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PREFACIO

El presente volumen se deriva de un simposio organizado y coordinado por los


editores, "The Mixteca Puebla Concept in Mesoamerican Archaeology: A Further
Examination'', en el 47º Congreso Internacional de Americanistas, celebrado del 7 al 11
de julio de 1991 en Nueva Orleans, Luisiana. Invitamos como participantes a varios
estudiosos de Estados Unidos, Europa y México, conocidos por su interés en el concepto
Mixteca-Puebla y sus problemas. Esperábamos especialmente la participación de
arqueólogos que estuvieran realizando activamente excavaciones y prospecciones en las
zonas correspondientes.

La respuesta fue gratificante, y trece personas, incluidos los editores, presentaron


trabajos en la concurrida sesión. Todas estas ponencias -la mayoría de ellas algo
revisadas- se incluyen en este volumen. Dos investigadores que no pudieron presentar su
trabajo conjunto en el simposio, Ernesto González Licón y Lourdes Márquez Morfín,
presentaron posteriormente un trabajo que se incluye aquí. Para completar el conjunto,
pedimos a Marcus Winter, que ha estado muy activo en las investigaciones arqueológicas
de campo en Oaxaca, que contribuyera con un artículo sobre la arqueología de la Mixteca
antes del Posclásico.

Agradecemos a todos los autores sus aportaciones al simposio y a este volumen.


También queremos expresar nuestro agradecimiento a Frank E. Comparato, de
Labyrinthos, por sus numerosas cortesías, su considerable ayuda y su ejemplar paciencia
durante su preparación.

Los editores.

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INTRODUCCIÓN

H. B. Nicholson y Eloise Quiñones Keber


Este volumen constituye el tratamiento más extenso que se ha hecho hasta ahora del
concepto Mixteca-Puebla, uno de los problemas más complejos y persistentes de la
arqueología y la historia del arte del Posclásico mesoamericano. Para proporcionar un
contexto adecuado a los quince artículos que discuten diversos aspectos del problema de
la Mixteca-Puebla, comenzamos proporcionando una historia concisa del concepto
mediante la revisión de lo que consideramos han sido algunas de las contribuciones más
significativas a este tema. A continuación, se presenta una introducción a cada uno de los
trabajos, en la que se destacan las aportaciones de los autores. Se concluye con una
discusión de algunos de los mecanismos que pudieron haber operado en la difusión de
esta última gran tradición estilística e iconográfica mesoamericana.

Definición de la Mixteca-Puebla

El término ''Mixteca-Puebla'' fue introducido por George C. Vaillant, uno de los


principales arqueólogos en el campo de América Central, en una serie de publicaciones
que comenzaron en 1938.* Tratando de definir las manifestaciones culturales que
surgieron en el centro de México tras el declive del Clásico de Teotihuacán, describió la
Mixteca-Puebla como "cultura", "complejo cultural" y/o "civilización". Le dio el nombre
de las dos áreas adyacentes que él consideraba como las que más probablemente fueron
las zonas clave donde evolucionó y donde se manifestó en su forma más intensa y típica:
El centro/sur de Puebla y el oeste de Oaxaca (conocido como La Mixteca, por su lengua
nativa predominante, el mixteco).

Vaillant planteó la hipótesis de que la Mixteca-Puebla se difundió ampliamente por


toda la América Media e incluso más allá, y que, en la Cuenca de México, constituyó una
importante fuente de la ''civilización azteca''. Creía que su impacto era tan extenso que
etiquetó la última gran época de la historia de la cultura prehispánica de América Central
(el Postclásico, en la terminología actual) como el ''Período Mixteca-Puebla'', término que
pronto fue ampliamente aceptado, aunque algunos estudiosos -especialmente los
especializados en arqueología oaxaqueña- prefirieron la designación étnica/lingüística
''Mixteca'' al término geográfico híbrido ''Mixteca-Puebla''. "

La definición de Vaillant de la Mixteca-Puebla era bastante generalizada. En


consecuencia, desde su época los estudiosos han reexaminado su influyente formulación
y han intentado definirla y conceptualizarla con mayor precisión. En 1956, en una
ponencia presentada en el Quinto Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y
Etnológicas, en Filadelfia (publicada en 1960), H. B. Nicholson argumentó que la
"cultura" de la Mixteca-Puebla de Vaillant podría definirse más útilmente en términos
esencialmente estilísticos e iconográficos. Sugiriendo que se calificaba bastante bien
como el último ''estilo horizonte'' mesoamericano prehispánico, esbozó lo que
consideraba que eran algunos de sus principales diagnósticos.

Como estilo, expresado en varios medios, la Mixteca-Puebla se caracterizó


particularmente por una precisión casi geométrica en el delineado de sus imágenes, tanto
figuradas como simbólicas. Las primeras solían representar a deidades importantes del
panteón, generalmente identificables por sus insignias relativamente estandarizadas. El
repertorio iconográfico de la Mixteca-Puebla era extenso pero básicamente bastante
estandarizado. Ciertos iconos y símbolos destacaron por su frecuencia e importancia en
diversas categorías: zoomorfos, botánicos, celestes (solares, lunares y estelares),
osteológicos, ígneos, acuáticos, marciales y sacrificiales, entre otros.

El grado de convencionalización variaba: algunas imágenes eran muy estilizadas y


esencialmente abstractas, mientras que otras se derivaban de modelos fácilmente
comprobables en el mundo "real". También eran comunes las imágenes fantásticas y
combinatorias (por ejemplo, de dragones). La coloración viva era un sello distintivo de la
Mixteca-Puebla, y los ricos y variados esquemas cromáticos desempeñaban importantes
funciones simbólicas en sí mismos.

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Las técnicas de estilización, tanto para las representaciones antropomórficas como para
las zoomórficas, a menudo se asemejan a las de la caricatura moderna. La exageración
imaginativa de los rasgos prominentes, los fuertes contornos negros y los colores
brillantes y planos, daban como resultado imágenes de sorprendente audacia e impacto
visual.

