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Resumen COMENTARIOS REALES – Garcilaso de la Vega

En total, 9 libros con 262 capítulos.


 Primer Libro
Siguiendo las pautas de los historiadores de entonces, Garcilaso empieza su relato con la descripción física
del mundo, aunque sin extenderse en el asunto. Explica que la división en “Viejo” y “Nuevo Mundo” no era
geográfica sino solo dos modalidades de un mismo mundo. Señala que el clima variado del Perú no solo está
condicionado por su cercanía a la línea ecuatorial, sino por sus altitudes con respecto al mar. Relata también
una historia que había escuchado de boca de viejos conquistadores, sobre un pre-descubrimiento de América 2
realizado por el piloto español Alonso Sánchez de Huelva, unos años antes del viaje de Colón. Luego remite
a la Historia del cronista Gómara para quienes deseasen enterarse más sobre los viajes del navegante
genovés. Otro asunto que le toma interés es la deducción del nombre Perú: refuta la suposición de aquellos
que lo consideraban derivado de la voz quechua "pirua" (pirhua o granero), o del nombre Ofir bíblico; para
él, deriva del vocablo "pelu" o "beru", con que los indios de las actuales costas del Pacífico colombiano y
ecuatoriano designaban a ríos. El nombre del Perú ya era usado por los españoles desde antes que arribaran
al territorio peruano. Luego el autor señala los límites del Perú, al norte hasta el río Ancasmayo, en los
confines de Pasto y Popayán, y al sur hasta el río Maule, en Chile; al oriente llegaba hasta la región de los
Antis o selva, territorio cuya columna vertebral lo constituye «aquella nunca jamás pisada de hombres ni de
animales ni de aves, inaccesible cordillera de nieves», los Andes.
Se intercala la historia de Pedro Serrano, un náufrago español que sobrevive en una isla inhóspita, relato que
constituye toda una joya literaria y que parece haber sido la fuente de inspiración de Daniel Defoe para su
novela Robinson Crusoe. Finalizada las descripciones geográficas, el autor pasa a relatar la historia del Perú.
Sostiene que antes de los incas los pobladores del antiguo Perú eran muy primitivos y salvajes, que
practicaban la idolatría, el canibalismo y los sacrificios humanos, así como costumbres sexuales nefandas
como el incesto y la sodomía, así como usaban venenos y hechizos, época toda que se conoce como la
gentilidad. Y que precisamente para rescatar de la barbarie a estos habitantes, el Sol envió a sus hijos,
Manco Cápac y Mama Ocllo, que salieron de las aguas del Lago Titicaca con la misión de fundar una
población donde se hundiera una barreta de oro que llevaban consigo, lo que ocurrió en la falda del cerro
Huanacauri, cerca de donde se elevó la ciudad Cuzco, futura cabecera del Imperio inca. Esta leyenda
archiconocida es solo relatada por Garcilaso; ningún otro cronista la consigna, por lo que hay una seria
sospecha de que él fuera el inventor de la fábula. El autor menciona también otra variante de esta leyenda
sobre el origen de los incas, así como la forma en que la pareja real civilizó a sus vasallos, enseñándoles la
agricultura, la textilería y otros oficios, así como a rendir culto al Sol como dios principal, obedecer las leyes
y a abandonar sus prácticas aberrantes. Se describen también las insignias de la realeza inca. Manco Cápac
fue pues el primer inca y antes de morir dejó un testamento, encargando a sus hijos que recordaran siempre
que eran hijos del Sol y que cumplieran siempre las leyes dadas por su padre, y que fueran mansos y
piadosos con sus vasallos. Otro de los mandatos que diera el padre Sol era la de someter a las poblaciones
primitivas por la fuerza del convencimiento, a quienes debían ofrecer, a cambio de su vasallaje, una nueva
religión, nuevas leyes y costumbres para que vivieran como hombres y no como brutos. Solo en caso de que
se mostraran esas poblaciones belicosas y reacias, los incas podían aplicar la fuerza de las armas. Finaliza el
capítulo con una explicación del significado de los nombres reales de los incas.

 Segundo libro
En este libro el autor trata sobre la idolatría de los Incas de la segunda edad, y su origen. Afirma que los
incas rastrearon al Dios verdadero, que tuvieron una cruz en un lugar sagrado del Cuzco, que creyeron en la
inmortalidad del alma y la resurrección universal. Explica el significado de la palabra huaca y explica la
adoración que daban al Sol y sus sacrificios de llamas, mas no de seres humanos. Describe sus sacrificios y
ceremonias, y que sus leyes religiosas fueron impuestas por el primer Inca; sobre sus leyes y la división del
imperio en cuatro distritos o suyus (Chinchaysuyu, Contisuyu, Collasuyu, Antisuyu), y cómo registraban a
sus vasallos por decurias, a la cabeza de los cuales se hallaba un decurión o chunca camayoc.
Luego pasa a narrar la vida y hechos de Sinchi Roca, el segundo rey de los Incas, quien luego de dedicar las
debidas exequias a su padre, salió del Cuzco en campaña hacia el sur, al Collasuyu, logrando someter por la
fuerza del convencimiento a los indios puquinas y canchis. Llegó hasta el pueblo de Chuncara, a 20 leguas
hasta donde su padre había dejado los límites de su reino.
