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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA


Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Instituto de Filosofía del Derecho
La Universidad del Zulia

MANUAL DE
INTRODUCCIÓN
AL DERECHO
BRIGITTE BERNARD

SEGUNDA PARTE
II
2

Maracaibo-Venezuela

ANTOLOGIA

ONTOLOGICO

JURÌDICA***
3

La Universidad del Zulia


Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Instituto de Filosofía del Derecho

UNIDAD I

OBJ. Nº. 4

EL DERECHO POSITIVO: DIFERENCIACIÓN,


CARACTERÍSTICAS Y CLASIFICACIONES

Selección y adaptación de
textos por la Profa. Brigitte
Bernard
4

Maracaibo, 1986
INSTITUTO DE FILOSOFIA DEL DERECHO

MANUAL DE INTRODUCCIÓN AL DERECHO


ANTOLOGIA ONTOLOGICO-JURÍDICA

Brigitte Bernard

CONTENIDO -- SEGUNDA PARTE

UNIDAD Nº.1

OBJETIVO Nº.4: El Derecho Positivo: Diferenciación, Características y


Clasificaciones.

Selección y adaptación de textos por Brigitte Bernard

4.1. Diferencias entre el Derecho y los demás órdenes de la conducta


(EDUARDO
GARCÍA MAYNEZ, J.M. DELGADO OCANDO).

4.2. Características del Derecho Positivo (J.M. DELGADO OCANDO).

4.3. Divisiones del Derecho (EDUARDO GARCÍA MAYNEZ, RICARDO DE


ANGEL YAGUEZ, MANS KELSEN)

4.4. Clasificación de las normas jurídicas (MANUEL SIMON EGAÑA)

OBJETIVO Nº.5: La Relación Jurídica: Concepto y Elementos.

Selección y adaptación de textos por Brigitte Bernard

5.1. Concepto, características y elementos de la relación jurídica (JEAN DABIN,


MANS NAWIASKY, JOSE MANUEL DELGADO OCANDO).

5.2. Clases y vicisitudes de la relación jurídica (J.M. DELGADO OCANDO)

5.3. Sujeto de la relación jurídica: La persona Jurídica (J.M. DELGADO


OCANDO)
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5.4. Objeto de la relación jurídica (J.M. DELGADO OCANDO).

OBJETIVO Nº.6: El Derecho Subjetivo y el Hecho Jurídico

Selección y adaptación de textos por Brigitte Bernard

6.1. El Derecho subjetivo (J.M. DELGADO OCANDO)

6.2. Hechos y actos jurídicos (J.M. DELGADO OCANDO)


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OBJETIVO Nº.4:

EL DERECHO POSITIVO: DIFERENCIACIÓN, CARACTERÍSTICAS Y


CLASIFICACIONES

CONTENIDO

4.1. DIFERENCIAS ENTRE EL DERECHO Y LOS DEMAS ORDENES DE LA


CONDUCTA

4.1.1. Moral y Derecho


1) Unilateralidad de la Moral y Bilateralidad del Derecho
2) Interioridad de la Moral y Exterioridad del Derecho
3) Coercibilidad del Derecho e Incoercibilidad de la Moral
4) autonomía de la Moral y Neteronomía del Derecho

4.1.2. Relaciones entre el Derecho y los usos sociales: Teorías


tradicionales
y modernas.

1) Teorías tradicionales
2) Teorías de Recasens Siches y Cossio
3) Teorías de Ortega y Gasset y Tierno Galván: El uso como
mecanismo semiótico.
4) Teoría de Llambías de Azevedo: el uso concebido como valor
de mediación.
5) El uso social concebido como técnica clasista.

4.2. CARACTERISTICAS DEL DERECHO POSITIVO

4.2.1. Generalidad
4.2.2. Imperatividad
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4.2.3. Bilateralidad
4.2.4. Coercibilidad
4.2.5. Derecho positivo, Derecho vigente y Derecho válido

4.3. DIVISIONES DEL DERECHO

4.3.1. Derecho público y Derecho privado

1) Teoría Romana
2) Teoría de la naturaleza de la relación
3) Tesis de Roguin
4) Conclusión (Teoría del Derecho Social)

4.3.2. Derecho sustantivo y Derecho adjetivo

4.4. CLASIFICACIÓN DE LS NORMAS JURÍDICAS –DIVERSOS CRITERIOS


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4.1. DIFERENCIAS ENTRE EL DERECHO Y LO SDEMAS ORDENES DE LA


CONDUCTA

1) GARCIA MAYNEZ, Eduardo: Introducción al Estudio del Derecho,


México, Edit. Porrua, 1980.

2) DELGADO OCANDO, J.M.: Nuevas Lecciones de Filosofía del Derecho.


Maracaibo, IFD-LUZ. Nºs. 22, 23 y 24.

4.1.1. MORAL Y DERECHO

La diferencia esencial entre normas morales y preceptos jurídicos estriba


en que las primeras son unilaterales y los segundos bilaterales.

La unilateralidad de las reglas éticas se hace consistir en que frente al


sujeto a quien obligan no hay otra persona autorizada para exigirle el
cumplimiento de sus deberes. Las normas jurídicas son bilaterales porque
imponen deberes correlativos a facultades o conceden derechos correlativos de
obligaciones, Frente al jurídicamente obligado encontramos siempre a otra
persona, facultada para reclamarle la observancia de lo prescrito.

De hecho es posible conseguir, en contra de la voluntad de un individuo,


la ejecución de un acto conforme o contrario a una norma ética. Pero nunca
existe el derecho de reclamar el cumplimiento de una obligación moral. El
pordiosero puede pedirnos una limosna, implorarla “por el amor de Dios”, más
no exigírnosla. La máxima que ordena socorrer al menesteroso no da a éste
derechos contra nadie. A diferencia de las obligaciones éticas, las de índole
jurídica no son únicamente, como dice Radbruch, deberes, sino deudas. Y
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tienen tal carácter porque su observancia puede ser exigida, en ejercicio de un


derecho, por un sujeto distinto del obligado.
Por su carácter bilateral, la regulación jurídica establece en todo caso
relaciones entre diversas personas. Al obligado suele llamársele sujeto pasivo
de la relación; a la persona autorizada para exigir de aquél la observancia de la
norma denomínasele sujeto activo, facultado, derecho habiente o pretensor. La
obligación del sujeto pasivo es una deuda, en cuanto el pretensor tiene el
derecho de reclamar el cumplimiento de la misma.
León Petrasizky ha acuñado una fórmula que resume admirablemente la
distinción que acabamos de esbozar. Los preceptos del derecho –escribe- son
normas imperativo-atributivas; las de la moral son puramente imperativas. Las
primers imponen deberes y correlativamente, conceden facultades; las
segundas imponen más no conceden derechos. Pongamos un ejemplo: una
persona presta a otra cien pesos, comprometiéndose el deudor a pagarlos en
un plazo de dos meses. Al vencerse el término estipulado, el mutuante puede,
fundándose en una norma, exigir del tuatario la devolución del dinero. La
obligación del segundo no es, en este caso, un deber para consigo mismo, sino
una deuda frente al otro sujeto. El deber jurídico de aquél no podría ser
considerado como deuda, si correlativamente no existiese un derecho de otra
persona.

Las facultades conferidas y las obligaciones impuestas por las normas


jurídicas se implican de modo recíproco. Pongamos otro ejemplo: una persona
vende un reloj en veinte pesos. Cunado el comprador y el vendedor se han
puesto de acuerdo acerca de la cosa y el precio, adquiere aquél el derecho de
exigir la entrega del objeto y contrae, al mismo tiempo, la obligación de pagarlo.
Y el segundo, por su parte, debe entregar la cos ay puede lícitamente exigir el
precio. El deber de cada uno es correlativo de un derecho del otro:

Derecho Deber
Vendedor Comprador
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Exigir el pago Pagar el precio


Comprador: Vendedor:
Reclamar la entrega Entrega la cosa

La Ley del trabajo permite al obrero despedido exigir del patrono el pago
de una indemnización. Esta norma lógicamente implica la existencia de otra, en
virtud de la cual el patrono tiene el deber de pagar la indemnización. Por ello
sostenemos que la regulación jurídica es una conexión de dos juicios,
recíprocamente fundados, uno imperativo y otro atributivo. El que impone el
deber al obligado lógicamente implica al que concede al pretensor un derecho
subjetivo, y viceversa. Pues si el cumplimiento de la obligación del primero no
pudiese ser reclamado por el derechohabiente, ese deber no sería una deuda ni
tendría carácter jurídico.

La norma: “l trabajador despedido tiene el derecho de exigir del patrono


el pago de una indemnización”, es, pues, equivalente a esta otra, que alude al
segundo aspecto del mismo nexo: “el patrono que ha despedido a un trabajador
está obligado a indemnizarlo”. No se trata de un solo precepto, sino de dos
normas distintas, que mutuamente se implican. Y las dos son equivalentes,
porque pese a su diferente significación, se refieren a una sola relación jurídica.
El juicio atributivo refiérese al aspecto activo; el imperativo, al aspecto pasivo de
ese vínculo.

La misma distinción suele expresarse diciendo que las normas morales


establecen deberes del hombre para consigo mismo, en tanto que las jurídicas
señalan las obligaciones que tiene frente a los demás. Esta formula es poco
clara, porque las impuestas por los imperativos éticos pueden consistir en la
ejecución de una conducta relativa a otros sujetos, distintos del obligado. La
máxima que prohibe mentir sólo puede ser cumplida en las relaciones
interhumanas, Lo propio debe afirmarse del precepto que nos ordena ser
caritativos. El deber de la caridad únicamente se concibe cuando un sujeto
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entra en relaciones con otros. Ello no quiere decir, sin embargo, que la
obligación de socorrer al pobre sea una deuda frente a éste.

Estrictamente hablando, no es un deber del sujeto frente a sus


semejantes, aun cuando se manifieste en relación con ellos. Se trata de un
deber del individuo para consigo mismo, precisamente porque sólo su
conciencia puede reclamarle el acatamiento de lo ordenado. Metafóricamente
podríamos decir que su conciencia es la única instancia autorizada para exigirle
el cumplimiento de lo prescrito. Cosa distinta ocurre en el campo del derecho,
porque las obligaciones que éste impone no solamente se manifiestan en las
relaciones recíprocas de los hombres, sino que son deberes de carácter
exigible. Tal exigibilidad es la que hace de ellos verdaderas deudas.

2.- Interioridad de la Moral y Exterioridad del Derecho

Numerosos autores pretenden distinguir moral y derecho oponiendo a la


interioridad de la primera la exterioridad del segundo. Tal criterio encuentra su
antecedente, al menos en su formulación moderna, en una de las doctrinas
morales de Kant.

La teoría fue elaborada por el filósofo de Koenigsberg al explicar el


concepto de voluntad pura. Posteriormente ha sido utilizada por los juristas para
diferenciar las normas de que hemos venido hablando.

Una conducta es buena, según el pensador prusiano, cuando concuerda


no sólo exterior, sino interiormente, con la regla ética. La simple concordancia
externa, mecánica, del proceder con la norma, carece de significación a los ojos
del moralista. Lo que da valor al acto no es el hecho aparente, la manifestación
que puede ser captada por los sentidos, sino el móvil recóndito, la rectitud del
propósito.
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A la moral pragmática, que mide el mérito de la conducta en función de


los resultados que produce, opone Kant la ética de las intenciones, para la cual
el elemento decisivo es la pureza de la voluntad.

Cuando una persona ejecuta un acto de acuerdo con el deber, más no


por respeto a éste, su comportamiento no merece el calificativo de virtuoso. Lo
contrario ocurre si el sujeto no tiene más mira que el cumplimiento de la norma,
y no se preocupa por las consecuencias de su actitud. La coincidencia externa
constituye en este caso un fiel trasunto de la interna. Lo que el autor de la
Crítica de la Razón Pura llama interioridad es, por tanto, una modalidad o
atributo de la voluntad. Para que una acción sea buena requiérese que el
individuo obre no únicamente conforme al deber, sino por deber, es decir, sin
otro propósito que el cumplir la exigencia normativa. El pensador germánico
lleva a tal extremo el rigorismo de su tesis, que niega valor moral a los actos
efectuados por inclinación, aun cuando ésta sólo engendre efectos benéficos. Si
un hombre socorre a un menesteroso para disfrutar del íntimo placer que el
ejercicio de la caridad le produce, su actitud no posee valor ético alguno. La
correspondencia exterior de un proceder con la regla no determina por si
misma, la moralidad de aquél. Es simple legalidad, corteza que oculta o disfraza
determinadas intenciones. La imagen evangélica de los “sepulcros
blanqueados” alude a una distinción parecida. La actitud externa (palabras,
gestos, ademán,) es mera apariencia, envoltura que solamente tiene relieve
moral cuando encubre un propósito sano.

Nada mejor, para completar la exposición que antecede, que repetir


alguno de los ejemplos de la Fundamentación de la Metafísica de las
Costumbres. Conservar la vida, dice Kant, es incuestionablemente un deber,
pero su cumplimiento carece casi siempre de significación ética. El hombre que
conserva su existencia por amor a ella no realiza un acto virtuoso, porque el
objetivo de su conducta no es la obediencia de la norma, sino una inclinación
hondamente arraigada e el instinto, Supongamos ahora que un infeliz, víctima
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de la adversidad, ha perdido todo apego a la existencia y, aun deseando morir,


conserva la vida, sin amarla, no por temor o inclinación, sino exclusivamente
por respeto al precepto que le ordena no atentar contra la misma. El
comportamiento de este individuo tendrá un valor ético pleno.

La tesis de Kant ha sido aplicada a la cuestión que discutimos. Se ha


sostenido que, a diferencia de la moral, la cual reclama ante todo la rectitud de
los propósitos, el derecho limitase a prescribir la ejecución, puramente externa,
de ciertos actos, sin tomar en cuenta el lado subjetivo d e la actividad humana,

El anterior criterio no es absoluto, pues la moral no sólo se preocupa por


el fuero interno del sujeto, ni el derecho considera únicamente la exterioridad de
las actitudes. Aquélla demanda asimismo que obremos con rectitud y hagamos
cristalizar en actos nuestros propósitos: y éste no busca de manera exclusiva la
mera adecuación exterior, la simple legalidad, sino que atiende también a los
resortes de la conducta.
Una moral que solamente mandase pensar bien resultaría estéril. El
moralista examina de manera preferente la pureza de nuestras miras, más no
deseña las manifestaciones externas de la voluntad. Por ello exige que las
buenas intenciones trasciendan a la práctica. De lo contrario, únicamente
servirían “para empedrar el camino del infierno”.

El derecho tampoco se conforma con la pura legalidad. A menudo


penetra en el recinto de la conciencia y analiza los móviles de la conducta,
atribuyéndose consecuencias jurídicas de mayor o menor monta. Piénsese, por
ejemplo, en el papel que desempeña la intencionalidad en el derecho penal, o
en el que juega, en materia civil la buena fe. Es cierto que el jurista carece de
medios absolutamente idóneos para establecer, en cada caso, la existencia o
inexistencia de determinadas intenciones, Los datos de que puede echar nabo
para comprobar o inferir los elementos psicológicos de un comportamiento son
siempre sucesos externos, más o menos engañosos que es indispensable
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interpretar. La circunstancia de que en estas ocasiones la técnica jurídica


resulte imperfecta, no indica indiferencia del derecho ante el aspecto íntimo de
la actividad humana, sino todo lo contrario.

Pero es indudable que desde el punto de vista jurídico la exterioridad de


la conducta posee trascendencia mayor, y que desde el ángulo ético la
interioridad es lo fundamental.

Los intereses de la moral y el derecho siguen direcciones diversas, como


lo expresa muy bien Gustavo Rodbruch La primera preocupase por la vida
interior de las personas, y por sus actos exteriores sólo en tanto que descubren
la bondad o maldad de un proceder. El segundo atiende esencialmente a los
actos externos y después a los de carácter intimo, pero únicamente en cuanto
poseen trascendencia para la colectividad. Al jurista preocúpale ante todo la
dimensión objetiva de la conducta; el moralista estudia en primer término su
dimensión subjetiva. Aquél pondera el valor social de las acciones; éste analiza
la pureza de los pensamientos y la rectitud del querer. O, expresado en otros
términos: el derecho reitérese a la realización de valores colectivos, mientras la
moral persigue la de valores personales.

3.- Coercibilidad del Derecho e Incoercibilidad de la Moral.

A la incoercibilidad de la moral suele oponerse la coercibilidad del


derecho. Los deberes morales son incoercibles. Esto significa que su
cumplimiento ha de efectuarse de manera espontánea. Puede ocurrir que aluien
realice, sin su voluntad, ciertos actos ordenados o prohibidos por una norma. En
tal hipótesis, lo que haga carecerá de significación ética. Si el acto es
obligatorio no tendrá el sujeto ningún mérito; si aquél se encuentra vedado,
resultará imposible declarar responsable a éste. Lo que el individuo ocasiona,
movido por una fuerza extraña, no constituye un proceder. No es conducta, sino
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hecho, De conducta sólo cabe hablar tratándose de actos imputables al


hombre, es decir, de actitudes que exterioricen sus intenciones y propósitos.

Lo inadmisible en el terreno moral conviértese e la esfera jurídica en


posibilidad que se realiza con frecuencia. El derecho tolera y en ocasiones
incluso prescribe el empleo de la fuerza, como medio para conseguir la
observancia de sus preceptos. Cunado esto son espontáneamente acatados,
exige de determinadas autoridades que obtengan coactivamente el
cumplimiento. La posibilidad de recurrir a la violencia, con el fin de lograr la
imposición de un deber jurídico, se halla, por tanto, normativamente reconocida.
En lo que atañe a las obligaciones morales no hay posibilidad semejante.

Al decir que el derecho es coercible no prejuzgamos el debatido


problema que consisten en establecer si la sanción es o no esencial a las
normas jurídicas. Coercibilidad no significa, en nuestra terminología, existencia
de una sanción.

Si otorgásemos al vocablo tal sentido, resultaría impropio sostener que la


coercibilidad es lo que distingue a la moral del derecho, ya que los
mandamientos de la primera poseen también sus sanciones, aunque de otra
índole. Por coercibilidad entendemos la posibilidad de que la norma sea
cumplida en forma no espontánea, e incluso en contra de la voluntad del
obligado. Ahora bien esta posibilidad es independiente de la existencia de la
sanción.

Los neokantianos, que plantearon la diferencia entre coacción y


coercibilidad, dicen con mucha razón, que nunca de un ser se puede deducir o
inferir un deber ser. Radbruch por ejemplo, especialmente en su famosa teoría
sobre los usos, dice que la compulsión que producen en mi la obediencia,
puede producir la obediencia, pero no puede producir el deber de obedecer. Si
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yo por ejemplo, me siento obligado a actuar en una forma determinada porque


el poder irresistible del Estado así lo impone, yo obedezco, pero mi obediencia
es simplemente un hecho, es el efecto o la consecuencia de un factor
puramente empírico. Pero cuando yo obedezco porque creo estar en la
obligación de obedecer, entonces no es la fuerza la que produce el deber de
obedecer, es el convencimiento de que yo estoy obligado por un deber, más
allá del simple respaldo de ese deber por la fuerza. De esta manera pues, se
puede decir que un deber, entendido como concepto normativo, es decir como
categoría del deber ser, no se puede derivar de un ser. La fuerza no puede
producir un sentimiento de deber; la conciencia del deber se produce, única y
exclusivamente cuando yo le atribuyo a la norma que me obliga, un valor o un
sentido ético.

4.- Autonomía de la Moral y Heteronomía del Derecho

Otra de las doctrinas de Kant que ha sido aplicada a la cuestión que nos
ocupa, es la de la autonomía de la voluntad, Toda conducta moralmente valiosa
debe representar el cumplimiento de una máxima que el sujeto se ha dado a sí
mismo. Cuando la persona obra de acuerdo con un precepto que no deriva de
su albedrío, sino de una voluntad extraña, su proceder es heterónomo, y
carece, por consiguiente, de mérito moral.

En el ámbito de una legislación autónoma legislador y obligado


confunden. El autor de la regla es el mismo sujeto que debe cumplirla.
Autonomía quiere decir autolegislación, reconocimiento espontáneo de un
imperativo creado por la propia conciencia. Heteronomía es sujeción a un
querer ajeno, renuncia a la facultad de autodeterminación normativa. En la
esfera de una legislación heterónoma el legislador y el destinatario son
personas distintas; frente al autor de la ley hay un grupo de súbditos.
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De acuerdo con esta tesis s preceptos morales son autónomos, porque


tienen su fuente en la voluntad de quienes deben acatarlos. Las normas del
derecho son, por el contrario, heterónomas, ya que su origen no está en el
albedrío de los particulares, sino en la voluntad de un sujeto diferente.

Toda norma ética requiere, para su realización, el asentimiento del


obligado; las jurídicas poseen una pretensión de validez absoluta,
independiente de la opinión de los destinatarios. El legislador dicta sus leyes de
una manera autárquica, sin tomar en cuenta la voluntad de los súbditos. Aun
cuando esto son reconozcan la obligatoriedad de aquéllas, tal obligatoriedad
subsiste, incluso en contra de sus convicciones personales.

La doctrina que acabamos de exponer se funda en una concepción, ya


superada, del acto moral. Hartmann ha demostrado que la noción Kantiana de
autonomía es contradictoria. El autolegislador que describe el filósofo de
Koenigsberg no es el hombre real, sino una voluntad absolutamente pura,
incapaz de apartarse de lo que el deber prescribe. Las máximas oriundas de
esa voluntad valen universalmente; todo ser racional ha de someterse a ellas,
Frente a la voluntad buena, legisladora de la conducta humana, aparece el
querer empírico. Distínguese de la voluntad pura en que, a diferencia de ella,
puede obrar en contra de los imperativos morales. Sólo que, cuando éstos son
violados, no pierden su validez. La exigencia normativa constituye, frente al
infractor, una instancia independiente, a la que debe someterse. No se trata de
un principio creado por el obligado, sino de una máxima que vale
incondicionalmente para él, la obedezca o no la obedezca. Si frente al querer
empírico, que es el único real, las reglas morales no forman una legislación
subordinada a tal querer, tendremos que admitir que no son autónomas. Esto
no significa, por supuesto, que provengan de otra voluntad. Quiere decir
simplemente que valen por si mismas, aun en la hipótesis de que el individuo a
quien se dirigen no las acepte. Su obligatoriedad no podrá fundarse en una
voluntad humana, sino en exigencias ideales y, en última instancia, en valores
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objetivos, El hombre debe ser sincero, no porque se haya propuesto serlo, o


porque un legislador cualquiera se lo ordene, sino porque la sinceridad es un
valor que puede y debe realizar. Si la legislación moral fuese autónoma, habría
que reconocer al obligado no sólo la facultad de darse normas, sino también el
derecho de derogarlas o modificarlas a su antojo. Pues no es legislador genuino
quien es capaz de dictar leyes, más no de quitarles su fuerza obligatoria, ni de
substituirlas por otras.

A pesar de lo dicho, en un sentido estricto, toda norma es por definición


heterónoma, en el sentido de que toda norma, si quiere vincular, si quiere
obligar, fuera de la aritrariedad o el capricho de quien resulte vinculado por ella,
tiene que ser exterior a la voluntad obligada. En realidad el problema de la
autonomía o de la heteronomía depende de la actitud que tenga el destinatario
de la norma; si la persona obligada resulta obligada con el consentimiento de
ella y con el convencimiento de que la norma prescribe algo valioso en sí
mismo, estamos en presencia de la autonomía; pero si la norma me obliga,
independientemente de mi adhesión, simplemente porque tiene un poder
irresistible que me obliga a actuar en el sentido querido por ella, hablamos de
heteronomía.

Y si nosotros razonamos de esta manera, tenemos que llegar a la


conclusión de que esa actitud de reconocimiento a lo que la norma prescribe,
puede darse tanto en la norma moral como en la norma jurídica. Cuando la
norma predica un comportamiento valioso reconocido como la concretización de
un sentido de rectitud, yo me siento obligado por la norma, y puede decirse que
engo un deber de obedecer a la norma. Pero cuando yo considero que la norma
es el producto de un acto de fuerza, cuando yo considero que la norma no
realiza un valor de justicia, entonces yo siento la norma como coerción y frente
a ella no tengo una actitud de autonomía, sino de heteronomía. Yo quiero que
quede suficientemente claro esta idea según la cual la autonomía y la
heteronomía no son propiamente atributos de la norma, sino más bien de la
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voluntad vinculada por la norma, En última instancia, podemos decir que la


heteronomía es la cualidad de una conducta vinculada compulsivamente,
mientras que la autonomía es la cualidad de una conducta vinculada con su
propio convencimiento, con su propia voluntad, con su propio reconocimiento de
que la norma debe ser cumplida, no por la fuerza que ella implica, sino porque
realiza un valor determinado.

4.1.2. Relaciones entre el Derecho y los Usos Sociales: Teorías


Tradicionales
y Modernas.

DELGADO OCANDO, José Manuel, Nuevas Lecciones de Filosofía del


Derecho, Nºs. 23 y 24, Maracaibo, I.F.D. LUZ, 1983.

Este es un tema muy interesante, sobre el cual no obstante existe una


gran confusión teórica; se trata del problema de los llamados “convencionalismo
social”, el problema de la moda, de la etiqueta, de la cortesía, de las buenas
maneras, etc. Incluso la terminología para referirse a este conjunto heterogéneo
de reglas del comportamiento social, es sumamente compleja: algunos autores
hablan de “convencionalismos”, otros hablan de “decoro social”, otros de
“etiqueta”, otros de “usos sociales”, pero es indudable que cuando utilizamos
esta terminología tan diversa, nos estamos refiriendo a una misma cosa, es
decir a un sector de la regulación del comportamiento humano que presenta un
perfil equívoco, porque no se puede incluir claramente ni entre las normas
morales, ni entre las normas jurídicas. El problema de los usos no consiste
propiamente en determinar si los usos existen o no existen, porque son una
realidad incuestionable; el problema es el de saber cómo existen, es decir si los
usos constituyen reglas de comportamiento con carácter vinculante, como la
moral, el Derecho o la religión vinculan el comportamiento humano; o también
podríamos decir en un sentido más genérico: ¿son los usos normas, en el
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sentido en que es norma el Derecho, en el sentido en que es norma la moral?.


Ese es el verdadero problema que vamos a tratar en esta lección.

1) Teorías Tradicionales.

La literatura tradicional trata este problema de manera muy diversa. Por


ejemplo, hay algunos autores que pretenden que la diferencia entre los usos y
el Derecho se basa únicamente en el origen de ambos órdenes; en este sentido
el jurista húngaro Somló dice que, mientras los usos nacen de la sociedad, el
Derecho nace del Estado. Pero esta teoría es inconsistente, porque deja fuera
parte de un sector muy importante del Derecho, que es el Derecho
consuetudinario; el Derecho consuetudinario también proviene de la sociedad,
aunque requiere del reconocimiento del Estado, y sin embargo no podemos
considerarlo como “uso” en el sentido estricto del término.

Otros autores, como Stammler por ejemplo, dicen que el uso es


simplemente una invitación a que nos comportemos de una manera determinad,
es decir que no es una norma que vincula expresamente el comportamiento,
sino una sugerencia, una recomendación, para que actuemos de una u ota
manera. Según Stammler, la diferencia del uso respecto del Derecho, radica en
ue el Derecho es autárquico, mientras que el uso no lo es, a pesar de que
existen mecanismos de coacción dentro de la sociedad para forzar al ciudadano
a que se comporte de la manera querida por el uso.

Otros autores, como Del Vecchio, se resisten a admitir, fuera del Derecho
y de la moral, un tercer orden normativo de la conducta humana.

Dice Del Vecchio, que en el fondo lo que nosotros llamamos uso o


costumbre, no es otra cosa que el hábito de comportarnos en la forma prescrita
por el Derecho o por la moral; es decir, que hay una costumbre jurídica y una
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costumbre moral, pero eso no quiere decir que la costumbre como tal,
constituye un tipo de normatividad diferente.

García Maynez dice, que el uso social es una regla de comportamiento


de estructura unilateral y de origen usualmente consuetudinario, es decir que
nace por el hábito, por la costumbre y es unilateral en el sentido de que
prescribe solamente deberes, obligaciones, pero no indica la manera cómo
podemos lograr que la persona se comporte en la forma prescrita por el uso.

2.- Teorías de Recasens Siches y Cossio


Se puede considerar que estas teorías preparan el advenimiento de una
solución que pudiéramos llamar “moderna” de los usos.

A) Recasens Siches: Diferencias de naturaleza y finalidad de la sanción

La teoría más sistemáticamente elaborada, es la de Recasens Siches


quien, en su Tratado de Filosofía del Derecho y originariamente en Vida
humana, Sociedad y Derecho, dice que el Derecho se distingue de los usos,
fundamentalmente por la naturaleza de la sanción y por el fin que la misma
persigue. La diferencia, de acuerdo con la naturaleza de la sanción, radica en
que la sanción del Derecho es una sanción preestablecida, una sanción
organizada, mientras que la sanción del uso es una sanción proteiforme,
indefinida. No se trata de que haya un mayor grado de presión social en una o
en otra, porque muchas veces la sanción del uso puede ser una sanción mucho
más fuerte que la sanción que impone el Derecho; de lo que se trata es, de que
la sanción del Derecho es una sanción organizada, una sanción perfectamente
definida y preestablecida en las normas, como una consecuencia que se imputa
a un antecedente determinado.
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Pero además, la diferencia radica en la finalidad que la sanción persigue:


La finalidad de la sanción en el uso, es simplemente la de castigar al infractor,
mientras que el Derecho trata de obligar al infractor a que se comporte de la
manera querida por la norma; y es por eso, por lo que el Derecho establece
mecanismos compensatorios para el caso de que la persona viole o transgreda
el ordenamiento jurídico. Si alguien por ejemplo, al violar una norma, causa un
daño en la propiedad de una persona, entonces el Derecho establece el
mecanismo para resarcir los daños derivados de la violación de la norma. Si por
ejemplo, una persona está en la obligación de pagar una deuda y no la paga,
entonces el órgano competente establece el procedimiento para obligar
compulsivamente al deudor que cumplo con lo que no ha querido llevar a efecto
espontáneamente. Por eso, la finalidad de la norma jurídica es la de encontrar
mecanismos que garanticen el cumplimiento forzoso de la obligación y no
simplemente la sanción del infractor. Esa sería la diferencia esencial entre usos
y Derecho, de acuerdo con Recasens Siches.
Sin embargo, para Recasens Siches las diferencias mencionadas no
pueden hacernos olvidar la circunstancia de que usos y Derecho se parecen en
muchos aspectos. Por ejemplo, ambos son exteriores, ambos son sociales,
ambos se dan dentro de la vida humana intersubjetiva; dice por ejemplo
Recasens Siches que “cuando yo cierro la puerta de mi cuarto o de mi alcoba,
los convencionalismos quedan fuera”. Evidentemente el aspecto social del uso
es fundamental, no tiene nada que ver con la vida en soledad, con la vida
individualmente considerada.

B) Teoría Egológica: El uso como estrato primario de la normalidad


jurídica.

Otra aproximación interesante al problema de la solución científica de los


usos en el momento actual, es la Teoría Egológica del autor argentino Carlos
Cossio, quien considera que los usos constituyen el estrato primario de la
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normatividad jurídica. Recuerden ustedes que para Cossio, el Derecho es


conducta humana en su interferencia intersubjetiva de acciones posibles, es
decir que siempre que se da la interferencia de una conducta con otra conducta,
estamos en presencia del Derecho. Por supuesto, la manera cómo la
interferencia debe ser considerada, como sanción, como prestación, etc., ya
depende de las normas que delimitan el campo de lo jurídico; pero es evidente
que el solo contacto de una conducta con otra ya produce el fenómeno jurídico.
Pues bien, si el campo donde el uso se desarrolla es el campo de la
interferencia intersubjetiva de acciones posibles, es indudable que el uso
constituye el estrato primario, básico de la normatividad jurídica, o dicho de otra
manera, los usos son una parte integrante del Derecho. Pero entonces ¿cuál
sería la diferencia entre el Derecho propiamente dicho y los usos? La diferencia
para Cossio está, en que hay una cierta inconsistencia, una cierta precariedad
del medio social en el cual el uso aparece; por ejemplo, la moda es
extremadamente móvil y variable: no crea la convicción plena de que deba ser
mantenida en forma indefinida, y de esta manera se distingue del Derecho. El
fenómeno que se presenta con la cola, un uso muy característico de la vida
moderna, es también una demostración cabal de que el uso tiene un substrato,
una base de socializad precaria, que no tiene la consistencia o el perfil definido
que caracteriza el medio social jurídico. Entonces, la diferencia entre Derecho y
uso social consiste simplemente, en que el medio social en el que se
desenvuelve el uso es un medio inconsistente, precario, muy variable, muy
móvil y por lo tanto, en el cual no podemos destacar normas precisas, ni
tampoco órganos que puedan en un momento determinado, definir cuál es la
conducta a seguir contra el infractor del uso, Eso se nota con claridad en el
fenómeno de la cola donde las mismas personas que la integran, establecen
mecanismos para impedir que alguien mejore su posición indebidamente y
transgreda el derecho de los demás; pero no hay un mecanismo centralizado,
perfectamente organizado, que determine qué conducta debe seguirse frente a
alguien que pretenda, violando las normas del comportamiento social, resultar
privilegiado en el tratamiento del asunto que le concierne.
24

3) Teorías de Ortega y Gasset y Tierno Galvan: El uso como mecanismo


miótico.

Se trata de una etapa más reciente en la elaboración de la teoría actual


sobre el uso, la cual encontramos en algunas posiciones muy interesantes
como las mencionadas.

A) Teoría de Ortega y Gasset: El saludo o “maquina de la aproximación social”.

Ortega y Gasset dice que el saludo, que es si se quiere, el uso social por
antonomasia, el uso social por excelencia, es una técnica de aproximación que
tuvo su origen en una época en que las relaciones interhumanas eran
sumamente peligrosas y riesgosas. Anteriormente, era indispensable que la
persona que se aproximara a otra manifestara su intención de no causarle
daño, y para ello utilizaban una serie de gestos, de mecanismos destinados a
preparar esa aproximación. O dicho de otra manera, podríamos decir, utilizando
una terminología semiótica, que el saludo era una señal o un signo, cuyo
manejo o cuyo sentido, era el de demostrar a la persona con quien nos
encontrábamos, que éramos amigos y que no debía esperar de nosotros
ninguna agresión; eso es lo que constituye originariamente la razón de ser de
esa “maquina de la aproximación social”, como lo llama Ortega, que es el
1
saludo . Pero dice Ortega: lo interesante es, que a medida que el tiempo
transcurre, a medida que ya el uso no cumple su objetivo, o mejor dicho, que lo
cumple muy bien (porque ya la gente se ha acostumbrado a entrar en
vinculación con los demás sin esperar que lo agreden), entonces el uso pierde
su sentido originario y lo que subsiste de él es simplemente algo periférico,
algo puramente convencional; lo que subsiste es una cáscara cuyo contenido

1
Evidentemente cuando el saludo es obligatorio, como en el caso de los militares, el uso aparece como el
contenido de una norma jurídica; pero en este caso, lo que vincula no es el saludo como tal, sino la norma
jurídica que prescribe el comportamiento del saludo. Por ello, no hay que confundir los dos niveles: el
nivel del contenido del uso como técnica, y el nivel normativo del Derecho.
25

ha sido completamente vaciado, como consecuencia de la evolución de las


relaciones humanas, Ortega, con su estilo sumamente interesante (es sin duda
alguna, uno de los grandes escritores de nuestra lengua), nos dice: hay algo
melancólico en el uso, porque ha perdido su sentido y por inercia se sigue
utilizando sin que tenga ninguna razón de ser, sin que tenga ningún objetivo
preciso. Ya yo no necesito la “máquina de la aproximación” en la que el saludo
consiste, para aproximarse a los demás, y sin embargo continuamos utilizando
esa máquina, un poco por inercia, mecánicamente, sin que tenga un sentido
auténtico de vinculación del comportamiento humano.

B) Teoría de Tierno Galván: Signo y Mensaje.

Este autor español sigue más o menos la misma concepción que Ortega:
el dice que el uso social no es más que un mecanismo semiótico; ese
mecanismo semiótico es una señal, un signo que tiene un mensaje y que se
interpreta conforme a un código, si hay un código de la etiqueta, es decir, un
código de las relaciones sociales, hay un Código que me permite a mi identificar
el sentido del gesto con el cual una persona se aproxima a otra persona. Ese
código puede ser a veces un código esotérico, es decir un código no conocido
por todo el mundo, un código secreto, como es el caso cuando el saludo se
convierte en forma de identificación de personas que pertenecen a sociedades
secretas o a grupos muy limitados dentro de la organización social.

Pero en todo caso, como dice Tierno Galván, el uso surge de una
interpretación homogénea e irreflexiva de determinados mensajes y el sentido
del mensaje es únicamente posible captarlo a través de un código con el cual
se descifra el sentido de las señales o gestos con los que nos aproximamos a
los demás.

Ahora bien, cuando Ortega habla del uso que ha perdido su sentido
originario, o cuando Tierno Galván habla de “interpretación homogénea e
26

irreflexiva” del mensaje, lo que quieren decir es que el uso funciona como un
mecanismo de estímulo respuesta, es decir, como un mecanismo causal que no
tiene ninguna significación de orden cultural, de orden ético. Yo respondo al
saludo mecánicamente, como respondo con la contracción de la pupila al
estímulo luminoso, es decir hay una relación causal-explicativa entre el signo y
la interpretación del signo; no hay nada reflexivo, no hay nada meditado o
pensado como ocurre en el campo de la moral o del Derecho. Este ejemplo de
la contracción de la pupila, lo utiliza Ortega, pero a mi manera de ver, no es el
más adecuado, porque más bien ha debido poner como ejemplo un mecanismo
causal-explicativo de orden psicológico, que también es causal-explicativo, pero
que no tiene una dimensión propiamente mecánica como ocurre con la ley de la
gravitación, sino que se trata de la relación causal-explicativa que se da con las
motivaciones, los móviles o los motivos en el campo de la psicología científica.
Pero lo que se quiere decir con esto, lo mismo que Tierno Galván quien
coincide con Ortega (aunque su desarrollo es más elaborado más fino, mejor
perfilado científicamente), es que cuando, yo responde al saludo, mi respuesta
es una respuesta puramente mecánica, puramente causal; no hay nada
reflexivo en mi comportamiento, de manera que cuando el mensaje surge en la
persona que se me aproxima, el mensaje causa en mí una respuesta, y esa
respuesta no tiene una significación cultural, sino que es simplemente una
respuesta causal.
4) Teoría de Llambías de Azevedo: el uso concebido como valor de mediación.

Llambías de Azevedo dice que los valores que llamamos sociales son
valores de mediación. ¿Qué se entiende por valor de mediación? Un valor de
mediación es un valor que permite alcanzar un valor de mayor rango; por
ejemplo: la cortesía, las buenas maneras, el tacto en la conducción de las
relaciones sociales, son simplemente un medio de que yo valgo para alcanzar
un objetivo superior. En este caso por ejemplo, la finalidad puede ser la
realización de valores morales como el respeto a la dignidad de la persona
humana o la creación de una situación favorable para que mi presencia y mi
27

comportamiento sean admitidos y tolerados por la colectividad. Por ello,


Llambías de Azevedo dice: los valores que los usos propugnan son valores
éticos, pero no son ellos en sí ni valores morales, ni valores jurídicos, pero no
son ellos en sí ni valores morales, ni valores jurídicos; en la medida en que son
medios para realizar valores jurídicos o valores morales, son valores de
mediación.

Pero aquí surge un planteamiento interesante: algunas veces, el valor


social no es visto como un medio para alcanzar un valor más alto, sino que es
concebido autónomamente, independientemente, como si tuviera un valor en sí
mismo, no referido al valor jurídico o moral hacia el cual está proyectado.
Cuando nosotros convertimos un valor de mediación que es dependiente, en
un valor en sí mismo, es decir en un valor independiente, sin referencia a los
objetivos hacia los cuales ha sido proyectado, es cuando decimos que nace el
uso. Por ejemplo, practicar la cortesía por la cortesía misma, que muchas veces
resulta periférica, convencional, hipócrita, es otorgarle al uso social una
dimensión autónoma que no debe tener, porque para que tenga una referencia
axiológica, tiene que ser un medio para realizar valores jurídicos o morales.

Ya aquí encontramos una primera aproximación a la tesis que nosotros


propugnamos, que es la de que el uso es una regla técnica.

5) El uso social concebido como una técnica clasista.

A) Teoría de Radbruch

La teoría que pudiéramos considerar como la primera etapa histórica en


un tratamiento realmente científico del problema de los usos, es la teoría de
Radbruch. La médula de la teoría de Radbruch es la siguiente: todos los
sistemas de normas persiguen un valor; “bondad”, la religión persigue el valor
“sanidad”; pero si nosotros preguntamos: ¿Qué valor sirve de fundamento a los
28

usos?, no lo encontramos. Por el contrario, el uso parece ser una técnica


destinada a disgregar, a discriminar, a crear un nivel clasista en la sociedad.
Los usos sociales, los convencionalismos, lo que hacen es crear grupos que
aspiran al control del poder social dentro de la colectividad políticamente
organizada. Por ello, Radbruch dice que el uso no puede ser norma, porque no
posee una referencia axiológica precisa y porque además, en el campo de los
usos, se exige más el dominio y el conocimiento del uso que su cumplimiento.
Es lo que expresa Radbruch en su libro: Filosofía del Derecho, cuando dice:
“nos sentimos bien cuando el hombre de mundo, por conocer y combinar el uso,
está en condición de omitirlo graciosamente”, es decir, cuando una persona que
domina la técnica social, omite cumplirla, entonces nos sentimos bien y
aplaudimos a quien es capaz, por conocer el uso, de violarlo. Evidentemente,
una norma que aspira a la vinculación del comportamiento humano de una
manera coercitiva, no puede de ninguna manera, ver con buenos ojos que la
persona viole lo que dice. Por consiguiente, al no tener los usos una referencia
axiológica propia, al convertirse en una técnica clasista y de disgregación social,
no los podemos considerar de ninguna manera, como una norma obligatoria en
el sentido en que lo es, por ejemplo, la moral o el Derecho.

B) Teoría de J.M. Delgado Ocando: el uso como relación social


anancastica

Mi teoría es que el uso es una regla técnica o mejor dicho, una relación
anancástica1, ya que la regla técnica se distingue del enunciado normativo
porque este describe una norma que propone objetivos obligatorios, mientras

1
Como ya se estudió en el Objetivo número 1, Von Wright, fundador de la lógica deóntica, “llama
enunciado anancástico a aquel que indica que algo es (o no es) una condición necesaria para otro algo”,
como por ejemplo en la afirmación: “Si quieres hacer la cabaña habitable tienes que calentarla” (J.M.
Delgado Ocando, Normas, Lenguaje y Verdad, CEFD-LUZ, Maracaibo, 1973). Se refiere la terminología
“relación anacástica” a la de regla técnica pues la relación entre ambas es equivalente a la existente entre
el fenómeno natural y la ley que lo describe, o entre la norma y el enunciado jurídico: el uso como
fenómeno social concebido como condición para alcanzar ciertos fines (relación anancástica), lo escribe la
regla técnica.
29

que la regla técnica describe una relación de medios a fines, la cual es neutra a
los objetivos que se propone.

Pero cuando decimos que el uso descrito por la regla técnica es neutro,
no quereos decir que sea neutro a todos los valores, sino a los valores de la
valoración práctica, vale decir, al campo jurídico y al campo moral. Los valores
que están implicados en la regla técnica son valores pragmáticos, valores de
utilidad, valores de conveniencia, y es por eso por lo que una de las
terminologías más extendidas con respecto a los usos, es precisamente la de
“convencionalismo sociales”; de modo pues, que los valores que informan la
regla técnica son valores de utilidad, fundamentalmente valores pragmáticos.
Ahora bien, ¿en qué forma operan esos valores pragmáticos en el caso de los
usos sociales? Esos valores determinan la utilización de los usos sociales como
un medio para acrecentar nuestro poder social, nuestro nivel social; constituyen
de alguna manera, una parte del mecanismo que utiliza la clase dominante
para mantener su dominio sobre las clases inferiores. Aquí está en mi concepto
la esencia de los usos: son una técnica destinada a mantener el predominio de
una clase sobre otra; y en esto coincidimos plenamente con la solución de
Radbruch que le atribuye al uso un carácter eminentemente clasista,
eminentemente alienador, eminentemente social, en el sentido convencional del
término.

Ahora bien, como técnica el uso no solo cumple una función clasista, sino
que persigue una doble finalidad: es un mecanismo para garantizar el prestigio
y el nivel social, pero por otra parte, nos permite también llevar una vida más
fácil, una vida más agradable, más atractiva con respecto a los demás. En
ninguno de esos aspectos están implicados valores mortales o valores jurídicos:
cuando yo utilizo la cortesía, las buenas maneras o el tacto para aproximarme a
los demás, cuando yo decido tratar bien a los demás y utilizar una conducta
ajustada a las reglas de ls buenas maneras, estoy simplemente persiguiendo
una finalidad pragmática; esa finalidad es la vida con los demás, sin
30

esperanzas, sin enfrentamiento, sin posiciones que vayan a concitar el


desprecio o una actitud malevolente hacia mí. Ahora bien, recordando las ideas
de Llambías de Azevedo, nos preguntamos: quiere esto decir que el uso se
mueve exclusivamente en la órbita de lo pragmático, en la órbita de lo
convencional? Evidentemente no: cuando yo utilizo las buenas maneras, la
cortesía o el tacto, para rendir tributo a la dignidad de la persona humana, en
este caso yo estoy utilizando el uso, como dice Llambías de Azevedo, como un
valor de mediación, lo estoy utilizando como un instrumento para alcanzar o
realizar determinados valores. Cunado yo por ejemplo, saludo a una persona
anciana o cuando saludo al más humilde de los obreros de la Universidad, en la
forma respetuosa que es cónsona con la dignidad intrínseca de su persona,
independientemente de la función que cumple, yo estoy utilizando el uso como
instrumento para realizar un valor ético. Pero cuando yo saludo a mi enemigo
hipócritamente, detestándolo e incluso considerándolo indigno de que se le
salude, yo estoy utilizando el uso social simplemente en términos pragmáticos,
en términos puramente externos.

