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Más de treinta países han creado comisiones de la verdad, desde que en Argentina
en 1983 se crea la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(CONADEP). De acuerdo a Hayner (2006) “Dichas comisiones son organismos
oficiales temporarios, que se establecen para investigar un tipo de violaciones en
un período de tiempo, producir un informe final y formular recomendaciones de
reformas” (p. 1). La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia
y la No Repetición de Colombia –más conocida como Comisión de la Verdad de
Colombia–, incluye la pretensión de propiciar el reconocimiento de
responsabilidades y promover la convivencia en los territorios (Una Mirada a Las
Comisiones de La Verdad En El Mundo y a La Nuestra - Comisión de La Verdad
Colombia, 2008). En este sentido, en la esfera de las recomendaciones de su
Informe Final se incluye la construcción de una Cultura de Paz como paso
imprescindible para alcanzar dicha convivencia en los territorios.
Las recomendaciones del Informe son nueve: ocho son recomendaciones sobre los
hallazgos de la Comisión y una adicional que propone el ejercicio educativo y de
divulgación del legado de dicha Comisión y de los resultados del Informe mismo. A
continuación, se enumerarán las recomendaciones y luego centraré la atención
sobre la recomendación número ocho:
Lo anterior, implica el mayor reto que tenemos como sociedad, pero al mismo
tiempo como individuos, ya que es necesario que cada uno asuma parte de su
responsabilidad en lo que ha pasado frente a nuestras propias narices, asumir una
ética como seres humanos, como ciudadanos y como profesionales. El Informe
hace énfasis en la necesidad de llevar a cabo una transformación cultural que nos
permita avanzar hacía una sociedad que restablezca los vínculos sociales rotos por
el conflicto armado, que desinstale los odios, que se planteé, en último término,
resolver sus conflictos de manera pacífica, nunca más acudiendo a las armas, sino
que utilice su potencial creativo para empatizar con los otros, respetar las
diferencias, y avanzar hacía una sociedad más democrática y pacífica.
Es por ello, que las prácticas artísticas y culturales se cuentan como parte esencial
de estas nuevas herramientas para la construcción de una cultura de paz. Dentro
del Informe se resalta el papel de la gestión cultural, los grupos artísticos y las artes
como prácticas necesarias en la construcción de una sociedad más empática,
sensible, crítica y pacífica. En este sentido, el caso de las Tejedoras de Mampuján
resulta un buen ejemplo de la capacidad sanadora y transformadora del arte, y de
su contribución a la construcción de una cultura de paz en nuestro país.
El tapiz narra los hechos ocurridos en Mampuján, los narra a través del tejido que
se convierte en la analogía de las relaciones establecidas por la comunidad que
fueron rotas, deshechas, fragmentadas en diferentes dimensiones en los sujetos y
en la comunidad. El tapiz como obra de arte se convierte en un objeto de memoria
y, como afirman Valencia y Valencia (2017),
Se reconoce que los hechos victimizantes, es decir, las acciones violentas que han
dejado profundas heridas en los sujetos y sus comunidades en el marco del conflicto
armado fragmentan el tejido social, lo destejen. Los ejercicios que involucran las
prácticas artísticas, como el Tapiz de las mujeres de Mampuján, han servido para que
las personas tramiten sus sufrimientos subjetivos y colectivos, logrando
reposicionarse en torno a las fracturas en el tejido social que supone la guerra,
resignificando su papel en la paz y fortaleciendo la inclusión y el engranaje
comunitario, siendo precisamente esto lo que se quiere conseguir dentro de la
construcción de una cultura de paz, es decir, que las personas logren resignificar su
postura frente al conflicto, reconstruir formas de relaciones más empáticas, que
generen nuevas formas de convivencia a partir del reconocimiento propio, del otro y
de las diferencias. (Marín González, 2017; Fernández, 2006 & Archila Riveros, 2016).
Se puede concluir esta intervención afirmando que de una u otra manera cada uno/a
de nosotros/as somos víctimas del conflicto armado, sin desconocer, por supuesto,
los distintos grados de afectación, la gravedad de las heridas para quien pierde una
madre, un padre, un hijo o una hija, o los miles que ha perdido sus vidas: así que no
es posible negar que el tejido de nuestra sociedad está roto por muchas de sus
costuras y que es nuestra responsabilidad volver a tejerlo, reconstruir ese tejido, tal
como lo vienen haciendo las mujeres de Mampuján y tantas otras mujeres y hombres
a lo largo y ancho de este país maltratado. En este sentido, se hace necesario
preguntarse ¿Cómo puedo ayudar a reconstruir el tejido social y contribuir a la
transformación de la cultura violenta en una cultura de paz en Colombia?
Referencias citadas
Valencia, J. G. B., & Valencia, N. M. (2017). Los tejidos de las mujeres de Mampuján:
prácticas estético-artísticas de memoria situada en el marco del conflicto armado
colombiano. Andamios, 14(34), 59–85. https://doi.org/10.29092/uacm.v14i34.563