Le sucedió su hijo Lloque Yupanqui, el tercer inca, cuyo nombre significa zurdo destacado. Este salió
también a hacer conquistas; mientras que los canas salieron y se sometieron voluntariamente, los ayaviris se
resistieron, por lo que tuvieron que ser sometidos por las armas, para que sirviera de escarmiento al resto de
pueblos. Luego el Inca capturó la fortaleza de Pucara, cerca de la actual Puno. Tras algunos años, Lloque
2 Yupanqui se dirigió a la provincia de los collas, inmensa comarca en torno al Lago Titicaca, cuya población
se dedicaba a la ganadería de auquénidos y a la agricultura. Los collas, a fin de escapar de la suerte de los
ayaviris, se reunieron en Hatuncolla (Colla la grande) y aceptaron ser vasallos de los incas. La siguiente
provincia en someterse a los incas fue la de Chucuito; otros pueblos siguieron su ejemplo. Al oeste envió a
sus generales, que sometieron los poblados hasta las faldas de la cordillera de los Andes, ya cercana a la
costa. Acabadas las conquistas, Lloque Yupanqui regresó al Cuzco y el resto de su vida los dedicó a los
oficios de la paz.
El autor deja por un momento de lado los relatos bélicos y pasa a exponer sobre las ciencias que los Incas
desarrollaron. En Astrología supieron hacer la cuenta del año y los solsticios y equinoccios; narra también
cómo explicaron los eclipses del Sol, y lo que hacían cuando ocurrían los de la Luna. En medicina
conocieron muchas yerbas medicinales; también tuvieron conocimientos de Geometría, Geografía,
Aritmética y Música. En el campo de la poesía tuvieron amautas o filósofos que componían tragedias y
comedias, y a los haravicus o poetas, que recitaban poesías amorosas. Finaliza el autor este libro dando
cuenta de los pocos instrumentos que los indios tuvieron para realizar oficios como la metalurgia y la
platería, pese a lo cual destacaron en tales artes.

 Tercer Libro
En este libro se relata la vida y hechos de los incas Mayta Cápac y Cápac Yupanqui.
Mayta Cápac, el cuarto rey Inca, luego de visitar a sus vasallos, tal como era la costumbre de su casta, salió
en campaña con 10 000 guerreros, en dirección al Collao, que por ser tierra plana parecía más fácil de
conquistar. Llegó al Desaguadero al que cruzó con balsas; pasó cerca de las ruinas de Tiahuanaco, que el
autor describe citando a otros cronistas. El Inca se dirigió hacia la provincia de Hatunpacassa, a la mano
izquierda del Desaguadero, y conquistó Cac-yauiri, episodio del que se contaba la leyenda de que los collas
dispararon sobre los incas sus flechas y piedras pero estas se volvieron contra ellos. Los collas, derrotados se
rindieron y aceptaron ser vasallos del Inca. Conocido este suceso por los demás pueblos collas, muchos se
redujeron voluntariamente, como las tres provincias de Cauquicura, Mallama y Huarina (al S.E. del lago
Titicaca). Luego el Inca mandó a sus maeses de campo en dirección al mar, donde invadieron la provincia de
Cuchuna, cuyos pobladores se atrincheraron en un fuerte (posiblemente Cerro Baúl, cerca de Moquegua) y
se rindieron tras un largo sitio. Allí los incas castigaron severamente a quienes usaban venenos contra sus
adversarios. Mayta Cápac prosiguió sus conquistas y sometió a otras tres provincias collas: Llaricassa
(Larecaja), Sancauan (San Gabán) y Huaychu; en esta última sus habitantes opusieron resistencia pero luego
se rindieron. Luego el Inca construyó el primer puente de mimbre o colgante que en el Perú se hizo, para
cruzar el río Apurímac, causando gran admiración. Muchos pueblos se redujeron voluntariamente, atraídos
por la fama del Inca. Las conquistas prosiguieron, llegando hasta Parihuana Cocha (Parinacochas) y
Coropuna. A Mayta Cápac le sucedió su hijo Cápac Yupanqui, que se convirtió así en el quinto rey inca.
Continuando la expansión del imperio, este Inca salió del Cuzco con 20 000 hombres y se dirigió al
Cuntisuyu, donde conquistó más provincias. La provincia de Yanahuara se redujo voluntariamente, pero la
Aimara, de naturaleza rebelde y agresiva, se negó a rendir vasallaje a los incas. Pero finalmente, al ver el
poderío de sus adversarios, los aimaras se rindieron, y sus curacas se vieron obligados a besar las manos del
Inca. También fueron sometidos los quechuas de Cotapampa y Cotanera. En la costa fueron anexados los
valles de Acarí, Caravelí, Camaná y Quilca. Por última vez el Inca salió en campaña hacia el Collao; en el
Desaguadero mandó a construir un famoso puente de paja y enea (puente colgante); y sometió Chayanta, así
como otras cinco provincias grandes, entre otras menores.
Por su parte, su hijo, el príncipe Inca Roca, redujo muchas y grandes provincias mediterráneas y marítimas,
pasando por Amancay (Abancay), Nanasca (Nasca) y Arequipa. Por entonces se iniciaron los traslados de
poblaciones a otras provincias, método de control político llamado mítmac (mitimaes). Luego el autor se
explaya en la descripción de la casa y templo del Sol (Coricancha) y sus grandes riquezas, los sitios de los
sacrificios y los atributos del sumo sacerdote o Uíllac Umu.
Finaliza el libro con la descripción del templo del Titicaca y sus leyendas.

 Cuarto Libro 2

Empieza tratando sobre la casa de las vírgenes escogidas dedicadas al Sol (Acllahuasi), sobre sus estatutos y
ejercicios, la veneración de los indios hacia las cosas que hacían las escogidas, y la ley contra los que las
violasen. No solo en el Cuzco, sino en las distintas provincias del Imperio existían estas casas de escogidas;
el autor desmiente que estas vírgenes eran entregadas por mujeres a los curacas y los capitanes, ya que
estaban dedicadas exclusivamente al Sol y al Inca.
Explica enseguida cómo se casaban los indios del común y por qué casaban al príncipe heredero con su
hermana; detalla las diferentes maneras de heredar el gobierno; cómo se criaban a los hijos; la vida y
ejercicio de las mujeres casadas; cómo se visitaban las mujeres y cómo trataban su ropa. Menciona también
la existencia de mujeres públicas o rameras, llamadas pampayrunas, que vivían en chozas alejadas de las
poblaciones y eran muy menospreciadas.
