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SANTIDAD Y PUREZA

"Y habló Dios a Moisés diciendo: Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles:
Santos series, porque santo soy yo el Señor vuestro Dios" (Levítico 19-1-2).

Después de haber escrito las leyes que aparecen en el primer tomo del Shulján Arúj "Oraj
Haím", las que se ocupan de la vida cotidiana del hombre de Israel, éstas, que se llevan a
la práctica desde el amanecer hasta el anochecer, cuando se retira ya el hombre a su
descanso, nos ocuparemos en esta segunda parte, de las leyes escritas en el segundo
tomo del Shulján Arúj "Yoré Deá". Son éstas, las leyes de pureza y santidad las que se
practican en el hogar y las que caracterizan, forman y distinguen a un hogar judío.

El hecho de ser judío, no significa solamente, la circuncisión que se practica en el octavo


día de nacimiento, la celebración del "Bar Mitzvá", el matrimonio religioso, debajo de la
"Hupá", o el entierro en un panteón israelita. Este ritmo de vida, lo consideramos como un
reflejo falso y un alejamiento de la auténtica vida judía, recomendada por las santas
escrituras y llevada a la práctica durante generaciones por millares de hogares y de
familias fieles a la tradición de sus antepasados. Es éste, un alejamiento cuyo fin, termina
con una asimilación y una eliminación total de un pueblo creado y forjado por su tradición
milenaria.

Al decir, "Vida Judía", nos referimos a una vida llena de sentido y contenido de santidad.
Esta vida, que palpita en el corazón del recién nacido y que suena en sus oídos, hasta el
último de sus días. Una santidad que comienza a iluminar en las entrañas de la madre
cuando ésta, contrae matrimonio con el futuro padre de sus hijos y que en conjunto la
enseñan y la heredan a sus descendientes. El niño que escucha en su cuna, desde los
primeros días de su vida, a su mamá recitando los versos de la "Shemá", el joven que va
a una escuela y "Talmúd Toráh", para aprender y estudiar los maravillosos capítulos de
las santas escrituras, el que ve a su padre ponerse todos los días los Tefilín, el hijo que se
alimenta con las comidas permitidas y preparadas según el rito. El hijo que ve la santidad
de Shabath en el hogar de sus padres y la hija que ve en su madre prender las velas de
Shabáth y cuida del "Kashruth" en la cocina. Esta hija, que con tanto cariño la prepara su
mamá para ser una madre en Israel y con ternura y abnegación le enseña las leyes de la
higiene de una esposa y una madre. Leyes que unen y ligan una pareja con lazos de
amor verídico y lealtad inquebrantable. Los hijos que viven y experimentan en el hogar de
sus padres una vida llena de contenido, cuando contemplan la mesa del "Seder" de Pesaj,
el ayuno de Kipur y la Suká en la fiesta de Sucot. Los que prenden las velas de Hanuká y
celebran el día de Purím. El hogar en cuya mesa se abstienen y se alejan de las comidas
y alimentos abominados y prohibidos por la santa Toráh; éste sí, es un hogar judío. Esta
sí, se considera vida judía. Este hogar y estos hijos, están protegidos del peligro de la
asimilación. Porque desde el amanecer de su infancia, son acompañados por la santidad
de los preceptos sagrados y preparados para llevar una vida ejemplar llena de dignidad y
distinción. Muchos siglos pasaron, desde aquel día en él, apareció Dios sobre el Monte
Sinaí, para dar sus leyes y mandamientos, al pueblo de Israel. Poderosos reinos e
imperios, pasaron a la historia. Se cambió la faz de la tierra. La civilización del mundo
evolucionó y con los adelantos de la ciencia, trata el hombre de llegar al espacio sideral, a
la luna y a las estrellas. La ciencia de la medicina, avanzó y con sus descubrimientos,
alargó la vida del ser humano y lo inmuniza de muchas enfermedades, que en tiempos
pasados, segaban miles de seres desdichados y los convertía en polvo carcomido. Sin
embargo, todos estos adelantos, sirvieron para comprobar y verificar, la absoluta verdad
que contienen los divinos mandamientos de la santa Toráh. Preguntemos a la medicina y
nos contestará de cuantas enfermedades son inmunizados los niños circuncidados en los
primeros días de su nacimiento. De las temibles enfermedades que son protegidas la
mujeres que cumplen con las leyes de la higiene femenina, escritas en la Toráh. O de
tantas enfermedades peligrosas y contagiosas que se salva el hombre que se abstiene de
alimentarse con carne y mariscos prohibidos. Aún las carnes de los animales permitidos,
son revisadas en forma minuciosa, pasando por una inspección muy rigurosa, bajo
vigilancia de los "Shojatím", los que estudian muchos años para ser autorizados como
tales. La carne que llega a las carnicerías, para consumo del pueblo, para que ésta lleve
el sello "Kasher", es revisada por enfermedades del pulmón del corazón, del hígado, del
aparato digestivo, del seso y de los intestinos. Por una sola enfermedad, en alguno de los
miembros mencionados, la carne queda descalificada y prohibida su venta en las
carnicerías que llevan y poseen el título de "Kasher".

