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I. Revolución y disidencia
IV. Muralista
V. Poder y violencia.
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I. REVOLUCIÓN Y DISIDENCIA
Temática
La primera parte de la exposición por el centenario de Vlady aborda los dos temas que
atraviesan buena parte de su obra: por un lado, la revolución, y particularmente la
revolución rusa con su utopía, sus logros y sus fracasos, y por el otro la disidencia, la
capacidad de criticar, de objetar, de rechazar la doctrina oficial.
El ejemplo principal es el Tríptico Trotskiano, obra integrada por tres lienzos de
gran formato: “Magiografía bolchevique” (1967), “Viena 19” (1973) y el “El instante”
(1981). Los presentamos junto a cuadernos, grabados y bocetos preparatorios que dan
cuenta de la creación de una iconografía propia y en gran parte oculta. El Trotsky de Vlady,
más que un personaje histórico, es un héroe mítico que simboliza la lucha por preservar el
espíritu original de la revolución. Encarna, junto a Serge, el lado “angélico” de la historia y
su asesinato representa una suerte de catástrofe, la muerte de la civilización humanista y el
nacimiento de otra bajo el signo del terror.
El pintor ruso-mexicano echa mano de una gran cantidad de recursos procedentes
tanto del imaginario bolchevique -por ejemplo, los budiónovka (lo gorros del Ejército Rojo)
y las almenas del Kremlin- como de la historia rusa, la mitología e, incluso, la religión.
Despliega en el camino erudición, ironía y un toque surrealista. Símbolos como la hoz y el
martillo y los oprichnik adquieren formas monstruosas, mientras que los perseguidos son
presentados como héroes.
En la última sección, se exhiben algunas obras que tienen que ver con las
revoluciones latinoamericanas, que también le apasionaron y que definía “telúricas y no
ideológicas”. En el mural Las revoluciones y los elementos de la Biblioteca Miguel Lerdo
de Tejada, le dedicó una parte del muro oriente y también las plasmó en lienzos, acuarelas,
dibujos, cuadernos y bocetos. Destacan los lienzos al temple y óleo, Luces y Tinieblas y
Descendimiento y ascensión, dos de las cuatro obras que Vlady pintó para su exhibición en
Bucareli, pero que fueron censuradas durante el gobierno de Ernesto Zedillo y ahora se
encuentran en el Archivo General de la Nación.
El asesinato de Trotsky
Subtemática
El 20 de agosto de 1940, el fundador del Ejército Rojo fue arteramente asesinado en su casa
de la calle Viena 19, en Coyoacán, por el comunista estalinista Ramón Mercader, quien le
destrozó la cabeza con un piolet. En ese momento, Vlady se encontraba en Marsella, en
espera de cruzar el Atlántico, pero sus cuadernos muestran que el crimen le obsesionó por el
resto de su vida.
En el Cuaderno 73 se encuentra un boceto con un título enigmático, “Solsticio de
herejía” en el que el artista deconstruye gráficamente el instante trágico del asesinato y lo
vuelve a armar como símbolo. El círculo representa la cabeza del líder bolchevique y está
dominado por una “T” invertida con uno de los dos brazos más largo que el otro, lo cual
remite al piolet. En la proyección cónica, el círculo se convierte en dos líneas interrumpidas
por un medio círculo, mismas que se repiten en secuencia. El boceto proporciona la clave
para descifrar la iconografía vladiana del asesinato del líder bolchevique.
En el Cuaderno 78 el artista nombra dicho trazo “la onda”, mismo que,
transfigurado, encontramos en “Magiografía bolchevique”, el primer panel del Tríptico
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Trotskiano. En la parte central del lienzo, se aprecia a Trotsky desfilando por la Plaza Roja
acompañado de su estado mayor. Pintado entre lo abstracto y lo figurativo, el cuerpo del
fundador del Ejército Rojo se encuentra desdoblado y amenazado por el piolet asesino que
aparece justo arriba. Un poco más a la derecha, surge un rostro de Lenin enmarcado en un
halo con forma de llanta y a la izquierda se percibe una “onda” (otras se encuentran regadas
en la composición).
Años después, Vlady complementó su visión del trágico destino de Trotsky con dos
lienzos más, “Viena 19” y “El instante”. En ambos, el artista retrata el estudio del líder
revolucionario. El primero alude al fallido atentado del 24 de mayo de 1940, cuando el
fundador del Ejército Rojo sobrevivió a las balas asesinas de los estalinistas tirándose al
piso, junto a su esposa Natalia. La violencia extrema que envuelve toda la composición
parece entrar como torbellino desde el ventanal de la derecha.
Una página del Cuaderno 140 nos revela que Trotsky adquiere las facciones del
fantasma del rey Hamlet, asesinado por su hermano, Claudio, quien usurpa el trono. En el
segundo -uno de los mejores ejemplos de la técnica vladiana del temple y óleo-, el espacio
se vuelve surreal y los objetos parecen cobrar vida. En la parte izquierda, arriba de la mesa,
se aprecian unos zapatos agujerados que brotan de un libro abierto. Esta imagen, que
encontramos también en el vestíbulo de la Biblioteca Lerdo de Tejada, recrea el momento
en que Vlady encontró el cuerpo de su padre en la morgue.