Luego el autor retoma la historia de la realeza inca y se ocupa de Inca Roca, sexto rey, quien conquistó
muchas naciones, llegando hasta Antahuaylla (Andahuaylas), donde sometió a los Chancas, etnia muy brava
y guerrera que incluía a otras muchas naciones como Hancohuallu, Uramarca, Uillca (Vilcas), Utunsulla,
que ocupaban los actuales departamentos de Apurímac, Ayacucho y Huancavelica, aunque se sometieron de
muy mala gana y con la velada esperanza de rebelarse no bien se presentase la ocasión. De vuelta al Cuzco,
Inca Roca vivió en paz algunos años y envió a su hijo Yahuar Huaca a la conquista del Antisuyu, región
oriental colindante con la selva amazónica. Explica que el nombre de este príncipe significaba “el que llora
sangre” y que fue bautizado así por haber llorado efectivamente sangre cuando era muy niño. Tiempo
después Inca Roca salió nuevamente en campaña dejando en el gobierno a su hijo; el inca se dirigió esta vez
a la provincia de Charcas, en el altiplano andino, pero los pueblos se mostraron hostiles y especialmente los
jóvenes se negaron a someterse y dejar sus idolatrías; sin embargo, fueron convencidos por los viejos para
que acataran el vasallaje al Inca. La dominación inca se amplió así hasta los territorios donde después se
fundarían Chuquisaca y La Paz, en la actual Bolivia. Luego Inca Roca volvió al Cuzco y descansó en paz,
dando sabias leyes y fundando escuelas para los nobles en el Cuzco; se citan algunos de sus dichos
sentenciosos, según los recogió el padre Blas Valera.
Luego de su muerte le sucedió su hijo Yáhuar Huaca, que fue así el séptimo Rey, siendo este más hombre de
paz que de guerra. Pero aun así envió un ejército de 20.000 hombres bajo el mando de su hermano
Apumayta, con dirección al sureste del Cuzco hasta el mar, campaña que permitió la conquista inca desde la
costa de Arequipa hasta Tacana (Tacna). Otra expedición fue enviada a la conquista de algunas provincias
del Collasuyu. El Inca se hallaba enfrascado en estas campañas, cuando debió afrontar los problemas
causados por su hijo mayor, designado para sucederle, quien era díscolo y de mal carácter. Cansado de
intentar doblegar su ánimo, lo recluyó en el paraje campestre de Chita, a diez km al oeste del Cuzco,
poniéndole al cuidado del ganado del Sol, bajo amenaza de muerte si volvía a presentarse en el Cuzco. No
obstante la amenaza, al cabo de tres años el joven se presentó ante su padre, diciendo que tenía un mensaje
de parte de alguien más grande que él. Enojado Yahuar Huaca, pero picado por la curiosidad de saber quien
sería ese otro “más grande” que él, recibió a su hijo, quien le contó lo siguiente: «… señor, sabrás que
estando yo recostado hoy a medio día (no sabré certificarme si despierto o dormido) debajo de una gran peña
de las que hay en los pastos de Chita… se puso delante un hombre extraño, en hábito y en figura diferente a
la nuestra; porque tenía barbas en la cara de más de un palmo, y el vestido era largo y suelto que le cubría
hasta los pies; traía atado por el pescuezo un animal no conocido.» El personaje de dicha visión, quien dijo
llamarse Viracocha, le advirtió que se preparaba mucha gente de armas en las provincias sujetas por los
incas y de otras aún no sujetas, para marchar contra el Cuzco con la intención de destruirla. Yahuar Huaca al
oír tal relato se enfureció y no quiso creerle tomando todo como inventos disparatados. Ordenó pues a su
hijo que volviera de inmediato a Chita, amenazándolo con matarlo si regresaba. Tres meses después, llegaba
al Cuzco la noticia del levantamiento de los feroces Chancas, quienes con un ejército nutrido al que se
sumaron otras naciones del Chinchaysuyu, se acercaban peligrosamente al Cuzco. Atemorizado, Yahuar
Huaca abandonó la ciudad y se refugió en Muyna. Enterado de la noticia, su joven hijo abandonó su retiro
de Chita y partió presuroso al Cuzco; en el camino se encontró con su padre, a quien ásperamente reprochó
su conducta. Luego organizó la defensa del Cuzco y fue conocido desde entonces como Viracocha Inca,
pues todos conocían ya sus visiones.

 Quinto Libro
El autor explica cómo se acrecentaban y repartían las tierras a los vasallos, la orden que tenían estos en
labrar sus tierras, y la fiesta con que labraban las tierras del Inca y las del Sol. La tierra que daban a cada
indio, y cómo la beneficiaban. La repartición del agua para regar y cómo castigaban a los descuidados. El
tributo que daban al Inca, y la cuenta de los orones. La provisión de armas y bastimentos que tenían para los
soldados. El oro y plata y otras cosas de estima no eran tributo obligatorio, sino presentadas
voluntariamente, pues solo eran tenidas como ornamentos. La guarda y gasto de los bastimentos. Daban de
vestir a los vasallos. No hubo pobres mendigantes. El orden y división del ganado y de los animales
extraños. Leyes y ordenanzas de los Incas para el beneficio de los vasallos. Cómo conquistaban y
domesticaban los nuevos vasallos. Cómo proveían los ministros para todos oficios. La razón y cuenta que
había en los bienes comunes y particulares. En qué pagaban el tributo. La cantidad de él, y las leyes acerca
de él. Citando a Valera, detalla el orden y razón para cobrar los tributos. El Inca premiaba a los curacas que
le presentaban cosas preciadas.