Veamos y comprendamos entonces, que todas estas leyes que recibimos en Sinái, fueron
y son solamente por nuestro propio beneficio y en beneficio de nuestros hijos. Así lo dice
el versiculo en Levítico 18-5:

"Por tanto, mis estatutos y mis derechos guardaréis, los cuales, haciendo el hombre, vivirá
en ellos: Yo soy Dios". El significado de estas últimas palabras: "Yo soy Dios", se refiere a
muchos mandamientos y prohibiciones que "Tú", como hombre, no lograrías comprender
y penetrar en mis secretos como tu Creador. Pasarán muchos siglos, hasta que Tú, como
hombre, lograrías descubrir y comprender mis motivos, por mis prohibiciones. Hasta
entonces, reconoce que "Yo soy Dios", el que sabe y conoce todo lo oculto y por tu bien y
por el bien de tus hijos, te lo he prohibido, o te lo he ordenado de cumplir. Por más
avanzada que está la ciencia en nuestros tiempos, todavía no logra el hombre
comprender y penetrar en los secretos divinos y ni siquiera estamos en el umbral del
entendimiento. Por esto dijeron los componentes del Talmud": No dirá el hombre: "No
deseo comer carne de puerco (un ejemplo) y mi alma la aborrece. Pero dirá: Deseo y bien
que lo deseo, pero ¿qué haré? Si mi Creador, sea su nombre bendito, me lo prohibió".

Durante generaciones, se conservó y sigue conservándose, el hogar judío de todo


alimento proscrito por la Santa Toráh. Aún en tiempos de hambre y escasez, se mantuvo
el hogar judío limpio y puro de todo alimento prohibido. La mesa en el hogar, es
considerada como un altar y este altar, tiene que mantenerse puro y estricto de acuerdo
con las leyes dietéticas de la Toráh. Este es el régimen de vida de un pueblo consagrado
como "Reino de Sacerdotes y nación sagrada".

Entre los maravillosos comentarios del Talmúd, encontramos las palabras de Rabí
Ishmael, en el tomo Babá Metzía, que dice acerca del verso en Levítico 11. 45; "porque yo
soy Dios, que os hago subir de la tierra de Egipto, para ser vuestro Dios, seréis pues,
santos, porque yo soy Santo". Dijo Rabí Ishmael: "En todos los mandamientos de la
Toráh, cuando se habla de la liberación de Egipto, dice el verso: "Yo soy Dios, el que os
sacó de tierra de Egipto". En cambio, en el mandamiento de la pureza y santidad, es esta
la única vez, en toda la Toráh, que el verso se expresa en término de elevación y
ascenso, diciendo: "Que os hago subir". Comentó Rabí Ishmael y dijo: Así dijo Dios: "Si he
sacado a Israel de Egipto, solamente para que cumpla con este mandamiento de
santidad, para que no se contaminen con alimentos prohibidos, me es suficiente y para
ellos será este motivo de elevación". (T"B. Babá Metzíá 61b).

En los "Ocho Capítulos" de Harambá"m (Maimónides), escritos como prefacio de su


explicación sobre el libro de Avoth, encontramos una maravillosa explicación por las
prohibiciones de los alimentos. Así nos dice el Gran Maestro: "Tu sabes, que la corrección
y perfección de los modales, depende del saneamiento del alma y sus poderes... La
fuerza de los alimentos, que sostienen al hombre, es distinta de la fuerza de los alimentos
que mantienen al animal, al burro y al caballo. El hombre, aprovecha de sus alimentos, la
parte que ayuda al crecimiento y al mantenimiento del alma humana. El animal,
aprovecha de sus alimentos la parte que sostiene sus fuerzas físicas. Cierto es, que
ambos, el hombre y el animal, se mantienen, pero son muy distintos los sentimientos y los
efectos que surten estos alimentos, sobre el hombre, que aquellos que obtiene el animal.
Muy posible que alguien tratare de comparar o igualar las dos acciones, pero la realidad,
es muy distinta. Esto se compara con un ejemplo de tres lugares. El primer lugar, está
iluminado por los rayos del sol. El segundo, por la luna y el tercero, por una lámpara.
Efectivamente, los tres lugares están iluminados, pero la razón por la presencia de la luz
es muy diferente en cada uno de los tres. Así mismo, el hombre y el animal, comen el
mísmo trigo cebada y verduras, ambos se alimentan, pero son muy distintos los
resultados y efectos que obtiene el animal de aquellos que siente y experimenta el
hombre.