Según Jean-Guy Rens, el Tríptico representa el homenaje artístico más admirable
jamás dirigido a un jefe político y también el más fraternal. Otra alusión al asesinato de
Trotsky es el óleo Icono de herejía donde Vlady repite el trazo original del círculo y la “T”
invertida. Con el tiempo, dicho trazo parece apuntar no solamente al asesinato del líder
bolchevique, sino más bien a un emblema de la pulsión de muerte. Patente u oculta, la onda
aparece en muchas obras de Vlady, incluyendo el mural Las revoluciones y los elementos, el
lienzo semiabstracto El subyacente, además de acuarelas, dibujos y grabados, algunos de
carácter erótico.
La Revolución Rusa
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dogmas y rutas únicas. Una obra al mismo tiempo política y antipolítica ya que, como sus
antecesores, Vlady reivindica el arte público, pero, contrario a sus contemporáneos de la
llamada Generación de la Ruptura, no busca despolitizar el arte, ni alejarla de su contenido
social, sino imprimirle el sello de su propia rebeldía, contra todo condicionamiento
ideológico y sin hacer concesiones al anticomunismo ramplón en el que cayó parte del arte
occidental durante la guerra fría.
Justos y herejes
Subtema
Los oprichnik
Subtema
Procedente del ruso antiguo, la palabra designa la guardia pretoriana que creó el zar Iván el
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terrible (1530-1584) para consolidar su poder frente a los aristócratas terratenientes
llamados boyardos. Los oprichnik eran conocidos por su absoluta lealtad al monarca y por
su crueldad extrema. Vestían de negro, portaban un casco con el cráneo de un perro y una
escoba que simbolizaba la orden del zar de “barrer la inmundicia de Rusia”. El historiador
Pierre Broué relata que, en tiempos de Stalin, eran llamados “oprichnik” los integrantes de
la policía secreta. Vlady los representa a menudo, particularmente en los cuadernos: seres
híbridos con rostros de perros, algunos montando centauros, criaturas violentas que se
muestran dóciles frente a ellos. El artista parece decirnos que la barbarie de la policía
soviética rebasó cualquier otra que había sido imaginada hasta ese entonces.
Si bien la revolución rusa ocupa un lugar destacado en su obra, Vlady, siempre atento al
entorno social, se entusiasma también con las revoluciones latinoamericanas. Pinta por
igual los héroes de las gestas pasadas -la Independencia (Morelos, Hidalgo) y la Revolución
Mexicana (Zapata)- y de las contemporáneas. Está, en primer lugar, la revolución cubana, a
la que representa de manera irreverente, como es su costumbre. Admira a Fidel Castro, pero
en los murales de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada lo pinta cabalgando un dinosaurio,
lo cual no debe de haber complacido al comandante.
En los años ochenta, el gobierno sandinista lo invita a pintar un mural en el palacio
nacional de Managua, Nicaragua. El resultado es El despertar de las revoluciones, un
himno a la disidencia con alusiones a las revoluciones rusa y mexicana e insinuaciones
mitológicas: un Perseo que encarna a los sandinistas lucha contra Medusa, el monstruo de
las siete cabezas.
En 1993, la Secretaría de Gobernación le encarga una serie de cuadros sobre el tema
de la revolución permanente. Es una paradoja y un desafío. El primero de enero de 1994,
estalla el levantamiento zapatista. Vlady visita dos veces Chiapas y el EZLN lo invita a
participar en los coloquios de San Andrés en calidad de asesor. De estos viajes, los últimos
de su vida, surgen varias obras de interés. Entre los lienzos que pinta para Gobernación -El
uno no camina sin el otro, Violencias fraternas, Luz y oscuridad, Caída y ascensión- el
último plasma el doble movimiento de la caída de Ícaro/Cuauhtémoc y la ascensión de una
guerrillera desnuda, con la cara tapada por el pasamontaña de la rebelión.
La provocación no pasa desapercibida. El 13 de octubre el gobierno inaugura los
cuatro cuadros monumentales, pero al día siguiente desaparecen misteriosamente. Vlady
protesta, arma un escándalo, pero no sirve de nada. Los cuadros permanecen ocultos
durante años hasta que vuelven a aparecer en el Archivo General de la Nación. De estos
mismos años son los apuntes sobre el Tatic Samuel Ruiz, el obispo de San Cristóbal a quien
Vlady dedicará uno de sus últimos cuadros de gran formato, y una serie de apuntes sobre
los dirigentes rebeldes.
Luces y tinieblas
Subtema
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para la Secretaría de Gobernación hacia 1994 (actualmente exhibido en el AGN),
observamos este discurso en tres de las obras. Luces y Tinieblas es una interpretación de la
lucha de México por su independencia; la escena se vincula al hecho histórico a través de
tres elementos: el personaje central, vestido con el traje militar de la época, el águila y la
serpiente que se enfrentan en lo alto y finalmente el estandarte con la Virgen de Guadalupe
que se ubica en el lado izquierdo del arco que se tambalea.
El enfrentamiento fratricida se simboliza con la pelea entre el águila y la serpiente, además
de la lucha entre dos figuras que, en la esquina inferior derecha, se apuñalan uno a otro.
Este tema se desarrollará de una forma más clara en “Violencias fraternas” que forma parte
de este ciclo.
La era que termina se representa con la clepsidra que cae de entre las patas del águila,
mientras el arco de la arquitectura virreinal comienza a tambalearse. Es el fin de una era a
golpes de espada, que a la vez anuncia el inicio de nueva ley que traerá luz después de una
época de tinieblas.
