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El Malestar en La Voz Lecturas
El Malestar en La Voz Lecturas
Confrontación técnica:
Juana María Zúñiga
Asesoramiento Estilístico:
Marcela Castro y Alejandra Ayuso
Diseño y Composición:
Sergio Alejandro Castro
INDICE
AGRADECIMIENTOS
PRESENTACIÓN.
I. MUSICOTERAPIA CLÍNICA: ACERCA DE SUS ESCENAS
DE ESO, ESTO Y AQUELLO A LA ESCENA
LA ESCUCHA
LA TÉCNICA
LA CREATIVIDAD
II. LA ESPECIFICIDAD CLÍNICA
LOS TIEMPOS
ENTRE LÍNEAS
LA PARALIZANTE CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL
III. ¿UNA TÉCNICA IMPOSIBLE?
SOBRE LA TRANSFERENCIA
CONSIGNA E INTERPRETACIÓN
IV. LA TEORÍA DE LA TÉCNICA: ALTERNATIVA Y DESLIZAMIENTO
DE LA MONODIA A LA POLIFONIA. DEL SIGNO AL SENTIDO
FUERTE – DÉBIL: UNA FUNCIÓN SIGNIFICANTE
EL DESLIZAMIENTO
V. LOS RECURSOS
ENTRE LÍNEAS
LA SECUENCIA SONORA GRABADA
LOS OBJETOS SONOROS
CUESTIONANDO LA RELAJACIÓN EN LA PSICOSIS
EL MALESTAR EN LA VOZ
VI. LO VERTIGINOSO
VII. DE DESPIDOS Y DESPEDIDAS
AGRADECIMIENTOS
“son aquellas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas…”
Joan Manuel Serrat
Agradezco a mis alumnos por haber confiado en mis escritos y propiciar su publicación.
A mis primeras profesoras Elcira Belloc y Clarita Cortázar quienes supieron transmitirme
la responsabilidad y seriedad con que desempeño mi profesión.
A los pacientes por haberme habilitado en mi trabajo y darme la posibilidad de
aprehender la teoría con sus historias.
A la Lic. Juana María Zúñiga, amiga entrañable, por haberme brindado su afecto y su
tiempo al confrontar mi material con sus ideas y experiencias clínicas.
A la Lic. Ana Hilzerman, quien tuvo la responsabilidad de la corrección científica.
A las licenciadas en Letras Marcela Castro y Alejandra Ayuso, que al realizar la
corrección estilística produjeron una gran movilización conceptual y un efecto
clarificador en los escritos.
A mis hijos, Valeria y Alejandro, que supieron acompañarme con paciencia y
comprensión a lo largo de este trabajo.
Y fundamentalmente a mi marido Sergio, que no solo realizó el extenuante trabajo de
transcripción diaria y compaginación final, sino que me brindó el amor, el estímulo y la
fuerza necesaria para que mi primer libro se haga realidad.
Sin todos ellos no hubiese sido posible. Muchas gracias.
Patricia Pellizzari.
PRESENTACION
Por el año 1982 ya crecía en mí el anhelo de escribir un libro. Unos años atrás comenzaba
la concurrencia en el Hospital de Dia del Hospital Neuropsiquiátrico Nacional Dr. Braulio
Moyano. Un lugar que jamás olvidaré, por la fascinación y el terror que me produjo,
porque fue el móvil de una larga búsqueda que aún no acaba y porque allí está la RAÍZ
de este ensayo, la clínica.
La raíz gestó un tronco, la red de tejidos conceptuales y teóricos que me ayudaron a
sostener esta investigación.
El desafío era claro: anudar la vivencia en un discurso, articular la práctica con la teoría,
verificar la técnica.
No estuve sola en todo esto. El primer tramo, que significó la “puesta” del cuerpo, la
escucha atenta, las crónicas sesión a sesión, lo recorrí con mi compañera Ángela
Rodríguez Lamas, musicoterapeuta infatigable, con quien tuve la suerte de trabajar
durante siete años como coterapeutas y coordinadoras de grupos de trabajo e
investigación y compartir el post-grado en psicomotricidad. El segundo tramo fue la
búsqueda solitaria de conceptos teóricos. El estudio de psicodrama psicoanalítico y en
especial de la Teoría Psicoanalítica ocupó un lugar central, y fue motivo de grupos de
estudio e inversión de mucho tiempo. Por fin, este último tramo de discusión
interdisciplinaria me situó definitivamente como musicoterapeuta y psicoanalista.