Comprendamos entonces, que los modales y su modo de ser del hombre, depende
mucho de sus alimentos. En la vida, hay dos extremos, el de ser bueno o malo, generoso
o avaro, piadoso o vengativo, calmado o rabioso. Por los efectos que pueden tener los
alimentos sobre la mente humana, su modo de pensar y actuar, nos prohibió la Toráh,
algunos alimentos y nos ordenó de abstenemos de otros, para alejamos del extremo malo
un alejamiento absoluto y acercamos al buen extremo y sus provechos, hasta formar
nuestros modales, costumbres y actos y fortalecer nuestro corazón en caminos de
bondad. A través de este lente analizamos la mayoría de los mandamientos y los
encontramos que vienen para enseñarnos los buenos caminos y educan nuestras almas,
de hacer el bien y alejarnos del mal. Así nos ordenó de amar a nuestro prójimo y de
alejarnos de la venganza. De socorrer y hacer caridad con el pobre y necesitado y de
alejarnos de la brutalidad y el vertimiento de sangre. Así nos enseñaron nuestros rabinos
en las sagradas escrituras y dijeron: "Todo el que calcula sus pasos, se refieren al hombre
que calcula sus pasos y mide sus actividades cuando come y bebe, de abstenerse de lo
prohibido y de aplacar sus deseos, de cuidarse de sus relaciones con sus amistades y en
sus negocios, éste, logrará y verá la salvación de Dios"

Una explicación similar, encontramos en las palabras de Rambá"n (Najmani), en su


comentario del libro Éxodo 22-30, diciendo: " Al ordenarnos las leyes de los alimentos y
animales prohibidos, nos dijo la Toráh: "Y habéis de serme hombres santos". El hombre
debe mantenerse de los alimentos que le dan vida, pero las prohibiciones vienen para
conservar el alma pura y alejarla de las comidas que le causarían deterioraciones e
influencias malignas. Por esto dijo: "Habéis de serme hombres santos", porque la voluntad
de Dios es de mantener y conservarnos santos, para ser aptos de acercarnos a Su
Santidad. No abominaréis vuestras almas con carnes prohibidas, para que seáis puros y
santos, porque santo soy Yo vuestro Dios. Entendamos, que los reptiles y animales
proscritos, enconan el alma, perturban la mente y la alejan de su origen sagrado".

Bajo la luz de estas sabias palabras, se contesta una pregunta que muy a menudo
escuchamos en las sinagogas y en los encuentros sociales.

¿Por qué los hijos de la "nueva generación" en América, se encuentran tan alejados de la
tradición y se portan de una manera tan extraña e indiferente, cuando se les habla o se
les trata de enseñar las santas escrituras? Nos encontramos con muchachos aptos e
inteligentes, para toda clase de estudios, pero cuando se trata de enseñarles alguna ley
de la Toráh, o alguna oración, nos encontramos con tremendas dificultades y con mentes
atolondradas. ¿Por qué vemos que un brillante estudiante, en matemáticas y gramática,
se encuentra con tremendas dificultades, al acercarse a la Toráh, para pronunciar las
bendiciones y cuando las pronuncia, parece estar temblando y tartamudeando?

Leyendo con cuidado las palabras de Rambá"n, encontramos la justa y correcta respuesta
para ésta triste pregunta. Porque el alma de estos muchachos, se encuentra enconada y
apagada de la sagrada luz de su origen. Porque lamentablemente, sus padres la
embutieron con alimentos prohibidos y con esto la despojaron y la alejaron de toda pureza
y santidad. Así comentó Rabí Ishmael, al verso que dice: "Ni os contaminaréis con ellos,
ni seréis inmundos por ellos". "El pecado causa un atolondramiento en el corazón del que
lo comete. El que contamina su alma sobre la tierra, a éste, lo declaran contaminado en
los cielos. El que encona su alma en este mundo, será enconado en el mundo de la
verdad, en Olam Habá (T".B Yomá 39-b).

Veamos lo que escribe Rabí Aharón Halevy, en Sefer Hajinuj, acerca de la prohibición de
carnes "Taref" y animales prohibidos.

