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Introducción a la enseñanza de Jiddu Krishnamurti

(Traducción del Inglés por Rubén Feldman González)

Jiddu Krishnamurti es la persona más importante del siglo veinte y quizá de los pasados
veinte siglos. Él dialoga sobre la esencia misma de todas las enseñanzas religiosas que la
humanidad ha recibido. Realiza esta tarea de una manera que no tiene precedentes históri-
cos, utilizando un lenguaje simple, claro y nada técnico, de una manera fresca y actualizada.

Para entender a Krishnamurti uno tiene que estar listo para aprender y ser capaz de des-
aprender. Las palabras de Krishnamurti se entienden solamente en el contexto de su ense-
ñanza total.
A veces utiliza las palabras privándolas de su significado aceptado y convencional. En otras
ocasiones usa la misma palabra con un diferente significo contextual. Krishnamurti utiliza
una nueva forma de expresión, para despertar una nueva forma de comprensión. Esta com-
prensión va de hecho en hecho, negando radicalmente toda forma de condicionamiento, tra-
dición, ideología, creencia, romanticismo, sentimentalismo o predilección.

Las conclusiones de nuestros conocimientos no cuentan en la dimensión espiritual de la


existencia. Uno puede saber cómo citar y recitar todos los versículos del Evangelio, el Co-
rán y el Gita, pero aún así, uno puede ser incapaz de vivir con una mente pacífica y silen-
ciosa. Una mente silenciosa y pacífica es muy energética y está en constante regeneración.
Una mente así es capaz de relacionarse, pensar, sentir y actuar sin prejuicio, sin conflicto y
sin esfuerzo.

Cuando el intelecto “penetra” en la dimensión espiritual (si tal cosa fuera posible), éste se
encuentra con la paradoja. Sin trascender la paradoja, que es el último refugio del pensa-
miento, la mente no puede vivir en la dimensión espiritual. La dimensión espiritual se mue-
ve en el más vibrante y energético silencio. “La vida comienza después de la muerte” es una
de esas paradojas intelectuales que mantienen a la mente en el umbral de la dimensión espi-
ritual. Sin abandonar las palabras y las conclusiones del pensamiento, la mente no puede
pasar ese umbral. Sin puramente ir escuchando todo el sonido, sin palabras, no hay acceso
al sagrado silencio (o silencio espiritual), el cual no puede ser descripto.

La dimensión sagrada se denomina “oculta” o “secreta” por aquellos que prefieren una vida
cómoda, mediocre y superficial. La palabra cristiana “Metanoia” (en griego) significa origi-
nalmente “ir más allá del conocimiento y del pensamiento”, pero fue mal traducida como
“arrepentimiento”, que a su vez significa en latín “volver a tener tristeza” (por pasados erro-
res cometidos).

La mala traducción de la palabra “Metanoia”, sin haberse corregido aún, en los últimos qui-
nientos años, con sus innumerables implicaciones, puede considerarse tanto una catástrofe
cultural, como también una verdadera ruptura con la cultura religiosa original.

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Yendo de hecho en hecho, la mente no necesita esfuerzo alguno, no crea distorsiones y no
inicia ningún conflicto. Yendo de hecho en hecho, la mente es tan clara que no necesita se-
guir a nadie ni conformarse con los dictados de algún libro como el Gita, la Biblia, el Corán
o los Vedas.

La libertad, para Krishnamurti, comienza cuando uno rompe con todas las muletas, con toda
ayuda, con todo refugio, consuelo y autoridad de tipo espiritual. La libertad es, sin embargo,
compatible con el hecho de respetar las leyes nacionales.

Se habla de “liberación espiritual”, pero no es “Rubén el que logra la liberación”. Sólo


cuando Rubén desaparece como entidad egoica, la vida se libera en Rubén. Si Rubén quiere
expresarse, él no permitirá la expresión de la vida en sí mismo. La vida misma se beneficia
en la liberación y también cualquiera que no tema la expresión de la vida. Este es el signifi-
cado de la paradójica frase: “la vida comienza después de la muerte”. Esto se relaciona con
algunas malas interpretaciones de la enseñanza de Krishnamurti. El solía repetir: “es nece-
sario el conocimiento de uno mismo” o bien “sea una luz para sí mismo”, ó “Aquello no
puede perseguirse porque si no lo elude a uno”.

