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Engaños del pensamiento

¿Por qué unos pensamientos intrusos nos afectan y otros no? Ya


decía Epicteto, un sabio romano, que no nos hacen sufrir las cosas,
sino cómo las interpretamos. Las creencias son como lentes que defor-
man las cosas que observamos. Hay cristales de aumento que nos
hacen ver tigres donde sólo hay gatos. Y el resultado puede ser temor
(“A ver si va a ser el tigre que se ha escapado del zoo...”) o tranquili-
dad (“Sólo es un gato”). La lente con que enfoquemos los pensamien-
tos intrusos puede hacer que nos sintamos mal por el simple hecho
de tenerlos. Es como confundir un mastín con un caniche. A continua-
ción repasaremos algunas creencias erróneas típicas del TOC.

Creencia errónea 1: “Su excelencia, el pensamiento”

¿Has visto esas películas en las que se anuncia en voz alta


a alguien antes de entrar en la sala? Así parece que todos los
que acuden a la fiesta son personas importantes: “El duque de
York, el marqués de Serrano, Perico de los Palotes...”. Así es esta
creencia: convierte en destacados todos los pensamientos.
Muchas personas con TOC creen que todo pensamiento es
importante y requiere especial atención por el simple hecho de que
aparezca en nuestra mente. Dolorosa creencia si los pensamientos
que aparecen van en contra de nuestros valores. A continuación
vamos a comentar algunos ejemplos.

Hay personas que creen que pensar en algo negativo puede


hacer que suceda, como si los pensamientos se convirtieran en
realidad. Por ejemplo, si pienso que mi pareja tiene un acciden-
te podría tenerlo o si imagino mi casa ardiendo podría haber un
incendio. Otras personas creen que los malos pensamientos con-
ducen inevitablemente a malas acciones. Por ejemplo, si pienso en
matar a mi jefe podría volverme loco y matarlo, aun en contra de
mi voluntad. En ambos casos existe la creencia de que los pensa-
mientos anuncian fielmente (y catastróficamente) lo que va a pasar
en el “amenazante” futuro.
No todo el mundo cree que los pensamientos anuncien el futu-
ro, pero sí hay quien cree que pensar en hacer algo es moralmente
equivalente a haberlo hecho. Es decir, si tengo el pensamiento de
que podría abusar de mi hijo soy tan mal padre como si realmente
hubiese abusado de él. Otra versión moral de esta creencia es la de
creer que los pensamientos revelan nuestra verdadera naturaleza.
Por ejemplo, si pienso en alguien de mi propio sexo, esto podría
significar que quiero o deseo ser homosexual, a pesar de que mi
orientación haya sido siempre heterosexual.
Todos los ejemplos que hemos expuesto tienen en común el dar
una importancia extrema a los pensamientos. Como si estos fuesen
todopoderosos, capaces de adivinar el futuro o de cambiar nuestra
voluntad.
Si mantienes estas creencias y tienes pensamientos negativos
es posible que intentes controlarlos de algún modo.

Creencia errónea 2: “La culpa se infla como un bizcocho”

Para que un bizcocho crezca hay que echarle levadura. Para que
tu malestar crezca, hay que echarle culpa. Cuanto más culpable
te sientas por tener pensamientos desagradables y más
responsable te
veas de sus temidas consecuencias, mayor será tu malestar.
Las personas con TOC creen que si pueden impedir de algún
modo que algo malo suceda, entonces la responsabilidad de impe-
dirlo es exclusivamente suya. Su culpa se infla. Y cuanto más se
infla, menos tienen en cuenta a otras personas o circunstancias que
también son necesarios para llegar al temido desenlace. Así funciona
esta creencia: La culpa de lo que pase es sólo mía.
Uno puede sentirse culpable por lo que hace (por ejemplo, “Si
me contamino, contagiaré a mi familia”) o por lo que no hace (“Si no
compruebo la puerta, entrará un ladrón”). En ambos casos parece
haber un desenlace fatal y un único responsable: tú.
Si crees firmemente ser el único responsable de lo que sucede a
tu alrededor, es posible que tu culpa se infle hasta desbordarte
de malestar.

Creencia errónea 3: “En busca de la certeza perdida”

Algunas personas desconfían de su propia capacidad para actuar


en situaciones nuevas o ambiguas. Generalmente creen que si no se
sienten totalmente seguros, se equivocarán o actuarán mal. Se dejan
llevar por la creencia errónea: “Tengo que estar totalmente seguro para
poder actuar bien”.
La búsqueda de certidumbre absoluta para encontrar la solu-
ción perfecta o para evitar fallar, te hará dudar a la hora de actuar.
Cuanto mayor sea la duda, más desconfiarás de tu propia
memo-ria, lo que te llevará a repetir o comprobar de nuevo lo que
ya has hecho, a repasarlo mentalmente o a buscar a alguien que
garantice la seguridad.
Creencia errónea 4: “Catástrofe a la vista...”
Esta creencia es como si lleváramos en lo alto del mástil un vigía
que gritara:
• ¡Rocas a la vista... vamos a encallar!
• Pero si estamos a una milla de la costa...
• Ya, pero con este catalejo las veo aquí mismo.

La mayoría de las personas creen estar a salvo a no ser que sea


evidente el peligro. En cambio, quien sufre de TOC suele pensar lo
contrario: “Estoy (estaré) en peligro a no ser que sea evidente la seguri-
dad”. Esta creencia es como una lente de aumento, que exagera la
probabilidad de las amenazas. Así, aquellas cosas que son posibles
(“Si toco eso, podría contagiarme”) se convierten en muy probables
(“Si lo toco, seguro que me contagio”) y con tintes catastróficos (“…y
moriré o contagiaré a mis seres queridos”). Cuanto más horribles
sean los pensamientos que acuden a nuestra cabeza, más reales nos
parecen y más catastróficos se vuelven, disparando nuestro males-
tar.

Creencia errónea 5: “Oh, no, llegó la temida ansiedad”

Algunas personas creen que las emociones negativas, como la


ansiedad o el enfado, pueden ser peligrosas o dañinas. Por eso
inten-tan controlarlas o evitarlas. Por ejemplo, es frecuente el miedo
a que la ansiedad pueda sobrepasarnos, causando algo catastrófico.
Cuando experimentas mucha ansiedad o tensión, ¿qué es lo peor
que podría pasarte? ¿Qué temes que suceda? ¿Temes perder el con-
trol y hacer algo en contra de tu voluntad? ¿Temes que te pase algo
malo como dañarte o hacer el ridículo?

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