Descubrí lo enriquecedor del diálogo con mis colegas de trabajo, médicos, psicólogos,
terapistas ocupacionales, recreacionistas, titiriteras, expresionistas corporales,
psicodramatistas. Con cada uno de ellos rescaté espacios comunes y espacios de
diferencia. Sólo vencer el temor a la exposición personal y conceptual produjo en mí la
búsqueda de asir un estilo y ahora de dejar huella de ello. Hubo muchas personas que a
lo largo de estos doce años sostuvieron su confianza en mi postura profesional, pero no
puedo dejar de mencionar a la Lic. Juana Zúñiga. Este libro tiene mucho que ver con ella,
con las charlas que mantuvimos hasta altas horas de la madrugada, con sus aportes
clínicos, con la visión crítica y profundamente ética que caracteriza tanto a su práctica
profesional como a su persona. Los capítulos “Sobre Transferencia”, “Los tiempos”, “De
la Monodia a la Polifonía” y “Los objetos sonoros” fueron realizados en coautoría con
ella. Por otro lado, durante el año 1992 coordinamos un Seminario sobre musicoterapia
Clínica para graduados que fue no sólo un espacio en lo personal enriquecedor, sino
también el que posibilitó que gran parte de este ensayo fuese debatido por
musicoterapeutas.
Por último, quiero aclarar que siento este libro como un compromiso histórico con mis
alumnos y conmigo misma y que tiene como objetivo principal promover la discusión
franca y ética de ciertas temáticas que me surgieron a partir de la experiencia clínica. Mi
deseo es, sencillamente, que nos sirva para seguir creciendo.
Patricia Pellizzari.
TEXTO N° 1 DE LECTURA - ENCUENTRO 7/11
MUSICOTERAPIA CLÍNICA:
Acerca de sus escenas
Es de una antigüedad
vivida entre canciones y silencios,
cansado de preguntas,
surcado de ansiedades y de miedos.
Es una variedad.
Una especie extinguida en los museos.
Algunos estudiosos
afirman que está lleno de secretos:
que hay signos indelebles
de lágrimas, de músicas, de vientos.
Se remata, señores,
un corazón hallado en el desierto.
Ignacio Anzoátegui
Poemas sin Guitarra
“Y al pasar por la mano del niño, o por su boca, o por su mirada, o más adelante por su
palabra, el objeto cambia, sufre una metamorfosis: pasa de Real a Significante”
Ricardo Rodulfo.
- ¿Qué es “eso”? - dice Marcelo, mirando con indignación un rollo de papel higiénico en
el suelo. – Eso hay que llevarlo al baño, no es algo de acá. Esto no es de musicoterapia.
- Podemos…, le digo.
- No, - interrumpe – lo voy a llevar a su lugar.
Lo agarra del suelo y sale. Cuando vuelve de aquel lugar (el baño) observa cómo yo saco
del armario otro rollo y empiezo con gesto desafiante a desenrrollar el papel.
- ¡Te dije que no! - repite.
- Quizá podamos hacer algo... – sugiero.
- Tirarlo por la ventana -e inmediatamente (en el consultorio había una ventana que
daba a un jardín) abre la ventana y lo tira. Yo, en espejo, realizo el mismo gesto con las
manos vacías. Me mira sorprendido:
LA ESCUCHA
Las escenas del paciente son una estructura de significaciones subjetivas producto de
sus vivencias.
En el dispositivo musicoterapéutico existe un aparente código común: la lengua, los
signos musicales, las convenciones del discurso. Sin embargo, puede anticiparse que la
significación que se pone en juego en la “posición comprensiva” encierra al
musicoterapeuta en la enajenación especular.
Por ejemplo: cuando un paciente dice: “mi madre no me comprende, usted sí” y el
musicoterapeuta escucha “mi madre no me comprende, usted sí” sencillamente deja al
paciente anquilosado en la concretes de sus palabras. En esta operación se evita
devolverle aquello que, en verdad, se cuestiona: el deseo de ser deseado.
Crear sentidos es develar misterios, descubrir en la repetición lo inédito, que nada tiene
que ver con la comprensión. Bien podría el musicoterapeuta asentir “sí, las madres no
son comprensivas” e instituir una mentira.
Se escucha de diferentes maneras según el momento del tratamiento “te creo, es una
verdad a medias que no termina de convencerte…podría aliviarte momentáneamente,
pero en esencia te aísla”.