El conocimiento de uno mismo no se trata de conocer de una manera completa y final a un


sujeto que se llama con mi nombre de Rubén. Se trata de ir prestando atención al proceso
del pensamiento, sus emociones concomitantes y al sonido ambiental al mismo tiempo,
como un movimiento constante que no tiene un corolario final.

Krishnamurti enfatizaba que hay pensamiento, pero no pensador, así que no puede haber
nada estático como un “yo” que haya que conocer de manera progresiva y acumulativa. Se
trata de ir descubriendo los procesos del pensamiento, la violencia interior, la rabia, la tris-
teza, etc. A medida que se van presentado, sin desear cambiarlos. Si uno va descubriendo
estos procesos interiores por uno mismo, sin seguir ningún método ni buscar ningún resul-
tado, puede comenzar la paz de la Percepción Unitaria (El Segundo Silencio).

Tenemos que ir descubriendo por nosotros mismos cómo necesitamos respeto todo el tiem-
po y cómo la necesidad de respeto y control se relaciona con todo en nuestra vida: ideas
suicidas y homicidas, celos, temor a la soledad y al “vacío”, codicia, un estilo de vida com-
plejo y sofocante, competitividad ciega, crueldad y brutalidad, la construcción de imperios
personales, corporativos y nacionales, la invención de enemigos y la incoherencia final de
“hacer guerras para lograr la paz”.

Repetir las palabras de otros nos hipnotiza a creer y a pensar mecánicamente. Esto insensi-
biliza la mente, que cae en el aburrimiento y la crueldad (como podemos verlo en nuestra
propia mente). Esa mente está trayendo más caos y desorden al planeta, desorden que puede
verse en todas y cada una de las actividades de los hombres y de las mujeres.

La actual sociedad planetaria está creando seres humanos muy confundidos y caóticos. Mu-
chos de esos seres confusos enseñan en universidades y escuelas, contribuyendo al mante-

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nimiento del Status quo (las cosas como están), que no es más que la sociedad criminal e
insignificante que todos conocemos en cualquier lugar del planeta.

Krishnamurti enseña que el hecho tiene significado y que sólo el hecho en sí tiene signifi-
cado. El hecho de que somos violentos, codiciosos, envidiosos, mentirosos, celosos, teme-
rosos y tristes, es el hecho significativo, no la idea de que debemos ser pacíficos, generosos,
honestos, valientes y alegres por nada.

Si un terrorista produce rabia en uno mismo, lo importante no es el terrorista, sino percibir


la rabia en el momento que emerge y no luego con la memoria analítica o introspectiva.

Krishnamurti dice: “Para ver el hecho, uno tiene que ver el hecho completamente y no in-
troducir una idea contradictoria”.

Si uno tiene miedo de morir o de quedar solo o sin trabajo, hay que ver el hecho del miedo
completamente sin la palabra “miedo”, ya que si uno concluye que hay que ser valiente, con
ese pensamiento uno deja de ir viendo el miedo que está ocurriendo. Si uno deja de ver el
miedo, como por ejemplo, pensando en la necesidad de ser valiente, uno no ve ese miedo
completamente. Uno no es libre del miedo hasta que no ha percibido todas sus implicacio-
nes completamente. El temor nace en el pensamiento. El pensamiento crea tanto al miedo
como al pensador (por ejemplo Rubén).

Si Krishnamurti dice que hay pensamiento, pero no pensador y uno responde que Krishna-
murti es “muy vago, muy poco claro”, esa respuesta denota la propia resistencia a aprender
y la incapacidad de des-aprender.

Sólo un ser humano que está completamente tranquilo y en silencio, está completamente
vivo y sensible. Sólo una mente silenciosa puede ver y escuchar bien.