Luego el autor retoma la historia de los incas y se ocupa del príncipe Inca Viracocha, que fue el octavo Rey.
Este, luego de dejar a su padre en Muyna, volvió al Cuzco a organizar la defensa, ante la amenaza de los
chancas, y recibió inesperadamente la ayuda de sus vasallos quechuas, que odiaban a los chancas pues
antaño habían sufrido su tiranía. La batalla entre incas y chancas se libró en Sacsahuana, cerca del Cuzco, y
el resultado parecía indeciso pues ambos rivales se batieron con bravura, hasta que una fuerza de aliados
quechuas fueron en auxilio de los incas atacando el flanco derecho de los chancas, y estos empezaron a
flaquear. Muchos lugareños se fueron también sumando a las fuerzas del Inca en gran número, tan así que
tiempo después surgió la leyenda de los puraraucas o de las piedras que se convertían en guerreros. Después
de ocho horas de lucha los incas se alzaron en triunfo; tanta sangre corrió que el campo de batalla se
denominó desde entonces Yahuarpampa o campo de sangre. El Inca Viracocha se dirigió a la tierra de los
chancas pero se mostró generoso y no desató su venganza sobre las mujeres y niños, por lo que la población
quedó muy agradecida. Luego retornó al Cuzco y se entrevistó con su padre Yahuar Huaca, a quien
desposeyó del imperio.
El autor explica enseguida el significado del nombre Viracocha, y por qué los indios apodaron así a los
españoles: según su versión era porque el fantasma aparecido en sueños al joven inca era barbudo y vestido
con túnica, similar a la traza de los hispanos. También desmiente la versión de que Viracocha era un dios
superior al Sol, sino que era hijo de este y hermano de los incas, según la mitología inca. En memoria a este
dios, el Inca Viracocha levantó un templo en Cacha, a 16 leguas al sur del Cuzco; allí también hizo levantar
una estatua de piedra que representaba a la deidad. Este templo sería después destruido por los españoles.
También en memoria de su victoria sobre los chancas, mandó pintar en una peña altísima la figura de dos
cóndores. Acabados los festejos, el Inca salió y recorrió su imperio, anexando nuevas provincias como
Huaytará y los Pocras (Huamanca); luego continuó sucesivamente al Contisuyu y al Collasuyu, llegando
hasta Charcas, donde le salió al encuentro una embajada de indios del reino de Tucma o Tucumán, lejano en
200 leguas, los cuales le pidieron ser sus vasallos. Acabada la visita del Collasuyu, el Inca pasó al Antisuyu,
poblada por gentes más rústicas. Mientras tanto, el jefe chanca Hancohuallu, no queriendo estar bajo la
sujeción de los incas, decidió partir con su gente hacia la selva. El territorio despoblado por los chancas
(actual departamento de Apurímac) fue repoblado con mitimaes traídos de diversas regiones del imperio. El
Inca Viracocha fue muy aficionado a retirarse al valle de Yucay, lugar agradable donde construyó edificios;
amplió también el templo del Sol. Vivió algunos años de paz y tuvo con su esposa, la coya Mama Runtu, un
hijo al que puso por nombre Pachacútec, que significa el que transforma el mundo, nombre que al principio
quiso ponerse a sí mismo, pero luego se quedó con el de Viracocha pues así le empezaron a llamar sus
súbditos. También se cuenta que vaticinó la llegada de los españoles. Fallecido, fue llorado por todos y su
cuerpo fue momificado a la usanza de los incas, y cuenta el autor que vio su momia en Lima, hacia 1560,
adonde fuera trasladado por los españoles junto con los cuerpos de otros incas.

 Sexto Libro 2

Empieza con la descripción de la casa real de los Incas, sobre su fábrica y ornamento; la manera como
contrahacían de oro y plata todo cuanto había para adornar dichas casas. Los criados de la casa real y los que
traían las andas del rey; las salas que servían de plaza, y otras cosas de las casas reales. Los entierros de los
reyes incas, cuyas exequias duraban un año. Las cacerías solemnes o chakus que los reyes hacían en todo el
reino. El sistema de correo de postas a cargo de corredores llamados chasquis. El sistema de contabilidad
por hilos y nudos llamados quipus, de cuya gran fidelidad da fe el autor.
Luego el autor se ocupa de las conquistas, leyes y gobierno del Inca Pachacútec, noveno Rey. Este hizo una
visita a su imperio, que le tomó tres años; luego envió a su hermano, el general Cápac Yupanqui, hacia el
Chinchaysuyu, donde conquistó a la nación Huanta, cuyo principal centro era Sausa (Jauja). Este mismo
general anexó también Tarma y Pumpu (Bombón), hasta llegar a la provincia de Chucurpu, en los Antis
(colindante con la selva amazónica). Luego las tropas incaicas se trasladaron a Ancara y Huaylas, donde
castigaron merecidamente a los sométicos (sodomitas) por las aberraciones que cometían. Luego se
describen los edificios, leyes, y nuevas conquistas que Pachacutec ordenó hacer a su hermano, que esta vez
llevó a su sobrino, llamado Inca Yupanqui. Una nueva campaña se abrió en el Chinchaysuyu, donde se
sometió a la provincia de Pincu, pero otros pueblos —Huaras (Huaraz), Piscopampa (Piscobamba) y
Cunchucu (Conchucos)— se negaron con soberbia a aceptar el yugo de los incas, debiendo ser sometidos
con hambre y astucia militar. Más al norte, el curaca de Huamachuco, hombre sabio, se rindió ante los incas;
en cambio los Cassamarcas se resistieron con las armas pero a la postre se rindieron. De retorno al Cuzco,
Cápac Yupanqui y su sobrino sojuzgaron a los Yauyos. Luego de tres o cuatro años de paz, los incas
retomaron las conquistas, esta vez de los valles de la costa al norte de Nanasca, poblado por los yungas. Tras
ocupar sin resistencia los valles de Ica y Pisco, se enfrentaron al poderoso señor de Chincha, que al frente de
su súbditos resistió tenazmente hasta que no le quedó otra opción que la de rendirse. Esta fue una conquista
de importancia superlativa pues el valle de Chincha era muy fértil y poblado. Luego el autor pasa a describir
la fiesta principal de los incas, la rendida en homenaje al Sol o Inti Raymi, y cómo se preparaban para ella.