Tenemos que recordar que la exterioridad del Derecho es una


exterioridad predominante, pero no exclusiva: desde el punto de vista que
acabamos de exponer el uso social es exclusivamente externo, porque lo que le
interesa al uso, es que la conducta se ajuste con lo establecido en la regla
técnica, independientemente de cuál sea la motivación de la persona que
ajusta su comportamiento a lo descrito por la regla; si por ejemplo, yo saludo a
una persona despreciable, yo cumplo con el formalismo social de saludarle,
independientemente de que eso sea insincero o hipócrita. Yo creo pues que el
uso social está normalmente desvinculado de toda referencia axiológica, y que
cuando nosotros lo vemos vinculado a una referencia axiológica, cuando lo
utilizamos como un medio para alcanzar objetivos valorativos, estimativos,
entonces y a no es estrictamente un uso social, sino que es un ingrediente de
mi propio comportamiento moral o de mi propio comportamiento jurídico; ya no
es el uso considerado en su desnudez pragmática, simplemente como una
31

actitud de conveniencias o de utilidad en el trato puramente exterior con los


demás.

4.2.- CARACTERISTICAS DEL DERECHO POSITIVO


DELGADO OCANDO, José Manuel: Lecciones de Introducción al
Derecho Maracaibo, LUZ, 1974

4.2.1. GENERALIDAD

La generalidad apunta al hecho de que la norma jurídica posee


una abstracción que la eleva por encima de los casos singulares que la vida
presenta, La norma tiene por objeto, precisamente, regular esos variadísimos
supuestos, pero, por lo mismo, para que pueda servir a todos, debe prescindir
de detalles y caracteres singulares. La norma reguladora del matrimonio, por
ejemplo, no se refiere a aquel que se celebre entre A y B, sino a todos los que,
de modo ilimitado, se contraigan bajo su vigencia… El Derecho, en suma
determina uno esquemas de conducta a los que deben ajustar los individuos su
comportamiento, fija unos tipos de relaciones al margen e independientemente
de los casos concretos que las realicen en la vida práctica… La generalidad del
Derecho de concreta, en suma en una “despersonalización” de la norma, que se
desentiende de las individualidades que los casos concreto subsumidos en ella
puedan presentar; no le interesan conductas personales, sino conductas típicas.
No obstante, las llamadas leyes formales, los privilegios y las normas
individualizadas, muestras que la generalidad no es una característica esencial
del Derecho, por lo menos en el sentido en que lo interpreta la teoría tradicional,
sino sólo una característica de la norma general.
4.2.2.- IMPERACTIVIDAD

El Derecho no propone, ni ruega o aconseja, sino que manda… lo que se


ha de hacer y lo que no se ha de hacer… La hiperactividad del Derecho queda
patente en las normas preceptivas y en las prohibitivas, es decir, en aquellas en
32

que el mandato de hacer o de no hacer se contiene y expresa de modo tajante


e indubitado. Pero junto a esas normas llamadas primarias porque tienen
subsistencia por sí mismas, existen las secundarias o normas… que se
justifican y tienen sentido por su referencia a otras normas anteriores…
Respecto de estas normas secundarias, como las derogatorias, las
declarativas y las permisivas, se plantea el problema de hasta qué punto
poseen inoperatividad… Las normas derogatorias prescriben la no aplicación de
las normas derogadas; las declarativas determinan el sentido en que los
términos en ellas comprendidas deberán interpretarse, cualquiera sea el
contexto normativo ene l que aparezcan (normas definitorias); y las permisivas
suelen considerarse como excepciones a un principio general. Así, el art. 1709
del Código Civil prescribe que el mandatario puede renunciar al mandato
notificándolo al mandante, lo cual es una excepción al principio general de que
los contratos tienen fuerza de ley entre las parte sy no pueden revocarse sino
por mutuo consentimiento (art,1159 ejusdem).

Por lo demás la imperactividad del Derecho no es de orden sicológico o


personal. Por eso es por lo que Olivecrona ha llamado al Derecho; “imperativo
independiente”. “Una orden, dice Olivecrona, en sentido propio, implica una
relación personal. La orden es dada por una persona a otra, mediante palabras
o gestos destinados a influir en la voluntad, Ahora bien, la misma clase palabras
puede usarse en muchos aspecto sen que no existe relación personal alguna,
entre la persona que ordena y quien recibe la orden. A pesar de ello, las
palabras pueden producir efectos similares cuando no idénticos. Ellas operan
independientemente de persona alguna que ordene. Podemos hablar en este
caso de “imperativos independientes” a fin de llegar a un a expresión
adecuada”.

4.2.3.- BILATERALIDAD
33

El Derecho rige nuestra actividad dirigida a otros; el individuo como tal y


abstracción hecha de sus semejantes es un puro ser moral, desvinculado por
completo del Derecho; sólo cuando se reconoce y actúa como “soius”, como
elemento salido de su aislamiento y puesto en relación con otro, es cuando
empieza a ser súbdito de la normatividad jurídica. La socializad o alteridad del
Derecho explica su carácter impeativo-atributivo, es decir, la prescripción
simultánea de facultades y obligaciones, puesto que la norma jurídica se da
previendo la existencia de dos sujetos al menos, entre los cuales media una
relación a cuya regulación se encamina la norma.

4.2.4.- COERCIBILIDAD

La coercibilidad es una característica esencial del Derecho en la medida


en que la fuerza organizada del Estado garantiza el cumplimiento ejecutivo de
sus preceptos. El Derecho consiste principalmente en normas concernientes a
la fuerza, normas que contienen cánones de conducta para el ejercicio de la
fuerza. En suma, el Derecho es el conjunto de normas que dicen cuándo, cómo,
contra quienes y en qué medida debe ejercerse el poder coactivo. Aunque la
fuerza es el contenido del orden jurídico, una norma aislada puede no ser
coactiva.

Esto significa que la fuerza distingue el orden jurídico del no jurídico, pero
no distingue la norma jurídica. Finalmente, si se acepta que el Derecho es un
orden esencialmente coercible, el nexo entre la eficacia y la fuerza es
necesario. Ello explica que entre el orden como un todo y la norma aislada, la
relación entre validez y eficacia no sea la misma. En general, el orden como un
todo es eficaz o no, si bien los grados de esta eficacia son variables.

En la norma aislada la ineficacia respecto de un caso aislado no afecta


su validez, lo que significa que una norma aislada puede ser eficaz,
parcialmente eficaz o ineficaz. Ello es así, porque la eficacia del orden como un
34

todo es compatible con la ineficacia total o parcial de las normas aisladas que lo
componen.

4.2.5. DERECHO POSIITVO, DERECHO Y VIGENTE Y DERECHO VÁLIDO

El Derecho positivo es el Derecho establecido o positus en una


comunidad política independiente, por la voluntad expresa o tácita de su
soberano o gobierno supremo (Austin). La positividad del Derecho es, pues la
vinculación retrospectiva de la norma al órgano que la establece. Según esto,
positividad y estatalizad están íntimamente vinculadas. Sin embargo, estatalizad
sólo quiere decir que la obligatoriedad del Derecho está garantizada por su
referencia directa o indirecta a la voluntad del Estado (imperatividad), sin que
ello implique aceptar que el Derecho sea, en todo caso, el resultado de un acto
expreso del órgano competente.

El Derecho es válido cuando ha sido establecido de conformidad con el


procedimiento de creación normativa establecido en el propio ordenamiento
jurídico. Ello está vinculado, por partida doble, a la legalidad (competencia y
modos de expresión formales del Derecho positivo) y a la legitimidad (ejercicio
material de la competencia en orden a la satisfacción de las exigencias
sociales).

El Derecho es vigente o eficaz cuando se aplica (mediante actos de


cumplimiento o de ejecución) a la conducta concreta de sus destinatarios.
Mientras la positividad es la vinculación retrospectiva de la norma al órgano que
la instituye, la vigencia es la vinculación prospectiva de la norma a la conducta
de los destinatarios de la norma.

De vigencia o eficacia no se puede hablar, entonces, sino cuando la


proyección de la norma alcanza a la conducta concreta. Por eso, las normas
generales son vigentes, es decir, eficaces, cuando se aplican a través de las
35

normas individualizadas. Si esto es así, la vigencia de las normas generales es


sólo mediata, siendo únicamente vigentes las normas individualizadas (contrato,
testamento, sentencia, etc.) que consideran conducta actual. Como se ha dicho,
las normas individualizadas se prolongan basta los actos de realización del
Derecho (actos de cumplimiento o de ejecución) provenientes de quienes
participan en su creación. Por último, es bueno aclarar que quienes participan
en su creación. Por último, es bueno aclarar que la expresión Derecho vigente
se la suele emplear por oposición a Derecho derogado o Derecho histórico. En
tal sentido se dice, por ejemplo, que el Código Civil de 1942 es el Código Civil
vigente. 6

4.3.- DIVISIONES DEL DERECHO


4.3.1. DERECHO PUBLICO Y DERECHO PRIVADO

1.- Eduardo GARCÍA MAYNEZ, Introducción al Estudio del Derecho,


México, Edit. Porrua, 1980.

2.- Ricardo de Angel YAGUE, Introducción al Estudio del Derecho, Bilbao


(España), Ed. Vizcaina, 1979.

Uno de los temas más discutidos por los juristas es el de la distinción


entre Derecho privado y Derecho Público. Mientras ciertos autores, como
Radbruch, estiman que dichos conceptos son categorías apriorísticas de la
Ciencia del Derecho, otros afirman que se trata de una dicotomía de índole
política, y no pocos niegan enfáticamente la existencia de un criterio válido de
diferenciación. Dugit, por ejemplo, cree que tal criterio posee únicamente interés
práctico; Gurvitch niega la posibilidad de establecerlo de acuerdo con notas de
naturaleza material, y Kelsen declara que todo Derecho constituye una
formulación de la voluntad del Estado y es por ende Derecho Público.
36

En el presente capítulo expondremos las teorías más importantes que


acerca del asunto han sido formuladas, para indicar después cuál es la
significación y el valor que en nuestro concepto corresponden a aquella
distinción.

1) Teoría Romana.
La división de las normas jurídicas en las dos grandes ramas del
Derecho privado y el Derecho Público es obra de los juristas romanos. La
doctrina clásica búllase sintetizada en la conocida sentencia del
jurisconsulto Ulpiano: “Publicum jus est quod ad statum rei romanae
spectat; privatum quod ad singulorum utilitatam”. Derecho público es el
que atañe a la conservación de la cosa romana; privado, el que
concierne a la utilidad de los particulares. A esta concepción se la conoce
con el nombre de teoría del interés en juego. La naturaleza, privada o
pública, de un precepto o conjunto de preceptos, depende de la índole
del interés que garanticen o protejan. Las normas del público
corresponden al interés colectivo; las del privado refiérense a intereses
particulares. “Dicese ‘público’ lo que beneficia a la comunidad. ‘Derecho
público’ es, pues, el que regula relaciones provechosas para el común.
Las facultades de Derecho público (por ejemplo: las gubernativas del
empleado, el derecho de voto del ciudadano) concederse para ser
ejercitadas en orden al bien general. El Derecho público rige los poderes
que se hallan directamente al servicio de todos; es decir, de pueblo. En
cambio, los derechos privados (por ejemplo: el de propiedad) los tiene el
interesado para sí antes que para nadie; hálanse al servicio de su poder,
de su voluntad” (R. Sohm).

Qué valor debe atribuirse a este criterio?


37

Encontramos de la teoría del interés han sido esgrimidas numerosas


objeciones. He aquí las principales:

1) La nota del interés en juego es criterio sumamente vago que, por otra
parte, los autores de la doctrina no se tomaron el trabajo de definir.
2) La teoría clásica desconoce, o parece ignorar, el hecho de que los
intereses privados y públicos no se hallan desvinculados sino, por el
contrario, fundidos de tal manera, que es difícil, cuando no imposible,
señalar en cada caso dónde termina el particular y dónde empieza el
colectivo.
3) Si se acepta el criterio preconizado por los romanos, la determinación
de la índole, privada o pública, de una institución o una norma de
Derecho, queda por completo al arbitrio del legislador, ya que éste
será quien establezca en cada caso, según sus personales
convicciones, qué intereses son de orden público y cuáles de
naturaleza privada. Y, en tal hipótesis, la distinción, puramente formal,
resultará sujeta a consideraciones de oportunidad, fundamentalmente
políticas, que le quitarán todo valor científico.

Pensamos que el error más grave de la teoría estriba en proponer como


criterio de una clasificación que pretende valor objetivo, una noción
esencialmente subjetiva. Quien dice interés, en el sentido propio del término,
alude a la apreciación que una persona hace de determinados fines. Tener
interés en algo significa atribuir valor o importancia a su realización
(independientemente de que resulte o no intrínsecamente valiosa). De aquí que
todo interés sea, por esencia, subjetivo. Tal interpretación del termino sirve de
base a la tercera de las objeciones enumeradas. Si el interés es algo subjetivo,
la de terminación de la índole de los fines que el derecho ha de realizar queda
necesariamente sujeta al arbitrio del legislador.
38

“La imposibilidad de establecer un criterio material de distinción entre el


Derecho público y el Derecho privado, imposibilidad reconocida en nuestros
días por un número siempre creciente de juristas (dice Gurvitch), puede
verificarse por el hecho de que hay más de un centenar de definiciones
diferentes de esas dos especies de Derecho, de las cuales ninguna ha podido
adquirir una aceptación más o menos general. Consúltese sobre este punto la
obra tan característica de J. Holliger, El criterio de la oposición entre Derecho
público y Derecho privado, que expone 104 teorías acerca del indicado tema,
para concluir que ninguna de ellas es satisfactoria”.

Querer dividir las normas del Derecho en función de los intereses que
aspiran a realizar, equivale (dice Kelsen) a hacer una clasificación de los
cuadros de un museo de acuerdo con su precio. No es posible hablar de
normas exclusivamente destinadas al logro del interés individual, porque todo
precepto tiene como meta la realización de intereses de ambos géneros.
“Desde el momento en que una norma de Derecho protege un interés individual,
esa protección constituye un interés colectivo. Cuando el orden jurídico contiene
normas reguladoras del préstamo (normas jurídicas ‘privadas’, indudablemente)
ponedse de manifiesto que existe un interés colectivo en la existencia de tales
normas. Y, de modo análogo, en cada norma positiva de Derecho administrativo
o penal (Derecho ‘público’ uno y otro, a no dudarlo) puede determinarse el
hombre al cual se reconoce un interés en tal norma, la cual se convierte en
protectora de ese interés. Esto último no aparece tan claro en derecho político y
procesal, porque estos no contienen normas jurídicas autónomas y perfectas.
Según la teoría del interés, la antítesis de Derecho público y privado coincide,
en cierto sentido y considerada en algunos de sus aspectos, con la antítesis de
Derecho objetivo y subjetivo señalada en la misma teoría. El interés protegido,
es decir, el derecho subjetivo, es siempre el interés individual; la protección del
interés, es decir, el Derecho objetivo, es siempre el interés colectivo”.
39

2.-) Teoría de la naturaleza de la relación.

La doctrina más generalmente aceptada consiste en sostener que el


criterio diferencia entre los derechos privados y públicos no deben buscarse en
la índole de los intereses protegidos, sino en la naturaleza de las relaciones que
las normas de aquéllos establecen. Una relación es de coordinación cuando los
sujetos que en ella figuran encuéntrense colocados en un plano de igualdad,
como ocurre, verbigracia, si dos particulares celebran un contrato de mutuo o
de compraventa. Los preceptos del Derecho dan origen a relaciones de
subordinación, cuando, por el contrario, las personas a quienes se aplican no
están consideradas como jurídicamente iguales, es decir, cuando en la relación
intervienen el Estado, en su carácter de entidad soberana, y un particular. Las
relaciones de coordinación o igualdad no sólo pueden existir entre particulares,
sino entre dos órganos del Estado, entre un particular y el Estado, cuando el
último no interviene en su carácter de poder soberano. La relación es la de
Derecho privado, si los sujetos de la misma encuéntranse colocados por la
norma en un plano de igualdad y ninguno de ellos interviene como entidad
soberana. Es de Derecho Público, si se establece entre un particular y el Estado
(cuando hay subordinación del primero al segundo) o si los sujetos de la misma
son dos órganos del poder público o dos Estados soberanos.

La distinción establecida por la tesis que acabamos de exponer, puede


resumirse de la manera siguiente:

Relaciones Jurídicas de Relaciones Jurídicas de


Coordinación Subordinación

E………………..P E…………………P

D. Privaro: P........................P D. Público


40

P………………..P P…………………E
D. Público: E………………E.

El Estado puede entrar, por consiguiente, tanto en relaciones de


coordinación como de supraordinación con los particulares. El problema
redúcese, pues, a determinar cuál es el carácter con que figura en la relación
jurídica. Pero, ¿existe un criterio firme para establecerlo? ¿Cuándo debe el
Estado ser considerado como entidad soberana, y cuándo se halla en un plano
de igualdad con los particulares?

3.-) Tesis de Roguin.

Este autor ha tratado de resolver la cuestión que acabamos de plantear,


diciendo que la calidad con que el Estado interviene en la relación jurídica
puede determinarse examinando si la actividad del órgano de que se trate se
encuentra sujeta a una legislación especial o a las leyes comunes. Si existe una
legislación especial, establecida con el propósito de regular la relación, ésta es
de Derecho público; si, por el contrario, el órgano estatal se somete a la
legislación ordinaria (por ejemplo, cuando el Estado compra a un particular
determinadas mercancías, de acuerdo con las normas del Derecho común), la
relación es de índole privada.

4.-) Conclusión: (Teoría del Derecho Social).

Creemos que ninguna de las teorías elaboradas para distinguir el


Derecho privado y el público, y de las cuales únicamente hemos expuesto las
más conocidas, resuelve satisfactoriamente el punto. En última instancia, todas
ellas hacen depender de la voluntad estatal la determinación del carácter de
cada norma o conjunto de normas. 7
41

Por otra parte, el criterio de distinción no puede aplicarse en todo caso de


una forma rigurosa y tajante, ya que se basa en una diferencia de matices que
en algunas ocasiones no permite optar claramente por uno de los dos términos.
El fenómeno se presenta con especial importancia en algunos sectores del
Derecho en que la tutela de los intereses colectivos y la de los individuos
aparecen entremezcladas o recíprocamente condicionadas. De ahí que en
nuestros días se defienda la existencia de un tercer género, a caballo entre el
Derecho público y el privado, pero distinto de uno y de otro, Es el caso del
llamado Derecho Social, en el que se integrarían materias como la relación de
trabajo en la empresa, la seguridad social, la asistencia social (protección de
menores) etc. Hay quien entiende que el Derecho de Familia (reglas que
organizan la institución familiar) constituye también un sector que no es ni
público ni privado. También es confuso, por fronterizo, el fenómeno tan
conocido en nuestros tiempos de los servicios públicos gestionados bajo
formas jurídicas típicas de Derecho privado (sociedades anónimas, por
ejemplo).

Tampoco es posible desconocer el proceso de la “compenetración” entre


ambas ramas del Derecho, consecuencia de la influencia que los principios
informadores de cada una de ellas están ejerciendo en los de la otra. Es muy
conocido, por ejemplo, el fenómeno de la “publicación” o administrativización
del Derecho privado, signo inequívoco de la creciente invasión del criterio de
protección de los intereses colectivos en el ámbito de las relaciones entre los
particulares (sobre todo las de carácter económico), y que se materializa en
fórmulas como la planificación económica, la intervención de mercados, la
necesidad de licencias u otros requisitos administrativos, el control de divisas,
la protección de los más débiles económicamente, el control estatal de sectores
especialmente problemáticos, como puede ser el de la utilización de viviendas,
la protección de la firmeza de la moneda nacional, etc., etc. 8
42

4.3.2. DERECHO SUSTANTIVO Y DERECHO ADJETIVO


Hans KELSEN, Teoría Pura del Derecho, trad. por Roberto Vernengo,
México, UNAM, 1979.

Derecho sustantivo y Derecho Formal

Las normas generales producidas por vía de legislación (como leyes u


ordenanzas), o por vía de la costumbre, tienen que ser aplicadas por los
órganos competentes para ello, los tribunales y los organismos administrativos.
Estos órganos aplicadores de Derecho tienen que estar determinados por el
orden jurídico, es decir, tiene que determinarse bajo qué condiciones un
determinado hombre actúa como tribunal o como funcionario administrativo;
pero también tiene que determinarse el procedimiento con el cual ejercerá su
función: la aplicación de normas generales. La norma general que enlaza a un
hecho determinado en abstracto, una consecuencia también abstractamente
determinada, requiere, para poder ser aplicada, individualizarse. Tiene que
establecerse si, en concreto, se ha producido el hecho que la norma general
determina en abstracto, y en ese caso concreto, tiene que imponerse un acto
coactivo concreto; es decir, tiene previamente que ordenarse, y luego llevarse a
cabo el acto coactivo que también se encuentra determinado en abstracto en la
norma general. De ahí que la aplicación de una norma general a un caso
concreto consista en la producción de una norma individual, en la
individualización (o concretización) de la norma general. Y de ahí que la función
de la norma general aplicable pueda consistir también en el determinar el
contenido de la norma individual que será producida por el acto judicial o
administrativo, por la sentencia judicial o la resolución administrativa. Las
normas generales aplicables por los órganos judiciales y administrativos tienen,
por ende, una función doble: 1) determinar esos órganos y los procedimientos
que deben observar, y determinar esos órganos y los procedimientos que
deben observar, y 2) determinar el contenido de las normas individuales
producidas en esos procedimientos judiciales o administrativos.
43

Estas dos funciones corresponden a ambas categorías de normas


jurídicas entre las cuales es usual distinguir: las normas del Derecho de forma y
las normas del Derecho de fondo (o sustantivo o material). Como Derecho de
forma (o adjetivo) se denomina a las normas generales que regulan la
organización y la actuación de los organismos judiciales y administrativos, como
los llamados códigos de procedimientos civiles y penales, así como el Derecho
procesal administrativo, Por Derecho de fondo, material o sustantivo, se
entienden las normas generales que determinan el contenido de los actos
judiciales y administrativos, llamadas directamente Derecho Civil, Derecho
Penal y Derecho Administrativo. También se suele pensar, por lo común,
cuando se habla de las normas aplicables por esos órganos sólo en el Derecho
Civil, Penal o Administrativo, de fondo (material), aun cuando el Derecho civil,
penal o administrativo de fono (material) no pueda ser aplicado sin que se
aplique simultáneamente un Derecho formal, es decir, el Derecho que regula el
procedimiento para efectuar el acto judicial o administrativo en el que se aplica
el Derecho Civil, penal o administrativo en el que se aplica el Derecho Civil,
penal o administrativo de fondo (material). El Derecho de fondo y de forma,
están irrescindiblemente entrelazados. Sólo en su enlace orgánico configuran el
Derecho regulador de su propia producción y aplicación. todo enunciado
jurídico que describa en forma completa a este Derecho tiene que contener
tanto el elemento formal como el material. Un enunciado de Derecho penal,
muy simplificado, tendría que ser formulado de la siguiente manera: si un
individuo incurre en delito determinado por una norma jurídica general,
entonces un órgano (un tribunal) determinado por una norma jurídica general
deberá ordenar, en un procedimiento determinado en una norma jurídica
general, un sanción determinada en la primera norma jurídica general
mencionada. Más tarde veremos que se requiere una formulación aún más
complicada, a saber: si un órgano cuya designación está determinada en una
norma general, establece en un procedimiento determinado por una norma
jurídica general, que se ha producido un hecho al cual una norma jurídica
general enlaza determinada sanción, entonces ese órgano debe ordenar, en un
44

procedimiento determinado por una norma general, la sanción determinada por


la norma jurídica general previamente mencionada. Esta formulación del
enunciado jurídico penal muestra (y allí reposa una función esencial del
enunciado jurídico descriptivo del Derecho) la conexión sistemática existente
entre el llamado Derecho de forma y el llamado Derecho de fondo; entre la
determinación del delito y la sanción, por un lado, y la determinación del órgano
de aplicación y sus procedimientos, por el otro. 9

4.4. CLASIFICACIÓN DE LAS NORMAS JURÍDICAS –DIVERSOS


CRITERIOS.

Manuel Simón Egaña, Notas de Introducción al Derecho, Caracas, UCV,


1980.
Como quiera que el objeto al cual se dirigen los mandatos del Derecho,
la conducta, es de la más variada naturaleza y su forma de expresión cambia
de unas oportunidades a otras, las normas, a su vez, presentan diferencias
entre ellas. Tal circunstancia ha dado origen a diversos criterios de clasificación
de las normas jurídicas, por lo que nos ocuparemos de reseñar los principales
que destaca la Doctrina.

Como punto previo debemos recordar que las normas, en general, son
también de diversas clases, siendo las jurídicas una especie de ellas. De
acuerdo con el punto de vista dentro del cual nos situemos, las normas pueden
ser morales o jurídicas, como piensa Del Vecchio, o morales, jurídicas y de
convencionalismos, de acuerdo con el criterio de Recaséns Siches; y aun según
otros autores es posible encontrar otra categoría de normas: las normas
religiosas. Ya sobre este particular hemos hecho referencia previa y a ella
remitimos.

Por lo que respecta a las normas jurídicas en particular vamos a


principio a seguir la clasificación que tras García Maynez en su Introducción al
45

Estudio del Derecho. A algunos de estos criterios haremos alguna observación


y, por otra parte, agregamos otros criterios de clasificación que consideramos
de gran importancia por hacer de ellos uso constante la Doctrina.

1.-) Desde el punto de vista del sistema a que pertenecen: normas


jurídicas nacionales, extranjeras y de Derecho uniforme.

Para llegar a este criterio de clasificación tenemos, por supuesto, que


situarnos dentro del ordenamiento jurídico propio de un país determinado, y
desde ese punto de vista tendremos que dar el nombre de normas nacionales a
las que regulan la vida jurídica de ese país; es decir, a las que pertenecen al
orden normativo de obligatoria acotación dentro del territorio de ese país. Serán
normas extranjeras aquellas que no formen parte del ordenamiento jurídico de
la nación desde la cual estamos enfocando el precepto. Así, con respecto a
Venezuela, serán normas de Derecho extranjeras o normas extranjeras las que
rigen en Colombia, las que rigen en el Perú y, en fin, todas aquellas que no
tienen vigencia dentro de nuestro territorio. Además, existen normas de
Derecho uniforme: las que van a regir dentro de dos o más países. Hay
oportunidades en las cuales se considera necesario que una materia, en vista
de un determinado interés, esté regida por las mismas normas en unos u otros
países, razón por la cual estos distintos países, a través de los tratados
internacionales, establezcan legislaciones que van en consecuencia a tener
vigencia al propio tiempo dentro de uno y otro país. A la clase de mandatos que
integran estas legislaciones se llama normas de Derecho Uniforme.

2.-) De acuerdo con su fuente de producción: normas legislativas o de


Derecho escrito, consuetudinarias, jurisprudenciales y voluntarias.

Son legislativas aquellas normas que se producen a través de la regular


sanción de las Cámaras que integran el Poder Legislativo, de acuerdo con el
procedimiento establecido en la Constitución de cada país. En Venezuela, la
46

Constitución Nacional regula el procedimiento mediante el cual las Cámaras


Legislativas producen las leyes, y, además, establece los otros órganos
distintos del Poder Legislativo que pueden en un momento determinado llegar a
producir normas jurídicas.

Las normas son consuetudinarias cuando se producen a través de la


evolución de las costumbres, las cuales llegan en un instante determinado a
hacerse sentir de tal manera en los miembros de la colectividad, que éstos
consideran necesario comportarse en la forma establecida por la regla
consuetudinaria. En nuestro país no hay producción normativa consuetudinaria,
aun cuando a veces las reglas que se forman con los usos son elevadas a la
categoría de normas jurídicas, pero siempre en vista de un acto legislativo. Esto
sucede, por ejemplo en la Legislación mercantil, que hace en oportunidades
referencia a los usos que rigen en un determinado sitio. Pero en este caso
debemos advertir que la vigencia del uso no depende del valor normativo del
mismo uso, sino de su reconocimiento por disposiciones de orden legislativo.

Se dice que las normas son jurisprudenciales cuando su producción


depende de la actividad de los órganos del poder judicial, los cuales al decidir
de los casos concretos que se van presentando, producen normas jurídicas. Sin
embargo, la producción jurisprudencial, como veremos más adelante, no es de
la misma naturaleza en unos países que en otros. Dentro de Venezuela, por
ejemplo, una decisión de un Tribunal sólo es obligatorio con respecto del caso
concreto que decide, mientras en otros países las decisiones de los tribunales
tienen fuerza de ley con respecto de todos los problemas similares que puedan
presentarse. Esto se puede expresar diciendo que en Venezuela la
jurisprudencia es sólo fuente de normas individualizadas aplicables a los casos
concretos para los cuales fueron dictadas, y no como en otros países en que
también es fuente de normas generales.
47

Asimismo, y por cuanto consideramos que las normas no son sólo del
tipo de las generales, sino que también existen las normas individualizadas,
debemos agregar un nuevo tipo de normas de acuerdo con la fuente de
producción y son las normas voluntarias. En efecto, a través del acuerdo entre
las partes, de las convenciones de los particulares, o de la sola voluntad de una
persona, se crean numerosas y valiosísimas normas jurídicas que son
fundamentalmente los contratos y los testamentos; normas jurídicas que
contemplan un caso concreto en particular y determinan las consecuencias de
Derecho que de ese caso concreto han de derivar. Son normas jurídicas
individualizadas y no normas generales, dado que constituyen parte
importantísima vasta del mundo del Derecho. Su fuente de producción
frecuentemente no es legislativa ni jurisprudencial: es la voluntad soberana del
hombre, que mientras no lesione el orden público puede reglamentar, mediante
preceptos, su propio proceder o el destino de sus pertenencias.

3.-) De acuerdo con el ámbito espacial de valide: normas generales o


nacionales, locales e internacionales.

Las normas generales o nacionales son las que rigen dentro del territorio
del país. Las normas locales, que pueden ser en Venezuela normas de los
Estados o normas de las Municipalidades, son las que rigen o bien dentro de
cada uno de los Estados que integran la República o bien dentro de cada una
de las Municipalidades. Tanto los Estados como las Municipalidades
constituyen unidades legislativas en las materias de su competencia,
determinadas por la Constitución Nacional. Las normas internacionales son
entonces aquellas que van más allá del ámbito nacional y rigen al mismo tiempo
dos o más países.
48

4.-) De acuerdo con el ámbito temporal de validez: normas de vigencia


indeterminada y normas de vigencia determinada.

Son las últimas, es decir, las normas de vigencia determinada, aquellas


que tienen ya prefijado el tiempo durante el cual van a estar vigentes. Un
ejemplo de éstas son las disposiciones transitorias que trae la Constitución
Nacional, en algunos de cuyos casos se determina el tiempo exacto de su
duración. Normas de vigencia indeterminada son aquellas que no tienen
establecido de antemano el período de su duración, y, en consecuencia, van a
estar vigentes, de modo permanente, hasta que llegue una nueva norma de
conformidad con las pautas establecidas en la propia legislación, y la derogue.

5.-) De acuerdo con el ámbito material de validez: normas de Derecho


Público y normas de Derecho Privado.

Esta clasificación corresponde a la partición del Derecho en Público y


Privado a que hemos hecho referencia con anterioridad. Aun cuando el criterio
con el cual pueden enunciarse las diversas ramas del Derecho Público y las del
Derecho Privado no es un criterio definitivamente categórico, y puede variar a
medida que varíen las características de las diferentes ramas del Derecho, que
constantemente cambian, pueden, sin embargo, considerarse en principio
ramas del Derecho Público, y, en consecuencia, las normas que lo integran
constituyen normas de tal categoría: el Derecho Constitucional, el Penal, el
Administrativo, el Procesal, el Internacional Público, el Industrial y el Agrario.
Las normas del Derecho Privado pueden a su vez clasificarse en normas de
Derecho Civil, normas de Derecho Mercantil y normas de Derecho Internacional
Privado.
49

6.-) De acuerdo con el ámbito personal de validez: normas genéricas y


normas individualizadas.

Son normas genéricas aquellas que van dirigidas a categorías de


personas con abstracción de individuos específicamente determinados. Así, por
ejemplo, es una norma genérica o general aquella que establece que el deudor
debe cumplir su obligación de pagar. Y es general en vista de que no se dirige a
una persona en particular, sino a todas aquellas personas que lleguen a tener
los caracteres establecidos para la figura del deudor. Las normas
individualizadas, por el contrario, se dirigen a una persona en particular y no a
grupos o categorías de individuos.

Las normas jurídicas individualizadas pueden, a su vez, dividirse en


normas individualizadas privadas y normas individualizadas públicas. Las
normas individualizadas privadas son las declaraciones unilaterales de
voluntad, los testamentos y los contratos; y públicas, las sentencias, las
resoluciones administrativas y algunas leyes que no disponen por vía general.
Tanto en los testamentos, como en los contratos y en los demás casos
señalados de normas individualizadas, se dictan normas que van
específicamente dirigidas a determinadas personas, las cuales se encuentran
en situaciones establecidas dentro de la misma norma y son, en consecuencia,
sólo aplicables a ellas y no a otros individuos que puedan encontrarse en
situación similar.

Haciendo referencia a la estructura lógica de la norma jurídica podemos


observar que la fórmula de la norma generalizada es la siguiente: si es A debe
ser B, en la cual A representa una hipótesis y B representa la consecuencia. En
la norma jurídica individualizada la fórmula es la misma, pero el término A no
representa una forma vacía que se irá llenando a medida que se produzcan
casos de la vida real con las características fundamentales del tipo normativo,
sino una referencia inmediata y directa a un hecho concreto de conducta
50

determinada a cuya específica regulación está dirigido el mandato. A este caso


concreto debe ser una consecuencia también determinada de la norma, la cual,
sin embargo, podrá producirse o no, y en caso de que no se produzca en la
forma establecida sobrevendrá la sanción.

Podría agregarse, además, la distinción entre las normas abstractas y


las normas concretas si consideramos a las normas genéricas como aquellas
que abstraen solamente el lado personal de la disposición. Como observamos
con anterioridad, la abstracción en la norma puede verificarse no sólo del
aspecto personal, es decir, de los sujetos a los cuales se refiere, sino también
del aspecto material, es decir, de los hechos a los cuales se va a dirigir. Y con
respecto de éstos pueden hallarse también normas abstractas: aquellas que no
se refieren a hechos concretos, sino a categorías de hechos; y también normas
concretas, es decir, aquellas que se refieren a un hecho particularmente
determinado, en relación, por supuesto, con un sujeto. Cabe recordar que nos
inclinamos a englobar las normas abstractas y concretas dentro de la categoría
de las normas generales y las normas individualizadas respectivamente por las
razones expuestas anteriormente.

7.-) Desde el punto de vista de su jerarquía: normas constitucionales,


ordinarias, reglamentarias e individualizadas.

En efecto, no todas las normas tienen la misma jerarquía: hay unas


superiores y otras inferiores. Expresado en otras palabras, hay normas cuya
razón de validez radica en la existencia de una norma superior que justifica y
otorga obligatoriedad a aquélla. Así, en vista de la existencia de la Constitución,
se crean las normas llamadas ordinarias, es decir, las leyes generales; y en
vista de la existencia de éstas se van a dictar las normas reglamentarias.
Normas Constitucionales son aquellas que están en la cúspide del sistema
jurídico, y la validez de todas las demás normas que integran el ordenamiento
depende de su conformidad con las normas Constitucionales.
51

Como un segundo orden (grado o grada), dentro de la jerarquía de las


normas jurídicas, encontramos a las leyes ordinarias, las cuales van a
desarrollar los principios contenidos en la Constitución, y de la propia
Constitución adquieren su validez formal. Como un tercer grado o grada de las
normas jurídicas encontramos las normas reglamentarias dictadas por el Poder
Ejecutivo en vista de la autoridad que le otorga la Constitución para desarrollar
en detalle los mandatos contenidos en las leyes generales. Como un cuarto
orden, grado o grada, de la organización jerárquica de las normas jurídicas
encontramos las llamadas normas individualizadas, como los contratos, la
sentencia, las decisiones administrativas y los testamentos, así como ciertas
declaraciones unilaterales de voluntad distintas de estos últimos.

8.-) Desde el punto de vista de sus sanciones: Leyes Perfectas, Lees


Pluscuamperfectae, Leyes minus cuam perfectae y Leyes Imperfectae.

Se entiende por leyes perfectae aquellas que para el caso de violación


prescriben la nulidad del acto violatorio. Ello sucede, por ejemplo, en el caso de
que se realice un matrimonio entre hermanos, absolutamente prohibido por la
norma del derecho, matrimonió que, en consecuencia, no producirá ninguna
clase de efectos y se considerará inexistente. Las leyes se dicen
pluscuamperfectae cuando, además de traer como sanción la nulidad de lo
actuado, prescriben una pena para la persona que incurrió en la violación. Las
leyes minus cuam perfectae son las que prescriben una sanción que no es
adecuada a la transgresión, por cuanto no anula el acto violatorio. En este caso,
como asienta García Maynez, no se llega a impedir que el acto violatorio
produzca efectos jurídicos; pero, sin embargo, se establece un castigo para el
sujeto transgresor.

La última categoría de normas jurídicas, de acuerdo con la sanción es la


que la doctrina llama “Leges imperfectae”, que serían aquel tipo de normas
desprovistas de sanción. De acuerdo con lo que hemos visto con anterioridad,
52

no puede hablarse de normas desprovistas de sanción, o sea de normas


jurídicas incoercibles, porque la coercibilidad es un elemento fundamental de la
norma jurídica. Por consiguiente, no es posible, desde un punto de vista
científico, admitir la existencia de las llamadas leyes imperfectae. Sucede, sin
embargo, que muchísimas veces hay declaraciones de principio sen los
Códigos y en las leyes, desprovistas, por supuesto, de sanción, pero no porque
estén plasmadas dentro del texto de algún instrumento legal podemos llegar a
asentar que sean normas jurídicas. Por el solo hecho de no tener sanción, no
son normas jurídicas. Además, también hay otros grupos de normas que se
encuentran diseminadas en los Códigos y que parecen normas que contienen
un imperativo de la conducta desprovisto de sanción, cuando lo que sucede es
que forman parte de normas más complejas y están dotadas de sanción, pero
que no está establecida en el texto donde va expresado el imperativo. No en
todos los casos la norma completa viene expresada en el texto de un solo
artículo, lo cual seria por cierto ideal; pero hay veces en que la norma completa
tiene que ser fraccionada por razones de diversa índole, y entonces las varias
partes de ella parece que formaran núcleos sin relación las unas con las otras.
Por eso hay quienes dicen que existen disposiciones en los Códigos,
desprovistos de sanción. Aclaramos nuevamente que no se puede concebir la
existencia de una norma jurídica que no tenga sanción, porque al dejar de
poseer el elemento fundamental de la coercibilidad la norma deja de ser
jurídica. La norma jurídica es un orden de la conducta dotado de la posibilidad
de la sanción para el caso de incumplimiento; es decir, de la coercibilidad, y
cuando esta posibilidad de sanción falte, deja de haber norma jurídica.

9.-) Desde el punto de vista de su cualidad: normas jurídicas positivas, o


permisivas y prohibitivas o negativas.

Son positivas o permisivas aquellas normas que permiten una


determinada conducta, bien sea ésta una acción o una omisión. Sería una
norma positiva aquella que dijese: el comprador debe pagar el precio de la
53

venta, y una norma permisiva aquella que dijese: el propietario puede usar de la
cosa de su propiedad en la forma que le parezca conveniente. Las normas
prohibitivas o negativas son aquellas que expresan, a través de una proposición
negativa, la imposibilidad de actuar en una forma determinada. Son prohibitivas
o negativas a aquellas que prohíben algo o aquellas que establecen el deber en
forma negativa como, por ejemplo, la que disponga que no se puede vender la
cosa común sin el consentimiento de todos los comuneros.

Directamente relacionado con la anterior clasificación está el criterio


expresado por Legaz Lacambra, quien según la forma de expresión las agrupa
en normas preceptivas, normas prohibitivas y normas permisivas. Las
preceptivas son las que se valen de la forma de expresión: “hágase A, B, o C”,
es decir las que imponen de manera imperativa y afirmativa una determinada
forma de conducta. Prohibitivas son las que expresan el mandato en forma
negativa, es decir, ordenando “no se haga A, B o C”; y permisivas aquellas que
establecen la posibilidad para el sujeto de que su conducta se dirija en un
determinado sentido, es decir, la que fundamentalmente se expresa diciendo:
“puede hacerse A, B o C”. Sostiene Legaz Lacambra, acertadamente, que, en
rigor, toda norma es preceptiva porque contiene un imperativo del cual se
desprende la posibilidad de un actuar en determinado sentido. Lo que sucede
es que la forma de expresión utilizada por el legislador varía, según los casos,
en aras de la claridad del mandato, y por ello ese imperar se expresa de una
manera afirmativa unas veces, y de una manera negativa, imponiendo un no
hacer, en otras oportunidades.

El caso de las normas permisivas ha llevado a la filosofía y a la ciencia


del Derecho a diversas consideraciones, porque si bien muchos autores
consideran las normas permisivas como una categoría de normas jurídicas,
para otros, desde un punto de vista estrictamente lógico, es imposible concebir
la existencia de tal categoría de mandatos jurídicos. Sostiene esa corriente que
el orden jurídico es un orden de limitaciones que estructura la esfera de libertad
54

de cada persona a través de la imposición obligatoria de formas de conducta,


que pueden consistir en acciones u omisiones, pero jamás en “permisos”,
porque de acuerdo con un principio fundamental de Derecho, todo aquello que
no esté expresamente prohibido está permitido. Por ello no se concibe
lógicamente que se establezcan normas permisivas, las cuales, en realidad,
vendrían sólo a afirmar un derecho que ya nos pertenece. Sólo se justifica la
existencia de estas normas cuando vienen a constituir excepciones de una
prohibición establecida por una norma más general.

Se da el mencionado caso cuando una norma determinada establece la


prohibición de tener una determinada conducta, y sucesivamente llega otra
norma que para casos particulares permita en determinado momento aquella
conducta. En esta oportunidad sí se justifica la existencia de la norma
permisiva, porque ella viene a dar la posibilidad a los sujetos de actuar en un
determinado sentido en el cual no podría haber actuado si no existiese la norma
permisiva, en virtud de la prohibición previa existente.

10.-) Desde el punto de vista de sus relaciones de complementación:


normas primarias y secundarias (García Maynez).

Las normas jurídicas primarias son “aquellas que tienen por sí mismas un
sentido pleno”, mientras que la secundarias son aquellas que “sólo poseen
significación cuando se relacionan con preceptos de primer tipo”. Es decir, las
normas primarias son reglas de conductas obligatorias que pueden existir
independientemente de la existencia de otras normas, mientras que las normas
secundarias son aquellas que sólo pueden ser concebidas en relación con otras
normas. Para García Maynez, las normas secundarias pueden ser: a) de
iniciación, duración y extinción de la vigencia cuando tienen por objeto
determinar la vigencia de la norma fundamental a la cual se refieren; b)
declarativas o explicativas, que son aquellas que explican o definen la forma de
expresión usada en otra norma; c) permisivas, aquellas que tienen por objeto
55

establecer, por excepción, la posibilidad de una conducta prohibida por otra


norma; d) interpretativas, cuando tienen por objeto la interpretación de una
norma, y, por último, sancionadoras, que son aquellas en las cuales se
establece la sanción para el caso de la violación de un determinado precepto.
Cabe advertir que las normas llamadas sancionadoras no tienen vida
independiente de las sancionadas, sino que ambas, en conjunto, constituyen
una norma completa.

11.-) Desde el punto de vista de sus relaciones con la voluntad de los


particulares: normas taxativas y normas dispositivas.

Son taxativas aquellas normas que también ha llamado la doctrina


“normas imperativas o de orden público”, es decir, que no pueden ser
derogadas por la voluntad de los particulares a los cuales van dirigidas. Las
normas dispositivas, también llamadas supletorias, son las que pueden
renunciarse por los particulares y que solamente rigen siempre y cuando los
sujetos a los cuales van dirigidas no hayan previsto una forma diversa de la
establecida en la norma. En efecto, hay una serie de disposiciones esparcidas
en las leyes que se dictan en vista de la existencia de intereses de orden
público y no pueden ni deben en ningún caso ser suplidas por reglas dictadas
en ejercicio de la libertad contractual. Por ello el Artículo 6 del Código Civil
vigente dice: “No pueden renunciarse ni relajarse por convenios particulares las
leyes en cuya observancia estén interesados el orden público o las buenas
costumbres”.

Por el contrario, en muchísimas oportunidades las leyes disponen para


casos en los cuales no está interesado de manera inmediata el orden público ni
las buenas costumbres, sino primordialmente el interés de dos o más
particulares, que esas normas puedan ser derogadas por la voluntad de los
particulares, es decir, que esas normas sólo tendrán vigencia siempre y cuando
los particulares no hayan dispuesto otra cosa. Así, por ejemplo, el Artículo 1504
56

del Código Civil establece que “Aunque en el contrato de venta no se haya


estipulado el saneamiento, el vendedor responderá al comprador de la evicción
que le prive de todo o parte de la cosa vendida y de las cargas con que se
pretenda gravarla que no hayan sido declaradas en el contrato”. Es decir,
dispone que para el caso de la compra-venta, si luego de vendida una cosa se
presenta otra persona alegando mejor derecho sobre la misma y priva al
comprador de todo o parte de la cosa vendida, entonces el vendedor
responderá de los daños que por tal motivo se ocasione al comprador. Sin
embargo, el Artículo 1505 dispone: “Los contratantes pueden, por convenios
particulares, aumentar o disminuir el efecto de esta obligación legal y convenir
también en que el vendedor quede libre de ella”. En consecuencia, a través de
la disposición contenida en el Artículo 1505 se deja establecido que la
disposición a la cual se refiere el Artículo 1504 solamente tiene vigencia cuando
los particulares no hayan convenido otra cosa, es decir, cuando los particulares,
por ejemplo, no hayan llegado al acuerdo de que el vendedor quede libre de la
obligación por saneamiento. Por ello, la disposición contenida en el Artículo
1504 es una norma dispositiva o supletiva que sólo entra en función para suplir
la voluntad no expresada de los particulares. Por lo contrario, el Artículo 1506
siguiente, establece que no es válida la estipulación por la cual se liberte al
vendedor del saneamiento si ese procediere de mala fe y el comprador
ignorare la causa que diere motivo a la evicción. Esta disposición no puede ser
relajada en ningún caso por la voluntad de los particulares, porque es de interés
público y, en consecuencia, es una norma taxativa, imperativa o de orden
público.