Krishnamurti va todavía más lejos: “Es sólo una mente silenciosa la que puede percibir
Aquello sagrado que no tiene nombre ni medida”. La percepción de “lo inconmensurable”
ocurre cuando uno está abierto a lo nuevo. Ni siquiera vemos la realidad de que las relacio-
nes no son estáticas.

Los hábitos y las adicciones de cualquier tipo entorpecen la sensibilidad, y la vida de uno
está llena de hábitos y adicciones. Muchas personas que son esclavas del hábito hablan in-
coherentemente de la creatividad y en nombre de ser creativos precisamente crean enorme
desorden y confusión en sus propias vidas.

Krishnamurti va aún más profundamente cuando dice que no hay creatividad, a no ser que
la mente viva en la creación. Pero sólo una mente muy silenciosa puede vivir en la creación.
Buscar la creatividad es en sí mismo un acto no creativo.

Aquellos que temen descubrir lo nuevo y abandonar todo lo que conocen han etiquetado a
Krishnamurti como “filósofo” o como “gurú”, pero él no es en realidad ninguna de las dos

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cosas. El temor a escuchar a Krishnamurti ha hecho que se diseñen ingeniosas e inmaduras
maneras para invalidarlo. Algunos han ido desde propagar los más bajos chismes personales
hasta inventar mitologías y leyendas religiosas en torno a su persona.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Krishnamurti fue llamado “nazi” por los comunistas y
“comunista” por los nazis, ya que ambas “corrientes” deseaban invalidar a Krishnamurti.
De esta manera se perdieron el hecho de ver que Krishnamurti va más allá de toda creencia
e ideología.

Su enseñanza es universal y atemporal. Es una enseñanza para todos los seres humanos, sin
ocultismos, sin secretos elitismos.

Entre 1920 y 1940 Krishnamurti fue presentado al público como un Mesías o Maestro Uni-
versal, de la magnitud de un Jesucristo ó de un Buda Gautama, un nuevo y joven Maestro o
Visionario que hablaba un lenguaje más actualizado y quizá, por eso, más confiable. Este
“lenguaje soteriológico” (salvador) se podía escuchar de “primera mano”, sin ninguna dis-
torsión milenaria, perpetrada inocentemente ó a sabiendas por seguidores, enemigos, orga-
nizaciones religiosas, traducciones y libros sagrados. Este Mesías hablaba un inglés simple,
no especializado y cotidiano.

Cuando nos vimos por primera vez, en Marzo 23 de 1975 traté de dialogar con él sobre los
errores que se habían hecho en la traducción de sus libros al idioma español. Simplemente
me dijo: “Diles que aprendan inglés”.

Desde Agosto 29 de 1929, Krishnamurti fue un maestro independiente que nunca había per-
tenecido a organización religiosa alguna y tampoco quiso crear una más.

En ese sentido estuvo solo hasta su muerte, soledad que mantuvo con una inquebrantable
integridad. Definía la soledad como la capacidad de sentir que el individuo es uno con toda
la humanidad. En inglés: “all-one-ness” (cualidad de que todos son uno) da lugar a “alone-
ness” (soledad que no es aislamiento).

Siempre evitó toda clase de propaganda sobre sí mismo ó sobre su enseñanza. Decía que la
mejor manera de propagar la enseñanza era vivirla, con una mente silenciosa y tranquila,
constantemente abierta a lo sagrado, implícito en cada instante de la vida.

Una mente así es capaz de percibir la rabia generada por un insulto, la envidia generada por
la alabanza a un imaginado rival, y el orgullo que evoca la adulación. Una vez que la rabia,
la envidia ó el orgullo se van viendo completamente en Percepción Unitaria, en un darse
cuenta sin elección, sin querer cambiar lo que se está percibiendo, éstos desaparecen en un
instante sin dejar rastros y la mente regresa de modo natural a la bendición de la paz silen-
ciosa.