Tanto el paciente neurótico capaz, lúcido, como aquel encarcelado en su alienación,
buscan un referente en el otro que les ofrezca un sentido a sus actos, palabras o
proyectos, sin encerrarlo en sus propios signos.
No cabe duda de que los pacientes al enfrentarse al análisis desean, aunque
ambivalentemente descubrir o develar aquellos causales de sus síntomas; por eso, el
musicoterapeuta atento a una verdad, una verdad que concierne al inconsciente del
paciente, no está allí para “comprender”, sino más bien para ofrecerle desde una
función especial una escucha que le garantice una puesta de significación. La garantía
de que todo tiene una causa y que su sensibilización y apropiación provocará una
apertura a movimientos y cambios.
Por lo tanto, tampoco se juega la Comunicación y el Diálogo desde el modelo clásico de
Emisor – Mensaje – Receptor, ya que allí interesa la claridad del mensaje mientras que
la musicoterapia psicoanalítica indaga acerca de cómo opera el significante, o sea cómo
se desliza la significación más allá del signo compartido.
El modelo psicoanalítico propone un vínculo relativo a las funciones.
Este breve ensayo intenta transmitir aquello que se pone en escena a través de la
técnica, temática que se abordará en otro capítulo extensamente pero que se introduce
aquí a fin de desarrollar progresivamente el concepto.
Definir la técnica remite inexorablemente a la implicancia de la ley.
La técnica puede ser un recurso al servicio del goce o al servicio de la cura.
Al servicio del goce, como el acto por el cual se pone en juego el imperativo del
terapeuta. Es aquel en que la conducción del tratamiento cabalga sobre la necesidad del
terapeuta de reafirmarse en sus consignas, que de este modo funcionan como garantías
y verdades absolutas.
Cuando la técnica está al servicio de la cura, es sólo un vehículo, una instrumentación,
un medio de llegar a otra instancia.
La cuestión es entonces por qué y para qué se necesita de una técnica.
Esta necesidad supone que algo falta, un rodeo. El musicoterapeuta escucha, observa y
percibe algo en la demanda del paciente, pero de igual manera percibe el
desconocimiento. No sabe de lo que el paciente supone que tiene que saber. La
“verdad” se oculta en lo visible. Y la técnica debe servirle al musicoterapeuta para
recuperar lo “verdadero” en el paciente.
“Tarde, temprano o a cada momento la vida nos coloca ante un crucial dilema: afrontar
lo ignorado -amenazante como una selva virgen que sólo admite ser violada- o
ampararnos en lo consabido -ofertante del máximo resguardo-.
“¿Animarse a transitar una selva virgen?” (6) ¿Qué hay allí?
Ante un niño que no responde, ante un delirio, ante una escena temida; allí donde algo
desconocido se presenta, un juicio, un prejuicio, una actuación pueden proyectarse.
¿Riesgoso, ¿no? ¿Quién es el otro? ¿Qué siento yo frente al otro? Ardua labor ésta de
develar fantasmas que parecen innombrables, y justo en el momento preciso en que el
paciente pregunta “Usted, ¿qué piensa?”.
La repetición es entonces, premisa de seguridad, un camino conocido, a la vez que un
sentimiento también conocido de insatisfacción que se anuda con el dicho popular “más
vale malo conocido que bueno por conocer”.
Los riesgos, la falta de certeza. Conducir un tratamiento. La dirección de la cura.
BIBLIOGRAFÍA
Maruco, Norberto, “Enamoramiento y/o amor de transferencia” en Letra Freudiana 3,
Buenos Aires, Círculo Freudiano, 1980.
Dolto, Francoise, La imagen inconsciente del cuerpo. Buenos Aires, Paidós, 1984.
Vasse, Denis, El Ombligo y la voz. Buenos Aires, Amorrortu. 1977.
Freud, Sigmund, “El yo y el ello”; “Recuerdo, repetición y elaboración”; El poeta y los
sueños diurnos”; “Totem y Tabú” y “La dinámica de la transferencia” en: Obras
Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981.
Manoni, Maud, La primera entrevista con el Psicoanalista, Buenos Aires, Gedisa, 1990.
Pichón Riviere, Enrique. El proceso creador, Buenos Aires, Nueva Visión, 1977.