Casi todas las disposiciones que rigen el Derecho de familia son también
disposiciones de orden público por el interés colectivo que el núcleo familiar
representa, mientras que la mayoría de las que rigen el Derecho de
obligaciones, en las cuales priva el dominio de la libertad de los contratantes,
está constituida por normas dispositivas o supletorias.
57

12.-) Clasificación de Du Pasquier: normas de organización y normas de


conducta.

Esta clasificación encuadra dentro de las normas de organización


aquellas que tienen por objeto la determinación de las competencias, como, por
ejemplo, las que fijan las atribuciones de los poderes públicos, de los
Tribunales, la organización del Estado. Normas de conducta son aquellas que
tienen por objeto prescribir la manera en la cual debe cada uno conducirse.

13.-) Normas rígidas y normas flexibles.

Son de la primera clase aquellas cuya formulación no permite la


intervención del arbitrio humano para hacerla más o menos extensa, por cuanto
todos los elementos necesarios a su aplicación vienen precisamente
determinados por el legislador. Hay otras normas en las cuales se permite una
gran intervención del intérprete, cuya voluntad concurre a determinar el
contenido propio de la norma. Son éstas las que se llaman normas flexibles, y el
caso más importante de ellas es el de los “estándar”, conceptos flexibles, que
son, según Du Pasquier, las que “dejan un cierto margen y apelan a la
colaboración del juez o de la autoridad administrativa acordándoles un cierto
poder discrecional”. Los casos más importantes de normas flexibles o standards
los tenemos en las nociones del buen padre de familia y de buena fe. El
Derecho establece, como lo hace el Código Civil en su Artículo 1160, que “Los
contratos deben ejecutarse de buena fe”; pero, sin embargo no determina el
legislador qué es lo que debe entenderse por buen fe, y en consecuencia, es el
intérprete, el juez, quien deberá suplir la falta de elementos del concepto
legislativo de buena fe con los que su propio arbitrio considere, poniendo en
conexión todos los principios del ordenamiento jurídico. Por eso se dice que la
noción de buena fe constituye un estándar y que la regla jurídica que la
establece una norma flexible. Las normas rígidas no permiten esta intervención
58

del intérprete, sino lo obligan a actuar mecánicamente, sin la intervención de su


criterio personal.

14.-) Normas de Derecho General y normas de Derecho Especial.

Hay cuerpos legislativos que se ocupan de regular las relaciones de los


hombres desde un punto de vista amplio, como es el caso del Código Civil. El
Código Civil pretende regir en general, todas las relaciones que ocurren entre
los particulares. Pero hay algunas de estas relaciones que por una razón u otra
ameritan ser tratadas de manera más específica, más detallada, y entonces se
dictan normas que se ocupan exclusivamente de esa parte de la actividad
humana y las cuales constituyen Derecho especial frente a las normas más
amplias que son el Derecho general.

El concepto de norma general y norma especial es siempre relativo, y así


veremos que la clasificación de una norma como general o especial dependerá
exclusivamente de su relación con respecto de una más general o más especial
que ella. Una norma puede ser, pues, general con respecto de algunas y
especial con respecto de otras. Las normas contenidas en el Código Civil son
especiales con respecto de las leyes que reglamentan la usura, las cuales, en
consecuencia, tienen carácter especial. El Código Civil, en su Artículo 14
consagra esta clasificación de las normas especiales y las normas generales y
determina la validez de unas con respecto de las otras al establecer: “las
disposiciones contenidas en los códigos y leyes nacionales y especiales se
aplicarán con preferencia a las de este código en las materias que constituyan
la especialidad”. Por virtud de esta disposición, las normas generales contrarias
a las disposiciones contenidas en normas espaciales carecen de validez, y en
caso de divergencia debe ser aplicada la norma que va específicamente a
regular la materia de manera especial. 10
59

NOTAS:

1. Eduardo García Maynez, Introducción al Estudio del Derecho, México,


Edit. Porrua, 1980, pp. 16-22

2. J.M. DELGADO OCANDO, Nuevas Lecciones de Filosofía del Derecho,


N° 22, Maracaibo, IFD-LUZ, 1983.

3. Eduardo GARCIA MAYNES, op. Cit. Pp. 22-24

4. J.M. DELGADO OCANDO, op. Cit. Números 23 y 24

5. _____________________: Lecciones de Introducción al Derecho,


Maracaibo, LUZ, 1974. pp. 325-326 y 319

6. Eduardo GARCIA MAYNEZ, Op. Cit. Pp. 131-135

7. Ricardo de Ángel YAGUES, Introducción al Estudio del Derecho, Bilbao


(España), Ed. Viscaina, 1979; pp. 107-108

8. Hans KELSEN, Teoría Pura del Derecho. México, UNAM, 1979

9. Manuel Simón EGAÑA, Notas de Introducción al Derecho, Caracas UCV,


PP. 99-111.
60

La Universidad del Zulia


Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Instituto de Filosofía del Derecho

UNIDAD I
Obj. N°.5

LA RELACIÓN JURÍDICA: CONCEPTO Y ELEMENTOS

Selección y adaptación de
Textos por la Profesora:
BRIGITTE BERNARD

Maracaibo, Venezuela 1986


61

Objetivo N°. 5

LA RELACIÓN JURÍDICA: CONCEPTO Y ELEMENTOS

CONTENIDO

5.1.- CONCEPTO, CARACTERISTICA SY ELEMENTOS DE LA


RELACIÓN JURÍDICA.

5.1.1. Concepto de relación jurídica

1) Concepto general
2) Relación jurídica en sentido amplio y relación jurídica en
sentido estricto.
3) Intranormatividad de la relación jurídica

5.1.2. Características y elementos de la relación jurídica.


1) La relación jurídica se da siempre entre personas.
2) “ “ “ “ se debe tener siempre un objeto lícito
3) La relación jurídica puede tener un carácter patrimonial o
extrapatrimonial.
4) Elementos de la relación jurídica

5.2. CLASES Y VICISITUDES DE LA RELACIÓN JURÍDICA


5.2.1. Clases de relaciones jurídicas
1) Relación Jurídica convencional
2) Relación Jurídica extraconvencional
5.2.2. Vicisitudes de la relación jurídica
1) Influencia del factor TIEMPO en la relación jurídica
2) Influencia del factor SUBJETIVO en la vida de la relación
jurídica
3) Influencia del factor EVENTUALIDAD en la vida de la relación
jurídica.
62

5.3. SUJETO DE LA RELACION JURIDICA: LA PERSONA JURIDICA

5.3.1. Concepto de persona jurídica


5.3.2. Teorías acerca de la persona jurídica colectiva
1) Teoría de la ficción de Savigni
2) Teoría del patrimonio afecto a un fin, de Brinz
3) Las teorías realistas
4) Las Teorías normativistas

5.3.3. Clasificación de la persona jurídica colectiva


1) La finalidad como criterio de distinción entre corporación y
fundación
2) La corporación y la fundación se distinguen por su
reglamentación.
3) El patrimonio representa un papel distinto en la corporación y en
la fundación.
5.3.4. Los atributos de la personalidad jurídica
1) Iniciación de la persona jurídica
2) Término de la persona jurídica
3) La capacidad jurídica
4) El estado de las personas jurídicas
5) La identidad como atributo de la persona jurídica
6) El domicilio

5.4. Objeto de la Relación Jurídica

5.4.1. El objeto jurídico de la relación jurídica


1) La teoría de la realidad objetiva del objeto
2) Teoría de la realidad subjetiva del objeto del derecho
63

5.4.2. Objeto práctico de la relación jurídica


1) El objeto práctico u objeto material sobre el cual se ejerce el
derecho
2) Las cosas como objetos prácticos de la relación jurídica
3) El concepto de “bien” y su clasificación
4) Las universidades jurídicas
5.1. Concepto, Características y Elementos de la Relación Jurídica

1) DABIN, Jean, Teoría General del Derecho, Trad. por Francisco Javier
Ossert, Madrid, Ed. Revista de Derecho Privado, 1995.

2) NAWIASKY, Hans, Teoría General del Derecho, Trad. por José Zafra
Valverde, Madrid, Ed. Rialp, 1962.

3) DELGADO OCANDO, José Manuel, Nuevas Lecciones de Filosofía


del Derecho, N°. 17, I.F.D., LUZ, Maracaibo, 1983.

4) _________________________: Lecciones de Introducción al


Derecho, Maracaibo, I.F.D., LUZ, 1974.

5.1.1. Concepto de relación Jurídica 1) Concepto General.

“La experiencia más banal nos comprueba que en todos los planos del
ser y de la acción el hombre no vive más que ligado a los otros hombres. Por el
hecho de nacer queda unido a sus padres, a sus parientes, a su nación, por los
lazos indesligables de la sangre y de la nacionalidad. Durante el período de su
formación recibe de su familia y de la escuela todos los cuidados de orden
físico, intelectual y moral que requiere la compleja obra de la educación.
Llegado a la edad de la madurez, funda un hogar. Por el hecho de la
contigüidad de las moradas está en permanente contacto con sus vecinos, tanto
más numerosos en nuestros días cuanto que ha aumentado la cifra de la
población, así como la densidad de la misma en las aglomeraciones
ciudadanas.
64

La extensión del radio de acción del cuerpo humano por los medios
mecánicos (máquinas industriales, transportes motorizados) ha conducido al
mismo resultado: multiplicar los puntos de fricción a consecuencia de
vecindades en cierta forma provisional u ocasional. Cada vez que el hombre
ejercita una de sus libertades –de desplazamiento, de expresar su
pensamiento, de trabajar… encuentra sobre su camino la libertad de otro con la
que corre el peligro de entrar en conflicto. En su actividad económica y
profesional trata con proveedores, clientes, colaboradores, obreros y
empleados, y tiene que enfrentarse con otros que le hacen la competencia, y
que son, al mismo tiempo, sus compañeros. Como el hombre aislado es débil,
incompleto, efímero, une sus fuerzas a las de sus semejantes en agrupaciones
más o menos duraderas, con fin lucrativo o no. Integrado volens nolens en las
sociedades políticas (Estado, provincia, municipio)- debe obediencia a la
autoridad, y participa en las cargas y las ventajas de la vida colectiva. Por su
parte, los Estado y los súbditos de los diversos Estados, mantienen entre sí
relaciones económicas sociales, políticas, cuyo conjunto compone la vida
internacional, pública y privada.

Ahora bien, estas múltiples relaciones, constitutivas de la realidad social,


no se limitan a existir tal cual en la esfera de los hechos, desarrollando sus
consecuencias, dichosas o desgraciadas, según la ley de lo arbitrario, del
interés o de la fuerza; están sometidas a reglas; regla de la moral sin duda,
eventualmente regla de las conveniencias sociales, pero también regla de
derecho, constitutiva de la realidad jurídica, que les dicta su norma coercitiva.

Las relaciones de hecho, reales o virtuales, que existen entre los


hombres, se convierten en relaciones de derecho desde el momento en que el
derecho las somete a su imperio. Interpretado de este modo el concepto de
“relación de Derecho” (así como su corolario, el concepto de “situación jurídica”
que significa la posición, en derecho, de las partes de la relación), evoca
65

simplemente la idea de regla, de regla objetiva: la relación de derecho es


aquella relación que está regulada por el derecho.

2) Relación jurídica en sentido amplio y relación jurídica en sentido


estricto. Concepto de Nawiasky.

El hecho de expresar la norma jurídica una vinculación del destinatario


revela la existencia de una relación entre éste y aquélla, que se puede
determinar relación jurídica. Si se piensa en el portador de la voluntad que
expresa en la norma, se puede hablar también de una relación con este
portador, esto es, con el Estado. Por tanto, toda relación jurídica es un
ligamento con el Estado. Y como la voluntad del destinatario jurídico está
sometido a la voluntad del Estado manifestada en la norma, de aquí que la
relación jurídica consista en la sumisión jurídica de la voluntad individual a la
voluntad estatal (relación jurídica entendida en sentido amplio).

¿Qué relación guardan entre sí los dos concepto de deber jurídico y


relación jurídica? Deber jurídico es tanto como la norma jurídica considerada
desde el punto de vista del destinatario; por su parte, relación jurídica es vínculo
que existe entre el destinatario y la norma o su autor. Se ve claramente que
estos dos conceptos se comunican y que la diferencia entre ellos radica en el
plano de visión que se elija. Si se habla del deber jurídico, se tiene a la vista tan
sólo la posición del destinatario jurídico, si de la relación jurídica, se piensa
tanto en éste como en el sujeto de la norma. En el primer caso de hace una
consideración subjetiva, y en el segundo objetiva. Pero el objeto considerado es
el mismo: la norma jurídica contemplada en relación con el destinatario jurídico.
Esto quiere decir que el deber jurídico es lo mismo que la relación jurídica
contemplada en una visión subjetiva, mientra la relación jurídica es lo mismo
que el deber jurídico objetivamente mirado.
66

Un derecho subjetivo supone una relación entre un legitimado y un


obligado (o varios obligados), con arreglo a la cual el primero puede exigir del
segundo un determinado comportamiento y, en caso de negativa, obtenerlo por
medios coactivos, mientras el segundo está obligado a dicho comportamiento y
en caso de resistirse a observarlo ha de soportar su obtención coactiva. Esta
relación creada por el Derecho objetivo se denomina relación jurídica. Como
anteriormente se ha planteado la misma expresión al tratar del nexo entre el
obligado y la norma jurídica o el Estado, se hace necesario añadir una nota
distintiva. Se debe hablar en el primer caso de relación jurídica en sentido
estricto y en el segundo caso de relación jurídica en sentido amplio. Es evidente
que la primera está comprendida en la segunda, pues en ambos casos existe el
deber jurídico de un destinatario, al que se añade, en la relación jurídica
estricta, la legitimación de otra persona.

En esta definición, y especialmente en la inserción de la relación jurídica


en sentido estricto dentro del concepto de relación jurídica en sentido lato, halla
la debida expresión el nexo con la norma jurídica, y por tanto con el Estado, que
es decisivo. La definición usual no expresa este dato con la misma claridad;
habla de un ligamento jurídicamente significativo de una persona a otra persona
o a una cosa.

El concepto ‘derecho subjetivo’ es el de ‘relación jurídica en sentido


estricto’ exactamente lo mismo que el concepto ‘deber jurídico’ es al de ‘relación
jurídica en sentido amplio’. Se trata de una diferente visión de la misma cosa.
Derecho subjetivo es la norma mirada desde el punto de vista del legitimado;
relación jurídica en sentido estricto es la misma norma contemplada desde la
posición del legitimado y la del obligado.
67

3.- Intranormatividad de la relación jurídica; concepto de J.M. Delgado


Ocando.

¿Cuál es el vínculo que existe entre la norma y la relación jurídica?,


¿puede considerarse que es una ecuación, que norma jurídica es equivalente a
la relación jurídica? o podemos decir que la relación jurídica es algo distinto de
la norma? En relación a este problema se acostumbra hablar de una
intranormatividad de la relación jurídica; cuando decimos que la relación jurídica
es intranormativa, lo que queremos decir es, que en el fondo norma jurídica y
relación jurídica son la misma cosa. Pero ¿Por qué razón el concepto de
relación jurídica apareció en la literatura jurídica tradicional, como algo distinto
de la norma?. Sencillamente, porque la teoría tradicional no había podido
entender la naturaleza de la norma jurídica individualizada. Es natural que si se
considera la norma jurídica exclusivamente como norma general, es decir que si
se considera que la generalidad es una característica esencial de la norma
jurídica, para poder explicar la vinculación entre un sujeto acreedor y un sujeto
deudor fuera de la norma general, había que recurrir a concepto de relación
jurídica concreta, independientemente de la norma general que la autorizaba.

Uno de los aportes trascendentales de la Teoría Pura del Derecho a la


Teoría jurídica contemporánea, es el hallazgo de que hay normas generales y
normas individualizada, y de que el contrato, la decisión administrativa, la
sentencia, son normas individualizada s con el mismo título y con el mismo
valor que las normas generales. Si yo por ejemplo, consulto la Ley de
Regulación de Alquileres y estudio sus disposiciones, me encuentro con que la
misma les habla del arrendatario y del arrendador en general, del
arrendamiento en general, de canon o renta que se paga por el arrendamiento
en general. Pero cuando A y B celebran un contrato de arrendamiento de
conformidad con la Ley de Regulación de Alquileres, sobre el apartamento X,
por el precio x, en ese caso la relación jurídica ya no es una relación abstracta,
sino que es una relación concreta: el arrendador no es pensado en abstracto,
68

sino que es concretado en el hecho de que X o Z, A o B han celebrado un


contrato de arrendamiento. La teoría tradicional pensaba que la relación jurídica
concreta era la situación vital, el hecho concreto, que resulta encapsulado en la
norma general; ahora sabemos que hay dos tipos de relación jurídica: una
relación jurídica abstracta, conceptualizada en la norma general y una relación
jurídica concreta, conceptualizada en la norma jurídica individualizada.
Entonces, no hay diferencia alguna entre norma jurídica y relación jurídica; la
diferencia está entre el carácter abstracto y el carácter concreto de la relación
jurídica, es decir, que en la norma general la relación jurídica es abstracta
mientras que en la norma individualizada la relación jurídica es concreta.

Si yo entiendo las cosas de esta manera, no tengo porque pensar en la


relación jurídica particular o concreta como algo constitutivamente distinto de la
norma; por el contrario, yo concibo la conducta humana en sentido concreto, de
conformidad con la norma jurídica individualizada. Por esa razón, cuando yo
digo: el arrendatario debe pagar cada mes o cada trimestre la renta prevista, la
obligación del arrendatario no depende de la Ley de Regulación de Alquileres,
depende del contrato que ha suscrito y que es, de conformidad con el Código
Civil, “la ley de las partes”. Evidentemente, yo puedo dar un paso más allá y
decir: la obligación del arrendatario de pagar su renta, se fundamenta en el
contrato se fundamenta en la Ley de Regulación de Alquileres; pero la fuente
inmediata, directa de su obligación de pagar, no es la Ley de Regulación de
Alquileres, sino el contrato que ha celebrado. Por consiguiente, la relación
jurídica no es nada diferente de la norma; la relación jurídica puede ser
abstracta o concreta, según que se trate de una norma general o de una norma
jurídica individualizada.

Ahora bien, según se explicó en el tema anterior, la norma jurídica es


bilateral, de tal modo que el Derecho a diferencia de la Moral, es imperativo-
atributivo; esto quiere decir que el Derecho impone deberes, pero al mismo
tiempo confiere facultades. Es por esto por lo que el Derecho supone siempre y
69

en todo caso la existencia de dos sujetos, por lo menos: un sujeto activo que se
llama derecho habiente o pretensor, y un sujeto pasivo que se llama deudor o
obligado. Entonces, como la norma jurídica es bilateral, tiene, como dice
Petrazycki, una estructura imperativo-atributiva, es claro que la estructura del
precepto jurídico implica una relación normativa entre los sujetos que participan
en la correspondiente relación. Es decir, si toda norma jurídica es un precepto
bilateral, si toda norma impone obligaciones y confiere correlativamente
derechos, la estructura del precepto jurídico se agota en ser una relación entre
un sujeto facultado y un sujeto obligado. Esta es la razón por la cual la teoría
moderna considera que la relación jurídica no es una cosa distinta de la norma,
sino que la relación jurídica es la propia norma. Esa relación jurídica tendrá
carácter abstracto cuando la norma es general o tendrá carácter concreto
cuando la norma es individual.

Por esa razón Kelsen ha dicho que la relación jurídica no es extrínseca a


la norma, sino que la relación jurídica es la propia norma; hay una inmanencia
de la relación jurídica en la norma.

5.1.2. Características y Elementos de la Relación Jurídica.

1.- La relación jurídica no se da nunca entre la cosa y la persona, se


da siempre entre personas.

Esta idea de que la relación jurídica no es una cosa distinta de la norma


sino que es la misma norma, y el hecho de que puede tener un carácter
abstracto o un carácter concreto, es lo que ha permitido negar, con toda razón
nuestro juicio, la posibilidad de una relación entre personas y cosas. La relación
jurídica tiene que darse, siempre y en todo caso, entre personas, entre sujetos

La doctrina romanista admitía la existencia de una relación jurídica entre


el sujeto de derecho y la cosa sobre la cual se ejercía el correspondiente
70

derecho; y así, por ejemplo, en el derecho llamado real por antonomasia, el


derecho de propiedad, se decía que existía una relación entre el propietario y la
cosa sobre la cual se ejercía el dominio.

Desde Kant se sostiene que no es posible una relación jurídica entre el


propietario y la cosa. Entre el propietario y la cosa, existe el poder de facto, el
dominio concreto, empírico, que permite que la cosa esté supeditada al poder
real del propietario. Pero no es propiamente una relación jurídica normativa
entre el propietario y la cosa. La relación jurídica auténtica se da entre el
propietario y lo son propietarios, entre la persona que ejerce el dominio sobre la
cosa y las personas que están obligadas a respetar el ejercicio de dominio por
parte del propietario.

Es por esto, como veremos cuando se hable de la clasificación de los


derechos, subjetivos, por lo que la clasificación clásica de derechos reales y de
los derechos personales debe ser abandonada por la clasificación más técnica
de derechos absolutos y derechos relativos.

La doctrina romanista hablaba de derechos reales, cuando el sujeto


ejercía un control directo sobre la cosa, o cuando la relación jurídica no era con
otra persona, sino cuando era con la cosa. Por ejemplo, en el caso del derecho
de propiedad que yo tengo sobre mi automóvil, que es el objeto de derecho, la
relación jurídica se da directamente entre mi persona y el automóvil. Otra cosa
ocurría en el caso del derecho personal o de crédito; cuando por ejemplo, le
presto a alguien Bs. 100,00 la relación jurídica es entre mi persona y la persona
que se obliga a pagármelos en un plazo determinado. En el primer caso se
habla de derechos reales y en el segundo caso se habla de derecho de crédito
o personal.

Si nosotros profundizamos un poco más en el problema del derecho real,


nos encontramos con que también la relación tiene carácter personal, que
71

siempre la relación es entre personas. Lo que sucede es que en el llamado


derecho real, la relación jurídica aparece frente a un obligado indeterminado. El
propietario ejerce su derecho de propiedad frente a todos los no propietarios.

Mientras que en el caso del derecho personal, el obligado es una


persona concreta; en todo caso, la relación es entre personas. En el derecho
real de propiedad la relación es entre el propietario y los no propietarios que, en
virtud del derecho que tiene el propietario están obligados a respetar el dominio
que tiene sobre la cosa objeto de la propiedad. Y, en el caso del derecho
personal o de crédito, la relación jurídica se hace valer contra un deudor o
contra un obligado particularmente considerado. Por lo tanto, todo derecho tiene
que ser forzosamente personal, porque la relación jurídica se da siempre entre
personas.

2) La relación jurídica debe tener siempre un objeto lícito.

La relación jurídica siempre debe tener, por lo menos en el plano


convencional, un contenido lícito. Cuando la relación jurídica no tiene un
contenido lícito, no se la puede considerar como auténtica relación jurídica. La
relación jurídica no es una simple conexión extranormativa entre dos personas
que pueden ponerse de acuerdo sobre cualquier cosa, sino que la relación
jurídica debe tener siempre un contenido lícito.

3) La relación jurídica puede tener un carácter patrimonial o


extrapatrimonial.
Lo normal es que la relación jurídica tenga un contenido patrimonial,
porque los actos jurídicos tienen por regla general un contenido económico.
Pero no es necesario que la relación jurídica tenga un contenido patrimonial:
hay multitud de relaciones jurídicas, sobre todo en el derecho de familia, en
donde a pesar de existir la relación jurídica, no existe el contenido económico.
72

4) Elementos de la relación jurídica.

De acuerdo con lo dicho anteriormente, puede decirse que la relación


jurídica tiene los siguientes elementos:
a) Un hecho jurídico capaz de producir la conexión o la relación jurídica
correspondiente. Por ejemplo: un contrato de arrendamiento.
b) Es indispensable que haya un objeto, un contenido, sobre el cual
verse la relación jurídica, contenido que se constituye en el objeto del
derecho.
c) La conexión o la relación jurídica propiamente dicha, que no es otra
cosa que la posibilidad que el acreedor tiene de exigir coactivamente
el cumplimiento de la deuda.

Los efectos jurídicos que produce la relación jurídica pueden ser:


a) El cumplimiento espontáneo de la deuda por parte del obligado (acto
de cumplimiento);
b) El cumplimiento forzoso de la deuda por parte del obligado, en el caso
de que no cumpla espontáneamente con lo prescrito por la norma
(acto de ejecución).

5.2.- CLASES Y VICISITUDES DE LA RELACIÓN JURÍDICA


DELGADO OCANDO, José Manuel. Lecciones de Introducción al
Derecho, Maracaibo. I.F.D., LUZ. 1974

5.2.1.- Clases de relaciones jurídica.

La relación jurídica puede ser convencional o extraconvencional.


73

1) Relación Jurídica Convencional

El hecho que la produce es la voluntad de las partes que participan en


ella. El ejemplo por excelencia es el contrato, que se base en el principio de la
autonomía de la voluntad.

2) Relación jurídica extraconvencional.

El hecho productor de la relación jurídica no es el resultado de la


voluntad del obligado; por eso se llama relación jurídica extraconvencional. La
relación jurídica extraconvencional puede ser: de Derecho Privado o de
Derecho Público.

A) Las relaciones jurídica extraconvencionales de Derecho Privado son:

a) La responsabilidad deriva de los hechos ilícitos. Por ejemplo:


conduciendo un automóvil causo daños involuntarios a otras
personas o cosas y tengo que indemnizar los daños ocasionados,
pero esa obligación no se deriva de mi voluntad sino de la Ley.
b) La relación jurídica que nace entre coherederos en virtud de una
sucesión, es una relación jurídica extraconvencional de Derecho
privado, porque cuando se opera la muerte del testador, es el
fallecimiento del causante el que crea la relación jurídica.
c) La relación jurídica derivada del pago de lo indebido; la persona que
paga indebidamente tiene derecho a ‘repetir’ lo pagado, al reembolso;
surge entonces una relación jurídica que crea la obligación de
devolver.
d) La gestión de negocios llamada por los romanos negotiorum gestio.
Consiste en que una persona se pone al frente de un negocio que
pertenece a otro, sin mandato del propietario. Por ejemplo: en
74

ausencia del interesado una persona toma la iniciativa de hacer


reparar su casa que amenaza ruina, o de pagar sus deudas a fin de
evitar una ejecución.
e) La responsabilidad objetiva de los accidentes de trabajo es otro tipo
de relación jurídica extraconvencional, que se acostumbra incluir en
las relaciones de Derecho Privado. No es una responsabilidad
basada en culpa, pero engendra en el empresario la obligación de
pagar las indemnizaciones. Por ejemplo, en el caso de un empresario
que tiene un obrero y en un accidente de trabajo éste muere. Si el
empresario ha cumplido con todas las normas de seguridad exigidas
en tales casos, no se puede decir que el patrono es el responsable de
la muerte del trabajador; sin embargo, la Ley lo obliga a indemnizar a
los herederos.

B) Las relaciones jurídicas extraconvencionales de Derecho Público.


a) La relación jurídica entre el contribuyente y el Fisco es una relación
jurídica extraconvencional de Derecho Público. Yo estoy obligado a pagar al
Estado el impuesto sobre la renta. Esta relación jurídica no depende de ningún
convenio entre mi persona y el Estado; simplemente existe una Ley de
Impuestos sobre la Renta que me impone la obligación de pagar el impuesto,
cuando gane una suma de dinero que exceda del mínimo de exención que
establece la Ley.
b) La institución del pago de lo indebido en materia fiscal. Por ejemplo
cuando un contribuyente ha pagado un tributo injustificado al Fisco, ese
contribuyente tiene el derecho de pedir que el Estado le reembolse lo que a
pagado indebidamente.
c) La prestación del servicio militar obligatorio. Estamos obligados a
prestar el servicio militar, porque hay una ley que prescribe el cumplimiento de
este servicio en las condiciones fijadas por la misma Ley.
75

Toda relación que derive de una disposición legal, en donde la voluntad


del individuo no está destinada a formarla, es una relación jurídica
extraconvencional. Los romanos clasificaban las relaciones jurídicas
extraconvencionales, en: cuasi-delitos y cuasi-contratos.

La relación jurídica extraconvencional es cuasi-contrato cuando el


contenido de la elación jurídica es lícito.

La relación jurídica extraconvencional es cuasi-delito cuando el origen de


la relación jurídica es un hecho ilícito del obligado.

5.2.2. Vicisitudes de la relación jurídica

Es importante también hablar en torno a la relación jurídica, de la


influencia que ciertos factores pueden tener en cuanto a los efectos de la
relación jurídica. Un autor italiano de Derecho Civil, cuando se refiere a la
influencia de estos factores, habla de las ‘vicisitudes’ de la relación jurídica,
dándole una interpretación un poco vital y dinámica a la relación jurídica surgida
entre el acreedor y el deudor. Estos factores que influyen en la relación jurídica,
que le hacen vivir una vida de dificultades, son: el tiempo, el factor subjetivo y la
eventualidad.

1) Influencia del factor TIEMPO en la relación jurídica.

El fenómeno jurídico es radicalmente histórico; únicamente se puede


pensar el Derecho en función de una sociedad ubicada en el espacio y en el
tiempo. El factor tiempo sirve de criterio para clasificar las normas jurídicas,
tomando como base la extensión de su vigencia, en determinadas e
indeterminadas. Ahora bien, en relación con este factor, nos interesa destacar
en particular a ciertas figuras jurídicas, a saber: los conceptos de término, plazo
y prescripción.
76

A) Termino.
Este concepto es una referencia cronológica que indica la iniciación o
conclusión, es decir, que se refiere a los límites de duración de una relación
jurídica, como por ejemplo, la fecha desde la cual se puede contar la existencia
de la relación jurídica. Los términos se clasifican en:
a) Perentorios o Fatales: cuando el término no es susceptible de prórroga.
Por ejemplo: el término que en materia procesal se le da al demandado
para que éste se presente ante el tribunal a contestar la demanda en un
término de diez (10) días hábiles es un término perentorio o fatal, lo que
quiere decir que pasados los diez (10) días hábiles no se puede reabrir ni
prorrogar. También es fatal el término de prueba. En el juicio ordinario el
demandado tiene un término de diez (10) días hábiles para promover las
pruebas y veinte (20) para evacuarlas; transcurridos dichos términos, ya
no hay posibilidad de promover o evacuar pruebas porque se trata de
términos perentorios.
b) Prorrogables: El término es prorrogable en el caso contrario; por ejemplo:
en materia procesal la relación de la causa, que no es otra cosa que el
procedimiento que sigue el juez para leer el expediente, es prorrogable.
Cuando por ocupación del Tribunal no principiare a veces la causa en el
día designado, ni en ninguno de los ocho (8) siguientes, él avisará a las
partes el nuevamente señalado para principiar las vistas.

El concepto de término está vinculado a la idea de límite. Propiamente el


término supone la iniciación o la extinción de una relación jurídica, mientras que
el plazo alude a la idea de lapso.

B) Plazo.

A pesar de que algunas veces se utiliza como sinónimo de término,


expresa la idea de un lapso entre dos términos, entre los límites. Por ejemplo:
una persona que presta un dinero a ser devuelto dentro de cierto plazo.
77

Mientras el término está asociado al concepto de límite, la idea de plazo está


asociada al concepto de lapso. La doctrina clasifica el plazo en: cierto, incierto,
suspensivo o resolutorio.

a) Plazo cierto: El plazo es cierto cuando su término se puede expresar por


una fecha precisa. Por ejemplo: A le debe a B una suma que debe pagar
en el plazo de seis (6) meses a partir del momento en que se hizo el
préstamo, es decir, que el plazo es cierto, porque se puede determinar la
fecha de su iniciación y término.
b) Plazo incierto: Algunas veces el término final no se puede expresar en
una fecha fija. Por ejemplo: te pagaré cuando reciba la cuota-parte que
me toca en herencia. No hay posibilidad de saber cuál es el momento en
que el deudor recibirá esa parte de la herencia para pagar.
c) Plazo suspensivo: Cuando el lapso retarda o demora el momento en que
la obligación puede ser exigida. Cuando por ejemplo, se establece la
fecha de un lapso de cinco (5) meses antes del cual no se puede exigir el
cumplimiento de la obligación, si el acreedor no respeta el lapso
suspensivo y acciona al deudor para que le pague la deuda, el deudor
puede oponer el beneficio de el término que le favorece, aunque hay
ciertas causas que contribuyen a que el deudor pierda el beneficio del
término. El plazo suspensivo es el que hace demorar el momento en que
la obligación puede ser exigida.
d) Plazo extintivo o resolutorio: Cuando determina el momento en que la
relación jurídica se extingue. Por ejemplo: yo celebro con una persona un
contrato de arrendamiento que tendrá una vigencia de seis (6) meses;
este plazo de seis (6) meses es un plazo extintivo porque llegado que
sea el último día del sexto mes, la relación jurídica se extingue.
e) Prescripción: De acuerdo con el Código Civil, puede definirse como el
medio de adquirir un derecho o de libertarse de una obligación, por el
transcurso del tiempo bajo las demás condiciones determinadas por la
Ley. Esta definición comprende varios requisitos:
78

a) El transcurso del tiempo;


b) El cumplimiento de ciertas condiciones establecidas en la Ley.

La prescripción puede ser: de acciones, de penas y de derechos. Hay


una clasificación muy corriente en la doctrina que habla de prescripción
adquisitiva (usucapión) y extintiva.

1) Prescripción de acciones: Una acción prescribe por el


transcurso del tiempo y por la pasividad, durante ese transcurso
del tiempo, de la persona que podía ejercerla. Por ejemplo: el
Código Civil venezolano dice que todas las acciones prescriben
a los diez (10) años.
2) Prescripción de penas o de sanciones: La pena o sanción se
prescribe de acuerdo con el Código Penal Venezolano, por el
transcurso del tiempo igual al de la pena que haya de cumplirse
más la mitad del mismo.
3) Prescripción de Derechos: Un derecho real –como dice el
Código Civil- se prescribe por el transcurso de veinte (20) años.
Por ejemplo: si una persona posee un inmueble o terreno
durante veinte (20) años sin que nadie haya hecho reclamo
alguno durante dicho tiempo, esa persona logra hacer ingresar
en su patrimonio dicho inmueble o terreno; es lo que llamaban
los romanos la usucapión o prescripción adquisitiva.

Cuando se adquiere de buena fe un inmueble o un derecho real sobre un


inmueble en virtud de un título debidamente registrado y que no sea nulo por
defecto de forma, prescribe la propiedad del derecho real por diez (10) años a
contar de la fecha de registro del título.
a) Suspensión de la prescripción: La prescripción se suspende
cuando en virtud de una causa real, el lapso deja de correr,
pero concluida la causa de suspensión, la prescripción sigue
79

corriendo, computándose el tiempo anterior. La prescripción no


corre contra cónyuges ni contra menores no emancipados, ni
contra entredichos.
b) Interrupción de la prescripción: Las causas interrupción de la
prescripción consisten en actos que implican la iniciativa del
sujeto en contra de quien correría la prescripción. La
interrupción borra todo el término anterior. La prescripción se
interrumpe por demanda iniciada por el acreedor contra su
deudor.
c) Caducidad: Se acostumbra distinguir la caducidad de la
prescripción. Algunos autores piensan que las diferencias son:

a) La prescripción extingue la acción; la caducidad afecta el derecho


mismo;
b) La prescripción puede ser renunciada, no así la caducidad que puede ser
declarada de oficio (es bueno advertir que el juez no puede suplir de
oficio la prescripción no opuesta: Art. 1956 del Código Civil);
c) La caducidad opera contra incapaces y no se suspende entre esposos;
d) La caducidad tiene por objeto consolidar ciertos derechos o situaciones
que la Ley mira con simpatía; por eso los lapsos de caducidad son
ordinariamente cortos. Por ejemplo: transcurrido un (1) año de la
celebración del matrimonio, no se admitirá la demanda de nulidad por la
incompetencia del funcionario que lo presenció o por inasistencia de los
testigos requeridos. Este lapso es de caducidad.
e) La causa de la caducidad puede ser convencional o legal. La de la
prescripción es siempre legal;
f) La caducidad supone la existencia de un derecho cuya adquisición por el
título no llega a verificarse, mientras que la prescripción se refiere a un
derecho ya adquirido, pero cuya falta de ejercicio determina su extinción
(Messineo).
80

2) Influencia del factor SUBJETIVO en la vida de la relación jurídica.

La conducta no puede ser considerada ni como pura intención ni


tampoco como pura realización. Cuando la acción es predominantemente
exterior, es jurídica; y cuando es predominantemente interior, es moral. La
teoría jurídica destaca varias figuras en donde el aspecto subjetivo o intencional
tiene relevancia jurídica, como son la buena fe, el dolo y la culpa.

A) La buena fe.

El Código habla frecuentemente de buena fe, que es la cualidad moral


que se atribuye a la voluntad que se conforma a lo prescrito en la norma. No es
simplemente obrar estrictamente de acuerdo con lo prescrito por la norma; es
necesario que haya la decisión íntima de actuar en una forma lícita. El factor de
la buena fe tiene una gran importancia en las relaciones jurídicas. Se presume
que toda persona, cuando obra de acuerdo con las normas jurídica actúa de
buena fe. Por ejemplo: en la prescripción de derechos que se opera por el
transcurso de diez (10) años, cuando hay título debidamente registrado, se
necesita que haya buena fe. Otro ejemplo; quien ha comprado sin malicia, por
un precio razonable, una cosa robada o perdida, a quien aparecía con su
dueño, es un adquiriente de buena fe. Por lo general, la buena fe se presume, y
quien alegue la mala debe probarla.

B) Dolo.

El dolo consiste en toda especie de artificio empleado por una persona


para engañar a otra. El dolo supone mala intención, deliberado propósito de
causar daño. Algunos autores diferencian el dolo de la mala fe: el dolo tiene
carácter activo, positivo; es necesario que la persona que defraude, realice una
maliciosa y consciente transgresión de la norma con miras a engañar o
defraudar, mientras que la mala fe tiene un carácter pasivo, negativo. Por
81

ejemplo: cuando oculto o no advierte al comprador los vicios de la cosa


vendida.

C) Culpa.

Es una figura jurídica intermedia entre los dos anteriores. Significa falta
de previsión, diligencia, capaz de producir daño. La doctrina clásica hablaba de
culpa lata o grave, leve y levísima. “El tipo que se tomaba para la graduación de
las culpas… era el del buen padre de familia más o menos diligente” (Ramírez
Gronda, J.D.).
Esta clasificación ha sido abandonada por la doctrina moderna y lo que el
Código Civil trae es el concepto de culpa típica, que es la conducta del hombre
corriente, del hombre medio. Pero algunas veces el Código Civil exige una
responsabilidad atípica, una culpa distinta a la culpa típica, normal o media. Por
ejemplo: el Código Civil, cuando habla de depósito, dice que al depositario no
se le puede exigir sino la misma responsabilidad que él tiene para sus propios
negocios.

3) Influencia del factor EVENTUALIDAD en la vida de la relación jurídica.

En la eventualidad podemos destacar también varias figuras jurídicas


muy importantes. Se trata de la condición, del modo o cargo y de los casos de
exoneración de la responsabilidad extraconvencional.

A) La condición.

Puede ser definida como el acontecimiento futuro e incierto de cuya


realización depende el nacimiento o extinción de una obligación o de un
derecho. La condición se distingue claramente del término o plazo, en la
siguiente forma:
82

a) en cuanto a la naturaleza, porque el plazo implica un hecho futuro pero


de realización necesaria; cuando el plazo es incierto, el hecho que
produce el término es de necesaria realización. Mientras que la condición
es un acontecimiento incierto, que puede o no ocurrir, como un granizo,
un accidente. Si se trata de un acontecimiento que fatalmente ocurrirá,
como la muerte, se está en presencia de un plazo incierto y no de una
condición.
b) En cuanto a los efectos, porque una obligación a término pagada antes
de vencimiento del plazo, no engendra a favor del deudor la posibilidad
de pedir el reembolso de lo pagado. En cambio, cuando se paga una
obligación condicionada sin que la condición se cumpla, sí se puede
exigir la repetición de lo pagado.

La condición puede ser: suspensiva o resolutoria;


- Suspensiva, cuando el acontecimiento futuro e incierto que la constituye
determina el nacimiento de la obligación. Lo condicionado es el
nacimiento de la obligación; mientras la condición no se cumple, la
obligación no nace. Por ejemplo: me obligo a pagarte la cantidad de
Bs.100,00 si apruebas el examen.
- Resolutoria, cuando lo que queda condicionado es la supervivencia de la
relación jurídica. Por ejemplo, dono Bs.10.000 a una persona, pero si
esta persona no aprueba el examen que debe rendir en tal fecha, la
donación queda sin efecto. Lo característico de esta condición es que lo
condicionado no es el nacimiento de la obligación sino la supervivencia
de la misma.

B) El modo o cargo.

Es la carga que se le impone a una obligación a título gratuito. En el


lenguaje de los modernos tratadistas, se denomina así a ciertas exigencias
impuestas al titular de un derecho sin que tengan carácter de condición. Por
83

ejemplo; lego a una persona Bs.100.000 con la obligación de pagar una beca
por un año a determinada persona. Esta figura jurídica se llama legado modal.
El modo no es una condición en sentido técnico.

C) Exoneraciones de la responsabilidad convencional o


extraconvencional.

“Cuando un hecho es imprevisible o no siéndolo tiene carácter de


inevitable, se lo llama caso fortuito. En rigor, trataríase de sucesos de la
naturaleza pero suelen considerarse también abarcados los del hombre,
denominada ‘fuerza mayor’, porque como los otros no pueden dominarse,
Ejemplos de casos fortuitos podrían ser: un terremoto, una inundación, la
sequía, etc. Como hechos de fuerza mayor cabe citar: la guerra, la revolución,
la expropiación (acto del príncipe), etc.” Los primeros son sucesos de la
naturaleza, los segundos hechos humanos.

5.3. Sujeto de la Relación Jurídica: La Persona Jurídica.


Delgado Ocando, José Manuel, Lecciones de Introducción al Derecho,
Maracaibo, I.F.D., LUZ, 1974.

5.3.1. Concepto de persona jurídica.

El problema de la persona jurídica es una de las cuestiones más


discutidas en el campo d ela Filosofía del Derecho. No hay un concepto claro y
preciso de la persona desde el punto de vista jurídico, moral y psicológico.

El Código Civil venezolano habla de personas físicas o natural y persona


jurídica o moral. Esta terminología es inadecuada, por las razones que vamos a
exponer inmediatamente. La terminología “persona jurídica individual” o
“persona física” y “persona jurídica o moral”, tiene como supuesto la creencia de
que hay una ecuación entre hombre y persona en sentido físico, que la persona
84

jurídica individual coincide plenamente con el concepto psicobiológico de


persona. Es decir, que para que se pueda hablar de persona en un sentido
físico o natural, es imprescindible que detrás de ese concepto de persona
individual exista el hombre de carne y huevo, el hombre en el sentido de un ser
natural, empírico, sujeto a las leyes del mundo natural.

Es imposible trazar una identificación completa entre la persona en


sentido natural y la persona en sentido jurídico; la terminología “persona física”
y “persona moral o jurídica” debe ser sustituida por esta otra: “persona jurídica
individual” y “persona jurídica colectiva”, porque tanto la persona llamada física
como la persona llamada jurídica o moral, son personas jurídicas, pero con la
diferencia de que en la llamada persona física, la conducta o la acción regulada
por el Derecho es la conducta o la acción de un solo individuo, mientras que la
conducta o la acción regulada por el Derecho en la llamada persona jurídica o
moral es la acción de varios individuos.

La palabra “persona” se deriva del vocablo latino PERSONARE. El


vocablo latino “persona” comenzó significando la máscara que utilizaba el actor
en el teatro con el fin de robustecer su voz y hacer la más potente. Esta primera
acepción de la palabra “persona”, llegó, por vía de una evolución lexicográfica,
a significar el papel que desempeñaba el actor en cada pieza teatral. Más tarde,
por un uso amplio del término, la palabra “persona” se trasladó del lenguaje
puramente escénico al lenguaje social y entonces se consideró como persona,
el papel o la función que el hombre desempeñaba dentro de la colectividad
políticamente considerada. Por ejemplo: si el hombre era un padre de familia, si
era un magistrado, un sacerdote, etc. La concepción de la representación, de la
función de cada individuo en el teatro, se trasladó entonces al status que
desempeñaba cada individuo dentro de la comunidad. Esta evolución del
concepto de persona nos viene a demostrar que el concepto natural o físico del
hombre, porque no aludía de ninguna manera a circunstancias de tipo espacio-
85

temporal, sino que aludía a la función que desempeñaba el hombre dentro de la


comunidad.

La evolución histórica del Derecho nos demuestra que la aparente


identificación del concepto de persona física con el concepto de persona
jurídica ha sido el producto de una laboriosa trayectoria en donde muchas
veces, el hombre ha tenido que recurrir incluso a la revolución o a las acciones
violentas para que se le reconozca personalidad jurídica a todos los miembros
de la especie humana; y así, por ejemplo, en el Derecho Romano encontramos
legitimada la institución de la esclavitud y el esclavo no era un sujeto de
Derecho sino un objeto del Derecho. Ya pues, en la teoría romanista y en toda
la teoría posterior, en donde la institución de la esclavitud siguió siendo una
institución jurídica, no se podía decir que la persona física coincidía con la
persona jurídica, porque nadie podía alegar que el esclavo era una persona, no
solamente en sentido físico, sino también en sentido moral. Los juristas
romanos reconocían que la esclavitud era conforme al Derecho de gentes, pero
que era contraria al Derecho natural.