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Vivir con esa mente muy silenciosa era lo que Krishnamurti se atrevía a llamar “medita-
ción”, sabiendo muy bien que cuando él usaba esa palabra, ésta llevaba consigo un signifi-
cado diferente y no tradicional.

Krishnamurti no leía libros sagrados, así que su enseñanza venía directamente de su autén-
tico descubrimiento propio y se expresaba con su inteligencia prístina e incontaminada.

Le preguntaba a sus amigos: “¿Te das cuenta que estás embotado y apagado?” Podía sor-
prender a una dama preguntándole: “¿Ya ha descubierto usted a su marido?”

Estábamos almorzando un día de Junio de 1978 en Brockwood Park (Inglaterra), donde él


había fundado una Escuela Secundaria, y alguien preguntó: “Háblenos de la reencarnación”.
Krishnamurti dijo: “¿Qué es lo que continúa?” Luego continuó comiendo su ensalada. ¡Y
fue todo lo que dijo! Descubrí lo que quería decir sólo mucho después, mientras leía uno de
los diecisiete tomos de su Obra Completa, publicada en inglés por Kendall-Hunt.

Le daba un nuevo significado a viejas palabras. Definía a la “disciplina” como la capacidad


de aprender y desaprender. Le proporcionaba una tremenda profundidad a la frase más cor-
ta, usándola en el momento apropiado.

Dijo una vez: “Hay que despertar a la gente, no instruirla”.

Conmigo podía ser muy duro, pero al mismo tiempo sentía su amor, mientras contemplaba
sus ojos intensos e indescriptibles, mientras me hablaba.

Un día lo invité a caminar, en Ojai, California. Me dijo: “Caminemos en silencio”. Después


de caminar por una hora me dijo sólo esto: “Dr. González, ¿continuará usted siendo uno de
los muchos ó comenzará a ser uno de los pocos?”

No sentí necesidad de contestar. Estaba implícito que ésta era una de esas preguntas que hay
que mantener vivas hasta la muerte. Estar con él por una hora me hacía sentir bendito, en un
estado casi levitado, pacífico y gozoso.

En una de esas ocasiones le dije: “Cuando estoy contigo me siento como un cóndor”. Ins-
tantáneamente respondió: “¿Por cuánto tiempo quieres estar contagiado?” Quería decir que
uno tiene que encontrar la manera de sentirse bendito por uno mismo.

La clase de descubrimiento que Krishnamurti había hecho (y que pedía que todos hiciéra-
mos) le daba la energía y la sabiduría para persuadir, conmover ó aún espantar, sin muchas
palabras y sin esfuerzo alguno.

Dijo en 1977: “La transformación no es de Esto a Aquello, sino el final de Esto.

Sin duda él había pasado por una suprema transformación por la cual, la mayoría de los se-
res humanos, no quieren pasar.

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Repitió de maneras diferentes: “Mi enseñanza no es mística ni oculta, porque sostengo que
esas son limitaciones que el ser humano le impone a la verdad. Aquellos que están atados
por lo que creen y por lo que conocen, tendrán dificultad en entender la verdad siempre
cambiante”.

Un amigo que se había divorciado recientemente, fue a ver a Krishnamurti en un estado de


franca desesperación. Se quejó de que su esposa ya no lo amaba. Krishnamurti le dijo: “Si
usted ama, usted no necesita el amor de nadie. Usted necesita el amor de su esposa, porque
no hay amor en usted mismo”.

La mente silenciosa y amante no necesita expresarse para “tener éxito”, “realizarse”, “lo-
grar” o “impresionar” ni tampoco “para ser útil” o “ser recordada”. Su expresión es espon-
tánea y sin meta.

El aroma de una flor no se considera “una expresión” de la flor, simplemente porque la fra-
gancia es espontánea y sin meta. Una buena fragancia es parte de una buena flor. La mente
buena y silenciosa no necesita expresarse.