TEXTO N° 2 DE LECTURA – ENCUENTRO 14/ 11
aaa
aaa (este motivo lo reiteran muchísimas veces en tono monocorde)
aaa eee iii ooo uuu
aeiou
aeiou (este también)
uoiea
uoiea
aeiouu
aeiouuu
aeiou
aei ¡oouu!
aei ¿oo uu
aei ¡oh! Uu
A L e ¿y? ¡oh!
uu uy
ALE
ALE ¡OH! ¡U UY!
ALE. ¿Y…?
ALE – ALE
ALE (eco)
A esta altura, las vocales comenzaban a operar como nudos de significación. Resonaban
una a una en cada paciente, como continente de otros posibles cifrados.
Se miraban entonces, desconcertados frente a su propia producción, e intentaban poner
control sobre aquello que había surgido, en actitud de franca resistencia a una
significación ya fantaseada en algunos casos y en otros, frente a la emergencia de la
angustia.
Interrumpiendo, una paciente dice:
Hasta aquí. La descripción del ejemplo clínico se retomará más abajo. El análisis del
discurso sonoro es muy complejo, sobre todo en el terreno de la clínica, porque allí se
está poniendo en “juego” la historia de cada paciente.
¿Qué es lo que hace que una cosa sea diferente a la otra? ¿Qué es lo que hace que
“fuerte” sea diferente que “suave”?
Que algo sea diferente de algo supone en principio que no es igual. Allí se encuentra una
operación: la negación. En el artículo sobre la negación, Freud señala: “…Negar algo en
nuestro juicio equivale, en el fondo, a decir: (Esto es algo que me gustaría reprimir). El
enjuiciamiento es el sustitutivo intelectual de la represión, y su (no), un signo distintivo
de la misma (…) Por medio del símbolo de la negación se libera el pensamiento de las
restricciones de la represión y se enriquece con elementos de los que no puede
prescindir para su función” (8).
Como surge del texto, la represión ocupa un lugar fundante porque tanto a partir de ella
como de las percepciones sensoriales primitivas, pueden acontecer el juicio y la
negación como sustitutos intelectuales.
Es necesario recordar, en este punto, que inicialmente las percepciones sensoriales
están regidas por el principio del placer y en un segundo momento, por el principio de
realidad.
La represión primaria instaura una ley en principio vivida por el sujeto como omnímoda
y proveniente de exterior, “luego” atravesada por el significante. Antes de ser tal, este
NO de la negación, que proviene del juicio y del principio de realidad ya incipiente, es
un real de la privación.
Real quiere decir no simbolizado, es decir, que no entra en el orden significante. En ese
espacio de lo real se constituye un agujero: la nada, plasmada maravillosamente, por
ejemplo, en la película “La Historia sin Fin”, en la que el niño lector comparte con el
personaje central de su cuento la forma de combatir a la nada, que con un perfil oscuro,
oculto y proveniente de lo más profundo de la tierra está destruyendo el Reino de
Fantasía.
Queda claro, pues, que el NO como significante es el enunciado de la frustración y pone
en evidencia que se está tramitando algo de la Ley. Parece posible pensar que esta es
una operatoria de la especularidad. La experiencia clínica permite señalar su valor
fundamental, que consiste en la apertura entre madre e hijo de un espacio de esperanza,
de provenir, atravesado, precisamente, por la Ley.
Un poco más adelante en el texto ya mencionado, Freud apunta: “La función del juicio
ha de tomar, esencialmente, dos decisiones: ha de atribuir o negar a una cosa una
cualidad y ha de conceder o negar a una imagen la existencia en la realidad” (9).
Las nociones de cualidad y de realidad se desarrollan junto con la función del juicio, a
medida que deja de avanzar el proceso primario y da lugar al proceso secundario. La Ley,
en su magnitud simbólica, propicia el acceso a la noción de diferencia.
En el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, Freud refiere que el niño empieza
a esperar frustrándose. Esta frustración habilita la posibilidad de sustituir la alucinación
normal, regida por el principio del placer, por la fantasía. Si esta fantasía no es
persecutoria promueve el potencial creativo: para que haya creación tiene que haber
fantasía.
Para crear es necesario poder sustituir, porque de sustitución en sustitución se recrea el
deseo.
¿Por qué algo no es igual a otro algo? ¿Porqué “fuerte” no es igual a “suave”?
En principio se puede decir que “fuerte” reúne ciertos rasgos que “débil” no.
Sin embargo, tampoco esos rasgos son fijos y, además, sólo se definen en relación
recíproca. Es decir, se es fuerte en relación a un débil.