No es posible, pues, identificar el concepto de persona física o naturaleza


con el concepto de persona jurídica. La persona jurídica es un concepto
normativa, lo que significa que la persona jurídicamente vinculadas y que
constituyen una unidad normativa en virtud de lo prescrito por la Ley. No vamos
a encontrar nosotros, detrás de la persona física, al hombre; lo que
encontramos detrás de la persona física son actos jurídicamente regulados. Si
así no fuera, no habría ninguna posibilidad de entender cómo un mismo hombre
puede desempeñar diferentes funciones dentro de la colectividad: un hombre
puede ser presidente de una asociación, miembro de un partido político,
profesor universitario y padre de familia. Si el concepto de personalidad jurídica
coincidiera plenamente con el concepto de persona física, la diferenciación de
las funciones resultaría impensable. No es posible, pues, encontrar detrás de
esa persona que llamamos física, que llamamos natural, el hombre
86

biológicamente considerado, sino actos humanos, conducta humana, y esta


conducta tiene que estar regulada jurídicamente para poderla concebir en
función de los derechos y obligaciones de la persona en sentido jurídico.

Por eso, la persona llamada física debe llamarse persona jurídica


individual, en el sentido de que la persona es individual en la mediada en que
los actos jurídicos que integran la unidad normativa son actos de un solo
individuo.

Ahora bien, esa unidad normativa que constituye a la persona jurídica, la


denominamos persona jurídica colectiva, cuando se deriva de los actos de
varios individuos. Entonces, tanto en la persona jurídica individual como en la
persona jurídica colectiva, lo que encontramos son actos humanos
jurídicamente regulados: en la persona jurídica individual, los actos de un
individuo; en la persona jurídica colectiva, los actos de varios individuos; pero
no es que detrás de la persona jurídica individual esté el hombre, ni que
pretendamos buscar por analogía detrás de las personas jurídicas o morales un
superhombre, o un superorganismo que haga las mismas veces de la persona
física individual.

5.3.2. Teorías acerca de la persona jurídica colectiva.

Para completar la teoría de la persona jurídica, es indispensable estudiar


las diferentes soluciones que se han dado para esclarecer la naturaleza de la
persona jurídica colectiva.

1) Teoría de la ficción de Savigni.

A) Exposición de la teoría.
87

Esta teoría, cuyo representante más esclarecido es el eximio romanista


Savigni, parte del supuesto siguiente: solamente son personas en sentido
estricto, los seres dotados de razón y voluntad. La teoría de la ficción lo que
hace es sostener la identificación: persona física/persona jurídica. Para que se
pueda hablar de persona en sentido real y auténtico es imprescindible que esa
persona sea un ser dotado de razón y de voluntad; pero como quiera que el
único ser dotado de razón y de voluntad es el hombre psicobiológicamente
entendido, entonces, por vía de consecuencia lógica, la única persona auténtica
es el hombre. Hay pues, una identificación completa entre persona física y
persona jurídica individual.

Partiendo de este supuesto, la teoría de la ficción se enfrenta al problema


de establecer cuál es la naturaleza de la persona jurídica colectiva, por ejemplo,
de una compañía anónima, etc. Se afirma entonces que en una creación del
legislador, una ficción legal, porque detrás de esa compañía no se consigue
ningún hombre que sirva de sustrato. ¿En dónde está el fundamento de esta
ficción legal de tipo puramente formal?

La fundamentación de esa ficción legal está para Savigni en que se pone


un patrimonio al servicio de una finalidad determinada. Hay ciertas finalidades
que el hombre individualmente considerado no puede realizar: la evolución de la
técnica y el desarrollo de las condiciones económicas de la época
contemporánea, impiden que las fuerzas de los hombres individualmente
considerados, puedan realizar los fines de la sociedad. Entonces, es
indispensable adscribir un patrimonio a ciertos fines, pero para poder realizar
sus actividades necesita de personalidad jurídica. La personalidad jurídica se
finge para que un patrimonio administrado por hombres de carne y hueso pueda
ser puesto al servicio de una finalidad concreta. Lo que determina la ficción
legal, es entonces, la necesidad de poner un patrimonio al servicio de un fin.
88

B) Objeciones a la teoría de la ficción.

Esta teoría que como se acaba de decir, parte del supuesto de que
únicamente son personas, en sentido estricto, los seres dotados de voluntad, es
inadmisible. Dos objeciones básicas se han formulado a la teoría de la ficción y
son las siguientes:

a) La teoría de la ficción parte del supuesto incorrecto de que sólo son


personas los entes dotados de voluntad.
Si la teoría de la ficción fuera correcta, no podríamos explicar la
personalidad jurídica en el feto que se reputa nacido cuando se trata de su bien.
Es claro que una persona simplemente concebida no es un ser dotado de
voluntad, y sin embargo, el Código la admite como una persona jurídica
individual, a los efectos de su beneficio.

Es igualmente claro que un demente no puede ser considerado como un


ser dotado de voluntad, porque la voluntad no es simplemente una categoría
natural, la voluntad es una categoría moral, es decir, la posibilidad que el
hombre tiene de escoger los fines y de realizarlos. Un demente no tiene, de
ninguna manera, esa voluntad psicológica, por lo menos la voluntad psicológica
moral, y sin embargo, el demente es considerado como sujeto de Derecho,
tiene una capacidad jurídica, puede adquirir bienes; aun cuando el ejercicio de
sus derechos solo pueda realizarse con el concurso de su representante legal.

La teoría de la ficción, pues, es incapaz de explicar por qué esos entes,


que no disponen de una voluntad psicológica normal, son sin embargo,
considerados como personas en sentido jurídico.
89

b) La teoría de la ficción no puede explicar la naturaleza del Estado.

Si es cierto que la persona jurídica colectiva es una ficción, ¿cuál sería


entonces la naturaleza del Estado?. El Estado es indiscutiblemente, sujeto de
derechos y obligaciones por lo que nadie puede negar que es una persona
jurídica colectiva. Si aplicamos al Estado la teoría de la ficción tenemos que
llegar a la conclusión de que el Estado es a su vez una ficción legal. Pero en
este punto, encontramos una dificultad insuperable, a saber la de un ser ficticio
que crea ficciones, porque es precisamente la voluntad del Estado la que
convierte en persona jurídica a los seres que no lo son por su naturaleza. Es
Estado sería, a su misma vez, una ficción y tendríamos el fenómeno
incomprensible de una ficción creando ficciones.

Savigni comprendió esta crítica y entonces sostuvo que las personas


jurídicas colectivas debían clasificarse en: personas jurídicas de existencia
natural y necesaria, y personas jurídicas de carácter convencional y
contingente. El Estado sería una persona jurídica colectiva de carácter natural y
necesario; pero Savigni no explico en qué consiste esa existencia natural y
necesaria.

O el Estado es una persona física en el sentido en que lo es el hombre y ya


no es posible decir que el fundamento de la persona jurídica es la voluntad o la
existencia natural y necesaria de esa persona tiene un fundamento distinto y
en tal caso el sustrato de la persona física tampoco se explica
satisfactoriamente. La teoría de la ficción es, pues, inadecuada para explicar el
fenómeno del Estado como persona jurídica colectiva.
90

2) Teoría del patrimonio afecto a un fin, de Brinz.

A) Exposición de la teoría

El pandectista Bririnz distingue dos clases de patrimonio: el patrimonio


personal y el patrimonio impersonal.

a) El patrimonio es personal: cuando se encuentra adscrito a un sujeto de


derecho. Por ejemplo: una persona que tenga una cuenta bancaria, una
casa, un automóvil, tiene un patrimonio personal; estos bienes
constituyen un patrimonio personal porque depende de esa persona que
es, respecto de ese patrimonio, el titula.
b) En los patrimonios impersonales: la dependencia no es respecto del
sujeto, sino respecto del fin que persiguen. Cuando un patrimonio está
afecto un fin determinado, se convierten en persona. La personalidad
jurídica, entonces, depende de que el patrimonio cumpla una finalidad
específica. Mientras que el patrimonio personal cumple una finalidad
indeterminada, porque el patrimonio que yo tengo sirve para los
diferentes fines que yo me proponga, el patrimonio llamado impersonal
solamente se encuentra afecto a la finalidad para la cual ha sido
constituido. Por ejemplo el patrimonio de una compañía anónima
únicamente puede adscribirse al objeto o a la finalidad específica para la
cual la compañía anónima fue creada.

Algunos seguidores de Brinz utilizan la terminología patrimonio


dependiente y patrimonio independiente. Al patrimonio personal le llamen
dependiente y al patrimonio impersonal lo llaman independiente. Así, el
patrimonio impersonal es un patrimonio autónomo, un patrimonio
independiente que por serlo se constituye en una persona jurídica,
independientemente de los sujetos que integran esa persona jurídica.
91

Esta teoría de Brinz, como se verá más tarde, es verdadera parcialmente


pues es muy útil para explicar el concepto de fundación (universitas bonor
universalidad de bienes) por oposición a la asociación (universitas
personórum: universalidad de personas).

c) Objeciones a la teoría de Brinz.


a) Esta teoría afecta el principio de que la relación jurídica tiene que ser
siempre una redacción personal.

No puede haber relación jurídica entre personas y cosas, tiene que ser
siempre relación entre sujetos. La teoría de Brinz afecta este principio
fundamental de la teoría jurídica por cuanto erige a un objeto de derecho como
lo es el patrimonio, en sujeto jurídico.
b) El llamado patrimonio impersonal o independiente no siempre se
constituye en persona jurídica.

Por este motivo la clasificación de Brinz en patrimonios personales y


patrimonios impersonales, es inadecuada. Podemos por ejemplo comprobarlo
en el caso del concepto de peculio en el Derecho Romano. El concepto de
peculio (en una explicación un poco tosca) es el siguiente; es el patrimonio que
el pater familiae en el Derecho Romano, utilizaba en beneficio del pupilo, del
hijo o del esclavo. Este patrimonio, que seguía siendo un patrimonio del pater
familiae, conservaba sin embargo, autonomía o independencia dentro del
patrimonio familiar. Sin embargo, a pesar de que el peculio constituía un
patrimonio independiente, no se constituía en persona, es decir, no constituía
una persona jurídica distinta del titular de ese patrimonio.

Un ejemplo del Derecho Moderno es el de la “fortuna flotante”; se dice que el


propietario de una nave puede abandonar el buque en beneficio de los
acreedores sin que éstos puedan ejercer acción sobre los restantes bienes del
propietario del buque. Esto es lo que se llama en el Derecho Mercantil, la
92

“fortuna flotante” o la “fortuna de mar”. Prácticamente esta institución se ha


creado para limitar la responsabilidad del propietario del buque en cuanto a las
obligaciones derivadas de la nave. Esa fortuna, flotante o de mar, constituye en
cierta forma, por lo menos a los afectos de la responsabilidad del propietario, un
patrimonio autónomo y, sin embargo, ese patrimonio no constituye una persona
jurídica distinta de su titular.

Otro ejemplo es el de la herencia a beneficio de inventario. El Derecho Civil


dice que la personalidad jurídica del causante, o sea del fallecido, se prolonga
sin solución de continuidad en sus herederos. Pero puede suceder que el
heredero acepte la herencia a beneficio de inventario. De esta manera le
heredero evita que se produzca una confusión entre el patrimonio hereditario y
el patrimonio propio del heredero. En este caso, el patrimonio del heredero
beneficiado y sin embargo, ese patrimonio no constituye una personalidad
independiente.

Otro ejemplo es el de la institución del “hogar” en el Derecho venezolano.


Cuando una persona constituye un hogar par sí y para su familia, lo excluye
absolutamente de su patrimonio y de la prenda común de sus acreedores; de
manera que en principio ese inmueble constituido en hogar, no puede ser
gravado, hipotecado, enajenado, etc.; está adscrito a una finalidad específica
dentro de las condiciones previstas en el propio ordenamiento. El hogar es
dentro del patrimonio del propietario, un patrimonio independiente que está
adscrito a una finalidad específica, a diferencia del resto de su patrimonio que
persigue una finalidad indeterminada, y sin embargo, a pesar de ser un
patrimonio independiente con una finalidad específica, no adquiere una
personalidad distinta de su titular.
93

c) La teoría de Brinz no logra explicar la personalidad jurídica del


Estado

En efecto, el Estado no puede definirse como un patrimonio de afectación.


Como puede decirse, argumenta Ferrara, que el Estado es sólo una masa de
bisnes, y una masa de res nullius? Tendríamos que llegar a la conclusión que el
Estado es susceptible de apropiación por ocupación, lo cual haría perder de
vista la auténtica naturaleza del Estado, como persona dinámica capaz de
proponerse fines mucho más heterogéneos y multiformes que los que se puede
plantear la persona jurídica individual. Entonces, la teoría de Brinz sólo tiene
vigencia en el elemento personal, sino en el elemento material, o sea, en el
patrimonio que se constituye en algo totalmente distinto e independiente del
fundador, para servir, según indica el ordenamiento legal, a una finalidad
específica. Por eso, la solución de Brinz no es totalmente errónea y pueden ser
utilizadas en forma muy eficaz para explicar, por lo menos, la naturaleza de
una de las clases de personas jurídicas colectivas, a saber, la fundación.

3) Las teorías realistas.

Las teorías llamadas genéricamente realistas se oponen vigorosamente


a criterio sustentado por Savigni de que la persona jurídica colectiva es
simplemente una ficción del legislador. Sostienen los partidarios de esta teoría
que la persona jurídica colectiva tiene una realidad tan indiscutible como la que
pueden tener las personas físicas, las personas naturales. De la misma manera
que hay un voluntad individual, una psicología individual, la sociología y la
psicología social nos enseñan que hay un alma colectiva, la cual no se puede
entender en el sentido de una simple suma o yuxtaposición de las voluntades
particulares. La voluntad de una sociedad, ya sea sociedad parcial o total, como
ocurre en última instancia con el Estado, no puede identificarse con las
voluntades particulares. Existe, por lo tanto desde el punto de vista psicológico
94

y sociológico, un alma colectiva, una psicología colectiva totalmente distinta, de


la psicología o de la voluntad de los particulares que constituyen esa sociedad.

El fenómeno de la psicología colectiva no es simplemente un fenómeno


psicosociológico, sino que también es un problema admitido por el Derecho
cuando la responsabilidad de las personas que participan en un acto colectivo
puede resultar afectada en virtud de la reacción social. No es lo mismo el acto
cometido por una persona, en donde esa persona asume totalmente la
responsabilidad de la conducta que toma, a la responsabilidad de un individuo
que actúa en virtud de una reacción colectiva perteneciente a una masa, a una
multitud o a un grupo, en donde la psicología individual puede resultar disuelta
en la voluntad colectiva supraindividual.

Esa voluntad colectiva puede ser una voluntad transitoria, eventual, como
ocurre, por ejemplo en el caso de un público que presencia un espectáculo, o
en el caso de un grupo de personas que se reúne en forma puramente
accidental y transitoria; o bien, una voluntad permanente, como en aquellas
sociedades que han sido constituidas con el ánimo de que duren, de que
tengan una permanencia en el tiempo. Pero sea cual fuere el carácter de este
ente colectivo, bien sea transitorio, bien sea de carácter más o menos
permanente, no hay duda de que existe una psicología colectiva que no es
posible identificar con el simple agregado de las voluntades individuales que lo
constituyen. La sociología y la psicología social pues, han demostrado, o, por lo
menos, han advertido, el hecho de que desde el punto de vista psicológico se
puede hablar de un a la colectiva o de una psicología colectiva que es un
fenómeno totalmente diferente del fenómeno de la psicología individual de
cada una de las personas que integran los grupos ya sea transitorios, ya sea
permanentes.

Ahora bien, en contra de esta interpretación de que existe un alma


colectiva, una psicología que no se agota en la suma de las psicologías
95

individuales, se han formulado múltiples objeciones; y así, por ejemplo, los


autores partidarios de la teoría de la ficción, sostienen que este alma colectiva,
que esta psicología colectiva, no es otra cosa que una entidad metafísica y que
en rigor detrás de ese alma colectiva lo que hay son los propios individuos que
componen el grupo. Sin embargo, se advierte inmediatamente que esta critica
según la cual existe la voluntad individual pero no existe la voluntad colectiva,
incurre en el error de creer que detrás del hombre, o mejor dicho, detrás de los
actos psicológicos del hombre, existe una substancia, un ente metafísico
respecto del cual los fenómenos psicológicos no son sino accidentes o
atributos. Tanto los que creen en la realidad de la psicología colectiva como los
que piensan en la realidad de la psicología individual incurren en el error de
aceptar detrás de los fenómenos, detrás de los actos psicológicos, una realidad
metafísica. La psicología científica contemporánea ha demostrado que una
psicología racional como ciencia del alma es algo completamente imposible. Lo
que existe es una ciencia de los fenómenos psicológicos, pues el alma se agota
en las vivencias, ya que el alma es interpretada ahora funcionalmente. Por
consiguiente, cuando la teoría de la ficción dice que el alma colectiva es un
ente, está incurriendo en el mismo error que atribuye a la teoría realista. No
parece, pues, suficiente la crítica que la teoría de la ficción formula, cuando
sostiene que la psicología colectiva no existe por cuanto no existe ese ente
detrás de la conducta que llamamos conducta social o conducta colectiva.

Pero además, los representantes de la teoría realista hacen observar que


la teoría de la ficción no solamente debería negar la existencia de las personas
jurídicas colectivas, sino que también debería negar la existencia de las
universalidades de bienes. Por ejemplo, siguiendo la teoría de la ficción,
tendríamos que decir que no existe la biblioteca, sino que existen simplemente
los libros que la constituyen; que no existe un rebaño de ovejas, sino
simplemente las ovejas que integran esa universalidad que llamamos el rebaño,
y así sucesivamente. Es decir, que la teoría de la ficción, cuando niega la
realidad de estos entes jurídicos que llamamos personas colectivas, está
96

simplemente diciendo que los individuos que componen estos grupos llamados
personas jurídicas colectivas, son los únicos que tienen un auténtica realidad,
desconectando por lo tanto el problema de su planteamiento rigurosamente
teórico para convertirlo en problema de tipo metafísico.

No hay, por consiguiente, ninguna razón para negar la existencia de las


personas jurídicas colectivas por el solo hecho de presumir que la única
persona jurídica auténtica la constituye el hombre. Tanto más cuanto que esta
teoría supone la identificación de la persona jurídica individual con la persona
psicobiológicamente considerada, identificación que según se explicó en el
punto anterior, es inaceptable.

Ahora bien, de acuerdo con la teoría realista, ¿cualquier grupo de


personas puede constituir una persona jurídica? Si se acepta que la
personalidad jurídica colectiva está determinada por una voluntad psicológica
colectiva que no es el simple agregado de las voluntades individuales, ¿cuándo
decimos nosotros que un grupo de personas constituye una persona jurídica
diferente de los individuos que la integran? La pregunta es pertinente, porque
hay grupos de personas que no constituyen una persona jurídica distinta de los
miembros que la componen. El caso típico, el caso clásico por excelencia, lo
constituye la figura jurídica llamada copropiedad o condominio. Cuando varias
personas son propietarios de un mismo bien, de una misma cosa, se
encuentran agrupadas alrededor del bien cuya propiedad poseen. Pero es
claro que las personas que son copropietarias de un mismo bien no constituyen
una personalidad jurídica diferente de ellas mismas. Es decir, que hay un grupo
de personas en donde los individuos conservan su individualidad, de tal
manera que la voluntad individual de las personas que constituyen el grupo no
se disuelve en una voluntad psicológica colectiva que vendría a integrar a una
persona jurídica diferente. Así, pues, los copropietarios de una casa, a pesar de
que constituyen un grupo alrededor de una misma propiedad, de una misma
97

cosa, no constituyen una persona jurídica distinta de cada uno de los


comuneros.

Esto es lo que se llama copropiedad: el grupo o agrupación de personas


en donde la voluntad de los particulares conserva su individualidad y en donde
no existe ni un patrimonio común en sentido riguroso, ni tampoco una finalidad
específica hacia la cual se oriente ese patrimonio. No hay aquí un patrimonio
común, en el sentido de que la finalidad hacia la cual se orienta ese patrimonio,
no es una finalidad determinada, específica, sino la finalidad de cada uno de los
propietarios. Así, el condominio, la copropiedad, a pesar de suponer un grupo
de personas, no constituyen una persona jurídica distinta.

Entonces, ¿qué es lo que constituye a un grupo de personas en persona


jurídica colectiva, en ente jurídico diferente de los individuos que lo integran. Lo
que determina el surgimiento de la persona jurídica colectiva es el hecho de que
las voluntades individuales constituyan una voluntad colectiva y para ello, es
imprescindible que el interés o el objetivo hacia el cual se orienta la actividad
del ente sea un interés colectivo, no el interés de los individuos que componen
esas sociedad. Así por ejemplo, lo que llamamos sociedad o compañía por
acciones está integrado por un conjunto de individuos, pero en este caso no se
puede hablar de copropiedad o condominio, porque el patrimonio no se
encuentra fraccionado entre los individuos que integran la compañía anónima,
sino que el patrimonio es auténticamente común y sirve a una finalidad
específica, distinta de las finalidades que cada individuo persigue
personalmente. La existencia de un patrimonio común, no de un patrimonio
sobre el cual se ejerce el condominio, y la existencia de una finalidad común,
finalidad que es distinta de los intereses que cada individuo persigue
individualmente, es lo que hace que este grupo de personas se constituya en
una personalidad jurídica distinta de los miembros que la integran.
98

Por consiguiente, la teoría realista suponen la existencia de un fenómeno


de psicología colectiva, determinado en primer lugar, por la sustitución de las
voluntades individuales por la voluntad colectiva; y, en segundo lugar, por la
existencia de un interés común que no puede identificarse con el interés
particular de los miembros que componen esa voluntad. Se trata de sostener
que la persona jurídica colectiva tiene una realidad tan indispensable como la
realidad de las personas jurídicas individuales, basándose en el criterio de que
el fenómeno de la voluntad psicológica colectiva es algo irreductible a la suma
de las voluntades individuales.

4) Las teorías normativas

A) Solución de Ferrara

Ferrara dice que para poder enfocar correctamente el problema de la


personalidad jurídica colectiva, es imprescindible advertir, como se dijo al iniciar
estas explicaciones, que el concepto de persona puede tener diferentes
significados. La historia de ese problema nos demuestra que el concepto de
persona tiene por lo menos tres acepciones bien diferenciadas: una acepción
filosófica, una acepción biológica y una acepción jurídica.

a) Filosóficamente, la persona es un ente moral, dotado de


libertad, capaz de proponerse deliberadamente la realización
de valores.
b) Biológicamente, la persona es un ente concreto, sujeto como
todos los seres del mundo natural a una legalidad causal.
c) Y, desde el punto de vista jurídico, la persona jurídica es un
sujeto de facultades y obligaciones.

Cuando Ferrara se plantea el problema de la naturaleza de la


personalidad jurídica nos dice que la personalidad jurídica colectiva es,
99

simplemente, una creación del Derecho. Nosotros no podemos encontrar la


persona jurídica en el mundo de la naturaleza; ni tampoco podemos encontrar
la persona jurídica en el mundo moral. La persona jurídica es una construcción
del legislador. Es el legislador el que determina cuáles son los entes a los
cuales se les debe atribuir personalidad jurídica.

Sostiene Ferrara, por consiguiente, una posición contraria a la solución


que encontramos en las teorías realistas, porque mientras las teorías realistas
hablan de una realidad psicosociológica en la persona colectiva, tan indubitable
como la realidad psicosociológico del hombre individualmente considerado,
Ferrara sostiene que la personalidad jurídica es una construcción normativa,
que no tiene nada que ver con la realidad psicosociológica ni del ente colectivo,
ni del hombre individualmente considerado.

Ahora bien, ¿cuáles son los elementos de esa persona jurídica


colectiva?, o mejor dicho, ¿cuáles son las condiciones que deben darse para
que la persona jurídica colectiva exista? Para Ferrara, es imprescindible:
a) Primeramente, una asociación de personas, un grupo de
personas;
b) En segundo lugar, una finalidad específica, de carácter lícito;
c) Y, en tercer lugar, el reconocimiento del Estado.

1.- El primer elemento es la asociación o grupo de personas; para


Ferrara, esa asociación puede ser:
a) Una asociación voluntaria, como ocurre en el caso de una sociedad en
nombre colectivo o de una compañía anónima;
c) O puede ser una asociación de carácter legal en donde la participación
en la persona jurídica no viene impuesta por el acuerdo de los que la
integran, sino por el imperio de la ley.
Así, por ejemplo, un sindicato, cuando existe la cláusula sindical obligatoria,
sería una persona jurídica de carácter legal. Se pertenece al sindicato en virtud
100

de un ordenamiento jurídico que impone la participación en esa persona jurídica


colectiva; o bien en los llamados colegios profesionales, cunado nadie puede
ejercer la profesión liberal sin estar colegiado, como ocurre, por ejemplo, con el
Colegio de Médicos, con el Colegio de Abogados, con el Colegio de
Odontólogos, etc., en donde la inscripción en el correspondiente colegio es
condición sine qua non para poder ejercer la profesión. Así pues, la
participación de un individuo o de una persona en una asociación, capaz de
constituir una persona jurídica colectiva, puede ser voluntaria o legal.

2.- El segundo ele,ento imprescindible para la constitución de una


persona jurídica colectiva es una finalidad específica de carácter
ilícito.

Es la finalidad específica, el objetivo hacia el cual se orienta la persona


jurídica colectiva, lo que hace que la voluntad individual de las personas que
componen la sociedad se disuelva en la persona jurídica colectiva. Es
indiscutible que esta finalidad debe tener un carácter lícito, puesto que no es
posible una asociación de personas con miras a una finalidad no aceptada por
la ley.

3.- Finalmente, es imprescindible que haya el reconocimiento del


Estado.

La función que desempeña ese reconocimiento en la atribución de la


personalidad jurídica colectiva a esas asociaciones de personas, varía de
acuerdo con las diferentes teorías. Así por ejemplo, algunos piensan que el
reconocimiento por parte del Estado tiene una significación puramente
certificativa. Es decir, el Estado lo que hace es certificar la existencia de un ente
que preexiste a la certificación. La función de la certificación es acreditar
públicamente a los ojos de todos la existencia de un ente jurídico colectivo, y
101

para esto es para lo que existe la inscripción en el Registro Público, de acuerdo


con la naturaleza del ente a que se refiere.

Otras teorías sostienen que el reconocimiento del Estado tiene un


carácter meramente declarativo, es decir, que la persona jurídica colectiva
preexiste como persona jurídica antes de que se opere el reconocimiento del
Estado. Estas serían las doctrinas realistas que creen que la persona jurídica
colectiva tiene una realidad prejurídica y que, por lo tanto, el ordenamiento
jurídico solo corresponde declarar la existencia de una realidad preexistente al
Derecho.

Y finalmente tenemos la solución compartida por Ferrara, de que el


reconocimiento del Estado no es meramente certificativo o declarativo, sino
constitutivo de la personalidad jurídica. Esto significa que mientras no haya el
reconocimiento expreso por parte del Estado, aun cuando se den las otras
condiciones de la personalidad colectiva, no se puede hablar en un sentido
estricto de persona jurídica. Se podrá comprobar en el curso de los estudios de
Derecho que no se puede aceptar en una forma absoluta ninguna de estas
soluciones: algunas veces se acepta la concepción declarativa del
reconocimiento y otras veces la concepción declarativa del reconocimiento y
otras veces la concepción constitutiva del mismo.

Se verá por ejemplo, en Derecho Mercantil y en Derecho Civil, que las


llamadas “asociaciones irregulares o de hecho” no cumplen con los requisitos
establecidos en la ley que regula su actividad, y que sin embargo, existen con
efectos limitados en lo que respecta a las relaciones jurídicas en las cuales
participan. Desde luego, no podemos entrar a estudiar estos pormenores
porque no es cuestión que deba ser tratada aquí, pero si debe recordarse que
la dimensión del reconocimiento puede ser vista desde el punto de vista de la
certificación, de la declaración o de la constitución estricta de la personalidad
jurídica por órgano del Estado.
102

B) La Teoría Pura del Derecho.

Kelsen sostiene que el problema de la personalidad jurídica es un


problema estrictamente normativo que no tiene nada que ver con los otros
aspectos de la persona que ya hemos tratado.
¿Qué es, entonces, la persona jurídica para Kelsen? Kelsen dice que la
persona jurídica no es otra cosa que un complejo normativo personificado, o
sea, un complejo normativo al cual se atribuye la categoría de sujeto de
Derecho. Cuando hablamos de la persona jurídica, bien sea de la persona
jurídica individual, o de la persona jurídica colectiva, no hay por qué preguntarse
qué es lo que encontramos detrás de una u otra; porque de la misma manera
que detrás de la persona jurídica individual no se encuentra el hombre, tampoco
detrás de la persona jurídica colectiva debemos suponer la existencia de un
ente colectivo.

Para Kelsen, el sustrato de la persona jurídica, cualquiera sea, es la


conducta humana, los actos humanos y es claro que los actos humanos
únicamente pueden ser actos de personas individualmente considerados. En
todo caso, los actos regulados por el Derecho son actos humanos, pero lo que
ocurre es que el ordenamiento jurídico puede atribuir a un acto humano la
significación de una responsabilidad colectiva o de una responsabilidad
individual.

Vamos a poner un ejemplo: yo puedo ser presidente de una compañía


anónima, o bien presidente de un sindicato y, en estos casos, hay que distinguir
mi acción como persona jurídica individual de la acción que cumplo como
órgano de la persona colectiva en cuyo nombre obro. Cuando yo actúo en mi
carácter individual, los actos que realizo son imputados a mi persona; pero
cuando obro en mi carácter de presidente de la compañía, o de presidente de
103

un sindicato, los actos jurídicos que yo realizo no se me imputan a mí, sino que
se imputan a la compañía o al sindicato.

En ambos casos, lo que hay detrás de la persona jurídica es mi


conducta, mis actos. La prueba de que la personalidad jurídica colectiva no es
una realidad psicobiológica diferente de la realidad del hombre, de la persona
física o natural, la ofrece el hecho de que una sola persona física puede realizar
actos imputados a personas jurídicas distintas. Lo que constituye pues la
personalidad jurídica, no es el hecho de tener un sustrato biológico, sino el
hecho de realizar actos que están regulados normativamente.

La personificación de esos actos o de esas normas que regulan la


conducta humana es obra del propio ordenamiento jurídico. Por eso la persona
jurídica no es una cosa diferente del derecho; la persona jurídica es un
complejo de normas a las cuales por virtud del propio ordenamiento jurídico se
le atribuye personificación normativa.

En última instancia, Kelsen sostiene que es indebido decir que las


personas tienen derechos y obligaciones; lo correcto es decir: los individuos
tienen derecho y obligaciones, porque es el hombre, en cuanto sujeto de
derechos y obligaciones, por virtud de su conducta regulada jurídicamente el
que se convierte en persona. Decir persona jurídica significa decir complejo de
normas representado antropomorfitamente. No es por lo tanto el hombre,
concretamente considerado, el que unifica las normas que integran la
personalidad jurídica, sino que es el ordenamiento jurídico el que unifica en la
conducta, ya individual, ya colectiva, esa personalidad jurídica, en cuento centro
común de imputación normativa. Es el ordenamiento jurídico el que dice si mis
actos son actos de mi persona individual o son actos de una persona distinta.
Detrás de la persona jurídica, por tanto, no existe una realidad psicobiológica, ni
tampoco una realidad moral de tipo metafísico, sino simplemente una entidad
normativa. “Al igual que la persona física –dice Kelsen- la persona jurídica
104

carece pues, de existencia real o natural. En este sentido sólo son ‘reales’ las
conductas humanas reguladas por normas de naturaleza diversa’.

Por eso, el Estado para Kelsen, no es sino la personificación del orden


jurídico total. Es decir, que no hay diferencia alguna entre Estado y Derecho.
De la misma manera que las personas jurídicas colectivas no son más que la
personificación de un orden jurídico parcial, así el Estado es la personificación
del orden jurídico total. La persona jurídica individual, la persona jurídica
colectiva y, en última instancia, el Estado, no son sino un complejo de normas
que regulan la conducta del hombre.

Las normas que regulan mi conducta como ser individual constituyen mi


personalidad jurídica, las normas que regulan la conducta de un hombre como
órgano de una persona jurídica colectiva, y en última instancia, el Estado no es
otra cosa que el complejo total de normas que rigen en un momento y en un
espacio determinado.

De este modo, la teoría jurídica Kelseniana disuelve el concepto de


persona jurídica individual en un simple complejo de normas y, por lo tanto, la
estructura de la persona jurídica colectiva es exactamente igual a la estructura
de la persona jurídica individual.

Tratando el problema desde el punto de vista normativo, la teoría


keslseniana no tiene por qué preguntarse cuál es el sustrato metafísico de la
persona jurídica, ya se trata de una persona jurídica individual o de una
persona jurídica colectiva, porque en última instancia, la realidad de la persona
jurídica, tanto individual como colectiva es una realidad normativa.
105

5.3.3. Clasificación de la persona jurídica colectiva.

La clasificación más general de la persona jurídica colectiva es ésta:


asociaciones, corporaciones y fundaciones.

Para poder explicar con claridad la diferencia que existe entre la


asociación y la fundación, es indispensable recordar que los elementos que
integran la persona jurídica colectiva son: en primer lugar, un elemento
personal, y en segundo lugar, un elemento patrimonial.

Toda persona jurídica colectiva es una agrupación de personas y, al


mismo tiempo toda persona jurídica colectiva necesita de un patrimonio adscrito
a una finalidad específica. Puede ocurrir que el elemento personal tenga
predominio sobre el elemento material o patrimonial, o al revés, puede suceder
que e elemento patrimonial tenga predominio sobre el elemento personal.
Decimos que en las asociaciones, llamadas también corporaciones, el elemento
personal tiene una importancia fundamental respecto del elemento patrimonial;
en cambio, en las llamadas fundaciones, el elemento patrimonial es decisivo y
es por esto por lo que se explicaba en la exposición de la teoría de Brinz, que
esta teoría del patrimonio afecto a un fin, en adecuada para la explicación de la
naturaleza de las fundaciones, porque en realidad, el problema de las
fundaciones no es otra cosa que el problema de un patrimonio afecto a una
finalidad específica. Se puede decir con Brinz que, efectivamente, la fundación
es un patrimonio independiente, un patrimonio autónomo que adquiere
personalidad jurídica propia.

Lo más importante a destacar es que, en la llamada asociación o


corporación, el elemento personal es decisivo, y a la inversa, que en la
fundación de elemento patrimonial es que desempeña el papel fundamental.
Aclarado esto, vamos a precisar en lo posible, las diferencias entre la fundación
y la corporación.
106

1) La finalidad como criterio de distinción entre corporación y


fundación.

Tenemos en primer lugar que en la corporación, la finalidad que


persigue la persona jurídica es interna o intrínseca a la propia persona mientras
que la finalidad que persigue la fundación es extrínseca o externa a la persona
jurídica. Esto significa que, en la llamada corporación o asociación, son las
mismas partes integrantes de la persona jurídica. Por eso se dice que la
finalidad de la corporación es una finalidad interna, porque ¿Quiénes son los
beneficiarios de la compañía anónima? En una compañía anónima los
beneficiarios de la actividad de esa compañía son los propios accionistas;
mientras que en la fundación los beneficiarios están colados fuera de la persona
jurídica colectiva.

Por ejemplo, en el caso de una fundación, como la Venezolana para el


Avance de la Ciencia, los beneficiarios están colocados por fuera del ente
jurídico que realiza la actividad correspondiente. Y así, en todos los casos de
fundaciones, en donde un patrimonio se pone al servicio de una finalidad, un
objetivo, los beneficiarios se encuentran colocados fuera de la persona jurídica
colectiva.

Esto significa entonces que el elemento persona en el caso de la


corporación es un elemento de la propia naturaleza de la persona jurídica
colectiva; mientras que en el caso de la fundación, como lo decisivo es el
patrimonio afecto a un fin, el elemento personal, que también es importante en
todo tipo de persona jurídica colectiva, está colocado fuera del ente jurídico.
107

2) La corporación y la fundación se distinguen por su


reglamentación.

Un segundo carácter distintivo es el de que la corporación es, en cuanto


a su reglamentación interna, autónoma, mientras que la fundación es
heterónoma. Esto significa que la persona jurídica corporativa se da a sí misma
su reglamentación interna; el acta constitutiva, los estatutos y todas las normas
que regulan su acción su actividad, son normas creadas por las mismas partes
que integran el ente colectivo. Por supuesto, parece innecesario aclarar que
esas normas que regulan el comportamiento de la corporación, son normas
dictadas de conformidad con la ley que rige la materia, porque no se puede
crear una compañía anónima, si no es de conformidad con las disposiciones
establecidas en el Código de Comercio. Pero de todas maneras, lo que se
quiere destacar es que el acta constitutiva y los estatutos que regulan la
actividad de estos entes colectivos son una reglamentación puesta por las
mismas personas que forman el ente colectivo.

En cambio, en el caso de la fundación, la reglamentación viene de afuera


porque es la persona del fundador la que da a la fundación su estructura
normativa. La reglamentación de la fundación no la dan los beneficiarios. Esto
es la consecuencia natural de que en la fundación el elemento personal está
colocado por fuera de la persona jurídica colectiva, mientras que el elemento
personal en la corporación es inmanente a la persona misma.

En consecuencia, la reglamentación que vincula la actividad de la


corporación es una reglamentación autónoma porque es un reglamentación
impuesta por las mis personas que integran el ente colectivo; mientras que la
reglamentación de la fundación es una reglamentación que viene de afuera, es
la reglamentación de la fundación es una reglamentación que viene de afuera,
es la reglamentación puesta por el fundador.
108

3) El patrimonio representa un papel distinto en la corporación y en


la fundación

De la misma manera que el elemento personal desempeña en esos


entes un papel distinto, asimismo el elemento patrimonial desempeña un papel
distinto según se trate de una corporación o de una fundación. ¿Cuál es el
papel que desempeña el patrimonio en cada uno de estos entes?

En la corporación el patrimonio tiene un carácter instrumental, mientras


que en la fundación el patrimonio tiene un carácter constitutivo. ¿Por qué
decimos que en la corporación el patrimonio tiene un carácter instrumental?
Sencillamente porque, como el elemento personal es decisivo, son las personas
quienes utilizan en su provecho el patrimonio del ente colectivo; en cambio, en
la fundación, donde el elemento personal está colocado por fuera de la
personalidad jurídica, el patrimonio no solamente es decisivo y predominante,
sino que es constitutivo de su personalidad jurídica.

Así, podemos sintetizar lo siguiente:

a) La corporación tiene una finalidad intrínseca, en el sentido de que sus


beneficiarios son las mismas personas individuales que integran la
corporación; la fundación tiene un finalidad exterior.
b) En segundo lugar, la reglamentación de la corporación es autónoma,
mientras que la reglamentación de la fundación es heterónoma.
c) Y, finalmente, el patrimonio tiene para la fundación un carácter
constitutivo, y para la corporación un carácter instrumental.

La teoría del Derecho nos habla también de otra clase de personas jurídica
colectivas. Se habla, por ejemplo, de seres o cuerpos morales de carácter
público, como las Iglesias o las Universidades, la Nación y las Entidades
109

políticas que la componen. Todas estas personas de carácter público,


constituyen una clase distinta de la corporación y de la fundación.

Por último, se distingue la asociación como corporación que no persigue la


obtención de beneficios pecuniarios.

5.3.4. Los atributos de la personalidad jurídica.

Estos atributos se refieren tanto a la persona jurídica individual como la


persona jurídica colectiva; de manera que, en lo que sea pertinente, se
englobarán a ambos sujetos de Derecho. En efecto, es claro que hay ciertos
atributos que no corresponden a la persona jurídica colectiva, como el caso del
estado y capacidad de las personas. Se harán, por supuesto en cada caso las
reservas correspondientes.

1) Iniciación de la persona jurídica.

El primer problema es el problema de la iniciación y término de la


persona jurídica. ¿Cuándo nace la persona jurídica y cuándo se extingue. La
persona jurídica individual se inicia, bien sea con la concepción, bien sea con el
nacimiento. La doctrina sostiene que hay, por lo tanto, dos momentos que
determinan la iniciación de la persona jurídica individual: un momento revocable
y un momento irrevocable. El momento revocable es la concepción, el momento
irrevocable es el nacimiento. Hay que estudiar estos dos momento.

A) Momento Revocable: De acuerdo con el Código Civil


Venezolano, según se mencionó, al feto se lo tiene como nacido
cuando se trata de su bien; pero para que pueda considerarse
persona jurídica es indispensable que el feto naca vivo. En
Venezuela no se admite la exigencia de otros derechos positivos,
en donde se habla al mismo tiempo de viabilidad, o sea, que no
110

basta que la persona nazca viva, sino que al mismo tiempo sea
viable, es decir, que tenga posibilidad de continuar viviendo.
Debido a dificultades técnicas y científicas para poder demostrar
la viabilidad de una persona recién nacida, el Derecho Venezolano
eliminó la viabilidad y se limitó simplemente a la circunstancia de
que el feto nazca vivo.
B) Momento irrevocable: Mientras que los derechos que se otorgan
a la persona por nacer son revocables, en la persona nacida se
consideran definitivamente adquiridos. El nacimiento es pues el
momento irrevocable que determina el principio de la existencia
jurídica de la persona individual.

Por lo que respecta a la persona jurídica colectiva, la iniciación de su


existencia comienza con la inscripción, en el registro respectivo, del acta
constitutiva correspondiente y a mismo tiempo con el archivo de sus estatutos,
de conformidad con lo previsto en la ley de la materia, según se trate de una
persona jurídica de tipo civil o de una persona jurídica de tipo mercantil.

2) Término de la persona jurídica.

¿Cuándo se extingue la persona jurídica? ¿Cuándo termina la persona


jurídica?

A) Término de la persona jurídica individual: Si se trata de la persona


jurídica individual, el término de la persona jurídica es la muerte. La muerte de
la persona física extingue consecuentemente personalidad jurídica. No se
acepta en el Derecho venezolano, la figura, (histórica por lo demás en la
mayoría de las legislaciones modernas) de la muerte civil, que supone la
supresión de la personalidad jurídica y la reducción del hombre a la categoría
de cosa. Por lo tanto, la extinción de la persona jurídica individual solamente
puede operarse por la muerte.
111

Pero en el Derecho Privado existen algunas instituciones jurídicas que,


aun cuando no puedan equipararse totalmente con la muerte, tiene sin embargo
en ciertos casos, efectos similares. Por ejemplo: la institución de los no
presentes, de los ausentes, de los presuntos fallecido o muertos, etc.

Estas instituciones pueden producir efectos jurídicos análogos aunque no


enteramente idénticos a la muerte, como se acaba de decir, es el único modo
posible de extinción de la personalidad jurídica individual.

B) Término de la persona jurídica colectiva: Una persona jurídica


colectiva se extingue de diversas maneras.

a) En virtud del convenio o del acuerdo de las personas que la


constituyeron. De la misma manera que constituyen la persona jurídica
colectiva, pueden extinguirla.
b) Algunas veces la persona jurídica colectiva se extingue por el transcurso
del tiempo. Si por ejemplo, se ha creado una compañía anónima, o una
sociedad en comandita por acciones para que dure 25 años, el
transcurso de ese tiempo provoca la extinción de la personalidad jurídica
de esa compañía.
c) También puede ocurrir que la personalidad jurídica se extinga por el
desconocimiento que haga el Estado de la personalidad jurídica que
anteriormente había sido reconocida. Si sobreviniere una ley que
cancelara la personalidad jurídica de las compañías de responsabilidad
limitada, es claro que ésta sería una manera de extinguir la personalidad
jurídica de estos entes colectivos.
d) También puede ocurrir que la finalidad para la cual la persona jurídica fue
creada sea de imposible realización y, en este caso, también se extingue
la persona jurídica colectiva.
112

e) O puede ocurrir también que la ausencia de patrimonio social provoque


la extinción de la personalidad jurídica colectiva de estos entes.

3) La Capacidad Jurídica

¿Qué se entiende por capacidad jurídica? Por capacidad jurídica se


entiende la aptitud que tiene un sujeto de adquirir y contraer obligaciones. La
posibilidad que una persona tiene de adquirir derechos y de obligarse es lo que
constituye la idea de capacidad.

¿Qué relación existen entre la capacidad y la personalidad? ¿Puede


decirse que la capacidad y la personalidad sean nociones idénticas? O que la
personalidad jurídica se agote simplemente en la posibilidad de adquirir
derechos y de contraer obligaciones? En cierta forma, la idea de capacidad
jurídica es el presupuesto de todo derecho, porque para poder adquirir
derechos o contraer obligaciones, es indispensable que haya la posibilidad por
parte de la persona de realizar esos actos productores de derecho o
determinantes de obligaciones.

Pero en un sentido estricto puede decirse que la capacidad jurídica no es


otra cosa que la posibilidad que tiene la persona de desplegarse, de
desarrollarse, de enriquecerse normativamente, o sea, que la persona jurídica
es un sujeto que potencialmente tiene todas las posibilidades que le confiere la
ley para adquirir derecho sy para contraer obligaciones. La capacidad jurídica
aparece como una posibilidad de realizar la personalidad jurídica, como una
posibilidad de enriquecer esa personalidad jurídica mediante el conjunto de
normas que vinculan el comportamiento, ya sea de la persona jurídica
individual, ya de la persona jurídica colectiva.

Por esa razón la capacidad tiene una significación de posibilidad, de


virtualidad, mientras que la personalidad se refiere más que todo a la dimensión
113

estática del sujeto de Derecho. La persona o la personalidad jurídica aparece


en cierta forma, como una especie de sustrato de realidad normativa al cual
vinculan obligaciones y derechos, mientras que la noción de capacidad es una
noción eminentemente dinámica, eminentemente virtual, potencial, es la
posibilidad que la persona tiene de realizarse, de confirmarse como persona
jurídica y, por lo tanto, de realizar todos los derechos y de contraer todas las
obligaciones para las cuales es jurídicamente apto de conformidad con el
régimen que regule la conducta del sujeto de Derecho. En suma, podría decirse
que la capacidad es la medida de la personalidad.

La capacidad jurídica puede ser de goce y capacidad de ejercicio.

