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LA DESAPARICIÓN DE A TARTA DEL REY ZU

Había una vez un reino animal gobernado por el rey Zu. El rey Zu era un león que adoraba comer tartas.
Daba igual el día que fuera: cualquier momento era bueno para que el cocinero, el cocodrilo Cococuk,
preparase una deliciosa tarta para el rey Zu.

Un día, el rey Zu le ordenó al cocodrilo Cococuk que hiciera una gran tarta de chocolate para invitar a sus
amigos a merendar. Cococuk fue directo a la cocina a preparar la tarta.

El cocodrilo Cococuk se pasó el día preparando la tarta de chocolate. Le había quedado fenomenal. Y
como todavía quedaba un rato para servirla, el cocodrilo decidió ir a descansar un rato al aire libre.

Unas horas más tarde cuando él regresó, vio que la tarta ya no estaba en su lugar y llamó a las gacelas
guardianas para buscar al culpable.

Tras investigar, las gacelas guardias identificaron a tres sospechosos, a los cuales varios testigos habían
visto salir por la puerta de la cocina. Uno de los sospechosos era la cerdita Lili, el ama de llaves. El otro
era el mono Martín, el mayordomo. Y, por último, se sospechaba de la jirafa Marina, la ayudante del
cocodrilo Cococuk.

Primero interrogaron a la cerdita Lili. Ella era muy sospechosa debido a que era la más glotona del lugar.
Ella picaba cualquier cosa que encontrara y el cocodrilo Cococuk estaba seguro de que ella se había
comido el pastel.

El segundo sospechoso al que interrogaron fue el mayordomo, el mono Martín, ya que era el encargado
de llevar al rey Zu la comida. Pero era de sobra conocido que, muchas veces, el mayordomo desviaba
parte de los alimentos para dárselos a los más necesitados.

Por último, las gacelas guardianas interrogaron a la jirafa Marina, la ayudante del cocodrilo Cococuk. Era
nueva en el castillo y había demostrado ser bastante torpe. Se tropezaba con cualquier cosa en la cocina
ocasionando muchos accidentes. Eso hizo sospechar al cocodrilo Cococuk que podría haber tirado el
pastel por accidente y después haber limpiado toda la escena para no recibir un castigo.

Todos ellos negaron las sospechas y revelaron lo que realmente hicieron estando adentro en la cocina.
La cerdita Lili confesó que tenía mucha hambre, por lo que decidió buscar fresas en la nevera. Había visto
el pastel, pero no lo tocó. Enseñó los dientes y allí encontraron restos de semillas de fresa, pero ni rastro
de chocolate.

El mono Martín que solo había ido a la cocina a practicar un porque, ya que tenía mucha ilusión por
aprender a cocinar, pero le daba vergüenza decirlo. Y para demostrarlo enseñó una pequeña quemadura
que se había hecho mientras freía un huevo. Pero rastros de chocolate no encontraron ninguno.

La jirafa Marina confesó que había entrado a la cocina a buscar un poco de harina empolvarse la nariz.
Pero se le cayó se había llenado de harina toda entera. Y todos pudieron comprobar que, efectivamente,
tenía harina todavía por todo el cuerpo. Lo que no encontraron fue ninguna prueba de que hubiera comido
chocolate o de que se hubiera llevado la tarta,

¿Quién era entonces el culpable?


De pronto, el cocodrilo Cococuk recordó que tenía espías en la cocina: una familia de ratoncitos que vivían
escondidos bajo una gran caja de madera en la despensa.

¿An visto algo? —les preguntó el cocodrilo a los ratoncitos.

—Solo hemos visto al rey —dijeron los ratones.

—¡Claro! ¡El rey! —exclamó el cocodrilo Cococuk, mientras corría en busca del rey Zu.

Pero cuando llegó era demasiado tarde.

—¡Qué bien que te veo, cocinero! —dijo el rey. Vas a tener que hacer otra tarta, porque esta estaba tan
buena que me la he comido entera.

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