Se detallan los ceremoniales, el sacrificio del cordero (llama), los agüeros y el fuego. También menciona la
ceremonia del huaracu (huarachicu) o de iniciación de los príncipes de la realeza, equivalente al armarse de
caballeros. Retomando la historia de las conquistas de los incas, el general Cápac Yupanqui pidió nuevos
refuerzos al Cuzco para proseguir sus conquistas sobre los yungas de la costa, refuerzos que le llegaron junto
con el príncipe Inca Yupanqui, junto con el cual marchó contra Chuquimancu, señor de cuatro valles:
Runahuánac (Lunahuaná), Huarcu (Huarco), Malla (Mala) y Chillca (Chilca). En Huarcu se produjo un
encuentro sangriento, pero la guerra se prolongó demasiado hasta que el hambre empezó a acosar a los
súbditos de Chuquimancu, quien, presionado por los suyos, se rindió a los incas. En memoria a esta
conquista los incas elevaron la fortaleza de Huarcu. Continuando hacía el norte, los incas invadieron el
señorío de Cuismancu, que abarcaba los valles de Rímac y Pachacámac, regiones célebres por dos santuarios
que daban oráculos: el del dios hablador del Rímac, en la actual Lima (posiblemente la huaca Pucllana), y el
del dios Pachacámac, cuyo nombre significa el que mueve la tierra al cual Garcilaso lo define como un dios
no conocido, siendo su templo el más majestuoso y adonde los indios de todas las regiones iban en romería.
Cuismancu no quiso someterse a los incas y opuso resistencia; finalmente los incas pactaron su
sometimiento a cambio de respetar sus cultos; el autor afirma que ello se debió a que los incas reconocían
también como deidad superior al dios Pachacámac. Tras esta conquista hubo paz por seis años, luego de los
cuales los incas salieron nuevamente en campaña, esta vez para conquistar el reino del Gran Chimú, en la
costa norte. Esta vez las fuerzas incas estuvieron comandadas por el príncipe Inca Yupanqui y contaron con
el apoyo de los yungas de Chuquimancu y Cuismancu, antiguos enemigos de los chimúes.
La guerra fue larga y sangrienta. Con grandes esfuerzos los incas avanzaron por Parmunca (Paramonga) y
Santa, y no pudiendo doblegar la resistencia del enemigo, el príncipe inca pidió más refuerzos, que le
llegaron en número de 20.000 soldados, y ante lo cual el Gran Chimú, viendo que era imposible resistir más
y presionado por sus propios súbditos, se rindió, sometiéndose en vasallaje a los incas. Cuenta el autor que
en memoria de esta conquista, los incas elevaron la fortaleza de Paramonga (aunque ésta es en realidad
preinca). Ya viejo, Pachacútec descansó de las conquistas y se dedicó a los oficios de paz. Construyó
templos del sol en las principales poblaciones de su imperio, así como casas de escogidas y depósitos o
graneros. Amplió también el Cuzco y levantó nuevos edificios. Dejó su imperio a su hijo Inca Yupanqui, al
que tuvo con la coya Anahuarque. Finaliza el autor este libro citando a Valera sobre otras obras de
2 Pachacútec en lo que respecta a la creación de escuelas y sus leyes para el buen gobierno, así como algunos
de sus dichos sentenciosos.

 Séptimo Libro
Empieza mencionando las colonias que hacían los Incas, trasladando poblaciones hacia zonas despobladas.
Llamábase a la gente así trasladada mitimaes y por lo general se trataban de poblaciones belicosas que eran
desarraigadas de su lugar de origen a fin de tenerlas vigiladas. Otra política de los incas era criar a los hijos
de los señores o curacas en la corte del Cuzco, a fin de quechuizarlos.
Luego cita el autor al padre Valera sobre la importancia de la lengua cortesana de los incas o lengua general
del Perú, el quechua o runasimi, en un mundo andino regionalizado donde existían muchas lenguas y
dialectos. Se describe la tercera fiesta principal de los incas (la primera era el Inti Raymi y la segunda, la del
huarachicu, ya mencionados en el anterior libro) que se llamaba Cusquieraymi y era también en homenaje al
Sol; había una cuarta fiesta importante, llamada Citua, que era dedicada a la expulsión de las enfermedades
y otras penas, con un ayuno previo. Enseguida se describe la imperial ciudad del Cuzco, cuyos barrios
representaban a todo el imperio; se describe el sitio de las escuelas, el de tres casas reales, y el de las
escogidas, así como los barrios y casas que había al oeste del arroyo.