A) Capacidad de goce: Se entiende por capacidad de goce la


capacidad que una persona tiene de adquirir derechos. Es decir,
es simplemente la ratificación del atributo de la personalidad
jurídica. La capacidad de goce, la capacidad de disfrute, no es
otra cosa que la posibilidad que un sujeto tiene de ser persona
jurídica. La persona jurídica –como sabemos- es el sujeto
regulado normativamente en cuanto a su derecho y en cuanto a
sus obligaciones.
B) Capacidad de ejercicio: Pero, la capacidad de ejercicio no es
simplemente una capacidad de goce o de disfrute, sino una
capacidad –como su mismo nombre lo indica- de obrar por si
mismo. Vamos a poner unos ejemplos para que aclaremos los
conceptos que acabamos de explicar:

Un menor es capaz de adquirir derechos, pero ese menor que goza, por
ejemplo, del derecho de propiedad sobre un inmueble, no puede enajenarlo si
no es mediante la representación establecida en la ley. El no podría por si
mismo vender el inmueble, porque él no es capaz de disponer de sus bienes, él
tiene la capacidad de goce, pero no tiene la capacidad de ejercicio.
114

Esto es lo que se llama pues, capacidad de ejercicio, la posibilidad que


tiene la persona jurídica de obrar por sí misma sin necesidad de que su
personalidad jurídica resulte completada, a los efectos de la disposición, por un
representante que puede tener carácter legal o puede tener carácter
convencional (porque en cierta forma el mandato, como se verá más adelante,
es una forma de representación, pero lo que nos interesa ahora es la
representación legal que se tiene por la patria potestad, por la tutela o por la
curatela).

La capacidad jurídica, bien sea capacidad de goce o capacidad de


ejercicio, es la regla; es decir, que todo tipo de incapacidad tiene que
considerarse expresamente y no es posible interpretar en forma extensiva o
analógica los casos de incapacidad. Si la incapacidad no consta expresamente
en un texto legal, no se puede hablar de tal incapacidad.

El Código Civil venezolano dice que toda persona jurídica individual es


capaz de adquirir derechos y de obligarse cuando cumple los 18 años de edad;
es sin necesidad de ningún pronunciamiento de tipo administrativo o judicial, la
persona, el mismo día que cumple lo s18 años de edad es capaz jurídicamente
de obligarse, adquiere plenamente la capacidad de ejercicio.

Ahora bien, como acabamos de decir: la incapacidad tiene que ser


siempre expresa. Las incapacidades pueden ser absolutas o relativas. Como
quiera que hay dos tipos de capacidad, la capacidad de goce y la capacidad de
ejercicio, habrá también incapacidades de goce e incapacidades de ejercicio.

3.1. Las incapacidades de ejercicio pueden ser absolutas o relativas:

a) Son incapacidades absolutas de ejercicio aquellas que suponen la


imposibilidad completa, por parte de la persona, de obrar por sí en
115

cualquier acto jurídico. Esa es la incapacidad absoluta. Por ejemplo:


el entredicho por defecto intelectual, el declarado demente es una
persona que tiene una incapacidad absoluta de ejercicio, porque esta
persona no puede realizar ninguna clase de actos jurídicos si no es a
través de su representante legal que sería el tutor y de conformidad
con las normas que regulan esta materia. Esto se llama incapacidad
absoluta de ejercicio.
b) Pero hay incapacidades relativas de ejercicio, es decir, incapacidades
que únicamente afectan a ciertos actos de la persona. Por ejemplo:
puede ocurrir que un individuo tenga un defecto intelectual que no sea
lo suficientemente grave para ameritar la interdicción. Entonces se le
declara inhabilitado.

La inhabilitación, como ustedes verán en su oportunidad, es una figura


jurídica que supone un defecto intelectual menos grave que la interdicción. De
manera que un inhabilitado puede realizar ciertos actos, los que se llaman actos
de administración, pero para poder disponer de sus bienes, para realizar actos
de disposición, se necesita que su personalidad jurídica resulte completada por
la persona del curador. Por eso se da tutor al entredicho y se da curador al
inhabilitado. Esta es una incapacidad de ejercicio relativa.

3.2.) Ahora bien, las incapacidades de goce solamente pueden ser


incapacidades relativas, no puede haber una incapacidad absoluta de goce.
¿Por qué no se pueden dar, por lo menos en nuestro Derecho, una incapacidad
absoluta de goce? Hemos visto que se puede dar una incapacidad absoluta de
ejercicio y una incapacidad relativa de ejercicio. Pero no puede darse una
incapacidad absoluta de goce, sencillamente porque una incapacidad absoluta
de goce significaría la supresión de la personalidad jurídica. Todos somos
sujetos de Derecho, si hubiera la posibilidad de una incapacidad absoluta de
goce, eso equivaldría a la muerte civil, es decir, equivaldría a reducir a la
persona a la categoría de una nada jurídica, o bien, a una cosa jurídica como
116

ocurría en el caso de la esclavitud, o en el caso de la muerte civil. No se puede


dar por lo tanto, una incapacidad absoluta de goce sino únicamente
incapacidades de tipo relativo.

Cuáles son esas incapacidades? El Derecho Privado y el Derecho


Público ofrecen ejemplos múltiples de ellas. Por ejemplo son incapaces de
recibir por testamento los que son incapaces para suceder ab-intestato; los
funcionarios públicos nacionales: el Presidente de la República, los Ministros
del Despacho Ejecutivo, los Miembros de la Corte Suprema de Justicia, los
Representantes del Congreso Nacional, no pueden adquirir concesiones de
hidrocarburos.

Por consiguiente y para concluir sobre el atributo de la capacidad


jurídica, podemos decir que se trata de una noción complicada con la
personalidad jurídica: de un lado podemos decir que la capacidad jurídica es
una manera de crear la personalidad, porque es la capacidad jurídica la que nos
permite, al poner en movimiento a la personalidad, desplegarla y desenvolverla;
pero por otra parte, podemos decir que la persona jurídica es un presupuesto,
es decir, sólo al ser persona jurídica, se puede hablar de capacidad. En este
sentido la capacidad jurídica, surge como un atributo de la personalidad jurídica,
surge como una cualidad respecto de una unidad normativa – según
explicamos en la clase pasada- que es la persona jurídica ya sea individual o
colectiva.

4) El estado de las personas jurídica

Se menciona a menudo que el estado y la capacidad de las personas


constituye lo que ya Bartolo, en la doctrina de los posglosadores, llamaba el
estatuto personal.
117

El estatuto personal lo constituye un conjunto de normas que vinculan el


comportamiento del hombre, en cuanto es un sujeto que tiene una situación
determinada dentro de la familia y de la sociedad. En un sentido estricto,
estado, es decir, el status de una persona, es la posición, la ubicación que esa
persona tiene dentro de la comunidad familiar o dentro de la sociedad en que
vive. Por esto, el estado de una persona puede ser estado de familia o estado
de ciudadanía, lo que los romanos ya llamaban el status familiae y el status
civitatis; también los romanos hablaban de un status libertatis, en virtud de la
circunstancia de que había sujetos humanos, individuos, que no gozaban de la
personalidad jurídica. Debido a la evolución progresiva de las instituciones
jurídicas la doctrina moderna solo habla del estado de familia y del estado de
ciudadanía.

A) Estado de familia: Es la ubicación o el lugar que ocupa


el hombre, la persona jurídica individual, dentro de la
familia. Así por ejemplo en virtud del status familiae, el
hombre puede ser hijo, puede ser padre, puede ser
soltero, casado, viudo, divorciado, etc. Esta es la
cocepción genérica de estado de familia.
B) Estado de Ciudadanía: En cambio, en virtud del estado
de ciudadanía, el hombre puede ser nacional o
extranjero, gozar de todos los derechos políticos o gozar
simplemente de ciertos derechos políticos, etc.

5) La identidad como atributo de la persona jurídica: Por lo que


respecta a la identidad de la persona jurídica, tanto individual como colectiva,
debemos hacer algunas observaciones preliminares, antes de hablar
concretamente del nombre, que vendría a ser el símbolo de la personalidad, tanto
de la personalidad jurídica individual como de la personalidad jurídica colectiva.
118

Hemos dicho que no es posible identificar plenamente la capacidad con


la personalidad jurídica e indicamos ya las razones de este criterio. Ahora
también podemos decir que no se pueden identificar las concepciones de
personalidad jurídica y de identidad de la persona jurídica.

La identidad de la persona jurídica es, lo mismo que la capacidad, un


ingrediente de la personalidad jurídica; es, por lo menos, la manera cómo la
personalidad jurídica existe para todos. El concepto del nombre tendría para la
personalidad jurídica una función certificativa, no constitutiva; en efecto, no es
que el nombre o la identidad constituyan a la persona jurídica, sino que la
identidad sirve para identificar la existencia de esa persona jurídica, en un sentido
general, para todos.

Por eso, el acta de nacimiento de una persona, por ejemplo, o el acta


constitutiva de una compañía anónima, establece la identidad de estos sujetos en
sus relaciones con los demás. Esto es lo que se llama en la terminología jurídico-
técnica, acreditar la existencia de la persona jurídica individual o colectiva frente
a los terceros, para que todas las personas sepan que esa persona jurídica existe
y que, por lo tanto, es posible tener relaciones jurídicas con ella.

No se puede pues, sostener que la identidad sea exactamente lo mismo


que la persona jurídica. La identidad es un ingrediente de la personalidad jurídica
y, en cierta forma, constituye la exteriorización de esa personalidad. ¿De qué
manera se logra en el ordenamiento jurídico la identificación de la persona
jurídica? Se logra a través del nombre. El nombre es la manera de identificar a la
persona jurídica.

A) Identidad de la persona jurídica individual: ¿Cómo se identifican


las personas jurídicas individuales? Las personas jurídicas individuales se
identifican a través de su nombre patronímico o apellido y lo que llamamos lograr
una identificación plena de la persona jurídica individual.
119

Pero sucede que las homonimias producen algunas veces confusiones


en lo que respecta a la identidad de una persona y es por esto por lo que, en el
acta de nacimiento de las personas, deben insertarse otros requisitos, otros
elementos que contribuyen a precisar completamente la identidad de la persona.
Y así por ejemplo, en el acta de nacimiento hay que indicar quienes son los
padres de la persona que se presenta, cuál es el sexo, cuál es el lugar y la fecha
de su nacimiento, etc.

a) Naturaleza del nombre: Se plantea en la teoría, el problema de la


naturaleza del nombre.

1) Algunos autores piensan que el nombre es un derecho


de propiedad.
2) Otros piensan que se trata simplemente de un derecho
inherente a la personalidad, como lo es, por ejemplo,
la buena fama.
3) Y otros piensan que el nombre es un derecho sui
géneris que no se puede identificar con ninguna otra
clase de derechos, a pesar de que sea –desde luego-
un atributo de la personalidad.

b) Protección jurídica del nombre: Cualquiera que sea la naturaleza


jurídica del nombre, lo cierto es que es un derecho subjetivo que merece
protección jurídica y el ordenamiento jurídico de todos los países establece
acciones con el propósito de proteger a la persona ese derecho fundamental
que es inherente a su personalidad. De tal manera que, cuando una persona
usurpe nuestro nombre, cuando una persona por ejemplo, se hace pasar por
otra persona, esa persona no solamente puede ser accionada en virtud de
acción de Derecho privado por la persona perjudicada, sino que también ocurre
en un delito castigado por el Código Penal.
120

B) En lo que respecta a la persona jurídica colectiva, también hay una


protección del nombre.

Por ejemplo: el Código de Comercio establece que las denominaciones


de los nombres de las personas colectivas que actúan en el comercio deben ser
en lo posible fácilmente diferenciadas, con el propósito de que el público no se
confunda en lo que respecta a la identidad de esas personas.

No solamente el Código de Comercio, sino que también ciertas leyes


administrativas en el campo de la industria, otorgan acción a las personas
individuales o a las personas jurídicas colectivas para que puedan proteger su
nombre, porqué el nombre no solamente es un atributo de la personalidad, sino
que en cierta forma, sobre todo para la persona jurídica colectiva, constituye un
ingrediente del patrimonio de la persona. Entonces el nombre no tiene una
significación puramente moral, ética, sino que también posee una significación
patrimonial, y esto se ve claramente en el caso de los comerciantes: la fama, el
crédito, son algo decisivo en materia comercial.

6) El domicilio.

El domicilio es la referencia del sujeto titular de derechos a un espacio


determinado, a un lugar determinado. La persona jurídica, como todo ente
normativo, no solamente realiza su actividad en el tiempo sino que también la
realiza en un espacio determinado. Entonces, para que haya fijeza, estabilidad,
certeza, en las relaciones jurídicas convenidas por una persona, o bien en las
relaciones jurídicas derivadas de la ley, como es el caso de las relaciones
jurídicas extraconvencionales, es imprescindible que la persona, desde el punto
de vista jurídico, se encuentra adscrita a un espacio determinado.
121

Hablamos de una “adscripción normativa”, porque puede ocurrir que el


lugar o el espacio en el cual se encuentre realmente la persona, no sea el
domicilio en sentido jurídico. La noción de domicilio no es la noción de espacio
geográfico adscrito tácticamente a la persona, sino que la noción de domicilio
es un concepto normativo, una figura normativa, que se encuentra determinada
por ciertos elementos que el ordenamiento jurídico prescribe.

¿Qué es entonces el domicilio? Por lo pronto sabemos que es una


referencia del sujeto de derecho al espacio. ¿Pero, qué es el domicilio
entendido jurídicamente? Jurídicamente, según dice nuestro Código Civil, por
domicilio de una persona debe entenderse el lugar en que esa persona tiene el
asiento principal de sus negocios e intereses. Esa sería, para nuestro Derecho,
la noción de domicilio.

Puede ocurrir que la persona tenga diferentes asientos, es decir,


diferentes lugares en donde tenga negocios o intereses. Pero como no es
posible que una persona tenga simultáneamente diferentes domicilios, ya que
de esta manera la finalidad de certeza o de estabilidad que se persigue con la
noción jurídica de domicilio resultaría irrealizable, el Derecho tiene que atribuir
la condición de domicilio a uno solo de los asientos de negocios e intereses de
una persona, y por ello se habla del asiento principal de sus negocios e
intereses.

Ahora bien, el domicilio presenta diversas modalidades: Se habla por


ejemplo de un domicilio voluntario y de un domicilio legal o necesario.

A) Domicilio voluntario: ¿Qué es el domicilio voluntario? El


domicilio voluntario supone la posibilidad, -dentro de ciertos
límites por supuesto- de la escogencia o de la elección por parte
de la persona, del domicilio respectivo. Así, todos en principio
tenemos la posibilidad de residenciarnos o domiciliarnos en
122

cualquier lugar de la República, por supuesto, esta es


simplemente una posibilidad normativa, porque todos sabemos
que la elección del domicilio no es una cuestión caprichosa o
fortuita, sino que se encuentra determinada por una serie de
condiciones de tipo familiar, etc. Pero, cuando se habla de
domicilio voluntario, lo que se quiere decir con esto es que el
domicilio puede ser escogido libremente por las personas
jurídicas; no es un domicilio impuesto por la ley, sino un domicilio
escogido, elegido por la persona.
B) Domicilio legal o necesario: Frente al domicilio voluntario
tenemos domicilio legal, que tiene un carácter necesario porque
no depende de voluntad de las personas, sino que depende de la
ley.

Por ejemplo: el llamado domicilio de origen, el domicilio de los hijos es el


domicilio de sus padres. El domicilio de los funcionarios públicos, a efectos de
la función pública, en el lugar en donde se ejerce la correspondiente actividad.
Es evidente que el Presidente de la República tiene que estar domiciliado en la
ciudad de Caracas, puesto que Caracas es la Capital de la República.

Lo mismo ocurre con los menores, con los incapaces, cuyo domicilio
tiene un carácter necesario o legal.

C) Dentro de la categoría de domicilio voluntario, también


encontramos el llamado domicilio especial. Por ejemplo en
muchos documentos se afirma que se elige como domicilio
especial, a los efectos de este contrato, la ciudad de Maracaibo.
Esto significa que, para todas las consecuencias jurídicas
derivadas de ese contrato, el domicilio es la ciudad de Maracaibo,
a pesar de que los contratantes se encuentren domiciliados en un
lugar diferente. Es perfectamente posible que uno de los
123

contratantes esté domiciliado en Maracaibo y el otro esté


domiciliado en Caracas. Si se presenta una acción por
incumplimiento del contrato, respecto de la persona que se
encuentra domiciliada en Caracas, la competencia no se
determina por el domicilio del demandado, sino por el domicilio
especial previsto en el correspondiente contrato. El domicilio
especial es, por lo tanto, una modalidad del domicilio voluntario
porque puede ser escogido libremente por las partes. Y aquí se
nota con mayor claridad el carácter de voluntariedad que tiene el
domicilio, porque aquí sí es la simple decisión de las partes la que
constituye el domicilio respectivo.
D) Residencia: Como se puede comprender con facilidad, para
poder precisar el concepto de domicilio, es imprescindible que el
elemento patrimonial se encuentre netamente diferenciado, es
decir que la persona tenga bienes, que tenga suficientes intereses
como para poder decir que en tal lugar esa persona está
domiciliada. Pero puede ocurrir que una persona carezca de
bienes y entonces, en ciertos casos, la simple residencia a que se
refiere el Código Civil –cuando no hay posibilidad de demostrar la
existencia de un asiento principal de negocios e intereses- hace
las veces de domicilio.

Aquí también el Código Civil se refiere a una modalidad que pudiéramos


llamar “domicilio legal o necesario” en lo que respecta a los empleados
domésticos, al presumir que los dependientes y sirvientes que viven
habitualmente en la casa de la persona a quien sirven, tienen el mismo
domicilio que ésta, salvo lo que la ley prescriba.
124

5.4.- Objeto de la Relación Jurídica.

Delgado Ocando, José Manuel, Lecciones de Introducción al Derecho,


Maracaibo, I.F.S., LUZ, 1974.
Uno de los aportes fundamentales del civilista Planiol, es su teoría
monista que permite distinguir el objeto jurídico del Derecho del objeto práctico
del mismo constituido por las cosas o bienes, sustituyendo en esta forma a la
diferencia tradicional entre derecho real y derecho personal. En este sentido, se
puede decir que la naturaleza del objeto jurídico ha sido estudiada desde dos
perspectivas distintas:
a) por los autores que creen que el objeto del derecho tiene un
carácter objetivo e independiente respecto de los sujetos que
intervienen en la relación jurídica, y
b) por los autores que creen que el objeto del derecho conoce de
esa objetividad y que no se le puede pensar sino en relación
con los sujetos que integran la relación jurídica.

Estas dos perspectivas son la teoría de la realidad objetiva del objeto y la


teoría subjetiva del objeto. La teoría de la realidad objetiva del objeto considera
que el objeto es algo totalmente independiente de los sujetos que participan en
la relación jurídica; mientras que la teoría subjetivista piensa que el objeto del
derecho se da dentro de la relación jurídica, con lo que se trata de distinguir el
objeto jurídico sensu stricto del objeto práctico del derecho.

5.4.1. El objeto jurídico de la relación jurídica

Vamos a tratar de explicar a grandes rasgos las dos soluciones para ver
cuál de las dos ofrece una mayor perspectiva científica, a fin de esclarecer la
naturaleza del objeto jurídico, cualquiera sea el tipo de relación jurídica a la cual
nos refiramos, bien se trate de un derecho real, bien se trate de un derecho
personal, es decir, de un derecho absoluto o relativo.
125

1) La teoría de la realidad objetiva del objeto.

Esta teoría dice que el objeto del derecho es independiente de los


sujetos de la relación jurídica. Frente al facultado y al obligado existe un tercer
elemento independiente que se llama objeto del derecho. Este objeto de
derecho, para la teoría de la realidad objetiva, tiene las siguientes
características:

1) Es independiente y separado de los sujetos que intervienen en


la relación jurídica.
2) Tiene carácter apropiable y transmisible jurídicamente.
3) Tiene una significación patrimonial pues tiende a satisfacer
necesidades humanas.

Como se puede observar, lo que caracteriza a esta teoría de la realidad


objetiva del objeto es que el objeto jurídico aparece como una cosa
enteramente separada de los sujetos de la relación jurídica.

Pero la teoría de la realidad objetiva del objeto es inoperante para


explicar cierta clase de derechos subjetivos que no son derechos sobre cosas,
sino que son derechos de la personalidad. Por ejemplo: no cabe duda de que
tenemos derecho a la protección jurídica de nuestro nombre, que tenemos
derecho a la libertad, que tenemos derecho al honor, es decir todas las
facultades que se llaman derechos de la personalidad humana. Cuando
decimos que tenemos el derecho a la protección jurídica de nuestro nombre, o a
la libertad, es muy difícil encontrar el objeto de ese derecho fuera de nuestra
propia personalidad.

Si decimos: tengo derecho a la libertad, ¿Dónde está el objeto de la


relación jurídica en este caso? La libertad no se encuentra colocada fuera de
126

nosotros y no tendría sentido hablar de un derecho a la libertad, si esa libertad


no formara parte de nuestra propia personalidad jurídica. De la misma manera
un derecho al honor no se podría entender si el honor no formara parte de
nuestra propia personalidad. En este caso, estamos en presencia de una
relación jurídica de carácter absoluto, porque el derecho de libertad exige el
respeto universal de todos en general, de la misma manera que el derecho a
nuestro nombre es un derecho que exige la obligación pasivamente universal
de todos; pero nuestro nombre, nuestro honor, nuestra libertad no están fuera
de nosotros, sino que integran nuestra personalidad jurídica.

De manera que esta primera característica que la teoría objetivista


atribuye al objeto del derecho considerándolo como una entidad separada e
independiente de los sujetos que intervienen en la relación jurídica es,
indudablemente, una prueba categórica de que la teoría objetivista no es
suficiente para explicar la naturaleza de cualquier tipo de relación jurídica.
Incluso estos mismos derechos de la personalidad demuestran que la teoría
objetivista no está en lo cierto cuando dice que todo derecho debe tener una
significación patrimonial.

Es verdad que la mayoría de los derechos subjetivos tienen una


significación patrimonial, porque el Derecho ha sido creado precisamente para
establecer un equilibrio entre los intereses potencialmente en conflicto, y el
conflicto surge en gran medida en el plano de lo económico. Sin embargo, si
bien es verdad que todo derecho puede tener aunque sea indirectamente una
significación patrimonial, es claro también que hay derechos que no tienen esa
significación patrimonial. Los derechos que se derivan, por ejemplo, de la
relación jurídica del matrimonio o de la filiación, no tienen muchas veces
significación patrimonial y sin embargo son derechos y constituyen una relación
jurídica. Por eso como se recordará, al hablar de la relación jurídica se
mencionó que la misma puede tener un carácter patrimonial, pero que también
127

puede no tenerlo, por lo menos directamente, como ocurre con las relaciones
jurídicas del derecho de familia.

Entonces tampoco podemos aceptar este segundo carácter que la teoría


objetivista le atribuye al objeto de derecho al considerar que siempre el objeto
jurídico tiene una significación patrimonial, una significación económica,
tendiente a satisfacer necesidades humanas.

Precisamente, la concepción de que el objeto jurídico es una cosa


separada de lo sujetos que intervienen en la relación jurídica tiene una
explicación histórica, debido a que durante siglos se había siempre considerado
a la relación jurídica en el plano de lo patrimonial, en el plano de lo material y,
concretamente, se veía a la relación jurídica en el plano del derecho de
propiedad inmobiliaria.

La economía esclavista del mundo clásico y la economía de tipo feudal


eran economías estructuradas sobre la propiedad inmobiliaria. La propiedad
mobiliaria, la propiedad de los muebles, aun cuando tenía significación
económica en la sociedad feudal y en la sociedad esclavista clásica, no tenía la
enorme importancia que tiene en el mundo contemporáneo. Por eso la
propiedad de la tierra, la propiedad inmobiliaria, tuvo en Grecia y en Roma y
también en la Europa feudal, una importancia que actualmente no tiene. Fue
con el advenimiento del capitalismo y la superación de las estructuras
económicas del mundo feudal, que la propiedad mobiliaria se desplegó en una
forma extraordinaria y con el capitalismo financiero adquirió la importancia que
ha llegado a tener en el mundo económico contemporáneo. Era entonces
explicable que, en un mundo estructurado económicamente sobre la propiedad
del suelo, al derecho se le viera como una relación jurídica directa sobre una
cosa material sobre la cual el derecho se ejercía.
128

Pero, a partir de la superación de las estructuras feudales, cuando el


capitalismo empiezan a crecer y cuando la revolución burguesa de 1789
humana las relaciones jurídicas hablando de derechos fundamentales del
hombre, de derechos inalienables del hombre, entonces, las estructuras
jurídicas empezaron a estudiarse, no en función del derecho de propiedad de
carácter real, sino en función del derecho personal, del derecho de crédito de
carácter relativo.

De manera que la concepción clásica de que el objeto jurídico se


identifica con el objeto práctico, es decir con la cosa sobre la cual el derecho es
ejercer, fue una consecuencia natural y directa de la estructura de la economía
del mundo clásico y del mundo feudal. Cuando la economía cambia sus
estructuras y cuando se humanizan las relaciones jurídicas como consecuencia
de la revolución liberal de 1789, la relación jurídica se la piensa, no en términos
absolutos sobre el esquema del derecho real de propiedad, sino en términos de
relaciones jurídicas relativas sobre el esquema del derecho de crédito, del
derecho personal.

Hubo necesidad entonces de replantear el problema de la naturaleza del


objeto jurídico mediante una teoría jurídica que conforme a la evolución
económica del mundo moderno comprendiera tanto al derecho absoluto como
el derecho relativo.

2) Teoría de la realidad subjetiva del objeto del derecho.

Fueron algunos autores alemanes los que en el siglo pasado meditaron


sobre el replanteo del objeto del Derecho, tratando de estructurar el concepto
de objeto jurídico o de objeto de derecho, en una forma enteramente distinta a
las cosas materiales sobre las cuales se ejercía el derecho.
129

Estos autores pensaron que el objeto de la relación jurídica no era la


cosa sobre la cual se ejercía el derecho sino más bien la limitación de la
actividad del obligado frente al titular del derecho.

A) Objeto del Derecho como voluntad del obligado.

Estos autores, cuando comenzaron a replantear el problema del objeto


jurídico, pensaron que el objeto del derecho era la voluntad del obligado. El
sujeto del derecho es el particular, el pretensor, el derecho habiente y el objeto
del derecho sería la voluntad del obligado que se encuentra sometida, que se
encuentra en una situación de dependencia frente a la voluntad del sujeto.
Había pues todavía una concepción un poco, vamos a llamarla,
substancializadora del objeto era una entidad, el derecho habiente, la persona
facultada, también el objeto tenía que ser una entidad y esa entidad, como no
se podría encontrar fuera de la relación jurídica, había que encontrarla en la
voluntad del obligado. Esa voluntad del obligado, en cuanto estaba en situación
de dependencia frente a la voluntad del sujeto, era considerada como objeto de
la relación jurídica. De manera que cuando yo decía que era pretensor o
facultado frente a otra persona, lo que yo quería decir era que esa persona se
encontraba sometida a mi voluntad y, en cierta forma, ésta fue la etiología del
derecho en el mundo romano cuando el deudor se encontraba sujeto,
sometido, al poder omnímodo del acreedor hasta el extremo de que el acreedor
podía en un momento determinado disponer de él, bien fuera causándole la
muerte o sometiéndolo a la esclavitud.

Por lo tanto, la primera aproximación a una interpretación subjetivista del


objeto de derecho fue esta: como hay un sujeto del derecho y un obligado y el
objeto del derecho no puede estar colocado fuera de la relación jurídica, no
queda más remedio que considerar como objeto del derecho la voluntad del
deudor. Esto sería para la teoría subjetiva, en su primera etapa, el objeto de la
relación jurídica.
130

Pero el Derecho ha ido evolucionando en una forma que trata de disolver


toda concepción metafísica o subtancialista, a fin de interpretar todo fenómeno
jurídico en función normativa. De la misma manera que según se mencionó
anteriormente, la psicología científica desubstancializó el yo psicológico, porque
consideró que no existía el alma como substancia asimismo el Derecho
desubstancializó las estructuras jurídica, despojándolas de su carácter
metafísico y afirmando que todo fenómeno jurídico debía ser interpretado en
términos normativos.

B) Objeto del Derecho como limitación de la libertad del obligado.

Pues bien, al hablarse ya del sujeto del derecho y del objeto del derecho,
no en sentido subtancialista sino en sentido normativo, los teóricos se
preguntaron cuál era en verdad el objeto de la relación jurídica. Si no era la
voluntad metafísica del obligado, la voluntad substancial del obligado, entonces
¿cuál era el objeto de la relación jurídica? ¿Cuál era el objeto del derecho? Los
teóricos concluyeron que el objeto de la relación jurídica era la limitación de la
libertad del obligado. El obligado se encuentra antes de contratar, o antes de
estar vinculado por el ordenamiento jurídico, en una situación de libertad. La
libertad es, en cierta forma, un Prius del Derecho, es un dato previo al
ordenamiento jurídico. El ordenamiento jurídico limita la libertad, regula la
libertad y precisamente, el Derecho nace como consecuencia de que la libertad
absoluta de los individuos tiende a negar la libertad en general, porque si yo
tengo el derecho de comportarme en la forma que quiera, debo reconocerle a
todos los otros hombres el mismo derecho, y esto significaría la negación
absoluta de la libertad. El Derecho nace, justamente, para organizar la libertad,
para lograr que la libertad de todos se armonice o se equilibre conforme a una
ley universal de libertad que no sea el simple querer caprichoso y arbitrario de
cada persona.
131

Pues bien, en este sentido, el objeto del derecho vendría a ser la


limitación que se impone a la libertad, no la voluntad del deudor, sino la
limitación jurídica de la libertad. El obligado, el facultado, todos los términos de
la relación jurídica, se encuentran en una situación de libertad previa al
Derecho, pero el Derecho se encarga de limitar esa actividad, de limitar esa
libertad, para que esa libertad pueda coincidir con la libertad de todos.

De tal manera que el objeto del derecho lo constituye la limitación a la


actividad del sujeto obligado. En cuanto el obligado se encuentra limitado en su
acción, limitado en la forma preescrita por la norma jurídica, limitado en la forma
prevista en el deber jurídica, en la obligación jurídica, esa limitación a la libertad
debe ser considerada como el objeto del Derecho. Esta es ya la teoría
moderna< del objeto jurídico. Porque como se estudiará posteriormente en la
teoría de Planiol, el objeto jurídico es el contenido de la obligación y el
contenido de la obligación no es otra cosa que la prestación del obligado.

Si yo digo por ejemplo que tengo el derecho de reclamarle a X persona la


devolución de un libro, el objeto del derecho es la devolución del libro. Pero
¿qué es la devolución del libro? La devolución del libro no es más que la
limitación de la libertar del obligado; el obligado se encuentra limitado en su
comportamiento o en su libertad, en el sentido de que está obligado a
devolverme el libro, es decir, está obligado a comportarse en una forma que yo
puedo exigirle de manera coactiva. Así pues, el objeto jurídico sería la
limitación de la libertad del obligado y esto significa que el objeto jurídico es la
propia obligación del obligado: a lo que está obligado el deudor es,
precisamente, a entregar o a comportarse en la forma prevista por la norma
jurídica en cuanto esa norma jurídica supone, no solamente la relación entre el
obligado y el facultado, sino también la forma que exige del obligado un
comportamiento determinado.
132

La teoría subjetivista concluye sosteniendo la tesis desarrollada por


Planiol, al establecer las diferencias entre derecho real y derecho personal, de
que el objeto jurídico en sentido estrito, en sentido riguroso, es la limitación de
la libertad del obligado, la limitación de la libertad del deudor.

5.4.2. Objeto práctico de la relación jurídica.

Pero no basta decir que el objeto jurídico es la limitación de la libertad del


obligado, que se identifica con la prestación del obligado, o con el deber del
obligado; es imprescindible saber qué tipo de relación se da con las cosas
sobre las cuales se ejerce el derecho. Esto es lo que llama la teoría moderna
objeto práctico del derecho. El objeto jurídico es la limitación de la libertad del
obligado; el objeto práctico es la cosa material o inmaterial sobre la cual se
ejerce el correspondiente derecho.

En el derecho absoluto, la relación, como se verá al estudiar la teoría de


Planiol, es directa con el objeto práctico, e indirecta con el objeto jurídico. En el
derecho relativo, la relación es directa con el objeto jurídico, e indirecta con el
objeto práctico. Por ejemplo, en el llamado derecho de propiedad, que es un
derecho absoluto, la relación con el objeto jurídico es indirecta. ¿cuál es el
objeto jurídico en el derecho de propiedad? El deber universal de respeto. En el
derecho relativo es al revés: en el derecho relativo, por ejemplo, en el derecho
de crédito, la relación es directa con el objeto jurídico e indirecta con el objeto
práctico. Es directa con el objeto jurídico porque la relación jurídica en el
derecho relativo incide sobre la limitación efectiva del comportamiento del
deudor; el deudor debe comportarse en la forma prevista por la norma jurídica
que lo convierte en obligado.

Entonces, como la limitación de la libertad del deudor es el objeto


jurídico, la relación directa en el derecho relativo es con el objeto jurídico, e
indirecta o mediata con el objeto práctico, porque si el deudor no me paga yo
133

tengo el derecho de pedirles a los tribunales que ejecuten al deudor en su


patrimonio; el patrimonio sería entonces, en este caso, el objeto práctico del
derecho en lo que respecta al derecho personal de crédito que es un derecho
relativo.

Hay pues que estudiar el objeto jurídico como limitación de la libertad o


de la conducta del obligado y el objeto práctico como cosa material, como
objeto sobre el cual se ejerce el derecho, bien sea derecho absoluto, bien sea
derecho relativo.

1) El objeto práctico y objeto material sobre el cual se ejerce el derecho.

Como se podrá apreciar al estudiar la teoría monista de Planiol acerca de


la clasificación de los derechos subjetivos en reales y personales, ésta no
solamente significó un aporte para el esclarecimiento de la naturaleza de la
relación jurídica, sino que también suministró un criterio eficaz para precisar la
naturaleza del objeto jurídico.

Según y ase mencionó, la teoría de Planiol permitió distinguir el objeto


jurídico en sentido estricto del objeto práctico del derecho. Una cosa es el
objeto del derecho que, según Planiol, sería la prestación del obligado, la
propia obligación del deudor, y otra sería el objeto práctico del derecho (las
cosas sobre las cuales se ejerce el derecho sujetivo).

Mediante un esquema que comprenda en forma gráfica lo explicado


anteriormente sobre las relaciones que se dan entre el derecho subjetivo y el
objeto jurídico y el objeto práctico, en cada una de las dos formas clásicas del
derecho: derecho real y derecho personal, podemos entender mejor la teoría
moderna acerca de la relación jurídica en base a las conexiones del titular del
derecho con el objeto jurídico. Recordamos que el objeto jurídico en sentido
estricto es la limitación del obligado, o dicho más claramente, el objeto jurídico
134

sería la obligación del deudor, la prestación del deudor; mientras que el objeto
práctico lo constituirían las cosas sobre las cuales se ejerce el derecho
subjetivo. Esa es la diferencia entre objeto jurídico y objeto práctico.

Relación directa con


Relación indirecta con Derecho
DERECHO
REAL supone el objeto jurídico el objeto práctico
(prestación determinada) (cosas indeterminadas)

Tomando como base este criterio, el esquema comprende los siguientes


datos: el derecho real supone una relación directa con el objeto práctico e
indirecta con el objeto jurídico; mientras que el derecho personal supone una
relación directa con el objeto jurídico y una relación indirecta con el objeto
práctico. Por ejemplo, en el derecho real de propiedad la relación directa es con
la cosa material sobre la cual se ejerce el derecho de propiedad. Si soy
propietario de un automóvil, el poder jurídico o la facultad se ejercen sobre el
objeto práctico, la cosa sobre la cual se ejerce el derecho; pero al mismo
tiempo, ese derecho se hace valer frente a ala obligación pasivamente
universal de los no titulares; los no propietarios están obligados a respetar el
derecho real sobre la cosa. El objeto jurídico, como ya se explicó, es siempre la
limitación de la libertad del obligado, pero en el caso del derecho real, ese
deber es un deber universal de respeto. Así pues, el derecho real tiene una
conexión directa con el objeto práctico y una conexión indirecta con el objeto
jurídico.

El derecho personal, al revés, tiene una conexión directa con el objeto


jurídico y una conexión indirecta con el objeto práctico. Por e ejemplo: si una
persona tiene un derecho de crédito frente a otra, el objeto jurídico sería la
limitación de la actividad del obligado, en el sentido de que el deudor debe
comportarse en la forma prevista por la norma. El objeto jurídico en el derecho
personal sería el deber del obligado, la deuda de el obligado, y, a su vez, el
135

objeto práctico sería el patrimonio del deudor que responde de todas las
obligaciones personales contraídas por el obligado.

En este caso, como se puede ver, la relación se presenta en forma


inversa; mientras que en el derecho real la relación directa es con el objeto
práctico, en el derecho personal la relación directa es con el objeto jurídico; y al
revés: en el derecho real la relación mediata es con el objeto jurídico y en el
derecho personal la relación mediata o indirecta es con el objeto práctico.

Pero además, se puede observar en este esquema una cosa muy


importante que permite precisar mejor los conceptos de derecho real y de
derecho personal: el objeto jurídico en el derecho real tienen carácter
indeterminado; y al revés: el objeto práctico en el derecho real tiene carácter
determinado, mientras que el objeto práctico en el derecho personal tiene
carácter indeterminado. ¿Por qué decimos que el objeto jurídico es
indeterminado en el derecho real? Porque el deber jurídico, correlativo del
derecho real, es un deber indeterminado de todos lo son propietarios; mientras
que en el derecho personal el objeto jurídico es determinado, porque el deber
jurídico es siempre el deber de una persona determinada.

Así, si yo debo Bs.100, se los debo a una persona determinada y yo soy


un deudor determinado; mientras que yo tengo el deber de respetarles a todos
los propietarios sus derechos de propiedad, como todos los no propietarios.
Entonces, como se puede apreciar, la relación sigue siendo inversa: aquí el
objeto jurídico es indeterminado, porque el deber jurídico es una obligación
universal de respeto; en el derecho personal el objeto jurídico es determinado,
porque el obligado siempre es una persona determinada.

Con respecto al objeto práctico sucede al revés: en el derecho real, el


objeto práctico es determinado, porque siempre se ejerce el derecho real sobre
una cosa determinada, sobre un automóvil, sobre un terreno, sobre una
136

biblioteca; mientras que el derecho personal tiene un objeto práctico


indeterminado, porque nosotros no sabemos sobre qué parte del patrimonio del
deudor existe el derecho de crédito; sabemos que el patrimonio del deudor
responde de las obligaciones personales del obligado, pero no ejercemos un
derecho sobre una cosa determinada, sino sobre el patrimonio en general que
responde de la obligación personal.

Como puede observarse, la circunstancia de que el objeto jurídico sea


indeterminado en el derecho real se debe a que la relación directa en este
derecho es con el objeto práctico; y a la inversa: la circunstancia de que el
objeto práctico en el derecho personal sea indeterminado resulta de que el
derecho personal se conecta mediatamente con el objeto práctico. El esquema
presentado expresa gráficamente todo lo que se ha dicho acerca de la relación
jurídica que se plantea en el derecho personal y en el derecho real y que tiene
una gran importancia para poder comprender la naturaleza del objeto jurídico.
2) Las cosas como objetos prácticos de la relación jurídica.
¿Qué son los objetos prácticos del derecho? En un sentido general
puede decirse que por objeto práctico se entiende la cosa sobre la cual se
ejerce el derecho subjetivo.

A) La Teoría del Derecho distingue:

a) Las cosas que se encuentran en el comercio.


b) Las cosas que se encuentran fuera del comercio, o como las llamaban
los romanos, res extra commerciu, las cosas que no se encuentran en el
comercio jurídico. Como de recordará la teoría de la realidad objetiva del
objeto establecía como una característica esencial del objeto práctico, el
que fuera apropiable y trasmisible jurídicamente. Si un objeto o una cosa
no era apropiable y trasmisible no podía considerarse como objeto
práctico. Pues bien, éste es el criterio que sirve de base para distinguir
137

las cosas que se encuentran en el comercio de las cosas que no se


encuentran ene l comercio.

Una cosa no se encuentra en el comercio cuando la técnica humana no está


en condiciones de aprovechar útilmente la cosa. Se recordará también que una
de las características del objeto práctico era que la cosa satisficiera una
necesidad humana, si la cosa no satisfacía una necesidad humana, no tenía
valor pecuniario y por lo tanto era irrelevante para el Derecho. Por
consiguiente, una cosa puede estar fuera del comercio, cuando la técnica
humana es incapaz, debido al momento que se considera, para aprovechar
económicamente la cosa.

Por ejemplo, hoy en día, a pesar del espectacular progreso logrado en la


conquista del espacio, del avance de los spútniks y de los cohetes, todavía el
hombre no puede aprovechar útilmente el suelo de los otros planetas o de los
satélites. Al no poder explotarse todavía económicamente el mundo sideral, la
luna no es un objeto del derecho o, mejor, es una res extra commercium.

Pero algunas veces, el carácter de cosa colocada fuera del comercio no


viene determinado por la imposibilidad técnica de aprovechar la cosa, sino
porque el ordenamiento jurídico lo establece así. Por ejemplo, los llamados
bienes del dominio público se encuentran fuera del comercio: una calle, un foso,
un puente, una plaza pública, son cosas que no están en el comercio;
enajenadas. Estos bienes del dominio público, se llaman cosas que están
colocadas fuera del comercio, porque su misma función social y económica
impide el que se comercie con ellas, es decir que no se pueden realizar
transacciones o convenios de carácter particular con este tipo de cosas. Así
pues, una cosa está colocada fuera del comercio, bien porque la técnica sea
insuficiente para aprovecharla, bien porque por prescripción expresa del
ordenamiento jurídico se coloque fuera del comercio jurídico.
138

B) Las cosas también se clasifican en:

a) Cosas muebles
b) Cosas inmuebles

Esta clasificación es muy importante en nuestro Código Civil. Nuestro


Código Civil clasifica las cosas en bienes muebles e inmuebles, tomando
como base la naturaleza intrínseca de cada cosa.

Decimos que una cosa es inmueble cuando no puede desplazarse,


cuando no puede, moverse. El caso típico de una cosa inmueble es un terreno:
un terreno es inamovible; por su naturaleza intrínseca un terreno se considera
inmueble. Pero, en algunas ocasiones, puede suceder que la inamovilidad de la
cosa no venga determinada por su naturaleza intrínseca. Sino que esté
determinada por la función social y económica que el bien desempeña y, por
eso, la ley considera como inmueble cosas que, a pesar de no ser por su
naturaleza inmuebles, desempeñan la función económica de inmuebles.

Esto es lo que ocurre en nuestro Código Civil cuando se dice que el


ganado que se encuentra adscrito a un fundo se considera como bien inmueble,
o bien los animales de labranza, los destinados al laboreo del fundo también se
consideran bienes inmuebles a pesar de que el ganado y en general los
animales que se usen la labranza de los fundos son bienes muebles, o más
propiamente: semovientes. El semoviente sería la cosa que se puede mover por
sí misma; al animal, el ganado, sería un semoviente, porque es un mueble que
se puede desplazar por sus propios medios. El mueble, en sentido estricto sería
la cosa que únicamente puede moverse en virtud de una fuerza exterior; no hay
autodesplazamiento en el mueble, sino desplazamiento en virtud de una fuerza
extrínseca al mueble; en cambio, en el semoviente, en el caso de los animales,
el movimiento es por sí mismo, la cosa se desplaza o se mueve por sus propios
medios. A pesar de que el semoviente es bien mueble por su naturaleza
139

intrínseca, el Código Civil lo conceptúa inmueble a los efectos de su regulación


jurídica cuando está adscrito a un fundo o cuando se utiliza para el laboreo o la
explotación de una hacienda o fundo.

Por consiguiente, el criterio para distinguir un bien mueble de un bien


inmueble puede ser la naturaleza intrínseca de las cosas o bien la prescripción
legal en virtud de la función social y económica que desempeña la cosa. Como
se acaba de ver, un terreno es, por su naturaleza intrínseca, un bien inmueble;
un libro es por su naturaleza intrínseca, un bien mueble, pero pueden ocurrir,
como en el caso del ganado, que, a pesar de ser un bien mueble por su
naturaleza intrínseca, sea un bien inmueble por prescripción de la ley, en virtud
de la función social que desempeña el ganado en relación con el fundo.

3) El concepto de “bien” y su clasificación.

También se utiliza en la Teoría del Derecho, una terminología un poco


más amplia que la que acabamos de utilizar, y es el concepto de bien; inclusive
hay un libro del Código Civil, una sección del Código Civil que se refiere a los
bienes. ¿Cuál sería el concepto general de BIEN? o ¿Qué se llama BIEN,
desde el punto de vista jurídico? Desde el punto de vista jurídico, entendemos
por BIEN, todo derecho patrimonial. Todo derecho que tenga una significación
económica debe ser considerado como BIEN. Conviene aclarar que la palabra
“bienes” tiene un doble significado: 1° sensu stricto, son bienes los objetos
“inmateriales” (usufructo, servidumbre, derecho son bines todas las cosas y los
bienes propiamente dichos. Es decir, constituyen bines todos los objetos,
corporales o incorporales susceptibles de tener valor económico. (Vid.
“Enciclopedia Jurídica” Omeba, Tomo IV, pág. 993).

Como se explicó en la sección correspondiente a la relación jurídica, no


es esencial a la naturaleza de la misma tener carácter patrimonial. Es
perfectamente posible una relación jurídica extrapatrimonial, como ocurre con la
140

relación matrimonial o con las relaciones de filiación: aquí hay relación jurídica,
pero no siempre hay un contenido patrimonial. Entonces llamamos bienes
jurídicos todos los derechos de carácter patrimonial; todo derecho que tenga
significación económica es considerado en la teoría jurídica como “bien”.

CLASIFICACIÓN
Los bines se clasifican generalmente en:
A. Bienes corporales o corpóreos.
B. Bienes incorporales o incorpóreos.

