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El núcleo de las enseñanzas

Escrito por Krishnamurti en 1980 a petición de Mary Lutyens, su biógrafa

El núcleo de las enseñanzas de Krishnamurti está contenido en la


declaración que hizo en 1929 cuando dijo: «La Verdad es una
tierra sin caminos». El hombre no puede llegar a ella por ninguna
organización, ningún credo, ningún dogma, ningún sacerdote o
ritual, ni por ningún conocimiento o técnica filosófica. Tiene que
encontrarla a través del espejo de la relación, de la comprensión
de todo el contenido de su propia mente, de la observación y no por medio del análisis
intelectual o introspectivo.
El hombre ha creado dentro de sí mismo a modo de barrera de seguridad, imágenes
religiosas, políticas, personales que se manifiestan en símbolos, ideas y creencias. El
peso de estas imágenes domina el pensamiento de hombre, su relación, y su vida
cotidiana. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas porque dividen a los
seres humanos. Su percepción de la vida está moldeada por conceptos que la mente
previamente establece. El contenido de su consciencia es toda su existencia. La
individualidad es el nombre, la forma, y la cultura superficial que obtiene de la
tradición y del entorno. La unicidad del hombre no yace en lo superficial, sino en la
completa libertad del contenido de su consciencia, la cual es común a toda la
humanidad. De modo que no es un individuo.
La libertad no es una reacción; en la libertad no hay elección. Es pura ficción pensar
que porque uno puede elegir es libre. La libertad es observación pura sin dirección, sin
miedo al premio o castigo. La libertad no tiene motivo; la libertad no está al final de la
evolución del hombre sino que yace en el primer paso de su existencia. Con la
observación, uno empieza a tomar consciencia de su falta de libertad. La libertad está
en el darse cuenta sin elección en nuestra vida cotidiana y en nuestras actividades.
El pensamiento es tiempo. El pensamiento nace de la experiencia y el conocimiento,
los cuales son partes inseparables del tiempo y del pasado. El tiempo es el enemigo
psicológico del hombre. Nuestras acciones se basan en el conocimiento y, por tanto,
en el tiempo, de manera que el hombre es siempre un esclavo del pasado. El
pensamiento es muy limitado y, por consiguiente, vivimos en conflicto y lucha
constantes. No existe tal cosa como la evolución psicológica. Cuando el hombre se da
cuenta del movimiento de sus propios pensamientos, ve la división entre el pensador y
el pensamiento, entre el experimentador y la experiencia, descubre que toda esta
división es una ilusión. Tan sólo entonces puede darse una observación pura, la cual
consiste en percibir sin la sombra del pasado o del tiempo. Esa percepción sin tiempo
produce una mutación profunda y radical en la mente.
La negación total es la esencia de lo positivo. Cuando se niegan todas estas cosas que
el pensamiento ha creado psicológicamente, únicamente entonces hay amor, que es
compasión e inteligencia.

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