Descendimiento y ascensión
Subtema
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II. VLADY ÍNTIMO
INTRODUCCIÓN-PRESENTACIÓN
Dibujos de infancia
COMENTARIO
“Empecé a dibujar a los 6 años; quizás antes”, cuenta Vlady. “La pintura brotó en mi como
evasión o como terapia, tal vez porque nuestra vida familiar nunca fue fácil. Fue para mí
una fuga, pero también un medio para afirmar mi personalidad en un mundo hostil”. La
selección que aquí presentamos es parte de lo que el artista logró preservar a lo largo de sus
muchas peregrinaciones por el mundo: de Leningrado a Oremburgo y luego a Bruselas,
París, Marsella, Santo Domingo y finalmente a México.
Oremburgo
COMENTARIO
En 1933, Víctor Serge fue detenido en Leningrado y deportado a Oremburgo, al sur de los
Urales. Se le acusaba falsamente de crímenes contra la revolución. Pasaría los tres años
siguientes en esa ciudad de clima extremoso y cielos cristalinos. Vlady y Liuba obtuvieron
el permiso para acompañarlo. Sin embargo, Liuba empezó a experimentar crisis psicóticas y
regresó pronto a Leningrado, donde dio a luz a Jeannine. Vlady se quedó, tejiendo con su
padre una relación de complicidad y gran cercanía espiritual. Serge mismo era un
acuarelista aficionado y lo estimuló a dibujar y pintar. Fue en Oremburgo donde Vlady hizo
sus primeras acuarelas, algunas de las cuales presentamos en esta sección.
Francia
COMENTARIO
En abril de 1936, Serge obtuvo el permiso para regresar a Occidente, justo antes de que
comenzaran los Procesos de Moscú. La familia vivió un corto tiempo en Bélgica y luego en
Francia. Es en París donde Vlady tomó la decisión de dedicarse profesionalmente a la
pintura. Por un breve tiempo acudió a la academia de arte La Grande Chaumière, mientras
recorría los museos parisinos, especialmente el Louvre, que fue su verdadera escuela. Eran
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los años de la revolución española y, gracias a los contactos de su padre, el artista frecuentó
a los militantes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y a los surrealistas
André Breton, Oscar Domínguez, Víctor Brauner y Wifredo Lam, entre otros. Empezó,
asimismo, a hacer bocetos, acuarelas y reflexiones en cuadernos, una costumbre que
conservaría por el resto de sus días. En 1940, cuando los nazis ocuparon París, Vlady,
Serge, la nueva compañera de éste, Laurette Séjourné (Laura Valentini) y un militante
español, Narcis Molins i Fábrega, huyeron hacia el sur de Francia. En Marsella vivieron un
tiempo en la villa Air-Bel, junto a André Breton, Benjamin Peret, Remedios Varo y a otros
surrealistas.
*
(Traducción del ruso)
22 de mayo de 1940
Decidí que de ahora en adelante voy a escribir un diario. Así, por lo menos,
quedará algo. Sólo el diablo sabe que puede pasar. Se respira la destrucción en el aire. Y
esto desde hace tiempo, particularmente contra los extranjeros. Esto se manifiesta en
pequeños incidentes de poca importancia. El otro día me gritaron: hey, prusiano (¡!). Hay
una tranquilidad falsa y engañosa, absolutamente relativa. Se puede decir, sin
tergiversaciones, que todo el mundo está fuera de sí. Aún así, no sé cómo explicarlo,
todavía tengo la capacidad de trabajar. Ha de ser una forma de defensa contra el pánico
que está en el aire.
La travesía
COMENTARIO
El 24 de marzo de 1941, Vlady y Victor Serge se embarcaron en el buque Capitain Paul
Lemerle, junto a cientos de prófugos. Iban a México, el país que les ofrecía refugio, pero
fue un viaje difícil y lleno de contratiempos: Casablanca, La Martinica donde pasaron unas
semanas presos en el antiguo lazareto de la Pointe du Bout-, Santo Domingo, Puerto
Príncipe y La Habana, donde estuvieron recluidos en el campo La Triscornia. Finalmente
llegaron a Mérida y de ahí se trasladaron a la Ciudad de México, el 5 de septiembre del
mismo año. Laurette les alcanzó el año siguiente con Jeannine. Durante la travesía, en los
cuadernos que siempre llevaba consigo, Vlady dibujó las olas del mar, paisajes tropicales,
personajes encontrados en el camino, entre ellos André Breton, su esposa Jacqueline
Lamba, y el pintor cubano Wifredo Lam.
México
COMETARIO
Vlady y Victor Serge arribaron a la Ciudad de México el 5 de septiembre de 1941, al cabo
de un largo periplo y muchas adversidades. Estaban agotados, pero contentos. En adelante
podrían desarrollar su trabajo creativo con relativa tranquilidad. Vlady afianzó su vocación
por la pintura y se enamoró del muralismo. Sus libretas muestran que viajó a lo largo y
ancho del país registrando de todo: paisajes tropicales, volcanes, montañas, mercados,
rostros indígenas y escenas de la vida cotidiana.
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Los camaradas
COMENTARIO
Gran parte de los dibujos que presentamos en esta sección nunca fueron expuestos mientras
Vlady vivía. Yacían en cajones olvidados y polvorientos que el artista miraba poco porque
los relacionaba con recuerdos dolorosos. Muchos son militantes revolucionarios, hoy
olvidados, que conoció en su juventud, principalmente a través de su padre. El artista solía
decir que “estos bocetos raramente poseen un alcance artístico, pero conservan un valor
testimonial, por las circunstancias históricas y los sujetos que evocan. En mi obra, remiten a
los tipos psicológicos que hasta hoy recurren en mis cuadros. Se dirá que estos personajes
no están en sintonía con nuestros tiempos neoliberales. Es verdad. Son perdedores y los
perdedores no gustan, sobre todo cuando nos recuerdan otros valores, otras historias, otras
aventuras espirituales”.