A) Llamamos bien corporal o corpóreo, las cosas concretas sobre las


cuales se ejerce el correspondiente derecho. La formulación genérica
del bien corporal está en el derecho de la propiedad; el derecho de
propiedad es la forma general que comprende todo poder jurídico
sobre cosas corporales, la propiedad sería la formulación genérica
que comprende todo tipo de relación jurídica entre un titular y la cosa
material.
B) Frente a este concepto general de bien corpóreo, tenemos el
concepto de bienes incorpóreo, de bien incorporal. ¿Qué se llama
bien incorporal? Llamamos bienes incorporales a aquellos que, a
pesar de tener una significación patrimonial, no se ejercen en una
forma directa sobre una cosa concreta. Es una definición antitética o
contraria a la que acabamos de suministrar para los bienes
corporales, cuya expresión genérica, como acabamos de decir, es el
derecho real de propiedad. ¿Cómo se clasifican los derechos
incorporales o los bienes incorporales? Los bienes incorporales
pueden ser:
a) Desmembraciones del derecho de propiedad, como el usufructo o
la servidumbre. Por ejemplo, cuando yo tengo una servidumbre de
paso sobre un fundo que pertenece a otra persona, esa
servidumbre es una desmembración del derecho de propiedad de
141

la persona que es propietaria del fundo sirviente. Se llama


derecho incorporal porque no es un derecho que se ejerce
directamente sobre la cosa sino que es más bien una limitación al
derecho de propiedad del propietario del fundo sirviente. Yo digo
que tengo un derecho de servidumbre sobre un fundo ajeno en
vista de que el propietario de ese fundo está limitado en el
ejercicio de su propiedad al deber tolerarme el paso por el fundo
de su propiedad. Las desmembraciones al derecho de propiedad,
que no son sino limitaciones al derecho de propiedad sobre una
cosa, deben ser consideradas como derechos o bines
incorporales.
b) Los derechos de crédito: También son bienes incorporables los
derechos de crédito, los derechos personales; el derecho que
tengo de cobrarle al deudor una suma de dinero que me debe es
un derecho o bien incorporal, a diferencia del derecho real de
propiedad ya estudiado.
c) Derecho reales accesorios: El derecho de hipoteca o el derecho
de prenda son bienes incorporales, porque el derecho de hipoteca
no implica un ejercicio directo sobre la cosa hipotecada;
simplemente la hipoteca responde del crédito o del derecho
personal que tiene el deudor con su acreedor; la hipoteca, lo que
hace es afectar un bien específico del patrimonio de deudor como
garantía de una obligación personal.
En este caso, el derecho personal resulta garantizado por un
objeto práctico determinado, pero de todas maneras en el derecho
personal de crédito existe un bien incorpóreo porque yo no me
puedo servir de la cosa hipotecada; yo no ejerzo como acreedor
hipotecario ninguna potestad, ningún poder sobre la cosa
hipotecada, simplemente lo que tengo es la garantía de que si el
deudor ni me paga yo puedo ejecutar la cosa que me ha sido dada
142

en hipoteca. Por eso los llamados derechos reales accesorios son


también bienes incorporales.
d) Los derechos intelectuales: Y, finalmente, son bienes incorporales
también los derechos intelectuales. Mis derechos de autor sobre
una obra determinada son un bien incorporal. No se puede decir
que los derechos de autor signifiquen un ejercicio directo sobre
una cosa material, aunque tengan significación patrimonial.

Así tenemos que los bienes presentan esta clasificación general.


A) Bienes corporales, cuya expresión genérica es el derecho de
propiedad
B) Bienes incorporales que comprenden una cuádruple clasificación o
subclasificación.
a) Los bienes que constituyen desmembraciones del derecho de propiedad.
b) Los derechos de crédito.
c) Los derechos reales accesorios o derivados
d) Y finalmente los derechos intelectuales.
e)
4) Las universalidades jurídicas

Es indispensable para completar el estudio de los objetos prácticos del


derecho, dar una breve noticia acerca de las llamadas universalidades jurídicas.

¿Qué se entiende por universalidad de bienes o por lo que los romanos


llamaban en su terminología “universitates bonorum”? ¿En qué consisten estas
universalidades de bienes?

A) Conceptos de universalidad de bienes.


Existe universalidad de bienes cuando un conjunto de bienes se
considera como un todo, como una unidad, a los efectos de una regulación
jurídica determinada. Esto es, que, para los efectos de la reglamentación
143

jurídica respectiva, un conjunto de bienes no se considera como un simple


agregado de bienes sino que se considera como una unidad, como un todo.
Vamos a poner dos ejemplos clásicos, típicos, de universalidades de bienes.

a) En primer lugar, en el Derecho Mercantil, el fondo de comercio.


¿Qué se entiende por fondo de comercio? Por fondo de
comercio se entiende, en una forma amplia, cualquier negocio
o actividad mercantil Todas las actividades mercantiles que se
celebren dentro de una misma dirección; una compañía
anónima o una unidad, constituye un fondo de comercio. No
solamente las diversas actividades que desempeña esa firma
mercantil, sino todos os derechos incorporales que constituyen
el patrimonio de la firma, como el punto, la clientela, la
denominación, el nombre de la empresa que tiene una
importante significación económica, como se explicó
anteriormente; todos esos elementos, todos esos derechos que
integran el fondo de comercio, constituyen una unidad, un todo,
a los efectos de la aplicación de ciertas reglas jurídicas.
b) El segundo ejemplo de universalidades es el de una biblioteca
cuando lego mi biblioteca a una institución docente o a una
persona determinada, en este caso, todos mis libros
constituyen una unidad a los efectos de la aplicación de ciertas
reglas jurídicas.

Como se puede ver, lo característico de la universalidad de bienes es que


constituye un todo a los efectos de la aplicación de ciertos preceptos jurídicos.

B) Clases de universalidades de bienes.

La teoría jurídica distingue las universalidades de hecho de las


universalidades de derecho.
144

a) Decimos que existe universalidad de hecho, cuando la


unificación de los bienes está determinada por la voluntad
de los particulares. Por ejemplo: cuando yo lego mi
biblioteca a una persona determinada, la universalidad de
bienes está determinada por mi voluntad. Todos mis libros
constituyen una unidad o una universalidad en virtud de mi
voluntad, no en virtud de la ley, porque la ley no distingue en
mi patrimonio, la biblioteca de otros bienes que integran el
patrimonio; la biblioteca es apenas un elemento o un
ingrediente de mi patrimonio considerado como un todo. Es
por mi voluntad, cuando yo lego mi biblioteca, que estoy
individualizando un conjunto de bienes; esta
individualización o esa unificación que se hace en virtud de
mi propia voluntad, naturalmente, está convalidada por el
Derecho, pero es mi voluntad la que interviene en la
unificación de los bienes que integran la universalidad.
b) Decimos que la universalidad es de derecho, cuando la
unificación de los bienes está determinada por la ley.
Cuando la universalidad de bienes no está determinada por
la voluntad de los particulares sino por la voluntad de la ley,
se llama universalidad de derecho. Así, por ejemplo, la
herencia y el patrimonio son casos típicos de
universalidades de derecho. La herencia no está
determinada por la voluntad del causante sino que está
determinada por la voluntad de la ley. El patrimonio del
causante pasa automáticamente a sus heredero ssin
solución de continuidad; el patrimonio del causante se
convierte en herencia por virtud de una disposición legal. Lo
mismo ocurre con el patrimonio: todos los bienes de una
persona constituyen una unidad a los efectos de la relación
jurídica, y eso es obra de la ley, no es obra de la voluntad de
145

los particulares. Puede decirse que las universalidades de


derecho por excelencia son el patrimonio y la herencia. El
patrimonio para la persona y viva, la herencia para los
herederos en la forma en que se acaba de explicar.

c) El patrimonio, como universalidad de bienes.

¿Cuáles son las reglas jurídicas que se aplican al patrimonio como una
universalidad de derecho?.

C1) El patrimonio del deudor es la prenda común de sus acreedores:


¿Qué significa esta expresión? Significa que el deudor responde con todo su
patrimonio de las obligaciones que ha contraído. O dicho en una forma mucho
más plástica, todo patrimonio tiene un activo y un pasivo, integrado
respectivamente por sus derechos y por sus obligaciones.

Pueden darse situaciones anómalas en cuanto a las relaciones entre el


activo y el pasivo de un patrimonio. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en el
caso de que el deudor no tenga suficientes bienes como para cumplir
oportunamente sus obligaciones; en este caso se habla de concurso de
acreedores, en el campo del Derecho Civil; o se habla de quiebra o de estado
de atraso, o de cesación de pagos en el campo del derecho Mercantil; pero
normalmente el activo debe ser superior al pasivo y de esta manera el activo
responde del pasivo.

También en materia Civil existen créditos privilegiados sobre el


patrimonio de deudor, o sea, que se hace una jerarquización o una prelación
de créditos para determinar qué crédito debe pagarse con primacía o con
prioridad sobre otros créditos. Naturalmente no se trata de ahondar sobre esta
materia que se estudia en detalle en Derecho Civil, sino que se quiere advertir
que las relaciones entre el activo y el pasivo de un patrimonio no son tan
146

simples como para expresarlas en la simple fórmula: el patrimonio del deudor


es la prenda común de sus acreedores.

C2) A la muerte del causante el patrimonio pasa, sin solución de


continuidad, a sus herederos. Esta es la segunda regla relativa al patrimonio.
No se opera una ruptura entre la muerte del causante y la situación anterior.
Esto por razones de tipo práctico, porque, de otra manera, no se podría
determinar cuál sería la suerte o la situación en que se encontrarían las
relaciones jurídicas, al operarse la muerte del causante.

La regla dice que el patrimonio del fallecido pasa sin solución de


continuidad a los herederos en forma de herencia. Pero según se mencionó
cuando se habló de la teoría de Brinz acerca de la naturaleza de los patrimonios
dependientes e independientes, hay una institución de Derecho que se llama
“aceptación de la herencia a beneficio de inventario”, que no produce la
confusión del patrimonio del causante con el patrimonio de sus excepciones
como la tiene la primera norma a o la primera regla del patrimonio.

Así, las dos reglas generales que regulan el patrimonio de las personas,
son éstas: en relación con el patrimonio de la persona viva, el precepto de que
el pasivo se encuentra respaldado o garantizado por el activo, y la regla relativa
al patrimonio de la persona fallecida que dice que ese patrimonio pasa a sus
herederos sin solución de continuidad bajo la forma de herencia, con ciertas
excepciones según explicado.

C3) Reglas complementarias.

1.-) Todo patrimonio supone la existencia de intitular:


Esta primera regla ha sido sumamente discutida, sobre todo en la
naturaleza de las personas jurídicas colectivas. Por ejemplo en Brinz, según
vimos en su oportunidad, se habla de la posibilidad de que una persona resulte
147

de la personificación de patrimonio (patrimonio independiente o autónomo).


Pero aún en el caso de la teoría de Brinz, se puede decir que todo patrimonio
implica un titular, porque cuando se dice que el patrimonio se personifica, una
cosa es el patrimonio personificado y otra cosa es el patrimonio real que sirve
de instrumento para cumplir los fines de la persona jurídica colectiva.

Una fundación por ejemplo, es como se explicó anteriormente una


universalidad de bienes, es un patrimonio independiente puesto al servicio de
un fin; pero la fundación es la personificación de ese patrimonio y una cosa es
la personificación del patrimonio y otra cosa es el patrimonio concreto que sirve
de medio para que la persona pueda cumplir sus fines.

2.-) Toto titular necesita de un patrimonio: Esta es la segunda regla;


de la misma manera que todo patrimonio implica un titular, a la inversa, todo
titular necesita de un patrimonio. En este caso se debe advertir que el
patrimonio no tiene una significación pecuniaria o económica excepcional: se
acostumbra decir que una persona tiene patrimonio cuando dicha persona tiene
suficientes bienes de fortuna. Pero patrimonio es cualquier cantidad de bienes,
cualquier cantidad de cosas que le permitan al hombre o a la persona colectiva
realizar sus fines.

3.-) Toda persona tiene un patrimonio y nada más que un


patrimonio: Esta es la tercera regla complementaria, la cual es consecuencia
de la idea enunciada al iniciar el estudio del patrimonio, según la cual el
patrimonio es la universalidad de bienes de una persona. El hecho de que una
persona tenga acciones en una compañía anónima, o tenga tierras, o que tenga
participación en una compañía en nombre colectivo, etc., no significa que todos
estos bienes constituyen entidades patrimoniales separadas. Todos los bienes
de la persona constituyen una unidad, constituyen un todo. Ninguna persona
puede tener más de un patrimonio, a pesar de que esos patrimonios sean
cuantiosos y a pesar de que la ubicación de los bienes que lo integran se
148

encuentre dispersa, en diferentes lugares: una persona puede tener cosas en


Venezuela, puede tener acciones en un banco de Nueva York, o puede tener
naves que hagan actividad mercantil en mares internacionales, etc., y, sin
embargo, todas estas cosas, todos estos bienes constituyen un solo patrimonio.

Sin embargo, esta regla complementaria (toda persona debe tener un


patrimonio y solo un patrimonio) resulta en vierta forma limitada por los casos
estudiados anteriormente, de los patrimonios independientes dentro del
patrimonio del titular. Es el caso, por ejemplo, de la fortuna flotante del
propietario de las naves, o bien el caso de la institución del hogar. Una persona
puede instituir en hogar una casa; esta casa constituye, en cierta forma, un
patrimonio o un bien separado del patrimonio del deudor, porque esa casa
instituida en hogar no responde de las obligaciones del titular. En este caso
tenemos un patrimonio, en cierta forma independiente, que no se personifica.
En el caso del hogar, en el caso de la fortuna flotante, en el caso de la herencia
a beneficio de inventario se demuestra que, a pesar de tratarse de patrimonios
independientes, estos patrimonios no se personifican sino que siguen formando
parte de un patrimonio más amplio, con la diferencia de que esa parte del
patrimonio está sujeta a una regulación especial.

NOTAS:

1.- Jean Dabin,: Teoría General del Derecho, trad. por Francisco Javier Osset,
Madrid, Ed. Revista de Derecho Privado, 1955; pp.118-125.

2.- Nans Nawiasky, Teoría General del Derecho, Trad. por José Zafra Valverde,
Madrid, Ed. Rialp, 1962. pp.215-216, 230-231.

3.- J.M. DELGADO OCANDO, Nuevas Lecciones de filosofía del Derecho,


N°.17. IFD-LUZ, Maracaibo, 1983.
149

4.- ------------------------------------: Lecciones de Introducción al Derecho,


Maracaibo, IFD-LUZ, 1974; pp- 1-68, 115-139.
150

OBJETIVO N°. 6

EL DERECHOS UBJETIVO Y EL HECHOJURÍDICO


CONTENIDO

6.1.- El Derecho Subjetivo:

6.1.1.- Teorías acerca de la naturaleza del Derecho.

1) Teoría de Bernard Windscheid


2) Teoría de Ihering
3) Teoría de Jellinek
4) Teoría pura del Derecho
5) Concepción de Delgado Ocando

6.1.2.- Los criterios de clasificación de los derechos subjetivos.

1) Derechos subjetivos a la propia conducta y derechos


subjetivos a la conducta ajena
2) Derechos subjetivos absolutos y derechos subjetivos
relativos
3) Derechos subjetivos públicos y derechos subjetivos
privados
4) Criterio de clasificación de Kelsen
5) Derechos del pretensor y derechos del obligado
6) Derecho subjetivos independientes y derechos
subjetivos dependientes
7) Derechos reales y derechos personales.

6.2.- Hechos y Actos Jurídicos.

6.2.1. El hecho jurídico

1) El hecho jurídico en sentido estricto


2) El acto jurídico

6.2.2. Clasificación de los actos jurídicos

1) Actos jurídicos extrapatrimoniales


2) Los actos patrimoniales
3) Los actos jurídicos como modos de creación de los derechos
patrimoniales
4) Los actos jurídicos como modos de transmisión de la propiedad

6.2.3. Condiciones de validez de los actos jurídicos


151

1) La capacidad
2) El consentimiento
3) Requisitos formales

6.2.4. Efectos jurídicos del acto jurídico

1) Los actos jurídicos no dañan ni aprovechan a terceros.


2) Las partes pueden producir todos los efectos que quieran,
siempre que actúen de conformidad con la ley
3) Intangibilidad de la convención respecto de las partes y del
Estado
152

Objetivo N°.6: El Derecho subjetivo y el hecho jurídico.

6.1.- EL DERECHO SUBJETIVO

DELGADO OCANDO, José Manuel, Lecciones de Introducción al Derecho,


Maracaibo, I.F.D., LUZ, 1974.

En la teoría tradicional se afirma que el Derecho puede ser estudiado


desde el punto de vista objetivo, como norma, o desde el punto de vista
subjetivo, como facultad. Ahora bien, el concepto de derecho objetivo y el de
derecho subjetivo se exigen en una forma recíproca y, por lo tanto el
planteamiento de la prioridad de uno sobre otro derecho es un planteamiento
incorrecto. El Derecho como norma exige la conducta de las personas hacia las
cuales se proyecta lo prescrito en la norma, y al mismo tiempo, todo derecho en
sentido subjetivo exige forzosamente la existencia de una norma preestablecida
que confiera la correspondiente facultad. Por eso lo correcto es decir que el
derecho en sentido objetivo y el derecho en sentido subjetivo, no son sino dos
aspectos de un mismo fenómeno.

El derecho en sentido subjetivo, es simplemente una posibilidad


normativa, es una facultad derivada de la norma que lo confiere, y es la
naturaleza de esa posibilidad normativa en la cual consiste el derecho subjetivo
la que trataremos de esclarecer.

Por ello, se iniciará el estudio del derecho subjetivo con las teorías más
importantes que han tratado de explicar la naturaleza de esta posibilidad
normativa, para luego concluir con nuestro propio punto de vista acerca del
problema.
153

6.1.1. Teoría acerca de la naturaleza del derecho subjetivo

1.-) Teoría de Bernard Windscheid.

Este autor dice que el derecho subjetivo es un poder o señorío de a


voluntad reconocido por el orden jurídico. En esta definición de Windscheid
encontramos dos elementos: en primer lugar, el concepto de voluntad
psicológica y, en segundo lugar, el reconocimiento legal de esa voluntad.

1ª) Críticas
a) La teoría de la voluntad no es capaz de explicar la
existencia del derecho subjetivo en los incapaces, es
decir, en las personas que carecen de la voluntad en
sentido psicológico, (si por voluntad entendemos la
posibilidad de actuar en una forma deliberada con el
propósito de alcanzar un fin determinado)
b) No podría explicar tampoco la teoría de la voluntad de
Windscheid, la existencia de los derechos subjetivos en
la persona simplemente concebida que, según
explicamos en otra oportunidad, debe reputarse como
sujeto de derecho cuando se trate de su bien.
c) Ni tampoco podría explicarse con esta teoría, la
existencia de los derechos subjetivos en las personas
morales o jurídicas, es decir, en la persona jurídica
colectiva que, como sabemos, no tiene voluntad en el
sentido psicológico del término.
d) Por otra parte, la teoría de la voluntad tampoco puede
explicar el hecho de que una persona tenga un derecho
subjetivo sin tener la voluntad o el deseo de ejercerlo. Si
el sustrato del derecho subjetivo es la voluntad
psicológicamente entendida, es claro que para que haya
derecho es indispensable que siempre el derecho sea la
154

manifestación de una voluntad. Per, si el titular no


desea, o no quiere ejercer el derecho, es obvio que la
teoría de la voluntad resultaría inadecuada para explicar
la existencia de un derecho subjetivo cuyo ejercicio no
se quiere.
e) Además, la teoría de la voluntad no puede explicar el
fenómeno jurídico de la irrenunciabilidad de los
derechos. Hay ciertos derechos, de acuerdo con el
orden legal venezolano, que no pueden ser renunciados,
o mejor dicho derechos cuya renuncia no produce
ningún efecto jurídico. Así, por ejemplo, la Ley del
Trabajo en Venezuela dice que los derechos de los
trabajadores son irrenunciables. Esta es una manera de
proteger al trabajador, en vista de que la Ley del
Trabajo, como ustedes saben, tiene una significación de
fuero, tiene una significación de protección a los
trabajadores que, en la relación social del trabajo, se
consideran como la parte débil.

Si un trabajador, en virtud de un convenio, renuncia al derecho a las


prestaciones que le corresponden de conformidad con la legislación social, esa
renuncia no produce ningún efecto. ¿Cómo se podría explicar la naturaleza del
derecho subjetivo en este caso, cuando precisamente la noción de voluntad
psicológica implica la posibilidad, no sólo de realizar los actos constitutivos del
derecho, sino también los actos que podrían producir la extinción de estos
derechos, por la simple renuncia de su titular? ¿Cómo podría, pues, explicar la
teoría de la voluntad, que mi voluntad, que es, en última instancia, la productora
del derecho, no pudiera extinguir ese derecho?

Esto quiere decir que la teoría de la voluntad es inadecuada para explicar


ciertos problemas relacionados con el derecho subjetivo. Esto significa, por
155

tanto, que el derecho subjetivo no es de ninguna manera un poder de voluntad,


por lo menos, si por voluntad entendemos el querer psicológico.

Windscheid conoció las críticas que se le formularon a su teoría la


voluntad y para librarse de ellas, sostuvo que el concepto de voluntad al cual él
se refería en su definición, no era el de voluntad psicológica, sino de voluntad
de la ley. El derecho sujetivo no es, en consecuencia, la voluntad
psicológicamente entendida, sino la voluntad de la ley que se materializa en un
sujeto titular de derechos.

Pero es claro que esta manera de eludir las objeciones que se habían
formulado a la tesis de Windscheid es prácticamente modificar el planteamiento
inicial del autor; porque si el derecho subjetivo no es la voluntad
psicológicamente entendida, sino la voluntad de la ley concretada en el sujeto
que se beneficia con esa voluntad, no habría ninguna posibilidad de distingue
entre derecho en sentido objetivo y derecho en sentido subjetivo y, por lo tanto,
la diferencia ofrecida por este autor entre derecho como norma y derecho como
facultad estaría eliminada, porque la voluntad que constituye al derecho
subjetivo en una posibilidad normativa no sería la voluntad del titular, sino la
voluntad del ordenamiento jurídico. Queda, pues, demostrado cómo el intento
de Windscheid es insuficiente para explicar la naturaleza del derecho subjetivo.

2.-) Teoría de Ihering


Otro autor muy importante en la exposición de esta materia, es el eminente
romanista Ihering. Ihering define el derecho subjetivo en estos términos: el
derecho subjetivo es el interés jurídicamente protegido. En esta definición
encontramos dos elementos bien diferenciados: un elemento material y un
elemento formal. El elemento material estaría integrado por el interés; el
elemento formal estaría determinado por la protección legal del interés.
156

Para poder perfilar el concepto de derecho subjetivo en Ihering es


imprescindible determinar el concepto de interés. ¿Qué es para Ihering el
interés, qué entiende Ihering por interés? Por lo pronto podemos advertir que el
concepto de interés no tiene en Ihering una simple significación económica o
patrimonial; la idea de Ihering es mucho más amplia. Cualquier objeto, cualquier
finalidad, que sea capaz de provocar una aspiración, un querer, o deseo de la
persona, o de la voluntad, debe ser entendido como interés, y así puede haber,
no solamente intereses de carácter patrimonial o económico, sino también
intereses de carácter moral, religioso y social.

Por otra parte, el concepto de interés para Ihering tiene una doble
dimensión: una dimensión objetiva y una dimensión subjetiva. Decimos que
tiene una dimensión objetiva, porque una cosa o un objeto tienen un valor
independiente del interés que respecto de ella puedan tener las personas
concretamente consideradas; y posee un valor subjetivo, porque el valor de una
cosa puede variar de cuerdo con las personas interesadas en ella.

Por ejemplo, como dice García Máynez, una servidumbre de vista o de


luces no tendrá ningún interés para una persona no vidente, es decir, para un
ciego; sin embargo, nadie puede negar que la servidumbre de luces o vista
tiene un valor objetivo independientemente de que haya personas que no estén
interesadas en este tipo de derechos.

Y, al mismo tiempo, una cosa que puede no tener ningún interés para una
persona, puede tenerlo en grado sumo para otra. Y no solamente esto, sino que
el valor de una cosa puede variar de acuerdo con cada persona en particular;
una pluma que me ha sido regalada por una persona a quien yo aprecio, tiene
evidentemente más interés para mí que para cualquier otra persona y yo estaría
dispuesto, en el caso de pérdida, a ofrecer por ella un precio mayor del que
tiene normalmente en el mercando.
157

Aquí el concepto de interés está determinado por el aspecto subjetivo del


bien, pero Ihering aclara que lo que le interesa al Derecho no es el interés
subjetivamente entendido, sino el interés objetivo. El Derecho toma en
consideración los intereses medios, los intereses objetivos, y una vez que
establece esos intereses medios, reconocidos asocialmente, se confiere la
protección legal, la protección jurídica.

Ahora bien, ¿cómo sabemos nosotros que un interés está protegido


legalmente?, ¿cómo sabemos nosotros que el interés se convierte en derecho
subjetivo mediante el reconocimiento de la ley? Decimos que un interés está
protegido legalmente, cuando el titular dispone de un derecho de acción frente a
los órganos del Estado para que, en caso de no cumplimiento espontáneo por
parte del obligado, se exija el cumplimiento coactivo de la obligación. Si existe
el interés, pero no se le da al interesado el derecho de reclamar coactivamente
el cumplimiento de la obligación, no se puede decir que haya un derecho en
sentido subjetivo. El caso típico lo encontramos en la llamada obligación
natural. Es claro que yo tengo interés en que se me pague aquello que he
ganado en una apuesta no lícita. Si yo, por ejemplo, en un juego de envite y
azar, no regulado legalmente, gano una suma determinada de dinero, a pesar
de que yo tengo interés en lo que he ganado, no tengo un derecho subjetivo,
porque no tengo el derecho subjetivo, porque no tengo el derecho de acción
para reclamar ante la autoridad competente el cumplimiento coactivo del deber.
Esto demuestra claramente que no basta que haya el interés, sino que es
indispensable que el interés esté tutelado por el Derecho, y el síntoma
inequívoco de la tutela, lo constituye el derecho de acción que es la posibilidad
de poner en movimiento el aparato coactivo del Estado para que el deudor
cumpla, en forma forzosa, en forma ejecutiva, su obligación.

Por esa razón es indispensable comprender que, aún en la teoría


psicológica de Ihering, la protección legal del interés desempeña un papel
decisivo. No basta definir el derecho subjetivo en función del interés, sino que
158

es indispensable poner el énfasis en el aspecto formal, en la protección legal


del interés.

2A) Críticas a la Teoría de Ihering

¿Cuáles son las objeciones que pueden formularse a la tesis de Ihering?


Como toda teoría psicologista, la teoría de Ihering es impotente para explicar
ciertos casos en donde la naturaleza del derecho subjetivo tiene una estructura
puramente normativa.

a) Por ejemplo: es posible que no tenga interés en el ejercicio de un


derecho y, sin embargo, el derecho subjetivo existe. Vamos a suponer que yo
celebro un contrato de préstamo con un amigo, y que esa persona no esté en
condiciones de devolverme lo que le he prestado dentro del plazo previsto. Por
razones de amistad y por el conocimiento que tengo de la imposibilidad por
parte del amigo de cumplir su obligación, puede que yo no tenga interés en
hacer efectivo el cobro de la deuda; sin embargo, yo sigo teniendo el derecho
subjetivo de exigir el cumplimiento de la obligación.

El concepto de interés, entendido en un sentido concreto, en un sentido


psicológico, no puede explicar el problema del derecho que se sale de una
órbita puramente naturalista, puramente empírica, para caer en la órbita de lo
normativo, en la órbita del deber ser. Por eso, la teoría de Ihering, lo mismo que
la teoría de Windscheid, puede ser denunciada, genéricamente, como una
solución de tipo naturalista, que confunde el problema normativo con el
problema empírico o natural.

b) Por otra parte, cuando Ihering habla de intereses medios o de intereses


objetivos, con el propósito de enervar la crítica de que su teoría es psicologista;
lo que hace es reconocer que el derecho subjetivo no se puede agotar en ser
un interés reconocido por la ley. No hay propiamente intereses medios, no hay
159

intereses objetivos; el interés tiene que ser siempre el deseo o la aspiración de


una persona concreta, de una voluntad concreta. Cuando se habla de un interés
medio o de un interés objetivo, ya creta. Cuando se habla de un interés medio o
de un interés objetivo, ya la contextura del interés deja de tener carácter
psicológico para convertirse en una estructura de carácter normativo. Y es que
el concepto de interés está íntimamente vinculado con el concepto de voluntad;
únicamente se puede tener interés en aquello que se quiera y,
correlativamente, únicamente se puede querer aquello que sea capaz de mover
la aspiración o el deseo de una voluntad concreta, psicológicamente entendida.

El concepto de interés es, por lo tanto, un concepto típicamente


psicológico, y si hablamos de interés, tenemos que referirnos siempre al interés
que una persona individual, que una persona concreta tenga en realizarlo. Si
sacamos el concepto de interés de la órbita de lo psicológico para colocarlo en
la órbita de lo normativo, ya no se puede definir el derecho subjetivo como un
interés, sino que habrá que definirlo como norma, con lo cual se opera
nuevamente la identificación entre derecho en sentido objetivo y derecho en
sentido subjetivo.

c) Por otra parte, la teoría de Ihering reconoce, asimismo, la importancia


que tiene el elemento formal en cuanto a la precisión del concepto de derecho
subjetivo, porque no es propiamente el interés lo que determina el concepto de
derecho subjetivo, sino la protección legal del interés.

3) Teoría de Jellinek

La teoría de Jellinek, en cierta forma, es una solución intermedia o


ecléctica, que trata de conjugar las soluciones anteriormente expuestas. La
definición de Jellinek es la siguiente: El derecho subjetivo es un interés tutelado
por la ley mediante el reconocimiento de de la voluntad individual.
160

Esta definición tiene la particularidad de que acepta la tesis de Ihering en


el sentido de que el derecho subjetivo tiene que ser siempre un interés
reconocido por el Derecho, pero por otra parte, ese interés sólo puede ser
reconocido en la medida en que se acepte la preexistencia de una voluntad
capaz de querer ese interés. O sea, que la función del orden jurídico respecto
de la voluntad individual es simplemente declarativa. El Derecho tiene que
aceptar la preexistencia de la voluntad y cuando se reconoce que la voluntad
preexiste al Derecho, es cuando el derecho subjetivo existe. No se puede
tutelar un interés sino en la medida en ese interés. Hay pues, una mezcla de las
dos tesis: la tesis de Windscheid que habla de una voluntad reconocida por la
Ley, y la teoría de Ihering que habla de un interés reconocido por el Derecho.

3A) Críticas a la Teoría de Jellinek

Pero, como ocurre con todas las teorías eclécticas, no solamente se


obscurece el planteamiento del problema, sino que se hipertrofian los errores o
los defectos que cada teoría tiene en particular.

Se incurre en el error, no solamente de insistir en el carácter psicológico,


puramente empírico o natural del derecho subjetivo, sino que por otra parte se
minimiza hasta tal punto el elemento formal del derecho, que el reconocimiento
del Estado aparece como una simple consecuencia de un derecho subjetivo
preexistente al Estado. Mientras Windscheid e Ihering reconocen que el
elemento formal del reconocimiento del derecho es un aspecto fundamental en
el tratamiento del problema, en Jellinek, este reconocimiento no es más que
una manera de declarar o de certificar lo que preexiste al orden jurídico. O dicho
en forma mucho más clara: en Jellinek, el psicologismo de Ihering y de
Windscheid resulta ampliado, porque tanto en Windscheid como en Ihering, se
reconoce que la voluntad o el interés no son capaces por sí solos de integrar el
contenido del derecho subjetivo; en cambio, en Jellinek, el reconocimiento del
Estado es simplemente una declaración de que el derecho subjetivo existe,
161

porque hay la preexistencia de la voluntad individual que quiere el interés


reconocido por la norma.

4.-) La Teoría Pura del Derecho

Esta teoría hace una crítica global de toda la teoría tradicional partiendo de
las siguientes bases: En primer lugar, critica el psicologismo de las teorías
antes expuestas, y en segundo lugar, critica la distinción injustificada entre
derecho objetivo y derecho subjetivo, concluyendo, que el derecho objetivo y el
derecho subjetivo no son cosas distintas sino que constituyen una unidad
normativa.

En una imagen plástica, Kelsen dice que el error en que incurren Ihering y
Windscheid sería similar al error en que incurriría un estudiante de geometría a
quien se le preguntara sobre el concepto de la esfera y tratara de definir la
esfera o cualquier otro cuerpo, o figura, por la materia de que está hecha. Si
dijéramos por ejemplo, que la esfera es de madera, de bronce, o de hierro,
cuando en realidad el problema del contenido o de la materia no interesa para
los efectos de la definición adecuada. De la misma manera, en el campo del
Derecho, no nos interesa el contenido del derecho subjetivo, sino que lo que
nos interesa es la forma, la protección legal del interés o de la voluntad
reconocida por el Derecho.

Este aspecto formal, que no había sido descartado completamente en la


obra de Windscheid y de Ihering, por las razones ya expuestas, no solamente
hay que tomarlo en cuenta sino que es el factor fundamental y decisivo en la
consideración que hace Kelsen. La prueba más clara de que las
consideraciones sobre el aspecto formal son decisivas es que sólo se puede
hablar de contenido jurídico, cuando la voluntad o el interés resultan
reconocidos por el ordenamiento jurídico. Por eso es pertinente la crítica de
162

Thon recogida por Kelsen de que, en Ihering por ejemplo, el derecho subjetivo
no es propiamente el interés protegido sino la protección legal del interés.

Otro elemento importante en el planteamiento de la Teoría Pura del


Derecho es el siguiente: Kelsen según ya se tuvo ocasión de mencionar, piensa
que el Derecho es un orden esencialmente coactivo de la conducta humana.

Cuando estudiaron la diferencia entre la estructura lógica de la norma de


Kelsen y la estructura lógica de la norma de Cossio, vieron que para Kelsen el
Derecho es esencialmente norma primaria. ¿Por qué el Derecho es para Kelsen
norma primaria? Porque el Derecho es la posibilidad de la coacción ya que la
norma jurídica no hace sino establecer un nexo imputativo entre la conducta
antijurídica, entuerto o ilicitud, y la consecuencia coactiva. De manera que la
norma secundaria en Kelsen no es propiamente una norma distinta de la norma
primaria, sino que no es otra cosa que el pensamiento de lo que la norma
primaria dice en una forma inversa.

Por eso Kelsen dice que la norma secundaria es una hipótesis auxiliar de
conocimiento. Cuando una norma primaria establece como transgresión una
conducta, automáticamente está diciendo que la conducta contraria es una
conducta lícita. De manera que la norma secundaria que es la que predica e
comportamiento lícito, no tiene carácter imperativo, es simplemente una
manera de completar el conocimiento del Derecho. Se ve la conducta por el
lado de la transgresión y, por exclusión, la conducta contraria, es una conducta
lícita; pero como al Derecho lo que le interesa es garantizar el cumplimiento
coactivo de la obligación, no se molesta en predicar el comportamiento lícito,
sino en decir que el comportamiento que transgreda la norma es el supuesto de
la sanción.

Esta manera de razonar, aparentemente muy sólida, es falsa, porque el


Derecho no es simplemente un mundo de transgresiones, sino también un
163

mundo de comportamiento lícitos y es perfectamente posible que la norma


pueda ser cumplida al nivel del comportamiento debido, en cuyo caso también
es Derecho. Por eso Cossio tiene toda la razón cuando dice que la estructura
de la norma jurídica no es la de un juicio hipotético, sino la de un juicio
disyuntivo, en donde hay que pensar no solamente la conducta en el momento
ilícito como transgresión, sino también en el momento lícito como prestación.

Pues bien teníamos que recordar esto ahora para advertir lo siguiente:
Para Kelsen la noción fundamental no es la de derecho subjetivo sino la noción
de deber jurídico, y el derecho subjetivo será, simplemente, el deber jurídico de
una persona distinta. Cuantas veces encontremos una persona obligada, el
reflejo o la consecuencia de esa obligación será el derecho subjetivo de la
persona que se encuentra vinculada con el obligado en virtud de la relación
jurídica.

Mientras la teoría tradicional pone el acento en el derecho subjetivo,


Kelsen pone el acento en el deber jurídico. Lo que existe es el deber jurídico,
porque el orden jurídico es un orden esencialmente coactivo de la conducta
humana. Si la norma jurídica es norma primaria por naturaleza, no hay en rigor
derechos subjetivos, lo que existen son deberes jurídicos y frente al deber
jurídico como correlato existe la facultad de exigir el cumplimiento de ese deber.

Por lo tanto, de acuerdo con Kelsen, cuando hablamos de derechos


subjetivos, lo que queremos decir es que hay alguien obligado frente a alguien
pretensor; pero el problema no está en deslindar el concepto de derecho
subjetivo, sino en deslindar el concepto de deber jurídico, porque cuando
nosotros precisamos el concepto de deber jurídico, automáticamente surge la
consideración del derecho subjetivo o de la facultad como posibilidad de exigir
el cumplimiento de la obligación.
164

Otro argumento de Kelsen para demostrar que efectivamente lo principal


es el deber jurídico y no el derecho subjetivo es que la relación entre derecho
subjetivo y deber jurídico es una relación asimétrica o irreversible. Se llama
relación asimétrica o irreversible la relación unilateral, es decir, la que no tiene
implicaciones mutuas, o, para usar una terminología más plástica, todo deber
jurídico supone la posibilidad de que haya alguien capaz de exigir el
cumplimiento de ese deber jurídico. El derecho subjetivo es, por lo tanto, el
simple reflejo de un deber concreto de una persona determinada.

Pero, mientras se puede dar el caso de que un deber jurídico no otorgue


un auténtico derecho subjetivo, no se puede dar el caso inverso; todo derecho
subjetivo exige un deber jurídico. En el caso del derecho de crédito, cuando una
persona presta una suma de dinero a otra, existe el deber jurídico del deudor de
devolver lo que ha prestado, correlativamente existe el derecho de la persona
que ha prestado de exigir el cumplimiento de la obligación. Pero cuando una
norma de derecho penal prohíbe el homicidio castigándolo con una pena
determinada, no podemos decir que frente a ese deber jurídico existe el
derecho subjetivo a no ser muertos, por lo menos, en el mismo sentido en que
se habla de un derecho de crédito. Nadie puede decir que tiene el derecho
subjetivo a no ser muerto ante la obligación que todo el mundo tiene frente a los
demás, de evitar el homicidio. Entonces, se puede dar el caso de que exista un
deber jurídico, sin que se otorgue correlativamente una facultad en sentido
técnico. Por lo tanto, lo fundamental no es el derecho subjetivo, sino el deber
jurídico y, precisamente, por esta vía, Kelsen llegará a la conclusión de que el
derecho en sentido subjetivo, no es otra cosa que el simple reflejo del derecho
objetivo visto a través del beneficiario de éste, con lo cual se llega a la
conclusión, de que la teoría clásica incurre en error al distinguir entre derecho
en sentido objetivo y derecho en sentido subjetivo.

Por consiguiente, cuando se habla de derecho subjetivo o de facultad, es


imprescindible presuponer la existencia frente a ese derecho de un deber
165

jurídico, una obligación. No podemos concebir nunca el concepto de facultad o


el concepto de derecho subjetivo, si no es en función de una persona que se
encuentra obligada frente a otra. Por lo tanto, un derecho subjetivo que no
tenga como noción correlativa, la de deber jurídico, es un derecho subjetivo
impensable; el derecho subjetivo de una persona no es otra cosa que el deber
jurídico del deudor. Cuando hay deber jurídico, hay también el derecho
subjetivo a pedir el cumplimiento de ese deber jurídico.

Pero puede suceder que exista un deber jurídico, que exista una deuda,
sin que exista frente a ese deber jurídico, un derecho subjetivo correlativo. Por
eso es por lo que la relación jurídica tiene carácter asimétrico o irreversible,
porque mientras todo derecho subjetivo supone un deber jurídico, puede
suceder que un deber jurídico no tenga, correlativamente, un derecho subjetivo,
por lo menos, en el sentido en que por derecho subjetivo se entiende la facultad
de exigir el cumplimiento del deber jurídico del deudor. Si podemos demostrar
que es posible la existencia de un deber jurídico respecto del cual no exista una
facultad o un derecho subjetivo, quiere decir que lo fundamental en el Derecho
no es la facultad, sino el deber jurídico impuesto por la norma.

Por otra parte, Kelsen dice que lo que se llama derecho de acción no es
otra cosa que el simple reflejo o la simple consecuencia del derecho subjetivo.
Así por ejemplo: si yo presto a una persona una cantidad determinada de
dinero, yo tengo por un lado, el derecho de exigirle a esa persona que me
devuelva lo que le he prestado, pero al mismo tiempo tengo el derecho de
exigirle a la autoridad competente que obligue al deudor a devolverme lo que le
he prestado, para el caso de que no quiera devolverlo en una forma voluntaria.

Se trata de dos cuestiones distintas: en primer lugar, la relación jurídica


la tenemos frente al obligado; en segundo lugar, la relación jurídica se da frente
al Estado. Yo tengo el derecho subjetivo de pedir la devolución de lo que he
prestado; pero también tengo el derecho subjetivo de pedirle al órgano del
166

Estado que haga valer mi derecho y obligue al deudor a que cumpla con su
obligación. Para Kelsen no hay diferencia entre el derecho subjetivo de exigir el
cumplimiento de la obligación al obligado y el derecho subjetivo de acción, que
se tiene frente al Estado, para el Estado ponga en movimiento el aparato
coactivo en beneficio del interés protegido por el Derecho.

Esta teoría de Kelsen está en contradicción con los hallazgos más


recientes en el campo de la teoría de la acción, porque el Derecho Procesal
contemporáneo ha demostrado (y el Derecho Procesal existe científicamente
como tal, gracias a ello) que el derecho de acción es un derecho autónomo con
respecto al derecho subjetivo correspondiente. De modo que no es que la
acción sea una simple consecuencia, o un simple reflejo del derecho subjetivo
correspondiente, sino que el derecho de acción tiene una autonomía indiscutible
con respecto al derecho subjetivo, o al supuesto derecho subjetivo que
ocasiona el derecho de acción. Indicaremos unos casos que han sido discutidos
por el moderno Derecho Procesal en donde se demuestra convincentemente,
que el derecho de acción es un derecho subjetivo autónomo.

Para perfilar un poco el planteamiento del problema, pudiéramos


referirnos concretamente al derecho de crédito: yo le presto a una persona la
cantidad de mil bolívares para que me la pague en el lapso de dos meses.
Como la norma jurídica tiene carácter bilateral, es imperativo atributiva, yo
tengo el derecho de exigirle a esa persona que se me devuelva lo que le he
prestado dentro del plazo previsto en el contrato. Pero, además de tener el
derecho a exigirle al obligado que cumpla con su obligación, también tengo el
derecho de recurrir a los tribunales de justicia cuando la persona no cumple
espontáneamente.

Para Kelsen, esta posibilidad de recurrir ante las autoridades


competentes, no es una cosa distinta del derecho subjetivo que yo tengo frente
al obligado.
167

Pero resulta que la teoría moderna en Derecho Procesal sostiene que el


derecho de acción es un derecho autónomo, que es un derecho que existe
independientemente del derecho subjetivo correspondiente. Cuáles son los
casos en donde se demuestra la autonomía del derecho de acción? Se han
enunciado varios casos que la doctrina reputa clásicos para demostrar la
autonomía del derecho de acción.

a) En primer lugar, el concepto de obligación natural;


b) En segundo lugar, la llamada acción infundada;
c) Y en tercer lugar, la llamada acción simplemente
declarativa.

Vamos a examinar por separado cada uno de estos casos para ver si
efectivamente la doctrina procesalista contemporánea tiene razón al decir que
el derecho de acción es un derecho autónomo.

A) El primer caso es el de la obligación natural. Se entiende por obligación


natural aquella que no puede ser exigida en una forma coactiva, pero que, una
ve cumplida, no da derecho a la persona que la ha cumplido, a pedir el
reembolso de lo que ha pagado. Este es el caso de las apuestas, o de los
juegos de envite y azar, no aceptados, o no regulados legalmente.

Si yo en una apuesta gano la cantidad de mil bolívares, en una apuesta no


aceptada por el Derecho, no lícita, yo no tengo el derecho ola posibilidad de
recurrir ante la autoridad competente para que ella obligue al perdidoso a
satisfacer lo que ha perdido. La ley no de acción para reclamar lo que ha sido
ganado en un juego no autorizado legalmente. Sería una contradicción que el
ordenamiento jurídico prohibiera el juego y que al mismo tiempo concediera al
ganador la posibilidad de exigir coactivamente el cumplimiento de una deuda
que está expresamente prohibida por el Derecho.
168

Entonces, se dice que en este caso existe el derecho subjetivo, pero no el


derecho de acción. No existe el derecho de acción porque yo no puedo pedirle
al juez que obligue el perdidoso a pagarme lo que ha perdido: sin embargo, se
argumenta que yo tengo el derecho subjetivo sobre la cantidad que he ganado,
y que la prueba más clara de esto es que si el perdidoso me paga, el perdidoso
no puede después repetir lo que ha pagado, es decir, no puede pedir el
reembolso de lo que ha pagado aduciendo que él no estaba obligado
jurídicamente a pagar. Un examen atento de esta figura, o de este ejemplo,
demuestra que no prueba nada en contra de la teoría de Kelsen.

No prueba nada en contra de la teoría de Kelsen, por la siguiente razón:


Cuando nosotros decimos que es posible tener un derecho subjetivo, sin que
ese derecho subjetivo resulte garantizado por el aparato coactivo del Estado,
prácticamente no se tiene el derecho subjetivo. Por eso es por lo que la ley
habla de una obligación de carácter natural. O mejor dicho, existe una relación
puramente fáctica entre la persona que perdió la apuesta y la persona que la
ganó; pero no se trata de una autentica relación jurídica, por cuanto no hay
ningún medio de carácter legal paran lograr el cumplimiento del deber jurídico.
Precisamente, porque no hay derecho de acción cuando todavía no se ha
pagado, tampoco existe el derecho subjetivo correspondiente. Y ello es así por
que si el perdidoso no paga, no se plantea respecto del perdidoso y respecto
del supuesto acreedor, ninguna relación jurídica; la relación permanece de facto
entre la persona que ganó la apuesta y la persona que perdió.