"El cuerpo del hombre, fue creado para depositar en él un alma divina y celestial. Es esta,
una combinación de poderes divinos, con la materia terrenal. El cuerpo fue designado
para recibir el alma y facilitarle el cumplimiento de sus deberes sobre la tierra. Sin la
ayuda del cuerpo, jamás lograría el alma cumplir su destino. Pero al depositar el alma en
el cuerpo, fue esto solamente por su beneficio y no por su deterioración. Siendo así, que
el alma con sus acciones, dependen del bienestar del cuerpo, nos aleja la santa toráh, de
todo alimento que causaría un perjuicio al cuerpo y al funcionamiento de sus órganos.
Nos alejó Dios y nos prohibió ciertos alimentos y animales para conservar sanos los
cuerpos y mantener puras las almas. Por si en algún caso, nos encontramos frente a una
prohibición que no la comprendemos, ni los sabios de la medicina la descifran, esto no
causaría ninguna extrañez, porque el "Gran Medico" del universo, nos lo advirtió y su
sabiduría y conocimientos, superan a toda ciencia e investigación humana. En algunos
casos, ocultó la Toráh los motivos de sus prohibiciones y los mantuvo en secreto, para el
conocimiento exclusivo de sus fieles sabios, para evitar de que cualquier descabellado
venga a "explicar" de acuerdo con sus falsas teorías, que tal mandamiento o la
prohibición, fue dada solamente para los hombres de su época. O que vivimos en
"tiempos modernos" y nuestra civilización está "adelantada" y protegida por la ciencia de
alguna u otra enfermedad. Por esto, quedaron algunos mandamientos en la Toráh
ocultos, para fortalecer nuestra fe y mantenerla inquebrantable en nuestro Creador.
Conocido es el hecho por la medicina, de que toda carne prohibida por la Toráh,
constituye un peligro para la salud del que la come y por más pequeño que sea el riesgo,
a la larga, se puede convertir en males y dolencias incurables, que destruyen el cuerpo y
perjudican el alma". (Sefer Hajinúj).

Una explicación parecida, encontramos en los comentarios de Rabí Isaac Abrabanel


sobre la Toráh, pero, para no cansar al lector, me paso a las maravillosas palabras
escritas en "Shnei Lujóth Haberith", por Rabí Yeshayá Horovítz. Dice él, en su comentario
sobre este mandamiento:

"Dios, sea su nombre bendito, creó la naturaleza y la dividió en cuatro reinos, los que
superan el uno al otro y que dependen en su crecimiento y desarrollo, el uno del otro. Son
ellos el reino mineral, que constituye y abarca todo lo inmóvil sobre la tierra. El reino
vegetal, que abarca toda la vegetación que crece. El reino animal y el cuarto reino, es la
humanidad. Estos cuatro reinos, dependen el uno del otro. La vegetación depende de la
tierra y sin ella no crecería ni se desarrollaría ni una sola hoja. El animal, depende de la
vegetación y de ella recibe su fuerza y energía para su crecimiento. Pero el hombre,
depende de todos ellos y aprovechando sus substancias, eleva la creación desde un
punto muerto y sin vida, a sus actividades y obras de bien y santidad. Todos ellos, fueron
creados en beneficio del hombre, para que este los consagre con sus obras y los eleve al
punto culminante del propósito de su creación: La proclamación y coronación del nombre
de Dios sobre sus creados. A esto se refiere el salmo que dice: "Toda alma alabe a Dios
¡Aleluyá!”. Esto lo consigue el hombre, de llevar su alma a la cima de su santidad, cuando
aprovecha de la naturaleza en lo que la ley santa le permitió. Pero al apartarse de estos
mandamientos de vida y al desviarse tras sus malos instintos y deseos desenfrenados,
cuando alimenta su cuerpo con reptiles, animales y mariscos prohibidos, desciende su
alma de su alto rango, al nivel del animal y las substancias venenosas de estos reptiles y
animales, lo convierten al hombre en un animal feroz y despiadado, sanguinario y cruel.
Despoja su alma de la luz divina y la arroja en el valle de la muerte y perdición. El cuerpo
es el estuche del alma y en conjunto, con la cooperación del cuerpo, asciende el alma en
los conocimientos divinos y cumple su propósito de haberse mandado del mundo de los
inmortales y depositada en un cuerpo temporáneo. Al cumplir con sus deberes, cuando
llegue el día de la separación, regresará el alma y encontrará su descanso en el mundo
de la verdad, para ser premiada y recompensada. Bajo las alas de Dios se recogerá y con
sus santos se unirá. El cuerpo, descansará y regresará el polvo a la tierra, tal como fue en
su principio. A esto se refiere el libro de Eclesiastés cuando dice: "¿Quién sabe que el
espíritu del hombre suba arriba y que el espíritu del animal descienda debajo de la tierra?"
Quiere decir, que el espíritu del animal, puede ascender arriba por las buenas acciones
del hombre, que aprovechó de su carne, para cumplir con los mandatos del Creador. O al
revés, que el alma del pecador descienda a la tierra por sus malas obras, las que con
ellas arrastró también y degradó la creación y la naturaleza. Al decir ¿Quién sabe? Se
refiere y significa, dichoso el que sabe, dichoso el que cumple y santifica su alma en este
mundo, para ser santificado en el mundo de la verdad. (Shne Lujóth Haberíth).