Luego el autor retoma la historia imperial inca y relata las conquistas de Inca Yupanqui, hijo y sucesor de
Pachacútec y décimo Rey. Este Inca es incluido exclusivamente por Garcilaso en la lista real incaica, pues
otros cronistas no lo mencionan. Partió a conquistar el país de Musu (o Moxos), cruzando la provincia de los
Chunchos y adentrándose más en la selva amazónica; sobre esta expedición orlada por los incas con proezas
fantásticas, quedaban algunos rastros que los españoles comprobaron cuando hicieron entradas en dicha
provincia. El Inca intentó también la conquista de la provincia de los chiriguanas, más allá de Charcas, pero
fracasó. Su siguiente plan fue la conquista del reino de Chili, al sur de sus dominios, región poblada por los
belicosos araucos (araucanos). Tras un meticuloso preparativo, se puso en marcha un poderoso ejército inca,
que llegó a sumar 50.000 soldados y que realizó una marcha triunfal desde Atacama, pasando por Copayapu
(Copiapó), Cuquimbu (Coquimbo), hasta llegar al valle de Chili, que da nombre a la provincia. Luego
continuaron más al sur y llegaron hasta el río Maulli. No contentos con haber extendido las fronteras del
Imperio más de 500 leguas de largo, los incas siguieron más al sur, pero se encontraron con la feroz
resistencia de los purumaucas. No viendo mayor beneficio en reducir a poblaciones extremadamente brutas
y salvajes, los incas retrocedieron y fijaron la frontera en el río Maulli. Luego el autor se extiende relatando
el descubrimiento de Chile por obra de los españoles, la llegada del gobernador Pedro de Valdivia, la guerra
entre españoles y araucos, la muerte de Valdivia (1553), luego de la cual los indios se mantuvieron en pie de
guerra durante 50 años y todavía seguían así al momento de escribir la obra el autor, según las últimas
noticias desgraciadas que le llegaron de Chile sobre una rebelión general en 1599. Volviendo a la historia
inca, tras poner punto final a las conquistas, Inca Yupanqui llevó una vida quieta hasta su muerte, por
enfermedad. Dejó como sucesor a su hijo Túpac Inca Yupanqui, que tuvo en la coya Chimpu Ocllo.
Los últimos capítulos de este libro el autor los dedica a la descripción de la fortaleza del Cuzco,
Sacsayhuamán, y la grandeza increíble de sus piedras. Considera que lo más admirable de esta obra
arquitectónica son los tres muros de la cerca, pasadas las cuales existía una plaza larga y angosta donde
había tres torreones fuertes, el del medio circular y los de los flancos cuadrados. Menciona a los cuatro
maestros mayores de la fortaleza y relata la historia de la piedra cansada, un inmenso bloque pétreo que no
llegó a su destino.
 Octavo Libro
En este libro el autor relata las conquistas de Túpac Inca Yupanqui, undécimo Rey, cuyo nombre significa el
que relumbra o resplandece. Empezó por preparar la conquista de los Chachapuyas o Chachapoyas, situada
al oriente de Cajamarca, pero previamente debía someter a la provincia de Huacrachucu (que significa
tocado o sombrero de cuerno), cuyos habitantes resistieron con las armas hasta que acataron ser vasallos del
Inca. Luego se relata la conquista de los primeros pueblos chachapoyas, llamados también chachas, quienes
trabaron brava resistencia en Cúntur Marca y Cassamarquilla. Los incas prosiguieron la conquista de otros
2
pueblos y naciones bárbaras, que eran más propiamente dicha behetrías habitadas por gente muy salvaje y
bestial. Una vez sujetos a los incas, estos se encargaron de civilizarlos, tan así, que dos de esas provincias,
Cascayunca y Huancapampa, llegaron a ser de las mejores del imperio. Otras tres provincias belicosas y
tenaces, Cassa, Ayahuaca y Callua, que fueron conquistadas después. Luego Túpac Yupanqui se dedicó a
visitar su imperio, ordenando levantar en varios puntos grandes edificios como casas reales, depósitos, casas
de escogidas, etc. pasado algunos años reemprendió las conquistas: la siguiente provincia en ser anexada fue
la de Huánucu, en la sierra central del Perú, cuyo principal centro (Huanucopampa) se convirtió en la
cabecera de muchas provincias. Luego se aprestó a realizar la conquista de la provincia de los Cañaris, gente
belicosa y valiente, en el actual territorio de Ecuador. De camino hacia allí, sometió a la provincia de los
Paltas, indios que se deformaban la cabeza y en cuyo territorio cultivaban unos frutos muy preciados
llamados también paltas (aguacates). Llegado al país de los cañaris, el Inca hizo a estos los requerimientos
acostumbrados, es decir les dio la opción de rendirse pacíficamente o de tomar las armas para medirse con
las suyas; los cañaris, luego de deliberar entre ellos, aceptaron someterse. Los incas construyeron en ese país
canales, acequias, así como edificios; especialmente se engalanó con muchas construcciones Tumipampa,
que se convirtió en la cabecera de la región. Luego continuaron las conquistas de otros pueblos, entre ellos
los huancavilcas, hasta llegar a los confines del reino de Quito. Tras algunos años de quietud, Túpac Inca
Yupanqui organizó la conquista de Quito, reino extenso y muy rico, para lo cual apercibió 40.000 soldados
que se concentraron en Tumipampa. Pero el rey de Quito era muy bárbaro y tosco, y por ende muy belicoso,
y sin más, rechazó los requerimientos del Inca. Los quiteños resistieron durante mucho tiempo trabando
varios combates indecisos con las tropas del Inca. Viendo este que la guerra se prolongaba demasiado,
ordenó a su joven hijo Huayna Cápac que se ejercitase en la milicia y le encomendó el mando de 12.000
hombres. Trasladado al frente de lucha, Huayna Cápac se destacó pese a su juventud y fue ganado poco a
poco el reino de Quito, al punto que su padre decidió volver a descansar al Cuzco, dejándole el mando de la
campaña. La conquista de Quito duró tres años, y se cuenta que el rey quiteño murió de pena al ver perdido
la mayor parte de su reino. Huayna Cápac prosiguió las conquistas marchando más al norte; conquistó la
provincia de Quillacenca y llegó hasta Pastu, Otauallu y Caranque, quedando en esos parajes fijaba la
frontera septentrional del Imperio. Rematada así las conquistas de las provincias del norte, Huayna Cápac
regresó al Cuzco a dar cuenta a su padre, siendo recibido en triunfo. El autor cuenta que el príncipe casó tres
veces, y nombra a sus esposas: Pillcu Huaco, Raua Ocllo y Mama Runtu; la primera no le dio hijos y las
restantes fueron consideradas al mismo tiempo como coyas o reinas legítimas y dieron descendencia. Pasado
algún tiempo de quietud y sosiego, el Inca Túpac Inca Yupanqui enfermó gravemente e hizo su testamento,
dejando el imperio a su hijo Huayna Cápac. Su cuerpo fue embalsamado según la costumbre inca; el autor
vio su momia en el año de 1559, y según él, parecía tener vida.