Veamos el caso citado: una paciente decía: -El suave era hasta la O; después, la U era
fuerte.
El tope de la O instaura el carácter fuerte de la U.
Veamos este otro caso: “-Para mí no había…” ¿Qué pasa ahí? ¿No hay reconocimiento
de los rasgos o no hay una función significante?
Un sujeto reconoce un rasgo cuando se fija algo de la repetición, es decir y volviendo
una vez más a Freud, cuando la percepción queda ligada a la satisfacción de la necesidad.
La boca es leche. De no ser así, la boca pierde sentido y ya no se sabe qué es. Por lo
tanto, no hay llamado, hay angustia. Lo que se repite es el rasgo, la cualidad, lo
placentero de la satisfacción.
Un rasgo atraviesa muchísimos avatares hasta quedar inscripto como tal en el
psiquismo. Estos avatares están relacionados con las distintas etapas en que se
constituye la representación del cuerpo, ya que todo rasgo tiene su anclaje básico e
inicial en el propio cuerpo. Lo “fuerte” para el lactante no es lo mismo que para un niño
de dos años, menos aún para un niño de seis. Hacia la resolución de la crisis edípica, los
rasgos se establecen y quedan alojados como huellas de significado, con mayor o menor
fijeza según cada sujeto.
“Esto es cosa de locos…” Entonces, estar locos es estar alienados en el significante, que
es lo mismo que decir que en el lugar del significante hoy un agujero.
No hay Significante del Nombre del Padre que pone un corte al todo igual (“cosa de
locos”), al rasgo unario. Por eso, en la clínica de la psicosis el rasgo no es el nudo de la
cuestión. Si así fuera, los musicoterapeutas sólo podrían optar por la oposición teórica
del conductismo. No se trata de adaptar la expresión del paciente al rasgo, sino de que
el rasgo adquiera sentido en el ser y esto sólo es posible si la mirada está puesta en el
significante y no en la cosa.
El rasgo es una parte del todo, mientras que la función es el todo, la estructura que
posibilita la aparición de las partes. Al no constituirse la alternancia, se mantiene el
sometimiento al signo.
En el ejemplo clínico, la propuesta causó desconcierto. La sorpresa se debió no sólo a
que la actividad de hacer sonidos vocales fuera poco frecuente, sino más bien a que la
musicoterapeuta hubiera fundado la propuesta de trabajo en algo latente en el grupo.
“A veces los débiles son más fuertes que los fuertes.”
Decir que se es “fuerte” en relación a un “débil”, nos lleva a pensar en una posición
relativa a otra.
Los rasgos pueden variar y ser relativos unos a otros, pero lo que no varía es la estructura
que los contiene.
La estructura es Fuerte/Suave.
aaa
aeiou
uoiea
aeio uuu
aei /o uuu intento de barra, primer corte; allí empieza a no ser todo igual.
aei /o uuu
aei /o uuu Esta frase, con la u prolongada (fuerte, quejosa débil) permanece invariable
durante mucho tiempo. En cada repetición, aparece más nítida la diferencia entre las
dos partes. Pero, insisto, que esto no es tan fundamental como estar atento al
deslizamiento que es, en definitiva, el que le da sentido al fuerte-suave. Esta alternativa
prepara un interrogante que estos pacientes pudieron manifestar:
Ae ¿i? o uuu
Ae ¿i? o uuu
A L e. Aparece una primera relación de tres elementos. Se incluye una consonante que
impone un nuevo corte y una relación. Esto es la escena: tres elementos legislados por
una estructura.
A L e ¿y? o uu
A L E ¿y?
ALE
A L E (Eco)
¡OOHH!
¡UU UI!
1. La utilización de las vocales como una forma de acuerdo grupal que incluye a los
pacientes en un código común de lenguaje básico-primario. Podría pensarse
como el representante de la lengua materna.
2. La secuencia sonora lineal-homofónica.
3. La marcada estereotipada rítmica en el discurso.
4. La línea melódica básica en donde se escuchan sólo las diferencias de los timbres
individuales, sin tener registro de ello los pacientes. Unísono.
5. El modo circular y cerrado de la figura sonora, que no permite en principio la
entrada de ningún elemento que inaugure lo diverso, la terceridad.
6. El apoyo en lo fonemático articulatorio (mecánico-biológico) para intentar un
mínimo agrupamiento o diferenciación (aeiou).