"Tal como en el caso del santuario de Dios, el recinto de la máxima santidad, el que fue
destinado para consagrar tu vida y santificar tu existencia, al entrar en él una "Tumá"
(cosa inmunda), viola su santidad y te degrada, llevándote a un nivel inferior al del ser
humano, así es con tu propio santuario. Tu cuerpo, tu alma y tu espíritu, en conjunto
forman tu propio santuario. Al permitir entrar en tu cuerpo los alimentos de tumá
(inmundos), al unirse el cuerpo en sus interiores con carnes prohibidas, aún cuando estas
alimentarían y engordarían tus carnes, despertarían en tu cuerpo con vigor, una tendencia
de animales o degradarían la salud de tu cuerpo, al grado que no serviría para el
propósito sagrado de servir a tu alma. En vez de elevarse para absorber la santidad divina
y sentirse superior en la creación y un ser elevado sobre los animales, se degeneraría el
alma y se encontraría al nivel de los animales, o hasta inferior a ellos. Por esto, nos llama
la Toráh y nos ordena, la santidad de la vida, la que se obtiene con la conservación del
cuerpo, previniendo la entrada de dichos alimentos para mantenerlo como un santuario
puro y sagrado, en beneficio del alma que contiene, la que es parte de la divinidad. No
permitir la entrada y la asimilación de dichos alimentos en nuestros cuerpos, significaría
restringir las fuerzas brutales del animal que se encuentran ocultas en el cuerpo humano,
para que no se apoderen de nuestros espíritus y los degeneren. Las palabras divinas nos
indican alejarnos de toda clase de abominación y de comidas prohibidas, porque
contienen fuerzas malignas y opuestas a las fuerzas de pureza y santidad. Son ellas
opuestas y adversas, malignas y dañinas, para el propósito de la santidad y como hombre
de Israel, tienes que alejarte de ellas y abominarlas, porque como enemigos se
enfrentarán en tu camino y en tu destino sagrado.

Dios te creó a ti y a todo lo que te rodea. El es el dueño de todo lo creado y El nos


permitió beneficiamos de sus creados. Si tus alimentos serán seleccionados y puros,
estos constituirán una preparación para reunir fuerzas y disponerlas para el servicio de
Dios. Tu cuerpo es Suyo y tu alma es Suya y fuiste creado para honrarlo y santificarlo. Por
esto, te ordenó acerca de algunos alimentos y te prohibió algunos de ellos. Aún, si en tu
imaginación creerías que te harán provecho, este provecho sería en contra de Su
voluntad. Siendo así ¿Cómo se atrevería el hombre a desobedecer y sobrepasar sus
órdenes y palabras? ¿No sería esto un acto de rebeldía en contra de Su Señorío, como
dueño de sus creados? O que el hombre se burla de sí mismo demostrando que es un
animal descontrolado, como tantos que existen y que por sus impulsos y deseos esclaviza
su alma y la sacrifica sobre el altar de sus deseos.

Pero si preguntarías: ¿Qué fin tienen estas prohibiciones, y que propósito tiene Dios en
estas leyes?

La respuesta sería: Esta es la palabra de Dios y su mandato y por ser esta su voluntad,
estás tú como su creado sujeto a cumplir con sus mandatos y a servirle en todo lo que El
ordene. Verdad es, que los alimentos prohibidos, afectan y causan una deterioración en la
salud del cuerpo y le provocan enfermedades, peor el motivo verdadero, por el cual debes
de abstenerte de ellos, es por las enfermedades del alma y la violación de su santidad.
Por más que conozcas las leyes de la naturaleza y la higiene de los cuerpos, todavía
estás muy lejos de comprender las enfermedades y dolencias del alma y del espíritu y las
causas que la provocan. Hay tendencias en el hombre, que lo llevan hacia la pureza y
hacia la gloria divina, como hay tendencias que cavan su fosa en el sepulcro de sus
deseos y lo convierten en una fiera feroz y sediente de sangre y guerra. Hay tendencias y
enseñanzas, que educan al hombre y forman en él, un espíritu pacífico y civilizado.
¿Acaso, no es ésta una razón lógica y convencible, el hecho de que el Dios que entregó
en tus manos el dominio de la naturaleza, si ésta es su voluntad, de prohibirte o de
ordenarte, no es esta tu obligación de obedecerle? Aún, en mandamientos que crees
comprender sus motivos, no los cumplirás porque los comprendes y porque según tu
pobre mente los encuentras justificados. Los tienes que cumplir porque ésta es la
voluntad divina de tu Creador, en cuyos conocimientos y pensamientos no penetraría
jamás un ser mortal.