En cuanto a los orígenes de la tradición Mixteca-Puebla, en 1942 el etnohistoriador


Wigberto Jiménez Moreno propuso que los creadores de esta tradición
estilística/iconográfica podrían identificarse con los Olmeca Xicallanca, quienes fueron
nombrados en diversas tradiciones etnohistóricas como los maestros del Posclásico
Temprano de Cholollan (Cholula) y zonas vecinas de Puebla y Tlaxcala.
En 1959, en su amplio panorama de la historia pre-tolteca de Mesoamérica que
apareció en el segundo volumen de Esplendor del México Antiguo (traducción al inglés
en Ancient Oaxaca, 1966), Jiménez Moreno desarrolló aún más su hipótesis sobre los
orígenes de la Mixteca-Puebla. Ahora sugería que los primeros atisbos del estilo
aparecieron en la Mixteca Baja, en la región de Acatlán, Puebla, alrededor del año 700
d.C., para emerger plenamente después del 800 en Cholula, al comienzo de la "tiranía"
olmeca Xicallanca citada por el cronista Juan de Torquemada. Especuló que los Olmeca
Xicallanca eran un grupo triétnico que hablaba nahua, chocho-popoloca y mixteco.
También propuso la opinión de que lo que él llamaba "la tradición cultural mixteco-
cholulteca" podría haberse desarrollado con bastante rapidez al inicio del periodo olmeca
xicallanca en Cholula y que no se podrían discernir antecedentes claros.

En su libro de 1959 sobre los estilos de manuscritos pictóricos del centro de México
del periodo colonial temprano, el historiador del arte Donald Robertson especificó los
rasgos diagnósticos de lo que él prefería llamar el estilo "mixteco" (y, más tarde, en 1970,
también el "estilo internacional del posclásico tardío"). Señaló que compartía varios
rasgos con otras tradiciones estéticas prehispánicas mesoamericanas: una naturaleza
"conceptual" -en contraposición a la "visual"-; el énfasis en la claridad de los contornos,
las líneas del marco que encierran áreas de color plano que carecen de sombreado o
modelado, sin intentar transmitir el espacio tridimensional de manera ilusionista; la falta
de integración en las formas figuradas, con partes del cuerpo representadas como
componentes básicamente separables mostradas en sus aspectos más típicos y en
posiciones estereotipadas; y la ausencia de una verdadera perspectiva en las escenas de
"paisaje" que, en cambio, suelen presentar combinaciones de signos estandarizados para
transmitir información geográfica.

En 1961 Nicholson publicó una nota en la que criticaba el uso por parte de Robertson
y otros del término "mixteco" en lugar de ''mixteca-puebla'' para la tradición
estilística/iconográfica que él había intentado definir con mayor precisión en su artículo
de 1956. Argumentó que el primer término vinculaba demasiado estrechamente el estilo
con los hablantes de los dialectos de la lengua mixteca, causando problemas innecesarios
a la hora de explicar la distribución del estilo y de entender los mecanismos de su difusión.

Nicholson reiteró su opinión de que Cholula de habla nahua y el área del sur de Pueblan
pueden haber jugado el papel clave en su desarrollo, señalando que el papel del oeste de
Oaxaca, la Mixteca, en su génesis era bastante oscuro, debido a una brecha en el registro
arqueológico aquí entre el final del Clásico y las fases finales del Posclásico Tardío.
Aunque reconoció que era algo incómodo, sugirió que se siguiera empleando la etiqueta
geográfica híbrida de Vaillant, "Mixteca-Puebla", en lugar del término étnico/lingüístico,
"mixteco". "

En 1967 Michael Lind presentó, como su tesis de maestría en la Universidad de las


Américas, Ciudad de México, un estudio completamente ilustrado de 300 vasijas
policromas completas del Posclásico Tardío, principalmente en las colecciones del Museo
Nacional de Antropología, Ciudad de México, y del Museo Frissell de Arte Zapoteca,
Mitla, Oaxaca. Clasificó 200 como cholultecas y 100 como mixtecas en estilo (más una
tercera tradición, estrechamente relacionada con la mixteca, centrada en la Chinantla del
norte de Oaxaca). Los comparó en detalle, tabulando sus similitudes y diferencias sobre
la base de las categorías de forma y los motivos de diseño. Este fue el primer estudio que
distinguió de manera sistemática estos dos estilos cerámicos principales dentro de la
tradición general de la Mixteca-Puebla. Como tal, constituyó una importante contribución
al tema.

En 1975 el estudiante de Robertson, James Ramsey, emprendió en su tesis doctoral la


definición y el análisis más exhaustivo de lo que también denominó el estilo "mixteco"
que se había realizado hasta entonces. No utilizó el estudio de Lind, que era inédito. Se
centró en lo que denominó "arte menor mixteco", recopilando un extenso catálogo
ilustrado de 638 piezas, derivado de un estudio de más de 80 colecciones en Estados
Unidos, México y Europa, y organizó el material según los medios: vasijas y esculturas
de cerámica, joyería de metal, tallas de hueso y jade, y mosaicos de turquesa.

Ramsey también recopiló una extensa lista de los principales motivos y grupos de
motivos que muestran las piezas de su catálogo. Además, emprendió un estudio de la zona
central del estilo en Tlaxcala/Puebla/Oaxaca, intentando definir varios subestilos
regionales. Aunque discrepamos con algunas de sus premisas y conclusiones, el estudio
de Ramsey sigue siendo el tratamiento más completo de lo que preferimos designar como
la tradición estilística/iconográfica de la Mixteca-Puebla tal como se manifestó en su zona
central.
En 1977 Nicholson presentó otra ponencia sobre el concepto en el simposio de
Dumbarton Oaks, "The Art and Iconography of Late Post-Classic Central Mexico"
(publicado en 1982).

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Después de resumir los puntos de vista expresados en su artículo de 1956, reexaminó el


concepto a la luz de los progresos realizados en la arqueología mesoamericana y la
aparición de otros estudios pertinentes desde 1956. Criticó el enfoque ''pan-mixteco'' de
algunos mesoamericanistas, reafirmando su apoyo al uso de la etiqueta Mixteca-Puebla.

Discutió varios otros temas, incluyendo el problema del tiempo y el lugar de la génesis
de la Mixteca-Puebla, y subrayó la necesidad de un trabajo de campo arqueológico
adicional en áreas clave para tratar de resolver las numerosas cuestiones cronológicas
relacionadas con el surgimiento y la difusión de la tradición. También destacó la
conveniencia de contar con definiciones más precisas del estilo básico y sus variantes
regionales. Una vez más, concluyó que, a pesar de los muchos problemas que aún la
rodeaban, la Mixteca-Puebla seguía teniendo suficiente valor como herramienta de
análisis arqueológico para ser conservada por los mesoamericanistas.