7. La aparición de una consonante suave que marca un corte (ele mayúscula). Tras
la insistencia repetitiva, aparece;
8. Un signo de interrogación que promueve a un espacio nuevo: la fantasía-lo
imaginario. Que tiene como correlato sonoro la aparición de una forma
elemental: el eco.
9. La nominación emerge como elemento fundante y constituyente del significante.
10. El nombre es expresión sonora simbólica (estructura); es un elemento subjetivo
y humanizado que les permite depositar interrogantes sobre el origen y la
sexualidad (10).
EL DESLIZAMIENTO
INSATISFACCIÓN - SATISFACCIÓN
(tiempo de espera)
Alucinación normal
Fantasía (reencuentro simbólico)
Palabra
Pensamientos
“Se introdujo una cosa en la boca, sacó de allí, bautizada con su saliva, un significante, “un chiche”.
Ricardo Rodulfo
Antes de comenzar, se consigna una pequeña pero valiosa incursión por la psicología
cognitiva, siempre vigente en tanto hace referencia a los procesos de asimilación y
adaptación, orden cuasi biológico que necesita apoyarse en otros factores que se
verán más adelante.
Jean Piaget (2) plantea:
- La constitución del objeto requiere de una organización de estructuras
perceptivas, en las que se ponen de manifiesto los vínculos entre percepción,
hábitos, inteligencia espacio tiempo y causalidad.
- El esquema de un objeto es en parte un esquema de inteligencia “…tener la
noción del objeto implica atribuir la figura percibida a un sostén sustancial, tal
que la figura y la sustancia de que ella es índice sigan existiendo fuera del campo
perceptivo” (3).
Para Piaget, el objeto se construye en seis tiempos o estadios, a saber:
1. Etapa refleja: el reflejo es la respuesta a toda situación. El seno no es un objeto.
2. Primeros hábitos: comienza una permanencia práctica del objeto ligada al curso
de una acción. El bebé busca la figura o el sonido, pero no son búsquedas activas.
3. Estadio de las reacciones circulares secundarias: comienza la permanencia
práctica o momentánea del objeto; la acción confiere una conservación
momentánea. El bebé anticipa el objeto en caso de caída, vuelve al juguete
después de una distracción, se saca una tela del rostro, pero aún no saca la tela
de un objeto, él mismo deja de existir si sale de su campo perceptivo. Hasta este
nivel la mínima conservación es de partes.
4. Coordinación de los esquemas conocidos: comienza la búsqueda de objeto. Es el
inicio de las conductas diferidas relativas al objeto desaparecido y en
consecuencia el comienzo de la conservación sustancial. El objeto es solidario de
una situación de conjunto, caracterizado por la acción que acaba de operarse.
Está centrado en la acción propia y a mitad de camino de su construcción
específica.
5. Comienza una representación de trayectos indivisibles; el objeto es buscado en
función de desplazamientos sucesivos; se adquiere la composición de los
desplazamientos, su reversibilidad y la conservación de la posición (identidad).
6. Permanencia del objeto: aparecen los rodeos (asociatividad, sobre, fuera,
delante, detrás, etc.).
Autores como Bleger, Malher, J. Bowlby y Sami-Ali, entre otros, han desarrollado
diversas aportaciones al concepto de objeto en el terreno de los vínculos tempranos que
nos llevarían a polémicas interesantes, pero que escapan a la finalidad de este artículo
(6).
En la obra de Freud, la noción de objeto toma variados sentidos. Así encontramos frases
como: “Elección de objeto”, “relación de objeto”. “objeto fóbico”, “pérdida de objeto”,
“objeto fetiche”, “narcisista”, etc. Su noción de objeto en todos los casos, no remite sólo
a la idea de “cosa” inanimada y manipuleable sino fundamentalmente a un vínculo.
Desde el vínculo el sujeto construye al objeto. Aquí ya no hablamos de ese objeto
totalmente fuera del sujeto sino de aquello que desde y a pesar de la proyección e
introyección, el sujeto conviene que es un objeto exterior a sí.
Freud partió del mismo lugar que Piaget, esto es, de la experiencia de satisfacción-
insatisfacción.
“…la única posibilidad de resolver esta situación de tensión es por la aportación de un
objeto real externo (…) La apelación a este objeto real es un circuito biológico y
constituye la modalidad primaria de comunicación, por lo tanto, es la matriz de lo que
habrá de ser el lenguaje” (7).
Esta experiencia alternante desencadena en el lactante el recuerdo o huella mnémica
que reactiva cada vez que lo necesita la imagen del objeto.
