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La Madre, medio de Salvación

(Fenomenología de la religión. La figura del Salvador. La figura de la Madre)


Carlos Alberto Tren Márquez*
Cátedra de Filosofía de la Religión. Seminario Arquidiocesano de Mérida.
Arquidiócesis de Mérida. Mérida 5101 Venezuela
(*) catrenm2016@gmail.com
20/11/20
RESUMEN
Se relatan gran cantidad de teorías, en los cuales a nivel filosófico se aproximan a lo que pudiera
llamarse origen, génesis o creación del hombre y en ello de todo en cuanto existe. En varias tradiciones
religiosas la figura de la madre como elemento sagrado, es muy importante ya que forma parte de lo
que refiera al origen del hombre abrazado por un Misterio. He aquí que el primer rasgo del misterio
cristiano es el del ser Salvador, porque en el marco de una historia, realiza la salvación que anuncia
durante su vida pública predicando a los pobres. El Dios vivo del Antiguo Testamento es un Dios que
salva, y Jesucristo lleva antes que ningún otro el título divino de Salvador de los hombres y redentor de
la humanidad. Para los egipcios el “hijo a quien ama”, es quien administra el servicio tributario del
padre, quien lleva regularmente los dones a los muertos y de este modo prolonga la vida de ellos en la
tumba. La salvación del individuo se realiza en él como miembro de una comunidad. Se armonizan así
y se exigen mutuamente un futuro personal inalienable y un destino común para la humanidad entera.
La salvación comienza en esta vida terrena, y sin embargo, pertenece en su plenitud al más allá. Que
ineludiblemente es acompañada por la mediación de una madre, en la cual se convierte en la
cooperadora de la redención del ser humano, en cuanto a ser creado y administrador de la creación del
Dios.
Palabras clave: Misterio, salvador, madre, mediación, hombre
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ABSTRACT
A large number of theories are recounted, in which at a philosophical level they approximate what
could be called the origin, genesis or creation of man and in that of everything as it exists. In several
religious traditions, the figure of the mother as a sacred element is very important since it is part of
what refers to the origin of man embraced by a Mystery. Behold, the first feature of the Christian
mystery is that of being Savior, because within the framework of a story, he achieves the salvation that
he announces during his public life by preaching to the poor. The living God of the Old Testament is a
God who saves, and Jesus Christ bears before anyone else the divine title of Savior of men and
Redeemer of humanity. For the Egyptians, the "son whom he loves" is the one who administers the
tribute service of the father, who regularly brings the gifts to the dead and thus prolongs their life in the
tomb. The salvation of the individual takes place in him as a member of a community. They thus
harmonize and mutually demand an inalienable personal future and a common destiny for all humanity.
Salvation begins in this earthly life, and yet it belongs in its fullness to the hereafter. That inescapably
is accompanied by the mediation of a mother, in which she becomes the cooperator of the redemption
of the human being, in terms of being created and administrator of God's creation.
Keywords: Mystery, savior, mother, mediation, man
Misterio
El hombre, tras mucho tiempo de investigación y experiencia, ha profundizado en el origen de
su existencia. Una existencia producto del misterio de la creación. Se relatan gran cantidad de teorías
en los cuales a nivel filosófico se aproximan a lo que pudiera llamarse origen o creación del hombre y
en ello de todo en cuanto existe. Sin embargo, desde de la visión limitada del hombre se podría deducir
que, así como naturalmente este viene al mundo, así es el origen de todo. Lo único que diferenciaría el
origen del universo es que es creado de la nada, a diferencia del hombre que es engendrado en el
vientre de una mujer. En el sin sentido de estas comparaciones se quiere decir que simplemente existe,
por un lado, el origen del cosmos (de todo lo creado) pero dentro de esa creación el hombre tiene vida a
partir de una pequeña formula genética y que luego entra en acción con lo externo de la sociedad
cuando sale del vientre de su madre. Es preciso hacer notar, que Dios ha querido en medio de su
omnipotencia ser Hijo de una madre. Si no hay madre no hay Hijo y si no hay Hijo no existiría la
salvación del hombre.
Por tanto, para adentrarse en la profundidad del papel de la madre y del Hijo, es preciso
mencionar que todo se debe gracias al misterio de Dios, pero misterio que en fundamento humano tiene
definición no en cuanto hace referencia a Dios si no a lo que es desconocido fuera de la realidad del
hombre. Es por ello, que desde una postura de la fenomenología de la religión, que abraza y estudia el
hecho religioso, del cual está involucrado el hombre respectivamente en su trascendencia, el misterio:
es la objetivación de lo sagrado. Es el término de la experiencia religiosa. Se designa con este término
lo trascendente, algo que se diferencia absolutamente de todo lo demás que el ser humano pueda
experimentar en el mundo. El misterio lleva como incorporados necesariamente a su concepto la idea
de estupor, asombro y sobrecogimiento. El concepto de misterio –escribe Rudolf Otto– está ligado con
tal fuerza a su predicado sintético de tremendo, que apenas puede nombrarse a uno sin que el otro
resuene sintónicamente (Morales, 2001, p. 140).
El Misterio, de igual forma, desborda completamente las ideas de problema y de enigma. Se
considera que un problema es extrínseco a la existencia de la persona, mientras que un misterio es algo
en lo que yo mismo estoy comprometido, y que, por consiguiente, no es pensable sino como una esfera
en la cual la distinción entre lo en mí y lo que hay delante de mí pierde su significación. Tratar los
misterioso como simples problemas supone degradarlos. Es pues el enigma un problema o aporía
relativamente insoluble, y el misterio sería la luz que ilumina el enigma y proporciona claves para
interpretarlo y vivirlo. En el pensamiento cristiano ha dominado, por lo general, una idea más bien
intelectualista de misterio. El misterio ha sido definido como aquella verdad que supera las capacidades
ordinarias o naturales de la razón humana, y solamente puede ser conocido por revelación divina. Esta
noción se ha ampliado en la teología de la segunda mitad del siglo XX (Velasco, 2006, p.70) El
misterio no sólo se conoce, sino que se vive, se celebra, y apela a los sentimientos y emociones del
hombre y de la mujer.
De igual forma, el misterio es una verdad que acontece en la historia humana, y mantiene una
relación directa con los hechos divinos irrepetibles que componen la historia de la salvación del
hombre. Desde las Sagradas Escrituras, por ejemplo, Misterios son la Creación, la Revelación histórica
a través del pueblo de Israel, la Encarnación del Verbo, la Resurrección de Jesús, la Iglesia y la
Eucaristía, que es coextensiva con la entera historia salutis (Morales, 2001, p. 141).
Mediaciones