¿Cómo puedes imaginar y en tu mente pensar, que puedes encontrar y comprender el


motivo y la base correcta de estas leyes? ¿Acaso conoces o sabes, las leyes de la
naturaleza que te rodea?

¿Acaso conoces y sabes en realidad las leyes de tu propia naturaleza. El secreto de tu


manutención, la relación de los alimentos con las condiciónes de tu cuerpo y su efecto
provechoso o dañino, con las de tu alma y espíritu?

Solamente, cuando llegarás a conocer y saber todo esto con certeza, cuando llegarás al
conocimiento legítimo y claro, sin dudas y suposiciones, solamente cuando se abrirán tus
ojos, para ver y contemplarte a ti mismo, en el círculo de la creación, con una visión clara
y cristalizada, corno es la mirada del Creador, si lograrás llegar a este grado, solamente
entonces, podrás extrañarte y preguntar: ¿Por qué no entiendo y no encuentro el legítimo
motivo de estas leyes?

Mientras no hayas llegado a este grado, el de la absoluta verdad, la que se encuentra


más allá de los conocimientos y alance del ser humano, tu corazón estará siempre ligado
y guiado por las órdenes de tu Creador. "Tras de tu Dios que te sacó de tierra de Egipto
andarás y sus leyes y mandamientos cumplirás". Para que santifiques tu existencia y seas
consagrado para El. Porque tu Dios es santo y El te llama para que seas santo y puro".
(Rabí S. R. Hirsch, 1888 en "Horev").

"Y habló Dios a Moisés diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles. Ningún sebo de buey, ni
de cordero, ni de cabra comeréis.... Porque cualquiera que comiere sebo de animal.... La
persona que lo comiere, será cortada de sus pueblos.

Además, ninguna sangre comeréis en todas vuestras habitaciones, así de aves como de
bestias, cualquier persona que comiere alguna sangre, aquella persona será cortada de
sus pueblos" (Levítico 7. 23-26).

"Y habló Dios a Moisés y a Aharón diciéndoles: Hablad a los hijos de Israel, diciendo;
éstos son los animales que comeréis de todos los animales que están sobre la tierra. De
entre los animales, todo el de pezuña y que tiene las pezuñas divididas y que rumia, este
comeréis. Estos empero, no comeréis de los que rumian y de los que tienen pezuña: El
camello, porque rumia más no tiene pezuña dividida, habéis de tenerlo inmundo. También
el conejo, porque nimia, más no tiene pezuña, tendréis la por inmunda.

También el puerco, porque tiene pezuñas y es de pezuña dividida, más no rumia, tendréis
lo por inmundo. De la carne de ellos no comeréis, ni tocaréis su cuerpo muerto, tendréis
los por inmundos.

Esto comeréis de todas las cosas que están en las aguas: Todas las cosas que tienen
aletas y escamas en las aguas del mar y en los ríos, aquellas comeréis. Más todas las
cosas que no tienen aletas ni escamas, en el mar y en los ríos, así de todo reptil de agua,
corno de toda cosa viviente que esté en las aguas, la tendréis en abominación. Os serán
pues en abominación de su carne no comeréis y abominaréis sus cuerpos muertos, todo
lo que no tuviere aletas y escamas en las aguas, tendréis en abominación...

Y si algún animal que tuviereis para comer, se muriere, El que comiere de su cuerpo
muerto, lavará sus vestidos y será inmundo hasta la tarde; Así mismo, el que sacare su
cuerpo muerto, lavará sus vestidos y será inmundo hasta la tarde.

Y todo reptil que va arrastrando sobre la tierra, es abominación, no se comerá. Todo lo


que anda sobre el pecho y todo lo que anda sobre cuatro o más pies, de todo reptil que
anda arrastrándose sobre la tierra, no lo comeréis, porque es abominación. No
abominaréis vuestras almas con ningún reptil que anda arrastrándose ni os contaminareis
con ellos, ni seáis inmundos por ellos.

Porque yo soy vuestro Dios, vosotros por tanto os santificaréis y seréis santos, porque yo
soy santo y no contaminéis vuestras almas con ningún reptil que anduviere arrastrándose
sobre la tierra.

Porque yo soy Dios, que os hago subir de la tierra de Egipto, para ser vuestro Dios. Seréis
santos porque yo soy santo. (Levítico Cap. 11).