Luego Garcilaso hace una larga enumeración descriptiva de las riquezas naturales nativas del Perú: los
animales mansos y bravos, las mieses y legumbres, frutas y aves, piedras y metales preciosos. Trata sobre el
maíz (que en la lengua del Perú se llamaba zara; maíz es nombre de origen caribeño), y una semilla llamada
quinua que los españoles llamaron mijo, así como otras semillas como los purutus (frijoles) y el tarwi
(chocho); de las legumbres que se crían debajo de la tierra (papas, ocas, batatas); de las frutas de árboles
mayores (pepinos, guayabas, pacaes, paltas, lucmas); del árbol mulli y del pimiento o uchu (ají), este último
infaltable en los potajes nativos; del árbol maguey y de sus propiedades; del plátano, piña y otras frutas
sabrosas; de la preciada hoja llamada cuca o coca, y del tabaco; del ganado manso y las recuas que había (se
refiere a las llamas y alpacas); del ganado bravo (guanacos, vicuñas, tarucas) y otras sabandijas (zorros,
zorrillos, vizcachas), así como leones (pumas), osos, tigres, micos y monas; de las aves bravas de tierra y
agua bravas y mansas; de las perdices, palomas y otras aves menores; las diferentes especies de papagayos y
su mucho hablar. Menciona y describe también a cuatro ríos famosos: Amazonas o Río Grande, Apurímac,
Marañón y el Río de la Plata o Paraguay; así como el pescado que se cría. Finaliza tratando sobre las
esmeraldas, turquesas y perlas, el oro y la plata, el azogue, y cómo se fundían los metales antes de los
españoles.

 Noveno Libro
Empieza el autor narrando las grandezas y magnanimidades de Huayna Cápac, el decimosegundo soberano
inca, quien inició su reinado haciendo una visita general a su imperio. Tuvo por entonces un hijo, al que
2 después llamó Huáscar Inca, cuyo nombre, que significa soga o maroma (Huasca), fue debido a que en
homenaje a su nacimiento su padre ordenó hacer una pesada cadena de oro de 700 pies de largo. Huayna
Cápac tuvo otro hijo, llamado Atahualpa, quien, según afirma Garcilaso, nació en Quito, siendo su madre la
hija del rey quiteño sometido (aunque ahora se puede asegurar que en realidad nació en Cuzco y que fue hijo
de una coya cuzqueña). Enseguida se detallan las conquistas de Huayna Cápac, que sometió pacíficamente a
diez valles de la costa entre Pacasmayo y Tumbes, para después regresar a Quito, donde pasó dos años
construyendo edificios. Luego volvió a ponerse en campaña y se dirigió a Túmpiz o Tumbes, habitada por
gente “regalada y viciosa”, quienes de buena gana aceptaron la dominación inca; allí el Inca construyó una
fortaleza, un templo de sol y una casa de escogidas. Luego castigó a los indios huancavilcas que en el
reinado de su padre habían matado a las autoridades incas. Luego de hacer otra visita al Imperio, Huayna
Cápac se dirigió contra la isla de la Puná, cerca de Tumbes, donde reinaba un reyezuelo llamado Tumpalla,
quien aceptó ser vasallo del Inca, aunque de mala gana y con el propósito de rebelarse a la menor ocasión.
En efecto, al momento en que las autoridades incas pasaban en barcas hacia la isla, fueron atacados
intempestivamente por la gente de Puná y arrojados al mar, siendo asesinados a golpes usando como
garrotes sus propios remos. La respuesta de Huayna Cápac no se hizo esperar y el castigo contra los de Puná
fue terrible: los principales rebeldes fueron ejecutados de diversas formas: unos fueron degollados, otros
ahorcados y algunos descuartizados. Otra rebelión protagonizaron los Chachapoyas, al este de Cajamarca;
contra quienes marchó enseguida Huayna Cápac, pero antes de llegar a su destino un cortejo de mujeres
chachapoyas, encabezadas por la que fuera concubina de su padre Túpac Inca Yupanqui, rogó por el perdón
de los suyos, esgrimiendo muchas razones que convencieron al Inca. Luego Huayna Cápac se dirigió a la
costa del actual Ecuador, donde sometió a pueblos primitivos, como los Manta, que adoraban a una
esmeralda y que practicaban la sodomía y otras costumbres sexuales nefandas. Luego de someter a otros
pueblos, el Inca continuó más al norte, hasta llegar a Passau, ya debajo de la línea equinoccial, poblado de
gente más salvaje y bruta todavía. Ante tan desoladora visión, Huayna Cápac retrocedió, pues consideró que
aquellos salvajes no merecían tenerlo por señor.