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Hablando de Misterio, y es el hombre creación de este Misterio, debe ser entonces el hombre,
hijo del Misterio, por tanto, si es hijo, el Misterio es Padre. De aquí que, el ser humano como la
relación de todo buen hijo debe relacionarse con el padre. Sin embargo, en la mayoría de los casos
cuando un hijo quiere algo del padre acude a la madre, ya que, dirigirse directamente al padre se
esperaría posiblemente una respuesta negativa a causa de su objetividad y postura de que es innecesario
lo que se pediría, por ello se acude a la madre por cuanto que ésta percibe y siente la necesidad del hijo,
de la misma manera que llora cuando el hijo atraviesa una grave situación. Toda lagrima no es perdida,
y mucho menos las de la madre. Por tal motivo, la madre frente a la petición del hijo va al padre a
expresar la necesidad y con sus medios consigue lo que quiere y necesita para su hijo. Siguiendo con la
alegoría, algo así debe ser la relación de la madre ante Dios. Es por ello que esta actúa como mediadora
entre el Padre y el hijo. Entonces es menester preguntar ¿Qué es la mediación?
He aquí que llámese mediaciones en la filosofía de la religión a todas las realidades visibles del
mundo religioso, porque son ellas las que hacen posible la relación entre el Misterio, absolutamente
trascendente, y el ser humano constitutivamente corporal, ser en el mundo y necesitado de la referencia
a objetos para desarrollar su existencia; y la hacen posible mediando la presencia inobjetiva del
Misterio en el mundo de los objetos, y expresando mundanamente esa peculiarísima forma de relación
que se describe como actitud religiosa fundamental.
Figura de la Madre
En varias tradiciones religiosas la figura de la madre como elemento sagrado es muy
importante, por ejemplo, en Egipto se adoraba, desde la antigüedad, a la diosa madre Isis, en el
hinduismo se ofrecen cultos a la madre Durgā o en el cristianismo a la Virgen maría. (Kaewsom, 2010,
p.1). En este caso, la imagen de la madre es interpretada de diversas maneras. El hombre con su
encuentro y diálogo en la oración, la da a conocer, por ejemplo: en el caso de la Virgen María en el
cristianismo, ésta ha sido conocida mayormente con imágenes muy puritanas. Los senos, el ombligo, la
zona genital están tapados; son contados los cuadros en que aparece amamantando al niño Jesús. A
menudo hay una espada que atraviesa el corazón malherido con una corona de espinas, y una diadema
regia con rayos que salen detrás del cráneo.
Hay representaciones de María embarazada o con el niño entre los brazos, nunca durante el
parto. Las imágenes de Isis suelen presentarla con su hijo, pero también con escotes, con figura
estilizada, con zonas amplias de su cuerpo al descubierto, sonriente, seductora como la Mona Lisa. A
veces también está desnuda o semidesnuda amamantando al niño. Es una mujer esbelta, de las que
atraen las miradas. Las imágenes de Guānyīn son muy variopintas, a menudo con un gran número de
brazos que asoman por los hombros, el torso desnudo, al descubierto, con una o varias cabezas, encima,
coronadas mirando en múltiples direcciones. Detrás refulge a menudo un halo llameante, más grande
que el habitual en la iconografía cristiana. La mirada y la sonrisa es serena, y la pose es de quietud
contemplativa (Kaewsom, 2010, p. 200).
En este sentido, del culto a Isis aparece la deriva hacia el culto de la Virgen María. La figura de
Isis en los tiempos del cristianismo originario era muy popular en Roma mientras de los temas y
motivos antiguos en las artes plásticas, la literatura y la música de Occidente hasta la actualidad, que el
culto a María era desconocido. en el concilio de Éfeso (431 e.c.) la discusión versó sobre la distinción
entre «madre del mesías» o «madre de Dios» imponiéndose esta última denominación por decisión del
emperador Teodosio II (401-450). Fueron encarcelados quienes insistieron en que María era la madre
de Cristo sin más, la madre del Mesías.
A partir de entonces existe la mariología, disciplina hasta cierto punto teológica, que se cultiva
en la iglesia ortodoxa, en la católica y en la anglicana. María empezó a ser idolatrada o venerada como
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divina madre. En los entornos académicos se han hecho comparaciones entre el culto de Isis en época
romana tardía y el culto a la Virgen María. Después de que el cristianismo ganara popularidad y se
extendiera por Europa los obispos transformaron los templos de Isis en templos de María. El