En 1980 apareció una pequeña monografía, "El complejo arqueológico Mixteca-


Puebla: Notas para una redefinición cultural", de Daniel Schávelzon. Con una amplia
cobertura geográfica, que incluye incluso un análisis de las posibles conexiones con el
noroeste de Sudamérica, constituye un resumen útil, aunque algo general, de diversas
cuestiones relacionadas con el concepto de Mixteca-Puebla. El último capítulo presentaba
una consideración de nueve hipótesis relativas a la Mixteca-Puebla, pero ofrecía poco
para llegar a conclusiones definitivas.

En 1982 apareció un volumen de simposio titulado "Aspects of the Mixteca-Puebla


Style and Mixtec and Central Mexican Culture in Southern Mesoamerica" como
Occasional Paper 4 del Middle American Research Institute de la Universidad de Tulane.
Seis de las siete ponencias habían sido presentadas en un simposio, organizado por Doris
Stone, en el 41º Congreso Internacional de Americanistas, 1974, en Ciudad de México,
al que se añadió una séptima ponencia (Ramsey).
John Paddock habló de la Mixteca-Puebla en el Valle de Oaxaca; Donald Brockington
discutió sus manifestaciones en las zonas costeras de Oaxaca; Donald Robertson examinó
tres de los pliegos históricos/genealógicos de la Mixteca, señalando el deterioro natural
en los Códices Bodley y Selden y los hechos por el hombre en el Zouche-Nuttall; Robert
Chadwick intentó explicar los cambios hechos por el hombre en el Zouche-Nuttall
sugiriendo que su reverso representa una historia falsificada o reescrita del prominente
conquistador mixteco, Ocho Venado "Garra de Jaguar"; y James Ramsey, resumiendo
aspectos de su disertación doctoral de 1975, examinó lo que él denominó iconografía
mixteca. Saliendo del corazón de la Mixteca-Puebla, Jacinto Quirarte emprendió un
análisis estilístico e iconográfico de los murales posclásicos de Santa Rita, Belice, que
muestran una fusión de las tradiciones de los mayas de las tierras bajas y de la Mixteca-
Puebla; y Doris Stone discutió lo que identificó como elementos de estilo Mixteca-Puebla
en fases arqueológicas tardías en el sur del Pacífico nicaragüense y en la Península de
Nicoya de Costa Rica, particularmente imágenes decorativas en vasijas Vallejo
Polychrome de la provincia de Guanacaste, Costa Rica.

Como se desprende de este resumen, este volumen se centró claramente en Oaxaca,


aunque Quirarte y Stone consideraron las manifestaciones de los rasgos mixteca-
pueblanos en el este de Mesoamérica. La zona poblana sólo recibió una consideración
tangencial en el trabajo de Ramsey. En general, la validez de la Mixteca-Puebla como
concepto fue asumida, incluso por este grupo de especialistas principalmente mixtecos, y
no fue tratada analíticamente.

La crítica de Smith/Heath-Smith a la Mixteca-Puebla

También en 1982, más o menos al mismo tiempo que la publicación de la ponencia de


Nicholson en Dumbarton Oaks en 1977 y el volumen del simposio de Tulane, apareció
una valoración crítica ampliada del concepto Mixteca-Puebla por Michael Smith y
Cynthia Heath-Smith. Con el título "¿Olas de influencia en la Mesoamérica posclásica?
A Critique of the Mixteca-Puebla Concept", se publicó en Anthropology (Vol. 4[2]:15-
50). Comenzaban afirmando que "Mixteca-Puebla es un término descriptivo utilizado por
los arqueólogos mesoamericanos para referirse a un llamado 'estilo artístico' del periodo
Postclásico ampliamente distribuido que presumiblemente se desarrolló en el área del
norte de Oaxaca y el sur de Puebla, México. "
Los Smith citaron entonces una frase del artículo de Nicholson de 1956/1960, *"cuya
definición del estilo es generalmente aceptada "*, que hablaba de "olas de influencia
estilística mixteca-puebla" que se extendieron ampliamente por toda Mesoamérica
durante el Postclásico. Expresaron una fuerte crítica a esta metáfora de las "olas de
influencia", que "impregna la literatura", y se refirieron a ella desfavorablemente a lo
largo del artículo.

En su opinión, "la concepción actual del estilo Mixteca-Puebla confunde tres


fenómenos bastante distintos: (1) el Estilo Religioso Postclásico, una colección de
símbolos religiosos estandarizados que fueron populares en toda Mesoamérica,
comenzando en el período Postclásico Temprano; (2) el Estilo Códice Mixteco, un estilo
narrativo altamente distintivo del Postclásico Tardío más comúnmente asociado con
códices, murales y cerámica de la región Mixteca-Puebla; y (3) la Esfera Cerámica
Regional Mixteca-Puebla, los complejos cerámicos locales de la región Mixteca-Puebla
que comparten varios rasgos estilísticos. "

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Además, afirmaron que "no separar estos fenómenos conduce a modelos inadecuados
e interpretaciones erróneas de la dinámica cultural mesoamericana del Postclásico. En
reacción a la perspectiva prevaleciente de 'olas de influencia', proponemos que un modelo
espacial no nuclear de redes de intercambio y comunicación interdependientes
proporciona una mejor explicación de la distribución temporal y espacial del Estilo
Religioso Postclásico en Mesoamérica. "

Después de una breve revisión de la historia del concepto, los Smiths emprendieron
una discusión de cada uno de sus tres "fenómenos", entrando en definiciones más
detalladas y abordando distribuciones de área, aspectos cronológicos y mecanismos de
difusión. En una sección final recomendaron que se abandonara el término "Mixteca-
Puebla", argumentando que su uso contribuía a "la propagación del 'modelo de olas de
influencia'" que deploraban. Concluyeron: "En lugar de invocar vagas 'influencias' de un
centro nebuloso para explicar la distribución del estilo, la nueva perspectiva relaciona el
desarrollo del estilo con los procesos continuos de comercio, comunicación e
interpretación religiosa que caracterizaron a gran parte de Mesoamérica durante el
período posclásico. "
Este artículo constituye la crítica más seria al concepto de la Mixteca-Puebla que se ha
publicado hasta ahora, y merece una crítica en profundidad. Aquí sólo es posible hacer
algunas observaciones. Dado que la crítica en particular se dirigió a su artículo de 1956,
las respuestas de Nicholson a éste están en primera persona.