Luego Garcilaso, citando al cronista Cieza, trascribe una leyenda de gigantes que supuestamente habitaron la
punta de Santa Elena y cuyos restos óseos podían aun verse en su tiempo. Cuenta también que durante una
fiesta del Inti Raymi, el Inca se atrevió ver al Sol en plena ceremonia, lo que fue tomado por mal presagio
por los indios. Durante otra visita que hizo a sus reinos, se enteró de la sublevación de los Caranques, nación
situada en los confines del reino de Quito, que como salvajes que eran, mataron y se comieron a las
autoridades del Inca. Huayna Cápac mandó su ejército contra los rebeldes, quienes fueron sometidos y
castigados merecidamente: unos 2000 fueron degollados y arrojados en una laguna que desde entonces se
llamó Yahuarcocha o laguna de sangre. Cuenta enseguida el autor que Huayna Cápac decidió darle el Reino
de Quito a su hijo Atahualpa, pues era su preferido, y que Huáscar, que era el legítimo heredero del Imperio,
aceptó la voluntad paterna. Menciona también los dos caminos incas que surcaban transversalmente el
Imperio, uno de la costa y el otro de la sierra (el Cápac Ñan), y sobre las noticias que Huayna Cápac tuvo de
los españoles que por entonces recorrían la costa norte del Imperio; también sobre las señales vistas en el
cielo que anunciaron por entonces la caída del Imperio Inca y el cambio radical de la forma de la vida andina
que se avecinaba. Finalmente, Huayna Cápac enfermó y murió, y en su testamento ordenó a sus súbditos que
obedecieran a los extranjeros invasores que ya se acercaban, pues éstos eran poderosos e imbatibles, de
acuerdo a una profecía antigua, que aseguraba que tal suceso ocurriría tras el duodécimo Inca.
Luego, el autor describe las animales, plantas y otras cosas que los castellanos trajeron al Perú: las yeguas y
caballos, cómo los criaban al principio, y lo mucho que valían; las vacas y bueyes, y sus precios altos y
bajos; los camellos, asnos y cabras, y sus precios y mucha cría; las puercas y su mucha fertilidad; las ovejas
y gatos caseros; los conejos y perros castizos; las ratas y la multitud de ellas; las gallinas y palomas; el trigo;
la vid y el primero que produjo uvas en el Cuzco; el vino, y el primero que lo hizo en el Cuzco, y sus
precios; el olivo y sobre quien lo llevó al Perú; las frutas de España y la caña de azúcar; las hortalizas, flores
y yerbas; el lino, espárragos, biznagas y anís.
Luego menciona los nombres nuevos para nombrar a las diversas generaciones nacidas en el Perú: criollo,
mestizo, mulato, cholo, entre otros. Retomando la historia inca, el autor cuenta que una vez muerto Huayna
Cápac, reinaron sus dos hijos unos cuatro o cinco años en paz: Huáscar como Sapa Inca y Atahualpa como
rey de Quito. Sin embargo, Huáscar se dio cuenta del error de su padre de dar a Atahualpa el gobierno de
una inmensa provincia del norte, pues así quedaba bloqueada la ampliación de la frontera norte por parte de 2
la casta cuzqueña, pues en el resto de las fronteras se había llegado a límites infranqueables, como el mar,
las selva y el territorio al sur del Maule, poblado de salvajes. También entrevió que tal partición del imperio
contradecía el mandato del primer inca Manco Cápac, que solo admitía un imperio incaico único. Con tales
razones, Huáscar invitó a su hermano que fuera al Cuzco para que jurara como su vasallo, en aras de un
interés mayor como la unidad del Imperio. Atahualpa, con astucia, simuló acatar la orden, pero pidió
permiso para llevar consigo a miles de sus vasallos, a fin de celebrar fastuosamente las exequias de su padre,
lo que Huáscar, sin sospechar malicia, aceptó. Secretamente, Atahualpa ordenó a sus generales que
organizaran batallones y que le siguieran sigilosamente en su marcha al Cuzco; solo cuando ya estaba cerca
del Cuzco ordenó a sus tropas que enarbolaran sus insignias y marcharan en orden de batalla contra Huáscar.
Sus principales maeses de campo eran Challcuchimac y Quisquis; sus tropas superaban los 30.000,
mayormente soldados experimentados en las últimas guerras de conquista realizadas por Huayna Cápac.
Huáscar, sorprendido, convocó a sus tropas pero ya era tarde y solo pudo reunir unos 10 000 de los suyos y
otras tropas del Contisuyo, que eran inexpertas, mientras otras con más experiencia y número, las del
Collasuyo, tardarían en llegar por su lejanía. Hubo una serie de encuentros, hasta que la batalla definitiva se
dio cerca del Cuzco, en Quepaypampa, donde los atahualpistas triunfaron, merced a su mayor número y
experiencia militar. Aquel campo se conoció después como Yahuarpampa o campo de sangre. El mismo
Huáscar fue capturado y atado. Atahualpa, por naturaleza cruelísimo, ordenó una matanza de toda la familia
de su hermano, sin respetar niños ni mujeres; se describe la manera espeluznante cómo se cumplió esta
orden, aunque algunos de la casta cuzqueña lograron salvarse, entre ellos, según cuenta Garcilaso,
estuvieron su madre y su tío, Isabel Chimpu Ocllo y Francisco Huallpa Túpac Yupanqui, que por entonces
eran unos muchachos. Pero la ira de Atahualpa se cebó también con los criados de la casa real y poblaciones
enteras fueron diezmadas. Otro en salvarse fue el que después sería príncipe Manco Inca, otro de los hijos de
Huayna Cápac. La crueldad de Atahualpa fue tan extremada que en tiempos de la conquista española todavía
los supervivientes de la masacre guardaban odio profundo hacia quien consideraban un inca advenedizo o
auca (traidor) y hasta dudaban si en realidad era hijo de Huayna Cápac, ya que su conducta contrastaba con
la natural piedad y benevolencia de los antiguos incas. Es por ello que Garcilaso, que tenía también sangre
inca, no incluye a Atahualpa en su lista de los reyes incas.
Finaliza el libro contando su autor que por el año 1603 se enteró que existían todavía más descendientes de
la sangre real de los Incas, que suplicaban entonces a Su Majestad española excepciones de tributos y se
quejaban de otras vejaciones que se les hacían.

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