historiador William J. Durant escribió que “los primeros cristianos veneraban las estatuas de Isis
amamantando a Horus, viéndolas como otra forma de noble y antiguo mito, por la cual, por ser la que
crea y da vida en este mundo, se convirtió finalmente en la Madre de Dios”. Tras la resurrección no hay
mención alguna de Jesús con su madre. Se apareció a otras mujeres y varones. En los inicios María
desaparece y reaparece, uno o dos siglos más tarde, como madre misericordiosa equiparada a Isis
(Kaewsom, 2010, p. 193).
No esta demás mencionar que, aunque exista las adversidades en el mundo, toda la humanidad
vuelve siempre a encontrarse el vivo deseo y el ferviente anhelo de regresar a la madre: huir a la
inconsciencia y refugiarse en la seguridad del seno materno. Este anhelo casi no se distingue del de la
muerte. La tierra es una mujer y la mujer una tierra. Toman la intrincada vida humana, la vuelven a su
origen y la hacen surgir de nuevo. Por eso, desde tiempos inmemoriales, el hombre se ha ocupado sobre
todo de la madre, como lo demuestran las numerosas imágenes pequeñas que representan mujeres
desnudas, a menudo embarazadas, cuyos órganos sexuales aparecen particularmente marcados y cuyas
manos indican los senos o las partes pudendas. (Van der leeuw,1964, p. 83)
El hombre en su realidad como hijo, que cree ver tras el poder los rasgos de una figura,
reconoce en ella los de la propia madre. La soledad frente al poder se transforma en la conocida
relación con la madre. El psicoanálisis moderno ha abierto los ojos de muchos a la gran importancia de
la figura de la madre en la vida del adulto. Los poetas, únicos buenos animistas y realistas dentro de un
mundo teorizado, no han necesitado este despertar algo forzado, conectado con diversas teorías nuevas
y desagradables” (Van der leeuw,1964, p. 82). Como es el caso en el suceder universal que ya no es
más un juego de fuerzas, sino que se reduce al único suceder grande, misterioso: el nacimiento.
Movimiento y mutación, devenir y transcurrir, son nacer y entrar de nuevo en el seno materno. Pero la
madre es la tierra nutricia.
La vida nació de la madre tierra, morir es entrar en ella, en aquella "que debe cantarse y amarse
como creadora de nuestra existencia”. Y tampoco esto lo olvidaron nunca los poetas” (Van der leeuw,
1964, p. 82). Para la humanidad, la madre es todo, menos una invención teórica para explicar el suceder
universal. Tampoco es una figura esbozada. Dondequiera que la naturaleza da o toma algo, aparece la
madre. “La fuente que da nacimiento a los dioses” se transformó en el sobrenombre de la Madonna y
ahora título honorífico de la Teotokos, fue alguna vez una indicación de la figura sin nombre que era
una a medias con el agua de la tierra. Hay también muchas madres: el griego las llama ninfas, y no son
doncellas, sino jóvenes mujeres que son invocadas en las bodas para que las bendiga. La diosa
Artemisa es la más grande de las ninfas; pervive todavía en la fe popular de la Grecia moderna: la
hermosa, juvenil conductora de las cazas violentas que organizan las ninfas (Van der Leew, 1964, p.
84).
Figura del Salvador
En el sentido fenomenológico, puede exponerse la figura del salvador como el hijo que trae la
salvación. Por un lado, no solo es la esperanza de los vivos, sino el consuelo de los muertos. Y por otro,
se dice que, en el poder de la familia, el linaje, es salvaguardado por el hijo. Es por ello que, al desear
al hijo, al conservador del linaje, se quiere la salvación, es decir, la vida que sobrepasa y perdura sobre
el tiempo, que es más poderoso.
Frente a esto, Expone Van der Leew de cara a la figura del salvador que, donde hay un culto
familiar o racial, el hijo es sacerdote de este culto. Y se ve esto sobre todo en el Antiguo Egipto. El
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“hijo a quien ama”, es quien administra el servicio tributario del padre, quien lleva regularmente los
dones a los muertos y de este modo prolonga la vida de ellos en la tumba. Modelo de buen hijo es el
dios Horus que asegura la vida de su padre, Osiris. Así como el dios joven al viejo, todo buen hijo
ofrenda la salvación a su padre, transformado en Osiris. Le dice: "Levanta tu rostro para que veas lo
que he hecho por ti: soy tu hijo, tu heredero, he cultivado granos para ti, he segado trigo, cereales para
las fiestas de tus proezas, granos para tus fiestas anuales” .1 Y también: “ ¡Qué bello es ver, qué
hermoso contemplar, ver a Horus cuando da vida a su padre, cuando obsequia la fuerza a Osiris.

