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Virgen y mártir

Adaptación de la Novena dispuesta por el padre barnabita Gabriel María Gálvez de


Valenzuela, y publicada en Roma por Antonio de Rossi en 1724. Imprimátur de fray
Gregorio Selleri OP, Maestro del Sagrado Palacio Apostólico. Los Gozos son de origen
valenciano, sin autor conocido.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Ante vuestra divina presencia reconozco que
he pecado muchas veces, y, porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de haberos ofendido.
Ayudado de vuestra divina gracia, propongo no volver a caer más, confesarme y cumplir la
penitencia que el confesor me imponga. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS


Misericordioso Dios y Señor bondadosísimo, que mirando con ojos de piedad nuestras miserias
y olvidando nuestras ingratitudes, os dignasteis escoger entre nosotros como vaso purísimo de
elección, en que se contuvieran los más ricos tesoros de vuestra gracia, a la Bienaventurada
Cecilia; para que fuera, en unión de vuestro Hijo Santísimo, hostia de propiciación por los
pecados del pueblo y canal beneficioso por donde vinieran las aguas de salud a regar el huerto
agostado de nuestra alma; concédenos, Señor, que durante los piadosos ejercicios de esta
Novena grabemos profundamente en nuestra mente y corazón las acciones santas de nuestra
esclarecida y bendita Santa Cecilia, para que, imitando en esta vida mortal sus heroicas
virtudes, logremos ser partícipes de su gloria en la eterna bienaventuranza. Amén.

DÍA OCTAVO – 20 DE NOVIEMBRE


CONSIDERACIÓN: Santa Cecilia, amante de la pureza.
“Como lirio entre espinas, así es mi amiga entre las vírgenes.” (Cánticos 2, 2).

PRIMER PUNTO. Considerad que Santa Cecilia fue amantísima de la Pureza, virtud
excelentísima y singular, por su aroma celestial, y no admite corrupción. El arco iris, donde se
posa, comunica olor celeste a las flores, y la pureza, donde reside, introduce fragancia del
Paraíso. Pero decía aquel dulce Padre espiritual San Francisco de Sales, nada es bello sino por
la pureza, y la pureza de los hombres es la castidad, es el lirio de las virtudes. Esto entendió
nuestra Santa antes que San Francisco de Sales, que sin embargo, siendo aún niña hizo voto a
Dios de virginidad, de esta fue tan celosa, que buscó conservarla por medio de la oración
continua y de las penitencias, renunciando a todos los falaces placeres de los centidos, y se
puede decir que para conservar intacta su virginidad, unida con la verdadera fe de cristiana,
entregó su virginal cuerpo a los verdugos, a los tormentos y a la muerte, Virgen y Mártir
gloriosísima. Vosotros, ¿en qué estima tenéis esta virtud? ¿Cómo la conserváis? San Pablo,
escribiendo a los Corintios y hablando de esta virtud, les dice: Sed como yo soy (1. Cor. 7.)
Imaginaos también que dirá a todos sus devotos la pura Virgen Cecilia.

SEGUNDO PUNTO. Considerad que tal virtud de la Pureza (bajo cuyo nombre, dice San
Agustín, hablando generalmente, milita la virginidad, la castidad, el pudor y la continencia)
agrada tanto a Dios, que hace el alma digna de su mirada, como dice Nuestro Señor Jesucristo
en San Matteo (5, 8): Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Por
esto San Juan Crisóstomo la llama virtud traída por Cristo desde el Cielo a la tierra, porque allá
arriba no habitan sino personas castas y puras, que por eso dice San Juan en su Apocalipsis
(cap. 14, 3) que había visto en el Monte Sión un Cordero, cortejado por otros ciento cuarenta
y cuatro mil, que San Gregorio Papa explica que son las personas puras y castas las que siguen
al Inmaculado Cordero de Dios. Enamoraos pues aún vosotros de tan bella y excelente virtud,
y buscad custodiarla más cuanto podáis, para imitar a la Santa y agradar más a Dios.
TERCER PUNTO. Considerad que son dos los medios para conservar la pureza, practicados
por vuestra gran Santa. El primer medio es el recurso a la gran Virgen de todas las Vïrgenes,
propuesta por Dios al hombre no solo como ejemplar para imitar en sus virtudes, sino también
por potentísima medianera para recibir del Cielo toda gracia y virtud, como atestigua San
Bernardo: Sic est volúntas Dei, qui ómnia nos habére vóluit per Maríam: esto es: esta es la
voluntad de Dios, el cual ha querido que tengamos todas las cosas por María. Debéis pues pedir
a Dios la pureza de alma y cuerpo, por la intercesión de su Purísima y Santísima Madre,
especialmente en las tentaciones y mayores peligros, invocarla por su Inmaculada Concepción,
atestiguando el Bienaventurado Juan de Ávila que muchos que fueron tentados por el espíritu
inmundo, y a la invocación de María Inmaculada fueron defendidos y liberados. El segundo
medio, practicado por Santa Cecilia, es la oración unida a la mortificación del cuerpo y custodia
de los sentimientos. Pensad en estos medios, y en su seria práctica, y lograréis fácilmente, con
la ayuda de Dios, el Patrocinio de María y de Santa Cecilia, el poseer esta celestial virtud.

