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LA LEY DE LA JUNGLA
La mayoría de los países del sudeste asiático mantenían una estrecha vinculación
con Estados Unidos, cuya ayuda económica a la zona sustentaba una política
anticomunista en tiempos de la Guerra Fría, sobre todo tras el enfrentamiento
armado entre Corea del Norte y Corea del Sur. El proceso de descolonización y el
fracaso de los intentos de modernización habían dado paso a situaciones
conflictivas, sistemas políticos represivos y prácticas corruptas. En la parte
continental, Birmania se mantuvo al margen, encerrada en su mundo campesino,
sujeta a una larga dictadura militar, mientras que en Tailandia, firme aliado
estadounidense, no dejaron de sucederse los golpes militares. Camboya, Laos y
Vietnam empezaron a emprender reformas de libre mercado a finales de los años
ochenta.
En el sudeste insular, Singapur se separó de Malasia en 1965 para convertirse en
una república independiente. Ambos países protagonizaron una etapa de gran
desarrollo económico, con unas tasas de crecimiento industrial y un volumen de
inversión notable. En Indonesia, el general anticomunista Suharto implantó un
régimen dictatorial de 1966 a 1998, liberalizó la economía y enca- bezó la lista de
los diez dirigentes más corruptos del mundo al amasar unos 35.000 millones de
dólares tras su paso por el poder. En Filipinas, el dictador Ferdinand Marcos, que
gobernó de 1972 a 1986, fue acusado de robar entre 5.000 y 10.000 millones de
dólares, y otro presidente filipino, Joseph Estrada, elegido en junio de 1998 con una
mayoría sin precedentes en la historia del país, fue depuesto de su cargo y detenido
en 2001 acusado de un delito de saqueo de las arcas públicas por valor de 80
millones de dólares.
A partir de los años setenta, Singapur, Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur iniciaron
el despegue económico apoyándose en las industrias manufactureras, la
construcción naval y la metalurgia ligera. En Hong Kong, región administrativa
especial de China desde 1997, y en Singapur, el cuarto puerto del mundo, el
comercio, las finanzas y el sector servicios fueron determinantes a la hora de saltar
a la fama como Tigres Asiáticos. Corea del Sur, la decimotercera economía del
mundo, destacaba en la construcción de buques y en las industrias de alta
tecnología. Taiwán se mostró también eficiente en el sector agrícola. Pero la crisis
financiera regional de 1997 a 1998 pareció frenar el irresistible ascenso de un
sistema económico basado en salarios e impuestos bajos, extrema laboriosidad,
inversiones extranjeras y libre comercio, entre otras cosas.
TIGRES DE PAPEL
El 2 de julio de 1997, el gobierno de Tailandia, una vez agotadas las reservas del
Banco Nacional que habían servido para mantener fija la paridad de su divisa con el
dólar, dejó que las fuerzas del mercado determinarán el valor del baht, su moneda
nacional. Ello produjo el estallido de una crisis financiera que golpeó duramente a
los cuatro Tigres Asiáticos (Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán) y a otros
países emergentes de la región, como Filipinas, Indonesia y Malasia.. El tipo de
cambio de sus monedas sufrió una tremenda presión especulativa que tuvo como
efecto una devaluación superior al 10% en el caso de estos tres últimos países y
Tailandia. El nuevo marco económico de la región obligó a los bancos centrales de
cada país, obsesionados por la estabilidad monetaria, a tratar de adaptar se a la
libre fluctuación de las divisas frente al dólar y convivir con la volatilidad.
Sin dejar de lado la corrupción y el nepotismo reinantes, la causa fundamental de la
crisis se debió, según la mayoría de los analistas económicos, a la excesiva y
precipitada política de liberalización financiera de los países de la región impuesta
por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Como consecuencia medida, hubo un
enorme flujo de capitales especulativos desde comienzos de los años noventa, que
generó una "economía de burbuja" con sobrevaluaciones de bienes inmobiliarios y
títulos negociados en las bolsas de la región, al mismo tiempo que se multiplicaban
los déficits de cuenta corriente ante las insuficiencias del sector productivo real. La
súbita retirada de capitales dio comienzo cuando los inversores se dieron cuenta de
aquel descubierto, que se había ido acumulando desde 1994, lo que determinó la
crisis generalizada.
En resumidas cuentas, la crisis del sudeste asiático fue más financiera que de
competitividad industrial y tecnológica. El estadounidense Paul Krugman (1953),
Premio Nobel de Economía en 2008, retomando a su manera la dialéctica maoísta
calificó a los Tigres Asiáticos de Tigres de Papel, porque su crecimiento parecía
estar impulsado por un desarrollo extraordinario del trabajo y el capital en lugar de
por la eficiencia.
En 1999, la ASEAN, junto a China, Japón y Corea del Sur, estudió, aunque sin éxito,
la posibilidad de la creación de una unión aduanera, un mercado común y una
moneda única para competir con Estados Unidos y la Unión Europea. En 2002, la
ASEAN y China -país que tenía un fuerte déficit con el sudeste asiático a causa de
las compras de materias primas- lanzaron el proyecto de crear la mayor zona de
libre comercio del mundo, con una población conjunta de 1.800 millones de
personas y un PIB de 2,1 billones de dólares. Desde el punto de vista de la ASEAN,
el refuerzo de los vínculos con el gigante asiático era la única opción posible para
adaptarse a una competencia en la que llevaban las de perder, y para intentar así
atraer inversiones a sus países miembros. Un año antes, ambos habían firmado el
Acuerdo Estratégico para la Paz y la Prosperidad, que contemplaba la cooperación
tanto política como social y de seguridad.