Victor Serge
COMENTARIO
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Liuba
COMENTARIO
Liuba Rusakova, la madre de Vlady, tuvo una vida trágica. Nació en 1898 en Rostov del
Don, primogénita de una numerosa familia judía que huyó al extranjero a causa de los
violentos pogromos y recorrió el mundo durante años, hasta asentarse en Marsella donde su
padre, Alexander, estableció un pequeño negocio de tintorería. De regreso a Rusia, la
familia pasó por nuevas tribulaciones durante la etapa estalinista. Alexander fue detenido en
1929, por sus convicciones anarquistas y absurdamente acusado de actividades
antisoviéticas. Olga, su esposa y varios de los hijos de ambos fueron enviados a campos de
concentración donde murieron o pasaron décadas en cautiverio. Estas vicisitudes y las
persecuciones contra el propio Serge afectaron terriblemente a Liuba que empezó a sufrir
delirios de persecución y crisis psicóticas. Su condición fue empeorando hasta que, tiempo
después de regresar a Francia, fue internada en una clínica psiquiátrica de Aix-en-Provence,
donde permaneció recluida hasta su muerte en 1984. La conmoción y el dolor de Vlady en
relación con su madre se aprecian en algunas de las imágenes que lo retratan junto a ella y
en varias de sus obras en las que representa simbólicamente el peso que le ocasionaba la
locura de su madre.
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La imagen de sí mismo
SUBTEMA
Capturar la imagen de sí mismo siempre es un reto, un viaje introspectivo que sumerge al
creador en su propio abismo A través de sus autorretratos, el artista no se pinta como es,
sino como se percibe en sus múltiples facetas. Al igual que muchos artistas de todos los
tiempos, Vlady se pinta decenas, incluso cientos de veces, si tomamos en cuenta los bocetos
y apuntes de sus cuadernos. Emplea múltiples técnicas, desde el grafito hasta el temple y
óleo sobre tela, pasando por la acuarela, el gouache y la tinta china. En la selección que
presentamos, encontramos al Vlady joven y al viejo, al mutante, al cíclope, al cuatro ojos...
En la medida en que documenta el paso del tiempo, de su tiempo, el pintor ruso-mexicano
se convierte, por así decirlo, en el biógrafo de sí mismo. El resultado es una galería que
muestra en su rostro las huellas de una vida tumultuosa y rebelde.
Isabel
COMENTARIO
En 1947, Vlady se casó con Isabel Díaz Fabela (1919-2010) a quien conoció en una fiesta
de refugiados españoles y de quien no se separaría nunca. “Isabel -escribió Bertha
Taracena- es la tierra de Vlady”. Lo cierto es que desempeñó un papel fundamental en la
vida creativa de su marido: fue su sostén emocional y, por un tiempo, su mecenas. Luego
dirigió las galerías donde se exponían las obras de Vlady. Fue su eterna cómplice, su
asidero y su musa. El artista la retrató en múltiples apuntes, en algunos cuadros de mucha
fuerza expresiva y, en ocasiones, junto a sí mismo, en imágenes de gran ternura.
Obra erótica
SUBTEMA
La sensualidad y el deseo están muy presentes en la obra de Vlady. En óleos, grabados,
dibujos y bocetos, es frecuente la evocación del encuentro amoroso al que presenta con
libertad y en sus múltiples facetas. Sin embargo, como observó Mercedes Iturbe, el
erotismo del pintor ruso-mexicano es sufrido. Tiene que ver con la angustia y una suerte de
posesión carnal, alejada de la ternura. Representa los aspectos encontrados de la pasión
amorosa, la fluctuación entre el amor y el odio. Un ejemplo es el óleo Pareja cruel.
En otras obras, sin embargo, Vlady ofrece una visión más cercana al amor cortés. En
Pareja sonora, por ejemplo, se aprecian trazos suaves que remiten a la dulzura y al afecto
por medio de líneas ondulantes. La fusión de los cuerpos llega al límite de la abstracción,
con vibraciones visuales que retratan los sonidos de la exaltación. Lo mismo se observa en
Pareja montada en un unicornio, en donde la devoción manifiesta entre los amantes
contrasta con el galopar del ser mítico. “En el tema erótico -escribe el pintor-, hay algo de
temerario por prohibido y por eso mismo, liberador. Hay una introversión liberada y a la
vez quimérica. Es un tema directo; más directo que un paisaje pintado, el cual requiere
mayor erudición pictórica. Ante un tema erótico cada espectador se siente concernido”.
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III. PASIONES ARTÍSTICAS
INTRODUCTORIA-PRESENTACIÓN
El arte fue para Vlady una pasión y un refugio. Su talento se reveló muy pronto; siendo
niño, se escapaba de la escuela para ir al Museo del Hermitage de Leningrado; ya
adolescente conoció el Louvre de París y, más tarde, otros importantes museos del mundo.