Perseguir un objetivo (laboral, por ejemplo), tiene que equilibrarse inteligentemente con el
silencio, el reposo y con poder estar completamente alerta, en una atención pasiva y com-
pleta. “Preste atención a la inatención”, solía decir Krishnamurti.

Las técnicas y el entretenimiento llamados “espirituales” son maneras de escapar del hecho
de estar completamente vivo y alerta ahora mismo. Mirar televisión compulsivamente o ju-
gar con una computadora, son acciones que pueden cumplir la misma función: escapar de la
vida.

Ahora está el comienzo de una nueva vida, en la que constantemente (todo el día y todos los
días) estamos intentando sin esfuerzo ir viviendo con la muerte en el silencio sin futuro.
Tenemos que estar abiertos para cambiar nuestros planes cuando cambian los hechos en el
presente. Si vivimos de esta manera, cada momento es un nuevo comienzo. Todo lo que se
hace puede hacerse sin esfuerzo y sin conflicto.

Un día se despidió de mí diciéndome: “Que la muerte te encuentre vivo”.

“En una vida así” -dice Krishnamurti- “el maestro no es importante, él es sólo un teléfono.
Arrójelo y simplemente aprenda a escuchar”.

El único que puede conducir al ser humano más allá de su propia condición es el ser huma-
no mismo. Uno mismo.

Ha dicho Krishnamurti: “Mientras la más pequeña parte del cerebro permanezca incons-
ciente, éste proyectará palabras y símbolos, que sólo crearán la ilusión de comunión con
algo más elevado”.

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Luego dijo: “La palabra Dios no es Dios”. La realidad de Dios solamente puede percibirse
en el más profundo y alerta de los silencios.

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La iluminación y la Percepción Unitaria

“La iluminación no se obtiene mediante un líder o mediante un maestro; emana de la com-


prensión de lo que es en uno mismo, no huyendo de uno mismo. La mente tiene que com-
prender en realidad lo que está ocurriendo en su propio campo psicológico; tiene que estar
consciente de lo que está ocurriendo sin distorsión, sin opción alguna, sin resentimiento,
amargura, explicación o justificación, sólo es necesario que se dé cuenta.”

Jiddu Krishnamurti. San Diego State College, 9 de abril de 1970. Más Allá de la Violencia,
Ed. Sudamericana, 1979, Pág. 92.

“Ustedes tienen que aprender por sí mismos lo que significa darse cuenta o estar alerta;
darse cuenta del salón donde están reunidos; darse cuenta de la proporción del salón y de
los colores que contiene; sin decir si es feo o bonito, simplemente observar. Mientras cami-
nan por la calle, estén conscientes de las cosas que pasan a su alrededor, observando las nu-
bes, los árboles, la luz sobre el agua, el pájaro volando. Dense cuenta sin que el
pensamiento interfiera, cuando dice: “esto es correcto”, “esto es erróneo”, “esto debe ser” o
“no debe ser”. Dense cuenta de las cosas que están ocurriendo fuera, luego dense cuenta
también internamente, observen todo movimiento del pensamiento, observen todo senti-
miento, toda reacción; eso aviva la mente de manera extraordinaria.”

Jiddu Krishnamurti. Santa Mónica, California, EU, 8 de marzo de 1970 Más Allá de la Vio-
lencia, Ed. Sudamericana, Buenos Aires 1979.

“Escuchar con el completo florecimiento de todos los sentidos es una cosa; escuchar par-
cialmente con un sentido particular, es fragmentario.”

Jiddu Krishnamurti. Mas Allá del Pensamiento, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1979 (ed.
en inglés), 1982 (ed. en español) Pág. 228.