Respuesta de Nicholson a Smith/Heath-Smith

Al intentar definir el constructo Mixteca-Puebla de Vaillant con más precisión, no creo


que "haya confundido tres fenómenos bastante distintos". "De hecho, el "estilo religioso
postclásico" de Smith y Heath-Smith es, en mi opinión, demasiado nebuloso y mal
definido para ser muy útil. Aunque lo etiqueten como "estilo", no es un estilo (cómo se
representan las imágenes) sino una iconografía (qué imágenes se representan).

Sólo se especifican e ilustran dos imágenes, el escalón (xicalcoliuhqui) y la "serpiente


emplumada", ambas definidas a grandes rasgos. También se menciona el "rayo de sol",
pero no se define. Presumiblemente se incluirían otros que incluí en mi lista de símbolos
comúnmente representados en la tradición Mixteca-Puebla, pero esto no se aclaró. Hasta
qué punto los símbolos constituyentes de su "Estilo Religioso Postclásico" fueron
imaginados en un estilo fundamentalmente similar -el quid de mi definición de Mixteca-
Puebla- no está claro y no recibe discusión. Y como reconocieron, ni los motivos de los
pasos ni los de la "serpiente emplumada" se limitan al Postclásico.

En cuanto a su segundo fenómeno, en su opinión el "Estilo Códice Mixteco" constituyó


un desarrollo local tardío a partir del extendido "Estilo Religioso Postclásico", adoptando
muchos de sus símbolos estandarizados. Aunque rechazaron el "modelo nuclear" para
explicar el desarrollo y la difusión de su "Estilo Religioso Postclásico", aceptaron su
aplicabilidad al surgimiento del "Estilo Códice Mixteco". También permitieron que este
último se ajustara estrechamente a mi definición básica de la Mixteca-Puebla. Sin
embargo, su caracterización como "un estilo de arte narrativo... en oposición a los
'motivos temáticos' aislados... que son el sello del Estilo Religioso Postclásico" es
inexacta. En la Mixteca-Puebla aparecen tanto la narrativa como la imaginería simbólica
discreta, tal como yo y otros lo hemos concebido.

La nomenclatura Smith/Heath-Smith también es cuestionable. Los numerosos


manuscritos pictóricos del Posclásico Tardío y de la época colonial temprana que
provienen de la región de habla mixteca del occidente de Oaxaca constituyen
innegablemente una intensa manifestación de la tradición estilística/iconográfica
mixteca-puebla. Sin embargo, la evidencia de otros manuscritos (véase la discusión sobre
la procedencia de los Códices Borgia y Cospi, más adelante), la cerámica policromada y
los murales indican que la tradición prevaleció en un área mucho más extensa que la
ocupada por los hablantes de mixteco.

La tradición incluía Tlaxcala/Centro-Sur de Puebla y la Costa del Golfo, donde


predominaban otras lenguas, especialmente el náhuatl. Dado que los Smith aceptaron la
noción de que su ''estilo de códice mixteco'' se desarrolló en lo que ellos reconocieron
como el área central de la Mixteca-Puebla ''étnicamente diversa'', su elección del término
étnico/lingüístico más estrecho en lugar de la etiqueta geográfica más amplia para
designarlo es desconcertante.

En cuanto a su tercer fenómeno, "La Esfera Cerámica Regional de la Mixteca-Puebla",


explicaron que "no es un estilo de arte pictórico como los otros dos fenómenos descritos
en este trabajo. Se trata más bien de un amplio conjunto de modos y tipos cerámicos,
incluyendo elementos estilísticos decorativos, que abarca la mayor parte de los conjuntos
cerámicos del Posclásico Medio y Tardío en el área de la Mixteca-Puebla". "Asignan
ciertas fases arqueológicas a esta "esfera", pero no identifican ni describen los "modos y
tipos" específicos que las caracterizan. Parecen desconocer los estudios fundamentales de
Lind sobre la cerámica de la Mixteca-Puebla, especialmente las distinciones entre las
policromías de Cholula y de la Mixteca.

Los Smith dedicaron la mayor parte de su discusión al problema de la ubicación


cronológica de la cerámica policroma de Cholula, que según ellos se originó en el siglo
XII y continuó hasta la Conquista. Dado que mi definición de 1956 de la Mixteca-Puebla
no se refería a "modos y tipos" cerámicos particulares, sino al estilo y la iconografía
expresados en diversos medios,

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su "Esfera Cerámica Regional de la Mixteca-Puebla" no fue particularmente reveladora


de su crítica a lo que llamaron el "viejo 'estilo Mixteca-Puebla'. "

En cuanto a la metáfora de las "olas de influencia" que suscitó una reacción tan
negativa por su parte, sólo pretendía expresar de manera general descriptiva -no
explicativa- la innegable y amplia difusión de la tradición estilística/iconográfica
mixteca-puebla durante el Posclásico. Nuestro reto pendiente es tratar de averiguar los
mecanismos específicos que operaron en este proceso de difusión (ver más adelante).
Varios mecanismos bastante obvios han sido sugeridos por los estudiosos, incluyendo a
los Smith y a mí, pero sólo el trabajo de campo arqueológico adicional puede determinar
con mayor precisión el papel que éstos y otros pudieron haber jugado en la difusión de la
tradición.

Antes de concluir mis observaciones sobre la crítica de los Smith a la Mixteca-Puebla,


quisiera también refinar algunas de las opiniones que expresé sobre el concepto en 1956.
En mi definición original de la Mixteca-Puebla incluía ciertos estilos del Posclásico
Temprano, sobre todo el tolteca, aunque reconocía algunas diferencias significativas entre
éste y la tradición más desarrollada del Posclásico Tardío. En retrospectiva,
probablemente estuve indebidamente influenciado por lo que hoy consideraría una
definición demasiado inclusiva del concepto por parte de Vaillant.