SOLILOQUIO. Oh Jesús mi purísimo Esposo, que os apacentáis entre los lirios, como
atestigua vuestra Esposa en los Cánticos (Cántico 2, 16), también Vos mismo sois el bellísimo
lirio de los valles, ¡cuánto os regocijasteis en el alma y en el cuerpo de vuestra purísima sierva
Santa Cecilia! Uno y otro consagrados a una suma pureza, por la cual mereció ver el Ángel con
la corona de lirios y rosas en la mano, y se dedicó tanto por ella, que con vuestra gracia, y por
medio del santo Bautismo, se enamorasen su esposo y cuñado de la pureza, y gozasen en
vuestra compañía de la angélica presencia, con iguales coronas a la vuestra, para adornar su
cabeza. Ah, por los méritos de esta purísima Virgen, haced, oh Señor, que mi corazón y mi
cuerpo sea inmaculado, para no confundirme en mis manchas. Cread, oh Dios mío, en mí un
corazón puro, exclamaré con vuestro Real Profeta David, libradme del fango vilísimo de
estemundo, para que no quede envliecido. Señor,seguiré siempre en el número de las vírgenes
a mi Cordero inmaculado, y viviré siempre en compañia de la pureza, si no me es permitido
morir por ella. Así lo prometo, y así sea en nombre de Jesús y de María.

• Bendita sea vuestra cabeza, llena de sabiduría y ciencia verdadera de los Santos,
enseñada a vuestro esposo Valeriano y al cuñado Tiburcio. Rogad a Dios que se vacíe
la mía de toda vanidad y soberbia. Pater noster, Ave María y Gloria Patri.

• Benditos sean vuestros cabellos, símbolo de vuestros castísimos pensamientos,


que fueron los primeros en conciliar el afecto de Valeriano destinado como vuestro
esposo. Rogad a Dios para que sean santificados todos mis pensamientos. Pater noster,
Ave María y Gloria Patri.

• Benditos sean vuestros ojos, con los cuales fuisteis la primera en ver el Ángel
de Dios puesto a vuestra custodia, no visto por vuestro esposo Valeriano, que aún era
idólatra. Rogad a Dios, para que los míos sean custodiados de toda mirada ilícita. Pater
noster, Ave María y Gloria Patri.

• Benditas sean vuestras mejillas, que a la vista de los dos hermanos se cubrieron
pronto de rubor virginal. Rogad por mí a Dios, a fin de que sean embellecidas las mías
con el bermellón de una verdadera penitencia. Pater noster, Ave María y Gloria Patri.
• Bendita sea vuestra boca, que tan castos y amorosos besos imprimió en el
Crucifijo y el libro de los Evangelios. Rogad a Dios que se cierre la mía a todo discurso
que pueda ofender a Jesús, vuestro Esposo y mío, y a mi prójimo. Pater noster, Ave
María y Gloria Patri.

• Bendita sea vuestra lengua, que no hizo otra cosa que cantar alabanzas a Dios y
enseñar a otros a conocerlo, amarlo y servirlo. Rogad a Dios que quiera purificar la mía,
a fin que me guarde de todos aquellos pecados en los cuales por ella pueda
incurrir. Pater noster, Ave María y Gloria Patri.

• Bendito sea vuestro corazón, con el cual tanto amasteis al Señor Dios, y fuisteis
causa que los hermanos Tiburcio y Valeriano se encendiesen del mismo amor,
recibiendo el Santo Bautismo y murieron Mártires por el mismo amor de Dios y de la
Religión Cristiana. Rogad a Dios para que, perfectamente dedicado a su servicio,
perfectamente os ame y se vacíe mi corazón de todo afecto terreno y de todo amor
propio, y unido con el vuestro, pueda llegar a amarlo eternamente en el Cielo. Pater
noster, Ave María y Gloria Patri.

• Benditos sean vuestros pies y vuestras manos, los primeros, que tantas veces
caminaron para oir las exhortaciones del santo pontífice Urbano, escondido en el
Sepulcro de los Mártires por la persecución, las segundas, siempre abiertas en distribuir
vuestras riquezas a los pobres, en trabajar con ellas en el tiempo que os dejaban las
oraciones. Rogad por mí al Señor Dios para que pueda dirigir todos mis pasos al
ejercicio de las virtudes cristianas y religiosas para las cuales Dios me ha creado y
llamado, y pueda emplearme en aquellas ocupaciones propias de mi estado, para huir
de toda ociosidad, origen de muchos males. Pater noster, Ave María y Gloria Patri.