Hasta aquí un circuito que aparentemente cierra.
¿Por qué aparentemente? Porque la satisfacción nunca es completa.
Al advertir esta falla en la economía de la líbido, Freud introdujo el concepto de pulsión
y a partir de allí Lacan formula la noción de “objeto a”.
Sintéticamente, “La pulsión es un proceso dinámico consistente en un impulso (carga
energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin. Tiene su
origen en una excitación corporal (estado de tensión), su fin es suprimir el estado de
tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pulsión puede alcanzar su
fin” (8).
El objeto de la pulsión es un objeto intercambiable, no específico, es el más variable de
todos los elementos de la pulsión, por eso Laplanche lo describe como contingente y
determinado por la historia de cada individuo.
¿Qué es lo que hace a esta labilidad? Justamente aquello del circuito que no cierra
totalmente: la completud.
En términos lacanianos, el objeto nunca es pleno porque “…la falta constituye al objeto”
(9).
Podemos decir entonces, que el objeto de la pulsión está subordinado a la satisfacción
y que, por lo tanto, tiende al principio del placer.
Cada etapa del desarrollo libidinal va unida a ciertas necesidades de satisfacción y, en
consecuencia, el mismo objeto será recubierto por diferentes fantasías que constituirán
las modalidades de vinculación.
Con el desarrollo de la fantasía, el niño necesitará de diferentes objetos que
complementen el ensanchamiento de su mundo interno.
Este ensanchamiento depende de un doble movimiento:
• De las partes al todo, es decir, de vivenciar lo parcial (ojo, pecho) como una
totalidad, hacia el reconocimiento de un objeto total (madre) con sus partes.
• De lo Único a lo diverso, es decir, de un objeto (madre) a la variedad de objetos
que le ofrece la cultura (objetos transicionales, juguetes, etc.)
Los dos movimientos de construcción y vinculación son los que constituyen a la madre
como primer objeto total y como modelo de relación en el mundo de los objetos.
Para que un niño pueda utilizar los juguetes, debe dejar de ser un juguete de la madre,
debe dejar de ser objeto para adentrarse en el verdadero mundo del juego y sus objetos.
Ya veremos cómo a los niños y adultos que no ha podido superar esta posición les es
sumamente dificultoso jugar en el pleno sentido de la palabra.
Así como el objeto de la pulsión es parcial y se apoya en el autoerotismo, el objeto de
amor es total y supone el comienzo de la elección del objeto, es decir, la unificación y
síntesis de las pulsiones parciales resultando de ello el objeto genital ambivalente. El
objeto genital ambivalente es narcisístico, aun cuando se apoya en una elección por
apoyo o anaclisis (10).
En relación al ámbito del objeto narcisista, Melanie Klein desarrolla su teoría objetal
señalando dos posiciones básicas: la Esquizo-Paranoide y la Depresiva. Las mismas se
articulan con:
• Tipos particulares de angustia
• Una especial relación de objeto
• La estructura del yo
• Una ansiedad específica
Así la posición Esquizo-Paranoide se caracteriza por:
• Angustia persecutoria
• Objetos parciales e ideales
• Una estructura lábil del yo signada por defensas tales como la disociación,
negación, proyección
• Voracidad
En tanto que la posición Depresiva se caracteriza por:
• Angustia depresiva
• Objetos que de ser parciales pasan a ser totales
• Un yo que por vía de la introyección e identificación realiza procesos de síntesis
e integración
• Temor a la pérdida que introduce la culpa, la reparación y el proceso de duelo.
Melanie Klein desarrolla extensamente estas temáticas (11), pero lo que interesa aquí
es la concepción del objeto que, a partir de estos materiales se nos impone como una
relación de plena subjetividad.
Freud y Lacan han insistido en esta instancia imposible de excluir; el ser humano es un
ser subjetivo, de lenguaje.
Todo aquello con lo que se comunique será posible y tomará existencia a partir de una
primera representación y esta representación, esta imagen del objeto, queda sujeta al
lenguaje porque ya es lenguaje.
El lenguaje le es dado al sujeto como una trama cultural que lo sostiene en su
prematurez tanto orgánica como psíquica y lo ubica con el devenir de su historia, en una
posición subjetiva frente a los objetos. El lenguaje tiene que ver no sólo con la palabra
hablada sino también con aquello que, paralelamente a la satisfacción o al dolor
biológico, se instaura como huella, como afecto, como vínculo. A partir del lenguaje las
cosas “refieren a”, los objetos son representantes de palabras oídas y las palabras (o
significaciones) son las que modelan los vínculos objetales.