Fue en estos sitios donde inició su formación. Aprendió, en primer lugar, de los
clásicos: Rafael, Giorgione, Tiziano, Tintoretto, El Greco, Tiepolo, Rubens, Caravaggio,
Velázquez, Goya... Sucesivamente, estando en París, se enamoró de los colores de Van
Gogh, a la vez que descubría la deconstrucción de Cézanne y el heroísmo de Delacroix,
Géricault y Jeacques- Louis David. También conoció la obra de Picasso, a la que en un
primer momento no comprendió y entró en contacto con los surrealistas André Bretón,
Oscar Domínguez, Victor Brauner y Wifredo Lam. Si bien en un inicio su obra le pareció
“demasiado caprichosamente arbitraria” e, incluso, “frívola”, con el tiempo, fue
incorporando elementos surrealistas en su propio trabajo.
A partir de 1941, México le ofreció nuevas experiencias visuales. Conoció el
movimiento que terminó definiendo su futuro como artista: el muralismo, mismo que
gozaba de un prestigio internacional, a partir de los trabajos de Diego Rivera, José
Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Al llegar, Vlady intentó con poco éxito formar
parte de este primer muralismo.
Tiempo después, el destino lo colocó al lado de otros jóvenes creadores que, a
diferencia de él, veían al muralismo como una imposición que minaba la difusión de nuevas
experiencias artísticas, como el expresionismo abstracto y el informalismo. Vlady abrevó
también de estas corrientes desarrollando, durante las décadas de 1950 y 1960, obras que se
inscriben en la nueva vanguardia mexicana que se enfrentó a la escuela nacionalista, al
grado de que sus integrantes se conocen como la Generación de la Ruptura. Aunque su
aventura con este grupo ha quedado sellada para la posteridad, el pintor ruso-mexicano
acabó desmarcándose del movimiento.
En 1968, obtuvo la Beca Guggenheim y se trasladó a Nueva York. En 1973,
consiguió el encargo que le permitió alcanzar un deseo largamente acariciado: formar parte
del movimiento muralista al que se incorporó desarrollando un lenguaje propio, tanto
técnico como visual. La Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada fue el sitio que dio cabida a sus
obsesiones.
A partir de esta revisión de la relación de Vlady con el arte -el propio y el de su
tiempo-, la sección “Pasiones artísticas” integra varios de los ejes que integran la obra del
pintor: “Aprendiendo de los clásicos” y “Vlady y la vanguardia”. A éstos, debemos añadir
dos ejes más “Vlady muralista” que será abordado en la siguiente sección y otra etapa, la
última, desarrollada a partir de la década de 1990 y hasta su muerte, cuando el artista creó
algunas de sus mejores obras: El uno no camina sin el otro, Descendimiento y Ascensión,
Violencias fraternas, Luces y Tinieblas y Tatic Samuel (un retrato del obispo Samuel Ruiz
no incluido en la presente exposición).
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para crear obras novedosas, primero es necesario conocer la tradición y asimilar sus formas
y métodos. Con esta consigna, a lo largo de su vida, realizó múltiples paráfrasis de las obras
de los artistas que eligió como maestros, especialmente los renacentistas, manieristas y
algunos barrocos.
Sus paráfrasis se desarrollan en tres vertientes. Están, en primer lugar, las “copias”,
que comienzan con los apuntes y dibujos que fue recogiendo en sus libros y cuadernos a los
cuales definió como sus “ejercicios de gramática”. Posteriormente, realiza reproducciones
más elaboradas con las que pretende al mismo tiempo medirse con los grandes, repitiendo
sus formas y profundizando en el manejo de las composiciones, usos del color y estudio
técnico de materiales. Ejemplos de ello son Judith y Holofernes a partir de la obra de
Artemisia Gentileschi y El expolio de El Greco.
La segunda vertiente tiene que ver con la interpretación. Es el caso del aguafuerte
Tintoretto, del lienzo al temple y óleo Caprichos Velazqueños, del dibujo en tinta china,
Versalles y del cuadro en gran formato Meninas Caribeñas. La tercera vertiente implica una
suerte de apropiación o subversión de la obra original para generar nuevos significados
como A dónde va el uno no va el otro o el Reflejo de un cuadro del Caravaggio, del cual
representamos uno de sus bocetos más complejos.
Además de los clásicos de la pintura, Vlady también recurrió a la historia, a la
mitología y a la literatura. A partir de personajes reales, míticos y provenientes de la teoría
psicoanalítica, creó formas que tienen como punto de partida a Trotsky, Victor Serge,
Prometeo, Perseo y Medusa, Las hijas de Lot y Susana y los viejos, entre otros. En este
proceso también incluyó figuras de su natal Rusia como la cabeza del gigante de Ruslán,
Liudmila de Pushkin y los oprichnik.
Vlady y la vanguardia
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sinuosas, como podemos apreciar en La piel de los amantes chinos (1968), El Clavadista
solar (1957) y Reflejos de arquitectura futura (1967). Con esta última obra, Vlady participó
en el Salón Independiente de 1969, alcanzando notoriedad como parte de ese grupo rebelde,
del cual pronto se desmarcó, desencantado por el rumbo que había tomado. Su deslinde de
esta aventura grupal tiene como epílogo la obra Independencia y el cartel, ¿Independientes
de qué? (1970), crítica visual y verbal a los nuevos timoneles del arte mexicano.
La obra fue comisionada a Vlady por el gobierno mexicano para formar parte del pabellón
que representó al país en la feria internacional HemisFair 68 en San Antonio Texas. Con
esta obra participó también en el Salón Independiente de 1969. De acuerdo con los bocetos
que encontramos en sus cuadernos de la época, el artista se inspiró en una escena vista bajo
el cielo de Cozumel. En ella, una pareja se entrelaza en la playa del Caribe. Esa idea inicial
se funde entre colores vivos y ondas que, ya para ese momento, había definido como parte
de su “ícono de herejía”.