Ahora creo que la Mixteca-Puebla puede servir como una herramienta más eficaz de
análisis arqueológico si se define de forma algo más estricta. Aunque muestra algunos
elementos de anticipación, ahora excluiría a los toltecas y sus manifestaciones
relacionadas, especialmente la de Chichén Itzá, de la Mixteca-Puebla definida de manera
más estricta. También sugerí en 1956 que, en su núcleo, el estilo podría haber
evolucionado durante el Posclásico Temprano (o Tolteca). Evidencia arqueológica
reciente (ver los artículos de Lind y McCafferty, en este volumen) parece favorecer el
surgimiento antes del final de este período de lo que puede considerarse como una etapa
temprana en el desarrollo de la tradición estilística/iconográfica de la Mixteca-Puebla. Y,
como sugerí en mi artículo de 1977 (cf. Lind, este volumen, observaciones finales), la
Costa del Golfo podría haber jugado un papel más significativo en esta etapa emergente
más temprana de la Mixteca-Puebla de lo que generalmente se ha reconocido.

Sin embargo, la expresión más evolucionada y madura de la Mixteca-Puebla, a la que


se aplicó particularmente mi definición de 1956, puede no haber cristalizado hasta
aproximadamente el comienzo del Posclásico Tardío, tal vez durante el siglo XIII o poco
"antes". Está ejemplificado, sobre todo, por la cerámica de "tipo códice" de Puebla-
Tlaxcala, Oaxaca Occidental y la Costa del Golfo, además de los biombos
rituales/divinatorios del Grupo Borgia y los de contenido histórico-genealógico de la
Mixteca. Esta tradición estilística/iconográfica de la Mixteca-Puebla plenamente
desarrollada (el "Estilo Códice Mixteco" de los Smith), que floreció tal vez durante no
más de dos o tres siglos, parece calificar mucho mejor como un "estilo horizonte"
mesoamericano final que la tradición definida de manera más inclusiva, con su duración
temporal mucho más larga.

Aceptar esta definición más estrecha de la Mixteca-Puebla exigiría también


reconsiderar su relación con la tradición estilística/iconográfica "azteca" del Posclásico
Tardío. Centrada en la Cuenca de México, está ejemplificada, sobre todo, por el Codex
Borbonicus y los monumentos de piedra tallada característicos de México Tenochtitlan y
otros centros urbanos centrales de México. En 1956 sugerí que "azteca" podía
considerarse un subestilo principal de un universo estilístico más amplio de la Mixteca-
Puebla. Creo que ésta sigue siendo una posición defendible, pero las diferencias entre
ellos podrían considerarse suficientes para clasificarlos como tradiciones distintas -
aunque estrechamente relacionadas-, y ahora estoy a favor de ese punto de vista.

Hay otros aspectos del artículo de los Smith sobre los que también tengo reservas -
como su apoyo a la opinión, ahora aparentemente insostenible (véase McCafferty, este
volumen), de que la población de Cholula sufrió un descenso sustancial durante el
Posclásico Temprano-, pero terminaré esta respuesta preliminar con sólo unos pocos
comentarios adicionales.

Aunque reconozco que su artículo incluía una visión general útil del concepto de la
Mixteca-Puebla, claramente fracasó en su objetivo declarado de aclarar las distorsiones y
malentendidos que los Smiths alegaban que habían resultado de confundir "tres
fenómenos distintos" y agruparlos como Mixteca-Puebla. Aparte de lo que yo
consideraría su vaguedad e imprecisión en la definición de estos fenómenos,
particularmente "El estilo religioso posclásico", no creo que adoptarlos a favor de la
tradición estilística/iconográfica de la Mixteca-Puebla, como 1 y otros la han definido,
contribuya a una mejor comprensión de los procesos culturales del Posclásico
mesoamericano.

A pesar de los muchos problemas que siempre han rodeado el concepto de Mixteca-
Puebla, en mi opinión todavía puede cumplir una función útil en la arqueología
mesoamericana. La evidencia material demuestra que un estilo básicamente similar de
imaginería pictórica policromada que transmitía varios conceptos religiosos/rituales
ampliamente difundidos floreció a lo largo de una gran área del Posclásico Tardío de
Mesoamérica. Los repertorios icónicos de sus diversas expresiones regionales
frecuentemente compartían numerosos símbolos individuales. La génesis de la Mixteca-
Puebla puede o no haber estado en las regiones cuyo nombre lleva -sólo más trabajo de
campo arqueológico puede aclarar esta cuestión-, pero la innegable intensidad de su
concentración allí parecería justificar su empleo continuo.

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En cualquier caso, sigue siendo, en mi opinión, preferible a la restringida etiqueta


étnica/lingüística "Mixteca", al "Estilo Internacional del Posclásico Tardío" de Robertson,
o a las tres designaciones mal definidas propuestas por los Smith.

De esta revisión selectiva de la historia del concepto de la Mixteca-Puebla se


desprende que se ha acumulado una importante literatura, aportada tanto por arqueólogos
como por historiadores del arte. También es evidente la considerable variedad de
opiniones sobre las definiciones, la terminología y el enfoque. Conscientes de la
importancia del concepto Mixteca-Puebla y de los problemas que lo rodean, organizamos
y coordinamos un simposio del ICA, "El concepto Mixteca-Puebla en la Arqueología
Mesoamericana: Un examen más profundo", como se explica en el prefacio. Aunque no
se resolvieron todos los problemas, creemos que los avances logrados en la aclaración de
algunos de ellos hacen que la difusión de estos informes sea un paso importante en la
definición de la Mixteca-Puebla. En este volumen se incluyen todos los trabajos
presentados en el simposio, así como otros dos que se añadieron posteriormente. Aparte
de la primera (Paddock), el orden de aparición es aproximadamente geográfico,
reflejando las zonas a las que se refieren, de norte a sur.

Investigaciones y descubrimientos recientes

El primer artículo, de John Paddock, el reconocido decano de los arqueólogos


centrados en Oaxaca, presenta una visión muy personal de la historia de la Mixteca-
Puebla. Propone algunas hipótesis audaces, en particular las que sitúan a los hablantes de
mixteco en el Clásico de Teotihuacan, el Epiclásico de Cacaxtla y el Postclásico
Temprano de Cholula (tras su abandono por los hablantes de mangues), e incluso en
Tollan (Tula). Mientras que nosotros consideraríamos esto como una expresión extrema
de lo que Nicholson ha llamado el enfoque "pan-mixteco" de la arqueología
mesoamericana, la larga experiencia de Paddock y su extenso conocimiento del campo
dan derecho a que cualquier hipótesis que ofrezca sea considerada seriamente. Dejamos
a nuestros colegas la tarea de evaluar la pertinencia de ésta y otras de sus opiniones
expresadas en este artículo.