Esta estructura primaria de significaciones o trama cultural no es otra cosa que la escena
primaria, en la que necesidad y deseo hacen un juego con apuestas, normas y prendas
representando a los tres personajes de Edipo, dramática de la madre, del padre, del
niño.
El niño (12) “se” apuesta para constituirse en el deseo de la madre.
La madre hace su juego para que esto suceda, para ser deseada por su hijo y por su
hombre.
El padre hace su juego apostando al corte, representa al tercero que normaliza esta
relación fascinante entre su hijo y su mujer, introduce simbólicamente la realidad
exterior, acotando la pulsión.
El niño, por fin, acepta la regla del juego, y para todos por igual, es hacerse cargo de su
falta, es decir, el reconocimiento de que nadie puede completar al otro, nadie es
poseedor del falo, el deseo del otro es imposible de satisfacer. En definitiva, todos
atravesamos, en prenda para el amor, a la castración.
Podemos advertir desde el inicio tres constelaciones de vínculos que tienen una sola
intérprete: la madre.
La madre introduce al niño al mundo de los objetos, prestándose ella misma como
objeto de deseo.
Objeto que se presenta para satisfacer la necesidad, objeto de la pulsión, objeto real.
Objeto que se presenta para clamar-colmar la frustración, el que responde al llamado,
objeto imaginario.
Objeto que se presenta para decepcionar a la demanda, objeto perdido, objeto de la
castración, objeto simbólico (13).
El objeto, finalmente, sólo puede ser otorgado al niño mediante la palabra y es esta la
fuente primordial del don; “…la pulsión se dirige al objeto real como parte del objeto
simbólico”, dice Lacan.
El Escenario del Objeto en la Neurosis, la Psicosis y la Perversión.
Del camino hasta ahora realizado por el texto se infiere que hay muchas y diversas
formas de vincularse con un objeto. Tantas son esas formas de vinculación que se puede
afirmar que un mismo objeto, en realidad, otro y diferente según el sujeto que lo
aprecie. Un musicoterapeuta puede, por ejemplo, llevar de aquí para allá objetos
contrafóbicos o persecutorios. Todo depende de la función que cumplan (17). Si los
instrumentos musicales se colocan en el medio del consultorio para “reasegurar y
confirmar” la identidad del musicoterapeuta, se convierten en objetos fetiches.
Los objetos-instrumentos no certifican a los musicoterapeutas. El deseo va más allá del
objeto.
Entonces: ¿qué hacer con los objetos en sesión? ¿qué lectura hacer de ellos?
Esa pandereta, ese grabador, esa guitarra que a veces pareciera tener un oficio u “oficial
previo” que dicta “el hacer” en sesión, deben perderse para que aparezca otra que
auspicie u oficie de enlace con la existencia del paciente.
Así, cada individuo podrá hacer su propio uso del material o plasmar aquello que lo une
al otro, que lo enriquece, lo enceguece o lo esclaviza.
Eso que toca, hace o no hace con los restos activos de su interior, proyectados en el
objeto “pandereta” y desde allí un camino nuevo y desconocido surge en el misterio de
sus objetos internos.
¿Qué hacer con los objetos en sesión? Esencialmente dejar que suenen, que lloren, que
griten, que se quejen, que el paciente se apropie de ellos, los catectice, los odie o los
ame, que haga transferencia con ellos y con su producción. La transferencia es el intento
de reconectarse con la propia historia en la medida que comience a apropiarla sensitiva
y significativamente. Los objetos, dice Lacan, “no son casi nada”, son aquello que se
inventa diariamente para ser más personas o para dejar de serlo. Cuando se enloquece
los objetos se transforman casi mágicamente en monstruos y pesadillas y, a medida en
que el sujeto acepta que forma parte de ellos, la verdad se revela. Como dice Serrat,
“nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
¿Y entonces? ¿Qué lectura hacer de ellos? Ninguna, sencillamente ninguna. La cuestión
no son los objetos, ni los instrumentos musicales. El instrumento no requiere
interpretación alguna, el acontecimiento vital es el proceso trófico que con ellos se
arma. La tarea específica es el recorrido de los tropos, de la metonimia, tarea que
consiste en dilucidar con “lo extranjero” la interioridad que se ha tornado extraña.