Independencia
COMENTARIO
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Checoslovaquia (1969), que se prendió fuego en protesta contra la invasión soviética. Años
después Vlady reproduciría el mismo tema en el coro de la Biblioteca Miguel Lerdo de
Tejada.
Como parte de sus estudios sobre los efectos de la luz en las superficies sólidas y líquidas,
Vlady pinta el óleo Mujer en el río en 1958. Una mujer con el cabello recogido y vestida de
blanco se inclina hacia abajo, mientras sumerge los pies en el agua. En los estudios
preparatorios para esta obra podemos observar imágenes donde la representación es más
clara, como en el caso del boceto del Cuaderno 30, en el que la gama cromática permite
identificar a la mujer entre las rocas, el agua azul del río y la verde foresta que rodea la
escena.
El Subyacente
COMENTARIO
El subyacente, (1960-1961) es uno de los cuadros más importantes de esta época. La obra
representa dos experimentaciones importantes: una dirigida hacia la construcción de
composiciones a través de líneas cinéticas y otra sobre el uso del color. La escena onírica,
en la que tonos magentas, verdes y azules emergen resplandecientes entre la oscuridad,
muestra a un personaje yacente (algunos consideran que es una paráfrasis de Lamentación
sobre Cristo Muerto de Mantegna). En el estudio preparatorio en tinta, la composición
revela que ese hombre se eleva hacia el cielo. A este periodo corresponde también
Mecanismo carcelario, cuyo boceto fechado en 1956 se incluye en esta exposición.
Diego Velázquez (España, 1599-1660) es uno de los artistas más influyentes de la pintura
occidental. Entre su vasta producción, Las Meninas (1656) es probablemente la obra más
admirada. La composición ofrece un retrato íntimo de la realeza española del siglo XVII, a
la vez que es un tratado magistral sobre el manejo de la luz. La imagen ha sido motivo de
múltiples interpretaciones y paráfrasis.
Vlady no fue ajeno a su influencia. El “milagro de Las Meninas” le motivó a pintar
dos versiones del cuadro a las que llamó Meninas Caribeñas. Inspirado por los atuendos
ampones de la infanta y sus cortesanas, transformó la escena interior en una naval, en la que
los personajes se convierten en carabelas. La primera versión, de 1976, es un grabado a dos
tintas que ofrece una visión onírica de la corte española. Esta obra dio pie a la elaboración
de un estudio más profundo en el que Vlady hace una crítica a los colonizadores de México.
La versión al óleo de 1979, en un formato similar al cuadro del sevillano, transforma su
autorretrato en un pirata que es acompañado por una flotilla responsable de una invasión
caracterizada por terribles atrocidades, entre las que se cuentan ejecuciones y violaciones.
El tema se insinúa a través de dos estandartes en los que aparece un personaje
crucificado, a punto de ser atacado por un caballero águila y una pareja formada por una
mujer de piel morena y un hombre blanco. Junto a ellos, cae un personaje alado:
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Cuauhtémoc-Ícaro. Otro detalle importante es la imagen que remata la obra, misma que, a
primera vista, recuerda un timón. En realidad, es la interpretación vladiana de la narración
de los conquistadores, quienes señalaron que los nativos interpretaron la rueda como una
piedra que camina.
La Nave-Infanta Margarita es una de las secciones más cuidadas de la composición.
Vlady se esmera en trasladar el parecido y los efectos lumínicos del retrato de Velázquez en
su obra. Tras ella, el retrato de Mariana de Austria y Felipe IV reflejados en el espejo,
cambia por el de los reyes Juan Carlos I y Sofía, quienes en 1978 realizaron una visita a
México. A través del juego de espejos que representan las paráfrasis visuales, Vlady nos
ofrece su visión particular de esta epopeya, saturada de luces y tinieblas.
IV. MURALISTA
Al llegar a México, Vlady se encontró con el muralismo que por entonces estaba en su
apogeo. El joven ruso quedó impactado y se acercó a Diego Rivera, quien lo recomendó
con Juan O’Gorman para iniciarlo en los secretos de la pintura mural. Poco después, gracias
a la intervención de Ramón de Negri -un funcionario del gobierno mexicano, amigo de
Victor Serge- Vlady consiguió su primer encargo: un mural en el Molino de Bezares,
camino a Toluca. Junto a su amigo Iván de Negri, elaboró una propuesta que imitaba las
formas y la composición de Orozco. Sin embargo, entre los personajes, se observaba a un
Stalin monstruoso con una soga en el cuello. Corrían tiempos de guerra y la URSS era
aliada de México, de modo que la osadía le costó cara: el trabajo fue borrado antes de
concluirse.
Esa primera experiencia no lo alejó del muralismo. En los años siguientes, mientras
iba construyendo un estilo propio, Vlady continuó experimentando. Ejecutó un mural de
mosaicos en el Hotel Casino de Hornos de Acapulco, del cual no se conserva boceto alguno
y otro que retoma el lenguaje de las vanguardias y se antoja precursor de un nuevo
muralismo, El clavadista solar (1957), del cual se presenta el boceto del mismo título.
A principios de la década de los setenta, el artista obtuvo el encargo de pintar los
muros de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público, alojada en el antiguo convento de San Felipe Neri. El resultado, Las revoluciones y
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los elementos, es la síntesis de la vida artística e intelectual de Vlady hasta ese momento.