El segundo, de José Eduardo Contreras Martínez, es complementario al de Edward


Sisson y T. Gerald Lilly, y se comentarán conjuntamente. Ambos describen e ilustran
pinturas murales policromas recientemente descubiertas en estructuras del Posclásico
Tardío en los sitios de Ocotelulco, Tlaxcala, y Tehuacán Viejo, Puebla, respectivamente.
Constituyen dos de los hallazgos recientes más significativos de la arqueología
mesoamericana. Los dos artistas son especialmente relevantes para el todavía
controvertido problema de la procedencia de los pictóricos rituales/divinatorios del Grupo
Códice Borgia, que tipifican la Mixteca-Puebla en su expresión más característica. El
estilo y la iconografía de ambos murales, especialmente los de Ocotelulco, son
particularmente cercanos al Códice Borgia. Junto con las pinturas de altar de Tizatlán,
Tlaxcala, descubiertas en 1927, parecerían proporcionar un apoyo adicional significativo
a quienes han favorecido la opinión de que este magnífico biombo procede de la esfera
cultural cholulteca, posiblemente de la propia Cholula, o de la vecina Tlaxcala o del Valle
de Tehuacán.

Los siguientes tres artículos forman un grupo centrado en la cerámica policroma del
Posclásico de Cholula. Sergio Suárez Cruz, quien ha participado activamente en las
excavaciones de rescate realizadas por el Centro Regional Puebla (INAH) en Cholula,
presenta una discusión general sobre los problemas cronológicos, tipológicos y de
procedencia de la cerámica relacionada con los policromos del Posclásico característicos
del sitio, particularmente el tipo "policroma laca" definido por primera vez por Eduardo
Noguera.

Los artículos de Geoffrey McCafferty y Michael Lind son de especial importancia, ya


que ambos proponen nuevas fases temporales del Cholula Postclásico y nuevas tipologías
de cerámica decorada cholulteca que sustituyen los anteriores esquemas generalizados de
Noguera y Florencia Miller. Sus nuevas tipologías se basan en las excavaciones de la
Universidad de las Américas en varias áreas del sitio. La nomenclatura tipológica de Lind,
que fue la primera en ser formulada (en un artículo de 1990, aún inédito pero influyente,
coescrito con otros, incluido McCafferty), difiere sustancialmente de la de McCafferty.
McCafferty incluye en su artículo un cuadro que correlaciona sus designaciones
tipológicas con las de Noguera y el grupo de Lind, lo que facilita la comparación entre
ellas. Ambos también tratan de aclarar la cronología cerámica del Postclásico de Cholula;
McCafferty comienza su fase más temprana del Postclásico en el año 1000 d.C., Lind en
el 950.

Otro aspecto importante del trabajo de Lind, basado en su tesis de maestría de 1967,
es su detallada especificación, basada en tabulaciones estadísticas de motivos y categorías
de formas de vasijas, de las diferencias y similitudes entre la policromía Catalina del
Posclásico terminal de Cholula y la contemporánea policromía Pilitas de la Mixteca
Alta/Valle de Oaxaca. Ambos tipos presentan motivos de "tipo códice" y a menudo se
han confundido; Lind los distingue claramente. Sugiere que sus diferencias se relacionan
con las funciones contrastantes de las vasijas decoradas de las dos tradiciones:
esencialmente ritual/sacrificial para las de Cholula vs. dinástica/política para las de la
Mixteca.

El siguiente trabajo de H. B. Nicholson, también se refiere a la policromía de Cholula.


Describe e ilustra un motivo que aparece en las vasijas de cerámica "tipo códice" del tipo
Catalina. Presenta una doble espiga de maíz atada, combinada con una garra de águila o
un elemento de doble voluta.

INICIO PÁGINA 11 (xiii), mismo párrafo

Lo compara con imágenes relacionadas en miembros del Grupo del Códice Borgia y
algunos manuscritos pictóricos de la Cuenca de México, donde simbolizaba varias diosas
de la tierra/fertilidad. Sugiere que la similitud entre el motivo de estas vasijas cholultecas
y los motivos afines de los Códices Borgia y Cospi añade más apoyo a la procedencia
poblana/tlaxcalteca de estos biombos de estilo clásico mixteca-puebla.

El documento conjunto de Hector Neff, Ronald Bishop, Edward Sisson, Michael


Glascock y Penny Sisson informa sobre un importante proyecto realizado en el
Laboratorio Nacional de Brookhaven y el Reactor de Investigación de la Universidad de
Missouri. El análisis de activación de neutrones se aplicó a una gran muestra de cerámica
policromada de estilo Mixteca-Puebla en un intento de determinar sus centros de
fabricación. Las piezas de "tipo códice" en las que se centraron procedían de una extensa
zona que se extendía desde la Cuenca de México hasta el Valle de Oaxaca. Sus resultados,
presentados en tablas y gráficos detallados, demuestran de manera concluyente la
existencia de múltiples centros de producción de vasijas policromas del Posclásico Tardío
decoradas con imágenes similares a las que aparecen en los murales del Grupo Códice
Borgia y de la Mixteca.

Eloise Quiñones Keber examina críticamente los términos "tipo códice" y "estilo
códice" que se han aplicado frecuentemente a las vasijas policromas del Posclásico Tardío
Cholulteca y Mixteca que muestran representaciones simbólicas y figuradas que se
asemejan a las de los manuscritos pictóricos de estilo Mixteca-Puebla. Señala que la
vaguedad de estos términos ha llevado a interpretaciones y aplicaciones individuales, y
recomienda una especificación más explícita de los manuscritos pictóricos particulares
cuyas imágenes se están comparando con las de las piezas cerámicas. También sugiere
que podría ser preferible descartar el problemático término "estilo de códice" en favor de
un "estilo pictórico de la Mixteca-Puebla". "

Bryan Dennis vuelve a abordar el problema de la procedencia del Grupo Borgia,


centrándose en el propio Códice Borgia. Lleva a cabo una comparación detallada de lo
que denomina "componentes narrativos y escenas narrativas" de Borgia 32-38 con los de
Zouche-Nuttall 14-22. Llega a la conclusión de que el Borgia ritual/divinatorio tiene más
en común con el Zouche-Nuttall histórico/genealógico de lo que se ha reconocido
anteriormente, y que la representación de estructuras rituales y figuras sobrenaturales en
el Borgia que se cree que está restringida a la Mixteca apoya su opinión de que fue
producido en esa región. Cabe señalar que no discute los recientes descubrimientos de los
murales de Ocotelulco y Tehuacán Viejo -descritos en los artículos de Contreras Martínez
y Sisson y Lilly en este volumen- que, como se ha señalado, parecen favorecer un origen
para este biombo en la esfera cultural cholulteca al norte de la Mixteca.