La figura del salvador no sólo aparece en la vivencia del hijo; también se tendrá en cuenta la
otra modalidad del suceder, que ya se encuentra al hablar de cómo adquiere figura el poder. La
salvación no sólo se adhiere a la continuidad de la raza, a la eterna repetición en la vida natural,
también vive en la buena obra única, que el recuerdo relaciona con una sola persona histórica. La
historia de la religión, en sus albores, transformó casi a todas las personalidades que se consideraban
históricas en dioses lunares o en otros mitos. Afortunadamente, eso se ha superado y se observa que no
sólo muchos salvadores están arraigados en la historia, sino que también alguna vez pueden haber
existido dioses por muy envuelta en leyendas que se encuentre su figura humana (Van der leeuw,1964,
p. 99).

Ahora bien, al hablar entonces de la figura del Salvador como ese ser que cura, que viene a
salvar de la esclavitud del pecado, solo ha querido tener participación en cuanto a la mediación de su
madre. En este caso se habla de Jesucristo como el Salvador que es engendrado en su Madre la Virgen
María y que gracias al sí generoso de ella, empieza a tomar dirección el plan da salvación de Dios para
con el hombre. No obstante, a diferencia de las posturas de otros salvadores, Dios envía a su Hijo para
la redención de los pecadores. Antes de esta venida, las puertas del cielo estaban cerradas, y son
abiertas con la muerte de Cristo, ya que Él entra al cielo. Ahora bien, ¿qué sucedía con las almas de los
seres que morían? ¿se perdían? Evidentemente no, ya las Sagradas Escrituras narran que estas almas
iban al seno de Abraham, que no es ni un cielo ni un purgatorio, sino una estadía momentánea que
luego alcanzaba su salvación con la entrada al cielo