De manera que yo no creo que este argumento de la obligación natural se


pueda hacer valer en contra de la Teoría Pura que identifica el derecho
subjetivo con el derecho de acción. La circunstancia de que se pretenda tener
un derecho subjetivo en la obligación natural, no garantizado por el derecho de
acción, no hay tampoco derecho subjetivo. Para que se pueda hablar de un
auténtico derecho subjetivo, es imprescindible que ese derecho esté
169

garantizado por el poder coactivo del Estado. Al no darse el derecho de acción


correspondiente, se está enervando o eliminando el supuesto derecho
subjetivo. La relación jurídica no existe, por tanto, antes del pago de la deuda
de juego, sino después; ya que sólo en la hipótesis del pago es cuando puede
hablarse de la improcedencia de la condictio indebeti; es decir que una vez
pagada la obligación natural, no hay tampoco acción para repetir o pedir la
devolución de lo pagado indebidamente. Pero este segundo aspecto que hace
todavía más complejo el problema, se estudiará posteriormente en Teoría
general del proceso o en Derecho procesal.

B) El 2° caso es el de la acción infundada. Se llama acción infundada


aquella que, teniendo origen en la defensa de un supuesto derecho subjetivo,
termina con una declaratoria del órgano competente negando la existencia de
ese derecho.

Por ejemplo: yo demando a X persona para que convenga en devolverme


la cantidad de diez mil bolívares que le presté; pero resulta que yo he
demandado el pago de esos diez mil bolívares en forma injustificada, porque ya
esa persona había hecho el pago. Cuando yo demando a esa persona para que
convenga en cumplir con su obligación, y el juez declara, en última instancia,
que no existe el derecho subjetivo que motivó la acción, ello significa que el
derecho de acción existen en forma autónoma e independiente del derecho
subjetivo. Si el derecho de acción se identificara con el derecho subjetivo,
jamás se podría dar el caso de la acción infundada. El hecho de que podamos
intentar una acción que puede ser declarada sin lugar, demuestra que yo tengo
la posibilidad de ver si en el plano judicial, a pesar de que no tenga el derecho
subjetivo, porque nadie sabe, cuando se plantea una controversia de tipo
judicial, cuál será el resultado del juicio. Entonces, cuando el juez desestima la
demanda y dice que la acción no es conforme a Derecho, está ratificando la
posibilidad de que la acción sea autónoma respecto del derecho subjetivo, o del
supuesto derecho subjetivo que se pretende hacer valer.
170

Así pues, la acción infundada demuestra que el derecho subjetivo de


acción es un derecho independiente del derecho subjetivo que motiva la
correspondiente reclamación judicial.
C) El tercer caso es el de la acción declarativa. Se habla de una acción
decorativa cuando no se trata de ejercer un derecho, sino cuando se trata
simplemente de pedirle a la autoridad competente que declare la existencia de
un derecho preexistente, o la inexistencia de un derecho o de una obligación.
Esta acción no persigue una sentencia que sea base de ejecución. Ejemplo:
declaración de filiación legítima o natural, calidad de socio, existencia de un
derecho hereditario, declaración de autenticidad o falsedad de una escritura,
divorcio, nulidad de testamento, inconstitucionalidad de la ley, nulidad de
matrimonio. En estos casos la sentencia respectiva tiene por objeto la pura
declaración de la existencia o inexistencia de un derecho.

Las ideas de acción infundada y de acción mero-declarativa tienden a


demostrar que el concepto de acción no se identifica con el derecho subjetivo
en que se basa el derecho de acción.

Lo que se quiere demostrar con esto es que, aparte del derecho subjetivo
que resulta de una relación jurídica entre los particulares, existe una relación
jurídica con el Estado que tiene como finalidad el reconocimiento de un
derecho. Pero, cuando yo recurro a los tribunales de justicia, es claro que no
estoy ejerciendo el derecho subjetivo de otro tipo que se concreta en la relación
jurídica con el Estado. En el derecho subjetivo originario, o primario (vamos a
llamarlo así), la relación jurídica se da con el obligado; en cambio, en el derecho
de acción la relación jurídica se da entre la persona que ejerce el derecho de
acción y el Estado que está obligado a impartir justicia.

Kelsen dice que no hay ninguna diferencia en esto, que el derecho de


acción es, en sentido estricto, un simple reflejo o una simple derivación del
171

derecho subjetivo. Pero el caso que estamos considerando, por ejemplo, el


caso del derecho de acción infundada, demuestra con claridad que el derecho
de acción es una cosa diferente del derecho subjetivo que motiva la acción.
Aparentemente pues, la doctrina procesal tiene razón cuando habla de la acción
como un derecho autónomo, diferente del derecho subjetivo que sirve de base
para el ejercicio del derecho primario del titular.

5.-) Concepción de J.M. Delgado Ocando.

Para terminar el estudio de las teorías acerca de la naturaleza del derecho


subjetivo, voy a permitirme exponer mi punto de vista sobre este asunto. Yo
creo que efectivamente Kelsen tiene razón cuando dice que no existe una
diferencia esencial entre el derecho en sentido objetivo y el derecho en sentido
subjetivo. Mi punto de vista es que el Derecho es siempre el resultado de una
valoración que practica el órgano competente sobre conducta humana social.
Es decir, que el Derecho es el valor jurídico, o antijurídico, que se atribuye a
una determinada conducta de conformidad con un ordenamiento
preestablecido, valoración de la cual es titular el órgano competente, el órgano
del Estado.

Siempre que encontramos una conducta vinculada jurídicamente, dicha


conducta es conducta lícita o ilícita, jurídica o antijurídica. El Derecho está, a mi
juicio, en la valoración que se hace de la conducta, pero esa valoración, para
que sea Derecho tiene que ser practicada por una autoridad competente,
porque la valoración que yo hago como jurista, como abogado, es una
valoración que no tiene carácter obligatorio. En cambio, la valoración que
practica el juez, o la valoración que hace el legislador, es una valoración
obligatoria, en virtud de que estos órganos tienen competencia, tienen poder,
para imponer coactivamente la valoración que practican.
172

Si examinamos cualquier tipo de norma, bien sea una norma general,


como ocurre con la ley, bien sea una norma individualizada, como ocurre con la
sentencia, siempre encontramos valoración de conducta humana. Porque
cuando el juez decide un caso y sostiene que la acción es procedente, o que la
acción es improcedente, lo que dice es: esta conducta humana es lícita, o esta
conducta humana es ilícita. ¿Dónde está el Derecho?. El Derecho está en el
valor que atribuimos al comportamiento humano interferido, porque ya sabemos
que una de las características esenciales de la norma jurídica es la
bilateralidad. El comportamiento individual, subjetivo, no puede ser matera de
vinculación jurídica, sino de vinculación moral o religiosa.

Ahora bien, la valoración jurídica sobre conducta humana, puede ser:


A) Valoración sobre conducta posibles: Cuando lo que
se valora es la conducta posible, el resultado es
una norma general.
B) Valoración sobre conducta concreta: Cuando lo que
se valora es la conducta concreta, efectiva, el
resultado es una norma individualizada.

La conducta pensada en los artículos del Código Civil sobre


arrendamiento, es una conducta en abstracto; mientras que la conducta
pensada, o valorada, en un contrato de arrendamiento, en donde dos personas
realizan un convenio sobre un inmueble determinado, es una conducta actual,
una conducta concreta. Esa es la diferencia entre la norma general y la norma
individualizada.

En un sentido riguroso, tanto la norma general como la norma


individualizada, son el producto de una valoración específica sobre conducta
social. Pero mientras la norma general, por ejemplo, la ley, la Constitución o el
reglamento, se refieren a la conducta posible, la norma individualizada, el
173

contrato, la decisión administrativa, el testamento, la sentencia, se refieren a la


conducta concreta.

Ahora bien, ¿qué sería, de acuerdo con esta perspectiva de las cosas, el
Derecho en sentido objetivo? Y ¿qué sería el derecho en sentido subjetivo?
Para mí, el Derecho objetivo sería el valor jurídico de la conducta posible,
mientras que el derecho subjetivo sería el valor jurídico de la conducta actual,
concreta. Cuando nosotros hablamos del valor que se le atribuye a la conducta
en abstracto, el resultado tiene que ser siempre una norma de carácter general;
pero cuando hablamos del valor que se le atribuye a la conducta actual,
entonces ya el resultado no es una norma general, sino una norma
individualizada.

El derecho subjetivo entonces tiene siempre carácter normativo, no es un


poder o señorío de la voluntad, ni tampoco es un interés jurídicamente
protegido. El derecho subjetivo, lo mismo que el Derecho objetivo, tiene una
contextura normativa, porque en todo caso es la juridicidad del comportamiento
humano; lo que pasa es que la juridicidad del comportamiento posible se piensa
en la norma general, mientras que la juridicidad del comportamiento viviente,
actual, se piensa en la norma individualizada.

La conducta pensada en los artículos del Código Civil sobre


arrendamiento, es una conducta en abstracto; mientras que la conducta
pensada, o valorada, en un contrato de arrendamiento, en donde dos personas
realizan un convenio sobre un inmueble determinado, es una conducta actual,
una conducta concreta. Esa es la diferencia entre la norma general y la norma
individualizada.

En un sentido riguroso, tanto la norma general como la norma


individualizada, son el producto de una valoración específica sobre conducta
social, Pero mientras la norma general, por ejemplo, la ley, la Constitución o el
174

reglamento, se refieren a la conducta posible, la norma individualizada, el


contrato, la decisión administrativa, el testamento, la sentencia, se refieren a la
conducta concreta.

Ahora bien, ¿qué sería, de acuerdo con esta perspectiva de las cosas, el
Derecho en sentido objetivo? U ¿qué sería el derecho en sentido subjetivo?
Para mí, el Derecho objetivo sería el valor jurídico de la conducta posible,
mientras que el derecho subjetivo sería el valor jurídico de la conducta actual,
concreta. Cuando nosotros hablamos del valor que se le atribuye a la conducta
en abstracto, el resultado tiene que ser siempre una norma de carácter general;
pero cuando hablamos del valor que se le atribuye a la conducta actual,
entonces ya el resultado no es una norma general, sino una norma
individualizada.

El derecho subjetivo entonces tiene siempre carácter normativo, no es un


poder o señorío de la voluntad, ni tampoco es un interés jurídicamente
protegido. El derecho subjetivo, lo mismo que el Derecho objetivo, tiene una
contextura normativa, porque en todo caso es la juridicidad del comportamiento
humano; lo que pasa es que la juridicidad del comportamiento posible se piensa
en la norma general, mientras que la juridicidad del comportamiento viviente,
actual se piensa en la norma individualizada.

Y es por esto por lo que las normas del Código Civil sobre arrendamiento
son Derecho objetivo, mientras que las normas que rigen el contrato de
arrendamiento constituyen los derechos y las obligaciones de las partes. De
este modo, los derechos subjetivos del arrendador frente al arrendatario, y a la
inversa, los derecho subjetivos del arrendatario frente al arrendador, no son otra
cosa que el mismo contrato de arrendamiento que vincula el comportamiento de
las partes que intervinieron en él.
175

Yo no creo que haya ninguna diferencia entre el derecho objetivo y el


derecho subjetivo. Para mí, la diferencia es una diferencia de grado,
sencillamente porque el orden jurídico es una pirámide en cuyo vértice
encontramos la norma más general que es la Constitución, y en cuya base
encontramos las normas individualizadas. Pero, a pesar de todo, la constitución
es tan norma como la sentencia. Hay un diferencia de grado, en el sentido de
que hay una decreciente generalidad desde el vértice hasta la base de la
pirámide.

Para mí, la diferencia entre derecho en sentido subjetivo y derecho en


sentido objetivo, es la misma diferencia que existe entre las normas generales y
las normas individualizadas. Por eso yo pienso que Kelsen tiene toda la razón
cuando sostiene que no hay ninguna diferencia entre derecho en sentido
objetivo y derecho subjetivo. O dicho en una forma mucho más clara: la
expresión normativa del derecho en sentido subjetivo es la norma
individualizada. Siempre que hablamos de derecho subjetivo nos referimos a
comportamiento viviente, pero un comportamiento viviente que se encuentra
regulado, no por las normas generales, sin por las normas individualizadas.
Cuando hablamos de Derecho en sentido objetivo, nos referimos a la conducta
posible. Por eso el Código Civil habla de compraventa, de arrendamiento, de
comodato; pero los hombres no tenemos derechos subjetivos, sino cuando se
celebra el contrato de comodato, el contrato de arrendamiento o el contrato de
compraventa. Por consiguiente, en el valor jurídico de la conducta actual o
concreta, es donde debemos buscar la existencia auténtica del derecho en
sentido subjetivo.

6.1.2. Criterios de clasificación de los derechos subjetivos


Hay diversos criterios para clasificar los derechos subjetivos.

1.-) Derechos subjetivos a la propia conducta y derechos subjetivos a la


conducta ajena.
176

A) El derecho subjetivo a la propia conducta: no depende de una


persona distinta de su titular. Por ejemplo: el derecho de propiedad
que una persona tiene sobre una cosa es un derecho a la propia
conducta, porque esa persona puede ejercer su derecho de
propiedad sin el concurso de otras personas.
B) El derecho subjetivo a la conducta ajena: para poder ser ejercido
necesita del concurso de una persona distinta de su titular. Por
ejemplo: el derecho de crédito es un derecho a la conducta ajena
porque el ejercicio de ese derecho supone el concurso de una
persona distinta de su titular.

Los derechos a la propia conducta se clasifican en:

a) Derechos de obrar
b) Derechos de omitir

Cuando una persona tiene un derecho a la propia conducta, puede


realizar una conducta positiva, es decir, puede actuar, o simplemente puede
abstenerse de actuar. Esto es lo que se llama facultates agendi y facultates
omittendi.

En cambio, los llamados derechos a la conducta ajena constituyen


siempre facultades de exigir; por eso en la terminología romanística se habla de
facultades exigendi. El derecho a la conducta ajena tiene que ser, en todo caso,
una facultad de exigir, en vista de que el derecho a la conducta ajena necesita
de la colaboración de una persona distinta de su titular.

Ahora bien, el derecho a la propia conducta implica un deber universal de


respeto, mientras que el derecho a la conducta ajena implica el deber de una
persona determinada. Es decir, cuando yo ejerzo mi derecho de propiedad
sobre un inmueble, el deber correlativo de ese derecho de propiedad es un
deber de abstenerse de impedirme el ejercicio del derecho de propiedad; por
177

eso se habla de un deber universal de respeto y se dice que el correlato


objetivo del derecho subjetivo a la propia conducta es un deber universal de
respeto.

En cambio, el correlato objetivo de la facultas exigendi siempre es el


deber de una persona determinada; porque, por ejemplo, el derecho de crédito
se tiene frente a una persona determinada. El derecho de crédito se ejerce
sobre el deudor, no se ejerce contra todas las personas, a diferencia de lo que
ocurre en el derecho de propiedad que se ejerce frente a todos los no
propietarios. Esto es lo que se quiere significar cuando se dice que el correlato
objetivo del derecho a la propia conducta es un deber universal de respeto,
mientras que el correlato objetivo del derecho a la conducta ajena es siempre
el deber de una persona concreta, en el caso del derecho de crédito, el deudor,
el obligado.

2.-) Otro criterio de clasificación de los derechos subjetivos es el de los


derechos absolutos y de los derechos relativos,

Ya este tipo de clasificación se mencionó cuando tratamos de precisar el


concepto de de relación jurídica.

A) Se dice que un derecho es absoluto, cuando frente al derecho existe


la obligación universal de respeto.
B) Se dice que el derecho es relativo cuando frente al derecho subjetivo
existe la obligación de una persona determinada.

Por eso, el derecho absoluto por excelencia es el derecho de propiedad:


yo soy propietario de un inmueble y, en virtud de ese derecho de propiedad, yo
puedo exigirle a todos los no propietarios que se abstengan de impedirme el
ejercicio de mi derecho. En cambio, el derecho personal de crédito es el
178

derecho relativo por excelencia, porque este derecho solamente se puede hacer
valer frente a la persona obligada, frente al deudor.

Como se puede observar, esta clasificación de derechos absolutos y


derechos relativos que coincide en cierta forma con la clasificación de derechos
reales y derechos personales, también coincide con la clasificación que
acabamos de hacer entre derechos ala propia conducta y derecho a la conducta
ajena, porque, según se explicó, tanto el derecho de obrar, como el derecho de
omitir (que son las modalidades del derecho a la propia conducta) son derechos
absolutos en el sentido de que imponen un deber universal de respeto. En
cambio, la facultad de exigir, que es un derecho a la conducta ajena, es siempre
y en todo caso, un derecho relativo porque sólo puede hacerse valer frente al
deudor.

La clasificación de derechos subjetivos en absolutos y relativo son es una


clasificación exclusiva del Derecho Privado, a pesar de que como se acaba de
ver, el derecho absoluto por antonomasia es el derecho real de propiedad dy el
derecho relativo por antonomasia es el derecho personal de crédito; es decir
que, tanto el derecho de propiedad como el derecho personal de crédito son
derechos privados porque se mueven en la órbita de la coordinación jurídica.

Pero también se puede hablar de derechos absolutos y relativo sen el


campo del Derecho Público; así por ejemplo: el derecho de petición que
garantiza la Constitución Nacional es un derecho relativo porque se hace valer
frente a la autoridad competente; mientras que el derecho de libertad es un
derecho subjetivo público absoluto, porque es un derecho que se hace valer
erga omnes, es decir, es un derecho que vale contra todo el mundo. Mientras el
derecho de petición supone la obligación del funcionario a quien yo me dirijo, el
derecho de libertad supone un deber universal de respeto.
179

Por eso, la clasificación de derechos absolutos y derechos relativos,


coincide no solamente con la clasificación derecho reales y derechos
personales, sino también con la clasificación derechos subjetivos públicos
absolutos y relativos.

3.-) Otro criterio de clasificación de los derechos subjetivos es el de


derechos subjetivos públicos y derechos subjetivos privados. De la misma
manera que existe una clasificación del derecho objetivo en derecho público y
derecho privado, también existe una clasificación de los derechos subjetivos en
públicos y privados.

A) ¿Cuándo decimos que el derecho subjetivo es privado?


Cuando el derecho subjetivo se deriva de una relación de
Derecho Privado. Por ejemplo: el derecho de propiedad y el
derecho de crédito son derechos subjetivos privados. Por eso
se dice que los derechos subjetivos privados se clasifican en
absolutos y relativos, según que la persona obligada sea todo
el mundo, en el caso del derecho absoluto, o sea una persona
determinada, en el caso del derecho de crédito, o derecho
relativo.

B) Los derechos subjetivos públicos son aquéllos que se derivan


de una relación jurídica de Derecho Público, de una relación
jurídica donde existe una subordinación entre el particular y el
Estado. ¿Cuáles son los derechos subjetivos públicos? Son
derechos subjetivos públicos: el derecho de libertad, el derecho de
pedir la intervención de las autoridades competentes para la
protección de los intereses individuales y los derechos políticos.
Así, por ejemplo: el sufragio activo y el sufragio pasivo serían
derechos subjetivos públicos porque son derechos políticos.
180

4.-) Es muy importante el criterio de clasificación que nos ofrece Kelsen.


Kelsen dice que el hombre se halla frente al ordenamiento jurídico en una triple
perspectiva:
A) Relación de pasividad.
B) Relación de actividad.
C) Relación de negatividad o de indiferencia frente al derecho

A) Decimos que la persona se encuentra en una relación de pasividad


frente al derecho, cuando la persona está obligada por la norma
jurídica. Si yo por ejemplo, estoy obligado por una norma jurídica, yo
soy frente a esa norma jurídica un sujeto pasivo, por cuanto la norma
prescribe una obligación, prescribe un deber. Esto es lo que se llama
relación de pasividad.
B) Pero el hombre puede encontrarse frente al ordenamiento jurídico en
una situación de actividad, cuando el ordenamiento jurídico, en vez de
imponer obligaciones, lo que hace es permitirle al hombre colaborar
en la producción del Derecho. Esto es lo que llama Kelsen la relación
de actividad.

Cuando el hombre es un sujeto activo frente al Derecho es cuando se


dice que tiene derechos subjetivos. Los derechos subjetivos son la manera
cómo el hombre, cómo el particular, o cómo el órgano también (porque también
el órgano del Estado puede tener derechos subjetivos) entra en esta relación de
actividad, relación que le permite al hombre participar en la creación del
Derecho. Cuando el ordenamiento jurídico, en vez de obligarme, me faculta
para actuar en una forma determinada, me está autorizando para que yo
participe en la creación del ordenamiento jurídico.

Y es así como yo, simple particular, simple ciudadano, puedo participar


en la creación del orden jurídico mediante la celebración de contratos; porque
cuando yo celebro un contrato de compra-venta o un contrato de
181

arrendamiento, yo me convierto en órgano del Estado, porque estoy autorizado


por el ordenamiento jurídico para constituir o crear una norma jurídica
individualizada que se llama contrato (competencia privada).
C) Y, finalmente, se puede estar frente al ordenamiento jurídico en una
posición de negatividad o de indiferencia. En efecto, puede suceder que una
persona no se encuentre obligada por el orden jurídico, ni tampoco se
encuentre facultada, sino que la persona esté simplemente en estado de
libertad, de indiferencia, frente al ordenamiento jurídico positivo. Cuando ocurre
esta situación de negatividad o de indiferencia, se dice que el hombre es libre;
el derecho de libertad no es otra cosa que la situación de indiferencia o de
negatividad que el hombre tiene frente al ordenamiento jurídico, porque tanto
en el caso de que el ordenamiento jurídico obligue como ene el caso de que el
ordenamiento jurídico faculte, siempre el ordenamiento jurídico está regulado la
conducta humana. Lo que pasa es que cuando prescribe una obligación vincula
negativamente a la conducta y cuando faculta o autoriza, la vincula
positivamente, pero en todo caso la conducta en el derecho y en el deber es
una conducta vinculada. En cambio, en la situación de negatividad, en la
situación de indiferencia, el hombre simplemente es libre de hacer lo que
quiera, porque su conducta no es ni el contenido de una facultad ni tampoco el
contenido de un deber jurídico.

Por eso la libertad para Kelsen es un concepto negativo, no es un


concepto positivo, no es la posibilidad de hacer algo, sino simplemente la
posibilidad de que el Estado no interfiera mi libre actividad.

Desde luego, lo que nos interesa, para los efectos de la clasificación, es


la posición del hombre frente al Estado, en cuanto esa posición es de actividad,
porque estamos refiriéndonos a la clasificación de los derechos subjetivos.
Kelsen dice que el particular, cuando se encuentra en situación de actividad,
puede crear normas generales o normas individualizadas. El particular crea
normas generales cuando ejerce los derechos políticos; por ejemplo, cuando el
182

ciudadano elige los cuerpos deliberantes, o cuando elige al Presidente de la


República, el particular está colaborando en la creación de normas generales.

Pero el hombre también puede participar en la creación de normas


individualizadas; por ejemplo, cuando celebra un contrato, o cuando un juez
decide un problema judicial, porque en estos casos, la sentencia y el contrato,
constituye actos destinados a regular el comportamiento de dos o más
personas concretamente consideradas.

Así estos actos que pueden realizar el particular o el órgano del Estado,
pueden ser creadores de normas generales o de normas individualizadas.

5.-) Otro criterio de clasificación es el siguiente: los derechos subjetivos


se clasifican en derechos del pretendsor y derechos del obligado.

Se trata de una clasificación que no se refiere exclusivamente a la


facultad, sino que se refiere también al deber jurídico del obligado.

Cuando se habla de derecho en sentido subjetivo, da la impresión de que


ese derecho es siempre una facultad de obrar en el sentido permitido por la
norma y que esa facultad implica un beneficio para la persona que lo ejerce.
Esa es la idea que tenemos generalmente del derecho subjetivo; decimos que
tenemos una facultad o un derecho, cuando podemos actuar conforme al
Derecho en nuestro propio provecho.

Pero, ocurre una cosa muy importante: no solamente tenemos el derecho


de actuar par aproducir un beneficio a nuestro favor, sino que también tenemos
el derecho de cumplir con nuestros deberes. Yo tengo el derecho de ejercer la
propiedad sobre un inmueble que me pertenece, pero también tengo el derecho
subjetivo de pagar lo que debo; no solamente hay el derecho del pretensor, sino
también el derecho del obligado. Puede parecer un poco raro y, no solamente
183

un poco raro, sino inútil, esta construcción de un derecho subjetivo del deudor a
pagar sus obligaciones, sin embargo, en el Código Civil hay una institución que
se llama “la oferta real”, en virtud de la cual el deudor puede libertarse de su
obligación pagando la suma que debe o consignándola ante los tribunales.
Porque puede ocurrir que el acreedor trate de impedir que el deudor se libere
de su obligación y, en este caso, el deudor tiene el derecho de libertarse de su
obligación; o dicho en otros términos, tiene el derecho de cumplir con su deber
y si el acreedor no le permite cumplir con su deber, el deudor puede recurrir a la
autoridad competente para hacer valer su derecho de cumplir con su obligación.

6.-) Otro criterio de clasificación que tiene conexión con el criterio que se
acaba de suministrar de derechos del facultado o pretensor y derechos del
obligado es el de derechos subjetivos dependientes y derechos subjetivos
independientes.

A) Decimos que un derecho subjetivo esta dependiente, cuando


este derecho existe separadamente de cualquier otro derecho
que pueda servirle de fundamento. Es un derecho primario,
porque ese derecho subjetivo no se encuentra fundamentado,
ni en un derecho anterior ni tampoco en una obligación
anterior de la persona que lo ejerce. Por ejemplo, el derecho de
propiedad sería un derecho independiente, un derecho
autónomo, porque ese derecho de propiedad no se
fundamenta, no se basa, en ningún derecho anterior, n
tampoco se basa en el cumplimiento de un deber anterior.
B) En cambio, el derecho dependiente es un derecho derivado, un
derecho que solamente existe en relación, bien sea con un
derecho anterior, bien sea con un deber de la persona que lo
ejerce. Por ejemplo, el derecho de libertad que nos permite
ejercer o no ejercer nuestros derechos es un derecho
dependiente.
184

Aquí tenemos que hacer una pequeña aclaratoria: por libertad jurídica,
debemos entender la posibilidad que una persona tiene que ejercer o no ejercer
sus derechos. Vamos a poner un caso: yo tengo un derecho de crédito frente a
X persona; ese derecho de crédito es un derecho relativo; pero, al mismo
tiempo, yo tengo el derecho de ejercer o no ejercer el derecho a la prestación,
es decir, que mi derecho para exigir el cumplimiento de la obligación, puede ser
o no ser ejercido, pues nadie me obliga a ejercer el derecho que yo tengo en
contra del obligado. Aquí hay dos derechos distintos; el primer derecho es un
derecho primario, es el derecho a que se me pague lo que se me debe; el
segundo derecho es el derecho de libertad, que es la opción entre ejercer o no
ejercer el derecho a la prestación.

Este derecho de libertad, que significa la posibilidad de ejercer o no


ejercer mis derechos, se llama derecho dependiente, porque solamente existe
cuando se tiene previamente el derecho a la prestación; yo no tengo la
posibilidad de ejercer o no ejercer mis derechos sino cuando yo tengo
previamente el derecho que puedo ejercer o no ejercer. Por lo tanto, el derecho
de libertad es un derecho dependiente porque no subsiste por sí solo, es un
derecho derivado del derecho primario cuyo ejercicio o no ejercicio es lo que
constituye la auténtica libertad.

Pero observamos una cosa importante: acabamos de decir que la


libertad jurídica es la posibilidad de ejercer o no ejercer un derecho. Esta
definición no es enteramente correcta, porque algunas veces, el derecho que
uno tiene es una obligación; por ejemplo: en el Derecho Público se ha admitido
casi unánimemente que el sufragio activo no es solo un derecho sino que es
una función pública y es por esto por lo que en Venezuela por ejemplo, se ha
esta el voto obligatorio. En este caso, si yo tengo el derecho de votar, pero al
mismo tiempo tengo el deber de votar, porque no puedo abstenerme de votar,
sino que tengo que hacerlo en forma obligatoria, aquí no hay libertad jurídica,
185

porque si la libertad jurídica significa la posibilidad de ejercer o no ejercer un


derecho, esa posibilidad no existe desde que el derecho subjetivo de votar es a
mismo tiempo una obligación.

Entonces, en este caso, cuando estoy obligado a cumplir con el derecho


subjetivo, se dice que el derecho tiene carácter dependiente; tiene carácter
dependiente por que el derecho subjetivo es una derivación del deber, de la
obligación de cumplir con lo prescrito por la norma; de la misma manera que el
derecho del obligado a que nos referimos en la clasificación anterior es también
un derecho dependiente, porque cuando digo que tengo el derecho de cumplir
mi obligación, por ejemplo, el derecho de pagar lo que debo, es evidente que el
derecho subjetivo de pagar lo que debo se deriva de mi obligación de pagar. En
estos casos no hay libertad jurídica porque no hay posibilidad de ejercer o no
ejercer el derecho. Desde luego que si el derecho subjetivo es al mismo tiempo
un deber, no hay opción, yo estoy obligado a cumplir con lo prescrito en la
norma.

Por eso, la libertad jurídica se puede definir técnicamente en estos


términos: Se entiende por derecho de libertad o por libertad jurídica, la
posibilidad de ejercer o no ejercer nuestros derechos siempre que el contenido
de los mismos no se agote ene l cumplimiento de un deber propio (García
Máynez).

En el caso de un derecho del obligado, en el caso del voto obligatorio, el


contenido de estos derechos es un deber propio, por lo tanto no hay libertad.
Sólo cuando al contenido de los derechos subjetivos no es un deber propio es
cuando se puede hablar de libertad.

Queda suficientemente claro, entonces, que se llama derecho


independiente o autónomo el derecho primario cuya fundamentación no
depende de un derecho anterior ni tampoco de un deber preexistente y se
186

llaman derecho dependiente aquél que se deriva de un derecho anterior, como


ocurre en el caso de la libertad, o bien de un deber propio como ocurre en el
caso del sufragio.

7.-) Clasificación de los derechos subjetivos en derechos reales y


personales.

Se mencionó, al estudiar el objetivo relativo a la relación jurídica, que


esta clasificación debía ser sustituida por la de derechos absolutos y derechos
relativos, en vista de que la relación jurídica tiene que ser siempre relación entre
personas. Pero debido a que el Código Civil venezolano utiliza esta
clasificación, es importante referirnos especialmente a ella, tratando de
esclarecer los criterios de diferencia que existen entre ambas clases de
derechos subjetivos.

Puede decirse que hay tres soluciones para explicar este criterio de
clasificación:

a) Una solución dualista sostenida por la Escuela Exegética


que acepta una distinción radical entre el derecho real y
el derecho personal.
b) Dos soluciones monistas, llamadas así porque no
aceptan la diferencia entre derecho real y personal, sino
que consideran que, tanto el derecho real como el
derecho personal, constituyen un solo criterio de
clasificación. Ahora bien, entre las soluciones monistas
hay una solución que sostiene que no hay diferencia
entre el derecho real y el derecho personal, porque todo
derecho es real. Y la otra solución que dice que no hay
diferencia entre el derecho real y el derecho personal,
porque todo derecho es personal.
187

Explicaremos, a grandes rasgos en qué consisten estas soluciones y, al


mismo tiempo, trataremos de fundamentar el criterio que considera que en rigor
todo derecho es derecho personal.

A) Solución Dualista

Como se acaba de decir, la escuela que sostiene la diferencia


fundamental entre el derecho real y e derecho personal es la Escuela
Exegética. La Escuela Exegética nace en Francia como consecuencia de a
codificación napoleónica. Se trata de explicar en forma sistemática las
disposiciones que integran el Código Civil; esto es lo característico de la
Escuela Exegética y, en nuestro medio, sobre todo en las materias de orden
positivo, se sigue más o menos este criterio pedagógico limitando la exposición
del Derecho Civil, del Derecho Comercial o del Derecho Procesal Civil a un
comentario sistemático de los textos legales.

La Escuela Exegética sostiene que lo característico del derecho real es la


existencia de una relación jurídica directa entre el titular y la cosa sobre la cual
se ejerce el derecho. Por eso, el derecho real por excelencia es el derecho de
propiedad. El derecho de propiedad implica una relación jurídica entre el
propietario y la cosa sobre la cual se ejerce el derecho de propiedad; mientras
que el derecho personal, llamado también derecho de crédito, no supone una
relación, por lo menos directa, con las cosas, sino una relación inmediata entre
el sujeto activo ye l sujeto pasivo de la obligación. Esto significa que el derecho
real es un derecho absoluto, mientras que el derecho personal es un derecho
relativo. Es derecho absoluto el derecho de propiedad, por que el deber
correlativo es un deber universal de respeto. Es por esto por lo que el obligado
en el derecho real es una persona indeterminada; todos los no titulares están en
la obligación de respetar y de no interferir el ejercicio del derecho
correspondiente. Eso es lo que ocurre, por ejemplo, con el derecho real de
propiedad. El derecho real de propiedad se ejerce frente a todo slos no
188

propietarios y el deber jurídico correlativo de ese derecho es una obligación


universal de todos. De aquí que se diga que el derecho real es un derecho que
vale erga omnes, es decir, es un derecho que vale contra todos los no titulares.
Pero hay que advertir que este deber universal de respeto, correlativo del
derecho real, no tiene significación pecuniaria. ¿Qué quiere decir esto? Quiere
decir que la obligación que yo tengo de respetar el ejercicio del derecho de
propiedad de otra persona no puede incluirse dentro del pasivo de mi
patrimonio. Yo tengo el deber de respetar el derecho de propiedad de todas las
personas que lo ejercen; pero es claro, que esa obligación mía no tiene en mi
patrimonio una significación económica, en el mismo sentido en que la tiene
una deuda persona contraída con una persona determinada. Por ejemplo: si yo
debo a X persona la suma de diez mil bolívares, esa obligación constituye en mi
matrimonio un pasivo por diez mil bolívares, pero mi obligación de respetar el
derecho de propiedad de los demás no tiene en mi patrimonio una significación
económica. Sería absurdo decir que mi obligación de respetar el derecho de
propiedad de los demás tiene en mi patrimonio tal significación económica, o tal
valor económico.

Por otra parte, es imprescindible decir que el derecho real, como todo
derecho absoluto, es un derecho a la propiedad conducta; mientras que el
derecho relativo es un derecho a la conducta ajena. Recordemos el criterio de
clasificación según el cual un derecho es a la propia conducta cuando su
ejercicio no requiere la colaboración de una persona distinta de su titular,
verbigracia, el derecho de propiedad, mientras el derecho relativo, el derecho
de crédito, es un derecho a la conducta ajena, porque su ejercicio implica la
cooperación de una persona distinta. Nadie. Puede, por ejemplo, ejercer su
derecho de crédito si no es mediante la colaboración de la persona obligada.
Por esa razón decimos que el derecho real es un derecho a la propia conducta,
mientras que el derecho personal o de crédito es un derecho a la conducta
ajena.
189

De acuerdo con lo dicho, la Escuela Exegética sostiene que el derecho


real se caracteriza por ser un derecho absoluto, porque el deber jurídico
correlativo de ese derecho no tiene significación pecuniaria y, además, por que
el derecho real es un derecho a la propia conducta, a diferencia del derecho
personal o de crédito que es un derecho relativo y, al propio tiempo, un derecho
que supone la cooperación del obligado para poder ser realizado.

Además, la Escuela Exegética clasifica los derecho reales en derechos


principales y derechos accesorios.

Se llama derecho principal aquel que subsiste independientemente, sin


que se base en una relación jurídica preexistente. Así por ejemplo, el derecho
real de propiedad es un derecho real principal; en cambio, el derecho de
hipoteca, o el derecho de prenda, son derechos reales accesorios, porque
únicamente pueden existir en relación con un derecho anterior. No se puede
concebir la hipoteca sobre un inmueble si no es en virtud de un préstamo
hipotecario, ni tampoco se puede concebir la prenda sobre una cosa mueble si
no es en virtud de una obligación preexistente.

B) Solución Monista

a) Teoría de la realidad del derecho subjetivo

1ª) Exposición de la Teoría

La primera solución modista de los juristas franceses Gaudemet y Gazin,


sostiene que no hay diferencia esencial entre el derecho real y el derecho
personal, porque todo derecho, en sentido estricto, es real.

¿Qué quieren decir estos autores con que todo derecho es derecho real?
Cuando se dice que todo derecho es derecho real, lo que se quiere decir es que
toda relación jurídica supone el ejercicio de una facultad sobre una cosa; no
190

puede haber derecho si no es en relación con una cosa sobre la cual se ejerce
la correspondiente facultad. Un derecho que no es un auténtico derecho. Todo
derecho necesita un contenido material que ordinariamente tiene carácter
económico; si no existe ese contenido, si no existe el objeto sobre el cual se
ejerce el correspondiente derecho, la relación jurídica no existe. Es por esto por
lo que Gaudemet dice que todo derecho es, en sentido estricto, derecho real,
derecho sobre una cosa.

Pero, ¿cuál es la diferencia entre el derecho real y el derecho personal?


Para Gaudemet, el derecho personal es un derecho real indeterminado en lo
que respecta al objeto sobre el cual recae. ¿Por qué? Porque mientras que el
derecho real supone una relación inmediata con la cosa sobre la cual se ejerce
el derecho, el derecho personal supone una relación indirecta con esa cosa.

Así, por ejemplo, en el derecho de propiedad existe una relación jurídica


directa entre el titular y la cosa de la cual el titular es propietario. Si yo ejerzo
actos de dominio sobre mi automóvil, el derecho consiste en esa relación
directa de mi poder jurídico con el automóvil. Hay pues, una relación inmediata
entre el titular del derecho y el objeto determinado, en este caso el automóvil,
sobre el cual se ejerce el correspondiente derecho.

En cambio, en el derecho personal o de crédito, la relación con la cosa


es una relación indirecta y, además de ser indirecta, esa relación se da sobre
una cosa indeterminada, la cosa indeterminada sería el patrimonio del deudor.
Existe una regla de derecho privado que dice lo siguiente: el patrimonio del
deudor es la prenda común de sus acreedores. Esto quiere decir que todas las
obligaciones personales del deudor se encuentran garantizadas por su
patrimonio. Es por esto por lo que cualquier acreedor personal puede exigirle al
deudor, al obligado, el cumplimiento de su obligación mediante la garantía de
todo su patrimonio. Si yo por ejemplo, doy en préstamo a una persona la
cantidad de diez mil bolívares, como acreedor tengo el derecho de crédito sobre
191

esa persona, pero al mismo tiempo tengo un derecho sobre el patrimonio de


esa persona que me garantiza el cumplimiento de la obligación.

La situación es diferente en el derecho real, porque en el derecho real la


relación es directa con la cosa; mientras que en el derecho personal la relación
con la cosa es una relación indirecta, es una relación mediata y, además de ser
una relación indirecta, es una relación con una cosa indeterminada, por que
todo el patrimonio del deudor responde de las obligaciones que el deudor tiene
con sus acreedores. Es por esto por lo que la relación jurídica en el derecho
personal se de indirectamente sobre la cosa, en este caso el patrimonio del
deudor, pero como es una relación indirecta es, al propio tiempo, una relación
con una cosa indeterminada.

Así se comprende mejor por qué estos autores llaman al derecho


personal, derecho real indeterminado en cuanto al objeto del cual se trata.
Tanto el derecho personal como el derecho real son derechos sobre cosas,
pero el derecho real se ejerce directamente sobre una cosa determinada,
mientras que el derecho de crédito se ejerce sobre una cosa indeterminada.

2a) Crítica a la Teoría de Gaudemet


La solución monista de Gaudemet, ampliada más tarde por Gazin, no es
satisfactoria por las razones que voy a exponer seguidamente:

2aa) En primer lugar, la solución monista de Gaudemet incurre en el error


de admitir la posibilidad de una relación jurídica entre personas y cosas. En el
objetivo relativo al concepto de relación jurídica demostramos que una relación
jurídica tiene que ser siempre relación personal y estos autores hipertrofian de
tal manera la importancia del factor material en la relación jurídica que llegan a
considerar la relación jurídica, no entre personas, sino entre patrimonios. Es el
patrimonio del acreedor, el que se encuentra conectado con el patrimonio del
deudor, tanto en el derecho real como en el derecho personal. Entonces, la
192

primera dificultad que presenta la teoría de Gaudemet es que acepta la


posibilidad de una relación jurídica entre personas y cosas, cuando toda
relación jurídica tiene que ser por definición, relación jurídica personal.

2ab) Y, en segundo lugar, la solución de Gaudemet incurre en el error de


identificar el derecho subjetivo con el derecho de acción. Ya explicamos
anteriormente cuando comentábamos la teoría de Kelsen acerca de la
naturaleza del derecho subjetivo, que no es posible confundir el derecho
subjetivo con el derecho de acción. Los casos de acción infundada y de acción
mero-declarativa demuestran con claridad, que una cosa es el derecho
subjetivo y otra cosa el derecho de acción. Se explicó entonces que el derecho
subjetivo supone una relación de derecho privado entre el facultado y el
obligado, mientras que el derecho de acción supone una relación de derecho
público entre el titular y el Estado, porque el derecho de acción se ejerce, no
contra el obligado, sino frente a los órganos del Estado que deben intervenir
cuando el obligado no cumple con su obligación. ¿Por qué decimos nosotros
que esta teoría monista de Gaudemet identifica ambos derechos? Decimos que
identifica el derecho subjetivo con el derecho de acción, porqué para que el
derecho personal sea un derecho real indeterminado es indispensable que se
tenga el derecho de acción frente al patrimonio del obligado.

Si no tenemos el derecho de acción frente al patrimonio del deudor,


entonces no se puede decir que el derecho personal de crédito es un derecho
real, porque lo que caracteriza al derecho real es la relación con el patrimonio
del obligado. Pero, para que pueda haber una relación con el patrimonio del
obligado es indispensable que el derecho de acción coincida con el derecho
subjetivo. Si se acepta la posibilidad de que el derecho subjetivo sea una cosa
distinta del derecho de acción, el derecho personal o de crédito podría no llegar
a ser nunca derecho real, porque si se aspira a tener un derecho real sobre el
patrimonio del deudor y se resulta vencido en el juicio correspondiente, el
193

derecho subjetivo se agota en la relación personal, aunque no haya posibilidad


de exigir el cumplimiento de la obligación sobre el patrimonio del deudor.

b) Solución modista de Planiol

La otra solución, también modista, ha sido desarrollada por el eminente


civilista francés Planiol, autor de un Tratado magistral de Derecho Civil francés.
Planiol sostiene, básicamente, el mismo criterio monista de Gaudemet, pero con
una diferencia fundamental. Mientras Gaudemet cree que todo derecho es real,
Planiol cree que todo derecho es personal. Esa es la diferencia fundamental
entre ambas teorías, que son ambas modistas porque no aceptan la dualidad
derecho real/derecho personal.

Pero, si todo derecho es derecho personal, ¿cuál es la diferencia entre el


derecho real y el derecho personal? El derecho es real, cuando frente al
facultado existe una obligación universal de respeto; mientras que el derecho es
personal, cuando frente al titular existe el deber de una persona determinada.
Es decir, que entre el derecho real y el derecho personal existe la misma
diferencia que existe entre derecho absoluto y derecho relativo. Pero, es claro
que la relación jurídica no se agota en ser un vínculo normativo entre el
facultado y el obligado, sino que la relación jurídica tiene una incidencia sobre
las cosas. No basta únicamente explicar la relación jurídica entre el sujeto
activo y el sujeto pasivo de la obligación, sino que es indispensable, además,
determinar qué clase de vínculos existen entre los titulares y las cosas sobre las
cuales el derecho ejerce.

Si bien es verdad que, tanto el derecho real como el derecho personal,


es una relación jurídica personal, en cuanto a los sujetos que intervienen en la
relación jurídica, también es cierto que el criterio de diferencia entre el derecho
real y el derecho personal estriba en la relación que existe entre el titular y la
cosa. En el derecho real, la relación jurídica es directa con la cosa e indirecta
194

con el obligado, mientras que en el derecho personal, la relación jurídica es


directa con el obligado e indirecta con la cosa. Cuando alguien dice que tiene
un derecho de propiedad sobre su biblioteca, la relación jurídica es directa con
el obligado e indirecta con la cosa. Cuando alguien dice que tiene un derecho
de propiedad sobre su biblioteca, la relación jurídica es inmediata o directa con
la biblioteca y es indirecta con todos los no propietarios. Por eso se dice que el
deber jurídico en el derecho real, como en todo derecho absoluto, es una
obligación universal de respeto; mientras que en el derecho personal o de
crédito, la relación directa es con el obligado y la relación indirecta es con el
patrimonio del deudor.

Si yo por ejemplo, doy en préstamo a una persona determinada la


cantidad de diez mil bolívares, la relación jurídica directa se da entre mi persona
(acreedor) y el obligado, pero el al mismo tiempo la relación con el patrimonio
del deudor es una relación indirecta o mediata. Eso es lo característico del
derecho personal frente al derecho real Esto quiere decir que, para Planiol, el
derecho real es un derecho absoluto y el derecho personal o de crédito es un
derecho relativo.

¿Cuáles son, entonces, las características fundamentales de ambas


clases de derecho en la tesis de Planiol?
1- En primer término, el derecho real tiene carácter
absoluto, mientras que el derecho personal tiene
carácter relativo.
2- En segundo lugar, el deber jurídico correlativo del
derecho real con tiene significación pecuniaria,
mientras que el deber jurídico correlativo del derecho
personal sí la tiene.
3- Y, en tercer lugar, como la relación jurídica con la
cosa es directa en el derecho real, e indirecta en el
derecho personal, sucede que la cosa sobre la cual
195

se ejerce el correspondiente derecho es determinada


en el derecho real o indeterminada en el derecho
personal.