Después de la introducción a las leyes de pureza y santidad, veamos las leyes escritas en
el segundo tomo del Shulján Arúj "Yoré Deá". Este tomo, comienza con las leyes de
"Shejitá y Terefóth". Son estas leyes, que tratan de la matanza ritual de toda clase de
animal permitido y las enfermedades que se encuentran en su organismo las que al
encontrarlas en el cuerpo del animal, éste queda descalificado y declarado "Taréf". Un
animal, que el Shojet lo declara Taref, su carne ya no se permite entrar en las carnicerías
que poseen el título "Kasher" y los hogares que mantienen su mesa y cocina
estrictamente de acuerdo con las leyes dietéticas de la Toráh, se abstienen de
consumirla. Son estos, sesenta capítulos de mucho estudio, que en el presente libro, por
ser un libro de orientación y no de altos estudios rabínicos, nos permitimos de
sobrepasarlos, para comenzar con las leyes de la preparación de la carne en el hogar,
una vez que llega de la carnicería poseyendo el sello "kasher". Antes de traer estas leyes,
debo advertirle al lector, que toda duda que surgiera alrededor de estas leyes, éstas,
tendrán que consultarse con un rabí calificado y experto en la materia. De ninguna
manera, se permitirá al lector deducir y sacar conclusiones del presente libro; cuando se
le presente una duda, que no se encuentra bien aclarada y especificada en las leyes que
presentamos. En estos casos, el único que tiene la última palabra es el rabí y con él hay
que consultar.

La carne que llega a la casa, sea carne de res, carnero, de cabra o de aves, tiene que
lavarse con agua, para quitarle la primera capa de sangre, que quedó congelada y
coagulada en la superficie. Si la carne llega en grandes trozos, al cortarla en pequeñas
porciones, se repite el enjuague.

Se deposita la carne durante media hora en un recipiente lleno de agua, para que quede
blanda y preparada para recibir la sal. En el caso de carne congelada, hay que esperar y
darle suficiente tiempo para que se descongele antes del enjuague.

Después del enjuague, se deja la carne en un lugar seco, para que escurra el agua. Una
vez que escurrió toda el agua, se deposita la carne en un colador, en una canasta o sobre
madera plana e inclinada y se le rocía abundante sal, por todos los lados, sin que quede
una sola parte sin sal. En el caso de carne de ave, hay que aplicarle sal en la parte
interior.

La sal que se utiliza, debe ser gruesa, para que quede bien aplicada. Sal en grandes
trozos no sirve, tampoco sirve la sal que llega molida y refinada como harina.

El tiempo adecuado para que la sal pueda extraer toda la sangre de la carne, es de una
hora. Solamente en casos excepcionales, cuando el ama de casa se encuentra en apuros
por falta de tiempo, se le permite dejar la carne en la sal, durante media hora. Para esto,
hay que rociar abundantemente sal, más de lo acostumbrado. Cabe advertir de que todo
el tiempo que la carne está con sal y la sangre escurriendo, el colador, la canasta o la
madera que contiene la carne, estará en posición inclinada, para que la sangre escurra,
sin que se acumule en alguna parte del recipiente debajo de la carne.

La olla que se utiliza para enjuagar y el recipiente que contiene la carne, durante el
proceso del ensalamiento, quedarán en la cocina exclusivamente para este servicio.
Nunca se permite usarla para otra clase de servicio.

Después de una hora, se sacude la sal y se enjuaga la carne bajo la presión del agua.
Luego, se le aplican tres enjuagadas, cambiando el agua de una a la otra. Este servicio
tiene que ser exclusivo a cargo de la dueña de casa o de su esposo o hijas. Solamente
después de la "melijá" (el proceso de ensalamiento) se permite cocinar la carne.

Este servicio es para toda clase de carne que se cocina o se fríe, molida o en trozos con
la excepción de la que se utiliza para asar sobre el fuego, en este caso solamente, se le
aplica la primera enjuagada y al depositarla sobre el fuego, se le aplica sal al gusto.

El hígado, contiene mucha sangre y es por esto, que no se permite encalarlo para cocinar,
solamente se enjuaga y su único modo de cocinar es asado sobre el fuego, agregándole
la sal, mientras se está asando. Hay quien permite de picarlo para cocinar, pero esto
solamente después de haberlo asado sobre el fuego.

Toda clase de mariscos permitidos, (los que por naturaleza tienen aletas y escamas) son
excluidos de ensalar. Simplemente con limpiarlos, sus carnes se permiten para cualquier
forma de guisado.