Ahí se entrelazan lo figurativo y lo abstracto, el clasicismo, el surrealismo y las
vanguardias, dando como resultado una obra alegórica en la que el pintor redefine las
categorías conceptuales, subvirtiendo imágenes y contenidos.
La última obra muralística de Vlady es el fresco El despertar de las revoluciones
que pintó en 1986 por invitación del gobierno sandinista, en el Palacio Nacional de
Managua, Nicaragua. De este presentamos varios bocetos y un óleo, el lienzo El despertar
de las estatuas de sal. Por último, presentamos el boceto de un mural que proyectó para
realizarse en Milpa Alta, pero que nunca fue ejecutado.
Vlady pintó su primer mural en el invierno de 1941-42, junto a su amigo Iván de Negri, en
un restaurante situado en la localidad Molino de Bezares, sobre la carretera de México a
Toluca. No fue un buen inicio pues la obra fue borrada por la censura a principios de 1943,
poco de concluirla. De ella, nos quedan algunas fotos, un apunte de Vlady en el reverso de
una de ellas y unos cuantos bocetos. Queda también una extensa nota redactada por el padre
del artista que describe el fresco de manera detallada. “Está dibujado con fuerza, los colores
son ricos y variados, la visión es caótica y abundante, con unidad interna”, observa el
escritor y añade que, al conocerlo, Orozco opinó que es “una obra extraordinariamente
interesante”.
Paleografía
COMENTARIO
El clavadista solar
COMENTARIO
El segundo mural que realizó Vlady, con una propuesta distinta a la estética de la Escuela
Mexicana de Pintura, es El clavadista solar, de 1957, ubicado en el vestíbulo de un edificio
de departamentos en la calle Séneca de la Colonia Polanco, Ciudad de México. Ejecutada
con la técnica del mosaico, la obra fue concebida en una plática con el arquitecto Alejandro
Prieto en Barra de Navidad en 1956. El tema, un hombre que parece escapar de una ballena
en un mar lleno de reflejos lumínicos, se adapta al muro que dobla hacia la calle
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proyectándose hacia el exterior.
Con esta obra, que ha sido definida como “la Capilla Sixtina de Vlady”, el artista hizo su
irrupción formal en la historia del muralismo. En 1973, recién regresado de una estancia en
Estados Unidos, Vlady inició a pintar la capilla lateral de la Biblioteca, a la que nombró
Capilla freudiana. En ella plasmó alegorías de algunos temas relacionados con la teoría
psicoanalítica como Edipo, Moisés y el monoteísmo, y Tótem y tabú. Luego, pintó el
frontispicio, la nave central, el coro y el sotocoro del edificio abordando distintos aspectos
de las revoluciones sociales y culturales de la modernidad. En el trasfondo, se insinúa la
revolución rusa de cuyos aciertos y fracasos el pintor fue testigo directo. Concluido en
1982, el mural está dedicado “a la probidad intelectual de Victor Serge y al rescate del dolor
de Liuba, mi madre”. El resultado es una obra que da cabida a las pasiones políticas,
históricas y pictóricas de Vlady, en un universo estético de libertad y disidencia que rompe
con la tradición didáctica y nacionalista de la Escuela Mexicana. Una faceta experimental
que lo hace único en el arte mexicano es que Vlady mezcla la técnica al fresco del
Quattrocento florentino, con pinturas al temple y óleo sobre tela, según los preceptos del
Cinquecento veneciano.
La inocencia terrorista
COMENTARIO
Una de las estrategias con las que el muralismo mexicano obtuvo un reconocimiento
internacional fue la exportación de su estética, misma que alcanzó los muros de espacios
públicos y privados en diversos países del mundo. Orozco, Rivera y Siqueiros, fueron la
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punta de lanza de este proceso con las obras que realizaron en Estados Unidos y en países
latinoamericanos.
Vlady forma parte de esta tradición. A principios de la década de 1980, el gobierno
sandinista de Nicaragua ofreció los muros del Palacio Nacional de Managua (hoy Palacio
de Cultura), a Arnold Belkin y, posteriormente, a Vlady, quien concluyó su obra en 1987.
Los resultados son interesantes. Aunque los funcionarios sandinistas esperaban pinturas que
narraran las gestas épicas de su revolución, el pensamiento y lenguaje visual de Vlady se
encontraba muy lejos de ese propósito. Con total libertad creativa, el artista realizó un
mural en tres paneles, El despertar de las revoluciones, donde desarrolló una idea que había
estado madurando desde hacía años, a saber, que los monumentos conmemorativos cobran
vida para decirnos que las revoluciones, y más en general las hazañas históricas, son
procesos que no pueden ser momificados.
En esta exposición se exhiben algunos bocetos para el fresco de Managua, como un
Perseo decapitado que sostiene la cabeza de Medusa. En la versión original del mito, la
Gorgona tiene el poder de convertir a quien la mira en piedra. Vlady invierte el proceso: en
el lienzo El despertar de las estatuas de sal, Medusa trae a la vida a los héroes de piedra.
La misma escena se reproduce en el panel derecho del mural de Nicaragua.
De la misma serie, se muestran también algunos bocetos para la obra Violencias
diferentes (no incluida), en donde personajes oníricos -entre los que figuran un Prometeo
que se devora a sí mismo y unas manos animadas- libran una batalla extrema. La misma
escena se reproduce en el panel izquierdo del mural de Nicaragua. Con esta obra, Vlady
concluye su aportación al muralismo de la segunda generación.