Hay tres notas características del derecho real: es un derecho absoluto,


el deber jurídico correlativo de ese derecho real no tiene significación pecuniaria
y la cosa sobre la cual se ejerce el derecho es una cosa determinada.
Contrariamente el derecho de crédito es un derecho personal, el deber jurídico
tiene significación pecuniaria y la cosa tiene carácter indeterminado.

¿Cuáles son los aportes decisivos de la solución de Planiol al problema


que estamos considerando? No hay la menor duda de que la solución de
Planiol es la correcta, y es la correcta por lo siguiente:
1) En primer término Planiol tiene razón cuando dice que todo
derecho implica una relación personal. No se puede dar una
relación jurídica entre personas y cosas.
2) Pero lo que es verdaderamente decisivo y nuevo en el
planteamiento de Planiol es que este autor distingue con
claridad el objeto del derecho y las cosas o bienes.

Ya se estudió en el objetivo anterior, la diferencia entre el objeto del


derecho y las cosas o bienes. ¿Cuál es esa diferencia? Por ejemplo, mi
automóvil es un bien, es una cosa; mi biblioteca es un bien, es una cosa; pero,
mi automóvil y mi biblioteca, ¿constituyen el objeto de esa relación jurídica que
se llama derecho de propiedad sobre el automóvil o derecho de propiedad
sobre la biblioteca? No. El objeto de la relación jurídica, el objeto jurídico
propiamente dicho, es la obligación o la prestación del deudor. Eso es lo que se
llama objeto jurídico en sentido estricto. Cuando yo digo que el objeto jurídico, o
el objeto del derecho, es la prestación del deudor, lo que quiero decir es que el
contenido de la relación jurídica en cuanto al sujeto pasivo de dicha relación es
la prestación del obligado. ¿Cuál es el objeto de un contrato de préstamo?: La
196

devolución de lo prestado. Cuál es el objeto de un derecho de propiedad?: El


respeto de todos frente al ejercicio, por parte del titular, de derecho a la cosa
sobre la cual recae el derecho de propiedad.

Pero como sabemos, una cosa es el objeto del derecho, que siempre es
la prestación del obligado y otra cosa es el bien o el objeto práctico sobre el
cual recae el ejercicio del derecho. Es por esto por lo que, como hemos visto,
Planiol distingue entre objeto jurídico propiamente dicho y objeto práctico del
derecho. Las cosas o los bienes son objetos prácticos del derecho y, cuando se
habla de objetos prácticos del derecho, Planiol está admitiendo la posibilidad
de una relación jurídica o normativa entre el titular y la cosa sobre la cual se
ejerce el derecho. Pero esa relación jurídica que Planiol admite entre el titular y
la cosa es una relación jurídica a través de la relación personal. No se puede
tener un derecho de propiedad, si no es en la media en que nadie puede
interferirme el derecho sobre la cosa que poseo. E igualmente, en el derecho
personal, yo no tengo un derecho sobre el patrimonio de mi deudor si no es en
virtud de un contrato previo por el cual el deudor se obliga a pagarme una suma
de terminada de dinero. Por eso, la estructura de la relación jurídica en Planiol
tiene que ser vista en relación con el sujeto activo y pasivo de la relación y, al
mismo tiempo, en relación con las cosas sobre las cuales se ejerce el derecho.

6.2. HECHOS Y ACTOS JURÍDICOS

6.2.1.- El hecho jurídico

El concepto de hecho jurídico tiene dos sentidos: un sentido


amplio y un sentido restringido.

En sentido amplio entendemos por hecho jurídico todo


acontecimiento o suceso al cual el Derecho atribuye ciertos efectos jurídicos. En
sentido restringido, el concepto de hecho jurídico se opone al concepto de acto
197

jurídico. ¿Por qué se distingue el hecho jurídico en sentido estricto del acto
jurídico?

1) El hecho jurídico en sentido estricto

El hecho jurídico en sentido estricto se distingue del acto jurídico debido


a que es capaz de producir efectos jurídicos independientemente de la voluntad
de las partes, mientras que el acto jurídico produce efectos que únicamente
pueden ser queridos por la voluntad de las partes. Mientras que la voluntad de
las partes es irrelevante en el hecho jurídico en sentido estricto, es
determinante en el acto jurídico. Por eso decimos que el acto jurídico puede ser
considerado también como un hecho jurídico voluntario. Es la voluntariedad, es
la voluntad de las partes la que distingue el hecho jurídico en sentido estricto
del acto jurídico.

Como ejemplos del hecho jurídico en sentido estricto, es decir, como


ejemplos de hechos jurídicos capaces de producir efectos jurídicos, sin que
intervenga la voluntad de las partes, podemos citar los siguientes:

A) En primer lugar, la concepción y el nacimiento de las personas.


Explicamos en el objetivo anterior, que el nacimiento es el momento
inicial de la llamada persona física o natural y también explicamos que la
concepción es el momento revocable en la iniciación de la persona física o
natural. Lo llamamos revocable porque –según se explicó en aquella
oportunidad- para que la persona simplemente concebida se conceptúe sujeto
de derecho en forma definitiva e irrevocable es indispensable que la persona
nazca viva. Pues bien, la concepción y el nacimiento son hechos jurídicos en
sentido estricto porque producen consecuencias jurídicas independientemente
de la voluntad. Por el solo hecho del nacimiento se engendran relaciones
jurídicas que son las relaciones de filiación entre los padres y los hijos y estas
198

relaciones son independientes de la voluntad de las partes que intervienen en


esa relación jurídica.

B) Otro hecho jurídico en sentido estricto es la mayoridad. Cuando una


persona cumple la mayoría de edad, que en nuestro Derecho Civil es la edad
de 18 años, se operan consecuencias jurídicas independientemente de la
voluntad. Una persona al cumplir 18 años de edad, sin ningún pronunciamiento
especial, adquiere automáticamente la capacidad para adquirir derechos y para
obligarse. La mayoridad es, pues, un hecho jurídico en sentido estricto porque
produce consecuencias jurídicas independientemente de la voluntad de las
partes.

C) También puede considerarse como hecho jurídico en sentido estricto


la muerte o el fallecimiento de una persona jurídica individual. Como ya se
explicó anteriormente, el fallecimiento de una persona jurídica individual,
produce, en cuanto al patrimonio, la trasmisión sin solución de continuidad, del
patrimonio del causante a sus herederos, bajo la forma de herencia. En este
caso la trasmisión del patrimonio del causante a sus herederos bajo la forma de
herencia, es un efecto jurídico independiente de la voluntad de las partes: el
solo hecho del fallecimiento produce consecuencias jurídicas que no son
queridas por las partes sino que son impuestas por la ley.

D) Otro hecho jurídico en sentido estricto, lo constituyen los hecho


ilícitos. Como se explicó en el objetivo N°.5, el hecho ilícito engendra una
relación jurídica extraconvencional, mientras que el contrato es una relación
jurídica convencional. Si yo causo con mi automóvil un daño, estoy obligado a
indemnizar el daño que he ocasionado; y esta obligación de indemnizar no es
algo que depende de mi voluntad, porque aun cuando yo no quiera indemnizar,
la ley me obliga a ello. Todas las teorías de las relaciones jurídicas
extraconvencionales entran dentro del nivel o del plano de los hechos jurídicos
en sentido estricto, precisamente porque tienen carácter extraconvencional.
199

E) También el delito es un hecho jurídico en sentido estricto qaue


produce, respecto de la víctima, o respecto de los herederos de la víctima, el
derecho a una indemnización. Si el hecho ilícito engendra la obligación de
indemnizar, con mayor razón el delito, porque el delito supone la voluntariedad
o la intención de producir el daño. En el caso del hecho ilícito no hay la voluntad
deliberada de producir el daño, sino que el daño se produce, bien sea por
negligencia, por imprudencia, o impericia; es decir que entra dentro de la órbita
de las acciones culposas; en el caso del delito, con mayor razón la persona
que causa el daño está obligada a indemnizar el que ocasione.

Como se puede observar, todos estos hechos se llaman hechos jurídicos


en sentido estricto, porque son capaces de producir consecuencias jurídicas sin
tomar en cuenta la voluntad de las partes que resultan vinculadas por dichos
efectos.

2.-) El acto jurídico


Frente al hecho jurídico en sentido estricto tenemos el acto jurídico. El
acto jurídico es un hecho jurídico voluntario. En el acto jurídico. El acto jurídico
es un hecho jurídico voluntario. En el acto jurídico, las consecuencias jurídicas,
o los efectos jurídicos, son queridos por las partes que resultan afectadas por
dichos efectos. El acto jurídico por excelencia es el contrato.

Ahora bien, para poder comprender el alcance de un acto jurídico como


un hecho jurídico voluntario, es imprescindible precisar el concepto de la
autonomía de la voluntad.

Se llama principio de la autonomía de la voluntad el principio según el


cual las partes pueden producir los efectos jurídicos queridos por ellas de
acuerdo con la ley. El arrendador y el arrendatario pueden producir los efectos
que ellos quieren, siempre y cuando realicen el contrato de acuerdo con el
ordenamiento legal vigente.
200

Por eso es por lo que se explicó en la teoría de la relación jurídica que la


relación jurídica debe tener siempre un objeto lícito; no puede haber una
relación jurídica con un contenido ilícito. Si yo por ejemplo, celebro un contrato
para que una persona cause daño a otro, ese contrato no tiene ninguna validez
porque tiene un objeto o un contenido ilícito. Por lo tanto, para que la voluntad
pueda producir efectos jurídicos es imprescindible que la voluntad esté
autorizada por el ordenamiento jurídico para poder producir dichos efectos.

Este principio de la autonomía de la voluntad tiene diferentes matices de


acuerdo con la concepción política que adopte cada ordenamiento jurídico. Por
ejemplo:

A) El principio de la autonomía de la voluntad tiene una importancia


excesiva en el Derecho Civil Liberal.

Cuando el Derecho se encontraba impregnado de individualismo, el


principio de la autonomía de la voluntad era decisivo y prácticamente la mayoría
de los efectos jurídicos eran producidos por contratos; el contrato era, en cierta
forma, el modo fundamental y decisivo de producir efectos jurídicos, porque el
principio de la autonomía de la voluntad se encontraba ampliamente difundido.
Este principio de la autonomía de la voluntad, en una concepción liberal, en una
concepción de corte individualista, presenta las siguientes características:
a) El principio de la autonomía de la voluntad debe ser tan amplio como sea
posible. La limitación al principio de la autonomía de la voluntad debe ser
siempre de carácter excepcional. El Estado debe promover en lo posible,
la ampliación y no la restricción del principio de la autonomía de la
voluntad.
b) Como consecuencia de lo dicho anteriormente, los controles que ejerce
el Estado para vigilar la autonomía de la voluntad de las partes deben ser
mínimos. De la misma manera que la autonomía debe ser lo más amplia
201

posible, el sistema de control del Estado para vigilar el desarrollo de ese


principio de la autonomía debe ser el más limitado posible.
c) Y, finalmente, las partes pueden producir los efectos que quieran con
una sola excepción: que los acuerdos entre las partes no dañen ni
aprovechen a terceros. El convenio únicamente puede producir efecto
entre las partes que lo han suscrito, No se puede pretender que un
convenio obligue a una parte o a una persona que no ha participado en
dicho convenio. Este principio es una consecuencia normal del principio
de la autonomía de la voluntad, porque si es la voluntad la que produce
los efectos jurídicos, nadie puede sentirse obligado por un contrato o por
un convenio en el cual no ha participado.

B) Pero este principio de la autonomía de la voluntad ha resultado en el


derecho moderno gravemente comprometido, porque ya al Estado no se lo ve
como un simple gendarme que se encarga de garantizar el libre juego de la
actividad ciudadana, sino que el Estado pretende intervenir cada vez más en
esferas, en órbitas de acción, que antes estaban reservadas exclusivamente a
los particulares. Es decir, el Estado-gendarme, el Estado policía, ha sido
sustituido en la mentalidad ideológica contemporánea por el Estado total
(Nawiaski). El Estado pretende ampliar su esfera de acción al fin de establecer
un equilibrio entre los desposeídos y las personas que disponen de grandes
recursos económicos.

Esta es la explicación de que el principio de la autonomía de la voluntad


se encuentre cada vez más restringido. Por ejemplo: en materia laboral, al
principio, existía el criterio de la autonomía de la voluntad en lo que respecta al
contrato de trabajo; el patrono y el obrero establecían un convenio en virtud del
cual se fijaban condiciones de trabajo, entre otras el salario. Actualmente la
materia laboral se encuentra rigurosamente supeditada a la actividad estatal,
hasta el extremo de que se suscriben contratos colectivos de trabajo en los
cuales se trata de proteger al trabajador y sustraerlo a la acción del patrono
202

quien, por ser más poderoso económicamente, impone condiciones


desventajosas al obrero.

Lo mismo ocurre en materia de arrendamiento. El arrendamiento, hasta


hace poco, era un contrato consensual entre el propietario de la cosa arrendada
y el arrendatario. Ahora tenemos una Ley de Regulación de Alquileres que
establece una serie de condiciones, a fin de que el arrendatario, considerado
económicamente la parte más débil, no quede abandonado a la voluntad del
propietario.

Así, pues, actualmente el Estado gendarme ha sido sustituido por el


Estado total y esferas que anteriormente quedaban exclusivamente reservadas
a la actividad de los particulares son ahora esferas intervenidas directa o
indirectamente por el Estado. Por eso, hoy en día el principio de la autonomía
de la voluntad está fuertemente limitado, y no se puede ya decir que el modo
por excelencia de producir efectos jurídicos sea el acto jurídico, es decir, el
hecho jurídico voluntario.

6.2.2.- Clasificación de los actos jurídicos

Los actos jurídicos se clasifican en: actos jurídicos extrapatrimoniales y


actos jurídicos patrimoniales.

1.-) Actos jurídicos extrapatrimoniales


Son actos jurídicos extrapatrimoniales aquellos que no tienen una
significación pecuniaria directa. Por ello puede afirmarse que la relación jurídica
no tiene siempre contenido pecuniario. Por ejemplo: el reconocimiento de un
hijo natural, la adopción, el matrimonio, no son actos que tengan, por lo menos
directamente, significación pecuniaria. Desde luego, pueden tener significación
pecuniaria en una forma indirecta, porque el reconocimiento de un hijo natural
puede llamarlo a la herencia; pero el hecho mismo del reconocimiento de un
203

hijo natural no es un acto patrimonial, aunque pueda tener posteriormente


eficacia patrimonial.

2.-) Los actos patrimoniales


Los actos patrimoniales, por el contrario tienen una eficacia económica o
pecuniaria directa. Estos actos se pueden clasificar en dos grandes grupos:
actos unilaterales y actos bilaterales.

A.-) Actos unilaterales


Decimos que el acto es unilateral cuando la voluntad de una sola de las
partes es capaz de producir efectos jurídicos. Por ejemplo: el testamento.
Cuando una persona todo su patrimonio, o simplemente lega a una persona
una cosa determinada, aquí el acto unilateral del testador produce
consecuencias jurídicas, independientemente de la voluntad del beneficiario,
bien sea del heredero o del legatario. De la misma manera, cuando yo remito
una deuda (la remisión significa perdón de una deuda), mi acto es unilateral
porque produce efectos jurídicos sin la cooperación, o la colaboración del
obligado. Esos son los actos unilaterales: declaraciones de voluntad unilateral
capaces de producir efectos jurídicos.

3.-) Los actos bilaterales


Los actos bilaterales son llamados también en la terminología legal,
sinalagmáticos. El acto bilateral o sinalagmático es aquel que necesita el
consensos, el concurso de la voluntad de dos o más personas para producir
efectos jurídicos. El contrato es el acto jurídico bilateral que requiere el
concurso de la voluntad de dos o más personas para poder producir efectos
jurídicos. Los actos jurídicos bilaterales o sinalagmáticos se clasifican en: actos
a título gratuito y actos a título oneroso.

a) Son actos bilaterales a título gratuito aquellos en donde sólo una de las
personas resulta beneficiada por el acto. El caso típico lo tenemos en la
204

donación. En la donación el donatario es el beneficiario del acto, el


donante no se beneficia en nada porque, en virtud e la donación, una
cosa sale del patrimonio del donante para entrar en el patrimonio del
donatario sin ninguna contraprestación. Es por esto un acto de
liberalidad.
b) En cambio, los actos bilaterales a título oneroso son todos los otros
actos en donde siempre la prestación se equipara con una
contraprestación. Por ejemplo: la permuta, la compraventa, el
arrendamiento son actos bilaterales a título oneroso. Así, en la
compraventa, una persona vende y la otra compra, pero la trasmisión de
la propiedad de la cosa resulta equiparada con el pago del precio; en la
permuta una cosa se cambia por otra: en el arrendamiento el
arrendatario usa y goza de la cosa mediante el pago de una
contraprestación que se llama canon de arrendamiento, y así
sucesivamente. En este acto bilateral a título oneroso, la prestación
resulta equiparada por una contraprestación y, por eso, en el acto a título
oneroso, la convención supone beneficios para ambas partes por eso se
dice que hay derechos y obligaciones recíprocos en el acto bilateral a
título oneroso.

Y aquí es muy importante aclarar lo siguiente: No debe confundirse el acto


jurídico unilateral con el acto bilateral a título gratuito. Son dos cosas
enteramente distintas. La donación es un acto bilateral, no es un acto
unilateral, porque es esencial la aceptación por parte del donatario para que se
opere la trasmisión de la propiedad. Entonces es un contrato porque necesita
del concurso de la voluntad del donante y del donatario; lo que pasa es que es
un acto bilateral a título gratuito, porque no hay una contraprestación a la
trasmisión de la cosa donada. Actos unilaterales son aquellos que producen
consecuencias jurídicas por la declaración unilateral de una sola parte, como
ocurre con el testamento, o la remisión de una deuda, ya explicados. Podríamos
205

hablar de unilateralidad de la donación solo en el sentido de que una de las


partes es la beneficiaria del acto.

3.-) Los actos jurídicos como modos de creación de los derechos


patrimoniales.

Puede decirse que en el Derecho encontramos modos originarios y


modos derivados de creación y trasmisión de derechos.

A.-) Modos originarios


Decimos que hay modo originario de creación de derechos, cuando el
ordenamiento jurídico establece la manera de adquirir un derecho nuevo,
derecho que no existía anteriormente. Esto es lo que se llama en la teoría del
Derecho Privado, la ocupación.

a) La Ocupación

La ocupación es una manera de adquirir las cosas de nadie. Cuando una


persona va de caza Alcampo, a la montaña, y mata ciertos animales, se dice
que los ocupa; la persona que produce la muerte de un animal de cacería lo
adquiere en virtud de la ocupación, porque el animal de cacería e, de acuerdo
con la terminología romanística, una res nillíus, una cosa de nadie. Las cosas
sin dueño son susceptibles de apropiación por esa figura que se llama
ocupación; la ocupación es el modo de adquirir las cosas de nadie. Se llama
“modo originario” porque las cosas que se adquieren no se encontraban ene el
patrimonio de otra persona, no se ha operado propiamente una trasmisión de la
propiedad, sino que se ha operado la adquisición de un derecho nuevo que no
se encontraba en el patrimonio de otra persona.
206

B.-) Modos Derivados

En cambio, cuando se habla de modos derivados de trasmisión de los


derechos, o mejor dicho, no de modos de creación de los derechos, sino más
propiamente de modos de trasmisión de los derechos, se supone que una cosa
sale del patrimonio de una persona para entrar en el patrimonio de otra. Así por
ejemplo, en el caso de la compraventa, una cosa que se encontraba en el
patrimonio del vendedor entra en el patrimonio del comprador mediante el pago
de un precio.

a) La Compraventa
En este caso, el modo de adquisición del derecho es un modo derivado
porque el derecho no es nuevo, sino que es un derecho que existía
anteriormente en un patrimonio distinto y que entra en el patrimonio en virtud de
ese modo que llamamos modo derivado, o más propiamente, modo de
trasmisión de la propiedad.

4.-) Los actos jurídicos como modos de trasmisión d ela propiedad.


Además de los llamados modos originarios y derivados de adquisición de
los derechos, tenemos también los modos de trasmitir los derechos a título
universal y a título particular. Antes de explicar en qué consiste la trasmisión a
título universal y la trasmisión a título particular, es conveniente precisar una
terminología que se utiliza corrientemente en el Derecho Civil:

Se llama “causante” la personan de cuyo patrimonio sale el derecho para


ingresar en el patrimonio de otra persona, y se llama “causahabiente”, la
persona que adquiere el derecho del causante. Así, por ejemplo, en el caso de
la compraventa, se llama causante al vendedor y se llama causahabiente al
comprador. El causante es la persona de cuyo patrimonio sale el bien para
entrar en el patrimonio de otra persona que se llama causahabiente.
207

A) Trasmisión de derecho a título universal


Decimos que hay trasmisión de un derecho a título universal, cuando lo
que se trasmite es todo el patrimonio a una cuota parte del patrimonio; esto es
lo que ocurre en el caso de la herencia. Por eso se dice que el heredero es
causahabiente a título universal de su causante (el causante es la persona
fallecida, la persona cuyo fallecimiento produce la apertura de sucesión). Un
heredero es pues, causahabiente de su causante a título universal, porque el
heredero no es propietario de una cosa determinada, sino que es propietario de
todo el patrimonio si es único heredero o simplemente de una cuota de su
patrimonio en el caso de que sea coheredero. Casos análogos son la
adquisición por el Fisco del patrimonio de una asociación disuelta, la fusión de
sociedades, ciertos casos de comunidad matrimonial de bienes.

B) Trasmisión de derechos a título particular


La trasmisión es a título particular cuando lo que se trasmite es un
derecho o una cosa determinada. Por ejemplo, en el contrato de compraventa el
comprador es causahabiente a título particular del vendedor, porque en este
caso se ha transmitido la propiedad de una cosa determinada. Esa es la
diferencia entre la trasmisión a título universal y la trasmisión a título particular.

6.2.3.- Condiciones de validez de los actos jurídicos


De acuerdo con lo expuesto, el acto jurídico es un hecho jurídico
voluntario, en el las partes quieren los efectos que producen. Además, ese
querer es un querer lícito porque es un querer conforme a Derecho: si el
Derecho no autoriza que las partes produzcan los efectos deseados, estos
efectos no tienen eficacia normativa.

Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones que debe cumplir la voluntad
para que sus efectos sean reputados como jurídicos?
208

1.-) La Capacidad

En primer lugar, es imprescindible que las partes que intervienen en el


acto, ya sea unilateral o bilateral, sean capaces. La capacidad es una condición
sine qua non de todo acto jurídico. Si una parte, si una persona no es capaz de
producir un efecto jurídico, es claro que su acto no tiene ninguna consecuencia
normativa. Así pues, la primera condición indispensable para que las partes
puedan producir efectos jurídicos es la capacidad.

2.-) El consentimiento
Es imprescindible el consentimiento tanto en el acto unilateral como en el
acto bilateral. Por supuesto, en el acto unilateral, el consentimiento aparece
como la expresión de la voluntad de la persona que se obliga; en cambio, en el
acto bilateral, el consentimiento es consensos, es decir, es el acuerdo de las
voluntades entre las personas que se obligan recíprocamente.

El consentimiento puede tener ciertos vicios o defectos. Por ejemplo, si el


consentimiento no es libremente expresado, aun cuando la persona sea capaz,
ese consentimiento no es tal consentimiento y, por lo tanto, no produce efectos
jurídicos. Así, si una persona consiente en vender una cosa, víctima de la
violencia, víctima del error, o víctima del fraude, en estos casos el
consentimiento no produce efectos jurídicos. Esta es una consecuencia normal
y directa de que es la voluntad libremente expresada, o lo que hemos llamado
la autonomía de la voluntad, la única que puede, de acuerdo con la ley, producir
consecuencias jurídicas.

3.-) Requisitos formales


Algunas veces, se requiere, además de la capacidad y del
consentimiento, el cumplimiento de ciertos requisitos de carácter formal, ciertas
condiciones sin las cuales el acto jurídico no puede producir los efectos
queridos por las partes. Estas condiciones o este conjunto de requisitos
209

formales, sirven de base a la clasificación de los actos jurídicos en acto s


consensuales y actos solemnes.

A) Decimos que un acto es consensual, cuando basta


simplemente el acuerdo o la manifestación de la voluntad de
las partes que quieran producir los efectos jurídicos.
B) Decimos que un acto es solemne, cuando, aparte de la
manifestación de voluntad, deben cumplirse ciertos requisitos
formales, que son esenciales y constitutivos de la relación
jurídica respectiva. Con unos ejemplos se puede comprender
mejor estas definiciones.

Se dice que el contrato de compraventa o el contrato de arrendamiento


son contratos consensuales. ¿Por qué son contratos consensuales? Porque se
perfeccionan por el simple consentimiento de las partes que integran la relación
jurídica. Cuando las partes se ponen de acuerdo acerca del precio y acerca de
la cosa, la trasmisión de la propiedad se opera en virtud de la compraventa. No
se requiere ninguna condición de tipo formal para que este contrato sea válido
entre el comprador y el vendedor.

Pero algunas veces, el ordenamiento jurídico dice que no basta el


consentimiento libremente expresado, sino que ese consentimiento debe
constar, en una forma expresa, de una manera formal, sin cuyo cumplimiento el
consentimiento no produce ningún efecto jurídico. Estos son los contratos
solemnes.

Por ejemplo: el matrimonio, la adopción, la legitimación, son actos


jurídicos solemnes, porque sino se cumplen los requisitos formales previstos en
el ordenamiento jurídico, la manifestación de la voluntad no produce ningún
efecto. Nadie puede demostrar por testigos que contrato matrimonio, el
matrimonio es un contrato solemne; si no hay el acta de matrimonio donde
210

conste que se ha contraído el vínculo, el contrato de matrimonio no existe. En


cambio, el contrato de compraventa existe independientemente del documento
donde consta que se operó la transmisión de la propiedad de la cosa vendida.

Lo mismo ocurre en el caso de la donación. Si no se cumplen los


requisitos formales previsto sen el Código Civil, la donación no tiene ningún
efecto jurídico. No basta exclusivamente el consentimiento del donante y del
donatario, sino que es indispensable cumplir los requisitos formales
establecidos en la ley.

Lo mismo pasa con la hipoteca: si la hipoteca no a sido debidamente


registrada en la Oficina Subalterna de Registro respectiva no produce ningún
efecto, porque es de la esencia de la hipoteca su publicidad, puesto que la
hipoteca lo que hace es crear un crédito privilegiado de una persona
determinada respecto del patrimonio del deudor, y como ese privilegio va a
desmejorar los derechos de otros acreedores, es imprescindible que conste
públicamente que el inmueble está afectado para garantizar o responder de una
obligación determinada.

Como se desprende de lo anterior, el acto jurídico solemne se da con


mucha frecuencia en la órbita del derecho de familia, pero ene l derecho
patrimonial la mayoría de los contratos son contratos consensuales. El contrato
de compraventa, el arrendamiento, e comodato, la enfiteusis, son contratos
consensuales. Sólo por vía de excepción se habla de contrato solemne en
casos como la hipoteca, la donación y las capitulaciones matrimoniales.

En el Derecho Mercantil (como se estudiará en la respectiva asignatura),


hay ciertas enunciaciones de cumplimiento obligatorio. Por ejemplo: la letra de
cambio debe cumplir con ciertas enunciaciones sin las cuales esa letra no vale
como un título de crédito.
211

Los romanos ya habían destacado la diferencia entre el acto consensual


y el acto solemne, al decir que las condiciones formales del acto eran ad
probationem en el acto consensual, y ad constitutionem en el acto solemne. Así,
en el contrato de compraventa, que es un contrato consensual, la escritura
pública es ad probationem, es decir, existe para demostrar que el contrato se
celebró; en cambio, en el contrato de matrimonio, el acta matrimonial y el
cumplimiento de los requisitos formales es ad constitutionem, porque el acta y
el cumplimiento de los requisitos formales no es para probar el matrimonio
sino para constituirlo. De allí la diferencia entre el acto consensual y el acto
solemne.

6.2.4.- Efectos jurídicos del acto jurídico

Ya se explicó que en el acto jurídico, los efectos jurídicos son producidos


por la voluntad de las partes; esto es lo que se llama el principio de la
autonomía de la voluntad. Las reglas que regulan ese principio de la autonomía
de la voluntad, o que regulan los efectos de los actos jurídicos, son las
siguientes:
1.-) Los actos jurídicos no dañan ni aprovechan a terceros.
Como se explicó anteriormente, esta regla es la consecuencia normal y
directa del principio de la autonomía de la voluntad. Si únicamente pueden
considerarse como obligatorios los efectos queridos por las partes, es claro que
esos efectos sólo pueden tener valor para las partes que los han querido. Por
eso un contrato no puede obligar a un tercero; esta es la consecuencia que se
extrae del principio de la autonomía de la voluntad, y por eso existe en el
Derecho Civil, un precepto que establece que los contratos únicamente valen
entre las partes y, por lo tanto, no pueden producir consecuencias jurídicas para
a terceros. La ley de las partes es el contrato y, por lo tanto, las obligaciones y
facultades derivadas de ese contrato, únicamente pueden valer para las partes
que lo han suscrito.
212

Esta primera regla que regula los efectos de los actos jurídicos tiene, sin
embargo, excepciones, porque no siempre el acto produce exclusivamente
efectos para las partes que lo han suscrito. Las excepciones a este principio
general son las siguientes:

A) En primer lugar, de acuerdo con el Código Civil, se presume que toda


persona adquiere para sí y para sus herederos y causahabientes.
Como ya se explicó, el fallecimiento de una persona es un hecho jurídico
en sentido estricto, que produce consecuencias jurídicas independientemente e
la voluntad de las partes. Cuando una persona fallece su patrimonio pasa, sin
solución de continuidad, a sus causahabientes a título universal. Pues bien,
para que el patrimonio pueda pasar automáticamente a sus herederos, es
imprescindible que se acepte que todos los actos celebrados por el causante se
presumen realizados en su provecho y en provecho de sus herederos o
causahabientes. De manera, que todos los actos y todos los bienes que se
adquieren en virtud de esos actos, no solamente benefician al causante, sino
que benefician también a sus herederos y causahabientes.

Como puede notarse, esto no se presenta únicamente en el caso de la


trasmisión a título universal, sino que también se presenta en las trasmisiones
de derechos a título particular. Por ejemplo: cuando una persona adquiere un
bien, todos los derechos que adquiere se trasmiten al causahabiente a título
particular. Y así, si una persona tiene simplemente derechos de posesión sobre
un terreno, la posesión sobre el terreno beneficia a los causahabientes a título
particular. De manera pues, que el causahabiente a título particular, no
solamente hace valer la posesión que ha tenido él, sino que hace valer también
la posesión que ha tenido su causante. Si una persona ha estado poseyendo
un terreno por espacio de 15 años, pero su causante lo poseyó por espacio de
30 años, los 30 años poseídos por el causante se suman a los años de
posesión del causahabiente a título particular. En este caso los beneficios no
213

solamente se circunscriben a la persona que adquiere, sino que se extienden a


todos sus causahabientes a título particular.

Esta sería una excepción al principio de que los actos únicamente


producen efectos entre las partes. En este caso puede decirse, que todos los
beneficios o todos los derechos que adquiere una persona favorecen a todos
los causahabientes sucesivos, aun cuando entre el causante y el causahabiente
no exista una relación directa.

Lo mismo ocurre (como se estudiará en Derecho Civil), con el caso de la


evicción. Se llama evicción la garantía en virtud de la cual el vendedor responde
al comprador del goce pacífico de la cosa vendida. Cuando yo le vendo a una
persona un inmueble, o un terreno, yo debe responder del goce y disfrute
pacíficos de la cosa vendida. Si alguien la perturba, esa persona puede
demandarme para que le responda de saneamiento. Este es el concepto del
saneamiento por evicción; no solamente opera en el caso de perturbación, sino
también en el caso de que una tercera persona despoje o reivindique la cosa
que se encuentra en manos del comprador.

En todos estos casos puede decirse que la relación jurídica puede


producir consecuencias jurídicas o efectos jurídicos que no se limitan
exclusivamente a la relación contractual.

B) Acto jurídico unilateral


Esta es otra excepción al principio de que los contratos no dañan ni
aprovechan a terceros. Como se recordará, el acto jurídico es unilateral cuando
la declaración de voluntad de un solo sujeto produce consecuencias jurídicas
para una persona que no ha participado en la relación jurídica. Por ejemplo, el
testamento: cuando el testador lega una cosa a una persona, la declaración de
voluntad del testador produce la consecuencia jurídica de hacer ingresar en el
214

patrimonio del legatario la cosa dada ene l legado, sin que el legatario haya
intervenido para nada en la relación jurídica correspondiente.

Lo mismo pasa en el caso de la remisión de una deuda. Si alguien me


debe la cantidad de Bs.10.000,00 y yo remito o perdono esa deuda, mi
declaración unilateral de voluntad produce una consecuencia jurídica
independientemente de la voluntad del obligado.

De tal manera, que los actos jurídicos unilaterales son una excepción al
principio de que los actos jurídicos no producen efectos sino entre las partes
que los han querido, porque la declaración unilateral de voluntad produce una
consecuencia jurídica que afecta o beneficia a una persona que no ha
participado en la relación jurídica respectiva.

C) Teoría de la representación
En virtud de la representación, una persona celebra un acto que no tiene
ninguna consecuencia jurídica para él porque las consecuencias jurídicas del
acto realizado por el representante se imputan al representado. La
representación puede ser representación legal y representación voluntaria.

a) Se habla de representación legal, en el caso de la tutela, o de la


patria potestad. Así, cuando el padre adquiere un bien para su hijo, en
virtud de la representación que ejerce por la patria potestad, se dice
que hay representación legal. El padre es el representante legal de su
hijo en virtud de ejercer sobre el hijo la patria potestad.
Lo mismo ocurre en el caso de la tutela. Si se trata de un menor que
no tiene padres que ejerzan sobre él la patria potestad, se le nombra
un tutor y este tutor realiza los actos sen su nombre y representación.
Como se puede observar, en la representación el acto del
representante no produce consecuencias jurídicas para él, sino que
produce consecuencias jurídicas para el representado. Por eso se
215

dice que es una excepción al principio de que el acto jurídico no


produce efectos sino para las personas que participan en la relación
jurídica.
b) Pero además, la representación jurídica puede ser voluntaria. El caso
típico de la representación jurídica voluntaria es el mandato. El
mandato o poder es la representación jurídica convencional. En el
caso de la tutela, la representación jurídica es legal, lo mismo que en
la patria potestad. En cambio, en el mandato, la representación es
convencional por que yo celebro un contrato con una persona para
que esa persona me represente en determinado negocio, o bien en
todos los negocios jurídicos que no pueda celebrar. La representación
voluntaria es, por tanto, también una excepción al principio general
estudiado.

D) Teoría de los actos-reglas


Esa teoría también se considera una excepción al principio de que los
actos jurídicos no producen efectos respecto de terceros. La doctrina francesa
habla de actos-reglas. ¿Qué son estos actos-reglas? Los actos reglas son
aquellos que producen una norma general, no una norma individualizada.

El contrato (como ya se ha explicado), es una norma jurídica


individualizada; es individualizada porque el contrato se refiere únicamente al
comportamiento de los contratantes. Por ejemplo: la compraventa, el
arrendamiento. El contrato de compraventa es la ley del comprador y del
vendedor; el arrendamiento es la ley del arrendador y del arrendatario.

Normalmente, el acto jurídico produce solo normas individualizadas, ya


sea unilateral, ya sea bilateral. Así en la compraventa el acto es bilateral, pero
en el testamento el acto es unilateral, en ambos casos se trata de un acto
voluntario que produce simple y llanamente normas individualizadas. El
testamento, la remisión de una deuda, el contrato de compraventa, son normas
216

individualizadas, normas que regulan el comportamiento concreto de personas


determinadas.

Pero también puede darse el caso de que un acto jurídico produzca una
norma general. Por ejemplo: cuando en una asamblea de una compañía
anónima se toman decisiones, estas decisiones obligan a todos los accionistas
a todos los miembros de la compañía anónima, aun cuando no hayan estado de
acuerdo con la decisión tomada. En este caso, la decisión de una asamblea de
accionistas es una norma que no vale únicamente para las personas que han
dado su voto afirmativo, sino que vale en general para todos los miembros de la
compañía anónima.

En el caso del contrato colectivo de trabajo, en donde los representantes


de los trabajadores celebran un contrato con los patronos, bien sea con varios
o simplemente con un solo patrón, las normas establecidas tienen validez
general, no solamente para los trabajadores que ya están trabajando al servicio
del patrono, sino también para cualquier trabajador nuevo que ingrese a la
empresa. Estos son actos-reglas y se llaman actos –reglas porque se trata de
actos jurídicos que no producen efectos jurídicos solo para las partes que
intervienen en la relación, sino que son actos jurídicos que producen normas
generales; por eso se llaman actos-reglas.

Como se puede observar, los actos-reglas no solamente significan una


excepción al principio de que los actos únicamente producen efectos para las
partes que los suscriben, sino que también son una excepción al principio
general de que el acto jurídico únicamente puede producir normas
individualizadas. Aquí tenemos nosotros un caso en que el acto jurídico produce
una norma general; a pesar de que son los particulares los que intervienen en la
relación jurídica, estos particulares pueden producir una forma general, no
simplemente una norma individualizada. Esta es la teoría de los actos-reglas.
217

Queda pues claro que este principio jurídico de acuerdo con el cual los
actos únicamente pueden producir efectos para las personas que participan en
el acto tiene las excepciones que se acaban de señalar:

1) El causante adquiere no solamente para sí, sino también para sus


herederos o causa-habientes.
2) Los actos unilaterales
3) La representación legal o voluntaria.
4) Finalmente, los actos-reglas

2.-) Otra regla que regula los efectos jurídicos es la siguiente: las partes
pueden producir todos los efectos que quieran, siempre que actúen de
conformidad con la ley.

Esta es la consecuencia de que toda relación jurídica debe tener un


contenido lícito. Normalmente, el acto jurídico produce cualquier consecuencia
jurídica de conformidad con la norma, o sea que el principio de la autonomía de
la voluntad, por lo menos ene l ámbito patrimonial es muy amplio, aún en el
Derecho moderno que (según se explicó anteriormente), empieza a
comprometer el principio de la autonomía de la voluntad en virtud e que el
Estado-policía ha sido sustituido por el Estado-total.

Este principio (las partes pueden producir cualquier clase de efectos


jurídicos con las limitaciones establecida sen la Ley) se establece claramente
en el Código Civil venezolano cuado se dice que los contratos, tengan o no
denominación especial, están sometidos a las reglas generales del Código.

De tal manera que, en Venezuela, los particulares no solamente pueden


suscribir los contratos establecido en el Código, por ejemplo, arrendamiento,
compra-venta, permuta, comodato, enfiteusis, etc., sino que pueden suscribir
cualquier tipo de contrato aun cuando sea un contrato innominado, siempre y
218

cuando no viole preceptos legales. Los particulares tienen, así, una amplísima
libertad para celebrar cualquier tipo de contrato.

Un ejemplo muy interesante de este tipo de contratos innominados es el


contrato de superficie. Por ejemplo, una persona propietaria de un terreno le
permite a otra persona que construya una edificación sobre el terreno; de esta
manera se produce una doble relación jurídica con la cosa, porque el propietario
del terreno sigue siendo propietario del terreno, pero la persona a quien se le ha
dado la facultad de construir el edificio, se hace propietaria del edificio
construido.

A pesar de que esta figura es muy corriente, sobre todo en las


actividades realizadas por las compañías de hidrocarburos (especialmente ene l
Estado Zulia donde la actividad petrolera es más intensa) no se ha calificado
técnicamente esta figura y se la llama indiferentemente “contrato de ocupación”
o “comodato”. Los contratos celebrados por las empresas petroleras hablan de
ocupación o de comodato, pero en realidad no se trata ni de ocupación ni de
comodato; se trata de un contrato de superficie elaborado por la jurisprudencia
y la doctrina y que se basa en disposiciones legales.

Esas disposiciones son las siguientes:


a) Que las partes pueden celebrar cualquier tipo de contrato mientras no
esté prohibido por la Ley.
b) Una disposición que encontramos en el título sobre propiedad según la
cual Tololo que se encuentra en el suelo, o sobre el suelo, se presume
propiedad del propietario del suelo, a menos que se pruebe locontrario.

Si se acepta la presunción “juris tantum”, es decir la presunción que acepta


prueba en contrario, de que lo que está construido sobre el suelo es propiedad
del propietario del terreno, es porque hay la posibilidad jurídica de que lo que se
encuentra sobre el terreno no sea propiedad del propietario. entonces, las
219

disposiciones del Código Civil venezolano permiten configurar el concepto de


contrato de superficie, elaborado ya técnicamente por la doctrina y ratificado por
la jurisprudencia de muchos países, especialmente en Francia y en Italia,
donde este contrato, por razones económicas, ha sido incluso incorporado a la
legislación.

Pero este principio general de que las partes pueden producir los efectos
jurídicos que quieran, siempre que no haya prohibición legal expresa, se
encuentra limitado en el Derecho moderno por los llamados “contratos de
adhesión”. Se llaman contratos de adhesión aquellos contratos cuyas
condiciones se encuentran prefijadas y esta prefijación de las condiciones
limita la autonomía de la voluntad simplemente a celebrar o no celebrar el
contrato, pero no a discutir las condiciones del contrato. Estos son los llamados
contratos de “taquilla”. Por ejemplo: cuando yo llego al correo para remitir una
carta no discuto las condiciones en que se va a prestar el servicio, ni en cuanto
a las condiciones de la prestación del servicio ni en cuanto a la tarifa prefijada;
en este caso, mi libertad se agota en celebrar o no celebrar el contrato.

Lo mismo pasa con el contrato de seguro. Cuando suscribo una póliza de


seguro de vida acepto las condiciones establecidas en la póliza, que son
además condiciones fiscalizadas y supervisadas por el Estado. La libertad de
contratar se agota entonces en suscribir o no suscribir la póliza, pero no en
discutir las condiciones del contrato.

Esto es diferente a lo que ocurre en los llamados contratos consensuales


donde las condiciones son discutidas por las partes como en la compra-venta o
en el comodato.

Estos actos jurídicos se llaman actos-condición. Anteriormente se hizo


mención a los actos-reglas; el acto-regla es el acto que produce una norma
general; v. gr. El contrato colectivo de trabajo. Ahora estamos hablando de acto-
220

condición, Por qué se llaman actos –condición los contratos de adhesión?


Porque en el ejercicio de la voluntad opera automáticamente la aplicación de
una determinada reglamentación legal para esa voluntad; es el caso del seguro
o de los contratos llamados de “taquilla”, donde la manifestación de la voluntad,
concretamente de la persona que solicita el servicio, produce automáticamente
la aplicación de la reglamentación legal vigente para ese tipo de acto jurídico.

Algunos autores han extendido el concepto de acto-condición a todos los


estatutos, no solamente al contrato de adhesión propiamente dicho, sino
también a los actos-reglas. Por ejemplo: en el caso de la Ley de Regulación de
Alquileres, hay un estatuto del arrendatario. Se habla de estatuto porque es una
norma o un conjunto de normas que únicamente se aplican a un sector de la
colectividad para beneficiarlo o protegerlo; eso es lo característico del estatuto.
(Esto no tiene nada que ver ni con el estatuto personal, ni con el estatuto real
que se estudian en los conflictos de leyes). Se habla de estatuto, cuando una
norma se aplica a un grupo de personas afectando en cierto modo, por razones
de interés social, la generalidad de la Ley. Por ejemplo: la Ley de Universidades
se aplica exclusivamente a un sector de la población, a las personas que están
en la Universidad. Por eso en una época se llamó a la Ley de Universidades:
Estatuto Universitario. Lo mismo sucede con la Ley del Trabajo o con el
Estatuto de Menores.

Pues bien, todos los estatutos se consideran por algunos autores como
actos-condición no como actos reglas. El caso de la Ley de Regulación de
Alquileres es característico. El contrato de arrendamiento, en la actualidad, no
es un contrato consensual, sino que es un contrato de adhesión. ¿Por qué?
Porque las condiciones están prefijadas por la Ley de Regulación de Alquileres.
La manifestación de voluntad del arrendador y del arrendatario no es otra cosa
que una condición para que se aplique la Ley de Regulación de Alquileres y su
Reglamento. Esta es la razón por la cual se habla de actos-condición. Lo mismo
el contrato colectivo de trabajo y todas las normas que regulan la actividad
221

laboral son, para algunos, actos-condición, porque la manifestación de voluntad


en el contrato de trabajo es la condición para que se aplique el estatuto del
trabajador, y así sucesivamente, en todos los casos en que una ley protege
expresamente a una parte por considerarla económicamente débil, como ocurre
con el trabajador o con el arrendatario.

3.-) Intangilibilidad de la convención respecto de las partes y del Estado.

Dicha intrangibilidad es una consecuencia muy importante del principio


de la autonomía de la voluntad. Esto quiere decir que cuando se ha celebrado
un contrato las partes no pueden unilateralmente desconocer los efectos del
contrato.

Por ejemplo: si yo celebro un contrato de arrendamiento por un año, no


puedo terminar ese contrato por mi propia voluntad antes de la terminación del
lapso. Es decir que, después de celebrar un contrato, quedo sujeto al contrato;
estoes lo que significa que el contrato es la ley de las partes.

Es posible que las partes que celebraron el contrato por consensos, lo


extingan por mutuo disensus. Esto es así porque de la misma manera que el
contrato se hace por el consentimiento de las partes, también puede resolverse
por la voluntad de las partes; pero lo que no es posible es que el contrato sea
resuelto por la voluntad unilateral de uno de los contratantes. Esto es lo que
significa que el contrato es intangible o intocable para las partes que
participaron en él.

Pero el contrato no es solamente intangible respecto de las partes, sino


que también es intangible respecto del Estado. Este es el fundamento del
principio de la irretroactividad de la Ley. Hay un precepto constitucional que dice
que las leyes no tienen efecto retroactivo, excepto cuando impongan menor
pena. He aquí pues el fundamento del principio constitucional y es necesario
222

subrayar esto porque en algunas legislaciones la retroactividad de la Ley es


simplemente un principio legal establecido en el Código Civil; en Venezuela es
un principio constitucional. Este principio de la no retroactividad de la Ley no es
otra cosa que la consecuencia de la intangibilidad del contrato o de los actos
jurídicos respecto del Estado.

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