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La Meditación
Jiddu Krishnamurti,
Diario, l961

La presión comenzó súbitamente otra vez mientras uno esperaba sentado en el sillón del
dentista. El cerebro se quedó muy quieto; palpitaba totalmente activo; todos los sentidos
estaban alertas; los ojos veían la abeja en la ventana, la araña, los pájaros y las montañas
de color violeta en la distancia. Veían todo eso pero el cerebro no lo registraba. (12)

La meditación es el vaciado de la conciencia, no con el propósito de recibir, sino que es el


vaciado de todo esfuerzo por alcanzar algo. (57)

La meditación es esta atención en la que hay una percepción lúcida, sin preferencia
alguna, del movimiento de todas las cosas –el graznar de los cuervos, el rasguear de la sie-
rra eléctrica a través de la madera, el temblor de las hojas, el ruidoso torrente, el llamado de
un niño, los sentimientos, los motivos, los pensamientos persiguiéndose unos a los otros y,
aún más en lo profundo, la percepción alerta y lúcida de la conciencia total. Y en ésta aten-
ción, el tiempo como el ayer en persecución del mañana dentro del espacio, y el retorci-
miento y la deformación de la conciencia, se aquietan y acallan. En esta silenciosa quietud
hay un movimiento inmensurable, incomparable; un movimiento que no tiene existencia,
que es la esencia de la bienaventuranza, de la muerte y la vida. Un movimiento que no pue-
de ser seguido porque no deja sendero tras de sí y porque es quieto y es inmóvil; un movi-
miento que es la esencia de todo movimiento. (71)

La meditación no es una búsqueda; no consiste en buscar, probar o explotar. Es una


explosión y un descubrimiento. No es un domesticar el cerebro para que se amolde, ni es
un autoanálisis introspectivo; ciertamente no es el entrenamiento en la concentración, que
incluye preferencias y rechazos. Es algo que llega con naturalidad cuando todas las asevera-
ciones positivas y negativas y las realizaciones han sido comprendidas y abandonadas fá-
cilmente. La meditación es el vacío total del cerebro. Lo esencial es el vacío no lo que hay
en el vacío; el ver solo existe desde el vacío; de él proviene toda virtud, no la moralidad so-
cial y la respetabilidad. Es desde éste vacío que llega el amor, de otro modo no es amor. Los
cimientos de la recta conducta están en el vacío. El es el principio y fin de todas las cosas.
(76)

La meditación sin una fórmula establecida, sin causa ni razón, sin una finalidad ni propósi-
to, es un fenómeno increíble. No es sólo una gran explosión que purifica, sino que tam-
bién es muerte, muerte que no tiene un mañana. Su pureza es devastadora; no deja un
solo rincón secreto donde el pensamiento pueda esconderse entre sus propias sombras. Su
pureza es vulnerable; no es una virtud engendrada mediante la resistencia. Es pura porque
carece de resistencia, como el amor. En la meditación no hay mañana, ni hay argumentos
con la muerte. La muerte del ayer y del mañana no deja el mezquino presente del tiempo, y
el tiempo es siempre mezquino; pero una destrucción así es lo nuevo. Esto es la medita-

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ción, no los tontos cálculos del cerebro en busca de seguridad. La meditación es la des-
trucción de la seguridad, y en la meditación hay gran belleza, no la belleza de las cosas
que han sido producidas por el hombre o por la naturaleza, sino la belleza del silencio.
ESTE SILENCIO ES EL VACÍO EN EL CUAL TODAS LAS COSAS FLUYEN Y
EXISTEN. Es lo incognoscible, y ni el intelecto ni el sentimiento pueden llegar a ello; no
hay un sendero que conduzca a este silencio, y cualquier método para ello es la invención
de un cerebro codicioso. Todos los sistemas y recursos del yo calculador deben ser comple-
tamente destruidos; todo avanzar o retroceder –el camino del tiempo- debe llegar a su fin,
sin mañana. La meditación es destrucción, ES UN PELIGRO PARA QUIENES
DESEAN LLEVAR UNA VIDA SUPERFICIAL, una vida de mito y fantasía. (90)