En el caso de que un trozo de carne se cocinó si haberlo ensalado, se requiere sesenta


veces de alimento en la olla, para anularlo y para que la comida de la olla sea permitida.
Si bien se encuentra en la olla sesenta veces de cantidad en contra del trozo de carne,
quedará el alimento permitido, pero el mismo trozo de carne, quedará prohibido. Esta ley
de anulación es bastante complicada y requiere muchos estudios. En un caso semejante,
lo mejor es acudir a un rabí, experto en la materia, para consultarle y para salir de
dudas…

El proceso de ensalamiento, es válido y efectivo solamente, durante las primeras 72


horas, a partir del momento en que el animal fue degollado. Pero la carne que permanece
más de este tiempo limitado, ya no sirve para salar y cocinar, pero si sirve solamente para
asar sobre el fuego. Es por ello, que toda ama de casa se cuida de ensalar la carne tan
pronto como la recibe de la carnicería. Después de ensalar y lavar la carne, como está
explicado más arriba, se permite guardarla en el congelador, sin ningún límite y es
permitida cocinar en la forma deseada. En caso de emergencia, cuando la carne no fue
ensalada a tiempo, si todavía está dentro de las primeras 72 horas, si se le aplica una
enjuagada, en este caso , se comienza a contar de nuevo las 72 horas. Pero de
preferencia, se debe de cuidar de ensalar la carne durante los primero tres días desde
que el animal fue sacrificado.

Se permite salar muchos trozos de carne en conjunto. Aunque mientras pasa la hora, se
acumula algo de sangre entre un trozo y otro. Pero hay quien se cuida de ensalar por
separado la carne de res, de la de ave, porque esta última, tiene poca sangre que soltar,
comparando con la carne de res. Lo mismo al salar huesos sueltos, se salan separado de
la carne, o se depositan por encima.

En el caso de una cabeza, hay que partirla en dos, para poder ensalar la parte interior.

El corazón, por ser órgano que abundaba sangre durante la vida del animal, para salarlo,
hay que cortarlo primero con un cuchillo, para descubrir su parte del interior. Pero hay
quien acostumbra comerlo solamente en forma de asado, tal como hemos explicado en el
caso del hígado.

Cuando se desea asar un animal completo sobre el fuego, hay que cortar las venas que
conectan la cabeza con el pescuezo para facilitar el drenaje de la sangre de las partes
interiores.

El bazo, es considerado como carne, aunque en su color se parece al hígado, pero antes
de ensalarlo se le extraen los dos nervios principales.

Los intestinos, por más blancos que aparezcan, requieren el ensalamiento antes de
cocinarlo. Pero hay quien acostumbra ensalarlos por separado de la carne.

El seso está cubierto con una capa venosa, para poder ensalarlo, hay que retirar primero
esta capa y luego se le aplica la sal.

Al cocinar o asar un pollo o gallina rellena con carnes y manjares, hay que ensalar
primero el pollo y la carne antes de depositarla dentro del pollo.

Si después de ensalar y enjuagar, al cortar la carne en pequeños trozos, se nota un


líquido rosado, parecido a sangre, que brota de los tejidos donde se pasó el chuchillo,
este líquido no tiene importancia y no hay necesidad de eliminarlo. Lo mismo es con la
carne asada sobre el fuego, si después de asarla, al cortarla con el cuchillo, aparece este
líquido, no tiene importancia y se permite comerlo.

Al decir "asado", nos referimos al modo de cocinar la carne cruda, sobre carbón o flama,
que toca directamente la carne y extrae la sangre. Pero no nos referimos a las planchas
eléctricas que sobre ellas, se deposita la carne. Esto no es asado y según la ley, la
persona que desea asar carne sobre plancha eléctrica, tiene que ensalar primero la carne.
De otra manera, la sangre que sale de la carne, se está cocinando con ella sobre la
plancha y resulta prohibido comer dicha carne.

En cambio, un "broiler", si sirve para asar, puesto que la carne o el pollo están sujetos a la
parrilla y la sangre extraída por el calor del fuego, gotea abajo, separándose de la carne.

Al limpiar pollos en la casa, se cuidará la dueña, de no verter sobre ellos agua caliente,
para facilitar el desplumaje. Al hacerlo, se coagula la sangre por dentro y al salarlos, la sal
no lograría extraerles la sangre. Lo mismo hay que tener mucho cuidado con las patas de
los animales que se limpian en casa. Hay que ensalarlas primero y cortar las puntas de
las pezuñas, antes de aplicar la sal. Después del enjuague, se permite colocarlas en agua
caliente, para limpiarlas del pelo.

Al partir un huevo, si se encuentra en él, una gota de sangre, si la sangre se encuentra en


la clara, se permite retirarla y el huevo sirve para su propósito. Pero si la gota de sangre,
se encuentra sobre la yema o encima del nudo que conecta la clara con la yema, este
huevo queda prohibido. Pero si la sangre pasa de una gota y se encuentra abundante o
en forma de coágulos, ya no se puede distinguir y diferenciar y el huevo quedará
prohibido. Es por ello, que se cuidan las dueñas de casa, que al partir muchos huevos en
una olla, lo hacen por separado, uno por uno, en una taza y a al encontrarlos limpios, se
mezclan todos en una olla. Porque si al partirlos todos en conjunto, si alguno de ellos se
encontraría con sangre, éste, al mezclarse con los demás, todos quedarán prohibidos.

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