Lo dicho es que en cuanto al hacer referencia la misión del Salvador, Jesús cura: Los ciegos
ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y a
los pobres es anunciado el evangelio. La salud del cuerpo y del alma se unen en una sola en la
predicción del Antiguo Testamento que se cumple en el Nuevo: "El Espíritu del Señor es sobre mí, por
cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: me ha enviado para sanar a los quebrantados
de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los
quebrantados; para predicar el año agradable del Señor.” (San Lucas IV, 18 s., Isaías LXI, 1, 2.)
También hoy en día, la salvación del alma exige la curación del cuerpo y, a la inversa, el médico de
éxito pasa por ser una especie de dispensador de salud. Las iglesias cristianas olvidaron en parte esta
conexión y reciben su castigo en el éxito de tantas corrientes y profetas que ejercitan la curación por la
fe (Van der leeuw,1964, p. 100).

Al profundizar en la persona de Cristo es necesario mencionar que como Salvador se le atribuye


también la interpretación de Hijo del hombre. No obstante, en algún momento no era un título –ya
fuera mesiánico o salvífico–, sino una locución de autorreferencia que comenzó a ganar terreno. Los
investigadores fueron coincidiendo en la idea de que Jesús había hablado arameo y que la expresión
aramea pudo haber sido utilizada en tres formas en el tiempo de Jesús:
1) en el sentido indefinido