V. PODER Y VIOLENCIA
El poder y la violencia forman parte de la concepción trágica de Vlady sobre las
revoluciones de la modernidad y, más en general, sobre la condición humana. El artista
vivió personalmente el totalitarismo soviético: el terror, el GULAG, los asesinatos masivos
y la deportación forman parte de su experiencia y están presentes de manera casi obsesiva
en gran parte de su obra. Al mismo tiempo, Vlady no es pesimista ni optimista. Como
Mijaíl Bulgákov, está convencido de que todo poder implica un acto de violencia, sin dejar
de pensar que llegará un día en que no existirá el poder de los césares, ni ningún otro.
En el mural Las revoluciones y los elementos de la Biblioteca Miguel Lerdo de
Tejada (BMLT), el artista plasma dos conceptos originales en los que convergen filosofía,
historia, técnica pictórica y ciencias naturales: lo fluido y lo pétreo. El primero tiene que ver
con la vitalidad, el movimiento, la inteligencia colectiva y más en general, la pulsión de
vida. El segundo remite a la materia inanimada, la inteligencia primitiva, la recaída en la
estupidez y la pulsión de muerte. Pero no hay maniqueísmo: lo pétreo y lo fluido se
entrecruzan constantemente.
El mismo planteamiento se aprecia en varios de sus lienzos, grabados, acuarelas y
cuadernos. Vlady parece jugar continuamente con las contradicciones humanas: el amor y
el odio, la paz y la guerra, la rebeldía y la sumisión. Muestras de ello son el grabado La
revolución cristiana, el comunismo ruso y el bolchevique o el cuadro La noticia, donde una
bestia feroz acecha a dos personajes que leen el periódico.
Tres obras dominan esta sección: el monumental Xerxes, Violencias fraternas y La
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escuela de los verdugos. El conjunto apunta al corazón de las preocupaciones de Vlady, a
sus aflicciones y a la historia que le tocó vivir. Sus trazos rinden homenaje a los mártires del
estalinismo; su iconografía remite a los pliegues ocultos de la violencia. Defender la
libertad siempre, no dejarse aplastar por el poder y transformar el dolor en creación. Este es,
tal vez, el legado de Vlady.
Xerxes
COMENTARIO
Xerxes (o Jerjes) es el rey persa que invadió a Grecia en el año 480 a.C. Cuenta la leyenda
que cuando una tempestad destruyó el pontón flotante que había mandado a construir para
que sus tropas cruzaran el estrecho de los Dardanelos, el tirano ordenó a sus soldados que
azotaran el mar haciendo gala de una soberbia demente. En la obra de Vlady, Xerxes
simboliza la arrogancia y asimismo la estupidez del poder. El tema fue evolucionando antes
de llegar a la formulación final de esta obra de gran formato. En algunos bocetos, el artista
representa a los soldados golpeando con un látigo las olas del mar que adquieren formas
femeninas. En otras versiones, la atención se centra en el rey persa montado a caballo que
fustiga él mismo a las olas antropomorfas. El rostro del monarca va adquiriendo formas
cada vez más torpes, mientras que la bestia en la que monta se vuelve monstruosa.
La composición se divide en dos secciones; el primer plano muestra a un Xerxes
cíclope con sonrisa torpe y ostentando la cadena de su propia estupidez al cuello. Viste
pantalones azules y tiene garras en lugar de pies; en su tórax, peces grandes devoran a peces
pequeños. El monstruo monta sobre una bestia espantosa que tiene un largo cuello rematado
por un rostro que abre sus fauces; el cuerpo exhibe senos femeninos y sus patas calzan
zapatillas. El monarca agita su látigo transformado en una serpiente cuyas cabezas lo miran
con furia. En el fondo marino, se desarrolla una batalla entre los soldados y las olas-mujeres
desnudas. Una de ellas, que recuerda a una Medusa con serpientes por cabellera, se rebela
frente al verdugo sujetando con fuerza el látigo. Es la lucha épica de la humanidad contra el
poder y la violencia.
Violencias fraternas
COMENTARIO
El lienzo forma parte del cuadríptico que Vlady pintó por encargo de la Secretaría de
Gobernación y que actualmente pertenece al acervo del Archivo General de la Nación. Su
historia es en sí misma, un acto de poder y violencia, ya que, al no resultar del agrado del
comité, los cuatro lienzos fueron retirados y desaparecieron causando la ira y la angustia de
Vlady. La lectura de Violencias fraternas es múltiple. Dos personajes colosales se asesinan
recíprocamente, al mismo tiempo que parecen abrazarse. El tema tiene que ver con la
concepción vladiana de las revoluciones: surgen gracias a la fraternidad, pero pueden
terminar consumiéndose en luchas intestinas. La pelea del primer plano tiene como fondo
un acantilado en el que el movimiento agitado de las aguas hace eco de la lucha de los
gigantes, mientras que en la parte alta otra pareja se enfrenta sobre los andamiajes que han
levantado para poder transitar sobre el abismo. Uno de ellos dispara al otro, que al caer
arrastrará consigo a su asesino. En ambas escenas somos testigos de la lucha por el poder en
la que los hermanos acaban por aniquilarse recíprocamente. Violencias Fraternas
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complementa la crítica vladiana a las revoluciones que podemos apreciar también en el
cuadro Luces y Tinieblas, perteneciente al mismo cuadríptico y que presentamos en la
sección Revolución y disidencia.
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