Noemí Castillo Tejero se concentra en la región que flanquea la frontera entre Puebla
y Oaxaca, dominada en el Posclásico Tardío por los hablantes del popoloca, un miembro
del grupo otomangue que también incluye el mixteco, el zapoteco, el mazateco, el
cuicateco y otras lenguas oaxaqueñas. Castillo Tejero es la única autora del volumen que
rechaza explícitamente el término "Mixteca-Puebla", prefiriendo "Mixteca-Popoloca"
para el área de su enfoque. También propone otras denominaciones étnico-lingüísticas
para varias "provincias cerámicas" que florecieron en el Centro/Sur de México del
Posclásico Tardío.

En su artículo conjunto, John Pohl y Bruce Byland, utilizando datos arqueológicos y


etnohistóricos, interpretan que la interacción sociopolítica del Posclásico Temprano
evidencia "corredores de alianzas entre facciones" que, a nivel de la élite, unían a una
serie de ciudades-estado multiétnicas en el centro/sur de Puebla y el oeste de Oaxaca.
Sugieren que el estilo no lingüístico de la Mixteca-Puebla era un sistema figurativo de
comunicación visual altamente desarrollado que era eficaz para facilitar el intercambio
de información entre las estructuras políticas más grandes que las ciudades-estado que
caracterizaban a esta región a finales de la época prehispánica.

Marcus Winter ofrece una útil visión general de la arqueología de la Mixteca


prepostclásica, que se ve reforzada por la inclusión de datos inéditos relativos a su
excavación en el sitio de la Mixteca Baja de Cerro de las Minas. Reconoce que el papel
de los mixtecos en la generación de la tradición mixteca-puebla -que considera como "una
lingua franca de símbolos mutuamente inteligibles"- es oscuro. Los desarrollos culturales
en el Oaxaca del Postclásico Temprano todavía no se comprenden bien, y él duda, como
algunos han propuesto, que la Mixteca Baja pudiera haber estado particularmente
involucrada en la génesis de la Mixteca-Puebla. Sugiere, más bien, que los hablantes de
la Mixteca probablemente contribuyeron más a la difusión y desarrollo del estilo Mixteca-
Puebla que a su formulación original.

Ernesto González Licén y Lourdes Márquez Morfín comentan los recientes


descubrimientos arqueológicos en las cuevas de La Cañada, el estratégico corredor
(originalmente ocupado por hablantes de cuicateco, una lengua estrechamente
relacionada con el mixteco) que conectaba el sur de Puebla con el valle de Oaxaca. La
más importante, Cueva Cheve, contenía muchos entierros y artefactos, incluyendo
mosaicos de turquesa. Dos placas de mosaico cuadrangulares presentan complejas
escenas rituales de estilo mixteca-puebla y pueden compararse con mosaicos similares de
otras cuevas de Oaxaca y el sur de Puebla.

En el último artículo, Jane Stevenson Day ilustra y analiza la imaginería figurada y


simbólica, aparentemente derivada en última instancia del centro de México,
INICIO PÁGINA 12 (xiv), mismo párrafo

que aparece en la cerámica policromada de engobe blanco de la Gran Nicoya, la zona que
comprende el Istmo de Rivas, Nicaragua, y el noroeste de Costa Rica. Algunos de los
motivos, especialmente los de la policromía de Vallejo, fechada entre 1200 y 1350 d.C.,
son estilística e iconográficamente bastante cercanos a la Mixteca-Puebla. Invoca las
migraciones de hablantes nahuas y chorotegas (mangues) desde México -así como la
difusión de la metalurgia del oro de sur a norte- para explicar, al menos en parte, esta
manifestación más meridional de algunos elementos de la tradición mixteca-puebla.

Muchos de los autores de estos artículos han participado activamente en excavaciones


y prospecciones en el corazón de la Mixteca-Puebla, y el valor de sus contribuciones se
ve reforzado por la nueva información arqueológica que contienen, mucha de la cual se
difunde aquí por primera vez. La mayoría de ellos emplean el concepto de Mixteca-
Puebla en sus interpretaciones y análisis, pero a menudo lo definen y lo abordan de
manera algo diferente. No se ha intentado homogeneizar artificialmente sus opiniones ni
alinearlas con un punto de vista concreto. Se espera que la presentación de estos diversos
puntos de vista estimule un mayor debate entre los investigadores y, lo que es
particularmente necesario, fomente más trabajo de campo arqueológico.

Observaciones finales

Concluimos con algunas observaciones generales sobre la tradición


estilística/iconográfica que constituye el tema de este volumen. Se han hecho varias
sugerencias para tratar de explicar lo que quizá sea el rasgo más llamativo de la Mixteca-
Puebla: su amplia dispersión en el Posclásico Tardío de Mesoamérica. La actividad
comercial de largo alcance es tal vez la más frecuentemente invocada. La importancia de
las extensas redes de comercio en Mesoamérica está evidenciada por abundantes datos
etnohistóricos y arqueológicos. Las ramificaciones culturales de los contactos entre
diversos grupos resultantes de estos intercambios comerciales bien podrían haber incluido
algún grado de transmisión y adopción estilística, como ha ocurrido a menudo en otras
partes del mundo.

Dado que la iconografía de la Mixteca-Puebla transmitía especialmente conceptos


religiosos, se ha sugerido que su amplia distribución reflejaba el desarrollo de lo que
equivalía a una virtual "unificación religiosa" panmesoamericana durante el Posclásico
Tardío. Abordando esta cuestión, Alfonso Caso organizó un simposio sobre la religión
mesoamericana prehispánica que se centró especialmente en la cuestión de "¿una religión
mesoamericana o muchas? " en el 38º Congreso Internacional de Americanistas (1968)
en Stuttgart, en el que uno de nosotros (H.B.N.) participó.

