deterioro económico73. Y ¡qué decir de los
nacimientos fuera del matrimonio!

Abundan los estudios serios sobre el impacto inclemente de la ausencia de


familia en la niñez y en la juventud. ¿Cómo no podrían sentirse gravemente
interpelados los dirigentes de un país, más allá de las denominaciones políticas?.
Se establece sin rodeos: "La correlación entre el crimen en la edad de la

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adolescencia y la disgregación de la familia es clara. Louis Sullivan, exsecretario
del Departamento de salud … refiere que más del setenta por ciento de los
jóvenes varones que se encuentran en las cárceles provienen de familias en las
cuales faltaba el padre"74. En cambio "los niños obtienen resultados mejores
cuando el compromiso personal y el apoyo material de un padre y de una madre,
y cuando ambos progenitores cumplen con la responsabilidad de quienes cuidan
su misión con amor … Indices crecientes de divorcio, de embarazos
extramatrimoniales, y de ausencia de genitores, no son sólo manifestación de
estilos de vida alternativos, sino de esquemas de comportamiento adulto que
aumentan el riesgo de consecuencias negativas para el niño"75.

Estas informaciones apenas sumarias, extraidas de fuentes de la mayor


credibilidad, nos hacen ver la magnitud del problema y la necesidad de fortalecer
y de ayudar la familia en el cumplimiento de sus capitales mediaciones sociales,
sin las cuales, (y no es retórica apocalíptica), las civilizaciones se desmoronan.
Está en el centro del problema una cuestión de valores, de estilos de vida, de
comportamientos que inciden en la sociedad a través de la familia existente o
ausente. Conviene, a todas luces, al Estado, ayudar a la Familia, para que haya
"una vigorosa ética familiar". Galston76 cree que una democracia justa requiere
ciudadanos virtuosos y la religión es esencial para la creación de la ética de la
motivaciones77 que se nutren en la familia.

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ACTO MARIANO

HIMNO
Todos te deben servir,
Virgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por nos
y tú nos haces vivir .

Tanta fue tu perfección


y de tanto merecer,
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención.

El tesoro divinal
en tu vientre se encerró,
tan precioso, que libró
todo el linaje humanal.

Tú sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz,
tú pariste nuestra luz,
Dios de ti nacido fue.

¡Oh clara virginidad,


fuente de toda virtud!, .
no ceses de dar salud
a toda la cristiandad. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.

Salmo 121

¡Qué alegría cuando me dijeron:


«Vamos a la casa del Señor»!
y a están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada


como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,

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las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,


a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:


« Vivan seguros los que le aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios. »

Por mis hermanos y compañeros,


voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Ant. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.

Ant. 2. Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Salmo 126

Si el Señor no construye la casa,


en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguen,


que velen hasta muy tarde,
que coman el pan de sus sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;


su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena


con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

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Ant. Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Ant. 3. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.

Cántico. (Ef. 1,3-10

Bendito sea Dios,


Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,


antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor .

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,


por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido ..
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre


hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo


cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Ant. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.

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LECTURA BREVE. Ga. 4, 4-5

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la
ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por
adopción.

RESPONSORIO BREVE

V Alégrate, María, llena de gracia, * El Señor está contigo.

R/ /Alégrate, María, llena de gracia, * El Señor está contigo

V/ Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre,

R/ El Señor está contigo.

V/ Gloria al Padre.

R/ /Alégrate, María, llena de gracia, * El Señor está contigo

Magníficat, ant. Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá.

PRECES

Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las
generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle, diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.

1.- Oh Dios, admirable siempre en tus obras, que has querido que la inmaculada Virgen
María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo,
* haz que todos tus hijos deseen esta misma gloria y caminen hacia ella.

2.- Tú que nos diste a María por madre, concede, por su mediación, salud a los enfermos,
consuelo a los tristes, perdón a los pecadores,
* ya todos abundancia de salud y de paz.

3.- Tú que hiciste de María la llena de gracia,


* concede la abundancia de tu gracia a todos los hombres.

4.- Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
* y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.

5.- Tú que coronaste a María como reina del cielo,


* haz que los difuntos puedan alcanzar, con todos los santos, la felicidad de tu reino.

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Oración

Te pedirnos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo,
y, por la intercesión de santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y
concédenos las alegrías del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

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