No hay distracción realmente, porque la meditación no es concentración; ésta última ex-


cluye, interrumpe, resiste y por lo tanto, implica conflicto. Una mente meditativa puede
concentrarse, lo que entonces no es una exclusión, una resistencia; pero una mente concen-
trada no puede meditar. Es curioso lo altamente importante que se vuelve la meditación;
para ella no hay un fin ni hay un comienzo. Es como una gota de lluvia; en esa gota están
todos los arroyos, los grandes ríos, los mares y las cascadas; esa gota alimenta a la tierra y al
hombre; sin ella la tierra sería un desierto. Sin la meditación, el corazón se vuelve un de-
sierto, una tierra desolada. La meditación tiene su propio movimiento; uno no puede
dirigirla, moldearla o forzarla; si lo hace, ello deja de ser meditación. Este movimiento cesa
si uno es meramente observador, si uno es el experimentador. La meditación es el movi-
miento que destruye al observador, al experimentador; es un movimiento que está más
allá de todo símbolo, pensamiento y sentimiento. Su rapidez no puede medirse. (100)

La meditación derriba las fronteras de la conciencia; desbarata el mecanismo del pensa-


miento y del sentimiento que aquel despierta. La meditación que está atrapada en un méto-
do, en un sistema de recompensas y promesas, mutila y somete a la energía. La meditación
consiste en liberar energía en abundancia, y el control, la disciplina y la represión co-
rrompen la pureza de esa energía. La meditación es la llama ardiendo intensamente sin
dejar cenizas y el mundo acostumbra a vivir de cenizas. LA MEDITACIÓN ES UN
RIESGO PORQUE LO DESTRUYE TODO, NO DEJA ABSOLUTAMENTE NADA,
NI SIQUIERA EL SUSURRO DE UN DESEO, Y EN ESTE VASTO E INSONDABLE
VACÍO, HAY CREACIÓN Y AMOR. (120)

La meditación es el florecimiento de la comprensión. La comprensión no está dentro de


las fronteras del tiempo; el tiempo nunca trae comprensión. La comprensión no es un proce-
so gradual para ser acumulado poco a poco, con solicitud y paciencia. La comprensión es
ahora o nunca; es un rayo que destruye, no una cosa dócil y manejable; es a esto a lo que
uno teme, a lo que destroza, y por eso lo evita consciente o inconscientemente. La com-
prensión puede alterar el curso de la vida, el modo que tiene uno de pensar y actuar;
puede ser agradable o no, pero el comprender es un riesgo para cualquier relación. Pero
sin la comprensión no hay fin para el dolor. El dolor termina sólo a través del conoci-
miento propio, de la lúcida percepción alerta de cada pensamiento y sentimiento, de ca-
da uno de los movimientos de lo consciente y lo oculto. La meditación es la comprensión de

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la conciencia, la recóndita y la visible, y del movimiento que se encuentra más allá de todo
pensamiento y sentimiento. (136)

Para ser sensibles es preciso que todos nuestros sentidos estén totalmente despiertos, ac-
tivos. (221)
Compilación de Luis L. Córdova Arellano

Personas Ordinarias
“Anoche pensaba que, so bien a intervalos, he estado viniendo a este valle por cerca de cua-
renta años. Hay gente que ha llegado y que se ha ido. Han muerto árboles y nuevos árboles
han crecido. Han venido niños diferentes, pasaron por la escuela, se han convertido en in-
genieros, en amas de casa, y desaparecieron por completo en la muchedumbre. Ocasional-
mente me encuentro con alguno, en un aeropuerto o en una reunión, personas muy
ordinarias. Y si ustedes no tienen sumo cuidado, también van a terminar de la misma mane-
ra.

ESTUDIANTE: ¿Qué quiere usted decir por ordinarias?

KRISHNAMURTI: Ser como el resto de los hombres; con sus mismas preocupaciones, su
corrupción, su violencia, brutalidad, dureza, indiferencia. El desear un empleo, el querer
aferrarse a un empleo - tanto si se es eficiente o no - y morir en el empleo. Eso es lo que se
llama ordinario - no tener nada nuevo, nada fresco, carecer de alegría vital, no ser nunca
curioso, apasionado, jamás descubrir nada, sino meramente amoldarse. Eso es lo que quiero
decir por persona ordinaria. Lo que se llama burgués. Es una forma mecánica de vivir, una
rutina, un fastidio...

