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Para que un bizcocho crezca hay que echarle levadura. Para que
tu malestar crezca, hay que echarle culpa. Cuanto más culpable
te sientas por tener pensamientos desagradables y más
responsable te
veas de sus temidas consecuencias, mayor será tu malestar.
Las personas con TOC creen que si pueden impedir de algún
modo que algo malo suceda, entonces la responsabilidad de impe-
dirlo es exclusivamente suya. Su culpa se infla. Y cuanto más se
infla, menos tienen en cuenta a otras personas o circunstancias que
también son necesarios para llegar al temido desenlace. Así funciona
esta creencia: La culpa de lo que pase es sólo mía.
Uno puede sentirse culpable por lo que hace (por ejemplo, “Si
me contamino, contagiaré a mi familia”) o por lo que no hace (“Si no
compruebo la puerta, entrará un ladrón”). En ambos casos parece
haber un desenlace fatal y un único responsable: tú.
Si crees firmemente ser el único responsable de lo que sucede a
tu alrededor, es posible que tu culpa se infle hasta desbordarte
de malestar.