• Bendita seais finalmente toda vos, no menos bella que Santa, en el espíritu y en
el cuerpo, que os entregasteis en sacrificio a Dios en el baño ardiente y al filo de la
espada del tirano de Roma, hecha gracioso espctáculo a Dios, que os daba gracia y
fortaleza para afrontar los tormentos, a los Ángeles que se gozaban por la victoria de
una semejante a ellos, a los hombres que se admirabam de tanto coraje en una joven
delicada y noble. Os suplico que seáis medianera por mí ante el Trono de Dios, para
que por vuestros méritos sea también yo santificado en pensamientos, palabras y obras,
para ser digno de ser amado por vuestro Esposo Jesús y por nuestra Madre María, y con
vos poder gozar la gloria del Cielo. Pater noster, Ave María y Gloria Patri.

Una vez dichos estos nueve Padre nuestros y Avemarías en honor de Santa Cecilia,
ofrecedlas a Dios, que tanto se complació en ella, y este método de oración
observaréis cada día en toda la Novena, y después diréis el himno siguiente.
HIMNO

Vírginis Proles Opiféxque Matris,


¡Oh Hijo de la Virgen y Creador de tu Madre!
A ti, a quien ella concibió y dio a luz permaneciendo virgen:
Cantamos los triunfos que una Virgen reportó
Con su gloriosa muerte.

Esta Bienaventurada obtuvo una doble palma:


Esforzóse en domar en su cuerpo
La fragilidad de su sexo y venció con su muerte
Al tirano sanguinario.

No la amedrentó la muerte
Ni los tormentos que la acompañan;
Derramando su sangre,
Mereció subir al cielo.

Dígnate, oh Dios de bondad, perdonarnos,


Por los méritos de esta Santa, las penas
Merecidas por nuestros pecados, para que te cantemos
Santos himnos con corazón puro.

Alabanza sea dada a ti, oh Padre,


Y a tu Hijo Unigénito juntamente
Con el Espíritu Consolador,
Por los siglos de los siglos. Amén.

GOZOS

Pues himnos de puro amor


El Cielo os oyó cantar:
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Entre delicias romanas


Noble Cecilia creció,
Y por bajas despreció
Todas las cosas mundanas;
Con las virtudes cristianas
Se ofreció entera al Señor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Del cilicio protegida


Ella su cuerpo domaba,
Con la oración conservaba
La inocencia de su vida,
Y a Dios cantaba rendida
Himnos de gloria y loor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Como virgen recatada


Guardando el secreto al seno,
Al ser a un hombre terreno
Por esposa entregada,
Para no ser maculada,
Tuvo un Ángel por tutor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Valerosa superó
De Almaquio al atractivo,
Y con un celo muy vivo
A Tiburcio convirtió;
A él y a Valeriano guió
Del martirio al alto honor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Como abeja artificiosa,


Al Señor ibais sirviendo,
Vuestra corona tejiendo
De inmortalidad gloriosa,
Y de Jesús casta esposa
Lograbais condigno honor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

En seco baño metida


Para morir sofocada
Os puso turba malvada,
Pero de Dios protegida,
La llama más encendida
Perdió su fuerza y ardor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Tres veces virgen sagrada


El cuello os hirió el verdugo;
Mas como al Señor le plugo
Tres días vos extasiada
Vivisteis, y a la morada
Subisteis de eterno honor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Allá celeste cantora


Entre dulces armonías
Gozáis, y miradas pías
Al mundo dais bienhechora,
Y del devoto que llora
Calmáis acerbo dolor,
Enseñadnos a alabar,
Cecilia, a Dios con fervor.

Casta esposa del Señor,


Que tanto os dignó premiar,
Rogad podamos gozar
De la gloria el resplandor.

Antífona: Tengo un secreto, Valeriano, que quiero decirte: Tengo un Ángel de Dios, que me
ama, y con dliligente celo custodia mi cuerpo.
℣. Ruega por nosotros, oh bienaventurada Santa Cecilia.
℞. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

ORACIÓN
Suplicámoste, Señor, nos concedas el perdón de nuestros pecados por la intercesión de la
Bienaventurada Santa Cecilia, Virgen y Mártir, que siempre fue agradable a tus divinos ojos
por el mérito de su castidad, y por lo que ostentó en su martirio la virtud de su poder. Por
nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

El divino auxilio permanezca siempre con nosotros. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.


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