... Puesto que ustedes no conocen lo que es la meditación, aprendamos acerca de ella. Para
aprender acerca de la meditación, han de ver el modo como funciona la mente. Deben vigi-
lar con atención, tal como vigilan una lagartija que pasa cruzando la pared. Ustedes ven sus
cuatro patas, ven como se pega al muro, y mientras vigilan ven todos sus movimientos. Del
mismo modo, vigilen su pensar. No lo corrijan, no lo repriman. No digan, “todo esto es de-
masiado difícil”. Simplemente, vigilen, ahora, en esta mañana. Ante todo permanezcan ab-
solutamente tranquilos. Siéntanse cómodos, con las piernas cruzadas, totalmente quietos;
cierren los ojos y vean si pueden abstenerse de moverlos. ¿Entienden? Los globos oculares
son propensos a moverse, manténganlos completamente quietos, por diversión. Entonces,
mientras están así, muy quietamente sentados, descubran qué hace el pensamiento. Vigílen-
lo como vigilan a la lagartija. Vigilen al pensamiento, la forma en que un pensamiento corre
detrás del otro. De esta manera empiezan ustedes a aprender, a observar.
¿Están vigilando sus pensamientos - como un pensamiento persigue a otro pensamiento
diciendo, 'este es un buen pensamiento, éste es un mal pensamiento'? Cuando de noche van
a acostarse, y cuando pasean, observen con atención sus pensamientos. Sólo observen al

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pensamiento, no lo corrijan, y entonces aprenderán el principio de la meditación. Bien, aho-
ra quédense muy quietos. Cierren los ojos y vean que los globos oculares no se muevan en
absoluto. Luego observen sus pensamientos a fin de aprender. Una vez que ustedes comien-
zan a aprender, el aprender no tiene fin.”

La Educación, Árbol Editorial SA, Págs. 9-11 (Krishnamurti Fundation trust Ltd)

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On Jiddu Krishnamurti

“What distinguishes Krishnamurti, even from the great teachers of the past, the masters and
the exemplars, is his absolute nakedness. ... If he had a mission, it is to strip men of their
illusions and delusions, to knock away the false supports of ideals, beliefs, fetishes, every
kind of crutch, and thus render back to man the full majesty, the full potency of his human-
ity. He has often been referred to as "The World Teacher." If any man living merits the title,
he does.”
Henry Miller, The Books in My Life

“When he entered my room I said to myself, 'Surely the Lord of Love has come'. . . “
Kahlil Gibran

“. . . the most impressive thing I have listened to. It was like listening to a discourse of the
Buddha - such power, such intrinsic authority. . .”
Aldous Huxley

“a religious figure of the greatest distinction" and added, 'He is the most beautiful being I
have ever seen.”
George Bernard Shaw

“It was overpowering to listen to him. He emanated so much energy that I felt I simply
could not sit directly across from him. He spoke simply and clearly, with very few gestures
and no rhetoric.”
Friedrich Grohe

“Saint Paul has said that the mind of Christ is within each human being.
I was unable to believe that…- Krishnamurti was the first man in which I saw THAT kind
of mind in ACTION”
Dr. Rubén Feldman González

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Libros, audios y videos:
P.O. Box 1560
Ojai, California 93024
Teléfono: (805)6462726 Fax: (805)6466674
www.kfa.org

Libros de Jiddu Krishnamurti:

• Libérese Del Pasado (Orión)


• Comentarios Sobre el Vivir (Kier)
• El Despertar de la Inteligencia (Paidós)
• Más Allá del Tiempo (Edhasa)
• Tradición y Revolución
• La Mutación Psicológica (Kier)
• Cartas a las Escuelas
• El Diario de Krishnamurti (Orión)
• La Madeja del Pensamiento (Edhasa)

En Inglés (Kendall Hunt)

• The Collected Works of Krishnamurti (17 Volumes)

www.percepcionunitaria.org

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