Cuatro de las ponencias presentadas, incluida la de Caso, que abordaba más


directamente el tema básico del simposio, "¿Religión o Religiones Mesoamericanas? "se
publicaron en 1971 en las Actas del Congreso (Vol. 3:189-238). Las opiniones diferían
en cuanto al grado en que la religión mesoamericana prehispánica tardía podía
considerarse un único sistema básico. Sin embargo, se acordó que ciertos patrones rituales
fundamentales y conceptos ideológicos fueron ampliamente compartidos, y esto bien
pudo haber sido un factor clave en la promoción del proceso de estandarización
iconográfica que fue el sello de la Mixteca-Puebla, los ejemplos del Viejo Mundo de
estilos artísticos/arquitectónicos que se difundieron con y/o dentro de las principales
ideologías religiosas (cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo, etc.) podrían
proporcionar al menos paralelos parciales al fenómeno mesoamericano.

Un aspecto importante y bien documentado de la religión mesoamericana del


Posclásico Tardío fue el patrón de peregrinación que giraba en torno a varios centros de
culto, sobre todo Cholula. Al igual que La Meca, esta metrópolis teocrática funcionaba
simultáneamente como un importante emporio mercantil y como un santuario oracular
súper sagrado. Atraía a peregrinos de lugares tan lejanos como Guatemala, así como a
gobernantes de ciudades-estado incluso lejanas que venían a ser confirmados ritualmente
en su autoridad por el estamento sacerdotal cholulteca. Este gran centro
religioso/mercantil, por lo tanto, bien pudo haber fomentado la difusión de la tradición
estilística/iconográfica mixteca-puebla.

Los movimientos migratorios reales también podrían haber desempeñado algún papel
en la difusión de la tradición. Como se ha señalado anteriormente, este mecanismo, los
movimientos de hablantes nahuas y mangues hacia la zona de la Gran Nicoya de
Nicaragua/Costa Rica, se ha sugerido como una posible explicación de la aparición de
elementos de estilo mixteca-puebla en la imaginería de las vasijas cerámicas policromas
tardías en este lejano rincón del sureste de Mesoamérica.

También se acepta generalmente que los movimientos migratorios toltecas/putunes


facilitaron anteriormente la transmisión de varios patrones arquitectónicos y artísticos de
México Central al norte de Yucatán. Tanto los datos etnohistóricos como los
arqueológicos indican que en la Mesoamérica prehispánica eran comunes los
movimientos poblacionales significativos y este mecanismo de difusión cultural también
debió ser operativo en esta zona de co-tradición.

Con frecuencia, la difusión de los estilos artísticos también ha estado estrechamente


correlacionada con la expansión imperialista de los estados, de la que se pueden citar
muchos ejemplos: en el Viejo Mundo, los reinos helenísticos, la Pax Romana, la India
post-aria, la China Chou y Han; en el Nuevo Mundo, el Imperio Inca. Este mecanismo,
sin embargo, no parece ser particularmente aplicable a la situación de la Mixteca-Puebla.

INICIO PÁGINA 13 (xv), cambio de párrafo

Aunque el Imperio de la Triple Alianza (México Tenochtitlan/Tetzcoco/Tlacopan) en


la época de la conquista había logrado el dominio de una parte considerable del oeste de
Mesoamérica, surgió demasiado tarde (en gran medida después de 1450) para haber sido
responsable de la amplia difusión de la Mixteca-Puebla, Además, muchas
manifestaciones importantes de la tradición aparecieron mucho más allá de las fronteras
imperiales. Mientras que la difusión de la tradición estilística/iconográfica "azteca",
centrada en la Cuenca de México, parece haber sido fomentada en cierta medida por las
conquistas posteriores de la Triple Alianza, la difusión anterior de la Mixteca-Puebla fue
aparentemente impulsada por fuerzas muy diferentes.

Tres de nuestros autores (Pohl, Byland, Winter) sugieren que el sistema iconográfico
de la Mixteca-Puebla constituyó un vocabulario simbólico de base no lingüística que
facilitó la comunicación entre las élites gobernantes de las ciudades-estado del Posclásico
Tardío de Pueblan y Oaxaca que estaban interconectadas en una red de alianzas
dinásticas. Implican que su eficacia en el desempeño de esta función promovió su amplia
difusión, traspasando las fronteras étnicas/lingüísticas.

Esta facilitación podría haber sido un factor en su aparición y propagación dentro de


su núcleo, pero parece inadecuada para explicar completamente la amplitud de su difusión
más distante, especialmente en el oeste de México, la costa este de Yucatán y la Gran
Nicoya en Centroamérica. En estos casos, las redes comerciales, las ideologías religiosas
compartidas y/o las migraciones reales parecen más probables como explicaciones.
Parece que no sólo uno sino una combinación de mecanismos contribuyó a la difusión
generalizada de la tradición mixteca-puebla, tal vez operando con diferente impacto en
diferentes momentos y lugares.

Por último, quisiéramos destacar que, en relación con nuestro tema, estamos
convencidos de que hay dos necesidades más evidentes. La primera sería un reexamen
exhaustivo y continuo, con la debida atención a definiciones estilísticas e iconográficas
más precisas, del "problema de la Mixteca-Puebla". "A pesar de la extensa literatura que
se ha acumulado en los últimos años sobre diversos aspectos de la tradición
estilística/iconográfica que es central para una adecuada comprensión del Posclásico
mesoamericano, nunca se ha realizado un análisis crítico y verdaderamente exhaustivo de
toda la información relevante al respecto. La segunda necesidad, ya subrayada, es la obvia
de más investigaciones arqueológicas de campo orientadas a la solución de problemas,
centradas en el Posclásico, en las áreas centrales de Tlaxcala/Centro-Sur de Puebla, Oeste
de Oaxaca y Centro/Oriente de Veracruz.

Puede que estos dos esfuerzos no den como resultado la "solución" de todos los
problemas que rodean el concepto de la Mixteca-Puebla, pero sin duda constituirían un
importante impulso en la dirección correcta. Mientras tanto, esperamos que este volumen,
que aparece 45 años después de que Vaillant introdujera por primera vez el concepto
Mixteca-Puebla, añada algo útil a nuestro conocimiento y comprensión de una de las
últimas grandes tradiciones estilísticas e iconográficas en la larga historia de la
civilización indígena más avanzada del Nuevo Mundo.

*Las citas de todas las publicaciones relacionadas con el concepto de la Mixteca-


Puebla mencionadas en esta Introducción, hasta 1982, pueden encontrarse en el
artículo del simposio de Nicholson en Dumbarton Oaks publicado ese año. Las citas
de las contribuciones posteriores se incluyen en el texto.

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