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2) en el sentido genérico;
y 3) en un sentido denominativo o semi-denominativo.
Vermes, por ejemplo, era un defensor de la idea de que Jesús se refería a sí mismo, pero que la
expresión aramea no era un título, sino una alocución que él utilizaba para referirse a sí mismo de
manera indirecta (Van der leeuw,1964, p. 102).
Un criterio que da unidad a casi todas las corrientes que se incluyeron en la llamada «tercera
búsqueda» es que tienden a un criterio de plausibilidad histórica: lo que es plausible en el contexto
judío y permite comprender la génesis del cristianismo primitivo, puede ser histórico. En este sentido,
se podría decir que sólo porque una frase no encaja con las estructuras propias de un idioma no
significa necesariamente que pertenezca a otro. Así, algunos estudiosos llegan a la conclusión de que ὁ
υἱὸς τοὺ ἀνθρώπου no es una construcción griega habitual y que, por lo tanto, debe ser arameo o
hebreo; sin embargo, es muy posible que no tengan suficientes datos para afirmarlo taxativamente. Por
el contrario, sería preciso hacer una investigación mayor sobre la sintaxis de las lenguas involucradas,
antes de realizar una aseveración con respecto al origen arameo del Hijo del hombre (Sanz, 2016, p.
402).
Cristianismo y Salvación
Ahora bien, conociendo el Misterio y la mediación, se clarifica entonces que la madre de la cual
se habla anteriormente, tiene un papel preponderante como mediadora entre el Misterio y el hombre.
Claro es que Dios en su infinita misericordia para con el hombre, tiene un plan de salvación del cual se
hace vida luego del Nacimiento, Muerte y Resurrección de su Hijo. Por ello, la Iglesia que funda
Jesucristo, da nombre a sus hijos bautizados como cristianos, pero no contento con esto también como
son hijos les entrega a su Madre.
En este sentido se puede decir entonces para juntar todo lo mencionado y hablar de la madre
como cooperadora en el plan de Salvación es necesario reiterar que el cristianismo, por tanto, es una
religión de salvación. Y aparece en el mundo como respuesta de Dios a la humanidad presa de
ansiedades e inmersa en la oscuridad. El primer rasgo del misterio cristiano es el de ser salvador,
porque en el marco de una historia realiza la misma salvación que anuncia. El Dios vivo del Antiguo
Testamento es un Dios que salva, y Jesucristo lleva antes que ningún otro el título divino de Salvador
de los hombres. La Eucaristía es la «Hostia salvadora que abre las puertas del cielo».
En este orden, la salvación cristiana no es una teoría sobre la vida humana, sino una acción
sorprendente de Dios que se inclina sobre el pecador que sufre por el alejamiento del Padre y por las
penas y dolores de la vida. La salvación no es en el cristianismo ajena a la Creación. La Creación del
mundo y del hombre por Dios es el primer acto de la historia salutis, y no una simple antesala que no
encierra todavía sentido salvador. La Creación entera, también el material, será salvada, es decir,
participará solidariamente en el destino humano de glorificación final.
La idea cristiana de salvación del hombre contiene gran riqueza y sencillez. Luce un carácter
mistérico, que sólo la fe puede captar. En un marco de amor creativo de Dios hacia la humanidad y
hacia cada uno de sus miembros, se habla de una culpa que ofende y olvida ese amor; se habla de una
expiación de Jesús que la borra, de un hombre libre que se une a ella, de una santificación interior, y de
un destino glorioso en la visión y compañía de Dios. Esta salvación acontece desde fuera y desde
dentro del ser humano, porque sobreviene gratuitamente como elección y don misericordioso de Dios, a
la vez que exige libre acogida y conversión de corazón y mente por parte del hombre (Morales, 2001,
p. 200).

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Éste es su destinatario, pero la salvación del individuo se realiza en él como miembro de una
comunidad. Se armonizan así y se exigen mutuamente un futuro personal inalienable y un destino
común para la humanidad entera. La salvación comienza en esta vida terrena, y sin embargo, pertenece
en su plenitud al más allá. Dada la unidad del hombre, afecta necesariamente al cuerpo y al alma,
solidarios de un único destino. La salvación restaura a la vez que eleva, lo cual permite en el
cristianismo hablar de una felix culpa y de una redención sobreabundante.
Esta enseñanza no es una mera doctrina discursiva. Es una proclamación cristiana. Es un
mensaje operativo de carácter universal, dotado de una intrínseca fuerza expansiva, para beneficio de
todos los hombres que han habitado y habitarán la tierra. (Morales, 2001 p. 197). Es evidente que,
desde el cristianismo, Dios ha querido que todo lo mencionado sea también alcanzado por la
intercesión de la Madre.
Referencias

KAEWSOM Thanit (2010), El culto a la madre en el budismo, Revista de Ciencias de las


Religione, N° 15,pp 193-204
VAN DER LEEUW Goethe, (1964), Fenomenología de la religión, Fondo de Cultura
Económica, México-Buenos aires
SANZ Ignacio, (2016) El Hijo del hombre: del libro de Daniel al Nuevo Testamento, Revista de
Ciencias de las Religiones, pp. 399-419(Madrid)
MORALES José, (2001)Filosofía de la religión, Ediciones Universidad de Navarra, S.A.
(EUNSA), Pamplona,
VELASCO Martín, 2006, Introducción a la fenomenología de la religión, Editorial Trotta,
Madrid

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